Sin miedos ni cadenas

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10 de marzo

Máscara de oxígeno








“Nadie odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida tal como Cristo lo hace por la iglesia” (Efe. 5:29, NTV).



Si has volado en avión sabes que, antes de despegar, las azafatas y los comandantes de a bordo dan una charla de seguridad. En esta charla nos explican cómo ponernos los chalecos salvavidas y cómo usar las máscaras de oxígeno en caso de emergencia. Sin importar con qué aerolínea vueles, siempre te dirán que “debes colocarte la máscara de oxígeno primero, antes de ayudar a otros”. Las madres que vuelan con sus hijos podrían pensar que esto es egoísta, y que es su deber poner la seguridad de sus pequeños primero. Sin embargo, desoír las órdenes de las azafatas podría llevar a la muerte tanto de las madres como de sus hijos. ¿Por qué es tan importante colocarse la máscara de oxígeno primero? En una palabra: hipoxia. La hipoxia es un estado de deficiencia de oxígeno en la sangre, que hace que tu cuerpo se adormezca y tus músculos no respondan. Cuando se despresuriza la cabina, tienes cerca de treinta segundos para colocarte tu máscara antes de perder el conocimiento. ¡Tomar un par de segundos para ponerte tu máscara primero es lo más responsable que puedes hacer por tus hijos! Esto garantiza que tu mente permanecerá alerta, que serás capaz de tomar las decisiones necesarias para que tus hijos sobrevivan.



Cuidarnos a nosotras mismas, como mujeres, nos hace sentir culpables y egoístas. El mensaje cultural es que debemos priorizar las necesidades de los demás… siempre. Pensamos que vivir con continuo dolor de espalda y agotadas es normal, que es una “medalla de honor” que demuestra cuán buenas esposas, madres y amigas somos. Sin embargo, cuando no cuidamos de nosotras mismas, tampoco podemos cuidar bien de los demás.



Sonia Castro es mamá de una nena con discapacidad. En su libro

Mamá sustentable

, Sonia escribe: “Por muchos años, mis decisiones se basaban en lo que era mejor para Rocío: qué comida le hace mejor, qué terapia le hace mejor No importaba si eso significaba pasar más tiempo en la cocina, o que yo durmiera mal. Faltaban en esa ecuación mis propias necesidades, y como ese desequilibrio no funciona a la larga, el sistema terminó por quebrarse”. Finalmente, Sonia notó que vivir así la deprimía y la volvía irritable. Para ser una mejor mamá, debía tomar en cuenta sus necesidades también. Ponerte la máscara de oxígeno primero implica aceptar tus límites. Significa aceptar que eres humana y que no tienes fuerzas y recursos ilimitados como Dios. No es ser egoísta, sino humilde.



Señor, ayúdame a aceptar mis límites y a honrar mis necesidades.




11 de marzo

Santa siesta








“Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos lo despertaron: ‘¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?’ gritaron” (Mar. 4:38, NTV).



Muchísimas mujeres, especialmente las mamás, no pueden descansar sin sentirse culpables. ¡Hay demasiadas cosas para hacer! Tomarse unos minutos para sentarse a leer o dormir una siesta es un lujo. Son recompensas que pueden darse a sí mismas solo cuando todos los quehaceres están terminados. Realmente no sé de dónde sacamos todas estas ideas, cuando Jesús nos dio un ejemplo tan fantástico acerca de cómo dormir la siesta. Estoy segura de que conoces la historia. Jesús y sus discípulos se suben a una barca para cruzar el mar de Galilea. De pronto se desata una tormenta feroz, pero Jesús está durmiendo la siesta. Los discípulos comienzan a sacar agua a baldazos, ¡mientras que él ronca! Aterrados, finalmente lo despiertan y Jesús calma la tempestad. “Luego él les preguntó: ‘¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?’ ” (Mar. 4:40, NTV).



Jesús duerme en medio del caos reinante, porque sabe que la idea de esperar hasta que todo esté terminado es absolutamente irreal. “Con demasiada frecuencia, soy como todos los demás en el barco”, escribe Shala Graham en el artículo “The Holy Work of Napping”. “Veo claramente la tormenta de mi lista de quehaceres desatarse a mi alrededor, y por eso pienso que dormir la siesta es irresponsable o egoísta para con las personas que me necesitan. En esos momentos, creo que Jesús me preguntaría a mí lo mismo: ‘¿Por qué tienes tanto miedo? ¿Aún no tienes fe?’ ” Descansar nos obliga a creer que es Dios quien sostiene nuestros hogares, y no nosotras mismas. Tomar una siesta nos fuerza a aceptar que nuestras energías son limitadas y a renunciar a nuestras expectativas perfeccionistas. Descansar cuando lo necesitamos es un acto de humildad y obediencia.



