Dioses y hombres en la Eneida de Virgilio

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El sustantivo fatum en Eneida

Para arrojar luz sobre la cuestión del fatum en Eneida, de modo que este concepto no parezca poseer caprichosamente un sentido aquí y otro allá, es preciso realizar un análisis exhaustivo de las apariciones de este término en el poema con el fin de distinguir a qué obedece dicha alternancia entre diferentes acepciones.

La hipótesis de partida es la siguiente: si con la palabra fatum se designa en Eneida una noción tan compleja y multifacética, una entidad que está por encima de los personajes divinos –e incluso de Júpiter, según algunos críticos– y por ende es tan difícil de conocer y aprehender, ¿no sería más adecuado examinar las distintas acepciones del término tomando en cuenta qué tipo de emisor las incluye en sus discursos? Desde nuestro punto de vista no se puede definir el fatum considerando de manera indistinta qué dicen de él Eneas, Júpiter, los dioses, el narrador o la Sibila de Cumas, puesto que cada uno de ellos posee un grado de conocimiento mayor o menor de sus designios.

2.1. Determinación de niveles narrativos

Es necesario clasificar cada una de las ocurrencias de la palabra fatum en virtud del nivel narrativo en que se ubican y del tipo de narrador que las enuncia, para deslindar en su definición el grado de conocimiento de tales narradores.

La terminología precisa de Genette nos proporciona una herramienta teórica para analizar el concepto de fatum a partir de la distinción entre el nivel narrativo en que aparecen y los diferentes narradores que lo definen y caracterizan. Así, podemos observar que la palabra fatum es empleada en el relato primario del narrador extradiegético en 33 oportunidades,100 mientras que en el nivel intradiegético aparece 83 veces.101 Existen asimismo 10 empleos en el nivel metadiegético, es decir, en discursos dentro de los discursos de los personajes.102 Dentro de estos dos últimos grupos podemos clasificar los personajes que ofician de narradores de acuerdo con su naturaleza, es decir, teniendo en cuenta si se trata de dioses, adivinos y sacerdotes, fantasmas o personajes humanos.

Realizado ese análisis, se puede apreciar que la mayor cantidad de menciones del fatum se obtiene en los niveles intra y metadiegéticos, es decir, de parte de los personajes de Eneida, no del narrador extradiegético. Esto implica que resulta central considerar desde qué perspectiva enuncia cada personaje su definición u opinión acerca del fatum y, principalmente, qué grado de conocimiento acerca del destino posee el personaje en cuestión.

Ciertamente, existe en Eneida una jerarquía en este sentido. Los seres humanos son quienes se encuentran en el extremo inferior de esta escala: su percepción limitada y su escaso saber sobre los mecanismos divinos los llevan muchas veces a malinterpretar las señales que reciben de los dioses. Como ejemplo de ello, baste recordar la interpretación errónea que hace Anquises ante la indicación de Apolo antiquam exquirite matrem (3.96): cree que se refiere a Creta (3.104) y en 3.161-168 los penates deben corregir el malentendido, señalando que es Hesperia el destino del viaje.

En un escalón intermedio se ubican aquellos seres humanos que, por un determinado privilegio, acceden a un conocimiento mayor: los adivinos y los muertos. En efecto, un sacerdote inspirado –como Héleno o la Sibila– goza del privilegio de comunicarse con los dioses, tal como lo explica Cicerón en De divinatione I.66 (nuestro subrayado):

Inest igitur in animis praesagitio extrinsecus iniecta atque inclusa divinitus. Ea si exarsit acrius, furor appellatur, cum a corpore animus abstractus divino instinctu concitatur.

Por consiguiente, existe en los espíritus un poder de predicción insertado desde el exterior e incluido por voluntad divina. Si se inflama muy fuertemente, cuando el espíritu se agita separado del cuerpo por un instinto divino, es llamado “furor”.

Algo similar sucede con los fantasmas. A pesar de que durante su vida un ser humano no haya tenido poderes adivinatorios, al morir adquiere una percepción mayor sobre los designios divinos, o bien porque el espíritu accede a cierto saber después de separarse del cuerpo –como sucede con el furor descripto por Cicerón–, o bien porque la tierra, lugar donde habitan las almas, les transfiere poderes determinados.103 Puede corroborarse este saber superior de los muertos en los parlamentos de los fantasmas de Héctor (2.289-295), Creúsa (2.776-789), Palinuro (6.347-371), Deifobo (6.509-534) y Anquises (5.724-739, 6.756-886).

