La ciudad en movimiento

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Frente a la profusa literatura técnica sobre el ámbito de nuestro interés, que fue surgiendo desde la segunda mitad del siglo XX, las humanidades y ciencias sociales permanecieron mayoritariamente al margen. La ausencia de lo urbano como problema para la historiografía en medio del convulso contexto político de los años setenta alejó la problematización de dichos servicios como temática de discusión pública, aunque nombres destacados como los del historiador Armando de Ramón comenzaron a llamar la atención sobre estos tópicos a comienzos de la década de 1980. Esto generó no solo un renovado interés sobre la evolución de la movilidad en la ciudad, sino que impulsó, de forma paulatina, una nueva relación entre historiadores, urbanistas y arquitectos, entre otras disciplinas afines al estudio de la ciudad y sus múltiples puntos de abordaje como problemática histórica.

Ejemplo de ello es un breve artículo de Eugenio Cataldo sobre la evolución del transporte público capitalino entre 1880 y 193027; mientras que el equipo de profesores de la Universidad Católica de Chile conformado por Armando de Ramón, Enrique Vial y Patricio Gross en su libro Imagen ambiental de Santiago, incluyeron un capítulo sobre la evolución de los medios de circulación colectiva desde mediados del siglo XIX. Allí sostuvieron su importancia para el desarrollo de la ciudad junto a su evolución en el tiempo, realzando sus diversas incorporaciones tecnológicas y relacionándolas con la expansión de la capital y el auge de la demanda por estas formas masivas de movilidad28. En rigor, se trataba de dos de las escasas publicaciones historiográficas en torno al ámbito aparecida en textos especializados del periodo, donde la crisis de 1973 impulsaba a la historia política y social como necesidad, relegando a las problemáticas urbanas –entre ellas al transporte colectivo– a un segundo orden de interés.

Plano 2


Plano de Santiago, 1958. Si el crecimiento hacia la década del treinta se sostenía en medios e infraestructuras de transporte como el tranvía y el ferrocarril, el nuevo escenario urbano de la capital mostraba un radio extenso, con una locomoción colectiva que debía satisfacer la movilidad de casi dos millones de personas y que hacía imprescindible nuevas inversiones en obras públicas, como un ferrocarril subterráneo y un mayor parque de autobuses, el principal medio de transporte para la época.

Fuente: Instituto Geográfico Militar (Chile).

Como se aprecia, la ausencia de trabajos realizados por la historiografía local hasta la década de 1980 fue compensada con aportes provenientes de otras disciplinas que, ante la necesidad de comprender los antecedentes de la actividad, han debido realizar sus propias investigaciones para comprender los cambios y continuidades del rubro, entre ellos las renovaciones tecnológicas evidenciadas desde su instalación a mediados del siglo XIX. Ejemplo de esto fueron las publicaciones de Óscar Figueroa, quien desde la economía estudió el desarrollo del transporte público y su evolución en la ciudad, con especial atención al caso de los tranvías. Analizando aspectos que van desde la inserción de nuevas tecnologías a la intervención estatal, este autor ha indagado aspectos ignorados por la historiografía nacional. Pese a carecer de las formalidades metodológicas historiográficas, Figueroa –profesor del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica de Chile– contextualiza la trayectoria del servicio en la capital, junto con identificar algunas de las principales problemáticas que lo han afectado históricamente29.

En esta línea se pueden sumar además diversas investigaciones que, desde el urbanismo y la planificación, hicieron una indagación a su desarrollo a través de figuras claves para entender la conformación actual del sistema de transporte colectivo santiaguino, como los textos de María Isabel Pavez sobre el arquitecto Juan Parrochia, que insertan de forma preferencial a la movilidad en el desarrollo de la planificación vial metropolitana durante la segunda mitad del siglo XX. Pese a observar al transporte en una escala que supera lo exclusivamente urbano, atendiendo a una visión que comprende a la vialidad como elemento central para la integración regional, estas indagaciones atienden también al desarrollo del Metro de Santiago, actualmente eje estructurante de la movilización colectiva30.