Señor, como la culpa que siento cuando necesito descansar es falsa, renuncio a ella. Yo no soy omnipotente, y cuando ignoro a mi cuerpo que me pide descanso estoy cometiendo un grave error. Hoy me comprometo a descansar cuando lo necesite, aun si no todas las tareas están terminadas. Voy a hacer oídos sordos al miedo que me dice que todo se desmoronará si me atrevo a detenerme, y voy confiar en ti. Por grande que sea la tormenta, contigo en mi barca no hay razón para temer.




12 de marzo

¿Y si me equivoco?








“Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición” (Gén. 12:2, NVI).



Cada vez que pensaba en la decisión que debía tomar, se me estrujaba el estómago. Aunque debía elegir entre dos buenas opciones, sabía que esta decisión cambiaría mi vida. Oraba incesantemente, pero no sentía paz. La mentira que alimentaba mi miedo era creer que si no tomaba una decisión perfecta, arruinaría para siempre el plan de Dios para mi vida.



Si me equivoco, ¿arruino el plan de Dios? ¿Son mis errores más poderosos que su misericordia? Dios no es un dictador, sentado en el cielo, que pretende que atravesemos en puntillas de pie un campo minado para descubrir su voluntad. Cuando damos un paso en falso, cuando nos equivocamos, el plan de Dios no vuela en pedazos. Como dice el abogado y autor Bob Goff en su libro

Love Does

, “Dios no nos quiere más cuando somos exitosos, ni menos cuando fallamos. Él se deleita en nuestros intentos”. Dios es un Padre que enseña a un niño a caminar. Cuando nos tropezamos, él nos sacude las rodillas, nos besa las heridas y nos ayuda a continuar.



La Biblia está llena de historias de lo que Dios hace para redimir nuestros errores, y aun nuestra rebeldía. Cuando Abraham y Sara dudaron de la promesa y decidieron tener un hijo a través de su sierva Agar, Dios no los abandonó. Por supuesto que hubo consecuencias dolorosas. Pero, aun así, Dios cumplió su plan. ¡Dios es más poderoso que nuestras equivocaciones! Cuando el rey David asesinó a Urías para quedarse con su esposa, Dios no lo abandonó tampoco. Cuando David pidió perdón, Dios redimió su rebeldía.



No estoy abogando para que cometamos errores innecesarios o pasemos por sufrimientos que podríamos evitar. Tampoco estoy intentando darte una excusa para que tomes malas decisiones, o que+ desobedezcas a Dios deliberadamente. Lo que sí estoy diciendo es que no necesitamos vivir en continuo estado de pánico. El cumplimiento del plan de Dios para tu vida no depende solo de ti, ni de tu capacidad de tomar decisiones perfectas todo el tiempo. En medio de tus errores, Dios sigue al control. En las palabras de Lisa Bevere, en

Without Rival

, “si crees que has arruinado el plan de Dios para tu vida, descansa en esto: Tú, mi hermosa amiga, no eres tan poderosa”.



Jesús, gracias porque tu misericordia es más poderosa que mis errores.




13 de marzo

Tropezones y caídas








“Aunque tropiecen, nunca caerán, porque el Señor los sostiene de la mano” (Sal. 37:24, NTV).



Rebecca Sharaya se dedica a la musicoterapia. Durante años, sin embargo, su amor por la música estuvo velado por un problema: el perfeccionismo. Su deseo de tocar cada pieza musical sin cometer ni un solo error la llenaba de ansiedad y preocupación. Aunque sus padres le dijeran que había dado un buen concierto, ella podía recordar cada error, cada nota equivocada con agudísima claridad. Fue justamente su trabajo en musicoterapia lo que la ayudó a cambiar, al observar las terribles consecuencias de esta tendencia en sus pacientes. Las mujeres que, como Rebecca, tenemos tendencia al perfeccionismo, solemos mirar al plan de Dios para nuestra vida a través de este marco interpretativo. ¡Pensamos que no podemos errar ni una sola nota! En su artículo “Hearing the Beauty of Imperfection”, Rebecca escribe: “Siento que tengo que hacerlo perfecto porque Dios, el artista divino, debió haber escrito la sinfonía de mi vida para que sonara de cierta manera. Aun cuando no tengo la partitura, me siento obligada a tocar mi parte perfectamente, y esto me aterra un poco”.



