La racionalidad ampliada: nuevos horizontes de la fenomenología y la hermenéutica

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CAPÍTULO II

Autopoiesis, cognición e intencionalidad como estructuras del organismo individual

Autopoiesis, Cognition and Intentionality as Structures of the Individual Organism

Raphael Aybar Valdivia

Pontificia Universidad Católica del Perú

Universidad de Viena

raphael.aybar@pucp.pe

Resumen: Este capítulo propone que el concepto de intencionalidad es compatible con la idea de que el organismo viviente se acopla estructuralmente con su entorno, tal y como sostiene la teoría de la autopoiesis formulada por Humberto Maturana y Francisco Varela. Esta afirma que los organismos vivientes se autoproducen como sistemas en respuesta a las perturbaciones que reciben de sus entornos, siendo esta su cognición elemental. Sostengo que este comportamiento es intencional porque es una manera elemental de posicionarse en su entorno. La primera parte explica qué son la autopoiesis, la cognición en los organismos en general, y el acoplamiento estructural a partir de algunos trabajos de Maturana y Varela. La segunda parte defiende que los organismos vivientes no pueden ser comprendidos en términos mecanicistas y que responden a cierto finalismo del que solo el concepto de intencionalidad puede dar cuenta. Finalmente, la tercera parte discute en qué sentido son análogos el acoplamiento estructural y la intencionalidad, y por qué, en mi opinión, la intencionalidad es un concepto más funcional que el de finalidad para describir la estructura de los organismos individuales.

Palabras clave: autopoiesis, cognición, fenomenología, finalidad, inmanente, entorno, intencionalidad, máquina, mundo, organismo viviente, posicionamiento, sistema, teleología.

Abstract: This chapter argues that the concept of intentionality is consistent with the idea that a living organism is structurally coupled with its environment, just as the Theory of Autopoiesis of Humberto Maturana and Francisco Varela claims. This theory purports that living organisms produce themselves as systems in response to the disturbances they suffer from their environments, considering this as their minimal cognition. I argue that their behavior is intentional since it is an elementary form of being positioned in their environment. The first part of the chapter explains what autopoiesis is, how cognition generally works in living organisms, and the idea of structural coupling drawing from some of the works of Maturana and Varela. The second part suggests that living organisms should not be understood within a mechanistic framework since they respond to a certain teleology, which can only be grasped by the concept of intentionality. Finally, the third part discusses in what sense structural coupling and intentionality are analogous, even though intentionality is, in my view, a more functional concept than purposiveness to describe the structure of individual organisms.

Keywords: Autopoiesis, Cognition, Phenomenology, Immanent Purposiveness, Environment, Intentionality, Machine, World, Living Organism, Standing, System, Teleology.

En las últimas décadas, investigadores de diversas disciplinas han tomado nota de la creciente importancia del debate entre las ciencias cognitivas y la fenomenología para la comprensión de la mente y de la subjetividad147. En esta novedosa línea de investigación, se consideran complementarias las descripciones fenomenológicas y las explicaciones científicas, aun cuando se reconozca que el diálogo entre ambas disciplinas se encuentra en un estado incipiente. Esto se debe al hecho de que la tradición científica contemporánea ha tenido un diálogo más fluido con la tradición analítica de la filosofía, cuyos prejuicios hacia la tradición fenomenológica han desincentivado a los científicos a tomarla en consideración, aun cuando actualmente muchos conceptos fenomenológicos estén siendo empleados —de manera consciente y no-consciente— en las discusiones actuales de las ciencias cognitivas148.

