Pilar Bellosillo

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Aus der Reihe: Caminos #118
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Pilar Bellosillo estudió con su equipo la forma de llevar a cabo esta acción en España. Apoyando un proyecto que la Comisión de Apostolado Rural, presidida por Ángela Rosa de Silva, venía considerando desde hacía tiempo, se pensó en actuar en primer lugar en favor de las mujeres casadas del medio rural, que tenían mayor necesidad y menores oportunidades de acceder a la cultura. Hay que tener en cuenta el elevado índice de analfabetismo rural femenino que entonces había en España.

La Sección Femenina había acometido una tarea de formación doméstica y familiar que quedaba reducida al ámbito de la familia. Mientras que la Acción Católica, siguiendo el espíritu de las organizaciones internacionales, intentó abrir el horizonte de la formación de las mujeres, más allá de lo puramente familiar, iniciando un camino innovador. El proyecto del equipo de Pilar Bellosillo intentaba un plan de formación «integral», en el que se incluía el cultivo de todas las facetas de la persona, siguiendo los documentos de la UNESCO, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la JOC francesa, y también de la pedagogía de Paulo Freire. Las primeras publicaciones de este autor en España aparecieron en la Editorial Marsiega en el año 1972, en la colección Fondo de Cultura Popular, dirigida por Mary Salas.


Presidenta de las Jóvenes de Acción Católica

Esa labor se realizó en centros especiales, creados con esta finalidad y localizados siempre que era posible fuera de los templos y las sacristías para facilitar la asistencia de las personas más alejadas de la Iglesia, porque se decidió que los Centros de Formación debían distinguirse bien de los de Acción Católica.

Desde el primer momento se vio claro que esta educación, muy ambiciosa en su planteamiento, no podía abordarse sin una cierta profesionalización de las educadoras. Pilar Bellosillo insistía en que la buena voluntad no era suficiente. Para conseguir esta profesionalización se pensó, por una parte, en formar a estas instructoras a través de un curso largo y exigente; y por otra, que recibieran una retribución económica.

El primer curso para instructoras se dio en Madrid del 27 de marzo al 30 de abril de 1959. Se trataba de una experiencia piloto que requería un régimen de internado de mes y medio de duración. Asistieron 40 mujeres seleccionadas por las diócesis de Albacete, Astorga, Bilbao, Calahorra, Cartagena, Cuenca, Huelva, Madrid-Alcalá, Orihuela, Pamplona, San Sebastián, Santiago, Sevilla, Tenerife, Toledo, Tudela, Tuy, Valladolid, Vitoria y Zaragoza. Los temas eran: formación religiosa, cívica y social; familia: deberes conyugales y educación de los hijos; cultura general elemental: geografía, historia, matemáticas, ciencias naturales, puericultura; medicina de urgencia; economía doméstica, cocina y valor nutritivo de los alimentos, y pequeñas industrias rurales: avicultura, apicultura y cunicultura. La formación familiar y doméstica, a cargo de Ángela Rosa de Silva y Esperanza Luca de Tena, tuvo mucha importancia porque se pensó que esta faceta de la personalidad de la mujer no debía descuidarse aunque se intentara ampliar y superar. La formación social y cívica estuvo a cargo de Tomás Malagón, consiliario de la HOAC y autor de la Semana-Impacto. Intervinieron también María Sabater, directora de la Escuela Familiar y Social de Madrid que formó en España a las primeras asistentes sociales, y Leonor Meléndez, doctora en Sociología. La formación religiosa estuvo a cargo de Carmen Bellosillo.

Las enseñanzas prácticas, como apicultura, avicultura y cunicultura, que entonces se pensó que podrían ayudar a que las mujeres del mundo rural tuvieran unos ingresos supletorios que mejorasen su débil economía, se impartieron en la Casa de Campo a cargo de responsables de Sindicatos respectivos. Pero se suprimieron en cursos sucesivos porque tras una cuidadosa evaluación, se vio que no resolvían lo que se pretendía.

