Mabinogion. Relatos galeses medievales

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Ediciones utilizadas

Para Las cuatro ramas del mabinogi, la edición de base ha sido la estándar de Ifor Williams, Pedeir Keinc y Mabinogi (Cardiff, University of Wales Press, 1964, publicada originalmente en 1938). También he consultado las siguientes publicaciones: para la Primera rama, Pwyll Pendeuic Dyuet, ed. por R. L. Thomson (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1957); para la Segunda rama, Branwen uerch Lyr, ed. por Derick Thomson (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1961); para la Tercera rama, Manawydan uab Lyr, ed. por Ian Hughes (Cardiff, University of Wales Press, 2007); para la Cuarta rama, Math uab Mathonwy, ed. por Patrick K. Ford (Belmont, Ford & Bailie, 1999), y Math uab Mathonwy, ed. por Ian Hughes (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 2013).

El texto de partida de «Peredur hijo de Efrog» es el de Peter Wynn Thomas (2000), publicado en formato electrónico y que solía estar accesible en el sitio web de la Escuela de Galés de la Universidad de Cardiff. Además, se ha utilizado Historia Peredur vab Efrawc, ed. por Glenys Goetinck (Cardiff, University of Wales Press, 1976). Para «El sueño de Maxen Wledig» se ha tenido en cuenta Breudwyt Maxen Wledic, ed. por Brynley Roberts (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 2005). Para «La aventura de Lludd and Llefelys», la edición a cargo del mismo investigador, Cyfranc Lludd a Llefelys (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1995, aparecida por primera vez en 1975). La traducción de «El cuento de la dama del pozo» se sustenta sobre la edición de Robert L. Thomson, Owein or Chwedyl Iarlles y Ffynnawn (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1986 [1968]), al igual que la de «Geraint hijo de Erbin», Ystorya Gereint uab Erbin (Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1997). Para «Culhwch y Olwen» se ha empleado la clásica edición de Rachel Bromwich y D. Simon Evans sobre la base del texto de Idris Foster, Culhwch ac Olwen (Cardiff, University of Wales Press, 2012 [1988]). «El sueño de Rhonabwy» sigue a Breudwyt Ronabwy. Allan o’r Llyfr Coch o Hergest, ed. por Melville Richards (Cardiff, University of Wales Press, 2001 [1948]).

Guía de pronunciación de nombres galeses

Como en español, la ortografía del galés es, en su mayor parte, fonética, es decir, casi todo lo que está escrito se pronuncia así como lo vemos, una vez que aprendemos cómo suenan las consonantes, las vocales y los diptongos. La siguiente guía no procura ser una descripción fonética detallada, sino una ayuda para que el lector pueda disfrutar la vocalidad de los relatos incorporando algunas herramientas para la pronunciación de los nombres de personajes y lugares.

Las consonantes se pronuncian como en español, a excepción de:


ccomo en casa o loco, nunca como en silencio
chcomo una j bien pronunciada en jamón
ddcomo en inglés this, no como z
fcomo el sonido tradicionalmente atribuido a la v de vaca
ffcomo nuestra f de foca
gcomo en gato, nunca como en gesto
haspirada como en el inglés de hat
lleste es el sonido más difícil porque no existe en nuestra lengua. Se articula poniendo la lengua en posición de l y luego echando aire por los costados
rcomo en perro, nunca como en pero
rhcomo la r aspirada, dejando salir aire por los costados
thcomo la z de caza en el español peninsular

La w puede funcionar como consonante, como en whisky

Las vocales pueden ser largas o cortas, a diferencia del español. La a, e, i, o se pronuncian igual, mientras que las siguientes varían:


u es como la i en cualquier palabra
w es la u de muro o uno
ycomo la i en monosílabos y sílabas finales, pero en todos los otros contextos como la llamada schwa del inglés en la última sílaba de brother o father

Diptongos:


ae, ai, aucomo en aire
awcomo en aula
ei, eu, eycomo en aire también
ewcomo en Europa
iw, uwcomo en viuda
oe, oicomo en hoy
owcomo en bou o estadounidense
wycomo en fui

