La ciudad en movimiento

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En ese panorama, Elisabet Prudant indaga en un episodio poco conocido, el “affaire de la Chilian Electric Tramway”, ocurrido en la década de 1910. La trama se urdió en el contexto de las repercusiones de la Primera Guerra Mundial en América Latina y envolvió a las autoridades municipales, a la Delegación Británica en Chile, a los trabajadores del gremio tranviario y a la administración extranjera del sistema de transporte público de la capital (la Ch. E. Tramway). El texto analiza aquellos factores que adquieren relevancia al informar las contradicciones en y por el acceso a la movilidad.

Carlos Sottorffexplora la construcción de la Estación Central de ferrocarriles y su impacto en el desarrollo urbano del sector poniente capitalino durante las décadas finales del siglo XIX. El escrito plantea que el terminal –el primero en su tipo que tuvo la ciudad– debe ser entendido como un objeto más complejo, una pieza urbana, centrando su mirada en la interacción entre el tren, la infraestructura (conformada por hangares, bodegas y talleres) y el entorno, en especial la Alameda y calles aledañas.

Yohad Zacarías aborda una de las renovaciones tecnológicas cruciales de finales del siglo XIX e inicios del XX: la electrificación. La autora fija su interés en los efectos para el servicio de tranvías (el reemplazo de los “carros de sangre”), para el alumbrado público y también para el propio paisaje urbano, generando una serie de representaciones sociales sobre los significados de la nueva tecnología y sus efectos ambientales. En este caso, el artículo revisa los principales lugares que vivieron estos cambios, que estuvieron en el centro de Santiago y en específico en su casco histórico.

Waldo Vila explora una actividad filantrópica como vía para introducirse en la historia del gremio microbusero, surgido durante la década de 1910: “el paseo de los huerfanitos”. Este recorrido de caridad ocurría una vez al año, cuando cientos y luego miles de niños eran llevados de paseo sin costo alguno a un gran parque santiaguino. Para el autor, esta era una forma de reivindicar una tecnología aún novedosa, como eran las “góndolas” (autobuses) y asimismo una manera fomentar la cooperación gremial, que sería importante para establecerse como empresariado del rubro y así posicionarse en el ámbito público.

Malte Seiwerth expone una de las dimensiones poco conocidas del mundo tranviario: los obreros y su organización sindical a inicios del siglo XX. Investigando los años de la “cuestión social”, el objetivo es establecer algunas relaciones entre el gremio tranviario y su posicionamiento en la ciudad, a través de masivas huelgas de conductores, cobradores y maquinistas, las que paralizaban la capital y que desembocaron en fuertes controversias por las condiciones laborales de la empresa.

Para finalizar, Marco González entrega una mirada panorámica sobre los antecedentes institucionales que posibilitaron la construcción del Metro, cuyas obras empezaron a finales de los años sesenta. El autor se centra en proyectos de ferrocarril subterráneo elaborados por diferentes organismos estatales relacionados con el transporte colectivo, todos con el objetivo de solucionar los graves problemas de movilidad. En ese escenario, el estudio enfatiza en la importancia que tuvo la planificación urbana para la concreción de esta obra.

En todos los capítulos de La ciudad en movimiento, se resalta la vinculación entre los diversos ámbitos de la ciudad (materialidad, tecnología, política, entre otros) y la sociedad que la habita (autoridades municipales, usuarios, empresarios y trabajadores). Dicho de otro modo, la interacción entre el transporte y la movilidad con la ciudad y lo urbano. Creemos que la omisión de dichas vinculaciones –que finalmente muestra la crisis del propio rol del ciudadano– constituye un error de conocimiento histórico, pero asimismo una grave invisibilización al momento de pensar la ciudad y el territorio desde las políticas públicas. Esto último, algo evidenciado con la liberalización efectuada durante la dictadura militar o la puesta en marcha de Transantiago en los años de la Concertación de Partidos por la Democracia. Este trabajo no entrega soluciones para ello, pero proporciona una primera mirada que, esperamos, sea un pequeño aporte para los futuros estudios referidos al tema y, asimismo, un impulso para el desarrollo de investigaciones similares respecto a otras ciudades del país.

