Comunicación no violenta: un lenguaje de vida

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Prólogo

DEEPAK CHOPRA,

Fundador del Centro Chopra para el Bienestar y autor de más de ochenta libros traducidos a más de cuarenta y tres idiomas, entre ellos veintidós superventas del New York Times.

Nadie merece más nuestra gratitud que el difunto Marshall Rosenberg, quien vivió su vida tal como reza el título de uno de sus libros: Speak Peace in a World of Conflict (Hablar el idioma de la paz en un mundo de conflicto). Él era profundamente consciente de la máxima (o advertencia) contenida en el subtítulo de dicho libro: lo próximo que diga cambiará su vida. La realidad personal siempre contiene una historia, y la historia que vivimos, que comienza en nuestra infancia, está basada en el lenguaje. Esto se convirtió en el fundamento del enfoque de Marshall sobre la resolución de conflictos: conseguir que las personas intercambien palabras que excluyan los juicios, la culpa y la violencia.

Los rostros desfigurados de los manifestantes en las calles que componen estampas tan alarmantes en el telediario, son mucho más que meras imágenes. Cada rostro, cada grito, cada gesto tiene una historia detrás. Cada individuo se aferra con fuerza a su historia, porque es una manera de anclar su identidad. De modo que cuando Marshall promovía la comunicación pacífica, estaba al mismo tiempo promoviendo una nueva identidad. Él hizo plenamente realidad este hecho. Tal como afirma sobre la Comunicación NoViolenta y el papel del mediador en esta nueva tercera edición: “estamos intentando vivir un nuevo sistema de valores al pedir que las cosas cambien”.

En su visión de un nuevo sistema de valores, los conflictos se resuelven sin las habituales concesiones frustrantes. En lugar de ello, los adversarios se acercan el uno al otro con respeto. Preguntan sobre las necesidades de cada uno y, en un ambiente libre de pasiones y prejuicios, alcanzan una conexión. Si contemplamos un mundo plagado de guerra y violencia, donde el pensamiento nosotros-contra-ellos es la norma, y donde los países pueden romper todos los vínculos de la existencia civilizada para cometer atrocidades intolerables, un nuevo sistema de valores parece algo muy lejano. En una conferencia europea para mediadores, un escéptico criticaba el enfoque de Marshall tildándolo de psicoterapia. En un lenguaje más coloquial, ¿no nos está pidiendo sencillamente que olvidemos el pasado y hagamos las paces? Una perspectiva remota, no solo en las zonas en guerra, sino en cualquier caso de divorcio.

Los sistemas de valores forman parte de toda visión personal del mundo. No solo son ineludibles, sino que además las personas se enorgullecen de ellos. Hay una larga tradición en todo el mundo que consiste en premiar y temer a los guerreros al mismo tiempo. Los seguidores de Jung sostienen que el arquetipo de Marte, el volátil dios de la guerra, está integrado en el inconsciente, y por tanto el conflicto y la agresión son algo inevitable, una especie de adicción inherente al ser humano.

Pero hay una visión alternativa de la naturaleza humana, expresada elocuentemente en este libro, que es importante tener en consideración, porque es nuestra única esperanza real. En esta visión, nosotros no somos nuestras historias. Esas historias son ficciones autocreadas que permanecen intactas por medio del hábito, la coacción de grupo, los viejos condicionamientos y la falta de autoconciencia. Incluso las mejores historias se alían con la violencia. Si usted quiere usar la fuerza para defender a su familia, protegerse del ataque, luchar contra los actos inmorales, evitar el delito e involucrarse en una supuesta “buena guerra”, se ha dejado llevar por los cantos de sirena de la violencia. Si decide abandonar, existe una probabilidad muy alta de que la sociedad se vuelva contra usted y le exija un precio. En pocas palabras, encontrar una salida no es fácil.

En India hay un antiguo modelo para la noviolencia conocido como ahimsa, que es esencial en la vida noviolenta. Ahimsa se traduce habitualmente como noviolencia, aunque su significado abarca desde las protestas pacíficas de Mahatma Gandhi a la reverencia por la vida de Albert Schweitzer. “No hacer daño” sería el primer axioma de ahimsa. Lo que más me impresionó de Marshall Rosenberg —que murió a los ochenta años, tan solo seis semanas antes de que yo escribiera esto— es que él integró los dos niveles de ahimsa, el de la acción y el de la conciencia.

