La razón práctica en el Derecho y la moral

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Aus der Reihe: Derecho y Argumentación #18
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«La justicia es la primera virtud de los sistemas políticos, al igual que la verdad es la de los sistemas de pensamiento», dijo John Rawls29. En cierto modo, esto expresa el tipo de decisión que yo estaba tomando. El valor rector del trabajo académico es la verdad, en el sentido de buscar una buena comprensión de un ámbito de investigación. El valor rector de la actividad política es la búsqueda de la justicia en la sociedad de acuerdo con alguna concepción bien elaborada de la justicia y del bien común. En la función de representación pública, esto por supuesto está sujeto a diversas concesiones en diversas etapas, ya que no se puede actuar eficazmente en una asamblea representativa (o siquiera ser elegido en una) sin participar en un partido. Esta complejidad es aún mayor dentro de un Parlamento como el Parlamento Europeo, cuyos miembros son elegidos por medio de partidos nacionales de muchos Estados miembros, y quienes por tanto tienen que trabajar en agrupaciones de partidos que implican alianzas de trabajo con otros partidos. El precio que se paga por una implicación eficaz en el ejercicio del poder es la capacidad de ceder, la disposición a renunciar de algún modo a la verdad perfecta sobre la justicia y el bien común tal como uno la ve. Puede que esto pueda convertirse fácilmente en un precio excesivo que corrompa cada vez más la capacidad propia para actuar de manera honesta pero con ánimo de conciliación. No obstante, eso no es inevitable.



En cambio, aunque la vida académica contiene algunas presiones para ceder y limar asperezas con el fin de lograr resultados publicables y cumplir los plazos de publicación, e incluso algunas veces presiones para alejarse de verdades incómodas, las buenas universidades e instituciones similares protegen celosamente el derecho del académico o del científico a investigar su propia visión de la verdad, su propia vía hacia la buena comprensión. Según este criterio, la Universidad de Edimburgo era y es un buen lugar para trabajar. Cuando el dominio de investigación propio incluye asuntos de justicia y del bien común, uno puede proponer su propia concepción de la verdad sin interferencias y con firmeza (aunque no de una manera que sea insensible hacia las concepciones opuestas de otros). Sin embargo, el precio por la libertad de interferencias es que uno carece relativamente, o incluso completamente, de influencia en la gestión de los asuntos públicos, al menos a corto plazo y probablemente también a largo plazo.



No estoy negando la idoneidad y la legitimidad de las concesiones en la vida política. Son esenciales para una democracia efectiva. Me alegro de haber desempeñado un papel en esto durante años y en varios cargos en mis propios lugares de residencia. De hecho, estoy orgulloso de haberlo hecho, a un coste considerable de tiempo libre y de disfrute de una vida tranquila. Involucrarse en la vida pública es una parte de la virtud cívica que todos tienen razones para cultivar. No obstante, para mí, cuando llegó el momento de decidir cuál era la mejor manera de pasar el último periodo de mi vida totalmente activa, finalmente di prioridad a las virtudes académicas, con una implicación política continuada pero secundaria y sin menospreciar las virtudes políticas. Así es como me justifiqué la decisión a mí mismo, teniendo todo en cuenta. Así es como describo hoy, de manera autobiográfica, la decisión que tomé en 2003 y con cuyas consecuencias todavía estoy viviendo —con mucha satisfacción, debo añadir—. En cierto modo, las grandes decisiones expresan un compromiso con ciertos aspectos de la buena vida, es decir, con virtudes. Puede haber diferentes modos de vida que exhiban virtudes genuinas pero diferentes, y uno tiene que escoger a la luz de su propio carácter y sus propias predilecciones. Las decisiones también contribuyen con el tiempo a formar el carácter. Uno se convierte en lo que hace. Los mismo vale para los modos de vida viciosos, desgraciadamente.



Puede que esta parte de la discusión haya sido demasiado idiosincrática, basada en una situación de decisión concreta y extremadamente inusual. Tal vez se puedan decir también algunas cosas de importancia más general.