Notas Introducción

1 Como plantea Paola Jirón, “privilegio de inmovilidad que nos ha develado la fragilidad, precariedad y desigualdad del sistema en el que vivimos hoy”. Paola Jirón, “Tiempos de crisis: ¿Cómo afecta la in/movilidad la vida en ciudad?”, Palabra Pública, edición especial “Pandemia”, abril de 2020. recuperado de https://palabrapublica.uchile.cl/2020/04/09/crisis-movilidad-vida-ciudad/(revisado el 30 de mayo de 2020).

2 Colin Divall, “Mobilities and Transport History”, en Peter Adey et al. (eds.), Te Routledge Handbook of Mobilities, Routledge, Abingdon, 2014, p. 36. En general , el término movilidad ha sido de una cada vez más amplia discusión considerando su relevancia en el contexto globalizado de las últimas décadas, sus alcances sociales, de género e inclusión: así, “…las movilidades son prácticas sociales con sentido, por lo tanto, experiencias que son representadas y producen cultura, así como expresan y producen relaciones sociales y de poder. Los objetos de estudio de la movilidad suelen ser hibridos (humanos y no humanos) especializados y mediados por redes, normas, infraestructuras”; Guillermo Giucci, Paola Jirón y Dhan Zunino, Términos clave para los estudios de movilidad en América Latina, Buenos Aires, Biblos, 2018, p. 13. Este texto ofrece un acercamiento a los debates y conceptos asociados a la noción de movilidad que lo hace especialmente relevante para cualquier discusión teórica ligada al mismo.

3 Jacques Donzelot, “La ville à trois vitesses: gentrification, relégation, périurbanisation”, en Esprit núm. 303 (3/4) (Mars-avril 2004), pp. 14-39 (Traducción de los editores).

4 Ibid.

5 Durante el año 2020 estas demandas se han vuelto más recurrentes, debido a las necesidades derivadas de la pandemia, pero también del alto número de ciclistas muertos por atropellos. Véase Diego Istúriz, “¿La hora de las bicicletas? Uso se duplicó en zonas de Santiago por problemas del Metro”, La Tercera, 30 de octubre de 2019, recuperado de https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/884207/884207/ (revisado el 15 de junio de 2020); Marco Fajardo y Emilia Aparicio Ulloa, “Estallido social y pandemia propician que uso de la bicicleta comience a ganarle terreno al automóvil”, El Mostrador, 6 de mayo de 2020, recuperado de https://www.elmostrador.cl/cultura/2020/05/06/estallido-social-y-pandemia-propician-que-uso-de-la-bicicleta-comience-a-ganarle-terreno-al-automovil/ (revisado el 15 de junio de 2020). Una reflexión más amplia en Marc Augé, Elogio de la bicicleta, Gedisa, Barcelona, 2009, así como un acercamiento al desarrollo de las políticas ligadas a este vehículo en el contexto norteamericano en James Longhurst, Las batallas de la bici, Katakrak, Iruñea-Pamplona, 2019.

6 Si bien no hay trabajos historiográficos sobre el desarrollo y puesta en marcha de Transantiago, hay lecturas desde los Estudios Sociales de la Ciencia o la Administración Pública que permiten contextualizar las dinámicas que promovieron el cuestionado proyecto de modernización al transporte colectivo de la capital chilena: Mauricio Olavarría Gambi, ¿Cómo se formulan las políticas públicas en Chile? El Transantiago, tomo 3, Universitaria, Santiago, 2012; Sebastián Ureta, Transantiago o el fallido ensamblaje de una sociedad de clase mundial, Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2017.

7 La mejor referencia para entender la evolución histórica de Santiago continúa siendo el ya clásico texto de Armando de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana, Sudamericana, Santiago, 2000. Una mirada a escala regional en el también clásico libro de José Luis Romero, Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004 (2ª edición).

