Eso no puede pasar aquí

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Aus der Reihe: A. Machado #26
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El padre Perefixe replicó de manera cortante: “Y yo he votado a los demócratas desde que llegué de Canadá y me nacionalicé, pero esta vez voy a votar a los republicanos. ¿Y vosotros, chicos?”

Rotenstern no abrió la boca. No le gustaban las referencias a los judíos que hacía Windrip. Los que conocía mejor... ¡No! ¡Eran estadounidenses! Lincoln también era su dios tribal, se juró a sí mismo.

“¿Yo? Votaré a Walt Trowbridge, por supuesto”, gruñó Buck.

“Yo también”, dijo Doremus. “¡No! ¡Tampoco pienso votarle! Trowbridge no tiene nada que hacer. Creo que me daré el lujo de ser independiente por una vez y votaré al partido de la Ley Seca, a la lista para el Fomento del Salvado y las Espinacas de Battle Creek (Michigan) ¡o a cualquier otra cosa que tenga sentido!”

Habían pasado las siete de la mañana cuando Doremus volvió a casa y, sorprendentemente, Shad Ledue, que debía llegar a trabajar a las siete, estaba trabajando a las siete. Normalmente nunca salía de su casucha de soltero en la parte baja del pueblo hasta las ocho menos diez, pero esta mañana estaba allí trabajando, cortando astillas. (¡Ah, ya!, pensó Doremus, quizá esa fuera la razón. Si cortaba astillas temprano, despertaría a todo el mundo en la casa.)

Shad era alto y grandote; su camisa estaba manchada de sudor y, como siempre, necesitaba un afeitado. Foolish le gruñó. Doremus sospechaba que le había maltratado alguna vez. Quería rendir homenaje a Shad por su camisa sudada, su trabajo honrado y sus toscas virtudes, pero incluso siendo un liberal humanitario estadounidense, a Doremus le costaba mantener con constancia la actitud de tener en mente al herrero de la aldea de Longfellow2 y a Marx sin caer a veces en la creencia de que debía haber algunos sinvergüenzas y canallas entre los trabajadores, ya que, como bien sabía, había un número increíble de ellos entre las personas que ganaban más de 3.500 $ al año.

“He estado toda la noche escuchando la radio”, susurró Doremus. “¿Sabes que los demócratas han presentado al senador Windrip como candidato?”

“¿Ah, sí?”, gruñó Shad.

“Sí. Hace poco. ¿A quién piensas votar?”

“Bueno, se lo voy a decir, Sr. Jessup.” Shad adoptó una pose, apoyándose en el hacha. A veces podía ser bastante agradable y condescendiente, incluso con este hombrecito que lo ignoraba todo sobre la caza de mapaches, los juegos de dados y el póquer.

“Voy a votar a Buzz Windrip. Va a arreglar la situación para que todo el mundo reciba cuatro mil dólares inmediatamente y yo voy a abrir una granja de pollos. ¡Puedo ganar cantidad de dinero con los pollos! ¡Ya verán todos esos que se creen tan ricos!”

“Pero, Shad, no tuviste mucha suerte con los pollos cuando intentaste criarlos en el cobertizo, ahí atrás. Tú... bueno... me temo que dejaste que el agua se les congelara en invierno y murieron todos. ¿Te acuerdas?”

“Ah, ¿esos pollos? ¿Y qué? Había muy pocos. ¡No voy a malgastar mi tiempo haciendo el tonto con un par de docenas de pollos! Cuando consiga cinco o seis mil como para que merezca la pena, ¡entonces verá lo que es bueno! ¡Sí, señor!” Y luego, con condescendencia: “Buzz Windrip, está bien.”

“Me alegra que tenga tu visto bueno.”

“¿Eh?”, respondió Shad frunciendo el ceño.

Pero mientras Doremus subía pesadamente al porche trasero pudo escuchar una burla apenas audible que salió de la boca de Shad:

“¡Está bien, jefe!”

Notas al pie

1 “To Wash.”, ir a Washington, “to wash”, lavarse.

2 Poema de Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), fue un poeta estadounidense muy popular en su tiempo que ayudó a crear toda una mitología americana. El texto se refiere a uno de sus poemas, “El herrero de la aldea”, donde se muestra una visión idealizada del trabajador.

8

No pretendo ser un hombre muy educado, excepto quizá en los asuntos del corazón y en sentir lástima por el dolor y el miedo de cualquier ser humano corriente. Aún así, me he leído la Biblia de cabo a rabo, como dice la familia de mi esposa en Arkansas, al menos once veces; he leído todos los libros de derecho que se han publicado; y, en cuanto a mis contemporáneos, no creo haberme perdido muchas de las grandes obras literarias escritas por Bruce Barton, Edgar Guest, Arthur Brisbane, Elizabeth Dilling, Walter Pitkin y William Dudley Pelley.

