Hidráulica agraria y sociedad feudal

Text
Autor:
Aus der Reihe: Historia
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

CONCLUSIÓN

La abadía de Cîteaux parece haber llevado a cabo una verdadera política de adquisición de tierras inmediatas al río, así como de consolidación de sus derechos sobre los molinos fluviales. Los sucesores de Guy II de Paray, abad de 1193 a 1202, continuaron con la apropiación del río y la adquisición de tierras a lo largo del canal; en el abadiazgo de Arnaud I Amaury (1202-1212) se concluyeron los pactos que condujeron a la autorización para derivar el río Cent-Fonts.84 En 1212 los religiosos ya habían abierto 2 km de canal, así como las zanjas de drenaje85 de Saulon-la-Chapelle en Noiron. Arnaud II (1212-1217) y Conrad, antiguo abad de Clairvaux (1217-1219), se aplicaron a continuar con la excavación del canal y la adquisición de molinos situados en el antiguo curso de agua. La construcción de un puente acueducto que permitió el paso del canal de Cent-Fonts por encima del Varaude se finalizó en 1218.86 El abad Gauthier (1219-1223) acabaría la obra del canal, al cual asociaría varias lagunas destinadas a drenar las tierras que le eran adyacentes. El río de Saulon llega a Cîteaux en 1221, y la laguna de Coindon87 aparece en el mismo documento que da la noticia.

Da la sensación de que los monjes blancos no empiezan a extender sus propiedades a lo largo del canal de Cent-Fonts hasta que sus posesiones se hallan bien establecidas alrededor de las granjas. Un intervalo de ocho años separa las primeras donaciones de 1202-1203 de las de 1212 y los años siguientes. Los documentos de 1202 a 1210, durante el abadiazgo de Arnaud I Amaury, conciernen esencialmente a donaciones de prados88 cercanos al molino Aux Moines o a la posesión del agua de las lagunas de Saulon-la-Rue,89 mientras que los de años posteriores, bajo los abades Arnaud II y Conrad, de 1212 a 1219, tratan de la adquisición del río90 y del molino de las lagunas.91 Da la impresión, pues, de que el consentimiento del capítulo de la catedral de Langres y el aval del duque de Borgoña para el desvío del agua de Cent-Fonts son los hechos que se hallan en el origen de las ulteriores avenencias otorgadas por sus vasallos, poniéndose así en evidencia el funcionamiento de los engranajes vasalláticos.

La obra del canal, desde su planeamiento hasta su remate, se muestra, desde cualquier punto de vista, como una operación de gran envergadura. Tras ganarse la confianza del duque de Borgoña y la aprobación de los canónigos de Langres, los monjes supieron aprovechar las donaciones que recibían, negociar las ventas, encontrar financiación y compensar los perjuicios causados por su empresa. Todo ello con el fin de realizar acondicionamientos que perduran de un modo ejemplar. Los monjes blancos parecen haber contravenido la Regla de la orden, no por el hecho de haber adquirido un curso de agua, sino por la aceptación de molinos construidos por laicos, aunque una gran parte de éstos hayan sido derribados luego. Además, el coste financiero del canal y de la adquisición de molinos se presenta como exorbitante, ya que en 1235 la abadía de Cîteaux debe recibir la ayuda de sus afiliadas para colmar su déficit de mil marcos de plata. Evidentemente, nada permite afirmar que los trabajos de Cent-Fonts formen parte de la deuda, pero es muy probable que las sumas dispensadas para la derivación y la compra de los molinos hayan repercutido en ese millar de marcos. No ha sido posible determinar las fechas de construcción de los molinos adquiridos por Cîteaux en el transcurso del siglo XIII, pero las fechas en que aparecen estos ingenios han podido afinarse gracias al estudio de otros establecimientos religiosos. El «registro de arrendamientos» de los siglos XV y XVI en el que se conservan los contratos indica que estos molinos se arrendaban por separado de las granjas limítrofes,92 demostrando así que se trataba de estructuras con entidades propias. Con todo, es interesante hacer notar que las lagunas y el canal de Cent-Fonts han sido gestionados siempre directamente por los monjes blancos, lo que da idea de la importancia que otorgaban a este patrimonio hidráulico.

Bibliografía

Benoît, P. (1996): «Vers une chronologie de l’hydraulique monastique», en L. Pressouyre y P. Benoît (eds.): L’hydraulique monastique, Grâne, Créaphis.

