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Dramas

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ESCENA III

Calle en Venecia
SYLOCK, SALANIO, ANTONIO y el CARCELERO
SYLOCK

Carcelero, no apartes la vista de él. No me digas que tenga compasion… Éste es aquel insensato que prestaba su dinero sin interes. No le pierdas de vista, carcelero.

ANTONIO

Oye, amigo Sylock.

SYLOCK

Pido que se cumplan las condiciones de la escritura. He jurado no ceder ni un ápice de mi derecho. En nada te habia ofendido yo cuando ya me llamabas perro. Si lo soy, yo te enseñaré los dientes. No tienes escape. El Dux me hará justicia. No sé, perverso alcaide, por qué has consentido con tanto gusto en sacarle de la prision.

ANTONIO

Óyeme: te lo suplico.

SYLOCK

No quiero oirte. Cúmpleme el contrato. No quiero oirte. No te empeñes en hablar más. No soy un hombre de buenas entrañas, de los que dan cabida á la compasion, y se rinden al ruego de los cristianos. No volvais á importunarme. Pido que se cumpla el contrato.

(Vase.)

SALANIO

Es el perro más abominable de los que deshonran el género humano.

ANTONIO

Déjale. Nada de ruegos inútiles. Quiere mi vida y no atino por qué. Más de una vez he salvado de sus garras á muchos infelices que acudieron á mí, y por eso me aborrece.

SALANIO

No creo que el Dux consienta jamas en que se cumpla semejante contrato.

ANTONIO

El Dux tiene que cumplir la ley, porque el crédito de la República perderia mucho si no se respetasen los derechos del extranjero. Toda la riqueza, prosperidad y esplendor de esta ciudad depende de su comercio con los extranjeros. Ea, vamos. Tan agobiado estoy de pesadumbres, que dudo mucho que mañana tenga una libra de carne en mi cuerpo, con que hartar la sed de sangre de ese bárbaro. Adios, buen carcelero. ¡Quiera Dios que Basanio vuelva á verme y pague su deuda! Entonces moriré tranquilo.

ESCENA IV

Quinta de Pórcia en Belmonte
PÓRCIA, NERISSA, LORENZO, JÉSSICA y BALTASAR
LORENZO

Señora (no tengo reparo en decirlo delante de vos), alta idea teneis formada de la santa amistad, y buena prueba de ello es la resignacion con que tolerais la ausencia de vuestro marido. Pero si supierais á quién favoreceis de este modo, y cuán buen amigo es del señor Basanio, más os enorgulleceriais de vuestra obra que de la natural cualidad de obrar bien, de que tantas muestras habeis dado.

PÓRCIA

Nunca me arrepentí de hacer el bien, ni ha de pesarme ahora. Entre amigos que pasan y gastan juntos largas horas, unidos sus corazones por el vínculo sagrado de la amistad, ha de haber gran semejanza de índole, afectos y costumbres. De aquí infiero que siendo Antonio el mejor amigo del esposo á quien adoro, ha de parecerse á él necesariamente. Y si es así, ¡qué poco me habrá costado librar del más duro tormento al fiel espejo del amor mio! Pero no quiero decir más, porque esto parece alabanza propia. Hablemos de otra cosa. En tus manos pongo, honrado Lorenzo, la direccion y gobierno de esta casa hasta que vuelva mi marido. Yo sólo puedo pensar en cumplir un voto que hice secretamente, de estar en oracion, sin más compañía que la de Nerissa, hasta que su amante y el mio vuelvan. A dos leguas de aquí hay un convento, donde podremos encerramos. No rehuseis el encargo y el peso que hoy me obligan á echar sobre vuestros hombros mi confianza y la situacion en que me encuentro.

LORENZO

Lo acepto con toda voluntad, señora, y cumpliré todo lo que me ordeneis.

PÓRCIA

Ya saben mi intencion los criados. Vos y Jéssica sereis para ellos como Basanio y yo. Quedad con Dios. Hasta la vuelta.

JÉSSICA

¡Ojalá logreis todas las dichas que mi alma os desea!

