Memorias de un ser extraterrestre

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Fueron apartando sus manos lentamente del cilindro genético. Luego se retiraron unos pasos contemplando a su unigénito. Calzando sus zapatillas, salieron de la cámara reproductora pasando al recinto donde debían ser examinados nuevamente. En completo silencio cada cual tomó su lugar frente al panel correspondiente. Las computadoras cumplieron su función. Al comprobar la lectura de los instrumentos, sonrieron. Habían aprobado. Rápidamente se pusieron las blancas vestiduras ritualísticas, propias del caso en nuestros orbes.

Serenos, se desplazaron tomados de las manos hasta el balcón del Departamento de Genética y Reestructuración celular. Su heredero quedaba detrás de ellos, de acuerdo al protocolo, cubierto aún con los velos de su envoltura.

Quedaba poco público en la inmensa plazoleta entre el complejo departamental. Casi todo compuesto por parejas pertenecientes a la pléyade de científicos del triángulo.

Los representantes de otros departamentos esperaban cortésmente, rodeando al triunvirato allí presente. Continuaban comentando en voz baja las sorprendentes decisiones tomadas por el Gran Mexa y su compañera.

Al aparecer en el balcón la joven pareja de científicos, los presentes hicieron silencio, volviéndose hacia ellos. La brillante Schunna rasgó con presteza el envoltorio. El Gran Emram, pálido y solemne, tomando de la mano a su hijo, dio principio al ritual de presentación del nuevo ciudadano del triángulo.

Al terminar sus palabras, el triunvirato gobernante se levantó de inmediato dando muestras de gran satisfacción. Los tres hermosos seres levantaron simultáneamente sus diestras y el Gran Enzar expresó el beneplácito de sus conciudadanos dándole la bienvenida en su nombre al heredero de la casa de los Emram. Khemorak, el nuevo ciudadano del triángulo, quedó resgistrado en los anales de Ultrio con el símbolo de su razón matemática de ser y su expresión sonora.

No habían terminado aún las formalidades cuando, repentinamente, el Gran Emram se llevó las manos al pecho. Palideció intensamente y cayó al suelo ante los ojos atónitos de los concurrentes. Lanzó un profundo suspiro y su vehículo de expresión en nuestros orbes se desintegró antes de que alguien tuviera ocasión de socorrerle. La bella Schunna lo contempló horrorizada. Sonaron las alarmas.

La conmoción fue extraordinaria entre aquellos seres habitualmente ecuánimes. La joven científica fue trasladada de inmediato al salón de recuperación correspondiente, donde fue auxiliada con presteza por sus amigos y compañeros de labores. Su hijo fue dejado a cargo del personal designado al cuidado de las criaturas recién nacidas.

Los miembros del triunvirato permanecieron de pie, mientras los encargados de la seguridad del planeta revisaban los rincones en busca de un posible sabotaje. Nuestro sistema de seguridad está considerado inexpugnable en la galaxia. La defensa dispone de magníficos técnicos, capacitados para hacerse cargo de cualquier contingencia. Por un momento se conjeturó que la ausencia momentánea del Gran Mexa, junto al anuncio de la desaparición eventual de su casa, se prestase a un ataque sorpresivo de las hordas negras.

Una búsqueda rápida, minuciosa y efectiva indicó que los sistemas de seguridad y defensa continuaban inviolados. Los comentarios volaban por todas partes, mientras los Grandes Enzar, Thel y la brillante Ichel abandonaban pausadamente la plazoleta.

El Gran Emram estaba en la flor de su edad. Acababa de pasar los dos exámenes de rigor antes y después de haber pisado la cámara reproductora. Sus condiciones eran óptimas. Jamás el sistema investigador computarizado se había equivocado en el resultado de un examen de tal naturaleza. La prematura e inesperada desaparición de su vehículo de expresión en nuestro plano, consternó a todos sus conciudadanos.

Pronto la incógnita quedó aclarada. Se determinó que una alteración electroquímica súbita ocurrida en la estructura celular de sus tejidos, producida por uno de los rayos con los que había estado experimentando, provocó la lamentable desaparición del científico. El Departamento de Genética y Reestructuración Celular que el Gran Emram había dirigido hasta entonces junto a Schunna, se haría cargo de la investigación minuciosa del caso más adelante. De encontrarse alguna anormalidad en su descendiente, sería sometido a un proceso de regeneración en su momento oportuno. Por un lapso de tiempo indeterminado las aspiraciones de ser promovido a ingeniero biólogo que tenía Emram se veían aplazadas.

