Campo del Moro

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Campo del Moro
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ÍNDICE

ESTUDIO INTRODUCTORIO

Javier Lluch-Prats

CAMPO DEL MORO

I. 5 de marzo de 1939

II. 6 de marzo

III. 7 de marzo

IV. 8 de marzo

V. 9 de marzo

VI. 12 de marzo

VII. 13 de marzo

APARATO CRÍTICO: VARIANTES TEXTUALES

NOTAS DEL ESTUDIO INTRODUCTORIO

NOTAS DE CAMPO DEL MORO

GALERÍA DE PERSONAJES HISTÓRICOS

GLOSARIO DE VOCES ESCOGIDAS

BIBLIOGRAFÍA

Estudio introductorio

Javier Lluch-Prats (Universitat de València)

I. LA FERTILIDAD EJEMPLAR DEL TALLER DE MAX AUB: LA CREACIÓN DE CAMPO DEL MORO

El taller de Max Aub es una feliz designación del espacio, tanto físico como simbólico, en que sus textos tomaron cuerpo. Un espacio atravesado de experiencias vitales que generaron múltiples interpretaciones del mundo en que vivió, particularmente convulso, y que Aub representó con la perspectiva de quien fue testigo, víctima y superviviente de decisivos acontecimientos históricos. Modélica para definir la complejidad del sujeto y el arte modernos, su obra ilumina aquel tiempo crítico y, por consiguiente, también el nuestro. En su taller, al compás de voces colaterales como innovación, experimentación, creación, proceso, renovación y escritura, esta última venía a interrumpirse cuando Max Aub aprobaba una versión determinada. En un momento de equilibrio, el escritor disponía su obra para el lector, si bien antes o después de publicarla podía retomarla, modificarla y hasta rechazarla, como evidencia, pongamos por caso, la escritura en despliegue de su novela Luis Álvarez Petreña, que vio la luz en 1934, 1965 y 1971.1

En su escritura, los frecuentes cambios obedecen a acciones propias de ese taller. Por lo general, estas derivan de la revisión de un texto, bien por evolución personal, artística e ideológica de Aub, bien por su voluntad perfeccionista, como pone de relieve Campo del Moro, novela cuya recepción por la crítica y los lectores, como veremos, exhibe la tan dificultosa vuelta editorial de un escritor exiliado a la España franquista, donde la censura impedía el acceso o lo autorizaba generalmente con tachaduras y modificaciones.2

Con una excelente factura, esta novela focaliza los últimos y trágicos días del Madrid republicano en marzo de 1939. Se integra en el ciclo narrativo El laberinto mágico3 y es fruto de la etapa de madurez de Max Aub, en la cual llevó a cabo una incesante tarea creadora. En México, no es de extrañar que José de la Colina lo llamara Max Aún (Otaola, 1999: 48), un ingenioso apelativo motivado por su asombrosa fecundidad, a la que Vicente Aleixandre, también amigo de Aub, aludiría como «fertilidad ejemplar» en una epístola de 1960.4 En efecto, así puede referirse su producción en los años sesenta: justo en 1963, además de este Campo Aub publicó «De la novela de nuestros días y de la española en particular», ensayo que cuatro años después incluyó en Hablo como hombre;5 la obra poética Antología traducida;6 el drama en tres actos titulado Los muertos;7 los relatos El cementerio de Djelfa y Un atentado,8 modificado y ampliado, precisamente, en el capítulo 4 de la I parte de Campo del Moro. Al mismo tiempo, Aub preparaba su Manual de Historia de la Literatura Española, que publicaría en 1966; escribía Campo de los almendros, publicada en Mortiz en 1968, y preparaba Los sesenta,9 revista literaria cuya andadura iniciaría en 1964 con este propósito sintetizado en la solapa de su primer número:

Lo dice el título. Esta revista se publica durante la sexta década del siglo y solo colaboran en ella quienes hayan o hubieran cumplido sesenta años. Cuidan de ella y de ello: Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Max Aub y Jorge Guillén; secretario de redacción: Bernardo Giner de los Ríos.

