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Reseña del autor

Gianfranco Cattaneo es psicoanalista, miembro de la École lacanienne de psychanalyse, y Doctor en Filosofía por la Universidad de Chile.

Referencias bibliográficas

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Freud, Sigmund (1992c). La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la sexualidad). En Obras completas de Sigmund Freud: El yo y el ello y otras obras: 1923-1925 (J. L. Etcheverry, Trad., Vol. XIX, págs. 141-150). Amorrortu Editores: Buenos Aires.

Freud, Sigmund (1992d). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos. En Obras completas de Sigmund Freud: El yo y el ello y otras obras: 1923-1925 (J. L. Etcheverry, Trad., Vol. XIX, págs. 259- 276). Amorrortu Editores: Buenos Aires.

Freud, Sigmund (1991). La sexualidad en la etiología de las neurosis. En Obras completas de Sigmund Freud: Primeras publicaciones psicoanalíticas: 1893-1899 (J. L. Etcheverry, Trad., Vol. III, págs. 251-276). Amorrortu Editores: Buenos Aires.

Lacan, Jacques (2006). El seminario de Jacques Lacan. Libro X: La angustia. (J.-A. Miller, Ed., & E. Berenguer, Trad.). Paidós: Buenos Aires.

Lacan, Jacques (1997). El seminario de Jacques Lacan. Libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. (J.-A. Miller, Ed., & D. Rabinovich, Trad.). Paidós: Buenos Aires.

Lacan, Jacques (2008). Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista. En J. Lacan, Escritos 2 (T. Segovia, Trad., 2ª ed., págs. 809-812). Siglo XXI: Buenos Aires.

Le Gaufey, Guy (2014). Hiatus sexualis. La no-relación sexual según Lacan. (S. Mattoni, Trad.). El cuenco de plata: Buenos Aires.

EL PULSIONAR DE LA LENGUA

Niklas Bornhauser

Cada definición de la filología tiene que indefinirse y dar lugar a otra.

Werner Hamacher, 95 tesis sobre la Filología

Preguntas acerca de la metapsicología

Las consideraciones siguientes se inscriben en el marco de la llamada «metapsicología», un recuadro que dista de ser inequívoco y libre de ambigüedades, sino que se caracteriza, más bien, por su polisemia y multiplicidad asociativa y denotativa. Ciertas connotaciones del término, evocadas a partir de determinadas relaciones de consonancia o de semejanza, en especial a partir de la partícula meta, acaso puedan evocar la noción de meta-física, tal como ésta aparece, por ejemplo, en lo que a partir de la lectura —no siempre del todo prolija como sería deseable— de ciertos pasajes de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger ha sido distinguida, con un grado variable de precisión, como «la tradición metafísica occidental». Si bien el psicoanálisis –cuyos orígenes se remontan, aproximadamente, a fines del siglo xix y se sitúan, justamente, en el seno del terreno labrado por el Bildungsbürgertum, la clase burguesa ilustrada, de la Viena de fin-de-siècle– no sería pensable sin la sólida formación que Sigmund Freud recibió, precisamente, de manos de esta tradición. A su vez, justamente en tanto meta-psicología, su comprensión histórico-crítica no es reducible al rastreo de sus antecedentes o precursores, es decir, al establecimiento de sus determinaciones históricas que lo producirían en tanto efecto causal, ni al resultado lineal de su sujeción a una determinada escena, cuadro o constelación de fuerzas. La proyección itinerante de la pregunta por la metapsicología, aun excesivamente general y preliminar, por consiguiente, sin desconocer la relevancia de la dimensión histórica para el desenlace de dicho interrogar, y sin prescindir del todo de trabajar, aunque sea de un modo que pueda impresionar como antojadizo y asistemático, con fuentes y desde un abordaje que en un principio podrían ser calificados como «históricas», no se atendrá a directrices arqueológicas o genealógicas en un sentido metodológico estricto, sino que formulará la mentada pregunta a partir de la recopilación de ciertos elementos que le son aportados desde y a partir de su inscripción en la lengua. Sin que dicha apuesta implique el menoscabo de las aproximaciones histórico-críticas, esta propone una acometida que si bien considera como antecedente relevante no solamente el llamado «giro lingüístico» y sus repercusiones en determinadas lecturas freudianas, en las cuales, bajo el alero de otras tendencias, por ejemplo, el llamado estructuralismo francés, se ha puesto de relieve la relevancia de la consideración del lenguaje, langage. Para el caso de este ensayo, se subrayará la importancia de la lengua, langue, para la configuración del psicoanálisis en general y de la metapsicología en particular. Este énfasis, que se inscribe en la senda abierta por una determinada consideración no solamente de la práctica psicoanalítica sino asimismo de su teoretización, pone de relieve la importancia de pensar el trabajo de Freud como un trabajo en –tanto in como an– la lengua. La metapsicología psicoanalítica, y he aquí la hipótesis que guiará y descaminará las cogitaciones siguientes, justamente deviene tal no en la medida en que sus pretensiones fundacionales apunten a un más allá, jenseits, un allende u otro lado, sino en la medida en que, su pujanza emancipatoria más íntima, despliega aquella diferencia no domesticable, no domeñable, no subyugable de este lado de la lengua, diesseits, en tanto movimiento intralingüístico infinitamente aplazado de diferenciación, subvirtiendo con ello toda pretensión ontoteleológica.

