De ángeles y ninfas

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De ángeles y ninfas
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De ángeles y ninfas

Conjeturas sobre la imagen

en Warburg y Benjamin

De ángeles y ninfas: conjeturas sobre la imagen en Warburg y Benjamin

Adriana Valdés

Santiago de Chile

Primera edición: junio 2012.

Edición digital: marzo 2020.

Imagen portada: Ilustración tomada del libro de Ioannis Caramuelis, Mathesis biceps: vetus et nova. Campaniae: in officina episcopali, 1670.

ISBN impreso: 978-956-9058-05-9

ISBN digital: 978-956-9058-32-5

Registro de propiedad intelectual: 218.743

© Adriana Valdés

Diseño y diagramación: Orjikh editores limitada

orjikh.editores@gmail.com

www.orjikheditores.com

Creación epub: Orjikh editores.

De ángeles y ninfas

Conjeturas sobre la imagen

en Warburg y Benjamin

Adriana Valdés


índice

El encuentro fallido

El encuentro intempestivo: el conocimiento horripilante, que “desquicia desde el interior todo orden preexistente”

Ninfas y ángeles: el pensamiento a partir de la obsesión con una imagen

Ángeles y ninfas: sobre comparaciones y diferencias

Atlas Mnemosyne y Passagenwerk: “opus magnum de una ciencia sin nombre”

a) Archivos: el gesto de coleccionar

b) Montajes: “nada que decir, sólo mostrar”: el gesto de yuxtaponer

c) Cuestiones de distancia: Denkraum, Zwischenraum, Bildraum, ¿Spielraum?

Palabras finales

Bibliografía

Índice onomástico

De ángeles y ninfas:

Conjeturas sobre la imagen en Warburg y Benjamin1

1 Una versión más breve fue leída como ponencia en la Conferencia Internacional Walter Benjamin: Convergencias entre estética y teoría política. Santiago de Chile, octubre de 2010.

El historiador es un profeta que mira hacia atrás

(F. Schlegel, citado por Walter Benjamin)

1

El encuentro fallido

Me interesa un encuentro que nunca se produjo, una gestión que falló, un deseo frustrado de Walter Benjamin por integrarse al círculo de pensadores en torno a la biblioteca de Aby Warburg en Hamburgo. Sostengo que este encuentro, entonces fallido, está “teniendo lugar” hoy, en un tiempo presente; no ya entre quienes han muerto, sino entre las ideas que los sobreviven1. Propongo pensar que sólo ahora se dan las condiciones de este encuentro; que sólo ahora, en este presente, que entonces era futuro, tenemos cómo “revelar” (la metáfora fotográfica es de Benjamin) lo que entonces se quedó en un negativo2.

Hay quienes dan a este encuentro fallido una dimensión trágica. George Steiner, al escribir la introducción a la edición en inglés de El origen del drama barroco alemán, sostiene que el grupo en torno a Aby Warburg hubiera sido para Benjamin un verdadero alero intelectual y psicológico, que no logró encontrar en el Instituto de Horkheimer y Adorno, con quienes sostuvo “relaciones ambivalentes” y “estériles” durante su vida. “Panofsky”, dice Steiner, “podría haber rescatado a Benjamin de la soledad en que encontraba; una invitación a Londres hubiera evitado su temprana muerte”3.

Benjamin conocía bien los trabajos de Warburg y su círculo. En El origen del drama barroco alemán, cita varias veces el estudio sobre Lutero de Warburg. El ensayo de Erwin Panofsky y Fritz Saxl acerca de la obra Melencolia I, de Albrecht Dürer, publicado en 1923, había tenido una importancia decisiva en la obra que preparaba Benjamin4, y también está citado en ella. Una de las grandes decepciones que tuvo al aparecer El origen... fue la falta de respuesta del Instituto Warburg, pues contaba con despertar su interés5. En opinión de Steiner, Benjamin estuvo entre los primeros en apreciar el valor de los estudios realizados en ese círculo.