Al finalizar el curso había que superar dos exámenes escritos. Pilar Bellosillo pidió la opinión personal de cada una de las participantes sobre la finalidad de los centros. Para dar importancia y solemnidad a esta iniciativa, tanto este primer curso como algunos de los posteriores, fueron clausurados por el nuncio y el obispo consiliario de la Acción Católica, monseñor Zacarías de Vizcarra, que hizo la entrega de diplomas. Entre las nuevas instructoras se eligió a Mary Carmen Aldeanueva para que actuara como instructora nacional, responsable de supervisar los centros que se fueran abriendo en las diócesis. Empezó su trabajo el día 1 de junio de 1959.

Las características generales de esta experiencia piloto, con ciertas modificaciones fruto de la experiencia, fueron repitiéndose cada año. El segundo curso para instructoras tuvo lugar en Soria y el tercero en Bilbao. Una de las instructoras que se formó en este cursillo, misionera de OCASHA (Obra de Cooperación Apostólica de Seglares Hispano Americanos), partió después para Chile, para desarrollar la misma iniciativa en ese país.

La presidenta nacional, Pilar Bellosillo, y la vocal de Apostolado Rural, Ángela Rosa de Silva, visitaron al ministro de Educación, Jesús Rubio y García Mina, para mostrarle el programa y pedirle una ayuda económica. Únicamente consiguieron que el Ministerio comprara 500 ejemplares del libro Para ti, mujer, editado por la Comisión de Apostolado Rural.

De aquellas 38 instructoras que estaban en posesión del diploma que se exigía para poder abrir un centro de Formación Familiar y Social, algunas empezaron a actuar inmediatamente. En el curso siguiente funcionaban ya centros en Valladolid, Medina del Campo, Benavente, Vigo, La Coruña, Lorca, Yecla, Sevilla, Tudela y Valencia. En Soria había cuatro, en Noviercas, Agreda, Olvega y Burgo de Osma, respectivamente.

Enseguida se hizo patente que la obra de los centros empezaba a tomar una dimensión que exigía dotarles de autonomía fuera del secretariado de Apostolado Rural. Pilar Bellosillo y Ángela Rosa de Silva de común acuerdo juzgaron conveniente crear al efecto una Comisión Nacional bajo la responsabilidad directa de Mary Salas, una de las vicepresidentas del Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica. De esta comisión formaron parte las vocales del Apostolado Rural y del Apostolado Obrero. En ella tuvo también un papel relevante Mary Carmen Aldeanueva, contratada como directora técnica, que había completado su formación, obteniendo la titulación de asistente social.

Los Centros de Formación Familiar y Social tuvieron desde un principio el carácter de entidades de educación de adultos en un sentido moderno que no se limitaba a impartir unas enseñanzas, sino que atendía conjuntamente al saber, al ser y al hacer de las personas; entidades educativas cuya finalidad era preparar a las mujeres de los medios populares para que fueran capaces de estar a la altura de las exigencias de una sociedad en mutación. En contraste con lo que hacía entonces la Sección Femenina, y muy conscientes de ello, las Mujeres de Acción Católica, impulsadas por Pilar Bellosillo y su equipo, se propusieron superar la formación para la vida familiar y doméstica y propiciaron la apertura al mundo y a las responsabilidades de la vida ciudadana. Estos centros tenían como objetivo lograr mujeres libres y responsables, esposas capaces de comprender, madres mejores, consumidoras avisadas, amas de casa más eficaces, ciudadanas conscientes y cristianas por elección.

En un documento interno mecanografiado de los años sesenta, la Comisión de los Centros, de la que formaban parte Mary Salas, Mary Carmen Aldeanueva, Mª Inés Carrera, Ángela Rosa de Silva y Juliana Gómez, expuso cómo entendían entonces estas expresiones. El texto dice literalmente lo siguiente:

«Mujeres libres y responsables. El ser humano se distingue por ser racional y libre, pero parece que la mujer, al revés que el varón, estuviera dispensada de usar la razón. Calificada de intuitiva y sentimental, queda casi reducida al instinto. En el mejor de los casos, puede regirse por las “razones del corazón” que la razón no entiende. Pero la mujer, como el varón tiene que tomar decisiones, resolver problemas, ser eficaz en su acción.