Todo volvió a la normalidad en el triángulo. Pasamos en el tiempo. Al terminar la primera fase de nuestra educación, fuímos asignados a los centros de estudios adecuados para el máximo desarrollo de nuestras capacidades y potencialidades innatas.

Mi padre tomó a cargo varios jóvenes de ambos sexos para entrenarlos en el antiguo arte de la defensa personal. Este es una especie de danza ritualística y arte marcial donde se manejan ciertas energías creadas por el individuo que lo practica. El Aikido, aquí en la Tierra, tiene un lejano parecido con el Yestie, nombre que le damos a tal arte en aquel rincón de la galaxia 54.

Al concluir los cursos principales, se reunía en el patio interior de nuestro hogar un grupo de jóvenes a ejercitarse. Así fue que intimé con Khaneb, el sucesor Merthanio de mi padre, y con su hermana Hamitha. Con Khamón y Marcovia, los hijos de una de las señoras del Consejo. Con Issie y Orthal, los hijos de Iphia, la bella merthania quien preside la Liga Interplanetaria a que pertenece el triángulo. También me relacioné con Therni, el unigénito del Gran Thel, gobernante de Ultrio Menor. Con Khemorak, el hijo de la famosa Schunna. Con Khoetrio, el unigénito de la bella Ichel, miembro del triunvirato dirigente. Con mi amada Celextra, hija única del Gran Ulbrem de Ultrio, gran amigo de mi padre.

Me encantaba practicar el Yestie junto a ellos. Llegué a ser tan buena en ese arte como lo son Khaneb, Orthal, Khemorak, Marcovia e Issie, la dinámica merthania a quien el Gran Mexa designaba como instructora en su ausencia. Aunque todos los jóvenes de nuestra época tomamos el adiestramiento en diferentes centros de estudios, fue un privilegio para nosotros haber sido entrenados por él. Con mi madre, la brillante Leria, tomamos cursos especializados en el arte de la diplomacia. Sobresalí en las primeras fases de mi educación, llenando de satisfacción a mis mayores.

Viajábamos a Ultrio Menor para nuestros cursos académicos pero nos estaba vedado acercarnos a las cúpulas, viveros o a la zona experimental donde la brillante Schunna continuaba trabajando activamente en sus experimentos. Estos eran seguidos muy de cerca por los ingenieros biólogos después de la desaparición del Gran Emram del plano de las formas donde evolucionábamos.

Estos experimentos eran considerados de gran importancia para nuestro trabajo como jardineros. De tener éxito en los mismos, tendríamos la oportunidad de sembrar en planetas lejanos sin temor a perder el fruto de nuestros esfuerzos. Supervisando directamente el desarrollo de las entidades biológicas a nuestro cargo nos confundiríamos entre ellas para estudiar mejor sus reacciones, facilitándole con nuestra presencia disimulada su desenvolvimiento espiritual, mental emocional y físico. Podríamos adaptarnos a cualquier medio ambiente por más hostil que fuese. Nuestro perfeccionamiento como jardineros nos proporcionaría mayores oportunidades de servicio en el universo.

Todos los progresos que se hacían en estas investigaciones y experimentos eran seguidos con interés por el OM U-Mur y por toda la Confederación lntergaláctica. Khemorak era el único que entre nosotros, los jovenes estudiantes de aquella época, tenía acceso a esas dependencias. Esto, como deferencia a la memoria del Gran Emram y ser el unigénito de Schunna. Muchas veces lo acosábamos a preguntas a las que contestaba con alguna broma. Era para aquel entonces un joven alegre y bullicioso. Apasionado investigador científico comenzó a colaborar con su madre desde la segunda fase de su educación, conjeturándose que llegaría a aventajar a sus progenitores en el campo de la investigación científica.

A menudo se retraía en sí mismo y permanecía silencioso. Escuchaba la música que emiten nuestros orbes y la proveniente de las estrellas. Con habilidad pasmosa las traducía en bellas y exquisitas melodías para la delicia de todos sus conciudadanos que disfrutábamos inmensamente de sus conciertos.

