Psicología y liberalismo

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Aus der Reihe: Diálogos #9
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Decálogo liberal del Dr. Zylberberg

1. Limitarás el poder del gobierno a lo estrictamente necesario para mantener una fuerza al servicio de la justicia, el orden y la garantía de los derechos individuales.

2. No gravarás a tu prójimo con impuestos complejos, atentatorios contra la propiedad, ni vejarás sus otros derechos por causa de estos. Fiscalizarás a los funcionarios públicos y no te inmiscuirás en la vida privada de los demás.

3. No permitirás que el gobierno acuñe moneda, imprima billetes ni administre bancos comerciales o de emisión. Si así no procedieres, la inflación será tu castigo.

4. No usarás la violencia, ni te ampararás en ley alguna para forzar la voluntad de tu prójimo. No ejercerás el comercio con bienes públicos, ni formarás parte de asociaciones compulsivas.

5. Impedirás por todos los medios a tu alcance que los gobiernos restrinjan la expresión del pensamiento, controlen los precios de las cosas y de los servicios, fijen salarios, otorguen subsidios y establezcan recargos. La escasez, la corrupción y el éxodo serán la consecuencia que padecerás si así no lo hicieres.

6. Abominarás toda exclusividad otorgada por ley que impida la competencia, la inversión de capitales o el libre acceso al mercado.

7. No discriminarás a tu prójimo en razón de su nacionalidad, raza o religión. Respetaras sus derechos, capitales, propiedades y beneficios. Si a ello no te avinieres, el atraso, la miseria y el aislamiento crecerán a tu alrededor.

8. No planificarás el destino de las vidas ajenas. Propiciarás únicamente leyes a largo plazo, ciertas, que no tengan en vista personas o hechos determinados.

9. No avasallarás a los gobiernos locales, sean estos provincias o municipios, con leyes centralistas que cercenan los poderes no expresamente delegados por aquellos.

10. Rechazarás toda vinculación con cualquier partido político que propicie atentados a la propiedad y a la libre contratación; la estatización de las empresas privadas; la educación de los hijos en manos del gobierno o la asociación en organismos supranacionales con países marxistas. Si así no lo obrares, tu destino será el cautiverio comunista.»

5. El Manifiesto Liberal de Oxford. Una magnífica conexión entre individualismo y manifiestos liberales nos conduce directamente a la declaración que redactó la Conferencia Internacional Liberal y Progresista celebrada en el Wadham College de Oxford, el 14 de abril de 1947 y que ha sido revisada en posteriores ocasiones, la última, el 18 de octubre de 2009. En ella se condensan los principios nucleares asumibles por la mayoría de las diferentes tendencias liberales, y resulta especialmente útil a nuestros propósitos por su conexión con el individualismo psicológico. Nos limitaremos a reproducir exclusivamente el capítulo I de dicha declaración por tener la fuerza y claridad más adecuadas para nuestro fin:

Manifiesto Liberal de Oxford, 2009 (capítulo I)

«Nosotros, los liberales reunidos en Oxford, en tiempos de oportunidades sin precedentes, pero amenazados por un revivir del nacionalismo, del fanatismo religioso y de las amenazas ambientales; convencidos de que esta condición del mundo se debe en gran parte al abandono de los principios liberales. Afirmamos nuestra posición en la presente Declaración:

1. El hombre es en primer lugar y ante todo un ser dotado con el poder del pensamiento independiente y la acción y con la capacidad de distinguir el bien de lo incorrecto.

2. El interés por cada persona individual y el deber hacia nuestros semejantes son la verdadera piedra angular de la sociedad.

3. El Estado es solo el instrumento de la comunidad, no debe asumir ningún poder que entre en conflicto con los derechos fundamentales de los ciudadanos y con las condiciones esenciales para un mundo responsable y la vida creativa, a saber:

• Libertad personal, garantizada por un poder judicial independiente.

• Libertad de culto y libertad de conciencia.

• Libertad de expresión y libertad de prensa.

• Libertad de asociarse o no asociarse.

• Libre elección de la ocupación.