Mejores esposas y madres, se habla constantemente de la crisis de la familia, se buscan y ensayan nuevas fórmulas de convivencia que respondan a las necesidades de los tiempos. Aún no sabemos cómo será la familia del futuro, pero no cabe duda de que el papel asumido por la mujer será diferente. En primer lugar, ya desde ahora no acepta convertirse en una función, sino que aspira muy legítimamente a lograrse como individuo. Por eso, exige, no solo un hipotético respeto, honor y consideración sino una relación de igualdad con su pareja.

La mujer debe estar siempre y en todo a la par del marido. Y esto afecta también a las relaciones íntimas y a la paternidad responsable. Nos cuesta admitirlo, pero el hecho real es que en los medios populares está muy extendido un control de la natalidad que se ejerce de mil maneras, casi todas con perjuicio físico y psíquico para la mujer. En consecuencia, en un tanto por ciento muy elevado, las relaciones matrimoniales se convierten en una tortura para ellas, de las que procuran huir usando mil triquiñuelas que las mujeres se transmiten unas a otras. Los Centros de Formación Familiar y Social procuran impartir una información clara y delicada sobre el particular, respetando todas las conciencias y explicando la postura de la Jerarquía católica sobre el tema.

Consumidoras avisadas. Habitualmente la mujer es la que administra el presupuesto familiar, por lo tanto, casi toda la publicidad se dirige a persuadir a las posibles compradoras, con lo cual la mayoría de las veces se compran, no los artículos necesarios, sino los que los anunciantes han impuesto como necesarios.

 

La venta a plazos que se ha convertido en un nuevo señuelo, tiene sus ventajas, pero debe reunir unas condiciones: no sobrepasar un tanto por ciento razonable de los ingresos mensuales, no exceder un número limitado de mensualidades, etc. Una consumidora avisada no nace, sino que se hace a través de la experiencia, la educación y el autodominio.

Ciudadanas conscientes. Es casi un lugar común afirmar que a la mujer no le interesan los asuntos públicos, que su vida está centrada en el hogar. Si esto fuera así, que habría que demostrarlo, la educación debería esforzarse por corregir esta tendencia.

Amas de casa más eficaces. Las mujeres españolas, en general, son excelentes amas de casa, pero se toman demasiado trabajo. Hasta ahora resultaba casi inevitable, pero ya la colada no se hace a mano, la compra no tiene que ser diaria desde que existe el frigorífico, el polvo se combate con la aspiradora y la cocina de carbón se ha convertido en una pieza de museo. Los Centros de Formación Familiar y Social han adoptado el lema puesto en circulación por las mujeres católicas de Bélgica “menos tiempo para las cosas y más para las personas”. Se trata de simplificar las tareas domésticas, de forma que la casa esté al servicio de sus habitantes y no al revés».

2º La Campaña contra el hambre en el mundo

Fue una iniciativa lanzada por la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, que en el año 1955 publicó un Manifiesto de gran resonancia en el que declaraba la guerra al hambre. Con una visión que se anticipó a su tiempo, el Manifiesto decía lo siguiente:

«Nosotras, mujeres del mundo entero, llamadas por la naturaleza a dar la vida, protegerla y alimentarla, no podemos aceptar por más tiempo que las fronteras del hambre se inscriban en nuestro globo con trazos de muerte.

Mujeres católicas, llamadas por Jesucristo para dar testimonio de un amor universal y efectivo por la familia humana, no podemos resignarnos al hecho de que la mitad de la humanidad sufra hambre.

No queremos que se den soluciones perezosas y criminales a este trágico problema: la guerra, la limitación de la natalidad, son soluciones falsas, soluciones ineficaces, soluciones de muerte.

Sabemos, y queremos que se sepa, que existen soluciones de vida, y que, si la conciencia mundial reacciona, dentro de algunas generaciones las fronteras de hambre habrán desaparecido.

Es una certeza apoyada en estudios científicos y consolidada por el hecho de que las Instituciones internacionales, oficiales y privadas, tales como la Asistencia Técnica de las Naciones Unidas, la Organización para la Alimentación y la Agricultura, así como diversos organismos para migraciones, están en pie de obra.

Ciertamente que la tarea es gigantesca, pero las posibilidades técnicas de nuestra época están a su altura.