En su taller, junto con sus trabajos publicados, Aub guardaba múltiples materiales de escritura, tantos de ellos repletos de notas metaescriturarias: libretas, agendas, cuadernos, folios y cuartillas con borradores de sus publicaciones, en gran parte conservados en la Fundación Max Aub (FMA, a partir de ahora). En su archivo, además, hay desde reseñas críticas sobre su obra, un nutrido epistolario y páginas de signo testimonial, hasta fondos hemerográficos, bibliográficos y fotográficos. En concreto, de Campo del Moro, durante el proceso de rastreo y acopio de testimonios manuscritos, ediciones y reimpresiones, así como de posibles fuentes historiográficas, reseñas epocales y estudios críticos, di con dos cuadernos autógrafos que, en gran medida, contenían el manuscrito de la novela. De tal modo, su identificación, evaluación e interpretación posibilitaron indagar y recrear cómo Aub organizó desde notas sueltas a secuencias narrativas; cómo pudo conformar una estructura novelística al transcribirlas; cómo logró «ensamblar definitivamente estos retazos»10 –siguiendo las palabras del autor–; en suma, cómo Aub debió de obrar en su taller para escribir esta novela sin par.

Génesis de Campo del Moro

La crónica del hallazgo de este manuscrito comenzó, en la FMA, al consultar el catálogo de copias mecanografiadas y manuscritos conservados de las novelas aubianas. No había registro alguno de Campo del Moro, concebida como la primera parte, denominada Los traidores, de un amplio proyecto narrativo –e inicialmente dramático– anunciado originalmente como Historia de Alicante. Al seguirle la pista al manuscrito titulado Los traidores, las sospechas se confirmaron: sus páginas albergaban una parte considerable del autógrafo de Campo del Moro.11 Luego, transcrito su texto, el cotejo con la primera edición de Mortiz exhibió el valor del cuaderno: aparte de recoger apuntes y secuencias narrativas completas, registra la planificación de la obra, posibles títulos y hasta fichas de algunos personajes. Asimismo, las variantes textuales despejan pasajes ambiguos y permiten subsanar lagunas de la primera edición, tal como muestra el aparato crítico de variantes de esta edición.

Por otra parte, en el periodo en que transcribí dicho autógrafo, la FMA inició la digitalización de documentos del extraordinario archivo aubiano: epístolas, reseñas de prensa, documentos personales y manuscritos como el antedicho.12 Por entonces llamó mi atención un segundo cuaderno titulado Campo francés13 (1965), cuyas características formales similares al anterior despertaron nuevas sospechas. Por fortuna, contenía parte del Campo mencionado, mas también textos de Campo de los almendros, Campo del Moro y, como el primer cuaderno, anotaciones personales, dibujos, esbozos de textos narrativos y hasta apuntes ensayísticos, los cuales son reflexiones escritas por Aub tal vez con la idea de utilizarlas como prólogos, en ensayos o para la solapa o la contracubierta de alguno de sus libros. Esos fragmentos de ambos cuadernos –que analicé en otro lugar (Lluch, 2004)–, en su conjunto revelan claves interpretativas de su labor creadora: los estímulos que lo llevan a escribir acerca de la Guerra Civil española; su concepción de la Novela y su relación con la Historia; la evolución de su estilo; la génesis y los personajes de El laberinto mágico.14

Seguidamente me propuse localizar la copia mecanografiada de la novela, mas su rastreo resultó infructuoso en los fondos de la FMA y de la editorial Joaquín Mortiz.15 De modo que los testimonios de Campo del Moro son tales cuadernos y las ediciones impresas. En adelante, a pesar de no manejar un manuscrito unitario –ni completo respecto al texto del 63–, aludiré al manuscrito (ms.) excepto cuando resalte la especificidad de los que he dado en llamar ms. 1 y ms. 2, cuadernos que, entre los manuscritos autógrafos, habrían de denominarse borradores porque presentan el texto en sus diferentes etapas de creación, contienen abundantes correcciones y cumplen funciones operativas –exploración, información, programación– de la fase prerredaccional de la novela,16 ya que sus contenidos se vinculan con su proceso de inicialización y preparación. Además, ello se adecua a la denominación de la terminología ecdótica tradicional y de la crítica genética, que define el borrador como «manuscrit de travail d’un text en train de se constituer; généralement couvert de ratures et de réécritures» (Grésillon, 1994: 241). El manuscrito es suficientemente extenso y válido para extraer conclusiones fiables y rigurosas en torno al proceso creativo de la novela y a su interpretación crítica, y se adopta aquí como testimonio fundamental de la génesis y el proceso de (re)creación textual de Campo del Moro.