La historiografía sobre el transporte y la movilidad en el paso del siglo XX al XXI: algunos aspectos de su desarrollo en Chile

En torno al nuevo siglo, la historiografía nacional comenzó a dejar de lado su falta de interés respecto a nuestro problema de estudio: la movilidad –como fenómeno que engloba la totalidad de los desplazamientos– comenzó a llamar la atención considerando sus efectos sobre la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes. Esto ha provocado, a grandes rasgos, dos efectos: primero, una transición desde la historia del transporte –más bien centrada en el medio de movilización en tanto objeto– a una historia de la movilidad, abordando los aspectos culturales y los usos sociales de dichos medios de circulación31. En segundo lugar, fue cobrando interés una mirada no especializada, originando algunos importantes libros de difusión sobre la historia de este ámbito en diversas ciudades nacionales, incorporando numerosas imágenes para la construcción de un relato histórico visual. Nos detendremos primero en esta segunda vertiente.

Las primeras publicaciones en esa dirección fueron dos: un libro realizado por el Archivo Chilectra (hoy Enel), que recopiló centenares de fotografías de tranvías, operarios y obras eléctricas en las calles capitalinas –pertenecientes a la antigua Compañía de Tranvías de Santiago– contribuyendo a establecer los principales recursos tecnológicos del rubro en las décadas iniciales del siglo pasado. Este trabajo se complementa con otro de Allen Morrison, Los tranvías de Chile, un repaso cronológico focalizado en los diversos modelos que circularon por el país hasta 1950. Uno de los méritos de ese texto fue proveer una visión panorámica de este artefacto, ofreciendo una suerte de catastro de tranvías, aunque sin profundizar en cuestiones políticas o sociales32. También basado en un rico y diverso material iconográfico disponible en diversos archivos y colecciones, otras investigaciones intentaron ofrecer un panorama general de la evolución en los servicios, a través de una historia visual del transporte, tanto en Santiago como Valparaíso33.

La amplitud de las fuentes iconográficas susceptibles de utilizar para problematizar la movilidad, sus prácticas y objetos es, en este sentido, un aspecto a resaltar por sus posibilidades abiertas para la exploración historiográfica. Durante la pasada década, algunos textos han propuesto lecturas al ámbito y los objetos ligados a la movilidad colectiva, como el artículo publicado por los editores junto a Waldo Vila sobre la ciudad y el transporte público durante el desarrollismo34. De forma más específica, es el caso de la reciente publicación de la historiadora Elisabet Prudant sobre la oficina de fotografía de la Compañía de Tracción Eléctrica de Santiago, que explora las políticas laborales de la empresa con sus trabajadores mediante su archivo fotográfico, que sobreviviendo a sus múltiples propietarios ha llegado hasta hoy, cuando el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional ha digitalizado una colección de más de dos mil imágenes disponibles en la red35.

En segundo lugar, dentro de los avances de la historiografía, sin duda se encuentra el ámbito académico y su mencionada transición desde una historia del transporte a una de la movilidad. Un aporte relevante fue el libro del historiador estadounidense Richard J. Walter, explorando la actuación del municipio de Santiago en la primera mitad del siglo veinte. Parte considerable de esta pesquisa corresponde a la cuestión tranviaria y su gestión y en particular, a las negociaciones de la corporación con las empresas concesionarias, es decir, a ámbitos pertenecientes más bien a la política del transporte urbano que a los medios de locomoción en sí36. Por otra parte, están las primeras tesis de licenciatura en historia relacionadas a nuestro objeto de interés, realizadas en la década de 1990. Destaca, dentro de una limitada cantidad de producciones, el seminario de título realizado en la Universidad Católica de Valparaíso por Ximena Cuzmar y Daniel Jerez, que abordó la irrupción de los empresarios autobuseros porteños y sus efectos sobre el rubro durante la década de 1920 e inicios de la siguiente. El gran mérito de esta memoria, dirigida por Eduardo Cavieres, es efectuar una historia social de la movilización de pasajeros, concentrando su interés en el surgimiento de un nuevo actor en esta actividad –el gremio autobusero– y las consecuencias que su aparición tuvo en los ámbitos político, social y urbano del periodo37.