Dos observaciones preliminares deben hacerse: en primer lugar, el acento recae casi siempre en la penúltima sílaba, esto es, las palabras son, por lo general, graves; en segundo lugar, el galés se caracteriza por un fenómeno morfosintáctico que se expresa fonéticamente: las mutaciones. Estas son cambios en el comienzo de una palabra activados en determinadas circunstancias; por ejemplo, sustantivos femeninos después del artículo o nombres de lugares después de la preposición «en». De este modo, Cymru (Gales) puede mutar en Nghymru (C > Ngh) luego de la preposición «yn» («en»). Lo mismo ocurre con la segunda palabra en un sustantivo compuesto, que forman una parte importante de los nombres personales y de lugares. Por caso, Bendigeidfran, «Bendito Brân», es un nombre compuesto por bendigeid («bendito») + brân («cuervo», «guerrero»), en el que la b de brân ha mutado en f.

A continuación se ofrece una lista alfabética no exhaustiva de nombres de personajes con su correspondiente pronunciación:


AranrhodA-rrán-hrod
BedwyrBé-duirr
BendigeidfranBen-di-gáid-vran
BlodeueddBlo-dái-eth
BranwenBrán-wen
CaiCai
CigfaCíg-va
CulhwchCíl-huj
EnidÉ-nid
GeraintGé-rraint
GilfaethwyGil-fái-zui
GwalchmaiGu-álj-mai
GwenhwyfarGuen-húi-var
GwydyonGúi-dion
LlefelysLle-vé-lis
Lleu Llaw GyffesLlai Llau Gyfes
LluddLlith
LunedLí-ned
ManawydanMa-na-wý-dan
MatholwchMa-zó-luj
OlwenÓl-wen
OwainÓ-wain
PeredurPe-rré-dir
PryderiPry-dé-rri
PwyllPuill
RhiannonHri-á-non
RhonabwyHro-ná-bui
YsbaddadenYs-ba-thá-den

Mapa del País de Gales de Mabinogion


Abreviaturas bibliográficas


ACLArthur in the Celtic Languages, ed. por Ceridwen Lloyd-Morgan y Erich Poppe, Cardiff, University of Wales Press, 2019
Irish InfluencePatrick Sims-Williams, Irish Influence on Medieval Welsh Literature, Oxford, Oxford University Press, 2010.
Law Dafydd Jenkins, The Law of Hywel Dda, Llandysul, Gomer, 1986
TYPTrioedd Ynys Prydein. The Triads of the Island of Britain, ed. y trad. por Rachel Bromwich, 3ra. ed., 2006, Cardiff, University of Wales Press.
WCD P. C. Bartrum, A Welsh Classical Dictionary, people in History and Legend up to about A.D. 1000, Aberystwyth, National Library of Wales, 1993. Disponible en: https://www.llgc.org.uk/en/discover/digital-gallery/printed-material/a-welsh-classical-dictionary/.

1 Para una introducción en castellano a la literatura galesa medieval, véase Luciana Cordo Russo, «El problema de los géneros en la literatura galesa medieval: vocabulario y tipos textuales en Mabinogion», en Géneros literarios medievales, comp. por Ana Basarte y Luciana Cordo Russo, Buenos Aires, Eudeba, 2019, pp. 183-203. En inglés se pueden consultar los dos clásicos volúmenes de A Guide to Welsh Literature, ed. por A. O. H. Jarman y Gwilym R. Hugues, Swansea, Christopher Davies, 1976-1979. Una síntesis más reciente puede hallarse en Sioned Davies, «Writing Welsh to 1150: (Re)-creating the past, shaping the future», en The Cambridge History of Early Medieval English Literature, ed. por Clare Lees, Cambridge, Cambridge University Press, 2012, pp. 660-686. Para la historia de Gales durante la Edad Media remito al clásico libro de R. R. Davies, The Age of Conquest: Wales 1063-1415, Oxford, Oxford University Press, 2000.