En el peldaño más alto del escalafón, con una mayor proximidad al fatum y sus disposiciones, se encuentran los dioses, aun cuando no deban tomarse como un grupo homogéneo, debido a que entre las divinidades existen diferentes grados de saber sobre el hado. No sólo Júpiter es el dios que más lo conoce –ya porque es su autor, ya porque es su intérprete y administrador, según las distintas perspectivas señaladas en la sección anterior– sino que, entre los demás dioses, también hay una jerarquía, tal como lo demuestran las siguientes palabras de la arpía Celeno a los troyanos en 3.250-252:

accipite ergo animis atque haec mea figite dicta,

quae Phoebo pater omnipotens, mihi Phoebus Apollo

praedixit, vobis Furiarum ego maxima pando.

Por lo tanto, recibid y grabad en vuestros espíritus estas palabras mías que el padre omnipotente predijo a Febo y Febo Apolo a mí, y yo, la más importante de las Furias, las revelo para vosotros.

En esta cita se observa en forma clara la cadena de comunicación del destino: Júpiter lo transmite a Apolo, éste a Celeno, la arpía a los hombres.

Teniendo esto en cuenta, se puede obtener una primera conclusión: si en casi la mitad de los casos (55 de un total de 126) el empleo de la palabra fatum pertenece al discurso de los personajes humanos, ¿cuán sólida es una definición de este concepto que no atienda a las diferencias en los niveles narrativos? Los estudios que no las tienen en cuenta y toman como un conjunto homogéneo todas las apariciones del término fatum en el poema derivan conclusiones basadas mayormente en lo que los personajes humanos dicen de él: en general, estas afirmaciones suelen estar equivocadas o ser poco claras en virtud de la percepción limitada de los mortales.

2.2. El sintagma nominal con núcleo fatum: atributos y complementos

Analizaremos en este apartado las características de los sintagmas nominales que tienen a la palabra fatum como núcleo. Consideraremos en primer lugar la variación de número. Se verifica una abrumadora mayoría de incidencias de fatum en plural (110 de 126), mayoría que se presenta tanto en el discurso del narrador extradiegético104 como en el discurso de los personajes (dioses,105 adivinos,106 fantasmas,107 hombres108). Esta constante parece indicar que el destino es conceptualizado como una entidad múltiple en todos los niveles narrativos. No hay un solo fatum, único y singular, sino varios fata que simultáneamente conviven y compiten. Esta coexistencia de distintos fata, de distintos destinos posibles, da como resultado en la acción de Eneida una rivalidad en el plano divino, ya que cada dios, a la manera homérica, lucha por el predominio de aquellos hombres, estirpes y ciudades que cada uno protege. Como ejemplo, señalamos que Júpiter, en el diálogo con Venus, se refiere a los hados de los troyanos en 1.257-258 como tuorum fata (“los hados de los tuyos”); cuando Juno advierte que Eneas ya ha llegado a Italia, exclama en 7.293-294: Heu stirpem invisam et fatis contraria nostris / fata Phrygum! (“¡ay, estirpe aborrecida y hados de los frigios contrarios a nuestros hados!”). Asimismo, en el plano humano se manifiesta la conciencia de que el propio destino no ha sido fijado de una vez y para siempre, sino que debe competir con los hados de otros humanos, como se observa en la frase de Turno sunt et mea contra fata mihi (“también a mis hados tengo en contra”) luego del prodigio de la transformación de las naves en ninfas (9.135).