Sabía que Khemorak de Ultrio me amaba especialmente. Para entonces me sorprendía el que fuera así ya que casi todos nuestros amigos consideraban que mi eterno compañero sería Khaneb, el merthanio que heredaría al Gran Mexa como comandante supremo del sistema de defensa en nuestro amado triángulo.

Khemorak jamás me hablaba de su amor. Tampoco le hacía confidencias a Khamón, su íntimo amigo, a quien Celextra había preguntado discretamente en varias ocasiones. Ni siquiera me acompañaba en los períodos de receso entre los cursos educacionales, prefiriendo pasarlos en los laboratorios con su madre. No levantaba su mirada luminosa del infar para mirarme, mientras le arrancaba hermosas melodías, pero su rostro se llenaba de dulzura al pronunciar mi nombre. Me sentía fuertemente atraída hacia él. Era mi compañero preferido, agradándome formar un equipo de estudios con él pero, siguiendo su ejemplo, me mostraba impenetrable ante sus ojos.

Khaneb pasaba mucho tiempo con mis padres. Sabiendo que llegado el momento Kósmico preciso sustituirá a mi padre, se esforzaba en aprender de él cuanto podía. Estudiante brillante absorbía con rapidez la sabiduría de nuestros mayores. Dotado de gran lucidez mental y de una serenidad inigualable, salía airoso de cualquier prueba por más difícil que fuera.

 

Sereno y seguro de sí mismo, era un bello ser que infundía respeto con su presencia. Más sin embargo, nuestros conciudadanos lo vieron pasar a la tercera fase de nuestra educación con reservas.


No levantaba su mirada luminosa del infar para mirarme, mientras le arrancaba hermosas melodías, pero su rostro se llenaba de dulzura al pronunciar mi nombre.

Cada ser recorre la espacialidad que presenta su propia órbita, más algunos están estrechamente relacionados entre sí y son compañeros por muchas vidas o eternamente.

Acostumbrados al dinamismo y a la audacia de mi padre, lo consideraban demasiado pausado, demasiado impasible, demasiado callado. Conjeturaban sobre el momento en que la defensa del triángulo, de los planetas-sembrados y las puertas de entrada a la galaxia estuviesen bajo su liderato. Yo que lo conozco íntimamente sé que llegado ese momento, estará completamente capacitado para suceder al Gran Mexa.


Tras su aparente frialdad y calma, su cerebro funcionaba más rápida y eficazmente que la mejor de las sofisticadas computadoras que existen en el triángulo. El que imagine encontrarse ante inepto, quedará sorprendido por su ingenio, valor y agudeza mental. Su dulzura y comprensión, unidas a la fortaleza de su voluntad espiritual, junto a las muchas cualidades positivas que le adornan me dejan saber que será un estupendo comandante supremo de defensa. Las puertas de la galaxia, las zonas de sembradío y nuestro amado triángulo estarán muy seguros bajo la custodia del magnífico estratega que es.

Hamitha, su hermana menor, es una de mis mejores amigas. Viví en Merthá deliciosos e inolvidables momentos de alegría junto a ambos. Al pasar a la tercera fase educativa debimos definir nuestro futuro. Las pruebas de capacitación nos ubicaron en las clases tecnológicas correspondientes, de acuerdo a nuestras habilidades, capacidades y potencialidades. Dentro de poco formaríamos parte del grupo fabuloso de jóvenes adultos. Estudiando y practicando en los laboratorios que tiempos atrás fueron los inaccesibles, estreché mi amistad con Celextra, la unigénita del Gran Ulbrem de Ultrio, ese coloso de nuestros orbes que es y ha sido motivo de grandes satisfacciones para nuestros líderes y conciudadanos.

Considerado como el más apto de nuestros comandantes de navío por aquel entonces, mantenía a raya a los piratas espaciales y vigilaba de cerca nuestros planetas-sembrados. Las naves del Imperio del Dragón temían a su encuentro y se mantenían muy alejadas de nuestras zonas de servicio. Durante sus vacaciones estudiantiles, Celextra viajaba con sus padres ya que su madre, la bella Orelex era la primera técnica en comunicaciones de la nave espacial que comandaba su esposo. Llevaban una vida maravillosa, llena de aventuras y colorido. Los relatos de mi amiga me hacían suspirar por conocer de cerca esos mundos.