 

Donde habita la memoria: Historia de Alicante en El laberinto mágico

Con su publicación en julio de 1963, Campo del Moro se convirtió en la cuarta, hasta esa fecha, de las novelas de El laberinto mágico [Campo cerrado (1943), Campo de sangre (1945) y Campo abierto (1951)], proyecto de una pentalogía anunciada en agosto de 1943. Por entonces, ya en México, Max Aub redactó un texto prologal a Campo cerrado17 en el que apuntó:

Bajo el título de EL LABERINTO MÁGICO, que le debo a San Agustín, proyecto publicar, amén de esta, cuatro novelas en las que he de recoger, a mi modo, algunos sucesos de nuestra guerra: II. CAMPO ABIERTO. III. CAMPO DE SANGRE. IV. TIERRA DE CAMPOS. V. CAMPO FRANCÉS.

Así también, años más tarde, en un epílogo redactado en el ms. 1 (f. 3r), Aub escribió respecto de los Campos:

Lo de El laberinto mágico eran ganas de presumir. Hablando de esta serie de novelas entre amigos, siempre me referí a «los campos». Quédese así, lo mismo por la tierra laborable, el sitio escogido para su desafío, el espacio real o imaginario en que se supone contenida cualquier cosa, el fondo de un cuadro, sus acepciones de blasón y las castrenses o deportivas: cada una sirve; y su derivado reciente: de concentración (de concentrarse, encerrarse en sí mismo para mejor decir).

Casi un año después de publicar el prólogo de Campo cerrado, el asunto de Casado, y así la contienda en Madrid de comienzos de marzo del 39, aparece entre los acontecimientos bélicos que obsesionan a Aub, quien anotó el 29 de junio de 1944: «Mi experiencia africana –publicado el Diario–,18 hacerla presente en una novela: Campo africano. Empezarla con la traición de Casado: uno que escapa en Alicante, Cartagena- Orán-Argel-Djelfa. Su mujer. Las denuncias. Uxda. Casablanca» (1998: 114). Desde entonces, en sus cuadernos constantes son estas alusiones a su pasado y al Laberinto, que trenza el hilo de su sentido a partir de la conjunción entre la realidad y la ficción, erigiéndose en paradigma de la ficción histórica contemporánea: «No podía poner toda mi obra al servicio de este Laberinto solo mágico para mí. Pero preferí agrupar lo más significativo de la guerra y sus inmediatas consecuencias» (ms. 1, f. 4r).

Significativas huellas de Campo del Moro son las reiteradas menciones de Historia de Alicante, que, como Tierra de Campos (título citado en el prólogo aludido), no formaría parte de su bibliografía (Lluch, 2006a). Dicha Historia, persistente preocupación para Aub, abordaría los últimos días de la Guerra Civil española, desde la traición de Casado hasta la toma de Valencia y los nefastos episodios vividos por miles de republicanos en el puerto de Alicante y en campos de concentración españoles.19 Consciente de que la obra relataba el dramático final del conflicto, creció el interés de Aub por desarrollarla y culminar con ella la tarea de contarnos –y contarse– aquel conflicto atroz. En este sentido, el 22 de febrero de 1952 escribió: «Ando metido ahora en acabar lo empezado en los Campos, a ver si la vida me da tiempo y, sobre todo, me deja espacio en la lucha por alcanzar los garbanzos para acabar de retratar, a mi modo, lo que fue y es nuestra guerra» (1998: 204). También el 25 de marzo de 1954 afirmó:

No hay escritor de nuestro tiempo que no refleje –más tarde o más temprano, de una manera u otra– las inquietudes del tiempo. […] Mis Campos (que en sus títulos tienen su justificación, si acude usted al diccionario) no son novelas, sino crónicas (vea las palabras finales de mi Discurso de la novela española)20 y no son una trilogía, si es que tengo tiempo –que lo dudo– para seguir adelante. Y en eso San Juan, No, De algún tiempo a esta parte, el Diario de Djelfa y tantas cosas más no son, no quieren ser otra cosa que un testimonio (porque me considero incapaz para más; no porque crea que se deba hacer como lo hice. «Incapaz» tal vez no sea lo justo, pero sí con falta de tiempo –y de gusto– para volver sobre lo hecho, retocarlo, aguzarlo, quitar y poner). […] no he tenido nunca tiempo para dedicarme a una sola cosa, que es la única manera de tener ideas, o, por lo menos, de darlas a conocer (1998: 236-237).