• Oportunidad de una educación completa y variada de acuerdo con la capacidad y la independencia de su origen o de medios.

• Derecho a la propiedad privada y derecho a desarrollar una empresa individual.

• Libre elección del consumidor y la oportunidad de aprovechar plenamente las ventajas de la productividad del suelo y la industria por el hombre.

• Seguridad ante los riesgos de enfermedad, desempleo, discapacidad y vejez.

• Igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

4. Estos derechos y condiciones solo pueden ser aseguradas por la verdadera democracia. La verdadera democracia es inseparable de la libertad política y se basa en la conciencia, consentimiento libre y consciente de la mayoría, expresada a través de una votación libre y secreta, con el debido respeto de las libertades y las opiniones de las minorías».

Con estas referencias doctrinales perfectamente conectables a las necesidades de las sociedades de nuestro entorno y de nuestros tiempos, se puede colegir la existencia de un cuerpo doctrinal liberal lo suficientemente amplio y diverso como para disponer de la materia prima suficiente para abordar el individualismo psicológico. Esta información diversa y explícita es fruto de las aportaciones de filósofos, sociólogos y economistas, que resulta de extraordinaria utilidad para abordar qué es el individualismo en nuestros días, desde una perspectiva liberal.

3. El individualismo psicológico

EL INDIVIDUALISMO PSICOLÓGICO: HACIA UN NUEVO CONSTRUCTO

Una de las conclusiones que se extraen del apartado anterior sería que el factor común subyacente e integrador de los distintos liberalismos comentados es el individualismo, siempre presente y prevalente en cualquiera de estas corrientes. Este rasgo es determinante, ya que, aunque existen muchos liberalismos, afortunadamente, de todas las versiones que se han revisado en ninguna de ellas se encuentra una enmienda, cuestionamiento o rechazo de las libertades individuales o a la singularidad del ser humano y su naturaleza. Todo lo contrario. Se puede inferir que, directa o indirectamente, se produce la confirmación del individuo como un referente clave de esta filosofía social y política, incluso en el liberalismo social. Pero el individuo, su identidad relacionada tanto con el sujeto en sí como referida a un grupo o colectivo, así como su singularidad, son rasgos centrales que aborda la psicología social y otras ramas afines. Esta convergencia entre el liberalismo en cualquiera de sus versiones y la psicología en sus diferentes ramas de estudio refuerza dar el siguiente paso, afrontar la conexión entre individualismo tal como se enuncia en la filosofía política al individualismo psicológico. Este es el núcleo central de esta reflexión.

Si tomamos la definición del término individualismo del diccionario de la RAE, no es ajeno a esta conexión, aunque aparentemente exagere su carácter confrontador con la sociedad y el Estado, que debería debería reivindicarse sin tibieza: «Tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado».

Una de las más sencillas y contundentes definiciones de individualismo en esta perspectiva liberal la podemos encontrar en Ayn Rand (2006:185), cuando nos recuerda que «el individualismo considera al hombre, a todos los hombres, como una entidad independiente, soberana, que posee un derecho inalienable a su propia vida, derecho que dimana de su naturaleza como ser racional». También incide en que «una sociedad civilizada, o cualquier forma de asociación, cooperación o coexistencia pacífica entre los hombres, puede lograrse únicamente sobre la base del reconocimiento de los derechos de cada individuo, y en cada grupo, como tal». Afirma la preeminencia de los valores de los individuos frente a los valores de grupos o colectivos, cuyos derechos son en función de ser miembros individuales y no pueden desplazar los derechos de otros individuos. Defender el individualismo es un acto de respeto al ser humano en tres dimensiones complementarias: moral, psicológica y zoológica. Esta última dimensión se escapa del objetivo de este trabajo.