 

Pese a las interesantes propuestas de esta tesis, el tema no tuvo mayores proyecciones como investigaciones académicas a largo plazo. Esta situación cambió a finales de la primera década del siglo XXI, cuando una nueva serie de tesis de pre y posgrado comenzaron a indagar de forma simultánea a este objeto, aunque con énfasis en el estudio de la capital. No es aventurado señalar que buena parte de ese interés provino de la creciente actualidad en el debate público que adquirió el servicio tras la puesta en marcha de Transantiago, hace trece años. Dentro de un amplio marco de temáticas relevadas, surgieron trabajos originales conectados con nuevas dimensiones, como los estudios de género, prisma desde el cual se publicaron a lo menos dos memorias en torno al mundo de las cobradoras de tranvías, protagonistas relevantes y poco conocidas en la movilización colectiva en torno al año 1900. Poco después, se publicaba el primer libro sobre los carros de sangre en Concepción, pesquisa exploratoria de dos profesores de Historia sobre una importante capital provincial38.

Ahora bien, considerando que los estudios sobre el transporte no se limitaron al campo historiográfico, debe reconocerse que buena parte del interés sobre los mismos continuó radicado en las Facultades de Arquitectura y Urbanismo, observando la evolución morfológica de la trama edificada y reconociendo en las redes de servicios –como el tranvía– un elemento configurador de la modernización en la capital chilena39. Parte de estas miradas contribuyeron a renovaciones metodológicas importantes, considerando el interés por el espacio construido y su relación con las nuevas tecnologías, las que fueron recogidas desde la formación historiográfica para construir un discurso basado en la movilidad y sus implicancias culturales. En ese contexto, dos ejemplos importantes en dicho enfoque fueron las tesis doctorales en estudios urbanos de los historiadores Rodrigo Booth y Tomás Errázuriz. Pese a que sus objetos de estudios eran diferentes, ambos incorporaron temáticas relativas a los cambios socioculturales promovidos por la motorización, proceso que generó el interés por relevar a nuevos actores –como el conductor y los pasajeros– sujetos que emergieron al alero de la modernización urbana, junto a relecturas de las relaciones entre sociedad, cultura y tecnología40. En efecto, estos historiadores de la Pontificia Universidad Católica de Chile generaron, a partir de dichas tesis, varias publicaciones que abordaron ámbitos poco o nada explorados: el transporte y la circulación como fuentes de sentido, la vinculación entre infraestructura y representaciones, la seguridad vial como debate público y el rol de los peatones, fueron algunos de ellos. Estos trabajos doctorales derivaron después en nuevas monografías, como la de Booth referida al tránsito animal y sus efectos en la ciudad de comienzos del siglo XX41.

Recientemente, Errázuriz presentó junto al historiador argentino Guillermo Giucci, profesor de Universidad del Estado de Río de Janeiro, un libro focalizado en el “viaje colectivo”, esto es, la experiencia del desplazamiento. El estudio aborda una etapa crucial en la formación de la ciudad moderna, como es la primera mitad del siglo pasado, cuando la irrupción de medios motorizados –tranvías y omnibuses– cambió de manera drástica la forma y estructura de diversas urbes sudamericanas. De este modo, los autores indagan en el mundo material, esto es, las máquinas, en tanto espacios sociales y fuentes de sentido para los pasajeros. En el contexto de los estudios aquí revisados, se trata de una mirada novedosa tanto por su escala de análisis, ampliando la mirada más allá de las fronteras nacionales, como por su objetivo de estudiar dos dimensiones interdependientes: “la manifestación visible del movimiento y aquella estructura sociotécnica que permite que ocurra”. Para ello, el libro establece un “enfoque en los viajes [que] busca superar el objeto mecánico como elemento articulador del relato”42.

En este escenario, otra tesis doctoral relevante es la finalizada recientemente por la ya mencionada Elisabet Prudant, quien plantea el estudio histórico del tranvía en tanto “artefacto sociotécnico productor de movilidad urbana”. Para ello investigó a este medio desde sus ámbitos tecnológico, político, social y cultural, con el objeto de vincular su impacto con el proceso modernizador que vivió la capital en su periodo de estudio. Esta tesis doctoral en historia fue publicada de forma separada en varios artículos, que dan cuenta del amplio contenido de problemáticas en torno a los tranvías, al igual que el paso “del caballo a la electricidad”, a su circulación y a sus usos sociales, acercándose a la referida historia de la movilidad43.

