Apuntes de una época feroz

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

“Lo que también me consta es que el señor Vargas, funcionario del Estado, compró el 23 de enero de 1981 el Vivero Frutillar, propiedad fiscal licitada en siete millones de pesos. ¿De dónde sacó la plata el señor Vargas?”.

Mientras busca papeles, Podlech comenta que rematar 109,2 hectáreas fiscales en siete millones de pesos le parece a lo menos cuestionable. Me entrega la escritura, allí se estipula que se entregaron dos millones de pesos al contado y el resto en cinco cuotas anuales iguales.

El fundo Puyehue es uno de los terrenos más grandes que posee Julio Ponce. Se lo compró a Eustaquio Preboste Vásquez en 18 millones de pesos, de los cuales sólo pagó tres millones. ¿El resto? Un hábil y complicado vocabulario jurídico dejó a los Proboste incapacitados de cumplir su parte del contrato. ¿Qué pasó? Podlech me explica: un señor Stutz compró las hectáreas que hacían el cien por ciento del “cuerpo cierto” del fundo. Ponce exigió entonces el cuerpo cierto (el cien por ciento del fundo). Proboste no pudo cumplir.

“Desde el punto de vista jurídico, el señor Ponce tiene razón, explica Podlech. Pero desde el punto de vista moral, ético, no tiene razón. Comprar 1.810 hectáreas por tres millones es a lo menos injusto. El que lo ayudó a consumar todo esto fue un abogado bastante hábil: Pablo Rodríguez”.

Dos datos curiosos surgen de los documentos. A la fecha de la compra, Carlos Stutz era ejecutivo de Soquimich, ingeniero forestal y, dicen, compadre de Julio Ponce. Y la escritura de compra fue redactada por el abogado y fiscal de Conaf, Armando Gutiérrez. Las dos instituciones, Soquimich y Conaf, tenían como presidente a Julio Ponce.

Testimonios recogidos en el lugar hablan de lo que pasa en el fundo Puyehue hoy día. “Los campesinos que por generaciones estaban en el fundo fueron notificados de desalojo por la propia alcaldesa de Entre Lagos”. Otros hablan de las siembras: “Ahora no se siembra nada. Ni siquiera a los trabajadores se les deja sembrar”.

Los desplazamientos vehiculares también han cambiado el paisaje. “Llegan aquí en autos diferentes, dos camionetas Chevrolet, una Ford, un Datsun Laurel, un Datsun 2000, un jeep, sin contar los autos que usan los de seguridad. Y a veces también llegan en aviones con el escudo chileno”.

NEGOCIOS EN EL EXTRANJERO

Mucho se ha hablado de los negocios de Julio Ponce en Panamá. Durante el gobierno de la UP, Ponce trabajó allá y –según dicen– conserva muchos contactos. Se habla de que una de sus empresas sería el Consorcio Forestal de Chile. “A mí no me consta”, dice Podlech, y me muestra el certificado de vigencia de dicha compañía, suscrito ante el notario Arturo Carvajal el 22 de febrero de 1982 por doña Raquel Flores de Monsalves.

Curiosamente, la misma señora Raquel Flores protocolizó ante el mismo notario la sociedad panameña Aledo Transnational Trading Corporation, empresa que se adjudicó el fundo Trafun Norte, de 18.460 hectáreas, ubicado en la provincia de Valdivia, pagando 80 millones de pesos.

Mientras observo los planos del fundo, pienso en los anexos del panfleto, que contienen órdenes de tránsito de animales de Julio Ponce desde el fundo Trafun, y recuerdo que al comenzar este tema Alfonso Podlech decía: “La mayoría de la gente sabe que en esas empresas extranjeras los verdaderos dueños titulares no aparecen”.