2 Ambos códices se encuentran digitalizados. El Libro Blanco de Rhydderch, cuya designación formal es NLW Peniarth MSS 4&5, puede consultarse en el sitio web de la Biblioteca Nacional de Gales: https://www.llgc.org.uk/en/discover/digital-gallery/manuscripts/the-middle-ages/white-book-of-rhydderch/, mientras que el Libro Rojo de Hergest está alojado en la Bodleian Library en Oxford bajo la signatura Jesus College MS 111: http://image.ox.ac.uk/show?collection=jesus&manuscript=ms111. Se han publicado importantes trabajos sobre los manuscritos galeses, entre los que se destacan los de Daniel Huws en, por ejemplo, Medieval Welsh Manuscripts, Cardiff y Aberystwyth, University of Wales Press, 2000.

 

3 Las citas están tomadas de la edición de Ifor Williams, Pedeir Keinc y Mabinogi, Cardiff, University of Wales Press, 1964, pp. 27, 48, 65 y 92. Énfasis añadido.

4 Ian Hughes, «Introduction», en Math uab Mathonwy, ed. por Ian Hughes, Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, pp. xxv-xxxiv. Esta síntesis también es deudora de Diana Luft, «The meaning of mabinogi», Cambrian Medieval Celtic Studies, 62 (2011), 57-80.

5 Pedeir Keinc y Mabinogi, p. 65; mis itálicas. Esta es una traducción palabra por palabra, distinta a la que encontrará el lector más adelante.

6 Ceridwen Lloyd-Morgan, «The Branching Tree of Medieval Narrative: Welsh cainc and French branche», en Romance Reading on the Book: Essays on Medieval Narrative Presented to Maldwyn Mills, ed. por Jennifer Fellows et al., Cardiff, University of Wales Press, 1996, pp. 36-50.

7 «Why the Mabinogi Has Branches?», Proceedings of the Harvard Celtic Colloquium, 30 (2010), 22-38.

8 The Four Branches of the Mabinogi, Llandysul, Gomer, 1993.

9 T. M. Charles-Edwards, «The Date of the Four Branches of the Mabinogi», Transactions of the Honourable Society of Cymmrodorion, sesión 1970 (1971), 263-298.

10 Simon Rodway, «The Where, Who, When and Why of Medieval Welsh Prose Texts: Some Methodological Considerations», Studia Celtica, 41 (2007), 47-89.

11 Sioned Davies, «‘Venerable Relics’? Re-Visiting the Mabinogi», en Writing Down the Myths, ed. por Joseph Falaky Nagy, Turnhout, Brepols, 2013, pp. 157-179.

12 «The Structure of the Four Branches of the Mabinogi», Transactions of the Honourable Society of the Cymmrodorion (1974-1975), 250-276.

13 «The Mabinogi and the education of princes in medieval Wales», en Medieval Celtic Literature and Society, ed. por Helen Fulton, Dublín, Four Court Press, 2005, pp. 230-247.

14 Rodway repasa estas posiciones en «The Where, Who, When and Why of Medieval Welsh Prose Texts», pp. 48-55.

15 En todo este apartado seguimos a Brynley Roberts, «Introduction», en Breudwyt Maxen Wledic, ed. por Brynley Roberts, Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 2005, pp. xi-xci, y «Geoffrey of Monmouth and Welsh Historical Tradition, en Studies on Middle Welsh Literature, Lampeter, Edwin Mellen Press, 1992, pp. 25-40.

16 Brynley Roberts, «Introduction», en Cyfranc Lludd a Llefelys, ed. por Brynley Roberts, Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1995 (1975), pp. xi-xl. El texto de Godofredo cuenta con traducción al castellano: Historia de los reyes de Britania, trad. de Luis Alberto de Cuenca, Madrid, Editora Nacional, 1984.

17 Simon Rodway, «Culhwch ac Olwen», en Arthur in the Celtic Languages, ed. por Ceridwen Lloyd-Morgan y Erich Poppe, Cardiff, University of Wales Press, 2019, pp. 67-79, p. 69.

18 Este tema se desarrolla más extensamente en Luciana Cordo Russo, «Culhwch ac Olwen como texto de transición de la materia artúrica», Medievalista, 22 (2017), en línea, disponible en http://journals.openedition.org/medievalista/1332. Recientemente se ha publicado un volumen dedicado a los poemas artúricos galeses, Arthur in Medieval Welsh Poetry, ed. por Nerys Ann Jones, London, Modern Humanities Research Association, 2019. Sobre la leyenda artúrica también ha aparecido una obra indispensable, a la que ya hemos aludido en la anterior nota al pie: Arthur in the Celtic Languages. Un libro breve y con buen material es Oliver Padel, Arthur in Medieval Welsh Literature, Cardiff, University of Wales Press, 2000.