De su interés por Alicante también dan cuenta otras anotaciones de sus Diarios. Por ejemplo, el 7 de junio de 1945: «Ganas de escribir, de una vez, la Historia de Alicante» (1998: 126), y el 10 de julio de 1954: «Tal vez la idea de convertir la Historia de Alicante en tragedia sea por la prisa. Pero no. Sencillamente, la unidad de lugar y tiempo me llama al “orden”, y el gusto de tener la trilogía de “Nuestro tiempo”: San Juan, No y Alicante» (1998: 248). Los dos primeros títulos verían la luz,21 pero la crónica sobre Alicante, sin género todavía definido, seguía pendiente el 30 de abril de 1956:

¡Alicante! ¡Alicante! ¡Mal atormentas mi mente! –no es broma.

Quisiera escribir el drama o la novela. Pero hay que hacer esto y lo otro.

Esto y lo otro, título (1998: 276).

La escritura de una novela o un drama continuaba obsesionándole el último día del año 1960: «Nada de la Historia de Alicante que debía haber escrito. […] Ahora, por delante: […] Y la Historia de Alicante, ¿qué? […] Y de la Historia de Zaragoza, ¿qué?» (1998: 232). Así también, esta inquietud se recoge en una agenda telefónica22 en la cual Aub dejó apuntes preparatorios de Historia de Alicante, Historia de Francia, Historia de África e Historia de México. Como tales Historias, sabido es que Aub no escribió ninguna de las cuatro, aun cuando su propuesta germinó en novelas y relatos del Laberinto, como sucedió con Historia de Alicante en particular. El 1 de enero del 62, un año después de la cita previa, Aub renovó su planificación:

Nuevo plan de Historia de Alicante, que enlaza con Campo de los almendros. Así conservo ambos títulos que se combatían, barajándose. Vicente [Dalmases], prisionero en Alcalá, envía a Rafael a ver a Asunción [Meliá]. Rafael y Asunción en la playa. Vida de Asunción en Valencia. La suicida, no estoy todavía muy seguro, dependerá de cómo reaccionemos –ella y yo–. En principio, se suicida (1998: 333).

El enlace entre esta mención que relaciona Campo de los almendros con Historia de Alicante también consta en el ms. 1 (f. 3r), donde Aub recogió sus Campos (y Campitos, como también llamó a sus cuentos):

Bajo el título, dijimos definitivo, de Los Campos podrían reunirse todos según el orden cronológico de los sucesos que los motivaron:

I. Campo cerrado. II Campo abierto. III El cojo. IV Cota. V Una canción. VI Manuel, el de la Font. VII La Ley. VIII Un asturiano. IX Santander y Gijón. X Alrededor de una mesa. XI Teresita. XII Campo de sangre. XIII La espera. XIV Enero sin nombre. XV Campo de los almendros. Los traidores. XVI Historia de Alicante. XVI Una historia cualquiera. XVII Enrique Serrano Piña. XVIII Historia de Vidal. XIX Otro. XX Un traidor. XXI Ruptura. XXII [Morir por cerrar los ojos] Campo francés. XXIII Los creyentes. XXIV Historia de Jacobo. XXV El limpiabotas del Padre Eterno. XXVI Yo no invento nada. Apéndice: Diario de Djelfa.

Es muy probable que la escritura del ms. 1 se iniciara en 1959, pues en el f. 4r Aub rememora la redacción de Campo cerrado en 1939: «Empecé a escribir Los Campos hace exactamente veinte años, en una buhardilla de la calle del Capitan Ferber, en Menilmontant», hecho antes recordado en otros lugares; por ejemplo, el 25 de mayo de 1945 anotó: «Me puse a escribir Campo cerrado, diez cuartillas diarias, por la mañana a mano, por la tarde a máquina –menos los días en que iba a los estudios–. Ni cinco céntimos. La buhardilla. […] Creo que Quiroga era el único que venía de cuando en cuando a casa, a oír capitulejos sueltos de la novela» (1998: 186).