Dicha apuesta, con el objetivo de impedir el desborde exuberante de cualquier reflexión asentada en el terreno demarcado por lo textos freudianos, conlleva el intento transitorio y, ante los ojos de cualquier punto de vista que aun mantenga intacta una pizca de fe, por muy ínfima que sea, en el eventual destino de un proyecto metafísico tradicional, plenamente insuficiente, de fijar un punto – de partida, de principio, pero, al mismo tiempo, de salida, de desenlace, un Ausgang, como dice Kant en Respuesta a la pregunta Qué es la Ilustración? – provisional o incluso circunstancial, para luego emprender, a partir de ahí, un bosquejo de lo que sería el pro-yecto (Entwurf) de ciertos delineamientos arqueo-genealógicos en el campo de la metapsicología Freudiana. Concretamente, el movimiento propuesto arrancará de la lectura de tres textos desglosados, que a su vez corresponden a momentos precisables y diferenciados del devenir del psicoanálisis freudiano; estos textos son:

a. tres cartas a Fließ, escritas entre 1896-1898, es decir, redactadas alrededor de la fecha oficial de nacimiento del psicoanálisis,

b. el manuscrito intitulado Das Unbewußte (1915), considerado como parte de los llamados textos metapsicológicos, y

c. el escrito Über endliche und unendliche Analyse (1937), perteneciente a la última etapa de producción escritural de Sigmund Freud.

Primero, el fundamento (Grund), ya sea último o primero, del que arranca la démarche reflexiva proyectada, está conformado por las cartas freudianas. Se suscribe, en este punto, a la posición de Fichtner (1989), quien insiste, en primer lugar, en la importancia de leer las cartas de Freud y, en segundo lugar, de leerlas como un oeuvre paralelo. Un espeso y tupido texto, autónomo, atravesado por relaciones centrífugas y centrípetas, conformado por el apretado entramado de vaivenes de cartas, epístolas y postales, establecido por las más de 20.000 cartas escritas por Freud. Existe una especie de paralelo con el pensamiento de Michel Foucault, respectivamente, con la relación entre su pensar y los testimonios escritos que dan cuenta de este pensar: La revisión pormenorizada de los Dits et Écrits ha permitido afirmar que los textos de Foucault en general, pero los «grandes libros» en particular, se vuelven inteligibles recién a partir de la revisión de las entrevistas, los diálogos, las conversaciones, etc. Lo anterior implica subvertir cierta jerarquía establecida entre los textos considerados menores, por razones formales fundamentalmente, y, por el otro lado, los libros que a su vez representarían los textos mayores. Dicha distinción implica ignorar que Freud, al igual que Foucault, aprovechaba estos formatos escriturales alternativos, tal como si fuesen una especie de hypomnémata, es decir, los concebía como laboratorios experimentales, como playground, Spielwiese, para el ensayo –y error– de sus hipótesis más especulativas, sus conjeturas más quiméricas, sus cavilaciones más alejadas del canon convencional de las ciencias naturales, y, por consiguiente, más arriesgadas y más atrevidas.