Benoît, P. et al. (1999): «La maîtrise de l’eau par deux monastères cisterciens de Champagne, Trois-Fontaines (Marne) et Auberive (Haute-Marne)», Les Cahiers Haut-Marnais 218-219, pp. 14-26.

Benoît, P. y K. Berthier (1998): «L’innovation dans l’exploitation de l’énergie hydraulique d’après le cas des monastères cisterciens de Bourgogne, Champagne et Franche-Comté», en P. Beck (dir.): L’innovation technique au Moyen Age. Actes du VIè Congrès international d’Archéologie médiévale, París, Errance, pp. 58-66.

Benoît, P. y J. Rouillard (1996): «L’hydraulique cistercienne en Bourgogne et en Champagne», en Actas do simpósio internacional Hidráulica monástica medieval et moderna, Convento da Arrabida, 15-17 de novembro de 1993, Lisboa, Fundaçâo Oriente, pp. 157-186.

Benoît, P. y M. Wabont (1990): «Mittelalterliche Wasserversorgung in Frankreich. Eine Fallstudie: Die Zisterzienser», en Geschichte der Wasserversorgung. Band 4. Die Wasserversorgung im Mittelalter, Maguncia, pp. 185-225.

Berthier, K. (1996): «L’hydraulique de l’abbaye de Cîteaux (Côte d’Or, France)», en L. Pressouyre y P. Benoît (eds.): L’hydraulique monastique, Grâne, Créaphis, pp. 35-43.

— (2006): «La gestion des étangs de l’abbaye de Cîteax aux XIVè et XVè siècles», Cîteaux. Commentarii cistercienses 57 pp. 281-293.

Berthier, K. y J. Rouillard (1999): «Nouvelles recherches sur l’hydraulique cistercienne en Bourgogne, Champagne et Franche-Comté», Archéologie Médiévale XXVIII, pp. 121-147.

Canivez, J. M. (ed.) (1933): Statuta capitularum generalium ordinis cisterciensis, ab anno 1116 usque 1786, Lovaina.

Flammarion, H. (ed.) (1995): Cartulaire du chapitre cathédral deLangres, Nancy, Université de Nancy II.

Fournial, E. (1970): L’histoire monétaire de l’Occident médiéval, París, Nathan.

Hoffmann, a. (1996): «L’hydrologie des sites bénédictins et cisterciens de l’Allemagne centrale», en L. Pressouyre y P. Benoît (eds.): L’hydraulique monastique, Grâne, Créaphis, pp. 99-109.

Locatelli, R. (1975): «L’implantation cistercienne dans le comté de Bourgogne jusqu’au milieu du XIIe siècle», en Actes du 5è Congrès de la Société des Historiens Médiévistes de l’Enseignement Supérieur Public, Grenoble.

Marilier, AbbÉ j. (1961): Chartes et documents concernant l’abbaye de Cîteaux (1098-1182) (Bibliotheca Cisterciencis I), Roma.

Picard, E. (1882-1887): «La forêt de Cîteaux», en Mémoires de la Société Eduenne, vols. XI-XII.

Poupardin, R. (1909): Recueil des chartes de l’abbaye de Saint-Germaindes-Prés, des origines au début du XIIIe siècle, vol. 1 (558-1182) y vol. 2 (1183-1246), París.

Rouillard, J. (1991): L’eau en Champagne du Sud et en Bourgogne du Nord: l’exemple des abbayes cisterciennes de Pontigny et de Vauluisant, d’après les cartulaires et les prospections archéologiques (XIIè-XVè siècles) (Mémoire de Maîtrise d’Histoire).

Rouzeau, B. (1994): Hydraulique cistercienne à Morimond: entre gestion du site et patrimoine (Mémoire de Maîtrise d’Histoire).

figuras

Figura 1. Posesiones de Cîteaux en 1212 (con el molino Aux Moines)


Figura 2. Acondicionamientos para la construccióndel puente-acueducto de Arvaux, 1212


Figura 3. Donaciones de porciones de molinos


Figura 4. Curso antiguo del Cent-Fonts


Figura 5. Molinos poseídos en 1221


Figura 6. Molinos poseídos en 1230


Figura 7. Molinos poseídos después de 1230


Figura 8. Adquisición de partes de molinos de 1213 a 1227


Figura 9. Canal de Cent-Fonts, en el bosque de Corcelle


Figura 10. Canal de Cent-Fonts antes de La Forgeotte


Figura 11. Puente-acueducto de Arvaux

 

Figura 12. Parte aérea del puente-acueducto


1P. Benoît y M. Wabont (1990); A. Hoffmann (1996); P. Benoît (1996); P. Benoît y K. Berthier (1998); P. Benoît et al. (1999).