La idea de diferentes fata concurrentes se manifiesta, dentro del sintagma nominal, por medio de adjetivos y sustantivos en genitivo que indican pertenencia.109 Aparecen adjetivos posesivos en 7 ocasiones,110 adjetivos gentilicios en 2 oportunidades111 y sustantivos en genitivo –expresando el nombre del poseedor– 16 veces.112 Ahora bien, ¿de quién son los hados? Si se atiende el referente a quien se atribuye la posesión, se observa que es humano en la mayoría de los casos (16 de 25) –en ocasiones, un individuo (Eneas, Príamo, Siqueo, Turno etc.), en otras una ciudad o comunidad humana (los troyanos, los romanos, los rútulos, etc.)–. En las 9 ocasiones restantes, quien posee los hados es un dios (Juno, Júpiter, etc.) o el conjunto de las divinidades (en 6 oportunidades aparece la expresión fata deum o fata divum).

Este análisis de las expresiones de posesión a través de un complemento en genitivo nos lleva a un primer deslinde entre diferentes acepciones de fata. En la Sintaxis del latín clásico (2009) coordinada por J. M. Baños Baños, especialista de la Universidad Complutense, hallamos un capítulo enteramente dedicado al caso genitivo, firmado por M. E. Torrego Salcedo. Allí se explica que este caso establece con el núcleo del sintagma nominal que modifica una relación “exclusivamente estructural, es decir, de dependencia o determinación, pero no hace explícito el contenido semántico que esa dependencia comporta”.113 El genitivo como complemento adnominal puede transmitir diferentes valores (posesión, definición, descripción, cantidad etc.) pero ello depende de los rasgos semánticos del núcleo del sintagma nominal y del sustantivo en genitivo.114 En el caso puntual de la posesión, por lo general hallamos un núcleo que puede ser animado o inanimado y un complemento en genitivo que manifiesta una entidad animada. Ahora bien, en algunos casos sólo el conocimiento extralingüístico puede ayudarnos a dirimir qué tipo de posesión se expresa: en los sintagmas signa Praxiteli, Myronis, Polycliti (“las estatuas de Praxíteles, Mirón, Policleto”, Cic. Verr. 2.4.4), los nombres de persona pueden definir quiénes son los dueños de las estatuas pero también quiénes las realizaron o quiénes han sido representados en ellas.115 Esto es lo que sucede con la construcción fata + complemento en genitivo. No resulta adecuado interpretar del mismo modo fata Aeneae / Troiae / Priami etc. que fata Iovis / Iunonis / divum: en el primer caso, se trata de “los hados de Eneas / Troya / Príamo” en tanto “el destino que les tocó en suerte soportar”,116 mientras que en el segundo caso “los hados de Júpiter / Juno / los dioses” son los designios de estos dioses, su voluntad.

 

Dentro del sintagma nominal se consideran también los atributos unidos al sustantivo fatum. Tarriño Ruiz (en Baños Baños 2009: 253-254), siguiendo a Rijkhoff 2001, distribuye los modificadores adnominales en cuatro categorías: cualitativos, cuantitativos, locativos y referenciales. Mientras que los últimos tres grupos comprenden clases cerradas (ya que abarcan los determinantes en general: demostrativos, cuantificadores, etc.), la primera categoría es una clase abierta que incluye a los adjetivos propiamente dichos, los que han recibido la denominación típica de “calificativos”.

Atendiendo a los niveles narrativos, nuevamente se verifica que son los personajes quienes más contribuyen a la caracterización de los fata y, de manera especial, los personajes humanos. La palabra fatum está acompañada por un adjetivo en 20 ocasiones (se indica entre paréntesis el emisor de la ocurrencia y a continuación el sintagma nominal formado por el sustantivo fatum más el adjetivo calificativo): 1.221-222 (narrador extradiegético: crudelia fata), 1.239 (Venus: contraria fata), 2.246 (Eneas: fatis futuris), 2.257 (Eneas: fatis iniquis), 2.738 (Eneas: misero fato), 3.17 (Eneas: fatis iniquis), 3.494 (Eneas: alia in fata), 6.546 (fantasma de Deifobo: melioribus fatis), 6.882 (fantasma de Anquises: fata aspera), 7.293-294 (Juno: contraria fata), 8.334 (Evandro: ineluctabile fatum), 9.204 (Euríalo: fata extrema), 10.35 (Venus: nova fata), 10.380 (Palante: fatis iniquis), 10.624 (Júpiter: instantibus fatis), 10.740-741 (Orodes: fata paria), 11.587 (Diana: fatis acerbis), 12.149 (Juno: imparibus fatis) y 12.726 (narrador extradiegético: fata diversa).