EL TRANSPORTE PÚBLICO Y LA MOVILIDAD EN CHILE URBANO:

EXPERIENCIAS, PROBLEMAS Y PROYECCIONES. NOTAS PARA UN BALANCE HISTORIOGRÁFICO1


Simón Castillo y Marcelo Mardones

Introducción

En las siguientes páginas estableceremos algunos aspectos respecto a cómo tanto la historiografía nacional y los estudios urbanos locales que abordan el pasado, han cubierto la presencia del transporte y sus infraestructuras aledañas en al menos tres dimensiones: la movilización colectiva, la construcción de la ciudad y el establecimiento de redes de servicios. Se reconocen en dichas investigaciones diferentes objetivos y enfoques, estableciendo además conexiones con la literatura internacional, con cierto énfasis en la producción regional referida al tema y desarrollada desde una perspectiva historiográfica. Se intentan situar estos estudios en una lectura interdisciplinaria que favorezca el diálogo entre las diversas miradas interesadas en el transporte y la movilidad urbana.

 

Nuestro objetivo, más que recopilar todas las problemáticas y publicaciones factibles de indagar –implicando un trabajo de largo aliento que se aleja de los fines planteados– es dar cuenta de aquellos estudios más relevantes sobre un tópico de sostenido interés para una camada de historiadores relativamente reciente. En ese marco, habrá un énfasis en los textos publicados especialmente a partir de las primeras décadas del siglo XXI, en lo que podríamos denominar una suerte de emergencia de la cuestión del transporte y la movilidad como problema historiográfico en Chile. Este artículo busca así establecer un balance renovado tras una década de nuevas investigaciones, aunque con algunos recortes que merecen ser destacados: en especial, el énfasis en los procesos ocurridos en el siglo XX, la exclusión de otras formas de movilidad (como el viaje particular en automóvil) y la mayor cobertura referida al transporte colectivo de Santiago2.

Al respecto, se incorporan en esta revisión principalmente obras publicadas en el país, sumando algunas editadas en el extranjero sobre el escenario local o regional y que presentan, a nuestro juicio, enfoques y temáticas de interés para investigadores, profesionales y público en general. Dada la importancia de la movilidad y el transporte colectivo en un escenario metropolitano que plantea continuos debates técnicos, políticos y sociales para los Estados, los gobiernos locales y la ciudadanía, la consideración por su desarrollo histórico más que capricho intelectual se presenta como una necesidad colectiva.

Dinámicas foráneas y locales sobre la historia del transporte y la movilidad: antecedentes y perspectivas

Como fenómeno ligado intrínsecamente al desarrollo urbano, el transporte ha sido tema de amplio interés en contextos donde la ciudad moderna se constituyó como preocupación para las políticas públicas y los análisis académicos en torno a su naturaleza, marcada por un rápido crecimiento debido a la industrialización y la deslocalización de actividades. De hecho, un aspecto particular de este nuevo escenario, la separación entre espacio laboral y habitacional, fue central para el desarrollo de lo que hoy entendemos como transporte moderno3. La presencia de una tradición de estudios históricos sobre estos tópicos en los contextos norteamericanos y europeo responden por tanto al impacto del crecimiento de ciudades como Londres o Nueva York, entre otros aspectos, y se desplegó en torno a la motorización y los medios de transporte masivos junto a su vinculación con el desarrollo de las infraestructuras y economías urbanas existentes desde el siglo XIX. A esto se sumaba la importancia de otros procesos, como la consolidación de las redes logísticas en una Economía Mundo marcada precisamente por la incorporación de nuevos medios y tecnologías como el ferrocarril o la navegación a vapor.

Siguiendo los acercamientos historiográficos hacia los medios de transporte con relación al escenario urbano, podemos caracterizar este corpus como un intento por superar el foco en el transporte como objeto singular de interés o de memorabilia citadina para adentrarse en miradas que reflejaran los diversos impactos socioculturales, políticos y económicos de dichas tecnologías. Un ejemplo de ello son las publicaciones presentes en revistas como el Journal of Transport History (JTH), editado por la Universidad de Manchester desde el año 1953; este medio académico recoge las variaciones temáticas y teóricas con que esta perspectiva disciplinar ha abordado el estudio de los medios de transportes junto a sus impactos políticos, económicos y socioculturales, además de un temprano interés por ligar estos desarrollos a la emergencia de la historia urbana como área disciplinar específica4.