Celextra era una joven alegre, dinámica y tierna en la cual se podía confiar plenamente en la seguridad de que estaría siempre dispuesta a servir a quien lo necesitara. En aquella época de nuestras vidas vivía entusiasmada con el trabajo de sus progenitores y se preparaba para seguir la línea de servicio de su madre.

La brillante Leria y el Gran Mexa han sido siempre grandes amigos de los padres de Celextra. La llegada de los miembros de la casa de Ulbrem a la nuestra, era motivo de hondas satisfacciones para todos. Nuestros mayores pasaban largos períodos de tiempo reunidos conversando, trazando planes, practicando el Yestie o escuchando buena música. Celextra y yo hablábamos de nuestros planes, de nuestros estudios y claro está, de los chicos que formaban parte de nuestro grupo, tratando de determinar en cuál de ellos habitaban nuestras propias flamas gemelas.

Por disposición de nuestras leyes internas ese dato permanece oculto a los jóvenes hasta que terminan sus estudios y el período de servicio como jardineros en las cúpulas viveros, así estipulado por nuestros ancestros. Cada cual debe localizar y reconocer a su eterno compañero o compañera. Al ocurrir el reencuentro se unen en matrimonio, sirven juntos y ocupan las vacantes surgidas por el ascenso de nuestros mayores o por las necesidades de un universo en expansión continua.

Celextra suspiraba por el apuesto y brillante Khamón. Yo permanecía indecisa entre Khemorak y Khaneb. Conversando sobre ellos, pasábamos gratos momentos. Cuando Hamitha se reunía con nosotras replandecíamos de alegría. La vida nos sonreía y sonreíamos a la vida. Vivíamos llenas de amor, luz y paz, en perfecta armonía. ¡Florecíamos! Nuestros mayores nos observaban crecer complacidos.


Cuando el ser humano se centra en su yo interno, su campo mental es claro y diáfano. Su pensamiento se eleva y encuentra salida para su proyección.

Capítulo II

Las Cúpulas Viveros

Las cúpulas viveros nos atraían irresistiblemente. El trabajo que en ellas se realizaba era absorbente. Oíamos los comentarios de los jóvenes adultos que cruzaban por nuestro lado, deslizándose velozmente por los claustros y suspirábamos anhelando el momento de entrar en ellas.

Completamente aislados de los centros educativos y de los laboratorios experimentales, las cúpulas viveros son en sí pequeños mundos. Nos atraían como imanes, pareciendo llamarnos desde lejos. Vistas desde Ultrio Mayor y desde Merthá semejan burbujas resplandecientes de mil colores.

Es en ellas donde se recrea el medio ambiente de los planetas sembrados. Es en ellas donde se reproducen los especímenes que con tanto amor, paciencia y dedicación los jardineros ayudamos a desarrollar desde el primer nivel evolutivo hasta que, alcanzando su madurez mental y espiritual, los seres humanos conquistan el cuarto plano evolutivo y se adentran con paso firme en la cuarta dimensión.

Ultrio Menor, nuestro planeta vivero experimental, se adapta perfectamente a cualquier formación. En cada cúpula vivero se recrean idénticas condiciones a las existentes en los centros de vida de los múltiples planetas sembrados a nuestro cargo. Sus satélites y la minúscula luminaria que les proporciona luz y calor son réplicas miniaturizadas del sol central del sistema planetario y de los satélites naturales del planeta sembrado. Aislados totalmente entre sí, es como si hubiesen miles de mundos pequeñines reunidos en el patio de la casa. El espectáculo visto desde el espacio exterior es impresionante por su hermosura semejando miles de globos de colores refulgentes sujetos por invisibles filamentos cristalinos, entretejidos entre sí.

Antes de entrar a las cúpulas viveros el estudiante es sometido a un riguroso entrenamiento. En la tercera fase educativa debemos conocer a perfección todo lo relacionado con cada uno de los planetas-sembrados allí representados y las razas que los pueblan. Su formación y condiciones geográficas, climatológicas y topográficas, entre un sinnúmero de otras cosas, son las materias principales de estudio. También lo es todo lo referente a constitución físico-densa y el funciona- miento orgánico, pensante, emocional de los seres que se desarrollan en ellos. Los mejores profesores con que cuenta el triángulo se esmeran en transmitir a la juventud sus conocimientos.