En el conjunto de adjetivos empleados para describir al destino, se destacan los de connotación negativa, mayoritarios en el discurso de los hombres: iniquus, -a, -um en tres ocasiones, miser, -a, -um en una, ineluctabilis, -e en otra. No obstante, aparecen también una vez en el discurso de cada uno de los demás narradores: el fantasma de Anquises emplea asper, -era, -erum para caracterizar el destino de Marcelo, Diana describe con el adjetivo acerbus, -a, -um los hados de Camila y el narrador extradiegético señala como crudelis, -e el hado de Lico, uno de los compañeros de Eneas perdido en el naufragio.

Asimismo, son abundantes los adjetivos que marcan comparación o diferencia. Si se puede hablar de hados “opuestos” (contraria), si existen destinos “mejores” (melioribus) que otros, si pueden surgir “nuevos” (nova) hados, si se pueden comparar entre sí los destinos y decir si son “similares” (paria) o “distintos” (imparibus), entonces podemos reforzar la idea del fatum como entidad plural que abarca en sí misma una amplia diversidad de posibilidades.

2.3. El sintagma nominal con núcleo fatum: funciones semánticas

En esta sección se analizará qué funciones semánticas asume el sintagma con núcleo fatum como argumento de la predicación para así dar cuenta de qué rasgos le atribuyen los diferentes narradores (si se trata de una entidad animada o inanimada, concreta o abstracta, etc.), lo cual no puede deducirse de la información sintáctica, como podemos ver en los dos ejemplos siguientes, en los que el sustantivo fatum cumple la función sintáctica de sujeto pero con distinto valor semántico:

‘Tendimus in Latium, sedes ubi fata quietas ostendunt’ (1.205)

Nos dirigimos al Lacio, donde los hados muestran moradas tranquilas.

‘Desine fata deum flecti sperare precando’ (6.376)

Deja de anhelar que los hados de los dioses se modifiquen por medio de ruegos.

Mientras que en el primer caso fatum se presenta como el agente de ostendo (“mostrar, señalar”), es decir, como la entidad que controla la acción voluntariamente, en el segundo caso actúa como el paciente de flecto (“alterar, modificar”). Es la entidad sobre la cual se ejerce la acción o a la que le sucede algo. Además de estas dos funciones semánticas, Pinkster (1995: 20 y 2015: 27-28) incluye en su listado: causa,117 receptor, destinatario, beneficiario, entidad afectada, dirección, ubicación, lugar por donde, lugar a donde, modo, instrumento, grado, compañía, posición en el tiempo, duración, plazo de tiempo, circunstancias concomitantes, motivo, fin y consecuencia.118

Resulta interesante indagar qué funciones semánticas desempeña el término fatum en Eneida, teniendo en cuenta, como hemos hecho hasta ahora, en qué nivel narrativo se ubica cada emisión de este término. Nos limitaremos a la función semántica del sustantivo fatum como argumento, es decir, como elemento integrante de la predicación imposible de omitir, puesto que se trata de los componentes con los que el núcleo del predicado establece una relación semántica directa. Las incidencias que se analizan aquí son 96 del total; las funciones semánticas a considerar son, pues: agente, paciente, causa, receptor, destinatario, dirección y ubicación. Si bien algunas de estas funciones semánticas se encuentran también en los adjuntos, se considerarán sólo los casos en que aparezcan como argumentos (por ejemplo, la expresión de la ubicación es un argumento de un verbo como habitare pero es adjunto en gran cantidad de otros predicados).119

De las tres últimas funciones (destinatario, dirección y ubicación) no hemos registrado apariciones. En cuanto a las primeras, hallamos un claro predominio de las funciones semánticas de agente (50 sobre 96) y paciente (37 de 96), lo cual permite arribar a algunas interesantes conclusiones.