A este último caballero, le rindo homenaje no solo por sus sensacionales historias, su importante trabajo de investigación sobre la vida después de la muerte y por demostrar, sin lugar a dudas, que solo un idiota no creería en la inmortalidad individual, sino también por su trabajo solidario y abnegado al fundar los Camisas Plateadas. Aunque no obtuvieron todo el éxito que se merecían, estos auténticos caballeros constituyeron uno de nuestros intentos más nobles (digno de Galahad)1 para combatir las conspiraciones secretas, traicio neras, siniestras, sigilosas y sediciosas de los rojos radicales y otros malvados bolcheviques, que amenazan sin cesar los parámetros estadounidenses de libertad, elevados salarios y seguridad general.

¡Estos muchachos tienen un mensaje y nosotros no tenemos tiempo para nada más literario que un mensaje implacable, directo y emocionante!

La hora cero, Berzelius Windrip.

YA EN la primera semana de su campaña, el senador Windrip aclaró su filosofía, haciendo pública su distinguida proclamación: “Los quince puntos de la victoria para los Hombres Olvidados.” Los quince puntales, en sus palabras (o quizá en las de Lee Sarason o Dewey Haik), eran los siguientes:

(1) Todas las finanzas del país, incluidos los bancos, los seguros, la bolsa de valores, los bonos, los créditos y las hipotecas, estarán bajo el control absoluto de un Banco Federal Central, propiedad del Gobierno y dirigido por una junta nombrada por el presidente. Dicha junta tendrá los poderes para elaborar todas las regulaciones relativas a las finanzas, sin necesidad de recurrir al Congreso para que se lo autorice legalmente. A partir de entonces, en cuanto sea viable, dicha junta se planteará la nacionalización y la apropiación estatal, para el beneficio de todo el pueblo, de todas las minas, los campos petrolíferos, la energía hidráulica, las instalaciones públicas, el transporte y los medios de comunicación.

(2) El presidente nombrará una comisión, formada a partes iguales por trabajadores manuales, empresarios y representantes del sector público, para determinar qué sindicatos están cualificados para representar a los trabajadores; y dar parte al ejecutivo, para que tome acciones legales, de todas las supuestas organizaciones laborales, ya sean “sindicatos empresariales” o “sindicatos rojos”, controladas por los comunistas y la llamada “Tercera Internacional”. Los sindicatos debidamente reconocidos se convertirán en oficinas del Gobierno, con poder de decisión en todos los conflictos laborales. Más tarde, la investigación y el reconocimiento oficial se ampliarán a las organizaciones agrarias. Aunque se fomente la posición del trabajador, hay que hacer hincapié en que la Liga de los Hombres Olvidados constituye el principal baluarte contra la amenaza del radicalismo destructivo y antiamericano.

(3) En contraposición a las doctrinas de los radicales rojos, con su criminal expropiación de las posesiones arduamente adquiridas, que aseguran su bienestar a los ancianos, esta liga y partido garantizarán siempre la iniciativa privada y el derecho a la propiedad privada.

(4) Como creemos que los estadounidenses gozamos de nuestro inmenso poder solo con la venia de Dios Todopoderoso, a quien rendimos nuestro más sentido homenaje, garantizaremos a todos los ciudadanos la libertad absoluta de culto religioso. Aun así, no se permitirá que desempeñe ningún cargo público ni ejerza como maestro, profesor, abogado, juez o médico (excepto en la categoría de la obstetricia), ningún ateo, agnóstico, seguidor de la magia negra, judío que se niegue a jurar lealtad al Nuevo Testamento o cualquier persona de cualquier fe que se niegue a jurar bandera.

(5) Los ingresos netos anuales por persona se limitarán a 500.000 $. Ninguna fortuna acumulada podrá superar de una sola vez los 3.000.000 $ por persona. No se permitirá a un solo individuo conservar durante toda su vida una o varias herencias que superen un total de 2.000.000 $. Todos los ingresos o bienes que superen las sumas aquí mencionadas serán confiscados por el Gobierno Federal para utilizarlos en ayudas humanitarias y gastos administrativos.