Algunos valores humanos son valores animales compartidos, que tienen que ver con permanecer con vida (perseverare in esse suo), criar a la siguiente generación de los nuestros, evitar la enfermedad y la exposición a lesiones y cosas similares. Estos valores van primero, no necesariamente por la importancia que tengan en sí mismos sino simplemente como una condición para lograr todo lo demás que sea de valor. Cuando están en peligro, o simplemente si asumimos una perspectiva prudencial a largo plazo de los posibles riesgos futuros, es razonable prestarles atención en primer lugar, por el bien de uno mismo y por el de quienes son cercanos física o emocionalmente o por medio de relaciones familiares o estrechas. Para quienes son afortunados, esto no es difícil en sí mismo, y a menudo en la toma de decisiones se puede dar por sentado que estos valores no están en ningún riesgo por el momento.



Más allá de eso, la toma de decisiones se ocupa de las razones para la acción concernientes a uno mismo, a la comunidad y a otros que tienen al menos parcialmente un contenido ideal, y su objetivo es establecer la mejor línea de actuación teniendo en cuenta todo lo que está en juego. Cuando hay razones fuertes concernientes a uno mismo para emprender una línea de actuación, es esencial preguntarse si uno es moralmente libre para emprenderla. Si hay razones excluyentes pertinentes y hacen que por algún motivo sea incorrecto emprender la línea de actuación que se contempla (o incorrecto a menos que pueda encontrarse alguna manera viable), entonces se debe descartar esa posible línea de actuación. (Esto no siempre se hace, pero eso solo significa que a veces actuamos incorrectamente priorizando ilegítimamente nuestras preferencias. Esto es casi demasiado evidente para que haga falta decirlo.) La cuestión de «lo correcto y lo incorrecto» se trata en el siguiente capítulo, no aquí.



Dentro del ámbito en el que uno tiene libertad moral para actuar, actuar para lograr lo mejor requiere tener un plan de vida general. En este plan, una persona persigue una multiplicidad de valores de manera razonable y equilibrada a lo largo del tiempo, de acuerdo con alguna concepción de la virtud o de la bondad en la acción y el carácter. Ya hemos considerado esto antes de una manera preliminar y será sometido a una mayor consideración más adelante (en el capítulo 9). Un equilibrio clave que debe alcanzarse es entre lo que uno hace para el disfrute propio de algún valor en sus diversas formas y lo que uno hace por otros o por el bien común. El egoísmo siempre es un riesgo, pero el respeto hacia uno mismo exige prestar atención en una medida razonable a las razones concernientes a uno mismo. La cuestión de cómo podemos juzgar lo que es razonable se tratará en una discusión posterior.



7. DECISIONES EN EL ÁMBITO PÚBLICO



Las autoridades públicas tratan de coordinar las acciones de muchas personas por el bien, presuntamente, de la justicia y el bien común en la comunidad en la que tienen autoridad. Para lograr tal coordinación es necesario tener alguna expresión clara de los valores o la «misión» de la autoridad. Un caso concreto es el del gobierno escocés que asumió el poder tras la elección del Parlamento escocés de 2007. Este ejemplo resulta conveniente porque en el sitio web de ese gobierno hay disponible mucho material para la evaluación y sobre la evaluación. Desde sus primeros días, el gobierno anunció cinco «objetivos estratégicos» como sus valores rectores, en los siguientes términos30:



Enfocar el gobierno y los servicios públicos en la creación de un país más próspero, con oportunidades para que toda Escocia se desarrolle, por medio de un mayor crecimiento económico sostenible.



1. MÁS RICO Y MÁS JUSTO



Permitir que las empresas y las personas aumenten su riqueza y que haya más personas que compartan esa riqueza de forma justa.



2. MÁS SALUDABLE



Ayudar a las personas a mantener y mejorar su salud, especialmente en las comunidades desfavorecidas, asegurando un acceso mejor, local y más rápido a la atención sanitaria.



3. MÁS SEGURO Y MÁS FUERTE



Ayudar a que las comunidades locales se desarrollen y sean lugares más fuertes y seguros para vivir, ofreciendo mayores oportunidades y una mejor calidad de vida.