Siguiendo esa línea, la historiadora estadounidense Andra Chastain defendió hace pocos años una tesis doctoral en la Universidad de Yale, centrada en la fase inicial de construcción del Metro de Santiago, desde los antecedentes de las obras hasta 1989. En rigor, indaga en uno de los medios de movilidad más relevantes del último medio siglo en la capital, sobre todo considerando la continua expansión de la red durante las últimas tres décadas. Este trabajo, próximo a ser publicado en inglés, explora su objeto desde la perspectiva de la historia transnacional, uno de los enfoques historiográficos en boga en el mundo anglosajón y que abre múltiples posibilidades para futuras investigaciones sobre la historia de la tecnopolítica en el contexto local y regional. Por otra parte, la autora proporciona varios aportes metodológicos al tema, como una perspectiva más amplia de una obra puntual de infraestructura y movilización; la relevancia de la planificación urbano-territorial y también el uso de documentación inédita, como la emanada por Alsthom Groupe Brissonneau, la empresa francesa donde se fabricaron los vagones que recorrieron la línea 1, la primera de la ciudad en entrar en funcionamiento, el año 1975. Asimismo, esta autora registra un artículo sobre el transporte colectivo en Latinoamérica después de la Segunda Guerra Mundial –publicación que integra un libro coeditado por el mencionado Tomás Errázuriz– el que destaca por realizar un balance a escala regional, incluyendo a Chile44.

La mención a la red del Metro santiaguino como objeto de investigación historiográfica sirve para replantear la relación de otro medio de transporte masivo con la ciudad: el ferrocarril. Sin duda, la literatura local sobre este es de un mayor desarrollo en cuanto a producción académica y diversas perspectivas de acercamiento al tema, siendo imposible un levantamiento absoluto de la misma para el objeto particular de esta revisión. Sin embargo, se puede identificar durante las últimas décadas una renovación en los métodos y preguntas de investigación sobre el tren, especialmente en los trabajos del historiador Guillermo Guajardo respecto a las relaciones entre su desarrollo y la acción estatal, el proceso de expansión industrial de la economía chilena, la formación de una tecnocracia ligada a la ingeniería ferroviaria y el impacto de la actividad en la formación de mano de obra especializada, entre otros campos que ha venido desarrollando desde la década de 198045.

La línea de investigación abierta por el investigador radicado en México estimuló en la última década a diversas tesis doctorales en Historia, donde, si bien el ferrocarril continuaba siendo el eje de atención, surgía de forma mucho más notoria sus relaciones con la ciudad y la sociedad urbana, entre ellos sus obreros o espacios laborales ligados a la actividad46. Con todo, esto no representa un estudio explícito sobre el tren y la movilidad de bienes y pasajeros al interior de la capital chilena, cuestión compleja considerando los usos preferentemente logísticos de la red ferroviaria, en especial para el acopio y distribución de bienes en torno a las áreas industriales y de bodegajes instaladas junto a sus líneas y estaciones. En este ámbito, cierta profundización sobre estos aspectos que relacionan infraestructura ferroviaria y ciudad –que a inicios del siglo veinte originó el ferrocarril de circunvalación o “cinturón de hierro”– se pueden encontrar en diversas publicaciones que desde la historiografía o la arquitectura patrimonial industrial han tendido su atención sobre algunas áreas de notoria influencia por la actividad o presencia ferroviaria, representados en el caso de Santiago fundamentalmente en la Estación Central y el barrio San Eugenio, en el sur poniente del territorio municipal de Santiago47.

Por último, en continuidad con estas publicaciones y enfatizando las aristas sociales, políticas y económicas ligadas a los servicios, entre ellas sus conflictos y tensiones al interior de la ciudad, es necesario mencionar diversas memorias de pre y posgrado efectuadas durante la última década, en particular en Santiago. Estas investigaciones, con evidente influencia de la Historia Social, abordaron aspectos relacionados por ejemplo al mundo de los trabajadores del rubro, a la compleja y conflictiva administración de áreas como la electricidad, la irrupción del Estado a través de aristas políticas que habían sido relegadas a un segundo plano y la planificación urbana, entre otros tópicos48. Respecto a este último ámbito, un reciente libro reunió valiosos artículos respecto a la relación entre transporte masivo y planificación urbana durante el siglo pasado, reflexionando sobre propuestas poco exploradas de técnicos chilenos y extranjeros49.