Uno de los temas centrales del debate entre la filosofía de la mente y las ciencias cognitivas es la pregunta acerca de qué teorías y modelos resultan más eficientes para explicar la cognición149. En este contexto, hipótesis como el funcionalismo, que toman a la cognición como un procesamiento de símbolos realizable por un agente150 sea una máquina o un ser humano), han recibido una gran aceptación por parte de la comunidad científica, en parte porque dichos modelos pueden validarse mediante simulación en inteligencia artificial151. La interpretación de la cognición en términos de procesamiento de un input y producción de un output es altamente aceptada porque simplifica la explicación del fenómeno de la cognición, reduce sus variables a las mínimas, y permite programar agentes artificiales capaces de realizar tareas cognitivas específicas. No es el propósito de este artículo negar el valor práctico de tal empresa, pero sí es necesario reconocer que es un contrasentido limitar conscientemente nuestra comprensión de la cognición a una función cognitiva particular, para luego tomar esa misma función como paradigma de la cognición en general; aunque, ya Nietzsche decía que el hombre es el animal que crea metáforas y luego olvida que las crea152.

Al interpretar la cognición como procesamiento de símbolos se desatiende, por ejemplo, que toda cognición está situada en un ambiente y que es realizada por un agente corporizado, de ahí que los enactivistas153 defiendan que la cognición involucra un acoplamiento sensorio-motor con el ambiente, el cual se constituye en la historia particular de cada agente cognitivo154. Esto significa que saber cómo (know how) actuar en un ambiente específico es algo que se adquiere en la historia individual de las interacciones de un agente con su entorno. La cognición deja de ser interpretada como el realizar una tarea y es comprendida como la forma en la que un organismo individual se sitúa en su entorno y conforma una gama de acciones posibles con su mundo. Sin embargo, algunos enactivistas en principio excluyen del concepto de cognición humana las nociones de subjetividad155 autonomía156 y teleología, en el intento de que sus modelos cognitivos puedan ser simulados mediante un agente artificial.

Sin embargo, sería precipitado descartar enfoques sobre la cognición modelados desde el paradigma cibernético, ya que, aun cuando estos simplifiquen el fenómeno, resultan útiles. Pero no es tarea de la filosofía de la mente comprometerse con un modelo de la cognición solo por fines prácticos. Más bien, esta disciplina también se enfrenta a la pregunta siguiente: ¿qué es la cognición?; y debe evitar reduccionismos o, en su defecto, hacerlos explícitos. En añadidura, a la filosofía le concierne el análisis reflexivo de los conceptos y la experiencia157; mientras que, por su parte, las ciencias cognitivas abordan la cognición a partir de paradigmas computacionales, antropológicos, biológicos, neurológicos, psicológicos, sociológicos, etc. Aquí sostengo que la filosofía fenomenológica puede tomar la biología como hilo conductor de un análisis reflexivo; esto significa que partiré de una hipótesis científica (biológica) para, mediante una pregunta retrospectiva (Rückfrage), describir la estructura de las experiencias que están a la base de su formulación158. Específicamente, argumentaré que la intencionalidad es la estructura trascendental de la autopoiesis de los organismos vivientes159 y que tal entrecruzamiento permite a esta teoría tener conceptos más precisos para los fenómenos que describe, así como a la fenomenología le permite cumplir con el mandato de “retornar a las cosas mismas”, como se explica a continuación.

Los actos cognitivos ejecutados por seres conscientes son intencionales. Esto significa que se sitúan en un horizonte de significaciones posibles y tienen la estructura de ser cognición sobre algo. Una descripción de este tipo hace justicia a actos cognitivos superiores160, por ejemplo, la toma de decisiones, la capacidad de dar un argumento a favor o en contra de una determinada creencia, etc. Sin embargo, difícilmente esta descripción parece ser extensible a otros sucesos que son, empero, evidentemente cognitivos. Por ejemplo, en la biología cognitiva se ha evidenciado que animales como las abejas son capaces de reconocer conceptos abstractos como los de igualdad y diferencia161. Este es solo un caso de los innumerables ejemplos de actos cognitivos en animales no-humanos que la biología cognitiva ha evidenciado: uso de herramientas, orientación espacial, cognición perceptual, habilidades comunicativas, sociales, entre muchas otras162. Ninguna de estas habilidades cognitivas depende de la conciencia, al menos en el sentido usual manejado por los científicos cognitivos, de tener una representación de sí mismo o poseer estados mentales, por lo que interpretar estos actos a partir de este concepto podría llevar a equívocos.