Ciertamente que ella requiere los poderosos medios de acción que poseen los Gobiernos y la coordinación de estos medios de acción a plan internacional.

Pero, la acción, para ser eficaz, debe ser amplia y rápida, y no puede serlo sin el extremo apoyo de la opinión mundial: esta la tenemos en nuestras manos en gran parte.

Mujeres de sesenta países, agrupadas en número de treinta y seis millones en la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, nosotras disponemos, con los millones de ejemplares de nuestros Boletines Nacionales, de un instrumento único de penetración en los innumerables hogares del mundo entero. Llevaremos también el problema a la gran prensa, capaz de presentar a sus lectores las tareas esenciales de nuestro tiempo. Nos dirigimos, con el mismo objeto, a los responsables del cine, de la radio, de la televisión.

A todos estos grandes medios de información pediremos que abran en el espíritu de los hombres el camino hacia una economía de las necesidades, en lugar de la reinante economía de la pura ganancia.

Apoyaremos los esfuerzos de las instituciones privadas y oficiales que insistan en resolver el problema de manera positiva y conforme a los postulados de la conciencia humana y cristiana.

Daremos a conocer los progresos de la ciencia, que, utilizada con fines pacíficos según los fines del Creador, pueden elevar rápidamente el nivel de vida humana. Intensificaremos nuestra ayuda a los servicios de migración.

A través de nuestros organismos y asociaciones, en mayor escala aún, daremos impulso a la enseñanza casera y a la economía doméstica, sabiendo que una de las llaves del problema se halla en la utilización más racional de todos los recursos alimenticios de que dispone la mujer en todos los hogares del mundo.

Recordemos a los pueblos más favorecidos el deber que tienen de vivir más sobriamente.

En fin, con otros sostendremos las “empresas piloto” cuya realización está ya en estudio.

Nuestro Congreso Mundial de Roma, en abril de 1956, será el punto de partida de una acción en gran escala. Desde ahora realizaremos los estudios preparatorios.

Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer la victoria imposible.

Ahora bien, todas unidas y en conexión con todos aquellos que se consagran a la misma tarea, podemos mucho más de lo que creemos. No se necesita más para acometer la empresa.

Declaramos la guerra al hambre».

Todo esto se decía en 1955 cuando parecía que el mundo había aceptado la existencia del hambre como un mal inevitable y cuando ni siquiera la FAO había iniciado todavía su campaña contra el hambre que dio comienzo el año 1960.

El Manifiesto, traducido al francés, al inglés, al alemán y al español, fue enviado a 37 agencias de prensa y radio de 21 países.

Enseguida empezaron a realizar sus campañas nacionales las mujeres católicas de diferentes países: todas pedían la celebración de un día de ayuno voluntario, como signo de solidaridad con los hambrientos y organizaban una colecta con cuyo importe costearían proyectos piloto en diferentes puntos del Tercer Mundo.

Todas hablaban de las tres hambres que aquejan a la humanidad: hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios.

En 1957 se celebró en Roma el Congreso de la UMOFC, y con ese motivo, se realizó una reunión oficial en la sede de la FAO, en presencia de mister Sen, su presidente en aquel momento.

Una de las más llamativas propuestas de ese manifiesto es la afirmación de que «se puede acabar con el hambre, si hay voluntad de hacerlo». Y también, «la más importante dificultad para acabar con el hambre en el mundo es creer que no se puede lograr».

Las Mujeres de Acción Católica iniciaron la campaña en España en 1959, en colaboración con Cáritas. Sus objetivos eran dos6: en primer lugar, «es preciso y urgente crear una opinión pública de repulsa contra una situación de injusticia: no es posible tolerar que millones de hermanos nuestros sufran hambre y necesidades, mientras existen grandes tierras sin cultivar y mientras otras personas desperdician sus alimentos»; en segundo lugar, «colaboraremos con los organismos gubernamentales de todos los países que se ocupan del problema, para que este deje de existir lo más pronto posible».