PÓRCIA

Mucho os agradezco la buena voluntad, y os deseo igual fortuna. Adios, Jéssica.

(Vanse Jéssica y Lorenzo.)

Oye, Baltasar. Siempre te he encontrado fiel. Tambien lo has de ser hoy. Lleva esta carta á Pádua, con toda la rapidez que cabe en lo humano, y dásela en propia mano á mi amigo el Dr. Belario. Él te entregará dos trajes y algunos papeles: llévalos á la barca que hace la travesía entre Venecia y la costa cercana. No te detengas en palabras. Corre. Estaré en Venecia antes que tú.

BALTASAR

Corro á obedecerte, señora.

(Vase.)

PÓRCIA

Oye, Nerissa: tengo un plan, que todavía no te he comunicado. Vamos á sorprender á tu esposo y al mio.

NERISSA

¿Sin que nos vean?

PÓRCIA

Nos verán, pero en tal arreo que nos han de atribuir cualidades de que carecemos. Apuesto lo que querais á que cuando estemos vestidas de hombre, yo he de parecer el mejor mozo, y el de más desgarro, y he de llevar la daga mejor que tú. Hablaré recio, como los niños que quieren ser hombres y tratan de pendencias cuando todavía no les apunta el bozo. Inventaré mil peregrinas historias de ilustres damas que me ofrecieron su amor, y á quienes desdeñé, por lo cual cayeron enfermas y murieron de pesar. – ¿Qué hacer entonces? – Sentir en medio de mis conquistas cierta lástima de haberlas matado con mis desvíos. Y por este órden ensartaré cien mil desatinos, y pensarán los hombres que hace un año he salido del colegio y revuelvo en el magin cien mil fanfarronadas, que quisiera ejecutar.

NERISSA

Pero, señora, ¿tenemos que disfrazarnos de hombres?

PÓRCIA

¿Y lo preguntas? Ven, ya nos espera el coche á la puerta del jardin. Allí te lo explicaré todo. Anda deprisa, que tenemos que correr seis leguas.

ESCENA V

Jardin de Pórcia en Belmonte
LANZAROTE y JÉSSICA
LANZAROTE

Sí, porque habeis de saber que Dios castiga en los hijos las culpas de los padres: por eso os tengo lástima. Siempre os dije la verdad, y no he de callarla ahora. Tened paciencia, porque á la verdad, creo que os vais á condenar. Sólo os queda una esperanza, y esa á medias.

JÉSSICA

¿Y qué esperanza es esa?

LANZAROTE

La de que quizas no sea tu padre el judío.

JÉSSICA

Esa sí que seria una esperanza bastarda. En tal caso pagaria yo los pecados de mi madre.

LANZAROTE

Dices bien: témome que pagues los de tu padre y los de tu madre. Por eso huyendo de la Scyla de tu padre, doy en la Caríbdis de tu madre, y por uno y otro lado estoy perdido.

JÉSSICA

Me salvaré por el lado de mi marido, que me cristianizó.

LANZAROTE

Bien mal hecho. Hartos cristianos éramos para poder vivir en paz. Si continúa ese empeño de hacer cristianos á los judíos, subirá el precio de la carne de puerco y no tendremos ni una lonja de tocino para el puchero.

(Sale Lorenzo.)

JÉSSICA

Contaré á mi marido tus palabras, Lanzarote. Mírale, aquí viene.

LORENZO

Voy á tener celos de tí, Lanzarote, si sigues hablando en secreto con mi mujer.

JÉSSICA

Nada de eso, Lorenzo: no tienes motivo para encelarte, porque Lanzarote y yo hemos reñido. Me estaba diciendo que yo no tendria perdon de Dios, por ser hija de judío, y añade que tú no eres buen cristiano, porque, convirtiendo á los judíos, encareces el tocino.

LORENZO

Más fácil me seria, Lanzarote, justificarme de eso, que tú de haber engruesado á la negra mora, que está embarazada por tí, Lanzarote.