Dios tiene un plan para cada una de nuestras vidas. Sin embargo, no es que él espera que nunca cometamos errores. La Biblia ofrece una bellísima imagen acerca de lo que sucede cuando tropezamos. “El Señor dirige los pasos de los justos; se deleita en cada detalle de su vida. Aunque tropiecen, nunca caerán, porque el Señor los sostiene de la mano” (Sal. 37:23, 24, NTV). Dios es como una madre que le enseña a su bebé a caminar, sosteniéndolo de la mano. Cuando el bebé se tropieza, la madre lo ayuda a levantarse, le sonríe y lo anima a continuar. ¿Qué madre soltaría la mano de su hijo justo cuando tropieza, o lo abandonaría, o le diría palabras ásperas? Si nosotras, siendo pecadoras, sabemos tratar a nuestros hijos con dulzura, ¡con cuánta mayor ternura nos guiará nuestro Padre Celestial!

 



Hay una enorme diferencia entre rebelarnos en contra de la voluntad de Dios y sencillamente tropezar mientras avanzamos. La Biblia dice: “Los justos podrán tropezar siete veces, pero volverán a levantarse” (Prov. 24:16, NTV). Tropezarse es parte del proceso, pero no arruina el plan de Dios para nuestras vidas. Dios sabe que vamos a tropezar al avanzar, ¡por eso se ofreció a guiarnos de la mano!



Señor, gracias, porque tú me guías de la mano. Gracias, porque tu plan no es tan frágil, ni tu creatividad tan limitada como para que mis tropezones puedan arruinarlo. Sobre todo, te agradezco porque mi valor no depende de que nunca me equivoque, sino de tu amor por mí.




14 de marzo

Recalculando el recorrido








“Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: ‘Este es el camino; síguelo’ ” (Isa. 30:21, NVI).



Dios es más misericordioso que el sistema de posicionamiento global de tu automóvil. Mi amiga Noemí tiene un automóvil hibrido moderno, con GPS incorporado. Noemí le puso un apodo cariñoso a su GPS y lo llama “Margarita”. Unos meses atrás, Noemí y yo viajamos a Cornwall, Inglaterra. Como era nuestra primera vez que visitábamos las legendarias tierras del rey Arturo, pusimos a “Margarita” a trabajar. Después de ingresar el código postal, “Margarita” diagramó nuestro plan de viaje.



Pero a veces “Margarita” nos daba una instrucción que no entendíamos, y entonces oíamos la famosa frase: “Recalculando el recorrido”. Otras veces, creíamos que habíamos seguido las instrucciones al pie de la letra, y aun así “Margarita” nos informaba: “Recalculando el recorrido”. Luego de haber oído esa frase cientos de veces, llegamos a Cornwall sanas y salvas.



A veces, cuando tomo decisiones que afectarán mi futuro, tengo miedo de equivocarme. Temo perderme un giro a la izquierda y terminar al norte de Escocia, cuando quería ir al sur de Cornwall. Honestamente, tengo miedo de cometer un error fatal y arruinar el plan de Dios para mi vida. Aunque a nadie le gusta sentir miedo, el temor nos confronta con las falsas imágenes que tenemos acerca de Dios. Mi miedo revela que creo que el plan de Dios es rígido y frágil, y que Dios tendrá menos compasión de mis errores que un GPS.



¡Pero este no es el Dios de la Biblia! Dios guió al rebelde pueblo de Israel con una nube de día y una columna de fuego de noche. Dios es el pastor de la parábola, que sale a buscar a la oveja perdida y la carga en sus brazos de vuelta al redil. Dios es un experto en recalcular la ruta para llevarnos a destino. No hace falta que perdamos el sueño por cada decisión a tomar, ni que vivamos aterradas de arruinar el plan de Dios para nuestras vidas. Dios es infinitamente más sabio y misericordioso que un GPS.



Padre, te agradezco porque tu plan para mi vida es mucho más fluido y resiliente de lo yo que creía. Lléname de tu paz al saber que si me desvío a la derecha o a la izquierda, tu voz continuará guiándome, recalculando el recorrido. Yo quiero hacer tu voluntad. Recuérdame, cuando tenga miedo a tomar decisiones, que tu misericordia y poder son más poderosos que mis errores. Tú cumplirás tu propósito en mí.




15 de marzo

Debilidades deleitantes








“Es por esto que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo. Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10, NTV).



Recientemente, tuve la oportunidad de entrevistar al psicólogo, escritor y presentador de radio Daniel Gottlieb. Dan se dedica a ayudar a las personas a superar eventos traumáticos, utilizando tanto su experiencia personal como profesional. En 1979, Dan sufrió un accidente de tránsito que lo dejó cuadripléjico. Esta experiencia, inicialmente traumática, lo llevó a cambiar completamente su modo de ver la vida. “Cuando me rompí el cuello, mi alma comenzó a respirar”, dijo él durante la entrevista.