4. MÁS INTELIGENTE



Ampliar las oportunidades para que los escoceses prosperen desde la crianza hasta el aprendizaje continuo, para obtener logros mayores y más distribuidos.



5. MÁS VERDE



Mejorar el ambiente natural y edificado de Escocia, así como su uso y su disfrute sostenibles.



Por supuesto, puede discutirse si esta es una lista completa y suficiente de los valores que un gobierno debe adoptar. ¿Han omitido algo de gran importancia, similar a lo que han enumerado o incluso más importante? Si es así, el gobierno fracasará en su objetivo de hacer que el país del que es responsable sea un lugar mejor para sus ciudadanos, residentes y visitantes, o al menos no logrará todo lo que podía haber logrado. Una mejor formulación de la estrategia del gobierno podría haber llevado a mejores resultados para todas o la mayoría de las personas afectadas. Este no es un asunto que deba explorarse más aquí, pero será un tema de controversia política en Escocia ahora y en los próximos tiempos. Por el momento, tomemos esa declaración como un intento serio y destacable de establecer un marco de trabajo para la actuación gubernamental, y consideremos cómo funciona como tal.



Lo más evidente desde el punto de vista de nuestra reflexión sobre el razonamiento práctico en cuestiones de valor es que no hay ninguna acción única del gobierno ni ninguna iniciativa política única que pueda servir igualmente a todos esos fines. Algunos serán centrales para ciertas iniciativas políticas; obviamente, las políticas del servicio de salud tratarán más estrechamente el «más saludable». Sin embargo, los esfuerzos por disminuir la ebriedad en público en el contexto del objetivo de «más seguro y más fuerte» también tendrán efectos beneficiosos en la salud pública y eso será pertinente para su justificación. Así que no existe una correspondencia uno a uno entre los objetivos estratégicos y los departamentos de Estado. También puede haber alguna oposición entre objetivos. No todas las formas de aumentar la actividad y el crecimiento económicos son compatibles con el objetivo de «más verde». La fuerza de una política de justicia penal puede entrar fácilmente en conflicto con su justicia. El esfuerzo por crear una sociedad más inteligente puede intensificar la competitividad económica sin aumentar la justicia distributiva. Y así sucesivamente.

 



También surgen cuestiones de eficacia práctica. Por ejemplo, puede parecer que se sirve bien al objetivo de «más verde» con proyectos para desarrollar energías renovables, incluyendo la energía eólica. Puede que haya flujos de viento apropiadamente estables sobre los pantanos de las islas Hébridas Exteriores. Sin embargo, puede que el uso de tales tierras sea a su vez dañino para el ambiente porque perjudique su capacidad para seguir actuando como «sumidero de carbono». Además, en términos de la conservación de hábitats naturales para especies protegidas, puede que haya otras consideraciones ambientales que desaconsejen el uso de ese lugar para un parque eólico. Al mismo tiempo, puede argumentarse que el objetivo de «más rico y más justo» nos da fuertes razones para fomentar este tipo de desarrollo industrial en un área remota del país en la que hay pocas oportunidades de empleo. En cualquier deliberación como esta, es importante reflexionar sobre todo el abanico de probables efectos que tendrá la construcción de un parque eólico a gran escala, y evaluarlos para comparar sus ventajas con las de otros posibles medios para desarrollar fuentes de energía renovables. Además, si el gobierno tiene alguna obligación de dar absoluta prioridad a la protección del hábitat (por ejemplo, por la Directiva sobre los hábitats de la UE), esto puede funcionar como una razón excluyente para descartar esta posibilidad. Así que la aplicación del valor rector «más verde» requiere un razonamiento complejo tanto de un tipo probabilístico de causas y efectos como de un tipo evaluativo. Esto puede incluir elementos cuantitativos pero al final siempre requiere una conclusión cualitativa que justifique la decisión.