2P. Benoît y M. Wabont (1990); P. Benoît y J. Rouillard (1996); K. Berthier y J. Rouillard (1999).

3Los no utilizados son copias del siglo XV.

4K. Berthier (1996); K. Berthier y J. Rouillard (1999).

5Abbé J. Marilier (1961).

6Archives Départementales de la Côte d’Or (en adelante, ADCO ), 11H 66, cartulare antiquuum, t. III, fol. 81v; R. Poupardin (1909). El nuevo tramo del Vouge se realizó, sin duda, antes de los años 1210-1212, periodo a partir del cual los trabajos en Cent-Fonts ya se hallaban en marcha.

7Se ha preferido esta forma, correspondiente a la abreviación del nombre centum fontes del río, tal y como aparece en los documentos del siglo XIII, antes que la escogida por el IGN, Sansfond. El topónimo se debe a las numerosas fuentes que aseguraban el débito del río. La derivación es mencionada con los términos pro ductu aqua de Salun.

8K. Berthier (1996); K. Berthier y J. Rouillard (1999).

9ADCO 11H 63, Cartularus vetus, 1098-1290, fol. 4; Abbé J. Marilier (1961), doc. n.° 136.

10Ibíd., n.° 227.

11Ibíd., n.° 145.

12ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 39, 41, 4, 5, 40, 15 y 21. En 1202 los cistercienses recibieron, de la mano de Bonnanus li veneuers, un prado situado en las proximidades de su molino en Saulon; Hapins et Johens darían a Cîteaux el censo que recibían del molino situado por encima de la casa de Odon militis de Marrigny. En 1203 los religiosos recibieron dos lagunas en Saulon-la-Rue de Andreas de Houges et de ses fils W. et R. El mismo año, W. et R. reconocieron la donación de las dos lagunas, agregándole el censo que percibían del molino situado en éstas.

13ADCO 11H 74, cartulario de Jean de Cirey, t. V, fols. 1 y 2 (finales del siglo XV ).

14ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 2 (siglo XIII).

15ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, tome II, título XX Salun, n.° 24 y 32; H. Flammarion (ed.) (1995), n.° 132 y 133, p. 152. El duque de Borgoña había arbitrado, cuatro meses antes, un arreglo entre el capítulo de Langres y la abadía de Cîteaux relativo a las modalidades de desvío de las aguas del Saulon. Al año siguiente, el duque asignó al capítulo de Langres una renta de diez libras que percibir del peaje de Châtillon-sur-Seine, en lugar de una renta similar que Cîteaux debía al capítulo a causa del desvío de las aguas del Saulon.

16ADCO 11H 66, Cartulare antiquuum, t. III, título III Lingonensi, n.° 12 (siglo XIII).

17ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 6.

18ADCO 11H 64, Cartulare antiquuum, t. I, título I Ducum Burgundie, n.° 18.

19ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 10. Ella cede la renta en grano que recibía, así como la mitad del molino de las lagunas.

20ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, acta n.° 38.

21fn> ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, acta n.° 12.

22fn> Medida de granos utilizada en Borgoña. La émine de Dijon equivalía a unos 427 l [N. del T.].

23ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, acta n.° 1.

24R. Locatelli (1975).

25ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 27.

26ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 25.

27ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 22: en 1210, con motivo de la donación de prados a Cîteaux, Eudes de Grancey otorga su consentimiento en calidad de señor de Iacobus de Strabonne, su hermano.

28ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 1 y 2.

29ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 31, 43, 10, 1, 38, 34 y 26.

30Medida agraria de longitud (toise). En el siglo XIV la toesa de Borgoña medía 2,437 m [N. del T.].

31ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 33.

32E. Picard (1882-1887).

33Ibídem.

34Medida de grano equivalente, en Dijon, a la mitad de una émine, casi 214 l [N. del T.].

35ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 35.

36Al parecer, el bichet de Dijon era una medida de grano equivalente al setier [N. del T.].

37ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 10 y 33. En 1221, la donación de la mitad del molino de Saulon-la-Chapelle cuesta 79 libras a Cîteaux, siendo así que en 1215 la compra de la mitad del molino de las lagunas de Fenay había ascendido a sólo 40 libras.

38Cîteaux poseía toda el agua del Vouge entre Villebichot y la granja de Saule en el siglo XIII (Abbé J. Marilier, 1961).

39ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 17.

40J. Rouillard (1991); B. Rouzeau (1994).

41ADCO 11H 63, Cartularium vetus, fols. 91r y 92v; y 11H 66, Cartulare antiquuum, t. III, título III Lingonensis, n.° 27.

42ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 27.

43 ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 25.

44ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 6.

45ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 21.

46ADCO G 996, Saulon-la-Chapelle, legajos relativos a las posesiones de Saint Lazare de Autun, 1552-1788; G 1060, Saulon-la-Chapelle, legajos relativos a las posesiones del capítulo de la catedral de Saint Mammès de Langres, 1164-1607.

47ADCO G 1060, Saulon-la-Chapelle, legajos relativos a las posesiones del capítulo de la catedral de San Mamés de Langres, 1164-1607; H. Flammarion (ed.) (1995), doc. n.° 123, p. 142.

48Medida de grano equivalente a 1/12 de setier, es decir, unos 18 l [N. del T.].

49Medida de grano (quarteranche) equivalente a 1/8 de setier, es decir, unos 27 l [N. del T.].

50ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 17.

51ADCO 11H 63, Cartularium vetus, fol. 51.

52ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 20.

53ADCO 11H 66, Cartulare antiquuum, t. III, título III Lingonensi, n.° 28.

54 H. Flammarion (ed.) (1995), doc. n.° 133, p. 153.

55ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX, fol. 43r.

56ADCO 11H 66, Cartulare antiquuum, t. III, título III Lingonensi, n.° 26. Raymond d’Izeure indica que el desvío del río conlleva que los molinos de Graveles y Odeler dejen de funcionar.

57ADCO 11H 66, Cartulare antiquuum, t. III, título III Lingonensi, n.° 26.

58E. Fournial (1970) ofrece las equivalencias entre el dinero de Dijon y el marco de plata: en 1205 un marco valía 882 dineros, y a partir de 1218, 960 dineros.

59J. M. Canivez (1933).

60ADCO C 4188, plano del puente de Arvaux, 1747.

61 ADCO 11H 142, registro de arrendamientos: Granges, molins et thieulleries, 1464-1577.

62ADCO B 1440, fol. 81v, año 1375.

63Abbé J. Marilier (1961).

64K. Berthier (2006).

65ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 35.

66ADCO 11H 70, copia de los documentos relativos a Saulon contenidos en 11H 67. Cartulario de Jean de Cirey, tomo I, fol. 130 (fines del siglo XV).

67adco 11H 1160, fol. 80. Las obras se realizan a lo largo de los meses de noviembre y diciembre de 1380.

68ADCO 11H 1160, fol. 86.

69ADCO 11H 1160, fol. 109. La intervención de los carboneros tiene lugar en diciembre, y la suma pagada parece una gratificación más que un verdadero salario.

70 ADCO 11H 1160, fol. 140. Los hombres vienen de Corcelles.

71Se trata de un molino construido por los cistercienses en la segunda mitad del siglo XII.

72ADCO 11H 230, Aiserey, adquisiciones, 1247-1308. Philippe d’Aiserey y su mujer son alimentados, alojados y vestidos por la abadía de Cîteaux, lo que hace creíble que algunos molineros sean tratados, también, de este modo.

73ADCO 11H 1160, registro de cuentas, 1337-1402.

74ADCO 11H 1160, fol. 320.

75ADCO 11H 1160, fol. 320. Los clavos provienen de un mercado de Dijon.

76ADCO 11H 1160, fol. 320.

77ADCO 11H 1160, fol. 147.

78ADCO 11H 1160, fol. 148.

79ADCO 11H 1160, fol. 164.

80ADCO 11H 755, cartulario 180, fol. 54v: se hace referencia en este documento a un contrato de arrendamiento del molino Chaugey, partida llamada Chamberne, en 1423.

81ADCO 11H 142, registro de arrendamientos.

82ADCO 11H 1172, cuentas del cillerero, fols. 31 y 41.

83ADCO 11H 142, registro de arrendamientos: Granges, molins et thieulleries, 14641577.