19 La síntesis que se ofrece a continuación se basa en Rachel Bromwich, «First Transmission to England and France», en The Arthur of the Welsh. The Arthurian Legend in Medieval Welsh Literature, ed. por Rachel Bromwich, A. O. H. Jarman y Brynley Roberts, Cardiff, University of Wales Press, 2008 (1991), pp. 273-298. Véase también Ceridwen Lloyd-Morgan y Erich Poppe, «The First Adaptations from French: History and Context of a Debate», en Arthur in the Celtic Languages, pp. 110-116.

20 Rodway, «The Where, Who, When and Why of Medieval Welsh Prose Texts». Seguimos a este autor para todas las dataciones.

21 Robert Thomson, «Introduction», en Ystorya Gereint uab Erbin, ed. por Robert Thomson, Dublín, Dublin Institute for Advanced Studies, 1997, pp. ix-lxxix.

22 Ceridwen Lloyd-Morgan, «Medieval Welsh Tales or Romances? Problems of Genre and Terminology», en Cambrian Medieval Celtic Studies, 47 (2004), 41-58; Claude Luttrell, «Le Conte del Graal et d’autres sources francaises de l’Historia Peredur», en Neophilologus, 87 (2003), 11-28.

23 En este apartado seguimos a Helen Fulton, «Magic and the Supernatural in Early Welsh Arthurian Narrative: Culhwch ac Olwen and Breuddwyd Rhonabwy», en Arthurian Literature XXX, ed. por Elizabeth Archibald, Cambridge, Boydell & Brewer, 2013, pp. 1-26.

24 Ceridwen Lloyd-Morgan, «Breuddwyd Rhonabwy and Later Arthurian Literature», en The Arthur of the Welsh, pp. 183-208.

25 Brynley Roberts, «Oral Tradition and Welsh Literature: A Description and Survey», en Oral Tradition, 3 (1988), 61-87.

26 La letra y la voz de la literatura medieval, Madrid, Cátedra, 1999.

27 Por caso, «Storytelling in Medieval Wales», en Oral Tradition, 7 (1992), 231-57; The Four Branches of the Mabinogi, Llandysul, Gomer, 1993; «Written text as performance: the implications for Middle Welsh prose narratives», en Literacy in Medieval Celtic Societies, ed. por Huw Pryce, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, pp. 133-148.

28 Este tema es desarrollado en Luciana Cordo Russo, «Las versiones en castellano de los relatos galeses medievales de Mabinogion», Revista Identidades, Dossier 4, 150 años de la colonización galesa del Chubut (2017), 5-22.

29 P. 80, nota 48, refiriéndose al poema que Gwydion canta para atraer hacia él a Lleu convertido en águila.

30 Los mabinogion, pp. 10 y 11, respectivamente.

31 Remitimos nuevamente a Cordo Russo, «Las versiones en castellano de los relatos galeses medievales de Mabinogion», especialmente a las pp. 14-16, y a Carlos Sanz Mingo, «Un texto galés en España: la recepción y traducción de ‘Culhwch ac Olwen’ de los Mabinogion (1350-1410)», en De Britania a Britonia. La leyenda artúrica en tierras de Iberia, ed. por Juan Miguel Zarandona, Oxford, Peter Lang, 2014, pp. 41-6, quien llama la atención, entre otras cosas, acerca de las explicaciones parentéticas de nombres de lugares y personas de las que abusa Cirlot en su traducción.

32 Diana Luft, Peter Wynn Thomas y D. Mark Smith, eds., 2013. http://www.rhyddiaithganoloesol.caerdydd.ac.uk/cy/.

33 The Mabinogion, trad. por Sioned Davies, Oxford, Oxford University Press, 2007. También ha sido una fuente de inspiración y aprendizaje su artículo «Translating The Mabinogion», Anglistik, 21 (2010), 59-74.

