Correspondencia 1928-1940

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29. BENJAMIN A WIESENGRUND-ADORNO
MÓNACO-CONDAMINE, [COMIENZOS DE ABRIL DE 1935]277

Querido Sr. Wiesengrund:

Me hubiera gustado responder mucho antes su última carta.278 Pero ahora esto le llegará –así espero– en sus vacaciones alemanas. Por lo demás, mi mutismo tuvo sus buenas razones: mi ánimo, al pensar en una carta, era como el del capitán de un velero que sin una gota de viento tuviera que abocarse a su cuaderno de bitácora. ¿Qué habría de apuntar?

Los trabajos a los que me dedico actualmente279 tienen el valor de rareza que pueden tener las instantáneas que se hacen a un luchador en posiciones pintorescas. Uno de los trabajos quizás se lo haya mostrado Felizitas; el otro está en proceso de escritura. Ninguno de los dos amerita un comentario. Y lo que en otro plano sería igual de apremiante que esta autoafirmación en el plano en cuestión es algo que en este momento no tengo fuerzas de afrontar.

Pienso ante todo en la recomposición del vínculo con Ernst B.280 Es cierto que esta necesidad a mis ojos pierde algo de su peso por la noticia de que se casó con Karola.281 No hay duda de que su relación con ella no es nada nuevo, pero la posición que a partir de ahora podría asumir la muchacha oficialmente ya no me dejaría demasiado margen para pensar algo bueno para el futuro de nuestra amistad, tampoco bajo auspicios más favorables. Y no es que yo pudiera alegar algo concreto. No. Es una cuestión de ambiente: así como hay mujeres que saben darle a la amistad en la vida de su marido su contenido más pleno –y esto vale más que para nadie para Else von Stritzky282–, hay otras con las que se atrofia fácilmente. Linda283 ya estaba en ese camino y Karola parece formar parte de estas últimas por completo.

Desde luego que me da infinita pena –no solo por este asunto– que nuestro encuentro no se haya podido concretar. ¿Cuándo volveremos a tener la esperanza de que esto suceda? Incluso en el caso de que su camino de regreso lo traiga a París, es altamente improbable que me encuentre allí. Las condiciones de vida se han vuelto demasiado precarias como para que yo pudiera entregarme a la suerte y emprender el viaje. Y por lo visto, cada vez se hace más y más difícil asentarse allí. El último cuadro de situación proviene de una carta de Siegfried284 y pinta la vida en la ciudad en tonos de negro y gris. Los cambios profundos que sufrió, sin embargo, se vuelven mucho más tangibles a observadores armados y dotados y recientemente encontré en una revista francesa la carta de un inglés285 –sin duda también un intelectual– que explica por qué evita París. Su descripción se aviene a mis experiencias.

Desde luego, esto no cambia nada el hecho de que la Bibliothèque Nationale sería mi lugar de trabajo más ansiado. Y también el texto sobre Fuchs286 que el Instituto me está reclamando con tanta urgencia en el fondo solo puede realizarse ahí. Pero bueno, es un lugar al que hay que llevar todo uno mismo, por cuenta propia, y solo muy à la longue puede esperarse que alguien repare en uno.

Sin duda, usted fue de lo más sensato al establecerse en su nuevo entorno con la vista puesta en horizontes lejanos, los únicos que quizás alguna vez vuelvan a estar libres de niebla. Cómo me hubiera gustado escuchar algo más preciso acerca de su texto sobre Husserl. Me ha interesado sobremanera lo que insinúa respecto de lo carente de expresión. Y su mención del mito de las gorgonas me parece especialmente significativo. Por qué no intenta echar un vistazo en Frankfurt al tratado arqueológico sobre el mito de las gorgonasque –si no me equivoco– hizo publicar en los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado un tal Von Levezow.287

¿Será posible que me escriba alguna línea desde Frankfurt? ¿Cuándo volverá a estar en Oxford? De Else H. recibí hace muchas semanas una carta amable. Cuando le contesté, a mi alrededor todo parecía aún más luminoso: yo creía tener refugio en San Remo hasta Pascua y poder terminar mi estadía allí con nuestro encuentro. Ahora no quiero dirigirme a ella antes de Pascua; y menos desde aquí.