Son los años del desarrollismo: el optimismo oficial ayuda a que España se incorpore a una Campaña contra el hambre, dirigida a los países del Tercer Mundo, marcando, pues, distancias con ellos. Pero la argumentación interpelaba también muy directamente a las circunstancias que estaban viviendo millones de españoles que debían emigrar a Europa para conseguir escapar de condiciones de miseria. Y otra circunstancia que no podemos olvidar es que en el año 1959 había sido elegido papa monseñor Ángel Roncalli, Juan XXIII. El muy diferente estilo de preocupaciones se advierte en este papado desde muy pronto. En un folleto de Mary Salas7, aparecen dos citas suyas: «Es preciso que las riquezas que se obtienen de la tierra se pongan, según exigen los mandamientos de Dios y la justicia, a disposición de todos». «Es preciso que se mejore la distribución de los bienes terrenos, que se rompan las barreras del egoísmo, del interés...». No estamos, pues, ante una motivación exclusiva de caridad cristiana, sino, más bien al contrario, la justicia es el argumento principal aducido, tanto desde la organización internacional como en la campaña nacional.

La campaña iba dirigida muy directamente a las amas de casa: «Formaremos generaciones de mujeres que sean buenas productoras y buenas consumidoras», se dice en el número de la revista Senda ya citado. Apelan a las responsabilidades de las mujeres, y resaltan el valor de sus decisiones: «Las amas de casa son también productoras muchas veces y en este terreno es preciso también una educación», dice Carmen Wirth, delegada en España de la UMOFC, y cuando la periodista, Mary Salas, pregunta con escepticismo: «Perdona Carmen, pero en España no creo...», la respuesta es contundente: «En España también. Nuestras pequeñas industrias agrícolas están en manos de mujeres generalmente: el ganado doméstico, la avicultura... Es necesario producir racionalmente»8. Se trata, pues, de una directa alusión a los Centros de Formación Familiar y Social mencionados más arriba. La entrevista acaba con una advertencia muy clara: «No podemos olvidar a Egipto o a la India... pero tampoco podemos pasar indiferentes al lado de miserias muy cercanas para no ver más que las que están lejos. Debemos preocuparnos por todos los hombres».

Para evitar suspicacias el primer año no se hizo colecta, y en los demás años se trató de conseguir una forma de compromiso personal muy doméstico. Se solicitaba únicamente el importe de un pequeño ayuno: merienda, café, postre... que significaba muy poco en el gasto familiar, una cantidad pequeña, pero que implicaba una voluntad y un compromiso muy personal de ayuda, especialmente de las amas de casa.

En 1960 la campaña proyectaba comenzar el 15 de febrero, y culminar en la semana de 9 al 16 de junio. Ese año se recaudaron 500.000 pesetas. La segunda campaña tuvo mejor resultado: 1.100.052 pesetas. Aunque la Campaña contra el hambre empezó en España más tarde que en otros países, pronto fue cobrando impulso. En 1965, la cifra de recaudación fue de 13 millones de pesetas en España, 6 millones de pesos de la República Argentina, 545 millones de marcos recaudados por las católicas alemanes y 3.200.000 dólares aportados por las francesas. En 1966 el salto de cifras en España fue espectacular, en aquel año se llegó a 23.248.262 de pesetas.

Desde el principio se quería que la campaña no fuera una manifestación benéfica más de las ya existentes. Ya entonces se afirmaba que no se trataba de cubrir una necesidad, sino de promover una obra productiva y continuada, encaminada a remediar una de las tres hambres9. Se citaba la frase de san Agustín: «Se da pan a los que tienen hambre, pero mejor sería que nadie tuviera hambre».

El impulso inicial dado a la Campaña contra el hambre por las mujeres de Acción Católica fue creciendo en años posteriores hasta dar paso, en el año 1968, a la organización Manos Unidas, asociación con mucho prestigio entre las ONG dedicadas al desarrollo.

La Campaña contra el hambre planteaba un problema que las Mujeres de Acción Católica prefirieron no afrontar directamente: el problema del control de la natalidad, uno de los mecanismos que las organizaciones internacionales oficiales y neutras proponían como medio de resolver el problema del hambre.

En los medios católicos se hablaba de «paternidad responsable», no tanto como método concreto de reducción de la natalidad, sino como un planteamiento radicalmente distinto de los premios a las familias numerosas que proponía el franquismo oficial. No todos los hijos que «Dios quiera», sino los que la pareja estuviera decidida a asumir responsablemente después de madura reflexión.