34 Afirma este último que una traducción nueva de Mabinogion debería ofrecer: «[u]na serie de notas que explicaran la sonoridad de los nombres, los juegos de palabras, sus aliteraciones, que enfatizara y reforzara la oralidad del texto y que, al mismo tiempo, los relacionara con la tradición artúrica y con el legado cultural común europeo, donde fuera posible, [lo que] ayudaría a que la recepción de estos antiquísimos textos galeses fuera más abierta y general y su comprensión más amplia de la que han gozado hasta el momento en España» («Un texto galés en España», p. 65).

Primera rama del mabinogi

Pwyll, príncipe de Dyfed, era señor de las siete provincias de Dyfed35. Un día se encontraba en Arberth, una de sus cortes principales, y tuvo ganas de ir a cazar36. El lugar de su reino que eligió fue Glynn Cuch37. Partió esa noche de Arberth y llegó a Penn Llwyn Diarwya, donde durmió. Al día siguiente, al despuntar el alba, se levantó, fue a Glyn Cuch, y liberó a los perros en el bosque. Sonó el cuerno, dando inicio a la corrida de la caza, y fue detrás de los sabuesos, alejándose de sus compañeros. Mientras escuchaba el aullido de su jauría, pudo oír los ladridos de otros perros, que sonaban distinto, aproximándose a los suyos. Vio un claro de llanura en el bosque, a su jauría acercándose por un costado y a un ciervo delante de los otros sabuesos. Y hacia el centro del claro, de pronto, la jauría que estaba persiguiendo al ciervo lo alcanzó y lo derribó.

Entonces Pwyll observó el color de los perros, sin preocuparse por mirar al ciervo. De todos los sabuesos que había visto en el mundo, ninguno tenía ese color: eran de un blanco inmaculado y resplandeciente y sus orejas eran rojas; la blancura de los perros resplandecía igual que el rojo de sus orejas38. En eso alcanzó a los animales, ahuyentó a la jauría que había matado al ciervo y alimentó a la suya con él.

Mientras comían vio que llegaba detrás de los otros perros un jinete montado sobre un gran caballo gris moteado; tenía un cuerno alrededor del cuello y vestía prendas de caza de color gris claro39. Se acercó y le habló así:

–Señor, yo sé quién eres tú, pero no te saludaré como corresponde40.

–Bueno –respondió Pwyll–, quizá tu rango es tal que no te obliga.

–Dios sabe –dijo él– que no es la dignidad de mi rango lo que me lo impide.

–Señor –dijo por su parte Pwyll–, ¿qué otra cosa es?

–Por Dios –contestó el jinete–, tus propios modales y tu descortesía.

–¿Qué descortesía, señor, has visto en mí?

–No he visto descortesía mayor en un hombre –le respondió– que ahuyentar a la jauría que había matado al ciervo y alimentar a sus propios perros con él. Eso –continuó– fue gran descortesía y, aunque no me vengue de ti, haré, por Dios, que tu injuria te cueste cien ciervos.

–Señor –replicó Pwyll–, si te he insultado, pagaré tu amistad41.

–¿Cómo lo harás?

–De acuerdo con tu rango, pero no sé quién eres.

–En la tierra de la que vengo soy un rey coronado.

–Señor –respondió Pwyll–, buen día a ti. ¿De qué tierra vienes?

–De Annwfn –dijo–. Soy Arawn, rey de Annwfn42.

–Señor –contestó–, ¿de qué modo puedo ganar tu amistad?

–Así es como puedes hacerlo –respondió él–: un hombre cuyo reino está frente al mío me hace la guerra todo el tiempo. Se trata de Hafgan, otro rey en Annwfn. Si me libras de esa opresión, y eso será fácil, ganarás mi amistad.

–Te ayudaré de buen grado –dijo Pwyll–, pero dime de qué modo podría hacerlo.

–Así es cómo –respondió–: haré una sólida alianza contigo y te pondré en mi lugar en Annwfn. Te daré la mujer más hermosa que jamás hayas visto para dormir contigo todas las noches, y tendrás mi propia forma y apariencia de modo que ni chambelán, ni oficial ni ninguno de mis seguidores sabrá que tú no eres yo. Y esto –continuó–, desde mañana hasta fin de año. Nos reencontraremos aquí, en este lugar.