Ojalá en Frankfurt tengan algo de primavera. Y seguramente algo más que aquí, donde las cuarenta o cincuenta últimas fortunas gigantes del planeta se presentan unas a otras con yates y Rolls-Royce, envueltas en nubarrones preñados de lluvia, que es lo único que comparto con ellas.

Con todo el afecto hacia usted y Felizitas


Mónaco-Condamine Suyo
Hotel de Marseille WB

30. BENJAMIN A WIESENGRUND-ADORNO
PARÍS, 1/5/1935

Querido Sr. Wiesengrund:

Me ha dado mucha alegría escuchar la confirmación de Felizitas de que la ha pasado bien en Königstein288 y que, tal como también ya se desprende de su postal,289 aborda su trabajo con mucha fuerza y confianza.

Entretanto, y desde hace poco, estoy en París y me propongo, por primera vez en años, encarar los “Pasajes”290 no meramente por la vía de los estudios sino sobre la base de un plan general. Por supuesto que antes de que pueda establecerse tal plan, habrá aún muchísimo por delante. Pero con un establecimiento de ese tipo, en este caso especial y considerando la documentación amplia que tengo a disposición, estaría realizada una parte considerable del trabajo.

No son solo estas circunstancias, pero también estas, las que siempre me vuelven a sugerir que tenga esperanzas de que se concrete nuestro encuentro este año. A esto se suma el hecho de que es bastante improbable que este año vaya a Dinamarca. ¿Ya tiene algo organizado para sus vacaciones de verano? ¿Ve acaso alguna posibilidad de que nos encontremos en Francia en ese momento?

Me daría una gran alegría volver a verlo. La posibilidad de un encuentro con Bloch, en cambio, que podría realizarse eventualmente aquí, me resulta prácticamente una carga. Después de que hace dos meses me reclamara mi toma de postura por escrito acerca de su libro,291 en la actitud del maestro que exige al alumno la presentación de sus tareas domiciliarias, he renunciado al intento, que de todos modos me resultaba una tortura, de manifestarme por carta acerca de “Herencia de esta época”.

Entretanto ha llegado a mis oídos algo que no solo confirma mis temores privados sino también la impresión de muchas páginas de su libro: que ha escrito para la “generación joven”, encarnada por ejemplo en Alfred Kantorowicz,292 porque quiere señalarle el camino a la juventud. (Un camino literario que a él, a su vez, probablemente se lo haya señalado Karola).

Después de mi llegada aquí, me dirigí por escrito por medio de la dirección parisina –38 Quai d’Auteuil c/o Alfons Herzberger– a Else Herzberger sin haber obtenido respuesta hasta el momento. Supongo que no estará aquí. Por otro lado, desde luego que me interesaría mucho entrar en contacto personal con ella. ¿Podrá hacer algo usted para encauzarlo? Y, por su parte, tal vez averiguar si va a estar aquí y, en ese caso, ¿cuándo? Me estaría haciendo un favor enorme.

Un libro que estuve rastreando hace años cayó en mis manos en estos días y cumplió con todas las expectativas que había depositado en él. A riesgo de que usted lo conozca, no puedo resistir el gusto de incluir aquí tres máximas tomadas casi al azar en traducción propia.

XL

Atribuir las ideas que uno juzga importantes a los diez dedos y cada una de sus falanges.

XLI

Lo que uno más ha de tener presente debe asociarse a las cosas o las personas que ama, pero por sobre todo, a aquellas que odia.

XLII

Si uno se propone ocuparse de asuntos o entrar en tratativas con personas, hay que asignar las ideas que son importantes para uno a una serie de cosas que justo saltan a la vista de uno en el camino.

Hérault de Séchelles:293: Théorie de l’ambition. Un precursor no solo de Stendhal, sino del materialismo antropológico de Georg Büchner.