Los gobiernos modernos involucran procesos muy complejos e interactivos en los que colaboran muchos participantes. Los asuntos siempre avanzan por medio la gestión de la burocracia, bajo la dirección general de ministros elegidos que dependen de la cooperación (normalmente) y la orientación (siempre) de sus funcionarios públicos. Los parlamentos democráticos y sus miembros son responsables de que el gobierno responda por sus decisiones y muestre que esas decisiones sirven realmente a los valores declarados, y no son una tapadera para otros objetivos o intereses más siniestros. En tal actividad de varios jugadores, es esencial que haya alguna declaración de objetivos estratégicos como los enumerados arriba para lograr algún tipo de administración coherente del gobierno, así como una satisfactoria rendición de cuentas democrática. Ante cualquier legislación propuesta o conjunto de medidas ejecutivas, es fundamental preguntar: ¿cuál de los objetivos estratégicos establecidos promueve esto? ¿Hay alguno que apoye de manera secundaria? ¿Hay alguno para el que no sea útil? ¿Hay alguno hacia el que esté en oposición directa? La tarea del gobierno en conjunto, dirigido por un primer ministro y un gabinete, es asegurarse de que haya un equilibrio satisfactorio en la prosecución de todos ellos, sin abandonar ninguno frente a otros y sin oponerse directamente a ninguno con acciones dirigidas a otros. En la medida que se pueden clasificar cinco objetivos estratégicos numerados, obviamente hay un elemento cuantitativo en esto; pero la tarea general es, de nuevo, más cualitativa que cuantitativa. Si no se sacrifica ningún objetivo por el bien de otros, y si ninguno pasa a ser tratado como meramente secundario respecto a uno o más de los otros, cada uno de ellos proporciona un punto de apoyo para equilibrar el logro de cada uno de los demás. Un estadista sabio parece ser el referente para el éxito en el juicio cualitativo y el razonamiento práctico en el gobierno. La sabiduría es la virtud suprema de la gobernanza pero se logra haciendo bien otras cosas, no buscándola como una virtud que pueda especificarse de manera independiente. La conclusión tentativa o provisional es que el buen razonamiento sobre qué es bueno hacer, tanto en la toma de decisiones individual como en la colectiva (por ejemplo, la gubernamental), tiene un elemento cuantitativo. Uno debe ser capaz de presentar una breve exposición de los valores que guían su propia acción. Tiene un elemento probabilístico, en la medida que siempre se tiene que calcular la probabilidad de que los pasos que se dan para lograr cierta meta tengan éxito. Puede que uno quiera apoyarse en listas con todos los factores que aconsejan o desaconsejan alguna línea de actuación. Sin embargo, no existe ningún método algorítmico de sumar los puntos positivos y restar los puntos negativos para llegar a una conclusión. Teniendo en cuenta todos los aspectos cuantitativos y cualitativos de la situación, uno finalmente toma una decisión cualitativa guiada por algún compromiso con unos valores preferidos de la vida privada o la vida pública.



19

 Pablo, Epístola a los romanos, 2:14-15.



20

 Véase Matt Ridley, Genome: the Autobiography of a Species in 23 Chapters (London: Fourth Estate, 1999), 1–15 .



21

 Matt Ridley, Nature via Nurture (London: Fourth Estate, 2003), 214–5 .



22

 Véase Thomas Reid, Ensayos sobre los poderes activos de la mente humana (Madrid: Tecnos, 2014); L. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas (Barcelona: Crítica, 1988), 269, 275.



23

 Puede encontrarse una visión fuerte de la normatividad de la gramática en G. Pavlakos, Our Knowledge of the Law: Objectivity and Knowledge in Legal Theory (Oxford: Hart, 2007).



24

 Una idea compartida fuertemente por Martha Nussbaum. El ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley (Buenos Aires: Katz, 2006).



25

 D. Hume, A Treatise of Human Nature (L. A. Selby Bigge y P. H. Nidditch, eds) (Oxford: Clarendon Press, 1978), 317–22, 369–86 ; A. Smith, The Theory of Moral Sentiments (D. D. Raphael y A. L. Macfie, eds) (Oxford: Clarendon Press, 1976), 9–15 . El suyo es un concepto ampliado de simpatía, ya que incluye cualquier forma de «sentir junto con» otro.



26

 Martha Nussbaum, El ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley (Buenos Aires: Katz, 2006).