En el año 1927, su deseo de integrarse al círculo de Warburg persistía; pero la gestión no prosperó. Se enfrentó al desinterés de Erwin Panofsky. Era una de las pocas opciones que entonces barajaba Benjamin para salir de una situación personal exasperante6. Según Steiner, fue el momento más ominoso de la vida de Benjamin. Qué hubiera sucedido si Benjamin se hubiera integrado al círculo Warburg, es materia de pura ficción. Alguien debería escribir esa novela. ¿Tendría un tono de idilio? ¿O de película de terror? El idilio iría por un encuentro en el coleccionismo, en la bibliofilia, en la capacidad de asociaciones sorprendentes, en el trato con la cultura como con un “gabinete de curiosidades”, en el interés por lo esotérico; todo ello apoyado en una base entonces firme, la de la fortuna bancaria de los Warburg, a la que Aby renunció a cambio del financiamiento de sus tareas, y fundamentalmente del Instituto. La película de terror viene por el lado de las contradicciones; el posible idilio involucraba a sólo una de las múltiples almas de Benjamin; las otras —las que lo llevaron a su identificación con un “materialismo histórico” sui generis— hubieran tal vez entrado rápidamente en conflicto con ella.

Sólo pueden conjeturarse los motivos por los cuales falló un encuentro que, desde la perspectiva actual, debería haber sido inevitable. Tal vez se debe al carácter “horripilante” de las ideas benjaminianas para la historia del arte; “horripilante” es una palabra que usa Didi-Huberman cuando habla de este tema, tomando su sentido etimológico: lo horripilante es algo que nos para los pelos7 (como “espeluznante”). Y eso nos saca de este encuentro histórico fallido para entrar en una zona en que el pensamiento de Warburg y el de Benjamin comienzan a tocarse. Intempestivamente: este adverbio nietszcheano les conviene a los dos. Como también la palabra “horripilante”, en relación con el tiempo y con las disciplinas históricas.

1 No es sólo una ocurrencia personal. En los últimos diez años se ha ido creando un sólido apoyo bibliográfico, tal vez insuficientemente conocido en nuestro país. Una mínima parte de este se encuentra citado en este texto. Con posterioridad a la primera redacción de este, en 2010, han aparecido nuevos estudios y al menos un número monográfico de una revista sobre el tema: Aisthesis –Rivista di Estetica Online, dedicada al tema Costellazioni tempestive. Warburg–Benjamin–Adorno, No. 2, 2010. Cabe agregar también libros que no he podido consultar: Barale, A., 2009: La malinconia dell’immagine: rappresentazione e significato in Walter Benjamin e Aby Warburg, Firenze University Press, Firenze; Pisani, D., 2004: Mnemosyne, tappa Parigi. Aby Warburg e Walter Benjamin: problematiche affinità, “Engramma”, 35; Rampley, M., 2000: The Remembrance of Things Past: on Aby M. Warburg and Walter Benjamin, Harrassowitz, Wiesbaden.

2 Benjamin, W., “Paralipomena to ‘On the Concept of History’, Selected Writings, vol. 4, translated by Edmund Jephcott and others, edited by Howard Eiland and Michael W. Jennings, Cambridge, Mass. and London, England, The Belknap Press of Harvard University Press, 2003, p. 405 (Citando a Monglond).

3 “This marks, I think, the most ominous moment in Walter Benjamin’s career. It is the Aby Warburg group, first in Germany and later at the Warburg Institute in London, which would have afforded Benjamin a genuine intellectual, psychological home, not the Horkheimer–Adorno Institute for Research in the Social Sciences with which his relations were to prove so ambivalent and, during his lifetime, sterile. Panofsky could have rescued Benjamin from isolation; an invitation to London might have averted his early death”. Steiner, George, “Introduction”, en Walter Benjamin, The Origin of German Tragic Drama, Verso, London, 1998, p. 19.

4 En un pasaje muy significativo de su correspondencia con Benjamin, Adorno lo destaca en 1934. Le dice que el libro de Breton Les vases communicants tiene tanta relación con el proyecto de los Pasajes: “That it [the Arcades project] will probably necessitate a fairly radical revision precisely with regard to the most central issue (...) comparable perhaps —what a parallel— to the significance of Saxl and Panofsky for your book on the Baroque!” Theodor Adorno and Walter Benjamin, The Complete Correspondence, 1928-1940, edited by Henri Lonitz, Translated by Nicholas Walker, Cambridge, Mass., Harvard University Press 1999, p. 54 (“Que esto [el proyecto acerca de los pasajes] probablemente exigirá una revisión radical precisamente en el tema más central (...) comparable tal vez —qué paralelo— a lo que significaron Saxl y Panofsky para tu libro sobre el barroco!”).

 

5 Momme Brodersen, Walter Benjamin –A Biography, translated by Malcolm L. Green and Ingrida Ligers, edited by Martina Dervis, London and New York, Verso, 1997, p. 156. Hofmannsthal pidió a Panofsky que reseñara el libro en una carta fechada el 12 de diciembre de 1927, sin lograr su objetivo. Aby Warburg envió a Saxl el libro, pero tampoco éste escribió nada. El rechazo está documentado en un libro reciente: Sigrid Weigel, Walter Benjamin. Die Kreatur, das Heilige, die Bilder. Francfort-sur-le Main, Fischer Taschenbuch Verlag, 2008, p. 228-264.

