Jesucristo. Los evangelios

Text
Aus der Reihe: Revoluciones
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

(Mateo 9) Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. 2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados». 3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: «Éste blasfema». 4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5 Porque, ¿qué es más fácil, decir “Los pecados te son perdonados”, o decir “Levántate y anda”? 6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados», dice entonces al paralítico, «Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa». 7 Entonces él se levantó y se fue a su casa. 8 Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres. 9 Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: «Sígueme». Y se levantó y le siguió. 10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: «¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?». 12 Al oír esto Jesús, les dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id, pues, y aprended lo que significa “Misericordia quiero, y no sacrificio”[15]. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento». 14 Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?». 15 Jesús les dijo: «¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán los días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. 16 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. 17 Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente». 18 Mientras él les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él, diciendo: «Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá». 19 Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. 20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21 porque decía dentro de sí: «Si tocare solamente su manto, seré salva»[16]. 22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: «Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado». Y la mujer fue salva desde aquella hora. 23 Al entrar Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto, 24 les dijo: «Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme». Y se burlaban de él. 25 Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. 26 Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra. 27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: «¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!». 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacer esto?». Ellos dijeron: «Sí, Señor». 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Conforme a vuestra fe os sea hecho». 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: «Mirad que nadie lo sepa». 31 Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra. 32 Y al salir ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado. 33 Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: «Nunca se ha visto cosa semejante en Israel». 34 Pero los fariseos decían: «Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios». 35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: «A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies».

(Mateo 10) Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; 3 Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, 4 Simón el Cananista, y Judas Iscariote, quien también le entregó. 5 A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: «Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, 6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Y yendo, predicad, diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”. 8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. 9 No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; 10 ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento. 11 Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, inquirid quién en ella sea digno, y quedaos allí hasta que salgáis. 12 Y al entrar en una casa, saludadla. 13 Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. 14 Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. 15 De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad»[17]. 16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, sabios como serpientes, y sencillos como palomas. 17 Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; 18 y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles. 19 Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. 20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. 21 El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. 22 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. 23 Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo de Hombre. 24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. 25 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa? 26 Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. 27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. 29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. 30 Pues aun vuestros cabellos están todos contados. 31 Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. 32 A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. 33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. 34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. 35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí[18]; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. 40 El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. 41 El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. 42 Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.

(Mateo 11) Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. 2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3 para preguntarle: «¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?». 4 Respondiendo Jesús, les dijo: «Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. 5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; 6 y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí». 7 Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. 9 Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10 Porque éste es de quien está escrito: “He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti”. 11 De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. 15 El que tiene oídos para oír, oiga. 16 Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, 17 diciendo: “Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis”. 18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Demonio tiene”.19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: “He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores”. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos». 20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: 21 «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. 22 Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón que para vosotras. 23 Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. 24 Por tanto os digo, que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti». 25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26 Sí, Padre, porque así te agradó. 27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga».

 

(Mateo 12) En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un sábado; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer[19]. 2 Viéndolo los fariseos, le dijeron: «He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el sábado». 3 Pero él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; 4 cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? 5 ¿O no habéis leído en la ley, cómo los sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado, y son sin culpa? 6 Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. 7 Y si supieseis qué significa “Misericordia quiero, y no sacrificio”, no condenaríais a los inocentes[20]; 8 porque el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado». 9 Y partiendo de allí, vino a la sinagoga de ellos. 10 Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: «¿Es lícito sanar en el sábado?». 11 Él les dijo: «¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en sábado, no le eche mano, y la levante? 12 Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo». 13 Entonces dijo a aquel hombre: «Extiende tu mano». Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. 14 Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle. 15 Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos, 16 y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen; 17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dijo: 18 «He aquí mi siervo, a quien he escogido; mi amado, en quien se agrada mi alma; pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio. 19 No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz. 20 La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. 21 Y en su nombre esperarán los gentiles». 22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. 23 Y toda la gente estaba atónita, y decía: «¿Será éste aquel Hijo de David?». 24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: «Éste no echa fuera los demonios sino por Belcebú, príncipe de los demonios». 25 Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. 26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? 27 Y si yo echo fuera los demonios por Belcebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. 29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. 30 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. 31 Por tanto os digo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada”. 32 A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero. 33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. 34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado». 38 Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: «Maestro, deseamos ver de ti señal». 39 Él respondió y les dijo: «La generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. 40 Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. 41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí, uno mayor que Jonás en este lugar. 42 La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí, uno mayor que Salomón en este lugar. 43 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. 44 Entonces dice: “Volveré a mi casa de donde salí”; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. 45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación». 46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47 Y le dijo uno: «He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar». 48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: «¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?». 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre»[21].