Humberto Maturana y Francisco Varela —en sus primeros trabajos— propusieron una forma de entender la cognición diametralmente opuesta a aquella que la restringe a los actos cognitivos superiores, vinculándola más bien a los procesos biológicos elementales en los que se conforma todo organismo viviente. En su teoría, los organismos vivientes son considerados como organizaciones emergentes que se autoproducen a partir de las dinámicas entre sus componentes que generan una clausura organizacional, es decir, un dominio o espacio específico de interacciones, el cual distingue al organismo de su entorno (Umwelt). Sin embargo, los organismos son sistemas abiertos, ya que interactúan con sus entornos a través del intercambio de materia y energía. Denominan a dicho proceso autopoiesis, porque es el organismo y no un agente externo el que produce sus componentes. Este es el proceso cognitivo mínimo de cualquier organismo viviente y consiste en compensar las perturbaciones o influencias que el ambiente produce en el organismo mediante cambios estructurales, fenómeno que involucra la agencia del sistema, la interacción con el entorno y un cuerpo163.

 

Como mencioné, los límites del organismo coinciden con su dominio o espacio de interacciones. Esto significa que el entorno no determina la forma de estas interacciones, aunque pueda perturbar al organismo, que no es capaz de conservarse si las perturbaciones son demasiado potentes. Por ejemplo, un insecto puede tener cierta tolerancia al calor, pero su cuerpo no resiste ser quemado. Aun cuando los organismos estén expuestos a su entorno, este nunca condiciona unilateralmente su espacio de interacciones posibles, es decir, el organismo determina qué es lo que puede asimilar, de qué puede nutrirse y de qué no, y qué elementos de su entorno pueden servir para la producción y renovación de sus componentes. Tales comportamientos, los cuales son modificaciones basadas en experiencias previas, son considerados por esta teoría como aprendizajes o actos cognitivos164. Y, en tal particular sentido de cognición, ella deja de estar reservada a una cierta clase especial y sofisticada de actos exclusivos de seres conscientes, para ser tomada como un patrón general de todos los seres vivos165.

Inicialmente, y debido a la pretensión de que su teoría fuese considerada científica, Maturana y Varela asumieron una perspectiva mecanicista de la autopoiesis, negando que esta pueda ser entendida como una tendencia del organismo hacia cierto fin (teleología), considerando a los organismos como máquinas sin propósito. Ulteriormente, Varela y Thompson han reconocido que, para comprender la espontaneidad de los organismos, es necesario postular que responden a una finalidad inmanente166. Asumiendo esa necesidad, en esta investigación propongo que el concepto fenomenológico de intencionalidad, entendido como posicionamiento en un entorno y constitución de una identidad situada, compensa una carencia de la mera idea de finalidad inmanente, que consiste en que esta no explica el acoplamiento estructural del organismo en su entorno. Así, la pregunta retrospectiva de esta investigación parte del concepto biológico de acoplamiento estructural de Maturana y Varela, y se dirige hacia la estructura general de la intencionalidad como posicionamiento, tal como es descrita en la fenomenología de Levinas. Por lo tanto, defenderé que la intencionalidad como posicionamiento no es solo una estructura del ser consciente, sino de los organismos en general.

La primera parte del trabajo delinea algunas características de la autopoiesis, y explica el papel de la cognición y el acoplamiento estructural en esta teoría. La segunda parte desarrolla los conceptos de finalidad extrínseca y finalidad inmanente, explicando por qué es más pertinente asumir la segunda y no considerar a los organismos como máquinas sin propósito. Finalmente, la tercera parte explica la intencionalidad como posicionamiento de un cuerpo orgánico y muestra cómo este concepto compensa la incapacidad de la finalidad inmanente para dar cuenta del acoplamiento estructural.