Continúa el paso de documentos. Toma un extracto de escritura pública. Allí se certifica que Julio Ponce, junto a su hermano Eugenio, constituyen la sociedad comercial Compañía de Inversiones Agroforestal Fraj Limitada. En el panfleto también se habla de otro de los hermanos, Gustavo Ponce, ministro consejero y representante de Prochile en Japón, también ha actuado como asesor de Soquimich.

La hacienda Nueva Etruria es otra de las grandes incógnitas ligadas a Ponce Lerou. Tiene 11 mil hectáreas, fue de propiedad de la Conaf y licitada en marzo de 1983 a la Compañía de Inversiones Suizo Andina en 227 millones de pesos. Según el mapa oficial posee riquezas incalculables en maderas finas. Julio Ponce no aparece como dueño. “Lo raro es –agrega Podlech– que no siendo el dueño oficial, aparezca entregando como domicilio particular la hacienda Nueva Etruria para un asunto legal, como es la autorización que la Subsecretaría de Pesca le otorgara para el inicio de la explotación del choro zapato”, termina mientras me muestra el extracto aparecido en el Diario Oficial.

Aquí, insiste Podlech, habría que hacerse algunas preguntas: “¿Quiénes son realmente los suizos? ¿Por qué vendieron a tan bajo precio? La respuesta obvia es que no hubo otro comprador. Entonces, ¿para qué vendieron en desmedro del Fisco?”.

Vuelve a sacar un recorte de diario. Leo. Javier Vargas dice: “El fundo Quenchumalal fue de propiedad de la Caja de Empleados Particulares, ahora lo compró Andrónico Luksic en un trato privado cuyos detalles desconocemos. Nada tiene que ver don Julio Ponce”. Alfonso Podlech me tiende un contrato de arriendo entre la Caja Nacional de EE.PP. y Periodistas representada por el general de Brigada (R) Tulio Espinoza Palma y el señor Julio Ponce Lerou como arrendatario. “Esto no figura en el panfleto”, afirma Podlech. “Ese contrato testimonia que Ponce arrienda un fundo de nueve mil hectáreas (junto a los lagos Panguipulli y Riñihue) por tan sólo 20 mil pesos. Según consta en el rol de Impuestos Internos 208-1 de Panguipulli, el avalúo fiscal en 1982 fue de 15 millones de pesos. ¿Quién habrá autorizado al general Tulio Espinoza para arrendar un bien de los imponentes en apenas 20 mil pesos? ¿Qué dice la Contraloría General de la República sobre este arriendo cuando consta que en ese momento el señor Ponce era gerente de Corfo?”.

“La Contraloría debió actuar”, sostiene Podlech. “Hay un dictamen que dice que los cargos de director y subdirector de la División Agrícola del SAG son incompatibles con la calidad de miembro del directorio de una sociedad comercial que se dedique al mismo rubro”.

“Lo que tampoco estaba en el panfleto –continúa Podlech– es el préstamo por 780 mil dólares que el Banco Andino de Panamá otorgó a Julio Ponce el 27 de mayo de 1983. Según las propias declaraciones de Ponce, ese préstamo serviría para pagar el fundo de Proboste, cosa que no hizo. Aquí está la copia del contrato. Véala. La garantía fue dada por cuatro mil vaquillas que deben permanecer –según el contrato– en el fundo de Proboste”. La pregunta surge espontánea: ¿y qué hizo entonces con la plata? ¿Compró las cuatro mil vaquillas?

“Y hay más”, agrega, mientras observa mi reacción. Saca un Diario Oficial del 18 de junio de 1983. Se consigna la formación de una nueva sociedad: Inmobiliaria El Cuadro Limitada. La sociedad está formada por la Compañía de Inversiones Agroforestales Fraj (empresa de Julio Ponce y su hermano Eugenio) asociada a Alberto Reyes Finnley y Ramiro Soffia.

Su investigación continúa. Por la variedad de documentos y aparentemente por sus diferentes procedencias, está claro que Podlech no actúa solo.