84 ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 2.

85ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, acta n.° 2.

86ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, acta n.° 12.

87E. Picard (1882-1887).

88ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 39, 40 y 22.

89ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 10, 21 y 4.

90ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 2, 31, 43, 10, 1 y 38.

91ADCO 11H 67, Cartulare antiquuum, t. II, título XX Salun, n.° 6 y 10.

92ADCO 11 H 142, registro de arrendamientos: Granges, molins et thieulleries, 1464-1577.

FORMAS FEUDALES DE ESPECULACIÓN AGRARIA: VILLAS, VIÑAS Y ACEQUIAS EN EL SUR DE ARAGÓN (CA. 1170-1240)

Julián M. Ortega Ortega y Carlos Laliena Corbera Universidad de Zaragoza

INTRODUCCIÓN: VILLAS DE FRONTERA Y PERIFERIA FEUDAL

En la genealogía de la noción de «villa de frontera», imposible de obviar en cualquier intento de caracterizar el comportamiento social de la villa de Teruel en su etapa más temprana, ha pesado de forma muy notoria la idea de una especificidad, sustentada en las diferencias que parecían distinguir a las entidades de población así descritas respecto de los industriosos núcleos urbanos del Camino de Santiago y de las antiguas medinas conquistadas. Sin que sea preciso extenderse sobre el contenido con que autores como José M. Lacarra o Jean Gautier Dalché la dotaron,1 convendrá retener sucintamente los fundamentos sobre los que descansaba, a juicio de estos autores, la novedosa organización de agrupaciones humanas en los frentes feudales de conquista: surgían por iniciativa directa del monarca; eran el resultado de complicados y lentos procesos de atracción de inmigrantes; generaban un asentamiento estructurado en collaciones parroquiales; daban lugar a una organización concejil en la que el senior nobiliario al frente del honor era desplazado por el iudex, juez surgido de la elite local, y, finalmente, presentaban un esquema social muy polarizado en torno a la posesión o no de equipos militares. Las villas aparecían, en suma, como cabezas de puente destinadas a concentrar reclutas para el hostigamiento y conquista de al-Andalus2 o, en el peor de los casos, para asentarlos en las aldeas y lograr la irreversibilidad de las conquistas frente al muy aducido «peligro almohade».

 

Congruentes con el carácter «estratégico» atribuido a estas villas, los fundamentos económicos habitualmente señalados para su desarrollo, si es que tal hecho podía darse, ofrecen una imagen irremediablemente arcaizante, marcada por la ausencia de una «burguesía», por utilizar una terminología tradicional, mínimamente articulada. La centralidad historiográfica de este aspecto debe ser resaltada. Sin una genuina capa social que dotase a las villas de frontera de un suficiente dinamismo comercial, los escasos proyectos productivos de cierta entidad a los que se veían abocados sus habitantes se presentaban carentes de cualquier complejidad. El botín, por ejemplo, se vislumbra como una respuesta adaptativa forzada por las duras limitaciones impuestas por el medio al desarrollo agrario, que el secular vacío demográfico dejado por la etapa andalusí no había hecho sino agravar. La ganadería, por su parte, era poco más que un recurso obligado por las bajas densidades demográficas, y su versión trashumante, la prueba de la imposibilidad de lograr crecimientos significativos de la riqueza solamente con los recursos locales. Así, ni siquiera la autarquía resultaba ser, desde esta perspectiva, un objetivo alcanzable.

Aunque este resumen traicione algo la sofisticación de los planteamientos llevados a cabo por una generación de historiadores, para nuestros intereses esta esquematización refleja bien una forma de concebir la formación de núcleos urbanos en los territorios de conquista: milicias, autonomía, libertad, depredación y escaso desarrollo económico serían, en síntesis, los elementos determinantes. Algunos de ellos pueden reagruparse bajo un denominador común, la ausencia del mercado como factor regulador de los comportamientos de los agentes sociales. En expresión frecuente, se trata de un mundo de pastores-guerreros que configuran una elite social de «caballeros-villanos».3

Este trabajo se sitúa en una línea muy diferente. Su objetivo es mostrar cómo el grupo dirigente de una de estas villas de frontera, Teruel, era perfectamente capaz desde el principio de desarrollar estrategias que pasaban por el mercado a la hora de maximizar sus rentas. Este mercado, sin embargo, no funcionaba como una instancia absoluta, sino como parte de un continuo que tiene su origen en la desigual distribución de la propiedad de la tierra, la creación de infraestructuras, la adaptación de los cultivos, en particular el viñedo, la incorporación de la molinería, como aspecto subsidiario a la vez de la configuración de los sistemas de acequias y de la captación de rentas mercantiles, y, por supuesto, el control del mercado de múltiples formas desde una posición de privilegio social.