Las acciones están bien descritas en las páginas de este libro como uno de los principios de la Comunicación NoViolenta, de modo que no hablaré de ellos. Estar en ahimsa es mucho más poderoso, y Marshall poseía esa cualidad. En cualquier conflicto, él no se ponía del lado de ninguna de las partes, ni siquiera daba una importancia primordial a cuáles eran sus historias. Marshall, convencido de que todas las historias conducen al conflicto, ya sea de manera abierta o encubierta, se concentró en las conexiones como puente psicológico. Esto está en coherencia con otro axioma de ahimsa: lo que cuenta no es lo que uno hace, sino la calidad de su atención. A nivel legal, un divorcio termina cuando las dos partes acuerdan cómo van a dividir sus bienes. Pero eso está muy lejos del resultado que se alcanza en el plano emocional entre las dos partes divorciadas: tal como decía Marshall, tal vez esas personas han dicho demasiadas cosas que han cambiado su vida.

La agresión está incorporada en el sistema del ego, que se concentra totalmente en “yo, mí, me, conmigo” siempre que el conflicto aparece. La sociedad habla bien de los santos y sus votos de servicio a Dios en lugar de a sí mismos, pero hay un desfase enorme entre los valores que pregonamos y la manera en que en realidad vivimos. Ahimsa elimina dicho desfase solo por medio de la expansión de la conciencia de la persona. La única manera de resolver toda violencia es renunciar a nuestra historia. No puede ser iluminado aquel que todavía tiene algún interés personal en el mundo; ese podría ser el tercer axioma de ahimsa. Pero esta enseñanza parece tan radical como la de Jesús en el Sermón de la montaña, cuando prometía que los mansos heredarían la tierra.

En ambos casos, la cuestión no es cambiar las acciones, sino cambiar la conciencia. Para hacerlo, uno debe caminar desde el punto A hasta el B, siendo A una vida basada en las incesantes exigencias del ego y B la conciencia desinteresada. Para ser franco, nadie desea realmente una conciencia desinteresada; para quien se preocupa por su propia persona puede sonar tan aterrador como imposible. ¿Cuál es el beneficio de deponer el ego, que se centra precisamente en el beneficio? Una vez que hemos soltado al ego, ¿se sienta uno pasivamente como una “ameba” espiritual?

La respuesta está en aquellos momentos en que el yo personal cae de manera natural y espontánea. Esto ocurre en momentos de meditación o sencillamente de profunda alegría. La conciencia desinteresada es el estado en que nos encontramos cuando la naturaleza o el arte o la música nos hacen maravillarnos. La única diferencia entre esos momentos —a los cuales podemos añadir cualquier experiencia de creatividad, amor y juego— y ahimsa es que aquellos son experiencias intermitentes, mientras que ahimsa es un estado estable. Dicho estado revela que las historias y los egos que las alimentan son meras ilusiones, modelos autocreados para la supervivencia y el egoísmo. Lo que obtenemos con ahimsa no es actualizar una ilusión, que es lo que el ego siempre está tratando de lograr mediante más dinero, más posesiones y más poder. El beneficio es que uno llega a ser quien realmente es.

“Conciencia superior” es un término demasiado arrogante para ahimsa. “Conciencia normal” es más preciso en un mundo en que lo normal es tan anormal que se convierte en psicopatología. No es normal vivir en un mundo donde miles de cabezas nucleares están apuntando al enemigo y el terrorismo es un acto religioso aceptable. Eso es meramente la norma.

Para mí, el legado del trabajo de Marshall, obra de toda una vida, no radica en cómo revolucionó el papel del mediador, por mucho valor que eso tenga. Radica en el nuevo sistema de valores por el que rigió su vida, que en realidad es bastante antiguo. Ahimsa debe revivirse en cada generación, porque la naturaleza humana se debate entre la paz y la violencia. Marshall Rosenberg probó que entrar en ese estado de conciencia expandida era algo real y, cuando se trata de poner fin a disputas, también algo muy práctico. Él ha dejado las huellas que el resto de nosotros podemos seguir. Si sentimos de corazón un verdadero interés por nosotros mismos, las seguiremos. Es la única alternativa en un mundo que busca desesperadamente la sabiduría y el fin de la lucha.