Próximo a este individualismo está el término egoísmo racional, desarrollado también por Ayn Rand, que apoyaba la tesis según la cual la búsqueda del propio interés en las acciones de los individuos es siempre una opción racional más que una predisposición emocional, asociada tanto al egoísmo ético como al psicológico. Esto nos permite visualizar la existencia de un nuevo y tercer egoísmo, el psicológico, de forma que en tanto que el egoísmo psicológico se conectaría con procesos cognitivos y emocionales que derivarían en motivación, el egoísmo ético se asociaría con el acto moral; y el egoísmo racional, como su nombre indica, se asociaría con el acto racional individual. El término egoísmo psicológico fue acuñado en el siglo XVII por el filósofo británico Thomas Hobbes, quien defendía la teoría según la cual todos actuamos por interés propio y no de otra manera, aunque disimulemos nuestros comportamientos como acciones de ayuda a otros o rodeados de un altruismo ficticio. Esta teoría sigue en vigor hoy día y ha suscitado numerosos estudios que dejan el tema abierto a la controversia, con defensores y detractores.

Los estudios sobre las personas afectadas de egoísmo psicológico suelen reunir ciertas características: actuar sobre todo en aquello que les interesa; buscar el bienestar propio, su óptimo beneficio y su felicidad; expresar una cierta indiferencia por los demás o, si se trata de elegir, preocuparse más por el bien propio que por el de los demás. ¿Qué hay de inhumano en todo esto? La cuestión es que los egoísmos racionales, éticos y psicológicos suelen gozar de muy mala prensa, no solo por el rechazo que suscitan espontáneamente entre ciertas personas, sino por el propiciado por ciertas religiones o movimientos doctrinales declarados amantes del altruismo indiscriminado aunque oculten un alto grado de cinismo social.

 

En su trabajo «El egoísmo», Kurt Baier expresó la siguiente opinión: «No es un descubrimiento sorprendente y desilusionador acerca de lo que la naturaleza humana pretende ser, sino una pretensión no probada de que no habremos encontrado la explicación verdadera de la conducta de alguien hasta que hayamos desenmascarado la motivación egoísta correspondiente». Hay otras opiniones dignas de ser reproducidas y bastante magnánimas con este tipo de egoísmo, como la de Rachels: «El mero hecho de que actúes siguiendo tus propios deseos no significa que estés actuando egoístamente, sino que depende de qué es lo que deseas. Si solo te preocupas por tu bienestar y no piensas en otros, eres egoísta; pero si también quieres que otros sean felices y actúas siguiendo ese deseo, entonces no eres egoísta» (Rachels, 2009:116). La mejor forma de cerrar este apartado es recurriendo a la sentencia de Joseph Butler, quien concluyó: «Lo que hay que lamentar no es que los hombres se preocupen mucho por su propio bien o interés en el mundo actual, sino que no se preocupen lo suficiente» (Rachels, 2009:121).

Los egoísmos, en cualquiera de sus versiones, deben ser entendidos como una prolongación conectada con los individualismos, alejadas de los colectivismos o socialismos. Tanto egoísmos como individualismos movilizan una serie de acepciones convergentes ya sea desde la perspectiva ética, filosófica, política o psicológica, aunque observamos una falta de consenso a propósito de qué se entiende por el término individualismo psicológico, que es el objeto de nuestro trabajo.

Más próxima a nuestro interés sobre este último término, y altamente esclarecedora, es la aportación del catedrático de la Universidad de Valencia Sánchez-Cánovas (1994:6) que, en su libro Psicología diferencial: diversidad e individualidad humanas, dejaba bien demarcada la diferencia entre igualdad e individualidad cuando escribía: «Igualdad y equidad son, ante todo, conceptos éticos jurídicos, especialmente el primero. Diversidad o variabilidad e individualidad son conceptos psicológicos y biológicos […] que hemos de conservar y promover». Más adelante, y en esa misma publicación, el autor recogía una interesante definición de otro colega sobre el concepto individualidad. Para Valera, (1994:9), la individualidad se define por dos propiedades distintivas: autonomía y autoorganización. Psicológicamente hablando significa que la autonomía sería un rasgo diferencial del individuo que además se extendería a la organización biológica del sujeto a todos los niveles, comenzando desde la célula más básica. En relación con la autoorganización, implicaría la autoproducción o forma mínima de organización de los sistemas vivos. Concluye con una interesante definición de individualidad como la manifestación autónoma de un proyecto totalizante que se encuentra en las fuentes mismas del ser vivo, que sin duda nos conducen al individualismo psicológico.