 

En relación a la pregunta inicialmente planteada, concretamente, los primeros usos documentados del vocablo metapsicología se encuentran entre 1896 y 1898, precisamente en algunas de las cartas escritas a Wilhelm Fließ. Así, por ejemplo, en la carta 160, que data del 10 de marzo de 1896, Sigmund Freud dice: “Die Psychologie – Metapsychologie eigentlich – beschäftigt mich unausgesetzt, das Buch von Taine L’intelligence passt mir ausserordentlich. Ich hoffe, es wird doch etwas daraus. Die ältesten Ideen sind gerade die brauchbarsten, wie ich nachträglich finde” (Freud, 1986: 181). Es, entonces, la metapsicología, distinguida de la psicología a secas, la que ocupa, la que mantiene ocupado (beschäftigt) a Freud incesantemente, sin suspensiones o ex-posiciones (unausgesetzt), asistido extraordinariamente (ausserordentlich) por el mentado libro de Taine. Casi dos meses después, el 2 de abril de 1896, nuevamente en carta a Fließ, Freud escribe lo siguiente: “Ich komme im ganzen mit der Neurosenpsychologie sehr schön fort, habe allen Grund, zufrieden zu sein. Ich hoffe, Du leihst mir Dein Ohr auch für einige metapsychologische Fragen...” (Freud en Færgeman, 1964: 291). La metapsicología aquí aparece en calidad de adjetivo, calificando la naturaleza de las preguntas que Freud desea dirigirle a Fließ –lamentablemente, no fue posible hacerse con la carta en su totalidad, de la cual en alemán han sido publicadas extractos (Auszüge). Es justamente en la carta citada en la cual Freud, tras afirmar no haber sentido otro anhelo (Sehnsucht) que aquel por conocimiento filosófico y que ahora estaría a punto de cumplirla (im Begriff sie zu erfüllen) al girar desde la medicina hacia la psicología, le confiesa haber devenido terapeuta en contra de su voluntad (wider Willen). (Meta)Psicología aparece opuesta a medicina, representante de las ciencias fácticas en las cuales se había formado el propio Freud, a pesar de su antiguo anhelo filosófico, el cual ahora estaría a punto de cumplirse –precisamente gracias a ésta. Luego, el 10 de marzo 1898, nuevamente en carta a Wilhelm Fließ, Freud pareciera pedirle permiso a éste para emplear el nombre propio Metapsychologie: “Es scheint mir, als ob mit der Theorie der Wunscherfüllung nur die psychologische Lösung gegeben wäre, nicht die biologische, oder besser metapsychische. (Ich werde dich übrigens ernsthaft fragen, ob ich für meine hinter das Bewußtsein führende Psychologie den Namen Metapsychologie gebrauchen darf)” (Freud, 1898/1999: 211). Es decir, die Metapsychologie se muestra como «eine hinter das Bewußtsein führende Psychologie», una psicología que conduce, lleva, dirige –ya que todas esas acepciones poseen, entre otras, el verbo führt: detrás de la conciencia. Jemanden hinter das Licht führen, se dice en alemán, literalmente: llevarlo detrás de la luz, cuando uno se está refiriendo a la acción de engañarlo, embaucarlo, encandilarlo, deslumbrarlo mediante la luz para despistarlo, descarriarlo, descaminarlo. La metapsicología, podríamos decir, engaña. Conduce detrás de la conciencia. ¿Y qué hay detrás de la conciencia? Nada, como bien sabemos, ya que constituye una especie de engaño metafísico caer preso de la ilusión que ahí, detrás –o debajo– de las apariencias, podamos “recoger allí la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre sí misma, su forma móvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo” (Foucault, 1978, p. 9). Equivaldría, podríamos seguir parafraseando, a “intentar encontrar «lo que estaba ya dado», lo «aquello mismo» de una imagen exactamente adecuada a sí […] Es intentar levantar las máscaras para develar finalmente una primera identidad” (Foucault, 1978, p. 9-10). Metapsicología es, por lo tanto, una psicología que lleva detrás de la conciencia, conduce a la nada, que engaña.

Pero basta de prolegómenos, basta de exordios e introitos, enfoquémonos en los llamados «textos metapsicológicos», propiamente tales –a sabiendas que tal cosa, lo propiamente tal, no existe. 17 años después de las aludidas cartas a Fließ, específicamente, en Das Unbewußte (1915), Freud dice: “Wir werden es nicht unbillig finden, die Betrachtungsweise, welche die Vollendung der psychoanalytischen Forschung ist, durch einen besonderen Namen auszuzeichnen. Ich schlage vor, daß es eine metapsychologische Darstellung genannt werden soll, wenn es uns gelingt, einen psychischen Vorgang nach seinen dynamischen, topischen und ökonomischen Beziehungen zu beschreiben. Es ist vorherzusagen, daß es uns bei dem gegenwärtigen Stand unserer Einsichten nur an vereinzelten Stellen gelingen wird” (p. 280).