3º La Semana-Impacto

Si los Centros de Formación estaban dedicados sobre todo a las mujeres rurales y de medios populares, y la Campaña contra el hambre suponía la apertura de horizontes hacia problemas más allá del ámbito nacional, la Semana-Impacto buscaba remover la conciencia de las mujeres de Acción Católica en los problemas inmediatos de la situación de nuestro país.

 

La preocupación por la formación social cobró mayor urgencia a través de la relación que la Rama de Mujeres mantuvo con los movimientos obreros, que empezaban a cobrar mayor auge a partir de la reforma de los estatutos de la Acción Católica, promulgados por los obispos en 1959.

Las Mujeres de Acción Católica, que se relacionaban día a día con las dirigentes de la HOAC femenina, descubrieron que este movimiento utilizaba un método de formación cuyos frutos eran evidentes. Con espíritu realista pensaron en utilizar aquella arma que tenían tan cerca y pidieron al consiliario de la HOAC, don Tomás Malagón, que elaborara para ellas un cursillo de formación. Así se hizo, y del 3 al 7 de noviembre del año 1958 don Tomás Malagón y Pilar Bellosillo dirigieron conjuntamente en Madrid el primer cursillo de este tipo que se denominó Semana-Impacto y produjo los frutos esperados. Asistieron 51 cursillistas de 31 diócesis y cinco consiliarios.

Algún revuelo debió producir aquella iniciativa porque en abril de 1960, don Alberto Bonet, secretario general de la Acción Católica, le pidió a Pilar Bellosillo que le enviase un informe sobre la Semana-Impacto, según decía, para entregarlo a la Dirección Central de la Acción Católica. Ella lo hizo así en un documento de cinco folios sin fecha, acompañados de una carta, también sin fecha, en la que pedía que «tengan en consideración el bien que se está logrando» y que «no se precipiten».

El informe de Pilar Bellosillo consta de dos partes. En la primera expone las características que presentaban las socias de la Rama de Mujeres: pasividad, cristianismo muy individualista, carencia absoluta de sentido social, imposibilidad de adaptar el apostolado a las necesidades del momento. En resumen, mujeres muy buenas, muy piadosas, con muy buena voluntad, incluso generosas, pero «incapaces» de llevar sobre sus hombros la responsabilidad de una tarea apostólica seria que exige profundidad creciente en la vida cristiana; apertura, impulsada por la caridad, conciencia viva de ser militantes, en una Iglesia militante, sensibilidad, afinada por un sentido social cristiano; tendencia constante a adaptarse a la realidad. Por otra parte, añade Pilar Bellosillo, los congresos internacionales de Apostolado Seglar, especialmente el segundo, habían planteado la necesidad de revisar a fondo la formación de base.

La segunda parte del informe explica las circunstancias en las que nació la Semana-Impacto, en la Rama y para la Rama, y expone los resultados que se estaban logrando en la formación de las militantes: apertura a un cristianismo más completo, más comunitario, más sinceramente consecuente, con mayor sentido social, mucho más realista: «Los resultados obtenidos hasta el momento, dice Pilar Bellosillo, son consoladores y por lo tanto estamos muy esperanzadas de que se va a lograr una vitalización de la organización desde la raíz».

La Dirección Central de la Acción Católica pretendió que «en la próxima edición» del manual de la Semana-Impacto se suprimieran «algunos párrafos», aunque nunca llegó a especificar cuáles eran los párrafos conflictivos. Superadas estas suspicacias la Rama siguió su camino con ciertas cautelas.

Los textos de la Semana-Impacto, cuyo autor era Tomás Malagón, consiliario de la HOAC en aquellos años, habían sido publicados en 1959 por el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica en una edición restringida de 250 ejemplares numerados para uso exclusivo de los consiliarios. El libro lleva el nihil obstat de José Mª García Lahiguera. Se editó también un folleto con indicaciones para los directores de la Semana y un manual para la directora porque el cursillo siempre era dirigido por un consiliario y una dirigente seglar.