DEEPAK CHOPRA

Agradecimientos

Doy gracias por haber podido estudiar y trabajar con el profesor Carl Rogers en un momento en que él estaba investigando los componentes de una relación de ayuda. Los resultados de aquella investigación desempeñaron un papel crucial en la evolución del proceso de comunicación que describo en este libro.

Siempre estaré agradecido al profesor Michael Hakeem, que me ayudó a ver las limitaciones científicas y los peligros sociales y políticos que entraña la práctica de la psicología tal como me la habían enseñado: con una comprensión del ser humano basada en la patología. Ver las limitaciones de ese modelo me estimuló a seguir buscando maneras de practicar una psicología diferente, que estuviera basada en una creciente claridad sobre cómo vivir de acuerdo con nuestra naturaleza humana.

También agradezco a George Miller y George Albee sus esfuerzos por alertar a los psicólogos de la necesidad de encontrar mejores maneras de ejercer la psicología. Ellos me ayudaron a ver que el enorme sufrimiento presente en nuestro planeta requiere que se difundan habilidades muy necesarias con más eficacia de la que puede ofrecer un enfoque clínico.

 

Me gustaría agradecer a Lucy Leu la edición de este libro y la creación del manuscrito final; a Rita Herzog y Kathy Smith su ayuda con la edición; y dar también gracias, por su colaboración adicional, a Darold Milligan, Sonia Nordenson, Melanie Sears, Bridget Belgrave, Marian Moore, Kittrell McCord, Virginia Hoyte y Peter Weismiller.

Finalmente, me gustaría expresar gratitud a mi amiga Annie Muller. Ella me animó a ser más claro acerca del fundamento espiritual de mi obra, lo cual le ha dado una mayor fuerza y ha enriquecido mi vida.

LAS PALABRAS SON VENTANAS (O SON MUROS)

Me siento tan sentenciada por tus palabras,

me siento tan juzgada y alejada...

Antes de irme tengo que saber:

¿era eso lo que querías decir?

Antes de erigirme en mi defensa,

antes de hablar desde la herida o el miedo,

antes de construir un muro de palabras,

dime: ¿lo escuché bien?

Las palabras son ventanas o son muros,

nos sentencian o nos liberan.

Cuando hablo y cuando escucho,

que la luz del amor brille a través de mí.

Hay cosas que necesito decir,

cosas que significan mucho para mí.

Si mis palabras no son claras,

¿me ayudarás a ser libre?

Si parecí decepcionarte,

si sentiste que no me importabas,

intenta escuchar a través de mis palabras

los sentimientos que compartimos.

RUTH BEBERMEYER

1

Dar desde el corazón

El corazón de la Comunicación NoViolenta

Lo que quiero en mi vida es compasión,

un flujo entre mi ser y los demás basado

en un darse mutuamente desde el corazón.

MARSHALL B. ROSENBERG

INTRODUCCIÓN

Como estoy convencido de que está en nuestra naturaleza disfrutar de dar y recibir de manera compasiva, la mayor parte de mi vida me han preocupado dos cuestiones: ¿qué sucede para que nos desconectemos de nosotros mismos y de nuestra naturaleza compasiva? Y, al contrario: ¿qué permite a algunas personas mantenerse conectadas con su naturaleza compasiva incluso en las circunstancias más adversas?

Mi preocupación por estas cuestiones comenzó en mi niñez, alrededor del verano de 1943, cuando nuestra familia se mudó a Detroit (Michigan). La segunda semana después de nuestra llegada se desató una guerra racial tras un incidente en un parque público. Más de cuarenta personas fueron asesinadas en los días siguientes. Nuestro barrio estaba situado en el centro de la violencia y nos pasamos tres días encerrados en casa.

Cuando el conflicto racial terminó y comenzó el colegio, descubrí que un nombre podía ser tan peligroso como cualquier color de piel. Cuando el profesor pronunció mi apellido al pasar lista, dos chicos me miraron y murmuraron entre dientes: “¿Eres un kike?” Yo nunca había oído esa palabra antes y no sabía que algunas personas la usaban como término despectivo para referirse a los judíos. Después del colegio, esos dos mismos chicos me estaban esperando: me tiraron al suelo y me patearon y golpearon.