En este lugar, siguiendo la hipótesis acerca de la relevancia de la lengua y la relación de Freud hacia ella, vale la pena leer comparativamente ambas traducciones al castellano. Luis López-Ballesteros y de Torres dice: “Consideramos conveniente distinguir con un nombre especial este último sector de la investigación psicoanalítica, denominaremos metapsicológica a aquella exposición en la que consigamos describir un proceso psíquico conforme a sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos. Anticiparemos que, dado el estado actual de nuestros conocimientos, sólo en algunos lugares aislados conseguiremos desarrollar tal exposición” (1915: 1071).

A su vez, José Luis Etcheverry traduce: “No juzgamos inadecuado designar mediante un nombre particular este modo de consideración que es el coronamiento de la investigación psicoanalítica. Propongo que cuando consigamos describir un proceso psíquico en sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos eso se llame una exposición metapsicológica: Cabe predecir que, dado el estado actual de nuestros conocimientos, lo conseguiremos sólo en unos pocos lugares” (1915: 178).

Más allá de las respectivas diferencias de estilo, atribuibles, al menos en parte, al talento de los traductores, su nacionalidad, su respectivo horizonte cultural, etc., llama la atención una discrepancia evidente a propósito de la traducción de la palabra Vollendung, vocablo empleado por Freud para caracterizar a la metapsicología respecto de la investigación psicoanalítica. Mientras que Etcheverry habla del «coronamiento», López-Ballesteros simplemente alude a «ese sector último». Dicha discrepancia se explica si se considera que la palabra Vollendung, que suele ser empleada en el sentido de perfección, culminación, magnificencia, se compone del prefijo voll, lleno, pleno, colmado, y la palabra Endung, terminación, desinencia, respectivamente, Ende, fin, final, término. Etcheverry, en este lugar, rescata el carácter procesal de vollenden, que designa, en primer lugar, no sólo el resultado o efecto, sino el proceso de acabar o concluir, y, en segundo, el transcurso de completar, coronar o culminar de modo vollendet, consumado, perfecto o cabal. López-Ballesteros, en cambio, se inclina a traducir Vollendung en la línea de die Unvollendete, la sinfonía en si menor, D. 759, de Franz Schubert, conocida como “La Inacabada”. Las consecuencias inferibles para la respectiva concepción de la metapsicología son palmarias y acaso podrían resumirse del siguiente modo: mientras que para Etcheverry constituye un problema de orden cualitativo, pues guarda relación con un cierto modo de aspirar a la perfección de la investigación en psicoanálisis, para López-Ballesteros el asunto se sitúa en el terreno de lo cuantitativo, de lo que hay que concluir, de ese sector último.

En segundo lugar, López-Ballesteros traduce «nur an vereinzelten Stellen» como «sólo en algunos lugares aislados», mientras que Etcheverry, en este caso, al hablar de «unos pocos lugares», convierte el problema en un asunto cuantitativo. Vereinzelt, efectivamente, es un vocablo compuesto, integrado por el prefijo ver, que comparte con Verdrängung, represión, Verleugnung, desmentida y Verwerfung, forclusión, y la partícula einzeln, que posee las siguientes significaciones: (i) estando sólo, sólo uno de varios, como en Ich finde im Wäschetrockner hin und wieder eine einzelne Socke, encuentro en el secador de ropa de vez en cuando un solo calcetín; (ii) empleado como adverbio: en una secuencia siempre emplear uno a la vez y luego pasar al siguiente, como en Zeugen werden grundsätzlich einzeln verhört, um gegenseitige Beeinflussung zu vermeiden, testigos por principio son interrogados de a uno, para evitar que se influencien mutuamente; (iii) concerniente a uno o a otro, pocos, individualmente distintos, como en Einzelne Studenten müssen natürlich die Prüfung wiederholen, aber im Prinzip schafft es jeder, unos pocos estudiantes singulares por supuesto que deben repetir el examen, pero en principio todos lo logran (aprobar). Vereinzelt, de este modo, sería aquello que se encuentra en estado de einzeln, por separado, uno por uno, como resultado de un proceso de Vereinzelung. Eso respecto de los lugares en los cuales se produce el pensamiento metapsicológico como tal, Vollendung de la investigación psicoanalítica.