Mientras en sus inicios el ferrocarril –y en particular los británicos– concentraban gran parte de sus artículos, a partir de la década de 1960 sus temáticas se ampliaron a un heterogéneo grupo de medios de transporte (terrestres, fluviales y aéreos), puestos en la mayoría de los casos en conexión con los efectos urbanos provocados por su implementación, además de extender su mirada a otros contextos5. Posiblemente, sus énfasis y cambios hayan tenido relación con la realidad del centro capitalista, con industrias automotrices o de bienes de capital que incluían distintas modalidades de carga y pasajeros además de sus desarrollos tecnológicos asociados, aunque también por las externalidades e impactos que la masificación de los diversos medios de transporte produjo durante la segunda mitad del siglo XX. Ya desde inicios del presente siglo, el nuevo escenario global ha llevado a la consolidación de grupos de estudio cuyos miembros pertenecen tanto a la academia como la sociedad civil, reflejando un interés transversal e internacional referido a estas temáticas, como es el caso de la International Association for the History of Transport, Traffic & Mobility6. Este tipo de instancias posibilitan una discusión amplia e interdisciplinaria respecto a la historia del transporte y la movilidad a través de publicaciones y conferencias, actividades que se transforman en una referencia a seguir para contextos donde este tipo de estudios se encuentran en una fase inicial y que requieren obligatoriamente mayores escenarios de debate, como es el caso nacional.

Frente a estos acercamientos centrados en el desarrollo de las tecnologías de transporte y sus alcances, una renovación historiográfica emergió tras medio siglo de investigaciones. Planteando una relectura a la matriz técnica, económica o política, se sumó la necesidad de una comprensión integral al transporte y la movilidad para entender cómo se insertan socioculturalmente estas innovaciones; a través de su recepción, usos y representaciones, fue adquiriendo cierto énfasis el ámbito urbano por la masividad global del fenómeno en el siglo XX. Esta suerte de Historia Cultural de la Tecnología acercó la mirada histórica del transporte al concepto de movilidad, impulsando un giro frente a las relaciones que hacen los habitantes de la ciudad en sus traslados cotidianos, superando las perspectivas excesivamente economicistas y centradas en la máquina que predominaron en los primeros estudios sistemáticos sobre esta dimensión como campo de investigación académica7.

Este giro permitió incorporar nuevas miradas al estudio de las relaciones entre cultura urbana y tecnología, lo que trajo consigo herramientas originales para comprender el entramado en torno al desarrollo del rubro. Bajo esta lógica, los medios de movilización pasaron de ser meras creaciones tecnológicas para la oferta de movilidad urbana, a constituirse como artefactos que actúan como fuentes de sentido. Dentro de una vida citadina en acelerada transformación, estos medios participan tanto de la morfología de las ciudades como también de las representaciones y percepciones que se construyen en el medio construido tanto por quienes lo habitan como por quienes la observan8.

Ahora bien, mientras en el mundo anglo las discusiones intelectuales sobre movilidad y transporte parecían consolidar el giro sociocultural, el ámbito iberoamericano atendió con mayor prioridad cuestiones como su relación con la expansión urbana, proceso central para entender el crecimiento de la ciudad moderna a partir del siglo XIX y su progresiva separación de funciones entre áreas de vivienda y zonas productivas, ya fuesen fabriles o de servicios, hecho central para el desarrollo de los medios asociados9. Muestras de este interés surgen con una marcada frecuencia en publicaciones seriadas como las revistas Transportes, servicios y telecomunicaciones, editada por la Fundación de Ferrocarriles Españoles desde el año 2001, y de la Revista dos Transportes Públicos, lanzada por la Asociación Nacional de Transporte Público de Brasil desde 1978.