Son muchos los detractores que atacan al individualismo liberal desde diversos puntos de vista. Según Waterman (1984), los enemigos del individualismo psicológico ven en este término un elemento «alentador del comportamiento impulsado por el egoísmo, el egotismo salvaje. Los vicios atribuidos al individualismo por sus críticos incluyen el ensimismamiento, el narcisismo, la alienación, el atomismo, la competencia sin escrúpulos, la desviación, el relativismo y el nihilismo». Otros, como Sampson (1970), suponen que el individualismo extremo implica «no querer ni necesitar de nadie». Desvelan así una dimensión aún más tenebrosa según la cual no solo las personas individualistas no cooperan, sino que solo se guían por sus propios intereses, trabajando destructivamente contra otros y de forma poco limpia. En esta línea crítica, Alfie Kohn (1990:196), da un paso más, y cuestiona el individualismo y un concepto afín a este, el egoísmo ético, cuando afirma: «El egoísmo ético, en resumen, engendra el egoísmo psicológico, es decir, la creencia común de que debemos limitarnos a los intereses propios…». Los detractores de los individualistas les tildan de narcisistas, egoístas, hipercompetitivos, no cooperativos e insolidarios.

La mayoría de los detractores del individualismo proceden de la izquierda, incluso del ámbito conservador, pero no todos son detractores en esta percepción del individualismo en cualquiera de sus versiones. Amén de los filósofos y políticos que le defienden, existen otros autores y estudios que avalan lo contrario y apuestan por el individualismo. Waterman (1984), citado anteriormente y autor de un interesante estudio en el que compara dos muestras de sujetos, unos clasificados como individualistas y otros como colectivistas, extrae importantes conclusiones positivas asociadas al individualismo. Por ejemplo, afirma que los individualistas no solo no son insanos, sino que sus actividades son socialmente fructíferas y psicológicamente saludables en la medida en que refuerzan la identidad de los sujetos, la racionalidad en sus análisis, potencian el locus de control interno y, por ende, su autorrealización. Otras conclusiones resumidas de este estudio favorables con el individualismo serían las siguientes:

• Los individualistas parecen más capaces de compartir sus sentimientos personales, de servir de apoyo emocional y de comprometerse con las personas con las que forman relaciones.

• Tienen mayor autoestima, son menos autodefensivos, poseen una menor tendencia a ver a las personas que piensan de forma diferente como gente que hay que excluir.

• Sería inverosímil sostener que las cualidades personales individualistas son psicológicamente insanas y negativas para con los otros.

• Las personas con cualidades individualistas tienden a participar en actividades mutuamente provechosas y están dispuestas a ayudar a los demás.

En este contexto de egoísmos —el racional, el ético y el psicológico— es pertinente remarcar que las tres versiones de estos egoísmos están indefectiblemente ligadas al individualismo, que adquiere el cariz de individualismo psicológico. Pero no existe unanimidad a la hora de decidir qué se entiende por individualismo psicológico, por lo que, llegados a este punto y viendo la controversia planteada por este concepto, así como las connotaciones tanto positivas como negativas que conlleva esta acepción, procede definir qué entendemos por individualismo psicológico en este trabajo, base para un constructo de individualismo específico:

El individualismo psicológico asume el carácter esencialmente psicológico de la singularidad humana, especialmente verificable a través de la autonomía, de la racionalidad, la motivación y la conducta humana, explicable desde la teoría y la praxis psicológica, al margen de otras consideraciones de tipo social, moral o doctrinales.

Esta definición nos permitirá avanzar en el esclarecimiento, alcance e impacto que tiene el individualismo a nivel práctico en la vida de los ciudadanos, más allá de las especulaciones doctrinales. Desde otra perspectiva alejada de los objetivos de este estudio, se puede constatar que los detractores o críticos con el individualismo en general son mayoría en relación con sus defensores. Este estado de la cuestión se debería, entre otras, a las siguientes razones:

1. A la presión de lo políticamente correcto, que enfatiza y prioriza lo social y lo colectivo frente a lo individual.

2. A la fuerza de la izquierda política y mediática y sus afines, más próximos a lo público y estatal que a lo singular o lo privado.