Contrastan, abiertamente, por un lado, la aspiración de parte de la metapsicología por convertirse en Vollendung der psychoanalytiscchen Forschung y, por el otro, su carácter fragmentario, inconcluso, eternamente aplazado. Y, podríamos decir con ello, que en su carácter de fragmento –como ya rezaría Bruchstück einer Hysterie-Analyse, más conocido como «el caso Dora»– reside, precisamente, su más elevada realización, su cumplimiento.

Las consideraciones anteriores, el escrutinio del acopio de ideas reunidas bajo la expresión de textos «metapsicológicos», no han hecho sino subrayar la relevancia de considerar, en todo tratamiento problematizante de las nociones psicoanalíticas, las relaciones con la lengua alemana que se desprenden, por ejemplo, de su introducción y tratamiento. No obstante, antes de pasar a dar lugar a las mentadas cogitaciones, con el objetivo de cerrar la brevísima travesía anunciada, se ensayará el examen del último de los textos anunciados, más específicamente, de aquel fragmento que dará lugar a la denominación de la metapsicología como bruja.

Específicamente, en Die endliche und die unendliche Analyse (1937), texto traducido al castellano como Análisis terminable e interminable, primero en 1947 por Ludovico Rosenthal, luego, en 1976 por José Luis Etcheverry, Freud examina las condiciones requeridas para un «agotamiento radical» (gründliche Erschöpfung) de las posibilidades de la enfermedad, capaz de generar una «alteración profunda» (tiefgehende Veränderung) de la «persona». En este punto ambas traducciones no presentan discrepancias significativas, aunque, como es sabido, López-Ballesteros optará sistemáticamente en traducir Trieb por «instinto», mientras que Etcheverry recurre al neologismo «pulsión». De entrada, llama la atención la decisión –de ambos– de traducir endlich, respectivamente unendlich, por «terminable» e «interminable», siendo que las traducciones más inmediatas, directas –y probablemente más justas, tanto en el sentido de precisas como de ecuánimes– serían «finito» e «infinito».

La pregunta central del texto freudiano acaso se deja resumir en la siguiente interrogante: ¿Es posible «resolver» (López-Ballesteros) o «tramitar» (Etcheverry) (erledigen) «de modo permanente y definitivo» (López-Ballesteros) o «de manera duradera y definitiva» (Etcheverry) (dauernd und endgültig), la terapia analítica mediante, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional patógena dirigida al yo? La respuesta a dicha pregunta pasa por el esclarecimiento de las significaciones de «resolución duradera» o «tramitación permanente» (dauernde Erledigung) de una exigencia pulsional. Como Freud, interesado en remarcar el carácter perenne de las pulsiones y de los respectivos conflictos intra e intersistémicos asociados, se preocupa de aclarar de inmediato, que no se trataría de hacer desaparecer a la pulsión o de silenciarla para siempre, como en un principio podría sugerir el uso cotidiano del verbo erledigen, liquidar, eliminar, ultimar, sino, más bien, lo que habría en juego es un intento de «domesticación» (López-Ballesteros) o «domeñamiento» (Etcheverry) (Zähmung) de la pulsión – a saber, el esfuerzo de avasallar y de volver mansa, dúctil, apacible (zahm) a la pulsión pasa por su admisión, en su totalidad (ganz), dentro de lo que Freud distingue como la «armonía del yo», con el objetivo que sea asequible a toda clase de influjos por las otras aspiraciones (Strebungen) que hay en el interior del yo, y ya no siga más, al menos no de un modo obcecado y, finalmente, autodestructivo, el sendero emprendido, camino de una sola vía, encaminado imperturbablemente hacia la satisfacción. Ante la pregunta por qué derroteros (Wege) y con qué medios habría de emprenderse el mentado domeñamiento, la respuesta es tan escueta como enigmática: “«So muß denn doch die Hexe dran.» Die Hexe Metapsychologie nämlich” (Freud, 1937/1960: 3369). Mientras que López-Ballesteros conserva la cita original en alemán: “So muß denn doch die Hexe dran —la metapsicología de las brujas” (1937/1963: 9), Etcheverry traduce: “«Entonces es preciso que intervenga la bruja». La bruja metapsicología, quiere decir.” (1937/2008: 228). Respecto de la mentada bruja y las soluciones que ella potencialmente podría aportar al problema teórico de la domesticación de las pulsiones, Freud de inmediato agrega que los caminos abiertos por ella transcurren por la vía de la especulación y de la reflexión metapsicológica –una modalidad del teoretizar que, como esclarece, estaría cerca del «fantasear». Y prosigue: Por desgracia, «lo que la bruja nos revela» (López-Ballesteros), respectivamente, «los informes» (Etcheverry) (Auskünfte) tampoco esta vez son muy claros ni muy detallados (ausführlich). Tenemos una sola «pista» o «punto de apoyo» (Etcheverry) (Anhaltspunkt) —si bien inestimable—: la antítesis (López-Ballesteros), «la oposición» (Etcheverry) (Gegensatz) entre proceso primario y secundario. Volviendo a la cita aludida, «So muß denn doch die Hexe dran», como todo Gymnasiast sabe, es una cita del Fausto, no solamente el escrito más difundido de Johann Wolfgang von Goethe, sino en general, la obra más conocida y más citada de la literatura alemana. Más allá de la presencia ininterrumpida de Goethe en la obra de Freud, ya en Dora, en el apartado “Der Krankheitszustand”, Freud había recurrido a una cita de esta misma escena del Faust. En vez de ahondar en este punto, interesa insistir en la mentada relación entre lengua y conceptualización en Freud en general, y en el caso del Trieb en particular. De modo preliminar, llama la atención que la traducción de López-Ballesteros, si bien traduce Trieb como «instinto», una aberración a todas luces, pareciera estar más cerca de las incursiones freudianas en la lengua materna del psicoanálisis y de la cultura alemana en general, sin la cual éste no sería pensable.