La conversación llega a su término. Me sigue rondando una inquietud. Insisto: ¿por qué Julio Ponce decidió acusarlo públicamente a usted del origen de ese panfleto? Alfonso Podlech por primera vez demora en contestar: “Sería para separarme de las Fuerzas Armadas, donde me desempeñé con el grado de teniente coronel y me retiré como fiscal militar, y donde tengo además muchos amigos y camaradas, incluyendo ocho generales en servicio activo”.

ALFONSO PODLECH: “NO TENERLE MIEDO AL MIEDO”

Hace seis meses, desde que su nombre fue vinculado al caso Ponce Lerou, Alfonso Podlech, abogado, ex fiscal militar de Temuco y ex ferviente partidario del gobierno militar, decidió desentrañar la maraña económico-política más comentada y a la vez más acallada.

¿Participó usted directa o indirectamente en la confección del anónimo sobre los negocios del señor Julio Ponce?

Terminantemente, no. No tuve ninguna participación. No se olvide que soy militar, hombre de principios.

¿Y por qué el señor Ponce lo acusó? ¿Tenía motivos?

De acuerdo con diversas entrevistas que le hicieron, él se vio muy afectado al tener que renunciar a sus cargos públicos. Se vio asediado por diferentes personas cuyos nombres me dio cuando el 14 de agosto vino a verme con la intención de dar explicaciones.

Pero, ¿usted conocía algunos de los negocios del señor Ponce?

Todo el mundo acá en el sur sabe. Toda la gente con cierto conocimiento. Pero los hechos eran dispersos. Sostener en forma fehaciente que se pudieran llevar a cabo actos irregulares a mí no me constaba ni me interesaba. Pero desde el 3 de agosto indudablemente que sí.

Señor Podlech, usted tuvo una alternativa. Decir yo no participé en la confección de ese anónimo y ahí se acababa el problema.

Sí, pero tuve que sopesar la situación. Si hubiera sido un particular cualquiera hasta me habría reído. El problema era distinto. Yo dejé de ser fiscal el 4 de enero de 1983. Una persona que formó parte del gobierno, que adhirió a los postulados de la Junta durante nueve años, no puede de la noche a la mañana...

Se comenta que usted perdió mucho dejando de ser fiscal.

¿Qué perdí? Fui útil y fui fiscal hasta el momento que yo creí conveniente para la institución. Económicamente me significó perder un sueldo de teniente coronel: 75 mil pesos líquidos. A cambio de eso, hoy puedo tomar todos los casos, no tengo ninguna incompatibilidad.

Se insinuó también que usted pretendía borrar ciertos hechos en los cuales se vio involucrado siendo fiscal militar de la zona.

Tengo la conciencia tranquila. Todo se hizo reglamentariamente, no hay nada oscuro. Si yo hubiera tenido algo que ocultar habría tratado de sumergirme, anulando mi personalidad y mi dignidad. Me habría protegido al interior de la institución, lo que sería una cobardía y contrario a la tradición militar. Hay algo más importante. Lo que estaba y está en juego es el principio de justicia. Si hay algo que está claro es que la injusticia es el germen de la rebeldía. Si hubiera tenido algo que ocultar yo me habría quedado callado frente al caso Ponce.

 

¿Y qué ganó?

Gané independencia. Me siento más íntegro. No podía permanecer en el Ejército viendo este tipo de situaciones.

¿Siente que corre algún riesgo?

Hay un principio: no se le puede tener miedo al miedo. Y hay otro: nadie muere la víspera. ¿Para qué adelantarse entonces? ¿Temor a quién y de qué? Si me van a matar, me matan cualquier día. Si alguien quiere matar, mata de cualquier forma.

CARLOS PODLECH: “EL SEÑOR PINOCHET NO SE VA A IR JAMÁS”

Expulsado del país por el general Pinochet, en medio de la sorpresa y la consternación de sectores allegados al gobierno, Carlos Podlech, dirigente nacional de los productores de trigo, no puede ser caracterizado hoy sino como opositor al régimen.