Desde esta perspectiva, examinaremos los diferentes aspectos enumerados, en particular los relativos a la formación de las redes hidráulicas y su corolario, la instalación de molinos harineros y pañeros, la plantación de viñas y la habilitación del mercado urbano adaptado a las necesidades de una elite hacendada.

La villa

No es preciso extenderse aquí sobre las características de la villa de Teruel, objeto en su día de minucioso tratamiento por parte de Antonio Gargallo.4 Merece la pena, no obstante, hacer hincapié en dos puntos. El primero es la inexistencia de un precedente urbano en el solar que luego ocupó la villa. El lugar había sido una fortaleza desde época califal, el hisn Tirwal, que aparece citado por Ibn Hayyan en su al-Muqtabis con referencia al año 935. Aunque no es imposible que desde entonces, y como resultado de las alteraciones demográficas imputables al avance feudal, la población asociada a la fortificación se hubiera incrementado, este crecimiento debió de ser muy relativo y, en cualquier caso, sin apenas influencia sobre la organización posterior del espacio urbano. La fase de conquista se saldó con la desaparición local y regional de cualquier resto de poblaciones islámicas, de tal modo que la aljama turolense fue establecida a finales del siglo XIII con cautivos liberados y familias atraídas expresamente para ello.5

Esta cuestión es importante porque, y éste constituye el segundo punto que debemos reseñar, la ausencia de un espacio urbano consolidado pone de relieve, más allá de los debates eruditos sobre el momento concreto de la organización inicial de la villa, sin duda posterior a 1168 y anterior a 1172,6 la potencia del flujo inmigratorio inicial, en abierta oposición con la general insistencia en la lentitud de los procesos de colonización de las villas fronterizas. Apenas dos décadas después del comienzo del proceso de asentamiento de colonos, en 1189, Teruel concentraba un destacado volumen demográfico, que necesitaba ser repartido entre las nueve parroquias con las que contaba.7 Aunque el dato resulta endeble para poder extraer de él excesivas conclusiones, es ciertamente sintomático del éxito de este proceso, verificado en el transcurso de un lapso temporal realmente corto.

También las noticias disponibles sobre la configuración urbanística del primitivo Teruel resaltan la celeridad de la llegada de colonos. Además de los edificios de culto que servían de soporte a las parroquias señaladas, antes de que el siglo XII llegara a su fin, un primer circuito amurallado delimitaba la muela que servía de asiento a la población, englobando el conjunto de su caserío, como hizo hasta el siglo XIX, cuando comenzaron los derribos sistemáticos. En 1196 existía ya el Portal de Guadalaviar en el flanco meridional del recinto murado, e incluso es posible que lo sustancial de éste hubiera estado concluido un decenio antes, hacia 1185, si damos crédito a las referencias sobre la existencia de una lápida conmemorativa fechada en ese año e instalada en el Portal de Zaragoza.8

Los rápidos logros colonizadores fueron pronto capitalizados por algunos nobles, tenentes del conjunto de rentas y autoridad que constituye el honor asignado por el monarca, con diversos grados de implantación en el medio local que, por lo general, desarrollaron sólidos lazos con los distintos establecimientos religiosos de la villa, en virtud de contactos previos y de relaciones ajenas al espacio turolense, ya fueran las órdenes militares (de Montegaudio, después absorbida por el Temple, y Santiago), ya fueran los monjes de Alcalá de la Selva o los cistercienses de Santa María de Piedra. Dicho de otra manera, los nobles con acceso a los recursos materiales y a las reservas de poder acumuladas durante la conquista por Alfonso II se insertaban en redes de vasallaje, parentesco y afinidad muy amplias en las que este honor de frontera jugaba un papel significativo pero en absoluto exclusivo.