LANZAROTE

No me extraña que la mora esté más gorda de lo justo. Siempre será más mujer de bien de lo que yo creia.

LORENZO

Todo el mundo juega con el equívoco, hasta los más tontos… Dentro de poco, los discretos tendrán que callarse, y sólo merecerá alabanza en los papagayos el don de la palabra. Adentro, pícaro: dí á los criados que se dispongan para la comida.

LANZAROTE

Ya están dispuestos, señor: cada cual tiene su estómago.

LORENZO

¡Qué ganas de broma tienes! Diles que pongan la comida.

LANZAROTE

Tambien está hecho. Pero mejor palabra seria «cubrir».

LORENZO

Pues que cubran.

LANZAROTE

No lo haré, señor: sé lo que debo.

LORENZO

Basta de juegos de palabras. No agotes de una vez el manantial de tus gracias. Entiéndeme, ya que te hablo con claridad. Dí á tus compañeros que cubran la mesa y sirvan la comida, que nosotros iremos á comer.

LANZAROTE

Señor, la mesa se cubrirá, la comida se servirá, y vos ireis á comer ó no, segun mejor cuadre á vuestro apetito.

(Vase.)

LORENZO

¡Oh, qué de necedades ha dicho! Tiene hecha sin duda provision de gracias. Otros bufones conozco de más alta ralea, que por decir un chiste, son capaces de alterar y olvidar la verdadera significacion de las cosas. ¿Qué piensas, amada Jéssica? Dime con verdad: ¿Te parece bien la mujer de Basanio?

JÉSSICA

Más de lo que puedo darte á entender con palabras. Muy buena vida debe hacer Basanio, porque tal mujer es la bendicion de Dios y la felicidad del paraíso en la tierra, y si no la estima en la tierra, no merecerá gozarla en el cielo. Si hubiera contienda entre dos divinidades, y la una trajese por apuesta una mujer como Pórcia, no encontraria el otro dios ninguna otra que oponerla en este bajo mundo.

 
LORENZO

Tan buen marido soy yo para tí, como ella es buena mujer.

JÉSSICA

Pregúntamelo á mí.

LORENZO

Vamos primero á comer.

JÉSSICA

No: déjame alabarte, mientras yo quiera.

LORENZO

No: déjalo: vamos á comer: á los postres dirás lo que quieras, y así digeriré mejor.

(Vanse.)

ACTO IV

ESCENA PRIMERA

Tribunal en Venecia
DUX, SENADORES, ANTONIO, BASANIO, GRACIANO, SALARINO y SALANIO
DUX

¿Y Antonio?

ANTONIO

Á vuestras órdenes, Alteza.

DUX

Te tengo lástima, porque vienes á responder á la demanda de un enemigo cruel y sin entrañas, en cuyo pecho nunca halló lugar la compasion ni el amor, y cuya alma no encierra ni un grano de piedad.

ANTONIO

Ya sé que V. A. ha puesto empeño en calmar su feroz encono, pero sé tambien que permanece inflexible, y que no me queda, segun las leyes, recurso alguno para salvarme de sus iras. A ellas sólo puedo oponer la paciencia y la serenidad. Mi alma tranquila y resignada soportará todas las durezas y ferocidades de la suya.

DUX

Decid que venga el judío ante el tribunal.

SALARINO

Ya viene, señor. Está fuera, esperando vuestras órdenes.

(Entra Sylock.)

DUX

¡Haceos atras! ¡Que se presente Sylock! Cree el mundo, y yo con él, que quieres apurar tu crueldad hasta las heces, y luego cuando la sentencia se pronuncie, haces alarde de piedad y mansedumbre, todavía más odiosas que tu crueldad primera. Cree la gente que en vez de pedir el cumplimiento del contrato que te concede una libra de carne de este desdichado mercader, desistirás de tu demanda, te moverás á lástima, le perdonarás la mitad de la deuda, considerando las grandes pérdidas que ha tenido en poco tiempo, y que bastarian á arruinar al más opulento mercader monarca, y á conmover entrañas de bronce y corazones de pedernal, aunque fuesen de turcos ó tártaros selváticos, ajenos de toda delicadeza y buen comedimiento. Todos esperamos de tí una cortes respuesta.