–Bueno –dijo Pwyll–, pero aunque esté allí hasta fin de año, ¿cómo sabré encontrar al hombre del que hablas?

–Él y yo nos encontraremos en el vado dentro de un año a partir de esta noche –contestó–. Tú estarás bajo mi forma y le asestarás un golpe que le quitará la vida. Aunque te pida que le des otro, no debes hacerlo, por más que te lo ruegue, ya que sin importar la cantidad de veces que yo lo golpeaba, al día siguiente volvía a luchar contra mí tan bien como antes.

 

–Bueno –replicó Pwyll–. Pero, ¿qué haré yo con mi reino mientras tanto?

–Yo me aseguraré de que no haya en tu país ni hombre ni mujer que sepa que yo no eres tú. Yo tomaré tu lugar –dijo Arawn.

–Con mucho gusto –contestó Pwyll–, y ahora, por mi parte, seguiré mi camino.

–Tu viaje no tendrá obstáculos y nada te detendrá hasta que llegues a mi reino; yo te escoltaré.

Arawn acompañó a Pwyll hasta que éste vislumbró la corte y la morada.

–He aquí la corte y el reino bajo tu poder –dijo–. Dirígete hacia allí; no habrá nadie que no te reconozca. Y en tanto observes los usos de la corte, reconocerás sus costumbres.

Hacia allí se encaminó Pwyll. En la corte vio aposentos, salas, habitaciones y edificios bellamente adornados como nunca nadie había visto. Acudió a la sala para sacarse los zapatos. Llegaron muchachos y chambelanes jóvenes para descalzarlo y todos lo saludaban al entrar43. Dos caballeros se llevaron su traje de caza y le colocaron vestidos dorados de seda brocada.

La sala fue dispuesta. Entonces vio entrar a una banda de guerreros y seguidores que eran los más nobles y mejor equipados que había visto jamás, y junto a ellos venía la reina, la mujer más hermosa del mundo, vestida con un atavío de oro de resplandeciente seda brocada. Fueron a lavarse y luego se dirigieron a las mesas y se sentaron así: la reina de un lado y el iarll (supuso él) del otro44. La reina y él comenzaron a hablar. Mientras charlaba con ella le pareció que era la mujer más noble y cortés de disposición y conversación con la que jamás había estado. Pasaron el tiempo comiendo, bebiendo, cantando y divirtiéndose. De todas las cortes del planeta que conocía, esta era la que más rebosaba de comida y bebida, de vajillas de oro y joyas regias.

Llegó la hora de que fueran a dormir y la reina y él así lo hicieron. Tan pronto se acostaron, él volvió su rostro hacia un lado de la cama, dándole la espalda a ella, y desde ese momento hasta la mañana no le dijo ni una palabra. Al día siguiente conversaron amigablemente y se trataron con dulzura, . Sin embargo, aunque existiera este cariño durante el día, todas las noches hasta el final del año fueron iguales a la primera45.

Pasó el año cazando, cantando, divirtiéndose, con afecto y conversando con sus compañeros, hasta la noche del encuentro, que fue vivamente recordada tanto por el habitante más lejano de todo el reino como por él mismo. Entonces fue a la cita, junto con los nobles de su reino. En cuanto llegó al vado, un caballero se levantó y habló así:

–Nobles señores, escuchen bien. Este encuentro es entre los dos reyes, y solo entre ellos dos. Cada uno le demanda al otro tierras y territorios. Estén todos tranquilos y déjenlos combatir.

Enseguida los dos reyes se aproximaron juntos al centro del vado para enfrentarse. En el primer ataque, el hombre que estaba en lugar de Arawn golpea a Hafgan en medio de la bloca del escudo, de modo que lo parte en dos mitades y destroza toda su armadura. Hafgan cae, cuan largos eran su brazo y el asta de su lanza, por detrás de la grupa de su caballo sufriendo un golpe mortal46.