Ocasionalmente, se reciben estudiantes de jardinería de otras galaxias, interesados en conocer nuestros métodos y técnicas de cultivo. Los capitanes de nuestra flota dictan interesantes conferencias sobre sus viajes interestelares. Son ellos quienes, junto a los tripulantes, se encargan de vigilar y defender los planetas sembrados, además de darles el mantenimiento que precisan las humanidades que evolucionan en ellos, siguiendo las instrucciones que se reciben de las inteligencias superiores.

Las naves de transporte llegan desde los sembrados, cargadas con especímenes de diferentes reinos. Exóticos vegetales, plantas, minerales, aves y animales son colocados en los viveros correspondientes después de ser debidamente descontaminados y examinados. Frecuentemente traen especímenes humanoides en diferentes etapas de evolución, quienes también son colocados en sus lugares naturales.

En las cúpulas viveros, donde son ubicados, llevan una vida exactamente igual a la que llevarían en su planeta-sembrado natal. En ellas su evolución está directamente bajo nuestra supervisión. Muchas veces, los humanoides llevados en suspensión animada hasta Ultrio Menor, ni siquiera recuerdan el momento en que fueron sustraídos de sus mundos por los rayos de succión de nuestras naves.

Escogiéndose muy jóvenes, en su mayor etapa reproductora, se atraen unos a otros por afinidad vibratoria. Forman así poblados, comunidades y ciudades, viviendo y reproduciéndose en la forma usual de sus respectivos mundos. Nunca han sido tomados por nosotros como conejillos de India. Respetamos grandemente la vida. No realizamos ningún tipo de experimento que afecte o altere su forma de vivir. No hacemos injertos ni vivisecciones. Cuando nos vemos obligados, por alguna razón, a eliminar momentáneamente del plano de las formas densas en que evolucionan a alguno de ellos, es porque así está programado por su patrón evolutivo o, por ser una mutación natural monstruosa o, poner en peligro la evolución de la población de su hábitat.

Siendo rápidos mutantes, de acuerdo a la ley evolutiva imperante en planos inferiores, su esencia cambia a un nuevo cuerpo físico-denso con presteza, teniendo así innumerables oportunidades de crecimiento por medio de las experiencias acumuladas a lo largo de sus múltiples y cortas vidas. Al abandonar sus vehículos de expresión, ya inútiles para ser animados por su ser, son retirados de inmediato por quienes estudiamos todo lo concerniente a ellos. Todos los elementos que podrían ayudarlos en su evolución son tomados en consideración, siendo sometidos a exámenes exhaustivos.

Altos dirigentes de nuestra Liga Interplanetaria y de la Confederación Intergaláctica visitan con frecuencia nuestro triángulo, pasando por Ultrio Menor para observar de cerca cómo se lleva a cabo tan delicada tarea en esa Casa de Vida. Los ingenieros biólogos y sus subalternos educadores kósmicos y los programadores existenciales, estudian los informes presentados por los jardineros y de común acuerdo determinan lo que se ha de hacer con las razas. Frecuentemente ordenan depuraciones o cruces raciales con el propósito de mejorar los tipos o la eliminación total de una de ellas por encontrarlas defectuosas.

El llenar las mentes de esos seres puestos a nuestro cuidado, es algo que abarca millares de existencias para ello. A través de un complejo y delicado proceso, van pasando por todas las etapas en la escala evolutiva hasta entrar en el nivel del súper-hombre. De ahí en adelante son capaces de sí mismos, de su familia, su comunidad, su planeta, su sistema solar y su galaxia.

Hasta el más mínimo de los detalles concerniente a cada uno de ellos es estudiado con el mayor esmero. Siendo nuestro universo tan vasto, conociendo que también somos producto de la dedicación y el cuidado de quienes fueron nuestros jardineros, ponemos el máximo de nuestras capacidades en función para que nuestros esfuerzos sean coronados por el éxito. Amamos nuestro trabajo. Nos sentimos satisfechos de nuestras tareas. Nos ocupamos del desarrollo de sus cuerpos físico-densos, mentes, emociones y espíritus. Es una tarea ardua, delicada, minuciosa. Requiere tiempo, amor, paciencia, entusiasmo, perseverancia, compasión, misericordia, bondad y sabiduría. Es una labor maravillosa. Sin duda alguna los jardineros de la Tierra que verdaderamente aman a sus plantas y disfrutan su trabajo, comprenden a cabalidad el significado de mis palabras.