SYLOCK

Vuestra Alteza sabe mi intencion, y he jurado por el sábado lograr cumplida venganza. Si me la negais, ¡vergüenza eterna para las leyes y libertades venecianas! Me direis que ¿por qué estimo más una libra de carne de este hombre que tres mil ducados? Porque así se me antoja. ¿Os place esta contestacion? Si en mi casa hubiera un raton importuno, y yo me empeñara en pagar diez mil ducados por matarle, ¿lo llevariais á mal? Hay hombres que no pueden ver en su mesa un lechon asado, otros que no resisten la vista de un gato, animal tan útil é inofensivo, y algunos que orinan, en oyendo el son de una gaita. Efectos de la antipatía que todo lo gobierna. Y así como ninguna de estas cosas tiene razon de ser, yo tampoco la puedo dar para seguir este pleito odioso, á no ser el odio que me inspira hasta el nombre de Antonio. ¿Os place esta respuesta?

BASANIO

No basta, cruel hebreo, para disculpar tu fiereza increible.

SYLOCK

Ni yo pretendo darte gusto.

BASANIO

¿Y mata siempre el hombre á los séres que aborrece?

SYLOCK

¿Y quién no procura destruir lo que él odia?

BASANIO

No todo agravio provoca á tanta indignacion desde luego.

SYLOCK

¿Consentirás que la serpiente te muerda dos veces?

ANTONIO

Mira que estás hablando con un judío. Más fácil te fuera arengar á las olas de la playa cuando más furiosas están, y conseguir que se calmen; ó preguntar al lobo por qué devora á la oveja, y deja huérfano al cordero; ó mandar callar á los robles de la selva, y conseguir que el viento no agite sus verdes ramas: en suma, mejor conseguirias cualquier imposible, que ablandar el durísimo corazon de ese hebreo. No le ruegues más, no le importunes: haz que la ley se cumpla pronto, á su voluntad.

BASANIO

En vez de los tres mil ducados toma seis.

SYLOCK

Aunque dividieras cada uno de ellos en seis, no lo aceptaria. Quiero que se cumpla el trato.

DUX

¿Y quién ha de tener compasion de tí, si no la tienes de nadie?

SYLOCK

¿Y qué he de temer, si á nadie hago daño? Tantos esclavos teneis, que pueden serviros como mulos, perros ó asnos en los oficios más viles y groseros. Vuestros son; vuestro dinero os han costado. Si yo os dijera: dejadlos en libertad, casadlos con vuestras hijas, no les hagais sudar bajo la carga, dadles camas tan nuevas como las vuestras y tan delicados manjares como los que vosotros comeis, ¿no me responderiais: «son nuestros?» Pues lo mismo os respondo yo. Esa libra de carne que pido es mia, y buen dinero me ha costado. Si no me la dais, maldigo de las leyes de Venecia, y pido justicia. ¿Me la dais? ¿sí ó no?

DUX

Usando de la autoridad que tengo, podria suspender el consejo, si no esperase al Dr. Belario, famoso jurisconsulto de Pisa, á quien deseo oir en este negocio.

SALARINO

Señor: fuera aguarda un criado que acaba de llegar de Pádua con cartas del doctor.

DUX

Entregádmelas, y que pase el criado.

BASANIO

¡Valor, Antonio! Te juro por mi nombre, que he de dar al judío toda mi carne, y mi sangre, y mis huesos, antes que consentir que vierta una sola gota de la sangre tuya.

ANTONIO

Soy como la res apartada en medio de un rebaño sano. La fruta podrida es siempre la primera que cae del árbol. Dejadla caer: tú, Basanio, sigue viviendo, y con eso pondrás un epitafio sobre mi sepulcro.

(Sale Nerissa, disfrazada de pasante de procurador.)

DUX

¿Vienes de Pádua? ¿Traes algun recado del Dr. Belario?