§ 1. Autopoiesis y cognición en los seres vivientes

Maturana y Varela167 consideraron a los organismos vivientes como sistemas diferenciables de sus entornos168, sin prestar atención a su génesis evolutiva169. Su carácter sistémico, según ellos, consiste en que su comportamiento responde a patrones constantes, siendo la autopoiesis, como es presentada a continuación, una característica necesaria y suficiente para considerarlos vivos:

Una máquina autopoiética es una máquina organizada como un sistema de procesos de producción de componentes que: i) generan los procesos (relaciones) de producción que los elaboran a través de sus continuas interacciones y transformaciones, y ii) constituyen a la máquina como una unidad en el espacio físico. Por consiguiente, una máquina autopoiética continuamente específica y produce su propia organización a través de la producción de sus propios componentes, bajo condiciones de continua perturbación y compensación de esas perturbaciones (producción de componentes) (…). Una máquina autopoiética es un sistema homeostático que tiene a su propia organización como la variable que mantiene constante170.

Las máquinas autopoiéticas171 son autónomas en el sentido de que su comportamiento no depende de un agente externo que programe su funcionamiento172; es decir, son reguladas endógenamente, a través de los procesos internos en los que se producen sus componentes y mediante los cuales se realizan como estructuras acopladas a un entorno. Por ejemplo, algunos de los componentes del ser humano son sus órganos, sus extremidades y su sistema nervioso; mientras que su estructura es la dinámica de relaciones que permite que el sistema exista (como ser humano y no como una suma de partes). De igual forma, las moléculas no existen como unidades discretas, sino que existen como dinámicas moleculares. Dicha estructura define sus límites: qué elementos del entorno pueden ser integrados y qué componentes precisan de una modificación, subordinando cualquiera de estos cambios a la conservación de su unidad sistémica173.

Vale resaltar que la extensión que ocupa un sistema vivo está determinada por el dominio de interacciones o espacio de alteraciones posibles que un organismo puede sufrir sin desintegrarse174. Cuando un elemento participa de la dinámica del sistema forma parte del organismo, mientras que, cuando un agente externo perturba al organismo, este intenta compensar la alteración175. Las respuestas que el organismo da a los estímulos externos, integrándolos o excluyéndolos de la dinámica, implican una constante modificación de sus propios componentes. Esta alteración está supeditada a la conservación de su unidad sistémica. Así, estos sistemas son homeostáticos porque se mantienen como unidades relacionales y no como un mero agregado de componentes, lo que es insuficiente para la autopoiesis, la cual es posible solo si la dinámica estructural determina qué elementos pueden o no pertenecer al sistema. Del mismo modo, si el organismo no puede compensar una influencia del ambiente176, perderá su autopoiesis, se desintegrará y morirá177.

Como mencioné líneas arriba, la cognición ocupa un lugar central en la autopoiesis. Al respecto, Maturana y Varela fueron influenciados por Gregory Bateson178, quien sostuvo que los procesos mentales son características de todos los organismos vivos, así como consecuencias necesarias de los procesos vitales primitivos anteriores al desarrollo de los cerebros y sistemas nerviosos. Según esta perspectiva, la mente es un patrón común en las criaturas vivas, sean ellas organismos individuales, sistemas sociales o ecosistemas179. Sin embargo, el problema de esta perspectiva, de acuerdo con Maturana y Varela, reside en que no ofrece un criterio claro para distinguir un sistema vivo primario de un sistema vivo más complejo180. Siguiendo esta intuición, Maturana y Varela afirmaron que «los sistemas vivos son sistemas cognitivos, y el vivir es un proceso de cognición. Esta afirmación es válida para todos los organismos, con o sin sistema nervioso»181, pues la cognición:

(…) es la actividad involucrada en la autogeneración y autoperpetuación de las redes vivientes [living networks]. En otras palabras, la cognición es el proceso mismo de lo vivo. La actividad organizada de los sistemas vivientes, en todos los niveles de vida, es una actividad mental (…). La mente —o, con más precisión, la actividad mental— es inmanente en la materia en todos los niveles de vida182.