 

El problema de la lengua

Si sometemos a una lectura detallada las primeras líneas de Triebe und Triebschicksale (1915), puesto por escrito, mis par écrit, written down, niedergeschrieben entre el 15 de marzo de 1915 y el 4 de abril de 1915, nos encontramos con la siguiente afirmación, hecha por Freud, transcrita en su totalidad debido a su relevancia para la pregunta que nos ocupa:

Hemos oído expresar más de una vez la opinión de que una ciencia debe hallarse edificada sobre conceptos fundamentales (Grundbegriffe), claros y precisamente (scharf) definidos. En realidad, ninguna ciencia, ni aun la más exacta comienza por tales definiciones. El verdadero (richtige) principio de la actividad científica consiste, más bien, en la descripción de fenómenos, que luego son agrupados, ordenados y relacionados entre sí. Ya en esta descripción se hace inevitable aplicar al material determinadas ideas abstractas extraídas de diversos sectores y, desde luego, no únicamente de la observación del nuevo conjunto de fenómenos descritos. Más imprescindibles aún resultan tales ideas —los ulteriores principios fundamentales de la ciencia— en la subsiguiente elaboración de la materia. Al principio han de presentar cierto grado de indeterminación, y es imposible hablar de una clara delimitación de su contenido. Mientras permanecen en este estado, nos concertamos sobre su significación por medio de repetidas referencias al material del que parecen derivadas, pero que en realidad les es subordinado. Presentan, pues, estrictamente consideradas, el carácter de convenciones, circunstancia en la que todo depende de que no sean elegidas arbitrariamente, sino que se hallen determinadas por importantes relaciones con la materia empírica, relaciones que creemos adivinar antes de hacérsenos asequibles su conocimiento y demostración. Sólo después de una más profunda investigación del campo de fenómenos de que se trate resulta posible precisar más sus conceptos fundamentales científicos y modificarlos progresivamente, de manera a extender en gran medida su esfera de aplicación haciéndolos así irrebatibles. Este podrá ser el momento de concretarlos en definiciones. Pero el progreso del conocimiento no tolera tampoco la inalterabilidad (rigidez; Starrheit) de las definiciones. Como nos lo evidencia el ejemplo de la Física, también los «conceptos fundamentales» fijados en definiciones experimentan una perpetua modificación (cambio; Wandel) del contenido (1915: 1035, traducción de López Ballesteros, contrastada con la versión de Etcheverry sobre la base de la lectura del texto en alemán).