Křenek294 me envió su Carlos V y el ensayo sobre la representación de la historia. En estos días, se lo agradeceré.

¡Ojalá pronto tenga noticias suyas!

Los saludos más afectuosos


1º de mayo de 1935 de su
París XIV Walter Benjamin
28 place Denfert-Rochereau
Hotel Floridor

31. WIESENGRUND-ADORNO A BENJAMIN
OXFORD, 20/5/1935

Oxford, 20 de mayo de 1935

Merton College.

Querido Sr. Benjamin:

Muchísimas gracias por sus dos cartas.295 La respuesta de la primera se demoró de modo indebido porque tuve que pasar unos días en Londres, por lo cual me atrasé con la cantidad de trabajos pendientes y me vi obligado a ponerme al día; con más razón me apresuro a responderle la segunda carta.

 

En efecto, la elaboración del esquema es lo más importante y lo más grato que podría haber escuchado de usted y no hace falta que le diga cuánto desearía ver ese esquema, si hay una copia escrita a máquina; me resulta obvio que usted no quiera desprenderse del original y confiárselo al siempre cuestionable canal. Sin embargo, no es solo mi interés teórico –que en este trabajo más que en cualquier otro ha de entenderse como una solidaridad total– lo que me motiva a pedirle ese exposé, sino algunas consideraciones prácticas.

En Londres estuve mucho con Pollock296 y es obvio que gran parte de nuestra discusión estuvo dedicada a las cosas de usted. Pollock me confirmó explícitamente que el Instituto seguirá manteniéndolo en lo material, a pesar de todas las restricciones (las últimas de las cuales llevaron a la supresión de la filial de Londres); si bien no pude lograr que fijara una cantidad determinada. Más allá de todo optimismo, me inclino a considerar muy positiva esta confirmación y no solo porque sepa cuánto lo estima Horkheimer, sino también al tomar en cuenta mi propia relación con el Instituto. Como usted sabe, a pesar de la colaboración estrecha como pocas297 que he mantenido durante muchos años con el Instituto, prácticamente este no ha hecho nada por mí. Me parece que llegó el momento en el que esto empieza a preocupar en serio a Horkheimer y a Pollock y el interés principal de este último es la reparación del pasado. Hemos acordado para el próximo año que siga viviendo en Oxford y termine mi trabajo; cómo se han de disponer las cosas à la longue no está aún definido. Por lo tanto, en lo que hace al Instituto sigo gozando de la situación nada desfavorable de un hombre que pertenece a él, sin exigir nada para sí mismo. El único punto en el que no dejé de insistir fue en la solidaridad del Instituto para con usted y rebus sic stantibus me parece impensable que no cumplan con esta obligación.

Pollock sostuvo la opinión de que, al fin y al cabo, el Instituto podría esperar que usted retribuya con sus contribuciones y de ningún modo pude contradecirlo, ya que sé cuán desesperanzadoramente pequeño es el número de aquellos con cuya fuerza productiva puede contar el Instituto. Me habló de tres proyectos: de un ensayo sobre Fuchs, de uno sobre la política cultural socialdemócrata de preguerra,298 y por último, para mi gran asombro, del proyecto de los Pasajes.

Ante esto asumí el punto de vista –espero que con su acuerdo– de que sería sin duda aconsejable motivarlo a escribir esos dos extensos ensayos, tanto por el extraordinario beneficio que seguramente significarían para la Revista, como, sinceramente, con la esperanza de que estos trabajos estén tan avanzados que su escritura como ocupación secundaria –es decir, paralela a la de los Pasajes– quizás no le dé demasiado trabajo.