La actividad mental se refiere aquí a los mecanismos cognitivos que el organismo emplea para conservarse como sistema. Estos son limitados porque dependen de la coordinación específica entre los diversos componentes de su estructura, que además determinan «todos los cambios que puede sufrir al compensar perturbaciones»183, de ahí que no forme parte del organismo una influencia no asimilable. Uno de estos mecanismos es la coordinación sensorio-motora (uno de los aparatos cognitivos del organismo). Por ejemplo, el sistema auditivo de los murciélagos les permite coordinar sus movimientos mediante ecos (eco-locación) para capturar a sus presas, una destreza que es imposible para muchos otros animales184. En ese sentido, la sofisticación de su aparato sensitivo influencia en el desenvolvimiento en su entorno185. Del mismo modo, capacidades cognitivas como la conciencia permiten coordinaciones no previstas con el entorno186, sin que esto implique que el dominio de interacciones posibles de un agente consciente sea ilimitado. La cognición es relativa a la autopoiesis individual porque concierne al dominio de lo que el agente puede conocer o integrar a su sistema, de ahí que todo conocimiento esté de antemano situado en una organización individual específica. Esto implica que cuando un organismo modifica su estructura se produce una variación de su dominio cognoscitivo187.

Maturana denomina acoplamiento estructural a la cognición individual de los organismos, porque la cognición consiste en la modificación estructural que realiza el organismo para preservarse y, puesto que los cambios estructurales de un organismo se suceden a lo largo de su existencia, esto da lugar a procesos adaptativos, de aprendizaje y desarrollo188. Pese a ello, hay un rechazo generalizado de los términos cognición, aprendizaje o desarrollo para cogniciones no humanas, el cual ignora que los comportamientos análogos entre los seres vivos son los que hacen que nosotros, en tanto que observadores, interpretemos tales comportamientos como “aprendizajes”, “actos cognitivos”, etc. Estos actos corresponderían con las variadas maneras en las que los organismos se acoplan estructuralmente a sus entornos, mientras que las capacidades cognitivas específicas de los organismos determinan cómo se comportan en sus entornos específicos. Evidentemente, cierto tipo de interacciones, como las lingüísticas, son exclusivas de los seres humanos, las cuales les permiten organizarse y acoplarse estructuralmente a su entorno: la vida social con otros seres humanos. En un sentido análogo, otros seres vivientes adecuan sus procesos de autoproducción en función a sus entornos específicos y sus posibilidades de variación.

Se ha visto que la cognición no puede ser separada del contexto específico en el cual el organismo se acopla a su entorno. Por esta razón, un acto cognitivo no es una representación mental de algo que sucede en el mundo material. Tal dualismo no tiene lugar en esta teoría, como lo afirman Capra y Luisi,

La mente y la materia no se presentan más como pertenecientes a dos categorías separadas, sino como representando dos aspectos complementarios del fenómeno de la vida —proceso y estructura, que están inseparablemente conectados. Por primera vez, tenemos una teoría científica que unifica mente, materia y vida189.

Del mismo modo, otro de los postulados centrales es que la cognición es un fenómeno más primitivo que la conciencia, que supone la clausura operacional entre el sistema nervioso y los distintos órganos sensorio-motores del cuerpo190 respecto de un entorno específico. Dicho proceso es análogo en todos los seres vivientes en creciente grado de complejidad, aun cuando sus realizaciones específicas y las estructuras cognitivas particulares de cada especie varíen.

§ 2. La crítica de Maturana y Varela al concepto de finalidad

El anterior apartado ha permitido comprender que la cognición de los organismos vivientes consiste en que se constituyen como estructuras acopladas a sus entornos específicos. A continuación, explicaré por qué Maturana y Varela191 rechazaron interpretar este comportamiento como una conformidad a fin. Además, explicaré la diferencia entre una finalidad extrínseca y una finalidad intrínseca, mostrando que su crítica solo es válida para la primera de estas, siendo la última semejante a un aspecto del concepto fenomenológico de intencionalidad, que propondré en el último apartado como una mejor alternativa teórica más explicativa.