La primera vez que visité las cúpulas viveros me enamoré perdidamente de ellas. Anhelaba el momento en que se me permitiera entrar a alguna. Deseaba conocer sus moradores, sentirlos relacionarme con ellos. Los seres que habitaban en los viveros y en los planetas-sembrados me atraían, me llamaban. Decidí especializarme como humanista cósmica. Pude haber escogido la carrera diplomática de mi madre o seguir la línea militar de mi padre aspirando a comandar una de nuestras naves de defensa. Todo eso me atraía enormemente, pero mi corazón era prisionero de los habitantes de nuestros viveros y de los planetas-sembrados. Deseaba estar allí, con ellos, seres desconocidos clamaban por mí desde lejanas estrellas. Llena de entusiasmo y amor compasivo, comencé a prepararme para llegar a ellos.

 

Mis padres me contemplaban complacidos, sonriendo como siempre ante mi interés por aquellas humanidades. Ambos habían viajado mucho. Habían visitado mundos muy lejanos relacionándose con seres extraños. Leria y Mexa no me decían ni exigían nada. Simplemente me dejaban elegir el camino que debía de seguir.

Me dediqué de lleno a mis estudios. Al terminar la tercera parte de mi educación rendí al máximo. Me adiestraban como humanista cósmica y eso me hacía feliz, dándome bríos para continuar adelante. Mis amigos de siempre estudiaban con ahínco, adiestrándose en las tecnologías que habían elegido y para las que estaban capacitados. Hamitha seguía, al igual que yo, los cursos especializados en la materia, por lo que estudiábamos juntas, comparábamos notas y buscábamos información adicional para documentarnos al máximo.

Khemorak obtuvo calificaciones inmejorables en su segunda fase educativa perfilándose como uno de los mejores técnicos en reestructuración celular en nuestras orbes. Khamón, su inseparable compañero, compartía con él su amor por la investigación científica y la experimentación, pisándole los talones en las listas de calificaciones y superándolo en ocasiones.

Celextra, Therni y Urovik, inteligente chica Merthania, hija del secretario del Departamento de Asuntos Internos en el triángulo, intercambiaban notas, datos e informaciones entre ellos aun cuando Therni era gustante de la soledad. Khoetrio y Orthat, el chico más atractivo de nuestro grupo, se dedicaban a estudiar la técnica que les permitiría insertar las esferas mentales embrionarias en los simios súper y preevolucionados y, más adelante, cuidar de su desarrollo y utilización. No conozco ningún término en el lenguaje terreno que pueda aplicarse a esa tecnología.

Khaneb, por su parte, se dedicaba a estudiar los instintos bélicos de todas las razas conocidas en nuestro triángulo. Empeñado como estaba en conocer todo lo relacionado con técnicas defensivas, sistemas de seguridad y estrategias militares se reunía con los hijos e hijas de los mejores capitanes de navíos quienes se preparaban concienzudamente para suceder a sus progenitores en el momento kósmico indicado.

Entre todos formábamos un grupo activo, emprendedor, lleno de ideas novedosas. Comenzamos la cuarta y última fase de nuestra educación con un ardor extraordinario. Nuestros profesores se sentían orgullosos de nuestros progresos. Se esmeraban en nuestra educación dando lo mejor de sí mismos, impartiendo sus enseñanzas con celo misionero. Los ciudadanos del triángulo esperaban mucho de nosotros. Nuestros momentos no eran festivos porque nuestros estudios y trabajos nos mantenían ocupados. Pasábamos la mayor parte del tiempo en los laboratorios comparando datos, compartiendo ideas, comentando con alegría los progresos y lamentando los fracasos de los habitantes de las cúpulas viveros. Seguíamos su proceso evolutivo con tanto interés y amor como el nuestro.

El triángulo estaba bien guardado. Las puertas de entrada a nuestra galaxia bien protegidas. Nuestros planetas-sembrados prosperaban. Nuestros mayores se superaban trabajando en perfecta coordinación y armonía consigo mismos y con la fuerza UNA del universo. Reinaba la paz, el amor y la felicidad en nuestros orbes, en nuestro sistema planetario y en la galaxia.

La época en que la brillante Schunna dio a conocer los resultados de los experimentos que habían costado la preciosa vida de su compañero, fue inolvidable.