(6) Se sacarán beneficios de la guerra mediante la confiscación de todos los dividendos superiores al 6% procedentes de la fabricación, distribución o venta, durante el conflicto, de todas las armas, municiones, aviones, barcos, tanques y el resto de los artículos aplicables directamente al conflicto bélico, así como de los alimentos, tejidos y el resto de suministros que se faciliten al ejército estadounidense o a cualquier ejército aliado.

(7) Nuestro armamento y el tamaño de nuestras instalaciones militares y navales se ampliarán sistemáticamente hasta que sean iguales, en todas las divisiones de las fuerzas de defensa, a la fuerza militar de cualquier otro país o imperio del mundo, pero como este país no desea ningún tipo de conquista exterior, no han de superar a ninguna. Tras la toma de posesión, esta liga y partido harán de esta su primera obligación, junto con la publicación de una proclamación firme a todas las naciones del mundo donde se declare que nuestras fuerzas armadas se mantendrán únicamente con el objetivo de asegurar la paz y la concordia mundiales.

 

(8) El Congreso tendrá el derecho exclusivo para emitir dinero e, inmediatamente después de la toma de posesión, se duplicará como mínimo el suministro monetario actual para facilitar la liquidez de los créditos.

(9) Nunca podremos condenar con la suficiente fuerza la actitud poco cristiana de ciertas naciones, progresistas en otras materias, que discriminan a los judíos, unos de los seguidores más leales de la Liga. Estos seguirán prosperando y serán reconocidos como totalmente americanizados, siempre y cuando continúen apoyando nuestros ideales.

(10) Se prohibirá a todos los negros que voten, ocupen cargos públicos y ejerzan el derecho, la medicina o la enseñanza en cualquier clase superior a la escuela de primaria. Se les gravará el 100% de todas las sumas que superen los 10.000 $ por familia y año, ya sean ganadas o recibidas de cualquier otro modo. Sin embargo, para ofrecer la mejor ayuda posible a todos los negros que entiendan su verdadero y valioso lugar en la sociedad, se permitirá a todas las personas de color, hombres y mujeres, que puedan demostrar que han dedicado un mínimo de cuarenta y cinco años a tareas tan apropiadas como el servicio doméstico, el trabajo agrario y el trabajo común en las industrias, que se presenten a los sesenta y cinco años ante una junta especial, compuesta totalmente por blancos y, tras probar que cuando estuvieron empleados nunca fueron ociosos, excepto por enfermedad, se les recomendará para una pensión que no supere la suma de 500 $ por persona y año ni los 700 $ por familia. Por definición, los negros serán personas con un mínimo de una decimosexta parte de sangre de color.

(11) Lejos de oponerse a métodos para ayudar a paliar la pobreza, el desempleo y la vejez, tan altruistas y sólidos económicamente como el plan EPIC del honorable Upton Sinclair, las propuestas “Compartamos la riqueza” y “Cada hombre es un rey”, del honorable Huey Long (tristemente fallecido), para asegurar a cada familia 5.000 $ al año; el plan Townsend, el plan utópico, la Tecnocracia y todos los planes aceptables de los seguros de desempleo, la nueva administración designará inmediatamente una comisión para estudiar, conciliar y recomendar (para su adopción urgente) las mejores ideas contenidas en estos planes para la Seguridad Social. Asimismo, los honorables Sres. Sinclair, Townsend, Eugene Reed y Howard Scott quedan invitados por la presente a asesorar y colaborar con dicha comisión de cualquier forma que estimen oportuna.

(12) Se ayudará, con la mayor urgencia, a todas las mujeres empleadas, excepto las que trabajen en ámbitos típicamente femeninos como la enfermería o los salones de belleza, para que regresen a sus obligaciones incomparablemente sagradas como amas de casa y madres de los fuertes y honorables ciudadanos de la comunidad en un futuro.

(13) Cualquier persona que apoye el comunismo, el socialismo o el anarquismo, la negativa a alistarse en caso de guerra o la alianza con Rusia en cualquier conflicto bélico, será sometida a un juicio por alta traición, con una pena mínima de veinte años de trabajos forzados en prisión y una pena máxima de muerte en la horca o cualquier otro tipo de ejecución que los jueces estimen conveniente.

(14) Todas las bonificaciones prometidas a los antiguos soldados que lucharon en cualquier guerra librada por Estados Unidos se pagarán inmediatamente, en su totalidad y al contado. En todos los casos de veteranos con ingresos inferiores a los 5.000 $ al año, las sumas prometidas se duplicarán.