27

 J. Finnis, Natural Law and Natural Rights (Oxford: Clarendon Press, 1980), 59–80 .



28

 N. MacCormick, Who’s Afraid of a European Constitution? (Exeter: Societas/Academic Imprint, 2005); «The Convention and its Constitution: All a Great Mistake?», en Hanne Petersen, Anne Lise Kjær, Helle Krunke y Mikael Rask Madsen (eds), Paradoxes of European Legal Integration (Aldershot: Ashgate, 2008).



29

 J. Rawls, A Theory of Justice (Oxford: Clarendon Press, 1972), 3 .



30

 Véase el sitio web del gobierno escocés (<http://www.scotland.gov.uk/>).





– 3 –

Lo correcto y lo incorrecto





1. NORMAS Y CONTEXTOS



El hecho de que una acción sea incorrecta es una razón para no considerar siquiera su realización. Lo que es incorrecto puede serlo desde uno u otro punto de vista, en uno u otro contexto de juicio. En el fútbol, es incorrecto coger el balón con las manos a menos que uno sea el portero y esté dentro del área de la portería. En el rugby, cualquiera puede coger la pelota, pero solo se puede placar u obstaculizar físicamente a un jugador que tenga la pelota. Placar a un jugador que no tiene la pelota es incorrecto. No es así en el fútbol americano, donde se permite bloquear a un oponente sin la pelota. En el Derecho, es incorrecto conducir un vehículo a motor por encima del límite de velocidad en cierto tramo de la carretera o conducir en una carretera pública con exceso de alcohol en sangre. Moralmente, es incorrecto actuar con desprecio hacia la salud y la seguridad de otras personas con las que uno está en contacto. Todas las religiones monoteístas consideran gravemente incorrecto cometer blasfemia contra Dios o difamar a Sus profetas. Cada uno de estos contextos de juicio es un «orden normativo», en un sentido que se explorará más detalladamente en el presente capítulo31.



La incorrección de una acción es lo que antes se ha llamado «razón excluyente». Excluye esa acción de la deliberación, o cualquier acción similar, como una línea de actuación disponible para cualquiera que esté comprometido con el orden normativo en el que es incorrecta. Considerar la posibilidad de realizarla, o incluso realizarla, implica flaquear o no estar a la altura de ese compromiso. Puede tener consecuencias adversas: una penalización contra el propio equipo en alguno de los tipos de fútbol o una expulsión, un proceso penal y un castigo, una censura moral por parte de otros y sentimientos de culpabilidad por parte de uno mismo, o la excomunión. La incorrección, por tanto, presupone un estándar de juicio, una base para juzgar como incorrecta la conducta en cuestión en el contexto en cuestión.



Las acciones incorrectas no solo lo son en el contexto de un orden normativo, sino que también son incorrectas según cierta descripción. «Coger el balón con las manos, pero no como portero ». «Obstaculizar a un jugador ». «Conducir por encima de 50 km/h en un tramo de carretera con un límite de velocidad de 50 km/h ». «Mostrar desprecio hacia el bienestar de un prójimo que está en peligro ». «Cometer blasfemia al insultar al único y verdadero Dios ». Cada uno de ellos puede tener una formulación imperativa o normativa. «No se debe coger el balón con las manos/obstaculizar a otro jugador/superar el límite de velocidad/mostrar desprecio hacia el prójimo/cometer blasfemia». «Nadie puede coger el balón con las manos excepto el portero...», etc. Actuar incorrectamente implica violar tal precepto o infringir tal norma. Dejando a un lado la posibilidad de que pueda haber excepciones o matizaciones no declaradas a tal precepto o norma, incluyendo excepciones no reconocidas expresamente hasta el momento, puede verse que cada de ellas se aplica necesariamente a toda acción realizada en el contexto pertinente a la que se aplique apropiadamente esa descripción. En ese sentido, tales preceptos o normas negativos tienen un carácter universal.



Puede haber algunos preceptos o normas que sea natural expresar en términos positivos, en lugar de como prohibiciones: «Respete las decisiones del árbitro ». «Haga una declaración anual de sus ingresos para el sistema tributario de la manera establecida por las leyes actualmente en vigor ». «Trate a sus hijos pequeños con cuidado, amor y atención, ayudándolos a desarrollar la autonomía moral ». «Alabe a Dios y hónrelo siempre ». Tanto en tales prescripciones positivas como en las negativas se encuentra el mismo carácter contextual y universal dentro de un contexto.