Desde ese verano de 1943 he estado examinando las dos cuestiones que he mencionado. ¿Qué nos empodera, por ejemplo, para mantenernos conectados con nuestra naturaleza compasiva incluso en las peores circunstancias? Estoy pensando en personas como Etty Hillesum, que siguió siendo compasiva incluso cuando estaba sujeta a las grotescas condiciones de un campo de concentración alemán. Como escribió en su diario en aquel momento:

No me asusto fácilmente. No porque sea valiente, sino porque sé que estoy tratando con seres humanos, y que debo intentar con todas mis fuerzas entender todo lo que cualquier persona haga en cualquier momento. Y eso fue lo importante esta mañana: no que un joven oficial de la Gestapo malhumorado me gritara, sino que yo no sintiera indignación, más bien una compasión real, y me habría gustado preguntarle: “¿Tuviste una infancia muy infeliz? ¿Tu novia te ha dejado?”. Sí, tenía un aspecto alterado, amargado y débil. Me habría gustado empezar a ayudarle en ese mismo instante, porque sé que los jóvenes que se sienten desgraciados como él resultan peligrosos en cuanto quedan sueltos en la sociedad.

ETTY HILLESUM EN ETTY: UN DIARIO 1941-1943

CNV: una manera de comunicarnos que nos lleva a dar desde el corazón

Cuando estudiaba los factores que afectan a nuestra capacidad para permanecer compasivos, me impresionó el papel crucial que desempeña en ella el lenguaje y el uso que hacemos de las palabras. Desde entonces he identificado un enfoque específico de la comunicación —tanto al hablar como al escuchar— que nos lleva a dar desde el corazón, conectando con nosotros mismos y con los demás de una manera que permite aflorar nuestra compasión natural. Yo llamo a este enfoque Comunicación NoViolenta, usando el término noviolencia tal como lo empleaba Gandhi, al referirse a la compasión que el ser humano expresa de un modo natural cuando su corazón renuncia a la violencia. Aunque tal vez no consideremos que nuestra manera de hablar es “violenta”, las palabras con frecuencia nos conducen al daño y al dolor, ya sea para los demás o para nosotros mismos. En algunas comunidades, el proceso que yo estoy describiendo se conoce como Comunicación Compasiva; la abreviatura CNV se usa a lo largo de este libro para referirse a la Comunicación Compasiva o NoViolenta.

UNA MANERA DE CENTRAR LA ATENCIÓN

La CNV está basada en unas habilidades del lenguaje y la comunicación que refuerzan nuestra capacidad para conservar nuestra humanidad, incluso en condiciones difíciles. No contiene nada nuevo; todo lo que ha sido integrado en la CNV se conoce desde hace siglos. La intención es recordarnos lo que ya sabemos acerca de cómo relacionarnos en consonancia con nuestra naturaleza humana y ayudarnos a vivir de manera que dicho conocimiento se manifieste en lo concreto.

Cuando usamos la CNV para escuchar nuestras necesidades más profundas y las de los demás percibimos las relaciones bajo una nueva luz

La CNV nos guía a la hora de reestructurar cómo nos expresamos y cómo escuchamos a los demás. En lugar de las habituales reacciones automáticas, nuestras palabras se convierten en respuestas conscientes con una base firme en la conciencia de lo que percibimos, sentimos y queremos. Nos guía para expresarnos con honestidad y claridad, prestando al mismo tiempo una atención respetuosa y empática a los demás. En cualquier conversación, llegamos a escuchar nuestras necesidades profundas y las de los demás. La CNV nos prepara para observar con atención y ser capaces de identificar las conductas y las situaciones que nos afectan. Aprendemos a identificar y expresar claramente lo que queremos en cualquier situación en términos concretos. El esquema es simple, y aún así poderosamente transformador.

A medida que la CNV reemplaza nuestros viejos patrones de defensa, huida o ataque frente al juicio y la crítica, llegamos a percibirnos a nosotros mismos y a los demás, así como nuestras intenciones y nuestras relaciones, bajo una nueva luz. La resistencia, la actitud defensiva y las reacciones violentas disminuyen. Cuando nos concentramos en aclarar qué observamos, sentimos y necesitamos, en lugar de diagnosticar y juzgar, descubrimos la profundidad de nuestra propia compasión. Por medio de este énfasis en la escucha profunda —a nosotros mismos y a los demás— la CNV promueve el respeto, la atención y la empatía, y engendra un deseo mutuo de dar desde el corazón.