A mí no me resulta tan sencillo abordar la cuestión con los Pasajes y eso se debe sobre todo a que no conocía el exposé, mientras que es evidente que usted sí le dio algunas indicaciones a Pollock. Lo que él pudo transmitirme tenía el caché de un trabajo histórico-sociológico al que le agregó el hermoso lema “Paris, capitale du XIXième siècle”. Ahora bien, tengo la certeza de que el Instituto e incluso una revista en la que la intervención de Löwenthal299 es decisiva difícilmente puedan adaptar otra cosa que no sea un trabajo histórico-sociológico de esta índole. Espero que usted no tome a mal que yo prefiera considerar la obra de los Pasajes, dicho francamente, no como una investigación histórico-sociológica, sino como una prima philosophia según el sentido peculiar que usted le da. No hace falta, por cierto, que discutamos acerca de la importancia decisiva del material y nadie sabría mejor que yo hasta qué punto la interpretación solo ha de buscarse en el material. Pero nadie quisiera renunciar a la interpretación y a la articulación conceptual completa menos que yo y creo tener una idea suficiente de su proyecto como para estar seguro de que esa es su propia intención. Y usted mismo ha fundamentado, justamente tomando en cuenta la interpretación definitiva de los Pasajes, ciertos trabajos materiales no interpretados como, por ejemplo, el ensayo sobre el surrealismo300 y el referido a la fotografía,301 publicados en Literarische Welt. La protohistoria del siglo XIX; la tesis de lo siempre igual, de lo más nuevo como lo más antiguo, el jugador, la felpa, todo esto pertenece al ámbito de la teoría filosófica. Sin embargo, para mí está fuera de toda duda que esta última puede encontrar su dialéctica solo en la polaridad de las categorías sociales y teológicas y que por eso y por el proceso interpretativo está, por principio, sustraída del a priori de un trabajo del Instituto, tal como lo estuvo mi Kierkegaard, no, a la milésima potencia.

Sé muy bien que existe la posibilidad de que usted me replique que hoy su deseo es prescindir de la interpretación; que incluso el material montado hablaría por sí; que, sin embargo, no se podría prescindir del Instituto y que, por lo tanto, los modos de proceder tendrían que adecuarse a él. No sería capaz de compartir una argumentación de esta índole, aun sin desconocer la necesidad que se expresa en ella. Permítame hablar con toda franqueza y con el derecho de una amistad que por lo menos en este caso particular cree poder reclamar el derecho de una absoluta franqueza. Considero la obra de los Pasajes no solo el centro de su filosofía, sino la palabra decisiva que hoy puede ser pronunciada filosóficamente; la considero una chef d’œuvre sin par y tan decisiva en todo sentido –también en el privado, también en el del éxito– que cualquier disminución en la pretensión interna de este trabajo y, por lo tanto, cualquier renuncia a sus categorías genuinas me parece una catástrofe y sencillamente incorregible. Tendría la impresión de que sea como fuere que usted organizara su vida, ninguna organización imaginable debería apoderarse del derecho sobre este trabajo. Así como consideraría una verdadera desgracia que Brecht ganara influencia en este trabajo (sin que eso signifique tener un prejuicio en contra de Brecht, pero aquí, precisamente aquí, es donde hay que detenerse), así también me parecería una desgracia que en este punto se le hicieran concesiones al Instituto, y que el trabajo sea aceptado por el Instituto tal como ha sido concebido me parece algo tan improbable como feliz estaría si así fuese.