 



Incluso en el caso de las prescripciones positivas se puede aplicar apropiadamente la terminología de lo «incorrecto». La primera era una lista de acciones incorrectas o indebidas. De la segunda podemos derivar una lista de omisiones indebidas: «Es incorrecto desobedecer al árbitro o ignorar sus decisiones». «Es incorrecto no hacer una declaración de la renta anualmente». «Es incorrecto que los padres descuiden la crianza de sus hijos pequeños». «Es incorrecto que los creyentes no alaben y honren a Dios».



Las acciones y las omisiones, por tanto, pueden ser incorrectas o no serlo. Son incorrectas en el contexto de un orden normativo y, en ese contexto, son incorrectas según cierta descripción. La descripción se hace en términos de universales lógicos y, siempre que una acción u omisión concreta ejemplifique el universal en cuestión, o lo ejemplificaría si se realizase, esa acción u omisión es incorrecta para ese contexto. La incorrección presupone una norma o prescripción pertinente para el contexto, pero no necesariamente una norma o prescripción promulgada efectivamente o declarada públicamente. Puede haber excepciones explícitas o implícitas, de tal modo que un juicio prima facie de la incorrección de una acción puede ser rebatible32. Sin embargo, las excepciones y los fundamentos para el rebatimiento tienen ellas mismas un carácter genérico y por tanto son también universales de la misma forma que las normas que hemos usado más arriba como ejemplos.



Cuando una conducta no es incorrecta, queda a discreción del actor qué hacer. Siempre y cuando no coja el balón con las manos en un partido de fútbol, puedo decidir avanzar hacia la portería contraria, tratar de regatear a mi adversario más cercano o pasar el balón hacia atrás a mi propio portero. Todas las opciones no incorrectas están disponibles para mí. Ciertamente, en cualquier contexto puede que haya un gran catálogo de acciones indebidas que uno puede cometer y que al menos ocasionalmente se sienta tentado a cometer. Pero, si ninguna acción u omisión que uno cometa o que considere cometer es indebida en ese contexto, uno es necesariamente libre para hacer lo que le parezca. Puede que no sea capaz de hacerlo o que tenga algún impedimento para hacerlo, pero no es culpable de ninguna incorrección por hacerlo o intentarlo. En este sentido, tenemos una «libertad negativa» para actuar o abstenernos de actuar como prefiramos, siempre y cuando no hagamos nada incorrecto33 (lo que incluye evitar las omisiones indebidas). A eso se le llamará aquí «libertad normativa». El ámbito de la libertad normativa de acción u omisión contiene toda acción u omisión que no sea indebida según cualquier descripción razonable de esa acción/omisión. La cuestión de qué acciones y omisiones posibles contiene ese ámbito depende del contexto que se presuponga, y por supuesto cada contexto define su propio ámbito de libertad normativa. (Desde el punto de vista del fútbol, ni tengo ni dejo de tener la libertad de asaltar el banco de Monte Carlo. El fútbol no define o reconoce esa acción de ninguna manera, ni positiva ni negativa. No es una acción posible en el contexto del fútbol. Apostar por uno mismo para ganar o perder en una competición de liga sí que lo es, y está prohibido.)



Existe una conexión entre hacer algo incorrecto y hacer algo malo, pero «incorrecto» y «malo» no son conceptos o términos equivalentes. Sin duda sería extraño calificar de incorrecta una acción que no se considerase mala en algún sentido, y el hecho de pensar que una acción es muy mala es una razón paradigmática para considerarla incorrecta. «Malo» y «bueno» son términos graduales, y el espectro que va de lo mejor a lo peor abarca el rango de gradación que está conceptualmente disponible para nosotros en alguna escala determinada de valoración. Analíticamente, uno siempre tiene una razón para preferir lo mejor a lo peor, y a preferir estados, acciones y resultados buenos a los malos. Esto se desprende de los comentarios anteriores sobre los valores.