3. A la falta de energía de liberales y conservadores en la defensa de los valores individuales que, en buena medida, les son comunes.

Desde nuestra perspectiva, consideramos que la defensa de las libertades individuales, lo singular y su expansión social, el individualismo, es clave para una vida equilibrada, feliz y psicológicamente sana. De aquí nuestro empeño.

EL INDIVIDUALISMO PSICOLÓGICO INTRÍNSECO Y EXTRÍNSECO

Como se ha demostrado en las páginas anteriores, el liberalismo es, sin duda, la filosofía política que mayor énfasis ha puesto, desde sus orígenes, en el individuo y sus libertades, de ahí que deba reconocerse su indiscutible aportación al individualismo. Si este legado se combina con la psicología, puede encontrarse un punto de fusión que mejore nuestra visión del individualismo psicológico, cuya acepción quedó definida en el punto anterior, de cuya fusión se deduce un constructo para este tipo de individualismo. Esta evidente conexión, en muchas ocasiones intuida e incluso esbozada por otros autores, puede abrir una nueva ventana a su visualización del individualismo combinando certeramente los elementos citados. La clave sería localizar un punto de encuentro que permita conectar estos elementos, liberalismo y psicología, desde una perspectiva lógica y empírica. Puesto que la perspectiva liberal ya ha sido desarrollada en lo esencial, es imprescindible traer a colación al filósofo Isaiah Berlin. A mediados del siglo pasado, desarrolló de forma precisa, aunque no exenta de controversia, los términos de libertad positiva (LP) y libertad negativa (LN), que han gozado de gran aceptación entre filósofos, sociólogos y políticos y que ahora pueden enriquecerse con las aportaciones psicológicas. Ambos términos no son antagónicos sino que establecen una relación de complementariedad entre sí.

Para él, libertad negativa (LN) es la «libertad de», libertad respecto de algo, en tanto que la libertad positiva (LP) puede identificarse con la «libertad para», libertad orientada al autodesarrollo personal. Berlin define la LP como la capacidad o facultad de cualquier individuo para ser dueño de su vida, controlar su destino y actuar desde su libre albedrío. Esto le permitirá elegir sus propias acciones, diseñar un futuro que le ayude a alcanzar su autorrealización personal. La LP es la potencia individual para ser algo. Pero, según Bobbio (1994), si nos retrotraemos a principios del siglo XIX, según el francés Benjamin Constant, la LN sería la «libertad de los modernos» y la LP sería «la libertad de los antiguos», porque ya era propia del mundo clásico o de la polis. (https://blog.realinstitutoelcano.org/las-dos-libertades-de-benjamin-constant/)

La LN (o derecho negativo) es aquella situación social que se define por la ausencia de coacción externa hacia el individuo cuando este desea realizar una determinada acción. La LN dimana de la esencia del propio individuo (son derechos negativos el derecho a la vida, la libertad y la propiedad). En tanto que es un derecho, obliga a los demás a no quitarla y, al Estado, a protegerla. Las normas jurídicas, al conceder libertades negativas, crean una barrera protectora alrededor del individuo, esfera que el Estado o los individuos no pueden violar. Su «negatividad» deviene de la carencia o ausencia de algo que debiera ser superado, es decir, de todos los límites e impedimentos exteriores que deben ser removidos por la sociedad. Los expertos en el tema de la libertad consideran la LN como el rasgo más importante y valioso de toda sociedad. Identifican la libertad humana con la LN.

La LP se centraría en la defensa de la autonomía y el autodesarrollo personal. Representa la capacidad de cualquier individuo de ser dueño de su voluntad, de controlar y determinar sus propias acciones, su destino y, por tanto, cercana a la psicología. Esta libertad se asocia directamente con el concepto de autorrealización y con sinónimos como autodeterminación o autonomía. Su «positividad» procede de la implicación de la voluntad humana como impulso que lleva a la realización de las aspiraciones humanas como meta.