6 Otra era irse a Jerusalén como profesor (pero, pese a los buenos oficios de su amigo Gershom Scholem, nunca aprendió hebreo ni se decidió).

7 Didi-Huberman, G. “Introduction”, en A.A. V.V. Images Re-vues, Hors-série no. 2, 2010.

2

El encuentro intempestivo:

el conocimiento horripilante, que “desquicia desde el interior todo orden preexistente”1

Los herederos institucionales de Warburg se hicieron cargo de su legado intelectual (y de su biblioteca, y de su instituto), tras su muerte en 1929. El legado intelectual les producía cierta incomodidad, documentada en primer lugar por la dificultad de Fritz Saxl y Gertrud Bing para sacar a luz sus escritos, pues dudaban de que estos fueran suficientes para legitimarlo en el mundo universitario o académico. El intercambio de correspondencia es elocuente a este respecto2.

Por otra parte, los célebres Ernst Gombrich y Erwin Panofsky, quienes se declaran seguidores de Warburg, hacen, según Didi-Huberman, actos de cobardía y de pereza intelectual, una “operación invalidante”, al intentar “poner en perspectiva” la contribución intelectual de quien fuera su maestro. Se trata de “un ritual teórico de exorcismo” cuyo sumo sacerdote fue Panofsky, y que “renuncia a la intuición warburgiana fundamental”3, a un “conocimiento horripilante” relacionado con el tiempo y con la imagen, con la Nachleben (supervivencia) warburgiana. Por el momento, baste dejar constancia de las contundentes opiniones de Didi-Huberman acerca de la necesidad que sintieron los seguidores de Warburg de domeñar un saber amenazante, para integrarlo a visiones más aceptables en el mundo intelectual y académico del momento. El gran hombre, dijo quizás Cioran, muere en sus epígonos. El Warburg que hoy se recupera no es el que quisieron presentar Gombrich y Panofsky. Su saber, amenazante entonces, es hoy, irónicamente, algo que lo está transformando en un ícono cultural.

En el caso de Benjamin, cuya fama póstuma es todavía más apabullante que la de Warburg, la oposición a su forma de pensar se dio en vida. Se sabe, por supuesto, que nunca pudo ingresar al mundo académico (obtener su habilitación), ya que su tesis sobre el drama barroco alemán fue rechazada por los profesores, diciendo que no entendían una palabra de ella4. Además, se enfrentó a la oposición de sus próximos, y en circunstancias mucho más angustiosas para el autor, tal vez en su hora más oscura (más ominosa aún que la indicada por Steiner). Señala Hannah Arendt que la reputación literaria antes adquirida por Benjamin en Alemania se había desvanecido en gran medida5. Exiliado, vivía desde 1934 de un modesto estipendio proporcionado por el Instituto de Horkheimer y Adorno. Hacia el fin de su vida, le anunció Horkheimer que probablemente lo perdería: “Oí la noticia con horror”, comentó Benjamin6. En 1935, su texto sobre París como capital del siglo XIX, hoy célebre, fue objeto de fuertes objeciones por parte de Adorno, lo que lo llevó a redimensionar su proyecto. En 1938, envió para la publicación en la revista del Instituto su ensayo sobre Baudelaire. La larga carta en que Adorno enumera las objeciones teóricas del Instituto (suyas y de Horkheimer7) es tal vez el documento más elocuente que existe respecto de la incomprensión que enfrentó el pensamiento de Benjamin, incluso entre sus más cercanos; y fue un factor muy importante en el acoso y la tristeza que sintió al fin de su vida.

Esta lectura de dos autores, Benjamin y Warburg, que no llegaron a establecer históricamente una relación, sirve para resaltar en sus obras respectivas ciertos puntos de contacto. ¿Qué había en el pensamiento de Warburg, y de Benjamin, que los volvía horripilantes entonces? ¿Qué aspectos de ese carácter horripilante se iluminarían si se leyeran relacionando un autor con el otro?8

Me remito a la sagacidad de Didi-Huberman para decir que la Nachleben propuesta por Warburg suponía una crítica del historicismo. Su hipótesis acerca del tipo específico de memoria que ésta supone modifica profundamente la comprensión de lo que es un fenómeno histórico, en cuanto transforma la idea de la tradición; no se trata ya de un fluir continuo, que va desde la fuente a la desembocadura, sino de una dialéctica de tensiones, un drama que se juega entre el curso de las aguas y sus turbulencias y remolinos. “Walter Benjamin, constatamos” —dice Didi-Huberman— “no se alejó mucho de esta manera de pensar la historicidad”9.