–Señor –dijo Hafgan–, ¿qué derecho tenías tú sobre mi muerte? Yo no te reclamaba nada. Tampoco conozco razón alguna para que me mates. Pero, por Dios, puesto que has empezado, ¡termina!

–Señor –respondió el otro–, me podría arrepentir de culminar lo que te he hecho a ti. Busca a otro para que te mate. Yo no lo haré.

–Mis leales nobles –dijo Hafgan–, sáquenme de aquí; mi muerte está cerca. No hay manera de que pueda sostenerlos de aquí en más.

–Nobles míos –dijo el hombre que estaba en lugar de Arawn–, tomen consejo y piensen quiénes podrían ser vasallos míos.

–Señor –replicaron los nobles–, todos deberían serlo ya que no hay otro rey más que tú en todo Annwfn.

–Bueno –respondió–. Es correcto recibir a los que vienen sumisos, pero aquellos que no lo hacen obedientemente, que sean obligados por la fuerza de las armas.

Y de inmediato recibió el juramento de los hombres y comenzó a tomar posesión de la tierra47. Y al mediodía del día siguiente los dos reinos estaban bajo su poder.

Entonces emprendió el camino hacia el punto de reunión y fue a Glyn Cuch. Cuando llegó se encontró con Arawn, rey de Annwfn, frente a él. Ambos estaban contentos de verse.

–Bien –dijo Arawn–, Dios te compense por tu amistad. He escuchado sobre ella.

–Bueno –respondió Pwyll–, cuando regreses a tu tierra verás lo que he realizado por ti.

–Dios te pague todo lo que has hecho por mí –dijo.

Entonces Arawn le dio su forma y apariencia a Pwyll, príncipe de Dyfed, y tomó la suya propia. Arawn se volvió a su corte en Annwfn, y estaba contento de encontrarse con sus seguidores y su mesnada, ya que no los había visto por un año. Sin embargo, ellos no lo habían extrañado y su llegada no era ninguna novedad. Ese día lo pasó feliz y placenteramente, sentado y conversando con su mujer y sus nobles. Cuando fue más oportuno dormir que divertirse, se fue a la cama y su mujer acudió a él. Lo primero que hizo fue charlar con ella, y luego se rindió al placer amoroso y al amor. Pero durante un año ella no había estado acostumbrada a eso y meditó sobre ese asunto: «Dios mío –se dijo–, ¿por qué es diferente su humor esta noche de lo que ha sido durante el último año?». Y reflexionó largamente. Luego de estas cavilaciones, él se despertó y le habló, insistiéndole una segunda vez y una tercera, pero no recibió réplica alguna.

–¿Por qué razón no me respondes? –le preguntó.

–Te lo diré: no he hablado tanto en este mismo lugar desde hace un año –contestó ella.

–¿Por qué? –dijo–. Nosotros hablábamos siempre.

–¡Que caiga sobre mí gran vergüenza! Este último año, en cuanto nos envolvíamos en la ropa de cama, no había más regocijo ni conversación, ni siquiera volvías tu rostro hacia mí, y mucho menos pasaba algo más entre nosotros –exclamó ella.

Entonces él pensó: «Querido señor Dios –se dijo–, tenía un camarada cuya amistad era firme y fuerte». Luego le dijo a su mujer:

–Señora, no me culpes. Juro por Dios que este último año no he dormido ni yacido contigo –y le contó toda la historia.

–Confieso a Dios –dijo ella– que has hecho un buen negocio para que tu amigo haya combatido las tentaciones del cuerpo y cumplido su promesa.

–Señora –replicó él–, esos eran exactamente mis pensamientos mientras guardaba silencio.

–¡No me extraña! –respondió ella.

Por su parte, Pwyll, príncipe de Dyfed, regresó a su tierra y reino, y les preguntó a sus nobles cómo había sido su señorío durante ese año en comparación a como había sido antes.

–Señor –contestaron ellos–, jamás había sido igual tu saber o mejor tu juicio, ni habías sido un joven tan gentil ni tan generoso en la distribución de tu riqueza.

–Por Dios –dijo él–, bueno es que agradecieran al hombre que estuvo con ustedes. Y esta es la historia, tal y como fue –y Pwyll les relató todo.