Hablé con él a fin de obtener un juicio sobre este impasse Alfonso Podlech-Julio Ponce, pero además de eso logré declaraciones que seguramente producirán verdadera conmoción en la opinión pública. Esta es la conversación: “Los ataques que recibió mi hermano han tenido como objetivo hacerlo callar. Los escándalos que este señor ha cometido haciendo uso de su calidad de yerno del presidente enriqueciéndose hasta límites nunca vistos en este país, han hecho reaccionar a las esferas del gobierno para proteger de alguna manera al presidente de la República de estas inmoralidades que también lo implican”.

¿Y no habrá actuado su hermano por resentimiento luego del trato que usted recibiera?

En absoluto, Alfonso es un hombre totalmente apegado al derecho. Cuando yo fui expulsado él no estuvo de acuerdo en que se abusara de la ley y del derecho para cometer atrocidades como el exilio.

Pero usted no es la primera persona que sufre atropellos.

Sí, pero todo queda más claro cuando se trata de un familiar. Además, él siempre me defendió cuando enfrenté querellas en el tiempo de Frei y Allende.

Pero exilio no sufrió, ¿verdad?

Estamos hablando de gobierno democrático. Entonces uno tenía el derecho a defensa en los tribunales. Hoy día no hay Estado de Derecho. Eso no existe. Se hace la voluntad del general Pinochet y nada más. Alfonso actúa al margen de lo que a mí me hicieron. Él fue siempre un ferviente partidario del gobierno. Yo no. Al principio lo toleré como una cosa pasajera que no debiera haber durado más de dos o tres años, porque el compromiso de las Fuerzas Armadas fue regresar a un régimen democrático cuanto antes. Pasó el tiempo y ellos se apernaron al poder. Cuando se dice que este gobierno es ilegítimo, yo lo afirmo: no ha sido elegido por el pueblo.

¿Y qué pasó con el dirigente de los productores del trigo? Usted se incorporó al Comando Nacional de Trabajadores y pocos días después se abrazó con el general Pinochet en un gesto de reconciliación.

Yo soy un dirigente gremial. Nunca he sido político. Si hoy me meto en política es porque veo que la cosa gremial ha sido sobrepasada. Muchos agricultores no tenían crédito para sembrar y ellos me pidieron que hiciera un esfuerzo, que tratara de resolver sus problemas. El agricultor que no siembra, no tiene con qué comer durante el año. Me sobrepuse a mi orgullo personal y pedí una audiencia con el presidente. Y me armaron un show.

¿No imaginó que sería pública su entrevista?

No pensé jamás. Pero el señor Pinochet acostumbra a usar a todo el mundo. Ahí estaba la TV, los periodistas. Todo armado. Entré solo, nadie esperaba, y cuando ingresé a uno de los salones presidenciales lo único que veía eran periodistas, cámaras... Cuando me quedé solo con el presidente le hablé muy claro. Nosotros como agricultores de un rubro calificado como no viable prácticamente no tenemos derecho a la vida en este gobierno. Si fueran banqueros, el Banco Central ya habría abierto sus bóvedas para llenarlos de plata. Los pequeños agricultores están totalmente abandonados a su suerte.

¿Usted creyó que el presidente solucionaría los problemas?

Conversamos durante una hora. A todo accedió. Después de todo el show de ese mes de julio, yo estoy consciente de que me usaron. Como usan a Sergio Onofre Jarpa. ¡Que no piense el señor Jarpa que va a sacar algo de este gobierno! El señor Pinochet no se va a ir jamás. ¡Ni lo piensen! Yo que lo conozco, le puedo decir que el general Pinochet no va a dejar el poder, especialmente después de lo que ha pasado en Argentina.

¿Y qué cree que va a pasar entonces?

Si no se va, habrá un enfrentamiento. Se está preparando el ambiente. A mí me afectaría mucho que las Fuerzas Armadas se vieran mezcladas por defender a este gobierno.