(Mateo 13) Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. 2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. 3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: «He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9 El que tiene oídos para oír, oiga». 10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: «¿Por qué les hablas por parábolas?». 11 Él, respondiendo, les dijo: «Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis”. 15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane. 16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. 18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino. 20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno». 24 Les refirió otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?”. 28 Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto”. Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?”. 29 Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: ‘Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero’”». 31 Otra parábola les refirió, diciendo: «El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; 32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas». 33 Otra parábola les dijo: «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado». 34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba; 35 para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:«Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo». 36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». 37 Respondiendo él, les dijo: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. 41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. 44 Además, el reino de los cielos[22] es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. 45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, 46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. 47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; 48 y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. 49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 51 ¿Habéis entendido todas estas cosas?». Ellos respondieron: «Sí, Señor». 52 Él les dijo: «Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas». 53 Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí. 54 Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: «¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?». 57 Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa». 58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

 

(Mateo 14) En aquel tiempo, Herodes el Tetrarca oyó la fama de Jesús, 2 y dijo a sus criados: «Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes». 3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; 4 porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». 5 Y Herodes quería matarle, pero temía al pueblo; porque tenían a Juan por profeta. 6 Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, 7 por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese. 8 Ella, instruida primero por su madre, dijo: «Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista». 9 Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen, 10 y ordenó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre. 12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús. 13 Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. 14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. 15 Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: «El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud para que vayan por las aldeas y compren de comer». 16 Jesús les dijo: «No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer». 17 Y ellos dijeron: «No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces». 18 Él les dijo: «Traédmelos acá». 19 Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. 20 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. 21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 22 Enseguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: «¡Un fantasma!». Y dieron voces de miedo. 27 Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: «¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!». 28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas». 29 Y él dijo: «Ven». Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: «¡Señor, sálvame!». 31 Al momento, Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?». 32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios». 34 Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret. 35 Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; 36 y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.

(Mateo 15) Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: 2 «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan». 3 Respondiendo él, les dijo: «¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? 4 Porque Dios mandó diciendo: “Honra a tu padre y a tu madre”; y: “El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente”. 5 Pero vosotros decís que cualquiera que diga a su padre o a su madre: “Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte”, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. 6 Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. 7 ¡Hipócritas!, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 8 “Este pueblo se acerca a mí con su boca, y de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. 9 Pero en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”». 10 Y llamando a sí a la multitud, les dijo: «Oíd, y entended: 11 No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre». 12 Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?». 13 Pero respondiendo él, dijo: «Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. 14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo». 15 Respondiendo Pedro, le dijo: «Explícanos esta parábola». 16 Jesús dijo: «¿También vosotros sois aún sin entendimiento? 17 ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? 18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. 20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre». 21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio». 23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: «Despídela, pues da voces tras nosotros». 24 Él respondiendo, dijo: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». 25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: «¡Señor, socórreme!». 26 Respondiendo él, dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos». 27 Y ella dijo: «Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». 28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: «Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres». Y su hija fue sanada desde aquella hora. 29 Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. 30 Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; 31 de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel. 32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: «Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino». 33 Entonces sus discípulos le dijeron: «¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?». 34 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?». Y ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». 35 Y mandó a la multitud que se recostase en tierra. 36 Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud. 37 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. 38 Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 39 Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?