Ya la primera frase que inauguraría esta reflexión epistémica, ubica a los conceptos fundamentales, aquellos conceptos «de base», elementales, simples, esenciales, capaces de soportar sobre sus hombros el peso de un edificio teórico articulado, elementos –categoriales– necesarios para todo conocer, distinguidos ya por Aristóteles, en un lugar protagónico. A su vez, la exigencia que los mentados Grundbegriffe, first principles, sean claros, definidos de modo preciso y exacto, cortante, tajante (scharf), es una clara alusión primero a Descartes y luego a Kant, quien exigía que las definiciones habían de ser “deutlich bestimmte Begriffe” (Kant en Stuhlmann-Laeisz, 1976: 106) y en otro lugar insistiría en que “Ein Begriff ist deutlich, dessen Merkmale klar sind” (Kant en Stuhlmann-Laeisz, 1976: 105). La demanda de que los conceptos hayan de ser «klar und deutlich» era una exigencia incuestionable, ampliamente aceptada, extendida más allá de los límites de las llamadas ciencias exactas, como se puede corroborar, por ejemplo, al consultar el texto Systematische Entwicklung der Grundbegriffe und Grundwahrheiten des peinlichen Rechts, publicado en 1794 por Gallus Aloys Kleinschrod, uno de los máximos representantes del Derecho natural de inspiración ilustrada en el ámbito de habla alemana, en el cual aparecía la siguiente exigencia: “Um aber die Gesetze anwenden zu können, müssen sie klar und deutlich, auch ihr Wirkungskreis bestimmt seyn” (p. 268). Para obtener la anhelada legibilidad de los conceptos y poder delimitarlos entre sí de modo inequívoco, el camino señalado por Freud es el siguiente: El comienzo de la actividad científica consiste no en el trato (Umgang) con estas ideas distintas y claras, sino en la descripción preliminar de determinadas apariciones (Erscheinungen) que luego son agrupadas, ordenadas e inscriptas (eingetragen) en contextos, plexos relacionales o conjuntos de conexiones (Zusammenhänge). Freud es categórico: Al principio deben comportar cierto grado de indeterminación; no puede pensarse en ceñir con claridad su contenido: “Sie müssen zunächst ein gewisses Maß von Unbestimmtheit an sich tragen; von einer klaren Umzeichnung ihres Inhaltes kann keine Rede sein” (1915: 81).

Una vez habiendo establecido ciertos principios básicos con el objetivo de contribuir al forjamiento de una epistemología psicoanalítica capaz de cumplir los elevados anhelos de su padre fundador, Freud, en lugar de detenerse en el examen y eventual esclarecimiento del término mismo, propone discutir algunos términos auxiliares, claves para la comprensión del Trieb: Drang, Ziel, Objekt y Quelle.

Destaca, de inmediato, qué López-Ballesteros y Etcheverry discrepan en la traducción puntual de dos de los cuatro términos centrales distinguidos por Freud con miras a una eventual comprensión del Trieb. Para Drang, López-Etcheverry propone «perentoriedad», mientras que Etcheverry emplea «empuje»; en el caso de Ziel, López-Etcheverry usa «fin», mientras que Etcheverry, a su vez, sugiere «meta». Objekt y Quelle, menos ambiguos y complejos para la traducción literal, son traducidos del mismo modo por ambos: «objeto» y «fuente», respectivamente. No obstante, más que estas reiteradas y puntuales discrepancias en cuanto a la traducción del texto freudiano al castellano, llama la atención el proceder de Freud al momento de intentar circunscribir el concepto pivote de su metapsicología. Así, por ejemplo, a la hora de describir el Drang, dice: “Por perentoriedad (esfuerzo; Drang) de un instinto (pulsión; Trieb) se entiende su factor motor (motorisches Moment), esto es, la suma de fuerza o la cantidad (medida; Maß) de exigencia de trabajo que representa. Este carácter perentorio (esforzante; des Drängenden) es una cualidad general (propiedad universal; allgemeine Eigenschaft) de los instintos e incluso constituye la esencia (Wesen) de los mismos. Cada instinto es una magnitud (fragmento; Stück) de actividad, y al hablar negligentemente (lässigerweise) de instintos pasivos se alude tan sólo a instintos de fin (con una meta; Ziele) pasivo” (Freud, 1915: 1037).

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