Tanto Benjamin como Warburg, en sus trabajos sobre las imágenes, suponen una problematización del tiempo cronológico, o, como dijo Benjamin, el tiempo que se siente pasar como “las cuentas de un rosario”, “homogéneo y vacío”10. En el caso de Warburg, la atención prestada a la supervivencia de las imágenes va en detrimento de su inclusión en una secuencia cronológica ordenada, en una continuidad histórica; va en contra de la voluntad de periodización y de esquematización que, en la historia del arte, ha llevado tradicionalmente a hablar, por ejemplo, de “fuentes” y de “influencias”. Tanto Warburg como Benjamin introducen una perturbación cronológica, una especie de doble curso del tiempo, que implica apariciones y desapariciones basadas en las coincidencias inesperadas e instantáneas entre un cierto pasado y un cierto presente. “Articular históricamente lo pasado” escribe Benjamin, “no significa conocerlo ‘tal y como verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal como relumbra en el momento de un peligro”11.

Puede decirse que esta problematización del tiempo cronológico, intervenido por lo intempestivo, depende de un grado muy superior de intensidad, entendido como diferencia respecto del tiempo historicista homogéneo. Y en ambos casos, hay referencias que remiten a experiencias propias de religiones —y en ambos casos, religiones periclitadas para quienes las invocan, por lo que esas experiencias quedan en un terreno sumamente incierto. Para Warburg, desde el mundo de los dioses paganos, la intensidad será la del pathos, que introduce intempestivamente lo dionisíaco (“la entrega orgiástica”) en un transcurso apolíneo (“la contemplación reflexiva”12); para Benjamin, en cambio, desde la teología13 judía, este cambio cualitativo en el tiempo se produce por un relampagueo mesiánico, producto de la “fuerza mesiánica débil”, pero fuerza al fin, que permite hacer estallar el continuum de la historia. (“El presente como tiempo-ahora, en el que se han metido esparciéndose astillas del mesiánico”14). No cabe en este momento hacer justicia ni a la noción de tiempo de Warburg ni a la de Benjamin; ambas han sido objeto ya de un número abrumador de lecturas, muchas de ellas interesantes. Tampoco enumerar las diferencias específicas. Sólo cabe destacar aquí los puntos de coincidencia, esta irrupción o interrupción de una secuencia temporal producida por una intensidad en cada caso distinta, pero vinculada a una experiencia que podría llamarse epifánica. Y, entonces, la producción de una lectura “a contrapelo” de la historia15.

La clave de la oposición de quienes estaban más próximos a ambos autores no coincide en cuanto a argumentos —tácitos en el caso de Gombrich y Panofsky, explícitos en el de Adorno. No podrían coincidir, ya que se trata de mundos intelectuales muy diversos, uno el del Instituto Warburg (en Hamburgo y luego en Londres), otro el del Instituto de en Ciencias Sociales, en Nueva York, encabezado por Horkheimer y Adorno. Sin embargo, en ambos casos existe el intento de alinear un pensamiento “horripilante” a visiones más aceptables en un mundo intelectual y académico del momento, con arreglo al instrumental teórico tenido en cada caso como “correcto”; más aún, cuando ambos círculos intelectuales estaban consolidándose en un campo de oposiciones sumamente marcadas16. En ambos casos, la “intuición fundamental”, tanto de Warburg como de Benjamin, termina por ser desconocida o disminuida, y se tiende a reducir su capacidad disruptiva, reduciéndola a lo conocido y considerándola una transgresión metodológica... o, en palabras de Adorno a Benjamin, “una tendencia supersticiosa a atribuir a una mera enumeración material un poder de iluminación que en realidad sólo pertenece a la construcción teórica, no a alusiones pragmáticas”. “¿Puede acaso”, se pregunta Adorno, “semejante material esperar pacientemente una interpretación teórica sin consumirse en su propia aura?”17.

La situación ha cambiado enormemente desde entonces, también en términos de lo que se denomina “interpretación teórica”, y mientras muchas oposiciones entonces vigentes han dejado de tener sentido en la actualidad, los trabajos de Benjamin y Warburg han pasado a considerarse visionarios —o proféticos, para usar una palabra que también conviene a ambos18. Una instancia más, tal vez, de la Nachleben...

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