Pero justamente sin conocer el exposé nada pude decir al respecto. Si bien ante Pollock no dejé lugar a dudas acerca de cuál es mi opinión sobre la obra de los Pasajes, prioricé otras cosas como trabajo para el Instituto. Para mí sería ahora sumamente importante conocer su toma de postura –y el estado de las negociaciones con el Instituto– y naturalmente si fuese posible, hablar teniendo como base el exposé; sobre todo, debido a que pronto volveré a ver a Pollock. Ahora bien, si, más allá de cualquier propósito práctico, mi palabra tuviese algún valor para usted, entonces quisiera pedirle encarecidamente que escriba los Pasajes fiel a su propia protohistoria. Mi convicción más profunda es que incluso y precisamente desde un punto de vista marxista la obra sacará su mayor provecho; el hecho de que para nosotros (discúlpeme que aquí me incluya a mí mismo) el acceso a los asuntos sociales radique más en la consecuencia de nuestras propias categorías que en la introducción de categorías dadas; mientras que en nuestras configuraciones –las auténticas– los conceptos marxistas se encuentran, con demasiada frecuencia, bajo una forma excesivamente abstracta y aislada, operan como dei ex machina y se convierten en algo estético en mal sentido. Así, en todo caso, es como lo experimenté en mí mismo y estoy muy inclinado a pensar que somos tanto más reales cuanto más fundamental y consecuentemente permanecemos fieles a los orígenes estéticos, y así nos volvemos estéticos solo cuando renegamos de ellos. No hace falta mencionar que lo que expreso no ha de servir a la salvación de elementos caducos; yo mismo creo que la liquidación del arte puede emprenderse de un modo adecuado solo intraestéticamente. Sé que puedo estar seguro de que usted no tendrá sospechas de reaccionarismo, y el impacto que genera concluir la obra de los Pasajes es para mí, igual que para el surrealista, más revolucionario que la mera indagación del ámbito no esclarecido de lo social en el urbanismo.

Desde luego le escribiré a Else Herzberger, aunque su carta no me produce demasiada alegría. Si ella quiere hacerse ilusiones sobre usted similares a las que se hace sobre mí, entonces se sentirá mejor que usted. Let us try and see.

Sigo trabajando tranquila y regularmente. Ahora tengo mi atención puesta en el punto decisivo, en el análisis crítico de la intuición categorial, el cual se me desarticuló por completo. Espero poder emprender la escritura del texto definitivo a más tardar en septiembre. Considerando el carácter del trabajo preliminar, será una tarea esencialmente de revisión. Muchísimas gracias por la referencia al libro de Levezow, lo conseguiré en la Bodleian, una de las bibliotecas más hermosas que conozco.

¿Conoce a Max Ernst? Yo no lo vi nunca; pero me resultaría muy fácil gestionar que se conozcan, sería a través de Lotte Lenya,302 quien tiene una estrecha amistad con él. Y podría imaginarme que en el actual estadio de los Pasajes un encuentro con el surrealista que me parece ser el que más aportó vendría bastante à propos. Dicho sea de paso, a Max Ernst le va desesperadamente mal. Estuve mucho con Lenya; entre otras cosas me contó algunas lindas sobre Carola y Lily,303 las esposas de nuestros amigos. Trabajé un poco con ella, con gran provecho. De Weill conozco la música de María Galante,304 pero más allá de un fragmento lindo y otro curioso, no hay esperanza de que esta pueda ser diferenciada del music hall bien logrado. Quizás la opereta inglesa305 sea mejor. Pero el autor húngaro del texto nos hace esperar lo peor.

Me encontré varias veces con Schoen; probablemente me visitará el domingo junto con Hansi. Su situación sigue siendo desesperante, pero no mala. De la época de Murger le quedó la gran genialidad de vivir pidiendo prestado, la que trasladó a la época fascista y esta parece mostrarse agradecida por ello. Siento cierto alivio en lo que a él respecta, debido a que por primera vez pude lograr algo práctico para él. También Hansi parece haber aflojado el boicot de los judíos que recaía sobre mí.

Bloch se quejó306 de no haber escuchado nada de usted sobre la Herencia; ahora bien, debido a que en la misma carta habla de su orgullo desmedido que de ningún modo es mítico pero que, dado el caso, podría “hacer que se amorataran las narices”, puedo entender que no quiera someterse a tales ejercicios físicos como yo tampoco lo haré por segunda vez. Por ahora yo también sigo debiéndole la respuesta. En cuanto a Gretel, estuvo durante ocho días muy enferma; ahora parece estar algo recuperada. Nuestra separación no puede sostenerse por mucho tiempo.

Los planes para el verano todavía no están claros, teniendo en cuenta que no se sabe si podré volver a Alemania o si no tengo que regresar rápidamente. No obstante, propongámonos ya ahora la idea de un meeting. ¿Qué le parece en septiembre en San Remo?

Siempre muy cordialmente, suyo

Teddie Wiesengrund