Estas publicaciones se acercan al objeto desde una perspectiva principalmente “transportística”, noción acuñada por la catalana Carme Miralles-Guasch para describir aquellos estudios que desde la economía, el urbanismo o la ingeniería del transporte desarrollados en las últimas décadas, han puesto el foco sobre las dimensiones productivas y políticas que acompañan al desarrollo de los medios de circulación a nivel global10. Justo con entregar insumos para las discusiones tecnocráticas relacionadas con la movilidad, ofrecen ocasionalmente acercamientos a las problemáticas históricas que ha generado su presencia en las ciudades. La actualidad editorial de estos medios refleja la discusión constante entre el desarrollo urbano y el rubro de nuestro interés, con particular interés sobre los medios de movilización colectiva de uso público, debido a sus alcances sociales.

Advirtiendo el desarrollo intelectual de las diversas disciplinas que construían discursos historiográficos sobre este ámbito, el historiador español Francisco Monclús señalaba a comienzos de la década de 1990 que el avance de estos trabajos había permitido consolidar una articulación historiográfica sobre tres ejes: 1) el paso de la urbe peatonal a la introducción del ómnibus, el tren de cercanías y el tranvía de tracción eléctrica; 2) la introducción del tranvía eléctrico y el transporte rápido; y 3) la ciudad del automóvil.

Esta división promovía el estudio de una relación abierta entre lo urbano y la circulación, sea pública o particular, realzando su desarrollo histórico entre los cambios experimentados por las ciudades y sus procesos de expansión desde mediados del siglo XIX, sin descuidar además la influencia que estos tenían en la conformación de una sociedad en complejización11. Que estas reflexiones hayan surgido desde el mundo ibérico se debió a la adopción de tecnologías por parte de países periféricos –incluso dentro del espacio europeo de la economía capitalista–, lo que advertía sobre la necesidad de hacer una lectura de dichos procesos en realidades regionales no exentas de particularidades, impulsando una corriente de estudios que se consolidó en las décadas siguientes12.

A nivel regional, desde las últimas décadas del siglo XX comenzaron a emerger monografías historiográficas ligadas a los transportes y movilidad urbana. Aunque sin una agenda sistemática, diversos artículos y libros empezaron a indagar en temáticas como la incorporación de nuevos servicios de transporte urbano en los países latinoamericanos, particularmente de las redes tranviarias, uno de los aspectos más estudiados a nivel regional13. El impacto de la tracción eléctrica no solo implicó transformaciones a la morfología y el paisaje de las ciudades, sino que también tuvo alcances económicos, políticos y socioculturales; en los primeros podemos considerar desde la llegada de inversión extranjera hasta los conflictos con las autoridades tanto municipales como del Estado central, pasando por el desarrollo de una cultura laboral moderna y las tensiones entre los trabajadores de una actividad cada vez más estratégica para la vida urbana. Desde el prisma sociocultural, más recientemente se han pesquisado los impactos en la construcción de nuevos imaginarios y sociabilidades en la ciudad masificada, instalando al tranvía como uno de los principales ejes de interés para los nuevos estudios latinoamericanos sobre el transporte urbano14.

 

Siguiendo estas directrices, se han desarrollado también estudios sobre otros medios de transporte masivo que, a diferencia del tranvía, son hasta hoy de uso generalizado para la movilidad colectiva en América Latina. Tal es el caso de los sistemas de ferrocarriles subterráneos que, partiendo por el temprano caso de Buenos Aires a inicios del siglo XX, se extendieron desde 1960 por otras de las principales urbes regionales como Ciudad de México, Caracas y Sao Paulo. Frente a un panorama basado en un criticado transporte público de superficie, las redes de metro emergieron como epítome de la ciudad moderna: más allá de las fronteras nacionales, velocidad, higiene y tecnología de punta serían los principales valores asociados a su puesta en marcha15. Por otra parte, autobuses y taxis colectivos también han aparecido para América Latina como temáticas de interés en los últimos años, las que se han desarrollado sobre todo inspiradas por las experiencias europea y norteamericana16. Además, el ya mencionado declive del tranvía y la masificación de los vehículos con motor a explosión, han generado diversas monografías referidas a estos y otros medios de movilización en diversas ciudades del subcontinente, dando cuenta de objetos y protagonistas poco explorados17.