Desde un punto de vista puramente funcional, son deseables sistemas de convivencia social que combinen máximos de libertades positivas, que permitan el autodesarrollo personal, con máximos de libertades negativas que faciliten el desarrollo social y político del individuo. Ambas libertades no solo no son antagónicas sino que son complementarias. Mediante la LP, el sujeto se dota de la autonomía imprescindible para diseñar y desarrollar su propio plan de perfeccionamiento social o personal. Con la LN, el sujeto puede desenvolverse en su entorno social, con la garantía de que sus libertades civiles serán respetadas y no interferirán en normas restrictivas, a veces enmascaradas en derechos impropios. Ambas libertades deben ser sinérgicas y tener como prioridad y punto de referencia los derechos y libertades individuales, sin menoscabo del respeto hacia otros derechos.

 

Desde una perspectiva psicológica, se pueden encontrar paralelismos entre el ejercicio de ambas libertades y su locus de control, es decir, qué capacidad tiene el sujeto para ejercer un control sobre dichas libertades. En psicología existe el término lugar o locus de control, que Rotter (1966) se dedicó de forma especial a desarrollar. Según este autor, el locus de control se referiría a un rasgo de personalidad que permite al individuo percibir dónde se localizan las causas o los agentes que explican su vida cotidiana. Estos lugares donde se originan los acontecimientos que rigen su vida pueden ser dos, internos o externos.

Locus de control interno: se refiere a la percepción que tiene el individuo de que los acontecimientos que rigen su vida son causados por su propia conducta. La persona en este caso tiene la sensación de que ella controla su vida. Como consecuencia, tiene una visión positiva del esfuerzo, de sus habilidades, de sus motivaciones, y desarrolla una conducta responsable. La persona es dueña de su destino y controla sus motivadores.

Locus de control externo: el individuo asume que los acontecimientos que rodean su vida son fruto del azar, la suerte o las acciones de otros que se escapan de su control. La persona en este caso no tiene la sensación de controlar su vida. Rechaza ser la clave de su propio destino y atribuye sus méritos o deméritos a agentes externos. La persona es dependiente de los estímulos y motivadores externos.

Todo parece indicar que la LN se correspondería con un locus de control externo, es decir, ajeno al sujeto, ya que el Estado o la sociedad se encarga de controlar el ejercicio de estas libertades. En este conjunto de libertades, el individuo es prisionero de la tolerancia o intolerancia social, dicho de otro modo, los estímulos y motivadores que activan al sujeto son extrínsecos a él, y él es objeto, no sujeto, de su propia motivación. En sentido contrario, la LP se ejercería desde el locus de control interno, es decir, desde el control del propio sujeto que actúa como fuente de motivación y refuerzo autónomo e independiente. Predominan en este supuesto los motivadores, premios o castigos internos autoaplicados por el sujeto, al margen de la aceptación o rechazo social. En este segundo supuesto, el individuo es el sujeto de su propia motivación. Aquí predominan los refuerzos y motivaciones, internas o intrínsecas, que, traducidos al lenguaje de Edward L. Deci (1975 y 1985) se corresponderían con la motivación intrínseca, si bien en su conducta intrínsecamente motivada pueden intervenir valores, ideas, creencias e intereses de origen externo.

Es interesante remarcar que este posible paralelismo es tentativo, ya que en tiempo real cada individuo y su subjetividad, en lucha por sus metas y objetivos, tendrá la opción de atribuir indistintamente a ambas libertades tanto refuerzos extrínsecos como motivadores intrínsecos, sin que pueda prejuzgarse un determinismo causal forzoso entre tipo de libertad y tipo de motivación. No obstante, la relación planteada entre libertades y motivaciones tiene una importante coherencia interna, y posiblemente se cumpla de forma dominante para una mayoría estadística de situaciones concretas, especialmente para las libertades positivas siempre más trabadas y desencadenadoras de motivaciones intrínsecas en los individuos.