¿Usted tiene mucha confianza en las Fuerzas Armadas?

Sí. Yo no creo que se dejen arrastrar. No puedo decirle más.

¿Aún piensa que el Comando Nacional de Trabajadores es la estructura gremial que les da fuerza?

Ellos tienen el mérito de haberse jugado por entero para provocar una respuesta masiva de repudio a este gobierno. No se olvide que los primeros que protestamos fuimos los trigueros. Nosotros desafiamos al gobierno sin tener la voluntad de hacerlo. Hoy día mire como estamos. El agricultor chileno ya no está compitiendo con agricultores extranjeros sino que está compitiendo con gobiernos extranjeros. Es realmente para la risa. Nos han tratado muy mal a los agricultores. Nos tienen expuestos a un sistema de libre mercado. Se aprobó recién un nuevo crédito de 40 millones de dólares para traer trigo. ¿A quién favorece este crédito? Únicamente a los importadores, que son los culpables de haber desangrado a este país llevándose los dólares fuera de Chile. No hay posibilidad alguna de solución dentro de este modelo económico.

¿Existe alguna posibilidad de diálogo?

No, enfáticamente no. Es una pérdida de tiempo.

¿No iría de nuevo a La Moneda?

¡Jamás! Ya me usaron una vez y será la última. ¡Nunca más! Hay un solo consenso en el país: volver a la democracia, y eso pasa porque se vaya el presidente de la República. Luego habrá que cambiar la Constitución. Si el objetivo es recuperar la democracia, a mí no me importa la cuestión de los partidos políticos. Después pensemos en los partidos. Hoy tenemos que unirnos todos.

UN INFIERNO LEGAL

(1984)

Cuando se encontraba en el sur investigando sobre el yerno del general Pinochet, la periodista se dirigió a una cárcel de Victoria, donde se realizaban atroces vejámenes a presos comunes y también a presos políticos. En este texto, que incorpora el testimonio de un sobreviviente de esa prisión, la autora construye una crónica que se narra desde las entrañas del horror.

Victoria, la sola mención del nombre al interior de los recintos penitenciarios del país provoca las más variadas reacciones. En la boca de un gendarme representa amenaza. Para los reos es sinónimo de terror, tortura, aislamiento y sufrimiento. Victoria es el nombre de la única cárcel de castigo existente en Chile.

El Centro de Readaptación Disciplinario está ubicado en Victoria, a 65 kilómetros de Temuco. Mientras el automóvil recorre la carretera longitudinal, leo una vez más el testimonio de Fernando Espinoza, 32 años, preso político:

Fuimos introducidos en un furgón celular cuatro reos comunes y yo, todos esposados. Me extrañó verlos tan asustados. Yo desconocía mi destino. Ellos me informaron que nos trasladaban al Centro Disciplinario de Victoria. Uno de ellos ya había estado en el lugar, era el más nervioso. Me di cuenta de que era imposible hilar una conversación: iban prácticamente resignados a su suerte, aterrados.

Tomamos un desvío que conduce a Victoria. Caballos, campesinos que van y vienen con sus productos transportados en carretelas, carros de mano o en hombros. Casas de madera y la plaza tradicional invitan a conocer este pueblo, a conversar con su gente. El auto se detiene, caras sonrientes se acercan. ¿Me podría indicar cómo llego hasta la cárcel? En segundos la sonrisa desaparece y con gestos rápidos indican el camino. No hay conversación.

Son las 6.30 de la mañana. Inmediatamente al llegar fuimos conducidos a un patio cubierto. Nos obligan a desnudarnos, a golpes. Sin promediar ninguna presentación, sin preguntarnos nombre, nada, somos golpeados desnudos por 10 ó 12 funcionarios con palos, instrumentos especiales tipo cachiporras y con golpes de pies y manos.