En primer lugar, se observa que en más de la mitad de las ocasiones, el fatum o los fata son concebidos como la entidad que pone en marcha la acción. En estos casos, se les atribuye el rasgo [+ animado], e incluso [+ humano], puesto que ejercen su voluntad de llevar a cabo la acción o producir el estado que expresa el verbo. Fatum con función de agente aparece en relación con los siguientes verbos:120 adduco, ago, concedo, defendo, do, eripio, exerceo, fero, iacio, indulgeo, infringo, invenio, mergo, obsto, ostendo, pareo, pono, posco, proficio, prospicio, repello, reservo, revolvo, servo, sino, supero, tollo, traho, urgeo, veto y voco. En su gran mayoría, se trata de “acciones” (por oposición a “procesos”, “posiciones” y “estados”121), es decir, predicaciones caracterizadas por la presencia de un control ejercido por el agente y de un dinamismo que denota el desarrollo de un proceso. Si se añaden aquí las ocurrencias del término con función semántica “causa” (es decir, la que desempeña la entidad que ejerce la acción, aun cuando no la controla), se obtiene un total de 53.

En segundo lugar, puede observarse que en casi un 40% de los casos, se conceptualiza a fatum como paciente, es decir, como la entidad que experimenta la acción denotada por el verbo. Las predicaciones que incluyen a fatum como paciente son aquellas que tienen como núcleo attollo, cano, condo, do, doceo, flecto, gemo, impono, libero, maneo, nescio, renarro, obliviscor, pono, posco, recenseo, rependo, rumpo, scio, sequor, sortior, utor, vinco y voco, o bien las predicaciones copulativas con verbo sum. En este grupo de predicados es notoria la presencia de verba dicendi y cognoscendi(cano, doceo, nescio, renarro, obliviscor, recenseo, scio, voco): el fatum es considerado en estas predicaciones como un texto que puede conocerse y luego transmitirse.

Si bien en el caso de fatum como paciente el vocablo puede asociarse a su etimología pasiva –es “lo dicho”, la palabra pronunciada–, la gran cantidad de empleos como agente y la presencia de la noción de control parecerían contradecirla: el texto del fatum aparece, en la mayoría de los casos, investido de voluntad y capacidad de acción. Ahora bien, una gran mayoría de apariciones de fatum como agente pertenece al discurso de los personajes. De las 70 ocurrencias en los niveles intra y metadiegético, 42 desempeñan esta función; los más altos porcentajes se registran en el discurso de los personajes, tanto humanos como divinos.122 Esto contrasta ampliamente con el nivel del narrador extradiegético, que atribuye la función de paciente en 15 de 26 ocasiones y sólo registra 8 ocurrencias con función agentiva.

¿Qué conclusión se puede derivar de estas observaciones? Se podría afirmar que el fatum es, ante todo, una entidad de naturaleza verbal, un discurso que puede ser enseñado o aprendido, conocido o ignorado, puesto que así lo define el narrador extradiegético que organiza el texto de Eneida. El fatum como disposición de los hechos futuros es el texto que la Musa transmite a la memoria del poeta, tanto en el inicio (1.8, Musa mihi causas memora) como en el segundo proemio del libro 7 (7.41, tu vatem, tu, diva, mone). Los personajes que mejor advierten esta noción de fatum son los sacerdotes inspirados, que acceden al conocimiento del porvenir a través de la divinatio y se erigen como portadores del saber acerca del futuro. Los dioses y los hombres, en cambio, partes afectadas por el proceder del fatum –recordemos que las divinidades no son de ningún modo neutrales, sino que ponen en juego su poder y tienen en la tierra sus ciudades favoritas– le atribuyen la responsabilidad de las acciones. Si algo sucede es porque los hados así lo determinan, así lo anuncian, así lo permiten; si algo resulta imposible, se debe a que se oponen o lo prohíben. Ciertamente, hubiera sido esperable constatar en el discurso de los dioses una mayor cantidad de apariciones del término con función de paciente, similar a lo que sucede en el nivel extradiegético, puesto que son los personajes con mayor conocimiento del hado y a los que se les atribuye en gran medida la responsabilidad en la concreción de sus designios. Incluso Júpiter, personaje al que, según hemos visto, muchísimos críticos consideran el administrador e incluso autor del fatum, lo conceptualiza como agente en 4 de las 6 oportunidades en que lo menciona como argumento de la predicación nuclear: la más perturbadora es, como se ha señalado repetidamente, la famosa sentencia fata viam invenient (10.113), que resulta incompatible, o al menos, discordante, con la idea de Júpiter como autor de los hados.