La gran científica investigadora se había dedicado con toda la magnitud de sus fuerzas a su trabajo y los resultados del mismo eran altamente prometedores. Al fin podríamos adaptarnos a cualquier ambiente. Al fin podríamos estudiar a plenitud todas las reacciones de las humanidades que sembrábamos en los planetas adecuados para ello. Tendríamos oportunidad de sentir lo que ellas sienten, experimentar sus emociones, pensamientos y sentimientos. Tendríamos ocasión de sembrar en planetas mucho más alejados de nuestro triángulo y darle a la plantación el cuidado adecuado.

UItrio Mayor es un inmenso esferoide que desde lejos resplandece como una joya. Al acercarse a su superficie se ve que emana una radiación que lo ilumina todo con una incomparable luz rosada, al mismo tiempo que proporciona el calor necesario para sustentar la vida en el planeta. Claro está que para los terrícolas resultaría imposible la vida en él pero para nosotros resulta perfecto. Existimos en un plano dimensional más elevado que el suyo. Vivimos en una atmósfera fresca, limpia y sutil, impregnada ligeramente de una fragancia parecida a la de las violetas recién abiertas de la Tierra, aunque más delicada y exquisita.

El suelo en el cual se asientan las múltiples edificaciones de nuestro mundo es suelto y arenoso, un tanto parecido a las arenas doradas de algunas islas tropicales que he conocido en la Tierra. Hay también rocas de todos los tamaños parecidas al cuarzo. Sus tonalidades varían desde el rojo brillante hasta un delicado rosado iridiscente.

No necesitamos un sistema de alimentación oral por lo que no precisamos suelos fértiles. Nos nutrimos de energía pura, proporcionándonos las cosas que necesitamos con el poder de la mente. No carecemos de lo indispensable, ni padecemos hambre, sed, calor o frío. Tampoco de albergue ni dinero. No teniendo nada que comprar, ni que vender, no buscamos poseer propiedades de ninguna especie. No conocemos lo que es envejecer, ni lo que son enfermedades. Los problemas políticos, socioeconómicos y delictivos desaparecieron de nuestras vidas perdiéndose en la noche de los tiempos su recuerdo.

Disponemos de magníficas ciudades de edificaciones airosas, gráciles y ligeras. Las mismas fueron construidas por nuestros ancestros para durar miles de kalpas. En ellas no hay problemas de alumbrado, calidad ambiental o saneamiento. Nos desplazamos por todas partes sobre algo que llamaré cojinetes de aire. Dichos cojinetes se van creando al movernos, canalizando la energía centrífuga en una forma especial a través de nuestro calzado. Regulando la velocidad de acuerdo a las necesidades del momento podemos trasladarnos de un lugar a otro con una rapidez que resultaría increíble aquí en la Tierra.

Fuimos sembrados y cultivados hace muchísimas kalpas atrás por seres que ya partieron a otro universo. Ahora somos nosotros los jardineros. Quien lea estas palabras, comprenderá que de acuerdo al proceso evolutivo, podría llegar a serlo en su momento dado.

Nuestras figuras son básicamente iguales a las de los seres humanos que pueblan la Tierra aunque nuestros cuerpos son mucho más livianos, sutiles y ligeros por vibrar a una velocidad mucho mayor. Carecemos de algunos órganos internos y externos de los que son poseedores los cuerpos físicos de los seres actuantes en tercera dimensión, aquí en la Tierra. No son necesarios ya que nos alimentamos de energía pura y nuestro sistema de reproducción es diferente.

Somos de elevada estatura al compararla con la de los seres humanos de la Tierra. Las féminas, un poco más bajas que los integrantes del género masculino. Cuando nacemos, el gobierno nos proporciona un vestuario completo. El mismo consiste en una sola pieza de tejido metálico, de un luminoso color plateado que en determinados momentos cambia de colores. Se ciñe a nuestro cuerpo como si fuese una segunda piel, proporcionándonos completa libertad de movimientos. A la cintura llevamos una especie de faja ancha donde van adosados una serie de diminutos y precisos instrumentos indispensables para nuestro trabajo como jardineros.

A las féminas nos agrada usar faldillas hasta la mitad del muslo y envolvernos en preciosas capas de colores. Carecemos de mamas ya que no lactamos a nuestros hijos. Estos nacen simplemente desarrollados y momentos después de haber su madre rasgado la envoltura protectora, son capaces de valerse por sí solos.

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