Estoy frente a la cárcel. El sol está muy alto, mujeres, hombres y niños con bultos en la mano transitan por el lugar: día de visita. Tras las rejas un gendarme se acerca. ¡Quiero hablar con el alcaide! Inmediatamente me abre la puerta. Atravieso el umbral y el sol desaparece. Lo siento como un signo ominoso. Me informan que el alcaide no está, pero que regresará pronto. Me decido a esperar.

En el intertanto, observo a los gendarmes. Tranquilos, sin apuro desarrollan su rutina diaria. Hacia el interior nada indica que se trata de una cárcel de castigo. Las caras interrogantes y las sonrisas de los gendarmes asemejan a las que podría encontrar en una industria conservera.

Hay aproximadamente 30 funcionarios de servicio permanente. Pero sólo 12 realizan las tareas más sucias del penal, el resto permanece al margen, evitan cualquier problema.

Un oficial se acerca. Ya no es tan amistoso. Me pide el carnet. El testimonio de Fernando continúa:

Somos frecuentemente arrojados al suelo por los golpes. Se nos da todo tipo de órdenes contradictorias. Se nos pregunta el nombre y al responder nos golpean aún mas fuerte diciendo que ya nuestro nombre no tiene importancia, que nuestra única identificación será un número que llevaremos colgado al pecho.

Mi lectura se interrumpe: un gendarme quiere saber quién soy. Me identifico: soy periodista de Cauce. Las miradas son ahora hostiles, de ira. Cuchichean hoscamente entre sí. No parecen ya obreros de las conserveras. Me rodean varios gendarmes, me obligan a entrar a la oficina del alcaide. La puerta se cierra.

Fui rapado por un reo común, medio desmayado aún por los golpes recibidos. Al reclamar recibo como respuesta nuevos puñetazos. Inicio mi huelga de hambre y anuncio que no haré la sesión de “gimnasia diaria”.

Desde fuera se escuchan voces airadas, se reprochan mutuamente por haberme permitido el ingreso.

Fui amenazado con represalias junto con los otros reos castigados si persistía. Debí acceder y al día siguiente, luego de la sesión de golpes matinales, me sacan al patio... marchamos a un ritmo determinado cerca de 50 personas. Nos dan órdenes imposibles de cumplir y empiezan los castigos para los que no son capaces de seguir. Luego castigan a todos por parejo. Nos hacen tirarnos al suelo, pararnos, arrastrarnos por el suelo. Golpean, humillan, insultan a todos, sin importar edad ni estado físico.

Desde el exterior continúan llegando ruidos. En la puerta hay una mirilla. Los gendarmes se ven saludables, brazos fornidos.

A raíz de las sesiones diarias de tortura son frecuentes las lesiones, las quebraduras de costillas, la ruptura de tímpanos con sangramiento, las infecciones, hematomas, pérdida de dientes. Yo no escapé a la regla. Tuve infección, pérdida de tapaduras, problemas en el oído derecho y no recibo atención médica. El médico es un caballero de edad que nos revisa en nuestras celdas de castigo, pequeñas, vacías, oscuras y con las ventanas tapiadas. El médico revisa y amenaza: tienen que cumplir las órdenes.

Por la mirilla trato de distinguir a los que tienen mayor autoridad, pero los uniformes parecen iguales y es difícil. Sólo por las voces de mando los voy identificando.

El funcionario a cargo de las celdas de castigo recibe el nombre de instructor. Día a día ejercita la aplicación de nuevos métodos, a fin de producirnos un permanente estado de temor e inseguridad. Entre las formas más recurridas por él está el hacernos besar sus botas, recoger con la boca objetos que arroja al suelo. La política del establecimiento apunta a producir un cambio en nuestra personalidad, que seamos capaces de cualquier cosa que se nos ordene, incluso golpear a nuestros propios compañeros. La idea es degradarnos.

Según los relatos que han entregado otros reos, se sabe que los castigados deben permanecer generalmente un año en Victoria. Trato de imaginarme la cárcel con una lluvia torrencial, con frío.