No es extraño, además, que estas redes integrasen los elementos más conspicuos de un pujante estrato de caballeros, en principio ajenos a la nobleza, la denominada «caballería villana», que se mostró capaz de hacerse con los resortes del gobierno local desde comienzos del siglo XIII. El potente bloque conformado por esta trama de intereses mutuos y alianzas, no siempre bajo los auspicios del monarca, fue el responsable de la implementación de fórmulas específicamente feudales de gestión tanto del movimiento de inmigración como de la ordenación de las bases productivas, y por tanto paisajísticas, a escala regional. Algunas de ellas, y no las menos importantes, se sustentaban en el control de los espacios hidráulicos anejos a la villa.

LOS REGADÍOS

Hacia 1230, el paisaje agrario del entorno de Teruel estaba marcado en gran medida por una tupida red de infraestructuras hidráulicas, que comprendía lógicamente azudes, acequias y huertas, pero también de molinos y baños, que se entremezclaban con caminos, ermitas y hospitales, dibujando en su conjunto un panorama que, en su misma densidad, portaba la traza de la movilización de cantidades ingentes de trabajo, que habían sido, no obstante, invertidas en el transcurso de apenas dos generaciones (figuras 1 y 2).9

Aunque no existen datos directos, existen razones para sospechar que una porción significativa, pero no determinada en el momento actual de la investigación, de todo el trabajo acumulado en este laberinto hidráulico podría provenir de fechas anteriores a la conquista aragonesa, como sucedía alrededor del resto de los antiguos husun andalusíes de la región.

Figura 1. Esquema general de los regadíos medievales de la villa de Teruel (sector septentrional)


Figura 2. Esquema general de los regadíos medievales de la villa de Teruel (sector meridional)


En efecto, desde Alfambra a Villel o desde Cella a Castielfabib, la inmensa mayoría de las fortificaciones de este sector, con la rara excepción de Ródenas, se ubicaba frisando las principales llanuras aluviales dispersas por las depresiones interiores del Sistema Ibérico. La confluencia de los ríos Alfambra y Guadalaviar en las inmediaciones de Teruel, en el interior de una hoya excavada en las blanquecinas formaciones yesíferas y calcáreas del Mioceno, duplicaba además las posibilidades ligadas a la instauración de regímenes de cultivo ordenados por la construcción de sistemas de riego. Tal posibilidad no escapó, con seguridad, a los campesinos andalusíes asentados en las inmediaciones de estos centros neurálgicos del poblamiento musulmán.

La Acequia de Miguel de Santa Cruz

A pesar de ello, la mayor parte de la infraestructura en funcionamiento hacia 1230-1240 debe ser asociada a la etapa de posconquista y, sobre todo, a la iniciativa de los elementos sociales más comprometidos con la dirección del proceso colonizador. Buena muestra de ello es la intervención de algunos nobles en el trazado del conjunto de acequias que componían este abigarrado conjunto, de la que comenzamos a tener noticias a fines del siglo XII. En concreto, el primer sistema hidráulico en aflorar en la documentación manejada es el formado por la «acequia de Miguel de Santa Cruz», nombre del senior que estuvo al frente del honor de Teruel entre, al menos, 1177 y 1182.10 De hecho, el propio Miguel de Santa Cruz llegó en agosto de 1193 a un acuerdo con el conjunto de regantes que tomaban agua de dicha acequia, tanto los establecidos en la villa como los residente en la vecina aldea de Villaspesa, por el cual se obligaba a proporcionar el sobrante de las aguas de la acequia de Guadalaviar después de que hubieran pasado por sus molinos, a cambio de 1.600 sueldos jaqueses, con el compromiso añadido de hacerse cargo del mantenimiento del azud y de la acequia bajo multa de 10 sueldos por cada día que no se pudiera regar por falta de agua.11

Es importante señalar que parte del riego de las aldeas de Villastar, de Villaspesa y de Villar de Segarra, una partida cuyo topónimo todavía se conserva al sur de esta última, dependía de esta misma acequia, varios kilómetros aguas abajo del azud, como el mismo documento hace constar. Se trataba, por tanto, de un canal de enormes proporciones. La acequia, hoy denominada «del Batán», sangraba el caudal del Guadalaviar por la vertiente derecha a partir de un azud situado a los pies del actual barrio rural de San Blas, a 5 km al este del casco urbano de Teruel. Hacia él se dirigía su trazado para torcer, a la vista de las murallas, en dirección sur, describiendo un ángulo prácticamente recto, y seguir, a partir de entonces, paralelo al Turia hasta más allá de la citada población de Villastar.12

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?