Aunque yo me refiero a ella como “un proceso de comunicación” o “un lenguaje de compasión”, la CNV es mucho más que un proceso o un lenguaje. En un nivel más profundo, es un recordatorio constante para que mantengamos la atención centrada en un lugar en el que es más probable que encontremos lo que buscamos.

Enfoquemos la luz de nuestra conciencia allá donde sea más probable que encontremos lo que buscamos

Hay un chiste sobre un hombre que está a cuatro patas bajo una farola, buscando algo. Un policía pasa por allí y le pregunta qué está haciendo. “Busco las llaves de mi coche”, responde el hombre, que parece estar algo borracho. “¿Se le perdieron aquí?”, pregunta el oficial. “No”, responde el hombre, “se me cayeron en el callejón”. Viendo la expresión de extrañeza del policía, el hombre se apresura a explicar: “Pero aquí hay más luz”.

Me doy cuenta de que mi condicionamiento cultural me lleva a centrar mi atención allí donde es poco probable que consiga lo que quiero. Desarrollé la CNV como una manera de entrenar mi atención —hacer brillar la luz de mi conciencia— centrándola allí donde existe la posibilidad de obtener lo que estoy buscando. Lo que quiero en mi vida es compasión, una corriente que fluya entre mí mismo y los demás, basada en un mutuo dar desde el corazón.

Esa calidad de compasión, a la que yo me refiero como “dar desde el corazón”, se expresa en la siguiente canción de mi amiga Ruth Bebermeyer:

Nunca siento que me han dado tanto

como cuando tomas algo de mí;

cuando entiendes el gozo que siento

dándotelo.

Y sabes que mi dar no pretende

ponerte en deuda,

lo hago porque quiero vivir el amor

que siento por ti.

Recibir con gracia

sea tal vez el mayor regalo.

No hay forma de separar

las dos.

Cuando tú me das,

yo te doy mi recibir.

Cuando tú tomas de mí,

siento que me das tanto...

“GIVEN TO” (1978), DE RUTH BEBERMEYER

DEL ÁLBUM GIVEN TO

Cuando damos desde el corazón, lo hacemos por el gozo que brota siempre que enriquecemos la vida de otra persona voluntariamente. Este tipo de dar beneficia tanto al que da como al que recibe. El que recibe disfruta el regalo sin preocuparse de las consecuencias que acompañan a aquellos hechos por miedo, culpa, vergüenza o deseo de ganar. El que da se beneficia por el aumento de la autoestima que se produce cuando vemos que nuestros esfuerzos contribuyen al bienestar de alguien.

El uso de la CNV no requiere que las personas con las que nos comunicamos conozcan la CNV o ni siquiera estén motivadas a relacionarse de una manera compasiva con nosotros. Si nos ceñimos a los principios de la CNV, manteniéndonos motivados únicamente por dar y recibir con compasión, y hacemos todo lo posible por hacer saber a los demás que ese es nuestro único motivo, acabarán uniéndose a nosotros en el proceso y al final seremos capaces de respondernos el uno al otro con compasión. No estoy diciendo que esto suceda con rapidez. Sin embargo, sostengo que la compasión florece inevitablemente cuando nos mantenemos fieles a los principios y al proceso de la CNV.

EL PROCESO DE LA CNV

Para llegar al deseo mutuo de dar desde el corazón, enfocamos la luz de nuestra conciencia sobre cuatro áreas, a las que nos referimos como los cuatro componentes del modelo CNV.

Los cuatro componentes de la CNV:

• Observaciones

• Sentimientos

• Necesidades

• Peticiones

Primero, observamos lo que de verdad está sucediendo en una situación: ¿qué observamos hacer o decir a otros que enriquece o no nuestra vida? El truco es ser capaz de articular dicha observación sin introducir ningún juicio ni evaluación, diciendo sencillamente qué están haciendo los demás que nos gusta o no nos gusta. A continuación, declaramos cómo nos sentimos al observar esa acción: ¿nos sentimos heridos, asustados, alegres, divertidos, irritados? Y en tercer lugar, decimos qué necesidades nuestras están relacionadas con los sentimientos que hemos identificado. La conciencia de estos tres componentes está presente cuando usamos la CNV para expresar con claridad y honestidad cómo estamos.