Al relatar su accidente, Dan comentó: “Pasé la mayor parte de mi juventud temeroso de que si la gente descubría quién era realmente, huiría y me rechazaría. Pero tuve suerte, porque no tuve opción. Mi máscara y mi caparazón se estrellaron en pedazos y no tuve que quitármelas”. Con el tiempo, Dan descubrió que el terrible accidente que lo dejó parapléjico también le dio un extraño regalo: vulnerabilidad.



En la carta a los corintios, Pablo escribe que él también se “deleita en sus debilidades”. ¿Por qué? Porque la vulnerabilidad le da la bienvenida a la gracia. “Cuando nos sentimos fuertes, no somos propensos a depender de la gracia y fortaleza de Dios”, escribe Marshall Segal en su artículo “His Delight Is Not in Your Strength”. “Pero cuando sentimos nuestra debilidad, experimentamos más plenamente la realidad (y nuestra tremenda y continua necesidad de él ). La agudeza de nuestras espinas revela las profundidades de su gracia y misericordia”. La razón para deleitarnos en nuestras debilidades es que nos impulsan a adentrarnos en la insondable gracia de Dios. Sin ellas, nos mantendríamos en la orilla, tratando de controlarlo todo.



Dios te invita a reconocer tu vulnerabilidad y a recibir su fortaleza. Dios se deleita, no en tu independencia y autosuficiencia, sino en tu conexión y completa dependencia de él.



Señor, aunque soy frágil como una vasija de barro, tú colocaste una luz, un gran tesoro en mi corazón. Tu luz en mi fragilidad, brillando a través de las rajaduras, le demuestra al mundo tu excelente poder e infinita gracia.




16 de marzo

Fracasos colosales








“Pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos” (Luc. 22:32, NTV).



Mi amigo Dennis me prestó un libro:

The Book of Heroic Failures

 . Es, básicamente, un compendio humorístico de los fracasos más colosales y los planes más torpes jamás ideados por el hombre. El libro incluye la historia del peor robo del mundo (en el que el ladrón perdió cerca de cinco libras esterlinas intentado robar a una cajera de un supermercado); la historia del peor inventor del mundo (Arthur Pedric, quien patentó 162 invenciones, pero ninguna exitosa); y la historia del peor torero del mundo (“El Gallo”, quien salía despavorido en cuanto veía al toro). El autor, Stephen Pile, escribió este libro porque cree que el éxito está sobrevalorado y que relatar los fracasos es tan importante como contar las victorias.



Los autores de la Biblia parecen haber tenido la misma perspectiva. Una y otra vez se niegan a “retocar digitalmente” la imagen de los personajes bíblicos para borrarles sus defectos y fracasos. Así es como sabemos que Moisés fue un gran líder, pero también un asesino; Elías un gran profeta, pero también sufrió ansiedad y depresión; Juan Marcos, un excelente evangelista, pero también abandonó a Pablo y a Bernabé en pleno viaje misionero. Que los hombres y las mujeres de la Biblia no sean como las imágenes de los vitrales de las iglesias, sino de carne y hueso, me llena de esperanza. Si Dios puede usarlos a ellos y redimir sus errores, también puede usarme a mí y redimir los míos.



Dios no censura nuestro pasado. Él no toma la historia de nuestra vida y con un marcador negro tacha todas las partes vergonzosas. Más bien, incorporando todos los capítulos, aun los más tristes, Dios reescribe nuestra historia. No niega nuestro pasado, sino que lo redime, perdonándonos y dándonos la oportunidad de escribir juntos un final diferente. Cuando Jesús escogió a Pedro como su discípulo, él ya sabía que en su momento de mayor necesidad Pedro negaría conocerlo (Juan 18:17). Sin embargo, ¡lo escogió de todos modos! Durante la Última Cena, Jesús le dijo a Pedro que, si después de negarlo se arrepentía, él lo usaría para fortalecer a sus hermanos (Luc. 22:32). Así como la historia de Pedro, la tuya y la mía no tienen por qué terminar con un fracaso. Dios se especializa en transformar errores y reescribir historias.



Señor, te agradezco porque tu poder para redimir se extiende a todos y cada uno de mis errores. Hoy no escondo mis fracasos, sino que te los entrego. ¡Transfórmalos para tu gloria!




17 de marzo

Recuperar el bronce








“Así que Eleazar, el sacerdote, recuperó los doscientos cincuenta incensarios d