(15) Inmediatamente después de la toma de posesión, el Congreso introducirá enmiendas constitucionales que estipularán: a) que el presidente tendrá la autoridad para establecer y ejecutar todas las medidas necesarias para gobernar durante este período crítico; b) que el Congreso solo tendrá un papel en calidad de asesor: informar al presidente, el gabinete y sus asesores sobre cualquier legislación necesaria, pero sin actuar en lo relativo a la misma hasta que se lo autorice el presidente, y c) que se eliminará inmediatamente de la competencia del Tribunal Supremo el poder para invalidar cualquier acción del presidente, de sus asesores debidamente nombrados o del Congreso dictaminando que es inconstitucional o iniciando cualquier otra acción judicial.

Apéndice: Debe entenderse que, como la Liga de los Hombres Olvidados y el partido demócrata, en su formación actual, no pretenden ni desean aplicar ninguna medida que no satisfaga totalmente el deseo de la mayoría de los votantes de Estados Unidos, la liga y el partido no consideran ninguno de los quince puntos anteriormente mencionados como obligatorios o no modificables, excepto el no 15. En cuanto al resto de los puntos, actuarán o se abstendrán de actuar de acuerdo con el deseo general del público, a quien, bajo el nuevo régimen, se le volverá a otorgar la libertad individual que le habían robado las duras y restrictivas medidas económicas de las administraciones anteriores, tanto republicanas como demócratas.

“Pero, ¿qué significa?”, se preguntó la Sra. Jessup cuando su marido acabó de leerle el programa. “Es tan incoherente. Suena como una mezcla entre Norman Thomas y Calvin Coolidge. Me cuesta entenderlo. ¡Me pregunto si lo entiende el Sr. Windrip!”

“Claro. No te quepa la menor duda. Aunque Sarason, ese modista intelectual, le adorne sus ideas a Windrip, no debemos suponer que no las reconoce ni las acepta como adecuadas cuando aparecen engalanadas con palabras ostentosas. Te voy a explicar lo que significa todo: los artículos uno y cinco significan que, si los financieros, los reyes del transporte, etc., no muestran un fuerte apoyo a Buzz, quizá les amenace con impuestos sobre la renta más elevados o con controlar sus negocios de alguna manera. Pero, al parecer, están pasando por el aro. Y están siendo bastante generosos: por lo que he oído, ya pagan la radio de Buzz y sus desfiles. El número dos, que al controlar directamente sus sindicatos, la panda de Buzz puede secuestrar a todos los trabajadores y convertirles en esclavos. El número tres respalda la seguridad para el Gran Capital y el cuatro mete a los predicadores en vereda y los convierte en agentes de prensa de Buzz, asustados y no remunerados.

El seis no significa nada; las empresas de municiones de integración vertical podrán agenciarse un 6% en concepto de fabricación, otro 6% por el transporte y otro más por las ventas, como mínimo. El siete quiere decir que nos preparemos para seguir al resto de las naciones europeas e intentar monopolizar el mundo entero. El ocho significa que, gracias a la inflación, las grandes empresas industriales podrán volver a comprar sus bonos en circulación por un centavo el dólar; y el nueve, que todos los judíos que no suelten cantidades ingentes de dinero para el capitalista sin escrúpulos de Buzz serán castigados, incluso los judíos que tengan poca pasta que soltar. El diez, que los blancos pobres del sur que rindan culto a Buzz se apropiarán de todos los trabajos y negocios rentables de los negros y que, en lugar de ser denunciados, se les elogiará en todas partes como patrióticos protectores de la pureza racial. El once, que Buzz pasará la pelota al no poder crear ayudas verdaderas para paliar la pobreza. El doce, que las mujeres pronto perderán el derecho al voto y a una enseñanza superior, que las engañarán para que dejen todos los trabajos decentes y les pedirán con insistencia que críen soldados para que mueran en guerras en el extranjero. El trece, que cualquier persona que se oponga a Buzz de cualquier manera podrá ser tildada de comunista y estrangulada por ello. ¡Vaya! Según esta cláusula, Hoover, Al Smith, Ogden Mills, tú y yo seremos todos comunistas.

El catorce, que a Buzz le importan tanto los votos de los veteranos que está dispuesto a pagarlos caros (con el dinero de otra gente). Y el quince... Bueno, es la única cláusula que realmente quiere decir algo: que Windrip, Lee Sarason y el obispo Prang, y quizá ese tal coronel Dewey Haik y ese Dr. Hector Macgoblin (ya sabes, el doctor que ayuda a componer los himnos altruistas para Buzz)..., se han dado cuenta de que este país se ha vuelto tan flojo que cualquier grupo lo suficientemente atrevido, inteligente y sin escrúpulos como para no parecer ilegal puede hacerse con todo el Gobierno y disfrutar de todo el poder, los aplausos, los saludos, el dinero, los palacios y las mujeres que quiera.