 

Por ejemplo, una madre podría expresar esas tres cosas a su hijo adolescente diciendo: “Félix, cuando veo dos calcetines sucios hechos una bola debajo de la mesita del café y otros tres cerca del televisor, me siento irritada porque necesito más orden en las habitaciones que compartimos”.

Ella seguiría inmediatamente con el cuarto componente, una petición muy específica: “¿Estarías dispuesto a dejar tus calcetines en tu habitación o en la lavadora?”. Este cuarto componente se refiere a lo que queremos de la otra persona, aquello que enriquecería la vida de ambos.

Así pues, una parte de la CNV trata de expresar estos cuatro tipos de información con mucha claridad, ya sea verbalmente o por otros medios. La otra parte consiste en recibir esa misma información de otras personas. Nos conectamos con ellas primero percibiendo qué están observando, sintiendo y necesitando; entonces descubrimos qué enriquecería su vida al recibir el cuarto componente: su petición.

Al mantener nuestra atención centrada en las áreas mencionadas y ayudar a los demás a hacer lo mismo, establecemos un flujo de comunicación que va de un lado a otro hasta que la compasión se manifiesta de manera natural: lo que observo, siento y necesito; lo que pido para enriquecer mi vida; lo que el otro observa, siente y necesita; lo que pide para enriquecer su vida...

PROCESO CNV

Las acciones concretas que

observamos, que afectan a nuestro bienestar

Cómo nos sentimos en relación

a lo que observamos

Las necesidades, valores, deseos, etc.

que crean nuestros sentimientos

Las acciones concretas que pedimos

con el fin de enriquecer nuestras vidas

Dos partes de la CNV:

1. Expresión honesta mediante los cuatro componentes

2. Recepción empática mediante los cuatro componentes

Cuando usamos este proceso, podemos comenzar o bien por expresarnos nosotros o bien por recibir con empatía estos cuatro tipos de información por parte de los demás. Aunque aprenderemos a escuchar y expresar verbalmente cada uno de estos componentes en los capítulos 3-6, es importante tener en mente que la CNV no es una fórmula fija, sino algo que se adapta a varias situaciones, así como a estilos personales y culturales. Aunque yo me refiero a la CNV como un “proceso” o “lenguaje” por cuestiones prácticas, es posible experimentar los cuatro componentes sin pronunciar una sola palabra. La esencia de la CNV está en nuestra conciencia de los cuatro componentes, no en las palabras que se intercambian.

APLICAR LA CNV EN NUESTRAS VIDAS Y EN EL MUNDO

Cuando usamos la CNV en nuestras interacciones —con nosotros mismos, con otra persona, o en un grupo— nos enraizamos en nuestro propio estado natural de compasión. Es por tanto un enfoque que se puede aplicar con eficacia en todos los niveles de la comunicación y en diversas situaciones:

• relaciones íntimas

• familias

• escuelas

• organizaciones e instituciones

• relaciones terapéuticas y de asesoramiento

• negociaciones diplomáticas y de negocios

• disputas y conflictos de cualquier naturaleza

Algunas personas usan la CNV para crear una mayor profundidad y cuidado en sus relaciones íntimas:

Cuando aprendí cómo puedo recibir (escuchar), así como dar (expresarme) por medio del uso de la CNV, pasé de sentirme atacada y pisoteada a escuchar de verdad las palabras y extraer los sentimientos subyacentes. Descubrí a un hombre muy hiriente con el que había estado casada 38 años. Me había pedido el divorcio el fin de semana anterior al taller [de CNV]. Para no extenderme, solo diré que a día de hoy estamos juntos y agradezco la contribución [de la CNV] en nuestro final feliz... Aprendí a escuchar los sentimientos, a expresar mis necesidades, a aceptar las respuestas que no siempre quería oír. Él no está aquí para hacerme feliz, ni yo estoy aquí para crear felicidad para él. Los dos hemos aprendido a crecer, a aceptar y a amar, de manera que ambos podemos sentirnos realizados.