En 1959, por tanto, tres años antes de escribir el plan del 62 arriba indicado («conservo ambos títulos que se combatían, barajándose»), Aub debió de acotar y dividir su propuesta entre Historia de Alicante y Los traidores. En el elenco previo, obsérvese que la numeración de las obras es errónea (XV, XVI, XVI): quizá la escritura rápida provocara el despiste, pero es indicio óptimo del devenir de Historia de Alicante: la extensión y la autonomía alcanzadas por esa primera parte, Los traidores, procuraron su emancipación del proyecto original sobre Alicante. Además, aun cuando en el ms. 1 Aub había pensado en Los traidores como posible título, la simetría con las demás de la serie acabó por prevalecer, tal y como le refirió en una epístola a Soldevila el 8 de marzo de 1962: «Lo que yo creía un relato del tipo de Las buenas intenciones […] se me está normalmente complicando en otra maraña y laberinto hermano de los campos. No tengo remedio» (Lluch, 2007: 159). Ahí mencionó incluso su falta de tiempo: «La Universidad me da un trabajo que le ruego no me envidie y que no me deja escribir a mi gusto la novela de los últimos días de Madrid y de Alicante en la que solo me puedo meter a gusto sábados y domingos». En línea con esta carta escrita en plena redacción de la novela, Aub le señaló a su amigo el historiador Manuel Tuñón de Lara el 14 de mayo de 1962: «Lo de Madrid –lo mío– ha crecido tanto que no sé cuándo llegaré a Alicante».23

Aub entregó el manuscrito en agosto de 1962 y el día 31 le apuntó a Tuñón: «Hace semanas que acabé Los Traidores, que ya entregué a Canedo pero que no creo que salga hasta los primeros meses del año que entra».24 Después, el 22 de enero de 1963 le dijo que estaba «corrigiendo pruebas de la novela, sin grandes prisas, pero estará toda compuesta dentro de un mes. […] no creo que salga a la calle antes de abril».25 En suma: la decisión de emancipar la novela de Madrid de la alicantina, las modulaciones de su historia en el relato, los cambios formales y estructurales (como las partes variadas del ms. 1 al texto impreso), el proceso de transcripción mecanoscrita y la corrección de galeradas permiten suponer que, si bien su planteamiento venía de años atrás, Campo del Moro tomó cuerpo entre 1959 y 1962, año clave de su constitución según confirmó Tuñón de Lara (2001: 101).

Fase redaccional de la escritura: el manuscrito

Los materiales genéticos de la obra literaria de Max Aub constituyen un laberinto de testimonios heterogéneos. Respecto de la novela que nos ocupa, como he anticipado anteriormente, interesan las partes de los borradores que he denominado ms. 1 y ms. 2.26

El cuaderno ms. 1, de 23,5 por 32 cm, con encuadernación rústica y una serie de títulos en su portada, tiene ciento diecinueve folios de color sepia sin numerar, nueve de ellos en blanco.27 Casi en su totalidad, el cuaderno fue utilizado para la escritura de Campo del Moro, cuyo texto ocupa noventa y cinco folios. Entre los ff. 56 y 57 falta uno que debió de ser arrancado. A partir del f. 95v, Aub escribe en tres actos La muerte del Che28 e incluye anotaciones personales y textos propios de El Correo de Euclides29 y Crímenes ejemplares.30 Al final del cuaderno aparece el prólogo a El poema de Aín Sebaa,31 que en folios mecanografiados se localizó resguardado entre los del ms. 1.

 

Los textos correspondientes a Campo del Moro se hallan en los ff. 7-95r; ff. 6-9, 11, 15, 18, 22, 29, 30, 41, 44-48, 51, 52, 54, 55, 59, 61, 62, 72-78, 80, 83, 85, 94v; entre los ff. 19 y 20 hay una cuartilla de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) escrita por ambas caras, en tres columnas; el f. 39v ofrece posibles títulos de la novela, que retomo en un epígrafe posterior, y el f. 43v presenta el plan de la novela.

Descripción de los contenidos del ms. 1

f. 1r. Títulos. Cita de Baltasar Gracián. Reflexión del autor.