El cursillo se desarrollaba en régimen de internado, a través de una serie de charlas y propuestas de trabajos prácticos. En la primera charla –reservada al consiliario–, se explicaba cómo el apostolado se basa en dos virtudes: la prudencia y la responsabilidad. Prudencia, para conocer la propia situación y saber que este mundo puede ser redimido, tal y como quería Cristo, y responsabilidad, ante la propia conciencia, ante los otros, ante la Iglesia, ante Cristo.

Con el método del Ver-Juzgar-Actuar, Malagón proponía una serie de meditaciones sobre el mundo actual, materializado y descristianizado, incluidos los cristianos. De esa reflexión derivaba una autocrítica severa: ¿por qué los cristianos han llegado a esa situación de descristianización? Se hace necesaria la re-educación del pueblo cristiano, de cara a ser más personas, más combatientes y más cristianos.

La primera meditación se titulaba «Con Cristo o contra Cristo», recordando la célebre de «Las dos banderas» de los ejercicios ignacianos. Después de esa enérgica toma de postura, se pasaba a plantear en extenso una meditación sobre «La Iglesia como cuerpo místico de Cristo», destacando las diferentes funciones de la jerarquía, que tiene como misión enseñar, y la de los laicos, que tienen como misión cristianizar el mundo. De ahí la necesidad de ser apóstoles.

La modernización del lenguaje, de los ejemplos, y la concreción a las circunstancias del momento tenían una polarización inesperada para la época. En el capítulo «El papel de la mujer en la realización del mundo de Dios, del mundo mejor» dice: «Así como hoy estamos asistiendo a la irrupción en la historia de la clase obrera y de los pueblos de color, ha llegado también la hora de la mujer, que durante mucho tiempo ha sufrido cómo se la tenía en un concepto de inferioridad». El modelo es la Virgen María, que fue educadora de Cristo, colaboradora, y administradora. Y al señalar esta capacidad reconocida de las mujeres, anota Malagón:

«Es posible que la Hacienda Pública, los consejos de administración, etc., estén esperando a las mujeres para enderezarse»10.

Sin duda ninguna, el vocabulario y los conceptos empleados eran novedosos para la época, aunque hoy puedan advertirse algunos detalles menos satisfactorios. Por ejemplo, en las explicaciones en que aconseja: «No usurpar su puesto (del hombre)». Y a continuación: «No estorbarle: animarle y consolarle...».

El segundo día se trataba ya centralmente de las obligaciones que impone al laico la dimensión social: la capacidad social del grupo y la importancia de la seglaridad. Este es el siglo de los seglares, así como hubo otros en los que la religiosidad se desarrollaba en los monasterios. Y el tercer día trataba de: «El tema fundamental de nuestro tiempo: la lucha de clases, la ausencia de Cristo, la dimensión social». En el año 1959, en la España franquista, solamente hacer mención de la lucha de clases era una provocación. Como meditación final se proponía el objetivo del cursillo que era la labor y la misión de la Acción Católica, su propuesta por parte de los papas, destacando lo más avanzado y positivo de sus planteamientos.

La Semana-Impacto se extendió por todo el mundo, llegó incluso al Japón, y, por supuesto, a América Latina.

Estas tres obras que acometió Pilar Bellosillo en su etapa de presidenta de las Mujeres de Acción Católica por sí solas justificarían toda una vida, pero en realidad fueron el comienzo de una acción más universal.

Cuando en 1961 fue nombrada presidenta de la UMOFC dio un salto a la vida internacional, aunque de hecho no cesó en la presidencia española hasta 1963. El nuevo nombramiento la obligó a pasar temporadas en París delegando las responsabilidades de España en el equipo que había formado. En la presidencia la sustituyó Carmen Victory.

Sin embargo, aún entonces, no se desconectó de las preocupaciones de la Acción Católica española, de forma que vivió muy intensamente la llamada «crisis de la Acción Católica» en la que intervino directamente, cuando en los primeros meses del año 1968, el equipo de seglares que se había elegido para dialogar con la jerarquía en aquellos momentos difíciles le pidió que informase directamente a Pablo VI de lo que estaba ocurriendo en España. Ella lo hizo así en el curso de una audiencia particular que le había sido concedida para tratar de otros asuntos.