UNA PARTICIPANTE EN UN TALLER EN SAN DIEGO, CALIFORNIA

Otros la usan para construir relaciones más eficaces en el trabajo:

He estado usando la CNV en mi clase de educación especial durante aproximadamente un año. Puede funcionar incluso con niños que tienen retrasos en el lenguaje, dificultades de aprendizaje y problemas de conducta. Un estudiante de mi clase escupe, insulta, grita y clava el bolígrafo a los estudiantes que se acercan a su mesa. Yo le recuerdo: “Por favor, dilo de otra manera, usa el lenguaje jirafa” [en algunos talleres se utilizan marionetas de jirafas como recurso didáctico para enseñar CNV]. Él se levanta inmediatamente, mira a la persona hacia la que se dirige su rabia y dice con calma: “¿Por favor, podrías alejarte de mi mesa? Me siento enfadado cuando te acercas tanto a mí”. Los otros estudiantes pueden responder cosas como: “¡Lo siento! Me olvidé de que te molesta”.

Comencé a pensar sobre mi frustración con este niño y a descubrir qué necesitaba de él (además de armonía y orden). Me di cuenta de cuánto tiempo había invertido en la preparación de las clases y cómo mis necesidades de creatividad y contribución también se veían frustradas al tener que lidiar con su comportamiento. También sentía que no estaba atendiendo las necesidades de aprendizaje de los otros niños. Cuando se comportaba así en clase, comencé a decirle: “Necesito que me prestes atención”. Necesitaba decirlo unas cien veces al día, pero al final le llegó el mensaje y normalmente se involucraba en la sesión.

UN PROFESOR DE CHICAGO, ILLINOIS

Un médico escribe:

U so la CNV cada vez más en mi práctica médica. Algunos pacientes me preguntan si soy psicólogo, añadiendo que normalmente los médicos no se interesan por cómo viven sus vidas o se las arreglan con sus enfermedades. La CNV me ayuda a entender cuáles son las necesidades de los pacientes y lo que necesitan escuchar en un momento dado. La encuentro particularmente útil con los pacientes de hemofilia y sida, porque hay tanta rabia y dolor en su interior que la relación paciente-profesional de la salud con frecuencia se ve seriamente dañada. Hace poco, una mujer con sida, a quien había estado tratando durante cinco años, me dijo que lo que más la había ayudado fue que la animara a encontrar maneras de disfrutar de su vida cotidiana. Emplear la CNV me ayuda muchísimo en este sentido. Antes, cuando me enteraba de que un paciente tenía una enfermedad mortal, con frecuencia yo mismo me veía atrapado en la prognosis y me resultaba difícil animarlo sinceramente a vivir su vida. Con la CNV he desarrollado una nueva conciencia, además de un nuevo lenguaje. Estoy asombrado de ver lo bien que encaja con mi práctica médica. Siento más energía y alegría en mi trabajo a medida que me voy involucrando más en la danza de la CNV.

UN MÉDICO DE PARÍS, FRANCIA

Otras personas usan este proceso en el terreno político. Una miembro del gabinete de ministros de Francia que se encontraba de visita en casa de su hermana comentó cómo había cambiado la manera en que ésta y su marido se comunicaban y se dirigían el uno al otro. Cuando ellos le hablaron de la CNV, la ministra, alentada, mencionó que la semana siguiente tenía que negociar unas cuestiones bastante delicadas relacionadas con los procedimientos de adopción entre Francia y Argelia. Aunque el tiempo era limitado, enviamos a un formador que hablaba francés a París para trabajar con ella. Más tarde, la ministra atribuyó gran parte del éxito de sus negociaciones en Argelia a sus recién adquiridas técnicas de comunicación.

En Jerusalén, durante un taller al que asistieron israelíes de distintas orientaciones políticas, los participantes usaron la CNV para expresarse acerca del muy controvertido asunto de Cisjordania. Muchos de los israelíes que se han establecido en Cisjordania están convencidos de que con ello cumplen con un mandato religioso, y se encuentran atrapados en un conflicto no solo con los palestinos, sino también con otros israelíes que reconocen la esperanza de soberanía nacional de los palestinos en esta región. Durante una sesión, una de mis formadoras y yo hicimos una demostración de escucha empática empleando la CNV y después invitamos a los participantes a hacer turnos para dramatizar las distintas posturas poniéndose los unos en el papel de los otros. Al cabo de veinte minutos, una de las residentes de la zona declaró que estaría dispuesta a plantearse renunciar a sus reivindicaciones territoriales y dejar Cisjordania para mudarse al territorio reconocido internacionalmente como perteneciente a los israelíes, si sus oponentes políticos pudieran escucharla de la manera en que acababa de ser escuchada.