El estudio de estos medios también ha tenido un énfasis en los alcances sociopolíticos, económicos y en la calidad de vida metropolitana, producto ya sea de los impactos que en las últimas décadas tuvieron los ajustes a la actividad como también a la desregulación y creciente privatización de los servicios que acompañaron a las agendas neoliberales desde los años noventa. A partir de ello, diversas pesquisas se han acercado a cuestiones como las tensiones en el espacio vial –producto de la presencia descontrolada de vehículos– sobre todo considerando la fuerte informalidad en que opera la oferta de movilidad pública, con externalidades negativas debido a la congestión, los accidentes o la contaminación ambiental, que en rigor emergen como aspectos críticos para la movilidad urbana latinoamericana18. Igualmente, se advierte aún la necesidad de continuar ampliando las temáticas a miradas comparativas e interdisciplinarias que aún permanecen pendientes: una señal de esto es la ausencia de perspectivas regionales, lo que permitiría adentrarse en un análisis más general de la evolución de estos servicios en las principales ciudades de América Latina. En tal sentido, resulta relevante considerar estas referencias disciplinares más allá de las distinciones de un contexto particular, en especial porque proporcionan marcos teóricos y metodológicos para las exploraciones históricas desarrolladas durante las últimas décadas en la región.

Las nuevas preguntas que ha modelado el creciente número de investigaciones contemporáneas sobre la movilidad, acusan indudablemente esta influencia. Ello se ha verificado en particular por parte de los trabajos que indagan los cambios de las sociedades latinoamericanas a partir del siglo XX, a causa de la acelerada expansión de muchas de sus ciudades. La multiplicidad de actores y dinámicas involucradas en este proceso –así como las variadas fuentes documentales disponibles– han estimulado el replanteamiento de las preguntas sobre la relación entre transporte, ciudad y sociedad. Esto cobra mayor relevancia considerando que este fenómeno se ha producido en un contexto donde las miradas históricas a la movilidad no provenían desde el campo disciplinar. Posiblemente, sea este motivo una de las causas por las que la historia del transporte y la movilidad en Latinoamérica se integre más bien dentro de la Historia Urbana, caracterizada en su desarrollo regional por una convergencia de disciplinas diversas. En otras palabras, obligando a cualquier aproximación al problema reconocer sus bases en la producción de ámbitos tan diversos como la historia local, la geografía histórica, la historia económica, de la arquitectura y el urbanismo, por mencionar a algunas de las más atingentes19.

El transporte y la movilidad en Chile: de los estudios técnicos a las investigaciones de la arquitectura, el urbanismo y la historiografía

Siguiendo estas recomendaciones, una mirada a las dimensiones de la movilidad y el transporte desde el ámbito local, torna pertinente retroceder por lo menos hasta la década del 1940, cuando investigaciones interesadas en los servicios de movilización colectiva surgieron desde áreas muy heterogéneas del conocimiento. Estas obras se acercaron a diversas problemáticas que se hacían cada vez más contingentes para la sociedad urbana nacional, sobre todo considerando que su predominio sobre la población rural se alcanzó en este periodo. Varias de estas tesis provenían desde las ciencias jurídicas, impulsadas por los crecientes debates relativos a aspectos como las regulaciones al trabajo en el transporte colectivo, uno de los ámbitos más complejos para controlar por parte de las autoridades: no hay que olvidar que se trataba de un rubro donde la informalidad era más bien una norma antes que una excepción20. Otras memorias, provenientes desde las ciencias exactas, intentaban racionalizar las reflexiones en torno a la crisis en la cual se encontraba la actividad, en momentos además donde campos como la ingeniería de transportes aún no se desarrollaban en el país, buscando así contribuir al desarrollo de una incipiente tecnocracia en torno a la movilización colectiva21.