Como he señalado, Maturana y Valera192 negaron que la vida posea finalidad alguna o, en todo caso, que la ciencia de la vida pueda estudiarla bajo tal supuesto. Contrariamente, un antiguo presupuesto filosófico sostiene que el comportamiento del ser vivo es inteligible solo si se asume que responde a cierto fin. Estas dos posturas son conocidas como mecanicismo y finalismo y, según Kant, el primero solo es válido para describir el comportamiento de los corpúsculos materiales, pero insuficiente para dar cuenta de algunos comportamientos de los organismos vivientes tales como la regeneración, el crecimiento o la reproducción, que son inteligibles gracias al segundo193. Por esta razón, Kant optó por postular un principio regulativo llamado «conformidad a fin» (Zweckmäßigkeit)194, que tuvo como propósito entender estos comportamientos como si respondiesen a una finalidad. En este apartado, seguiré la interpretación de Kant sobre la finalidad siguiendo las lecturas de Thompson195, Weber y Varela196, quienes encuentran este concepto compatible con un enfoque enactivista autopoiético. Según este enfoque, entender a los organismos como máquinas es, a lo sumo, una estrategia descriptiva; mientras que la idea de finalidad inmanente apuntaría a cómo los organismos se autoorganizan en un entorno significativo.

 

De acuerdo con Kant, los organismos tienen una estructura que parece haber sido producida a partir de una idea; esto significa que sus distintos elementos están integrados de tal forma que producen comportamientos adecuados para vivir en sus entornos específicos, de ahí que se los considere como tendiendo a un fin. No se trata, empero, de una finalidad extrínseca al organismo, como es el caso de la finalidad de las máquinas, sino de una intrínseca, lo que significa que radica en el mismo organismo y no en un agente externo. La finalidad natural, intrínseca o inmanente, como la llamaré en lo que sigue, consiste en que los seres vivientes son causa y efecto de sí mismos197.

En Mind in Life, Evan Thompson198 discute este problema kantiano con la finalidad de distinguir los organismos vivientes de los artefactos y las máquinas. Esto es útil para la argumentación que aquí desarrollo porque permite rechazar la denominación “máquinas autopoiéticas” empleada por Maturana y Varela en la formulación inicial de la teoría de la autopoiesis. Los organismos vivientes se distinguen de los artefactos, ya que en los últimos la idea o concepto del todo tiene un rol causal en su producción. Esta idea o concepto está fuera de dicha entidad, en la mente de un diseñador inteligente. Un organismo, en cambio, es un producto natural y es él mismo la causa de su producción.

«Un organismo es ‘autoproducente’ (self-producing) y ‘autoorganizante’ (self-organizing), pues cada una de sus partes produce recíprocamente las otras. Se sigue que no podemos tomar la idea o concepto del organismo como causa del organismo mismo (…)»199.

Los artefactos, como se señala en el pasaje citado, dependen de un diseñador que los produce de acuerdo con un fin que les es externo; es decir, su finalidad depende de la atribución de un intérprete, aun cuando el comportamiento del artefacto y, por extensión, el de la máquina puedan ser explicados recurriendo solo a principios mecánicos. En oposición, los organismos vivientes poseen una capacidad autoorganizativa que no puede ser explicada recurriendo a estos principios, es decir, que es más que el movimiento de una materia. Si bien los artefactos están organizados de forma tal que producen movimientos coherentes, ya que sus componentes están conectados unos con los otros, estos son meros medios reemplazables e integrados por un agente externo. Contrariamente, los componentes de los organismos vivientes se coproducen o mantienen entre una causalidad recíproca de autoproducción. A ello se le denomina finalidad inmanente200.

Por ser un concepto regulativo, la finalidad inmanente no determina qué es un organismo, sino cómo debe ser comprendido, es decir, el intérprete atribuye la finalidad al organismo para entender su estructura, sin por ello inferir que dicha finalidad determine cada una de las partes del mismo. Más bien, ese es el caso de la relación de la máquina y su finalidad externa. Por ejemplo, para que un automóvil —que es un conjunto de partes ensambladas— funcione, necesita del correcto engranaje de sus partes. En la idea del diseñador, se sabe cuáles son estas partes y cómo deben ser encajadas para que funcione; en ese sentido, la estructura es determinada por el diseñador y no por la dinámica de sus componentes.