Por tanto, en cualquier sociedad, los estados y sus políticos podrán actuar más fácilmente sobre la LN (levantando o creando coacciones externas) sometidas al locus de control externo, pero será más difícil y casi imposible anular las voluntades y necesidades humanas radicadas en la LP (motivaciones internas o intrínsecas), ya que ellas están bajo el locus de control interno del sujeto y son de difícil acceso a los demás, la sociedad. Mediante legislaciones abusivas, cualquier dictador puede regular y controlar las libertades negativas pero resultará mucho más difícil bloquear las libertades positivas. Solo mediante un inmenso esfuerzo adoctrinador y coercitivo, la sociedad o el Estado pueden controlar las voluntades y motivaciones individuales concernidas por la LP. Psicológicamente hablando, los rasgos de personalidad de los sujetos, sus funciones mentales y su libre albedrío son los responsable últimos de cualquier tipo de libertad, a excepción de situaciones extremas de fuerza mayor. Pero, de forma especial, en la LP se ubicaría el sistema psicológico individual, que se expresaría a través de sus ideas, creencias, valores, actitudes, intereses y conductas.

A mayor abundamiento, desde la LP madurada de un sujeto, esta puede actuar como desencadenante de reivindicaciones ante una falta de LN, necesaria también para su autodesarrollo personal, completando un sistema realimentado dentro del individuo con el fin de garantizar la autonomía total de su sistema psicológico y orgánico. La historia reciente está plagada de múltiples ejemplos que explican el fracaso de regímenes con libertades negativas recortadas y sistemas policíacos centralizados y de adoctrinamiento. La relación entre los dos tipos de libertad de Berlin y su conexión con la motivación intrínseca y los refuerzos extrínsecos, en nuestra opinión, puede ser de importante ayuda para relacionar filosofía política con psicología a la hora de extraer interesantes conclusiones.

Como consecuencia práctica de todo lo anterior, se puede predecir que, en las sociedades totalitarias caracterizadas por el recorte y restricción de las libertades negativas de sus súbditos, estos desarrollan una vida social, económica y política con una sensible reducción de estímulos y motivadores externos para la acción. El resultado final es que se podría hablar de una previsible desincentivación social fruto de las restricciones a la LN o, en su defecto, vivir bajo una presión social programada. Desde el punto de vista de la LP en este tipo de países, si bien no se puede hablar en este supuesto de restricción de ellas porque los procesos psicológicos internos e individuales son difíciles de inhibir con una ley, se puede hablar de manipulación de valores, creencias y actitudes a fin de conseguir conductas de adhesión al régimen dominante. Esto se logra mayoritariamente mediante una estrategia de ingeniería social combinada con tácticas de adoctrinamiento político, social y psicológico, reforzada por coacciones y medidas represivas para con los discrepantes. Así, el lado más inaccesible al control social externo, la LP, se puede precondicionar mediante el recurso a doctrinas y mensajes que contengan valores, creencias y actitudes, que desemboquen en conductas que den el consentimiento político y sumisión para con las propuestas del régimen adoctrinador, sometiendo así, hábilmente, la LP de sus súbditos. Es exactamente lo contrario que las sociedades democráticas ofrecen a sus ciudadanos, donde se procura preservar ambas libertadas en su punto máximo, siendo obligación del Estado proteger las libertades negativas y no obstaculizar ni manipular las libertades positivas.

Como conclusión de este apartado, la conexión o fusión entre ambas libertades, el liberalismo y el locus de control del sujeto nos permite anticipar dos tipos de individualismos de inspiración psicológica que, en páginas posteriores, serán objeto de un desarrollo más detallado: el individualismo psicológico extrínseco o externo, fundamentado en la LN y con un locus de control externo, y su antítesis pero complementario, el individualismo psicológico intrínseco o interno, asociado a la LP y al locus de control interno. Ambos individualismos son la expresión última de un individualismo psicológico humano asociado a una filosofía liberal. Cada individuo participa de ambos y de la vivencia de forma subjetiva idiosincrásica, ya que nuestra propuesta es un intento taxonómico para comprender la dinámica psicológica de la libertad humana como expresión de su singularidad irrenunciable.

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