Solo son un puñado de personas, pero piensa en lo pequeño que era el grupo de Lenin al principio. ¡Y los de Mussolini, Hitler, Kemal Pachá y Napoleón! Ya verás a todos esos predicadores liberales, educadores modernistas, periodistas descontentos y agitadores agrarios; quizá se preocupen al principio, pero pronto se verán envueltos en la red de propaganda, como nos pasó a todos en la Gran Guerra, y estarán convencidos de que, incluso si nuestro querido Buzz quizá tiene algún defecto, está del lado de la gente sencilla y en contra de todas las antiguas y estrictas maquinarias políticas, y enardecerán al país para él, que será presentado como el Gran Liberador (¡y mientras tanto el gran capital les guiñará el ojo y aguantará!). Y luego, por Dios, ese sinvergüenza (bueno..., ni siquiera sé si es más un sirvergüenza o un fanático religioso histérico), junto con Sarason, Haik, Prang y Macgoblin..., esos cinco hombres serán capaces de montar un régimen que te recordará al pirata Henry Morgan tomando al abordaje un barco mercante.”

“Pero, ¿lo soportarán los americanos durante mucho tiempo?”, lloriqueó Emma. “Ay, no. No un pueblo como el nuestro. ¡Somos descendientes de los pioneros!”

“No lo sé. Yo intentaré ayudar para que no sea así... Por supuesto, puedes entender que probablemente nos fusilen a ti, a mí, a Sissy, a Fowler y a Mary si intento hacer algo... ¡Um! ¡Ahora parezco bastante valiente, pero seguramente me muera de miedo cuando oiga a las tropas privadas de Buzz desfilando por aquí!”

“Ay, tendrás cuidado, ¿verdad?”, rogó Emma. “Oye, antes de que se me olvide. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no le des huesos de pollo a Foolish? Un día se va a atragantar y tendremos un susto. ¡Y siempre se te olvida sacar las llaves del coche cuando lo metes en el garaje por la noche! ¡Estoy segura de que Shad Ledue o cualquier otro van a acabar robándolo!”

Cuando leyó los quince puntos, el padre Stephen Perefixe se enfadó bastante más que Doremus.

Simplemente se limitó a bramar: “¿Qué? Negros, judíos, mujeres..., ¿todos proscritos y esta vez no nos incluyen a nosotros, los católicos? Hitler no nos dejó de lado. ¡Nos persiguió! Debe de haber sido ese Charley Coughlin... ¡Nos ha hecho demasiado respetables!”

Sissy, que estaba impaciente por ir a la facultad de arquitectura y convertirse en una creadora de estilos nuevos construyendo casas con vidrio y acero; Lorinda Pike, que tenía planes para montar en Vermont un balneario como los de Carlsbad, Vichy o Saratoga, y la Sra. Candy, que aspiraba a tener una panadería casera cuando fuera demasiado vieja para trabajar en el servicio doméstico, estaban todas mucho más enfadadas que Doremus o el padre Perefixe.

Sissy no sonó como una niña coqueta, sino como una mujer luchadora cuando gruñó: “¡Así que la Liga de los Hombres Olvidados nos va a convertir en la Liga de las Mujeres Olvidadas! ¡Nos quieren mandar de vuelta a lavar pañales y producir jabón con cenizas! ¡Venga, a leer a Louisa May Alcott y Barne! ¡Excepto el domingo, por supuesto! ¡A acostarnos, demostrando nuestro humilde agradecimiento, con hombres...”

“¡Sissy!”, aulló su madre.

“... como Shad Ledue! Bueno, papá, ¡ya puedes ir sentándote y escribirle a Burro Berzelius de mi parte diciéndole que me largo a Inglaterra en el próximo barco!”

La Sra. Candy dejó de secar los vasos de agua (con los suaves paños de cocina que lavaba impecablemente a diario) el tiempo suficiente para graznar: “¡Qué hombres más malos! Espero que los fusilen pronto”, lo cual era una afirmación sorprendentemente larga y humanitaria para la Sra. Candy.

“Sí. Malos de verdad. Pero no debo olvidar que Windrip es solo la punta del iceberg. Él no tramó todo esto. Con todo el descontento justificado que existe contra los políticos listos y los caballos de lujo de la plutocracia... Bueno, si no hubiera sido un Windrip, habría sido otro... Teníamos que haberlo visto venir, ¡nosotros, los respetables!... ¡Pero no por eso nos tiene que gustar!”, pensó Doremus.