Las soluciones adoptadas para mejorar el servicio por parte del Estado desarrollista, impulsando cambios en su régimen administrativo con la pérdida de influencia municipal sobre el mismo, la irrupción estatal como actor y un cambio en la comprensión de la actividad como un ámbito de carácter público por sobre un bien de mercado, también estimularon la generación de nuevas tesis en Derecho. Estas memorias buscaron conceptualizar e interpretar jurídicamente aspectos como la nacionalización de los servicios urbanos –entre ellos nuestro ámbito de interés– presentando un resumen de las transformaciones que sufrió la actividad a partir de la intervención del Estado, sirviendo de este modo como una suerte de cronología inicial respecto a las medidas levantadas por las administraciones del período para asegurar la presencia fiscal en la oferta de movilidad22.

Plano 1


Santiago en 1930, cuando tenía seiscientos mil habitantes y ya había sobrepasado los límites establecidos por el intendente Vicuña Mackenna en 1872. Contenida la ciudad consolidada por el Ferrocarril de Circunvalación, su creciente extensión hacia las nuevas periferias hacía imprescindible su relación con infraestructuras y medios de transportes, tales como líneas tranviarias o nuevas avenidas intercomunales, proceso que se aceleraría en las décadas siguientes.

Fuente: Plano completo de Santiago con todas las calles, pasajes, cités, etc. confeccionado por orden del Sr. Prefecto de Policía Don Rafael Toledo Tagle, Santiago, Imprenta Barcelona, 1918.

En las décadas siguientes los estudios académicos sobre el tema desde la ingeniería también se expandieron, aunque esta vez más interesados en la dimensión técnica, esto es, aquello que podía aportar nuevos datos sobre el funcionamiento y los materiales de los servicios y particularmente de aquellos controlados por el Estado. En rigor, se trató de una discusión que alumbraba algunas de sus problemáticas operativas, técnicas y financieras, aunque sin adentrarse específicamente en las cuestiones históricas23. Estos trabajos surgían además en medio de la profusa cantidad de documentos llevados a cabo por dos grupos: los equipos técnicos a cargo de los planes de cooperación internacional y el desarrollo disciplinar de la planificación urbana en el medio universitario nacional, sobre todo a partir de la década de 1950. Fomentados por el creciente desarrollo e influencia de la planificación urbana, que alcanzó uno de sus hitos en el Plan Regulador Intercomunal de Santiago (1960), estas publicaciones fueron marcando un fecundo avance de los análisis desde las ciencias exactas hacia la actividad24. Pese a su aparente distancia de los estudios históricos, estas memorias proporcionan valiosos insumos para la elaboración actual de los discursos historiográficos; desde referencias a proyectos y políticas públicas, o pasando por antecedentes específicos sobre las problemáticas que abordan, estos materiales se tornan referencias imprescindibles para ingresar a temas cuyo desarrollo, desde la ciencia histórica, aún no se realizaba.

Ahora bien, vale la pena detenerse en las publicaciones de arquitectos orientados a la planificación urbana. Este campo tuvo un avance significativo desde la década de 1950, en particular en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, aunque ya mostraba antecedentes en los trabajos de los nuevos urbanistas locales como Luis Muñoz Maluschka, heredero de la formación promovida por el austriaco Karl Brunner desde principios de la década del treinta, cuando dictó los primeros cursos desde la perspectiva moderna de la disciplina dictados en el país25. Sin duda, el mencionado Plan Regulador Intercomunal de Santiago, donde resaltaron los arquitectos Juan Honold y Juan Parrochia, tuvo estrecha vinculación con el legado de Brunner. Como ha afirmado María Isabel Pavez, dicho instrumento fue crucial para el desarrollo capitalino en las siguientes tres décadas, otorgando a la circulación, la vialidad y el transporte masivo un rol prioritario para planificar el crecimiento urbano, como quedó establecido, por ejemplo, con la formación de un corredor de circunvalación y el impulso a la construcción definitiva de una red de ferrocarril subterráneo para la capital chilena26.