NERISSA

Vengo de Pádua, señor. Belario os saluda. (Le entrega la carta.)

BASANIO

Sylock, ¿por qué afilas tanto tu cuchillo?

SYLOCK

Para cortar á Antonio la carne que me debe.

GRACIANO

Ningun metal, ni áun el hierro de la segur del verdugo, te iguala en dureza, maldecido hebreo. ¿No habrá medio de amansarte?

SYLOCK

No, por cierto, aunque mucho aguces tu entendimiento.

GRACIANO

¡Maldicion sobre tí, infame perro! ¡Maldita sea la justicia que te deja vivir! Cuando te veo, casi doy asenso á la doctrina pitagórica que enseña la transmigracion de las almas de los brutos á los hombres. Sin duda tu alma ha sido de algun lobo, inmolado por homicida, y que desde la horca fué volando á meterse en tu cuerpo, cuando aún estabas en las entrañas de tu infiel madre: porque tus instintos son rapaces, crueles y sanguinarios como los del lobo.

SYLOCK

Como no logres quitar el sello del contrato, nada conseguirás con tus destempladas voces sino ponerte ronco. Graciano, modera tus ímpetus y no pierdas la razon. Yo sólo pido justicia.

DUX

Belario en esta carta recomienda al Consejo un jóven bachiller, buen letrado. ¿Dónde está?

NERISSA

Muy cerca de aquí, aguardando vuestra licencia para entrar.

DUX

Y se la doy de todo corazon. Vayan dos ó tres á recibirle de la manera más respetuosa. Entre tanto, leamos de nuevo la carta de Belario: «Alteza: cuando recibí vuestra carta me hallaba gravemente enfermo, pero dió la casualidad de que, en el momento de llegar el mensajero, estaba conmigo un jóven doctor de Pádua llamado Baltasar. Le conté el pleito entre Antonio y el judío: repasamos pronto muchos libros: le dije mi parecer, que es el que os expondrá, rectificado por su inmenso saber, para el cual no hay elogio bastante. Él hará lo que deseais. No os fijeis en lo mozo que es, ni creais que por eso vale menos, pues nunca hubo en cuerpo tan juvenil tan maduro entendimiento. Recibidle, pues, y más que mi recomendacion, han de favorecerle sus propias acciones.» Esto es lo que Belario dice. Aquí viene el Doctor, si no me equivoco.

(Sale Pórcia, de abogado.)

Dadme la mano. ¿Venis por encargo de Belario?

PÓRCIA

Sí, poderoso señor.

DUX

Bien venido seais. Tomad asiento. ¿Estais enterado de la cuestion que ha de sentenciar el tribunal?

PÓRCIA

Perfectamente enterado. ¿Quiénes son el mercader y el judío?

DUX

Antonio y Sylock: acercaos.

PÓRCIA

¿Sois vos Sylock?

SYLOCK

Ese es mi nombre.

PÓRCIA

Raro litigio teneis: extraña es vuestra demanda, y no se os puede negar, conforme á las leyes de Venecia. Corre mucho peligro vuestra víctima. ¿No es verdad?

ANTONIO

Verdad es.

PÓRCIA

¿Confesais haber hecho ese trato?

ANTONIO

Lo confieso.

PÓRCIA

Entonces es necesario que el judío se compadezca de vos.

SYLOCK

¿Y por qué? ¿Qué obligacion tengo? Decídmelo.

PÓRCIA

La clemencia no quiere fuerza: es como la plácida lluvia del cielo que cae sobre un campo y le fecunda: dos veces bendita porque consuela al que la da y al que la recibe. Ejerce su mayor poder entre los grandes: el signo de su autoridad en la tierra es el cetro, rayo de los monarcas. Pero aún vence al cetro la clemencia, que vive, como en su trono, en el alma de los reyes. La clemencia es atributo divino, y el poder humano se acerca al de Dios, cuando modera con la piedad la justicia. Hebreo, ya que pides no más que justicia, piensa que si sólo justicia hubiera, no se salvaria ninguno de nosotros. Todos los dias, en la oracion, pedimos clemencia, pero la misma oracion nos enseña á perdonar como deseamos que nos perdonen. Te digo esto, sólo para moverte á compasion, porque como insistas en tu demanda, no habrá más remedio, con arreglo á las leyes de Venecia, que sentenciar el pleito en favor tuyo y contra Antonio.

