El exilio del verso

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El exilio del verso
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© del texto: Sonia Domingo A

© diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

© corrección del texto: Equipo Mirahadas

© de esta edición:

Editorial Mirahadas, 2020

Fernández de Ribera 32, 2ºD

41005 - Sevilla

Tlfns: 912.665.684

info@mirahadas.com

www.mirahadas.com

Primera edición: diciembre, 2020

ISBN: 978-84-18499-82-1

Producción del ePub: booqlab

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»


Cuando me ofrezcas la ilusión de abrazarme,

ten presente no decepcionarme,

con mentiras ni medias verdades

Índice

Raíz del tiempo

Mentes sistemáticas

Yaceré al encuentro

Tiempo

Ojeroso

Los cubos de la vergüenza

Ardiendo en sal

Incierto

Transgénero lgtb+q

Custodio de amor

Tu escondite

Éxtasis

Cincuenta lunas

Consumida

Torpezas del deseo

Instante

Cuarenta de diez

Atrozmente

Hablé con dios (mi carta reflexiva)

Ahora somos exilio propio (reflexión) las miserias ocultas del confinamiento de marzo 2020

El vacío

Sudoración

Arrugas

Opuesto latido

En el terror del desconcierto

Manías

Furtiva

Ruptura

Piensa

Plegaria

Ámame sin mimo

Dentro del 2020 virtud, pandemia o humanidad Mi reflexión

Ególatra

Enlazadas sin fin

Amor cerrado

Olvidos alzhéimer

Océano muerto

Decadencia

Sí quiero

Espacio

Amarte en la fragancia

Mal nacer

La cultura

La contaminación del amor

Solo nos queda soñar

Raíz del tiempo

Justo esa raíz llamada tiempo,

el escenario donde el acierto desespera,

los conjuros se preparan,

hierven las velas en deseos,

rituales y ungüentos justo en el precioso momento

llega el blanco sonoro con tupido velo,

a tu atención le faltan mis plegarias,

a la banalidad, la causa,

a los desconciertos, los lloros de quien no tiene alma.

Porque la justificación pierde la batalla,

cuando al amor le regalan mentiras,

porque el descuento se inicia

mucho antes de decir un verdadero «te quiero».

Esa vela ardiendo en deseo esconde los vértigos,

tu cuerpo viciado ya no consume mis besos

la nada se ha vuelto la triste cuna del regalo caprichoso

al verte de la mano,

regalando perfumes en credos

a quien sujeta con fuerte los dedos,

que por alianza llevan nuestro amor eterno.

Mentes sistemáticas

No conozco mayor abrigo,

no encuentro las emociones que prometen en esos artículos,

que cada día intentan venderme.

No revelo mis ideas, ni promuevo conjeturas vanas,

pues a nadie creo le importa.

Intentan vender que la ocasión,

suele ser la revelación de los incautos,

dicen que no hay mayor enemigo que enamorarte de lo

prohibido,

no mayor verdugo, que opinar desconocidamente,

en lo que realmente desechan hacer de nosotros,

pequeñas mentes pensantes unidas al hilo del tiempo.

Nos visionan como marionetas sujetas,

nos arrollan de anuncios vacíos,

nos desvelan que hay que tener mentalidad propia,

que eso ya está perdido,

nos inquieta cualquier cosa que desconocemos de una Tablet,

pasamos horas divagando el uso de los sistemas,

y no nos damos cuenta de que nuestra mente se agota,

que si no la hacemos volver a pensar se marchita, se muere,

se agobia, queda rota,

y esto solo le interesa a los que, vacíos en poder,

nuestras vidas sujetan.

Yaceré al encuentro

La paradoja de los enigmas,

aterradora mente confusa e incomprendida,

se haya dentro del flequillo desolado.

Callada la desilusión

de un te amo en los labios,

paradoja del desacertado

que nunca sujetó los pensamientos,

retorciendo encuentros,

exánime en la piel

de incongruencias caricias.

Oh, mi confuso pensamiento,

nació para ser escuchado

en la nana de la piel,

en la nana que no atiende a razones

de viajes errantes,

del amor perturbado,

que desordena fragancias,

que hierve mentiras.

Un romance cobarde,

oh, mi amor yaciente,

irresoluta muerdes la muerte.

Tiempo

En el apartado del tiempo

donde vencen los silencios

se agudizan las mentiras,

se derrota la vida en aquel legado.

Alejado de tus besos, de la sombra del que soy,

del que acecha la ventana,

del que penando duerme,

el necesitar verte.

Ojeroso

Latido inquieto,

separado del cuerpo,

desaloja las manías de cerca encontrarte.

Yo, alejando mi desprecio,

de cordura espesa, acierto.

Veo lo lejos que quedó

la viejera del que ensombreció,

latido ojeroso

que mis manos hacen mecer.

Ya no siento el sueño entre espacio,

ya no me desorienta tu risa,

ya no hay nada que perder,

ya que la hora se acerca,

 

solo deseo permanecer,

cerca de tu recuerdo,

permanezco sujeto.

Los cubos de la vergüenza

En ese burdo equilibrio del pensamiento que no sostiene ideas,

que hace derramar recuerdos que solo enojan de dolor.

En esos momentos que parece sostener tu miedo.

el tiempo que nadie parece ver,

que todos borran, callan, omiten y balancean

sus esperanzas en sus afables casas.

No cuenta tu vida inmersa en la profundidad de la nada,

no cuenta que hoy mismo serás vejada,

que serás comprada, que las sogas atarán tus manos,

ya no hay preocupación de vivir en moradas,

preferible soportar el dolor de quienes perturba el alma.

Tú, sí, tú,

que hablas de mí como si conocieras mi causa,

mi razón, mi hundimiento, mi palabra.

Hablas como si despojase mis pecados

solo por ser diferente,

por no creer en tus credos de palabras dolientes,

de religiones inciertas.

Soy pecadora porque nací al revés de tu idea,

soy libre porque pertenezco a quien me ama y desea.

Una mujer que, al igual que yo, nació del revés,

pero con la misma fuerza de perdernos amándonos una y otra vez.

Tú que señalas sin ver mi capacidad de errar,

que has vendido mi alma, que empobreces mi mirada

cada vez que la pegas o matas.

Tú, que perviertes al sistema creyéndote diferente,

me señalas porque soy realmente quien te planta cara.

Nací libre, crecí sola, amputé mis ideas,

pero protejo mi apellido junto a los que, al igual que yo,

pertenecen a las siglas de la justicia y razón,

defensores de los derechos del respeto y de la vergüenza

de no llenar más calderos ni cubos de mierda.

Con una soga en mis manos

rodeasteis mis días,

me obligasteis a ingerir de putrefacta ira.

Con una soga rodeabas mis manías, violabas mi cuerpo,

temblaba al mirar que venía otro a por las sobras que dejabas.

Hoy, desde mi noble no saber,

contribuyo a que a nadie más le vuelva a suceder.