Entre los ff. 1 y 2. Folio suelto (papel de la UNAM) con un texto sobre la creación de personajes y la relación entre Historia y Novela.

f. 2r y v; ff. 3 y 4r. Textos sobre la génesis de los Campos. El f. 4r también contiene un diálogo.

f. 5r. Fichas de dos personajes: Vicente Dalmases y Asunción Meliá.

f. 6r. Nuevamente Aub escribe sobre el carácter de sus personajes y acerca del hecho de novelar la Guerra Civil española.

ff. 7-95r; ff. 6-9, 11, 15, 18, 22, 29, 30, 41, 44-48, 51, 52, 54, 55, 59, 61, 62, 72-78, 80, 83, 85, 94v. Textos propios de Campo del Moro.

Entre los ff. 19 y 20. Cuartilla de la UNAM escrita por ambas caras, en tres columnas, con textos correspondientes a Campo del Moro.

ff. 10, 14, 23, 30, 31, 42, 65, 71r. Notas personales (teléfonos, citas, etc.).

f. 35v. Texto de Campo de los almendros.

f. 39v. Posibles títulos de la novela sobre Madrid (Campo del Moro).

f. 43v. Plan de la novela.

ff. 95-100, 104-106r; ff. 96-101, 105-107v. Borrador de La muerte del Che.

ff. 101-103r. Texto narrativo.

f. 107r. Nota sobre el teatro y Artaud. Apuntes para El Correo de Euclides.

f. 108r. Texto de carácter ensayístico sobre el turismo y Hernán Cortés. Incluye otro sobre teatro.

f. 108v. Contiene un texto propio de Crímenes ejemplares y otro sobre literatura española contemporánea.

f. 109r. Continúa el texto anterior e incluye otro de El Correo de Euclides.

f. 109v, y f. 110r y v. Prólogo a El poema de Aín Sebaa.

El cuaderno ms. 2, sin título en su portada, pero con características externas propias del ms. 1, contiene otros ciento diecinueve folios. También en él debió de arrancarse el originario f. 30 y está en blanco el f. 107. En este borrador resalta la disposición de los textos que lo conforman: desde el f. 107v, la orientación del texto cambia, pues Aub escribió por ambos lados del cuaderno. Por ello –según se lea– puede numerarse como f. 119 el que podría ser el f. 1. No obstante, el mayor espacio de texto dispuesto en una dirección (ff. 1-107) propició fijar la numeración de los folios aquí referida. A Campo del Moro pertenecen los textos siguientes: entre los ff. 1 y 2, una carpeta de cinco folios titulada «Giner de los Ríos» en el primero de ellos. Escritos a lápiz, contienen notas históricas sobre la actuación de Casado y su destitución al rebelarse contra Negrín. Muchas otras se relacionan con la huida de los republicanos a Francia en marzo de 1939 (algunas pasaron a Campo del Moro y Campo francés). Las secuencias de la novela se presentan concretamente en los ff. 31-41, 44-51, 54, 55r; ff. 30, 32, 34, 37, 42, 46, 50v.

Descripción de los contenidos del ms. 2

f. 1r. Anotaciones personales.

Entre los ff. 1 y 2. Carpeta «Giner de los Ríos».

ff. 2-7r. Texto en torno a la Guerra Civil («la Gran Cosa»).

f. 8r. Apuntes sobre un proyecto narrativo.

ff. 8 y 9v. Texto para De algún tiempo a esta parte.32

ff. 10-14r. Texto de Los hijos o [El pendejo].33

f. 14v. Texto titulado «Colofón», a modo de prólogo de la pieza teatral Los muertos. Aub anota que también debería recoger La dalia azul y Uno cualquiera.

f. 15r. Dos textos: uno sobre Campo francés; otro acerca de la organización de sus obras teatrales en un acto.

f. 15v; ff. 16-18r. Textos narrativos.

ff. 19-23, 25-29r; ff. 22, 23, 28, 29, 62v. Campo francés.

f. 23v. Texto ensayístico.

ff. 24 y 25v. Texto sobre la muerte de Indalecio Prieto.

ff. 31-41, 44-51, 54, 55r; ff. 30, 32, 34, 37, 42, 46, 50v. Campo del Moro.

f. 33v. Texto titulado «La Tercera República Española».34

ff. 42, 43, 52, 53, 65-106r; ff. 41, 51, 57, 65, 67, 72, 73, 77-78, 83, 84, 87, 89, 95, 98, 99, 102-111, 113, 114v, dos folios sueltos entre los ff. 105 y 106. Campo de los almendros.

f. 44v. Dibujo de trazos similares al de la cubierta del ms. 1.

f. 46v. Texto sobre la creación de personajes.