Dentro de este nuevo grupo de indagaciones, los historiadores Castillo, Mardones y Vila fijaron su atención –desde un enfoque de historia urbana– sobre el rol del aparato público en la conformación de una oferta a nivel nacional, siguiendo el caso de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (1945-1981). Los autores, doctores en estudios urbanos de la Universidad Católica de Chile, estudiaron cuatro ciudades diferentes, abriendo una veta exploratoria para el tema nuestro de interés, sobre todo en el caso de Antofagasta y Concepción. Asimismo, dicho libro esbozó otras dimensiones que requieren mayor estudio y relevamiento documental, como la tarifa, el boleto escolar y el impacto del servicio en las periferias urbanas, cuestión de interés fundamental cuando las preguntas por lo público tanto en la actividad como en el espacio sociopolítico toman creciente relevancia50.

Una premisa fundamental para la construcción de estas obras ha sido la necesidad de un trabajo colaborativo entre diferentes miradas profesionales. Con todo, ha sido la propia historiografía en la última década la que ha aumentado sus investigaciones sobre los problemas urbanos, incluyendo los servicios y sus aspectos sociopolíticos y culturales. De este modo, las investigaciones contemporáneas sobre movilización colectiva deben atender a esta bibliografía en tanto proveedora de material documental, pero en especial como espacio de discusión teórica y metodológica para la puesta en marcha de nuevas indagaciones específicas. Como vimos, los medios de circulación como fuentes de sentido para los usuarios y la variedad de protagonistas e intereses que intervienen en la movilidad, son dos de las temáticas más revisadas. Justamente, sin descartar otros enfoques, la construcción de una Historia Social ligada al transporte colectivo desde el ámbito local debe recoger estos desarrollos y plantear preguntas sobre los cambios y continuidades en la materia. Ello permitiría vislumbrar a los distintos actores que participan en su desenvolvimiento cotidiano y en la intrincada vinculación entre los habitantes y la ciudad51.

Desde esta óptica, comprender la historia del transporte urbano colectivo es una manera de entender dinámicas y conflictos sociales presentes por décadas en la realidad nacional. Así, por ejemplo, el reciente estallido social de octubre ha provocado una reconsideración del nexo entre el alza de la tarifa y la molestia ciudadana, patentes también en la “Revolución de la chaucha” de agosto de 1949 y en “la Batalla de Santiago” de abril de 1957, dos episodios que tuvieron en la subida de los pasajes el detonante de crisis violentas que necesariamente remiten al escenario de octubre del año pasado52. Tal como entonces, la acumulación de ira y frustración producto de contradicciones de origen más amplio, pero que decantaron a partir de estas medidas, interpelaron en su momento a unas autoridades tan desconcertadas como las actuales frente a sucesos que superaron necesariamente al transporte público. La historiografía sobre este servicio urbano y la movilidad en general tiene el desafío entonces de asumir esas condicionantes socioculturales, políticas y económicas, reformulando preguntas que indaguen en la vida urbana y su pasado sin dejar de lado problemáticas contemporáneas, tan cotidianas y a veces tan crudas, ayer como hoy.

 

Notas

1 Este artículo forma parte de los proyectos de investigación Fondecyt Postdoctoral Nº 3190533, “Desferrocarrilizar la ciudad: intervenciones, actores y representaciones urbanas sobre el anillo de circunvalación, Santiago, 1935-1945”, a cargo de Marcelo Mardones P., y del Fondecyt de Iniciación Nº 11180082, “La contracara del conventillo: actores sociales, políticas de vivienda y periferias urbanas. Santiago y Valparaíso, 1925-1958” a cargo de Simón Castillo F., ambos financiados por ANID Chile y patrocinados por la Universidad Diego Portales, para quienes van nuestros agradecimientos.