SYLOCK

Yo cargo con la responsabilidad de mis actos. Pido que se ejecute la ley, y que se cumpla el contrato.

PÓRCIA

¿No puede pagar en dinero?

BASANIO

Yo le ofrezco en nombre suyo, y duplicaré la cantidad, y áun la pagaré diez veces, si es necesario, y daré en prenda las manos, la cabeza y hasta el corazon. Si esto no os parece bastante, será porque la malicia vence á la inocencia. Romped para este solo caso esa ley tan dura. Evitareis un gran mal con uno pequeño, y contendreis la ferocidad de ese tigre.

PÓRCIA

Imposible. Ninguno puede alterar las leyes de Venecia. Seria un ejemplar funesto, una causa de ruina para el Estado. No puede ser.

SYLOCK

¡Es un Daniel quien nos juzga! ¡Sabio y jóven juez, bendito seas!

PÓRCIA

Déjame examinar el contrato.

SYLOCK

Tómale, reverendísimo doctor.

PÓRCIA

Sylock, te ofrecen tres veces el doble de esa cantidad.

SYLOCK

¡No! ¡no!: lo he jurado, y no quiero ser perjuro, aunque se empeñe toda Venecia.

PÓRCIA

Ha espirado el plazo, y dentro de la ley puede el judío reclamar una libra de carne de su deudor. Ten piedad de él: recibe el triplo, y déjame romper el contrato.

SYLOCK

Cuando en todas sus partes esté cumplido. Pareces juez íntegro: conoces la ley: has expuesto bien el caso: sólo te pido que con arreglo á esa ley, de la cual eres fiel intérprete, sentencies pronto. Te juro que no hay poder humano que me haga dudar ni vacilar un punto. Pido que se cumpla la escritura.

 
ANTONIO

Pido al tribunal que sentencie.

PÓRCIA

Bueno: preparad el pecho á recibir la herida.

SYLOCK

¡Oh sabio y excelente juez!

PÓRCIA

La ley no tiene duda ni admite excepcion en cuanto á la pena.

SYLOCK

¡Cierto, cierto! ¡Oh docto y severísimo juez! ¡Cuánto más viejo eres en jurisprudencia que en años!

PÓRCIA

Apercibid el pecho, Antonio.

SYLOCK

Sí, sí, ese es el contrato. ¿No es verdad, sabio juez? ¿No dice que ha de ser cerca del corazon?

PÓRCIA

Verdad es. ¿Teneis una balanza para pesar la carne?

SYLOCK

Aquí la tengo.

PÓRCIA

Traed un cirujano que restañe las heridas, Sylock, porque corre peligro de desangrarse.

SYLOCK

¿Dice eso la escritura?

PÓRCIA

No entra en el contrato, pero debeis hacerlo como obra de caridad.

SYLOCK

No lo veo aquí: la escritura no lo dice.

PÓRCIA

¿Teneis algo que alegar, Antonio?

ANTONIO

Casi nada. Dispuesto estoy á todo y armado de valor. Dame la mano, Basanio. Adios, amigo. No te duelas de que he perecido por salvarte. La fortuna se ha mostrado conmigo más clemente de lo que acostumbra. Suele dejar que el infeliz sobreviva á la pérdida de su fortuna y contemplar con torvos ojos su desdicha y pobreza, pero á mí me ha libertado de esa miseria. Saluda en mi nombre á tu honrada mujer: cuéntale mi muerte: dile cuánto os quise: sé fiel á mi memoria; y cuando ella haya oido toda la historia, podrá juzgar y sentenciar si fuí ó no buen amigo de Basanio. No me quejo del pago de la deuda: pronto la habré satisfecho toda, si la mano del judío no tiembla.