 

Los primeros 30 días los pasé en una celda aislada. Sólo me visitaban para continuas sesiones de golpes. En la noche recibía una colchoneta para dormir, pero mi sueño también era interrumpido por nuevas sesiones de castigos. Luego nos llevaron a un patio de 100 metros cuadrados, semidescubierto, expuestos a la lluvia. No podemos tener las manos en los bolsillos, no podemos caminar conversando. Leer, fumar, escuchar radio y trabajar están absolutamente prohibidos. Los castigos son frecuentes y los recibimos todos: debemos permanecer de pie durante horas, en la misma posición, llueva, truene o haga calor.

Desde la ventana que da al exterior observo a una mujer con una gran sandía. Aparentemente viene a visitar a un preso, dos pequeños la acompañan. Entra y se pierde acompañada de dos gendarmes.

A partir del cuarto mes podemos recibir una visita al mes. También nos permiten recibir alguna correspondencia y encomienda de familiares. Esa es la única diferencia. Durante todo el año, salvo los domingos, tenemos la sesión de gimnasia diaria y nunca se terminan las visitas para golpearnos.

Desde afuera me llegan nuevamente voces airadas. Nuevamente reproches por mi presencia. El alcaide llega. Por los barrotes de la ventana observo como el oficial le entrega, en la calle, mi carnet. Conversan, el oficial se nota inquieto. El alcaide me ve.

Aún tengo el relato de Fernando Espinoza en la mano cuando el alcaide, capitán Héctor Villagrán, ingresa en su oficina. Le leo parte del relato. Inmediatamente pregunta si hay nombres de gendarmes. Él conoció al autor del testimonio, pero me informa que ya no hay presos políticos en el lugar.

Por razones obvias, los reos comunes –dice Fernando– no hablarán nunca de Victoria. Si al cumplir el año y ser trasladados a otro recinto hablaran, les significaría la vuelta inmediata a la cárcel de castigo.

–Esta es una cárcel disciplinaria. El reglamento lo conoce desde el ministro de Justicia para abajo –replica el capitán–. Aquí sólo se cumple el reglamento de castigo que lo dictó y lo firmó la propia ministra Mónica Madariaga.

–Entonces capitán, ¿aquí se castiga?

–No. Aquí se cumple lo que está ordenado.

Allí terminó el diálogo. Fue imposible saber por qué razón en las dos visitas anuales que realizan miembros del Poder Judicial las celdas de castigo no fueron abiertas. Imposible conocer las normas contenidas en el reglamento punitivo. Imposible hablar con un reo castigado.

Mientras observo un crucifijo y un retrato del general Pinochet, único adorno de la oficina, le pregunto si cree en la eficacia de los métodos disciplinarios. Me mira como si viniera cayendo de Marte. Le leo otros párrafos del testimonio de Fernando Espinoza. “Mire, aquí hay un reglamento y éste tiene que cumplirse. Cada cual tiene una función en la vida”.

Insisto es sus funciones, en sus responsabilidades y pienso en los presos de la cárcel de Temuco, entre los que se encuentra el periodista y preso político Ulises Gómez. Temerosos esperan que el comandante Jaime González, hasta hace poco alcaide del presidio disciplinario de Victoria, se haga cargo de la cárcel de Temuco. Fernando Espinoza lo conoció bien. Para los presos de Temuco, Victoria será más que una amenaza.

Me decido a partir. En un pizarrón están las estadísticas de Victoria: 26 procesados, 40 rematados, 38 castigados... Se abren y cierran puertas de barrotes. Al interior muchos de esos presos “viven” aislados, al margen de la Justicia y de aquello que se llama readaptación social. ¿Hasta cuándo?

Hay muchas cosas que se pueden hacer para que Victoria sea eliminada, aun mientras exista un régimen militar que permita este tipo de cosas. La denuncia no solamente tiene que ser oral. Tiene que haber una actitud de todos los sectores involucrados frente a una situación que debemos extirpar de nuestra patria.