2 Nos referimos a un “balance renovado” al existir una primera aproximación tanto regional como local en los artículos de Tomás Errázuriz, “Looking for Latin American urban mobility history”, en Gijs Mom et al. (eds), Mobility in history 2. Temes in transport, Suiza, Alphil, 2010, pp. 193-198; y “Time for a change: Transport and mobility history in Chile”, en Peter Norton et al. (eds.), Mobility in History, vol. IV, New York, Berghahn Books, 2013, pp. 142-148.

3 Carmé Miralles-Guasch, Ciudad y Transporte. El binomio imperfecto, Barcelona, Ariel, 2002, pp. 88-90; Paolo Sica, Historia del urbanismo. El siglo XIX. Volúmenes I y II, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1981, p. 49.

4 Cabe destacar en este sentido la presencia desde sus inicios de referentes para el desarrollo de la historia urbana moderna como H. J. Dyos, que en su primer número publicó el artículo “Workmen’s fares in south London, 1860-1914”. Una recopilación que incluye este y otros textos del autor ligados al transporte y las transformaciones urbanas durante el periodo de la ciudad victoriana en David Cannadine y David Reeder (editores), Exploring the urban past. Essays in urban history by H. J. Dyos, Londres, Cambridge University Press, 1982, pp. 87-125. Para una contextualización de la obra de Dyos y sus posibles referencias y aportes para la historiografía urbana en América Latina, ver Arturo Almandoz, Entre libros ade historia urbana. Para una historia de la ciudad y el urbanismo en América Latina, Caracas, Equinoccio, 2008, pp. 76-80.

5 Durante sus casi siete décadas de publicación, el JTH ha realizado diversas lecturas sobre la evolución de la historia del transporte como campo subdisciplinar, atendiendo los cambios dentro del mismo, así como las preguntas que surgían sobre el tópico a partir de la emergencia de nuevos énfasis historiográficos. Parte de estos balances se pueden apreciar desde la década de 1990 en artículos como el de Michael Robbins, “Te progress of transport history”, en Journal of Transport History vol. XII, núm. 1, 1991, pp. 74-87. Una evaluación más reciente y que atiende a la continua evolución de las temáticas y la apertura hacia nuevos contextos de la revista en la editorial de Massimo Moraglio, “Seeking a (new) ontology for transport history”, en Journal of Transport History vol. XXXVIII, núm. 1, 2017, 3-10.

6 La serie completa del JTH está disponible íntegramente en https://journals.sagepub.com/home/jth. Para una revisión de las actividades y publicaciones de la mencionada asociación, ver su sitio web https://t2m.org/.

7 Gijs Mom, “What kind of transport history did we get? Half a century of JTH and the future of the field”, en Journal of Transport History, vol. XXIV, núm. 2, 2003, pp. 121-138; Colin Divall, “Mobilities and Transport History”, en Peter Adey et al. (eds.), Te Routledge Handbook of Mobilities, Abingdon, Routledge, 2014, pp. 36-44.

8 Mathieu Flonneau, “Pour une juste place des transports dans l’Histoire Urbaine”, en Histoire Urbaine, núm. 11, diciembre 2004, pp- 5-8.

9 Miralles-Guasch, op. cit.; Renato Ortiz, Modernidad y espacio: Benjamin en París, Buenos Aires, Norma, 2000. En particular el capítulo 1.

10 Miralles-Guasch, op. cit., p. 16.

11 Francisco Javier Monclús, “Infraestructuras de transporte y crecimiento urbano en EE.UU. Literatura reciente y nuevas perspectivas”, en Historia Urbana, núm. 1, Valencia, 1992, pp. 37-53.

12 Dentro de esta corriente destacan los trabajos de los arquitectos urbanistas Francisco Javier Monclús y José Luis Oyón, “Transporte y crecimiento urbano en España, mediados s. XIX- finales s. XX”, en Ciudad y Territorio Estudios Territoriales, vol. XXVIII, núm. 107-108, 1996, pp. 217-222. Véanse también los estudios de Alberte Martínez-López, quien dentro de nuestra área de interés se ha centrado en los aspectos materiales, políticos y urbanos del transporte público en España, y en particular del tranvía. Dentro de su amplia producción véase por ejemplo, Alberte Martínez-López y Jesús Miras, “Te conquest of urban mobility: the Spanish case, 1843-2012”, en Christopher Kopper y Massimo Moraglio (eds.), Te organization of transport. A history of users, industry and public policy, Abingdon, Routledge, 2015, pp. 135-153.