BASANIO

Antonio, quiero más á mi mujer que á mi vida, pero no te amo á tí menos que á mi mujer y á mi alma y á cuanto existe, y juro que lo daria todo por salvarte.

PÓRCIA

No te habia de agradecer tu esposa tal juramento, si estuviera aquí.

GRACIANO

Ciertamente que adoro á mi esposa. ¡Ojalá que estuviese en el cielo para que intercediera con algun santo que calmase la ira de ese perro!

NERISSA

Gracias que no te oye tu mujer, porque con tales deseos no podria haber paz en vuestra casa.

SYLOCK

¡Qué cónyuges! ¡Y son cristianos! Tengo una hija, y preferiria que se casase con ella un hijo de Barrabas antes que un cristiano. Pero estamos perdiendo el tiempo. No os detengais: prosiga la sentencia.

PÓRCIA

Segun la ley y la decision del tribunal, te pertenece una libra de su carne.

SYLOCK

¡Oh juez doctísimo! ¿Has oido la sentencia, Antonio? Prepárate.

PÓRCIA

Un momento no más. El contrato te otorga una libra de su carne, pero ni una gota de su sangre. Toma la carne que es lo que te pertenece; pero si derramas una gota de su sangre, tus bienes serán confiscados, conforme á la ley de Venecia.

GRACIANO

¿Lo has oido, Sylock?

SYLOCK

¡Oh juez recto y bueno! ¿Eso dice la ley?

PÓRCIA

Tú mismo lo verás. Justicia pides, y la tendrás tan cumplida como deseas.

GRACIANO

¡Oh juez íntegro y sapientísimo!

SYLOCK

Me conformo con la oferta del triplo: poned en libertad al cristiano.

BASANIO

Aquí está el dinero.

PÓRCIA

¡Deteneos! Tendrá el hebreo completa justicia. Se cumplirá la escritura.

GRACIANO

¡Qué juez tan prudente y recto!

PÓRCIA

Prepárate ya á cortar la carne, pero sin derramar la sangre, y ha de ser una libra, ni más ni menos. Si tomas más, aunque sea la vigésima parte de un adarme, ó inclinas, por poco que sea, la balanza, perderás la vida y la hacienda.

GRACIANO

¡Es un Daniel, es un Daniel! Al fin te hemos cogido.

PÓRCIA

¿Qué esperas? Cúmplase la escritura.

SYLOCK

Me iré si me dais el dinero.

BASANIO

Aquí está.

PÓRCIA

Cuando estabas en el tribunal, no quisiste aceptarlo. Ahora tiene que cumplirse la escritura.

GRACIANO

¡Es otro Daniel, otro Daniel! Frase tuya felicísima, Sylock.

SYLOCK

¿No me dareis ni el capital?

PÓRCIA

Te daremos lo que te otorga el contrato. Cóbralo, si te atreves, judío.

SYLOCK

¡Pues que se quede con todo, y el diablo le lleve! Adios.

PÓRCIA

Espera, judío. Áun así te alcanzan las leyes. Si algun extraño atenta por medios directos ó indirectos contra la vida de un súbdito veneciano, éste tiene derecho á la mitad de los bienes del reo, y el Estado á la otra media. El Dux decidirá de su vida. Es así que tú directa é indirectamente has atentado contra la existencia de Antonio; luego la ley te coge de medio á medio. Póstrate á las plantas del Dux, y pídele perdon.

GRACIANO

Y suplícale que te conceda la merced de que te ahorques por tu mano; aunque estando confiscados tus bienes, no te habrá quedado con que comprar una cuerda, y tendrá que ahorcarte el pueblo á su costa.

EL DUX

Te concedo la vida, Sylock, áun antes que me la pidas, para que veas cuánto nos diferenciamos de tí. En cuanto á tu hacienda, la mitad pertenece á Antonio y la otra mitad al Estado, pero quizá puedas condonarla mediante el pago de una multa.

PÓRCIA

La parte del Estado, no la de Antonio.