Es lo último escrito en el testimonio de Fernando Espinoza Espinoza, quien está exiliado en el extranjero.

AHORA VENDEMOS ARMAS PARA EL TERCER MUNDO

(1984)

En medio de una aguda crisis económica, y mientras las protestas y la represión aumentaban, revista Cauce dio cuenta de la argucia que había encontrado la empresa estatal Famae para eludir el embargo internacional que impedía la venta de armas a Chile. Con la complicidad de empresarios y técnicos europeos, el Ejército chileno comenzó a fabricar material de guerra que terminó exportándose. Detrás de este emprendi-miento secreto asoma el origen de la fortuna ilícita de Augusto Pinochet, que recién será descubierta en 2004, a partir de una investigación del Congreso de Estados Unidos.

El próximo sábado 3 de marzo, el general Pinochet inaugurará con gran despliegue publicitario la Feria Internacional del Aire (FIDA). Para el público en general será una diversión más entre el Festival de la Canción de Viña del Mar y la FISA. Un muy reducido número de visitantes podrá evaluar la eficacia de los medios económicos y propagandísticos utilizados. Sólo ese pequeño grupo concurrirá a sabiendas de que el 3 de marzo el general Pinochet abre las vitrinas al mercado de armas para los países del tercer mundo.

Ningún detalle se ha descuidado para este debut. La actividad febril con que se ultiman los preparativos para la inauguración de la FIDA 1984 también se vive en algunos recintos secretos de Famae. Allí, seis técnicos suizos trabajan aceleradamente montando las máquinas, recientemente adquiridas a la Schweizerische Industrie-Gesellschaaft, para la fabricación en serie de fusiles de asalto.

Esta última adquisición del Ejército chileno forma parte de un minucioso programa destinado a convertir a Chile en un nuevo intermediario proveedor de armas para países del tercer mundo. Estos planes contaron con el decidido apoyo de algunas industrias de armamentos, que vieron así la posibilidad de burlar las restricciones que los parlamentos de países europeos imponen a la exportación de armas hacia gobiernos que violan los derechos humanos.

EL EMBARGO NO PROSPERA

El programa habría comenzado en 1978, año en que se aplicó el embargo de armas hacia Chile, producto de las continuas violaciones a los derechos humanos que se denunciaron en Naciones Unidas. De una u otra manera, el embargo ha sido burlado por el régimen militar. Es así como en 1980 la fábrica de armamentos suiza Mowag vendió a Chile la licencia para la producción en serie de carros blindados.

De nada sirvió la gran campaña que parlamentarios, sindicalistas y organizaciones de derechos humanos suizos hicieron, pidiendo la revocación del contrato. La ley sobre material de guerra no autoriza el suministro directo de armas de Suiza a Chile, pero nada dice sobre la venta de licencias.

Tampoco sirvió entonces el embargo de armas decretado por muchos gobiernos en relación con nuestro país. En Cauce N°4 consignábamos que sólo en 1980 Chile adquirió casi mil millones de dólares en armamento. ¿A través de qué vías? El ex canciller Miguel Schweitzer seguramente estaba bien interiorizado en el tema cuando, al comentar las restricciones para la venta de armas de Estados Unidos a Chile, dijo: “No nos importa. Compraremos en otra parte, sólo nos sale un poco más caro”.

Tan sólo un poco más caro. El único problema es que absolutamente ninguna institución en Chile ha podido conocer, ni menos controlar u opinar, sobre los cuantiosos gastos en armamentos en que ha incurrido el régimen militar en los últimos 10 años.

LA FABRICACIÓN DE ARMAS

Al parecer, los altos mandos castrenses no quedaron satisfechos con el armamento acumulado a lo largo de estos años. Se iniciaron las conversaciones, luego los preparativos y se instaló en Iquique la primera fábrica de armamento pesado en Chile.