13 Raúl García Heras, Transportes, negocios y política: la Compañía Anglo Argentina de Tranvías, 1876-1981, Buenos Aires, Sudamericana, 1994; Cristina Alviso Carranza, “Los tranviarios de Guadalajara: su lucha sindical”, en Letras Históricas, núm. 8, 2013; Christopher G. Boone, “Streetcars and Politics in Rio de Janeiro: Private Enterprise versus Municipal Government in the Provision of Mass Transit, 1903-1920”, en Journal of Latin American Studies vol. XXVII, núm. 2, 1995; Regina Pacheco y Valentín Ibarra, “Análisis histórico de los tranvías en América Latina”, en Revista dos transportes públicosANTP, núm. 50, 1990; Anton Rosenthal, “Te Arrival of the Electric Streetcar and the Conflict over Progress in Early Twentieth- Century Montevideo”, en Journal of Latin American Studies, vol. XXVII, núm. 2, 1995, y del mismo autor, “Dangerous streets: trolleys, labor conflicts, and the reorganization of public space in Montevideo, Uruguay”, en Ronn Pineo y James A. Baer, Cities of hope. People, protests and progress in urbanizing Latin America, 1870-1930, Colorado, Westview Press, 1998.

14 Dentro de las obras recientes más destacadas está el libro de Tomás Errázuriz y Guillermo Guicci, El viaje colectivo. La cultura del tranvía y del ómnibus en América del Sur, Talca, Bifurcaciones & Campus Creativo Universidad Andrés Bello, 2018. Véase también el artículo de Anthon Rosenthal, “Te Streetcar in the Urban Imaginary of Latin America”, en Journal of Urban History, vol. XLII, núm. 1, 2016.

15 Respecto a la capital argentina y su ferrocarril subterráneo, véanse en especial los artículos de Dhan Zunino, “El Subte como artefacto cultural (Buenos Aires, 1886-1944)”, en Revista Transporte y Territorio, núm. 9, 2013, pp. 173-200; “Toward a cultural history of underground railways”, en Mobility in History, núm. 3, 2013, pp. 106-112; “Sea amable, ceda el asiento”. Un análisis histórico cultural del comportamiento de los pasajeros en el transporte público de Buenos Aires a principios del siglo XX”, en Cuaderno Urbano. Espacio, Cultura, Sociedad, vol. XX, núm. 20, 2016, pp. 5-25 y más recientemente, “La movilidad transatlántica de las tecnologías de transporte: la americanización del sistema subterráneo (Boston, 1897 y Buenos Aires, 1913)”, en Iberoamericana, vol. XX, núm. 74, 2020, pp. 13-33. Una mirada monográfica en el contexto norteamericano aunando historia del transporte e historia cultural en Zachary M. Schrag, Te Great Society Subway: A History of the Washington Metro, Baltimore, Te Johns Hopkins University Press, 2006.

16 Por ejemplo, el estudio del taxi desde la perspectiva del conductor ha sido desarrollado por Graham Russell Gao Hodges, Taxi!: A Social History of the New York City Cabdriver, revised edition, Baltimore, Te John Hopkins University Press, 2020. Los taxis-colectivos como parte de las nuevas aproximaciones al estudio de la circulación han tenido un importante avance según muestran los recientes artículos publicados en el dossier del Journal of Transport History vol. XXXIX, núm. 1, 2018. Véase, en especial, Mathieu Flonneau, “Collective taxis in 1930s Paris: A contribution to an archaeology of ‘uberization’, en Te Journal of Transport History vol. XXXIX, núm. 1, 2018, pp. 1-13; para el contexto latinoamericano, Arturo Campos Cuevas, “Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911”, en Ilse Álvarez Palma, Automotores y transporte público. Un acercamiento desde los estudios históricos, El Colegio Mexiquense, Toluca, 2017, pp. 105-119; Dhan Zunino, “Te auto-colectivo: A cultural history of the shared taxi in Buenos Aires (1928-33)”, en Te Journal of Transport History, vol. XXXIX, núm. 1, pp. 1–17.