–Bueno, señor –dijeron–, gracias a Dios que tuviste esa amistad. Seguramente no cambiarás el señorío que tuvimos este año.

–Por Dios que no lo haré –replicó Pwyll.

Y a partir de ese momento empezaron a fortalecer su amistad y se mandaban caballos, sabuesos, halcones y cualquier objeto de valor que pensaran que podría complacer al otro. Y debido a que había pasado ese año en Annwfn y lo había gobernado con tanto éxito, uniendo los dos reinos gracias a su coraje y valor, el nombre de Pwyll príncipe de Dyfed cayó en desuso y fue llamado Pwyll Pen Annwfn de allí en más48.

Un día, Pwyll estaba con un grupo grande de seguidores en Arberth, una de sus cortes principales, donde se le había preparado un banquete. Después de la primera comida se levantó para ir a pasear y se encaminó hacia la cima de una colina que estaba al norte, llamada Gorsedd Arberth49.

–Señor –dijo uno de la corte–, la peculiaridad de esa colina es que cualquier noble que se siente en ella no se irá sin que haya ocurrido una de dos cosas: o bien recibirá heridas o daño, o bien verá una maravilla.

–No temo recibir heridas o daño en medio de un grupo tan numeroso como éste, pero me gustaría ver una maravilla. Iré a sentarme en la colina.

Así lo hizo. Mientras estaban sentados vieron a una mujer sobre un caballo grande y alto de color pálido, vestida de oro resplandeciente y seda brocada, viniendo por el camino que atravesaba la colina.

–Hombres –dijo Pwyll–, ¿alguno de ustedes reconoce a la jineta?

–No, señor –respondieron.

–Que vaya uno a su encuentro y descubra quién es –dijo.

Uno de ellos se levantó, mas cuando llegó a la senda ella ya había pasado. La persiguió a pie todo lo que pudo pero, cuanto más rápido iba, ella más se alejaba. Cuando vio que era inútil continuar, regresó junto a Pwyll y le dijo:

–Señor, es inútil seguirla a pie.

–Bueno –contestó Pwyll–. Vuelve a la corte, toma el caballo más veloz que conozcas y ve detrás de ella.

Tomó el caballo y partió. Llegó a la llanura y picó al animal con las espuelas. Pero cuanto más picaba al caballo, tanto más ella se alejaba, a pesar de que llevaba el mismo paso que cuando había comenzado. El corcel del hombre se cansó y, cuando se dio cuenta de que su andar se debilitaba, regresó a donde estaba Pwyll.

–Señor –le dijo–, es inútil perseguir a aquella dama. No conozco caballo más veloz en todo el reino que éste y, sin embargo, ha sido todo en vano.

–Sí –respondió Pwyll–, debe haber alguna explicación mágica aquí. Vayamos a la corte.

Llegaron a la corte y así transcurrió el resto de la jornada. Al día siguiente se levantaron y pasaron el tiempo hasta que llegó la hora de ir a comer. Después de la primera comida, Pwyll dijo:

–Bueno, todos los que estuvimos ayer, vayamos a la cima de la colina. Y tú –le dijo a uno de los muchachos–, trae el caballo más veloz del campo que conozcas.

Así lo hizo el joven y partieron rumbo a la colina junto con el animal. Cuando estaban por sentarse vieron venir por el mismo camino a la mujer sobre el caballo, vestida de igual manera.

–Aquí está la jineta de ayer –dijo Pwyll–. Prepárate, muchacho, para descubrir quién es ella.

–Señor –dijo él–, lo haré de buen grado.

En eso la jineta llegó frente a ellos. Entonces el joven montó a caballo pero, antes de que pudiera asentarse en la silla, ella ya lo había pasado, sacándole buena ventaja; su paso no era diferente al del día anterior. El muchacho dispuso que el caballo ambulara e imaginó que, pese a la lentitud con la que andaba el animal, la alcanzaría. Sin embargo, todo fue inútil. Soltó las riendas del caballo, pero no se había acercado más que si estuviera a pie. Cuanto más picaba al corcel, ella más se alejaba, aunque su paso no fuera más rápido que antes. Puesto que veía que era infructuoso perseguirla, regresó y fue a donde estaba Pwyll.