SYLOCK

¿Y para qué quiero la vida? ¿cómo he de vivir? Me dejais la casa, quitándome los puntales que la sostienen.

PÓRCIA

¿Qué puedes hacer por él, Antonio?

GRACIANO

Regálale una soga, y basta.

ANTONIO

Si el Dux y el tribunal le dispensan del pago de la mitad de su fortuna al Erario, yo le perdono la otra media, con dos condiciones; la primera, que abjure sus errores y se haga cristiano; la segunda, que por una escritura firmada en esta misma audiencia instituya herederos de todo á su hija y á su yerno Lorenzo.

DUX

Juro que así lo hará, ó, si no, revocaré el poder que le he concedido.

PÓRCIA

¿Aceptas, judío? ¿Estás satisfecho?

SYLOCK

Estoy satisfecho y acepto.

PÓRCIA

Hágase, pues, la donacion en forma.

SYLOCK

Yo me voy, si me lo permitis, porque estoy enfermo. Enviadme el acta, y yo la firmaré.

DUX

Véte, pero lo harás.

GRACIANO

Tendrás dos padrinos, cuando te bautices. Si yo fuera juez, habias de tener diez más, para que te llevasen á la horca y no al bautismo.

(Se va Sylock.)

DUX

(Á Pórcia.) Os convido con mi mesa.

PÓRCIA

Perdone V. A., pero hoy mismo tengo que ir á Pádua, y no me es lícito detenerme.

DUX

¡Lástima que os detengais tan poco tiempo! Antonio, haz algun obsequio al forastero que, á mi entender, algo merece.

(Vase el Dux, y con él los Senadores.)

BASANIO

Digno y noble caballero, gracias á vuestra agudeza y buen entendimiento, nos vemos hoy libres mi amigo y yo de una calamidad gravísima. En pago de tal servicio, os ofrecemos los 3,000 ducados que debíamos al judío.

ANTONIO

Y será eterno nuestro agradecimiento en obras y en palabras.

PÓRCIA

Bastante paga es para mí el haberos salvado. Nunca fué el interes norte de mis acciones. Si alguna vez nos encontramos, reconocedme: no os pido más. Adios.

BASANIO

Yo no puedo menos de insistir, hidalgo. Admitid un presente, un recuerdo, no como paga. No rechaceis nuestras ofertas. Perdon.

PÓRCIA

Necesario es que ceda. (Á Antonio.) Llevaré por memoria vuestros guantes. (Á Basanio.) Y en prenda de cariño vuestra sortija. No aparteis la mano: es un favor que no podeis negarme.

BASANIO

¡Pero si esa sortija nada vale! Vergüenza tendria de dárosla.

PÓRCIA

Por lo mismo la quiero, y nada más aceptaré. Tengo capricho de poseerla.

BASANIO

Vale mucho más de lo que ha costado. Os daré otra sortija, la de más precio que haya en Venecia. Echaré público pregon para encontrarla. Pero ésta no puede ser… perdonadme.

PÓRCIA

Sois largo en las promesas, caballero. Primero me enseñasteis á mendigar, y ahora me enseñais cómo se responde á un mendigo.

BASANIO

Es regalo de mi mujer ese anillo, y le hice juramento y voto formal de no darlo, perderlo ni venderlo.

PÓRCIA

Pretexto fútil, que sirve á muchos para negar lo que se les pide. Aunque vuestra mujer fuera loca, me parece imposible que eternamente le durara el enojo por un anillo, mucho más sabiendo la ocasion de este regalo. Adios.

(Se van Pórcia y Nerissa.)

ANTONIO

Basanio, dale el anillo, que tanto como la promesa hecha á tu mujer valen mi amistad y el servicio que nos ha prestado.

BASANIO

Corre, Graciano, alcánzale, dale esta sortija, y si puedes, llévale á casa de Antonio. No te detengas.

(Vase Graciano.)

Dirijámonos hácia tu casa, y mañana al amanecer volaremos á Belmonte. En marcha, Antonio.