Entre los ff. 65 y 66. Tres hojas de tamaño folio (papel del «Centro Comercial de Cuba en México»), de color grisáceo, numeradas como 19/20/21, con un texto correspondiente a Campo de los almendros.

f. 68v. Texto sobre El laberinto mágico.

f. 109r. Datos (teléfonos).

f. 112v. Dibujo para un cartel de «Del Amor, un espectáculo de Max Aub».35

Los contenidos del manuscrito exhiben un modo de escritura aparentemente desordenado: secuencias alternas, párrafos inconexos, frases sueltas y, entre enmarañados textos, también teléfonos anotados, citas de otros autores, relatos cortos, dibujos y hasta apuntes preparatorios de algún ensayo. No hay fecha alguna, pero al manejar 1959 como inicio de la redacción del manuscrito, tal como he explicado, revisé otros materiales de entonces en los que, aparte de menciones sobre Alicante y Segismundo Casado, se localizan breves fragmentos sueltos que aparecen al final de varios capítulos. Como evidencia una agenda de 1962,36 nuevas pistas atañen a la redacción del ms. 1, como el apunte del lunes 19 de marzo («8 ½ Sirol-M. P. Fouchet») que reaparece en el ms. 1 (f. 41v), apunte revelador para la datación del cuaderno y su proceso de escritura. Aub pudo escribirlo casualmente, por tener una cita con Max-Pol Fouchet37 y el ms. 1 a mano (quizá corrigiéndolo o preparando su transcripción), pero relevante es que sea en 1962, pues en la misma agenda escribe el 2 de marzo:

–No hay como la hombría

el valor para ganar las

guerras

–No te digo que no antes –

dice Bonifaz– cuando no había

bombas, obuses, muerte a

cien kilómetros y cayendo

del cielo. Pero

anda: se valiente contra un

obús o contra una bomba de

500 kilos; plántate delante

_____________

Almirante huye y se esconde

en casa del

Espiritista.

–Traidor? ¿Traidor yo? Traidor

si lo hay no hay más que

uno. ¿Lo oye? Uno

levanta la mano y el dedo.

El primer fragmento es el germen del diálogo entre Victoriano Terraza y Enrique Almirante al final del capítulo 4 de la primera parte de Campo del Moro, tal como se publicó en 1963:

–Antes no digo que no –le contesta Almirante desde la mesa del centro–, cuando no había bombas ni obuses, ni muerte enviada por aviones a cien kilómetros, o a veinte, si te parece mucho, cayendo del cielo. Anda ahora, sé valiente, plántate frente a un regalito de diez o de quinientos kilos, a pecho descubierto grítale: ¡atrévete! Plántate delante, a ver. La valentía ha pasado a la historia (1963: 52).

Del segundo fragmento se deriva este del capítulo 6 de la cuarta parte:

Decide –sobre la marcha, que no es un decir– estarse quieto unos días en casa del Espiritista.

Don Manuel se niega a alojarle:

–No quiero ver a nadie, a nadie.

–Es usted un traidor.

–¿Traidor? ¿Traidor, yo? Traidor, si lo hay, no hay más que uno. Lo oye: Uno.

Levanta una mano, cierra el puño dejando apuntado un dedo hacia lo alto, sosteniéndose apenas con la otra, en la mesa (1963: 214-215).

Así también, en la entrada de la agenda del sábado 26 de marzo, cabe relacionar un diálogo en ciernes con el enfrentamiento entre dos personajes, Lola y su padre, don Manuel El Espiritista, inserto al final del capítulo 11 de la primera parte. Finalmente, Aub no incorporó allí el diálogo cuya versión manuscrita es la siguiente:

–Tú bebes no te das

cuenta de que lo haces

porque es lo único que

vale la pena en este

mundo. Olvidarse.

Perderse. Irse. ¿Qué

esperan? ¿No sabes que

lo que crees es absurdo?

Que lo único que vale la

pena es eso: olvidarse?

–Mientes.

–No. El que miente eres

tú.

–Mientes

–Entonces ¿por qué bebes?

–Por saber.

–¿Qué?

–Es lo que quisiera saber,

saber de Vicente

–¿Hablas en serio?

–Sí.

–¿Y tú no te ạạạạạạạạ?

–No sé.

–Yo sí.

–¿Qué sabes?

–Que estás perdido

–Mientes.