Las personas son criaturas pasionales y también evaluadoras racionales. La idea misma de actuar racionalmente está conectada íntimamente con valores que tiene el actor. Es racional tratar de provocar lo que parece bueno y es irracional tratar de provocar lo que parece malo. Esto es así porque, al considerar algo como bueno o malo respectivamente, uno manifiesta una visión sobre qué es preferible provocar o evitar que suceda, en la medida que eso esté dentro de sus capacidades.



En la experiencia humana, sin embargo, aunque existan algunos bienes puros y algunas vivencias que nos parezcan totalmente buenas sin ningún mal o inconveniente asociado, esto en la práctica es relativamente raro. En la mayoría de nuestras deliberaciones y acciones practicamos en mayor o menor medida el arte de buscar un equilibrio. Cuando parece que no puede eliminarse totalmente lo malo del mapa de posibles acciones sobre las que deliberamos, toleramos algunas de las cosas malas en beneficio del mayor bien. Tenemos que hacer, literalmente, lo mejor que podamos, reconociendo que rara vez puede lograrse el bien puro en los asuntos humanos. Conllevan grandes dificultades las decisiones en las que podemos hacer un bien muy pequeño sin efectos concomitantes adversos o un bien mucho mayor con más males relacionados, pero en la que tales males parecen compensarse con creces y el bien mayor parece ampliamente preferible a su pequeña alternativa.



Esto es precisamente lo que otorga a lo «incorrecto» su especial relevancia. No todo puede aceptarse como algo negociable. Algunas cosas malas tienen que estar totalmente descartadas, excluidas de toda deliberación razonable, aunque a menudo la mente pueda verse arrastrada por la tentación de adentrarse en ese territorio prohibido y a veces la voluntad pueda ser débil. El sentido conceptual de lo «incorrecto» es el de destacar lo que está excluido de la deliberación razonable, aunque realmente las deliberaciones no siempre sean razonables según los estándares de un contexto determinado de discurso. Y, por supuesto, puede que uno rechace los estándares de cierto discurso y adopte deliberadamente las «incorrecciones» que este condena, como en el caso de las personas de EEUU que antes de la guerra ayudaban a los esclavos fugitivos a escapar del control de sus dueños.



2. ÓRDENES NORMATIVOS Y CONVENCIONES



Es el momento de reflexionar más sobre los diferentes discursos, o lo que antes hemos llamado el «contexto» de un juicio sobre lo incorrecto. Cada uno de tales contextos es un caso de «orden normativo». Todos los deportes, por ejemplo los diferentes tipos de fútbol mencionados antes, son formas de orden normativo. También lo son las leyes de un Estado, el Derecho internacional, los códigos religiosos de comportamiento y la moral, aunque de un modo general. Cada uno de ellos es un dominio en el que las personas activas actúan sobre la base de razones que incluyen consideraciones sobre lo correcto y lo incorrecto: en el fútbol, bajo el Derecho positivo, bajo el Derecho internacional, de acuerdo con la religión verdadera y de acuerdo con la moral. Los fundamentos de la corrección y la incorrección pueden formularse como preceptos o normas de la manera que señalamos anteriormente. En los órdenes normativos institucionalizados, a menudo son normas positivas enunciadas y promulgadas por una persona o un organismo que reclama autoridad para hacerlo, y cuya autoridad es reconocida sobre una u otra base por los otros participantes.



La moral, sin embargo, al menos según algunas concepciones de lo que significa ser moral, y ciertamente según la concepción que se propone aquí, no está institucionalizada. No obstante, es claramente un contexto de juicios normativos, y de hecho es el más amplio de todos, pues todo el universo de agentes morales está sometido a él, sin distinciones según el deporte preferido, la religión o el Estado con sus leyes. El contexto moral es el contexto ilimitado, diferente a todos los demás —o eso se argumentará en el resto de este libro—. El hecho de que no esté institucionalizado, sin embargo, no significa que no contenga una buena cantidad de normas y prácticas convencionales ni que ignore los dominios de los órdenes institucionalizados. Todo lo contrario. La cuestión de q

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