De acuerdo con Thompson, Kant consideró que la finalidad intrínseca a la naturaleza es irreconciliable con el naturalismo o, en su lenguaje, mecanicismo, ya que la causalidad autoorganizativa de los organismos era un asunto inexplicable desde la ciencia natural de su época. Thompson sostiene que la concepción kantiana merece en la actualidad una reconsideración, debido al desarrollo de las ciencias naturales que abordan sistemas complejos autoorganizativos. La teoría de la autopoiesis, por ejemplo, ofrece una caracterización científica detallada sobre la autoproducción u organización, asunto que Kant debía desterrar del campo de las ciencias naturales, pues solo las concebía bajo el paradigma de la física de Newton. Al respecto, en la actualidad, dos avances que permiten una explicación científica, de acuerdo con Thompson, son «el detallado rastreo de los sistemas moleculares de autoproducción en las células vivas» y «la invención de conceptos matemáticos y técnicas para el análisis de la autoorganización en sistemas dinámicos no lineales»201.

Por ello, Thompson aboga por una reconciliación entre el naturalismo y la idea de una finalidad inmanente, afirmando que la finalidad intrínseca debe ser considerada un principio constitutivo; es decir, no una mera analogía, sino una estructura de cierta clase de organismos, como afirma a continuación:

La vida es un orden de la naturaleza emergente que resulta de ciertos principios morfodinámicos, específicamente aquellos de la autopoiesis. De acuerdo con esta perspectiva, un sistema autopoiético no es meramente análogo con la vida, sino la mínima instancia de vida y lo elemental (the basis) de toda forma viviente conocida por nosotros202.

Contrariamente, Maturana y Varela inicialmente negaron que la teoría de la autopoiesis asuma un finalismo, identificando a los organismos vivientes con máquinas autopoiéticas. Una máquina, según su comprensión, es distinta de un mero artefacto, porque es un sistema cuyas operaciones están determinadas por su organización relacional o estructura. Las máquinas autopoiéticas tienen la peculiaridad de producir sus partes y autoproducirse como sistemas, es decir, ser homeostáticas y tender al equilibrio, siendo empero susceptibles al cambio material. La finalidad, según ellos, no es inherente a estos sistemas; a lo sumo, es una noción descriptiva que emplea un observador al momento de interpretarlos, ya sea con el fin de comprenderlas o de categorizarlas203.

Para criticar esta idea, Thompson recurre a un argumento de Robert Rosen en Essays on Life itself. Según Rosen, un organismo viviente se distingue de una máquina porque es un sistema no-fraccionable204; esto significa que, a diferencia de las máquinas, un organismo no puede conservarse sin la dinámica de sus componentes o su funcionamiento como un todo unitario, es decir, no puede sin más ser descompuesto en sus partes y conservarse al mismo tiempo. Una máquina, en cambio, puede ser descompuesta, sus partes pueden ser reemplazadas por otras también funcionales y mantenerse operativa. De esto se deriva que para definir o delimitar un organismo es preciso referirse a él como una unidad organizada, que no es computable como una máquina de Turing bajo el esquema software-hardware205.

Como se ha visto, Maturana y Varela inicialmente sostienen que la finalidad no es necesaria para la explicación del comportamiento de los organismos vivientes y que, fundamentalmente, son extrapolaciones del discurso sobre la acción206. Asimismo, según Thompson, en 1980, ambos autores tenían en mente la finalidad intrínseca antes descrita207. Además, sostenían que la coherencia operacional de los organismos vivientes inclina al observador a interpretar erradamente su comportamiento en términos intencionales208, pues, en efecto, no es sencillo explicar una génesis espontánea sin recurrir al finalismo. No obstante, para Maturana y Varela, a pesar de que los sistemas vivientes no obedecen a una finalidad interna, tampoco funcionan porque son programados para hacerlo, sino por la conservación de una dinámica relacional en la que los elementos que no son integrados dentro de la dinámica son excluidos y pasan a formar parte del entorno del sistema, el cual puede además incluir subsistemas que funcionan de manera análoga209.