Carro de combate

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Aus der Reihe: Mayor
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MAÍZ


DATOS BÁSICOSProducto: maíz (Zea mays) es una especie de gramínea anual originaria de América e introducida en Europa en el siglo XVII. En algunos países latinoamericanos se lo conoce como «choclo». Producción mundial: es el cereal con el mayor volumen de producción a nivel mundial, superando incluso al trigo y al arroz.Principales países productores: las previsiones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) para la campaña 2019/2020 son de una producción mundial total de alrededor de 1.100 millones de toneladas, de las cuales más de un tercio, 381 millones de toneladas, corresponderán a los Estados Unidos. Le siguen China, Brasil, Argentina, la Unión Europea, Ucrania y México.Usos / productos en los que se encuentra: posee numerosos usos culinarios; destacan por su popularidad las tortillas mexicanas y las arepas colombianas y venezolanas. Está presente en la harina de maíz (polenta), variados snacks, granos de maíz enlatado, aceite de maíz, almidón de maíz, colorantes, jarabe de maíz. La hoja del maíz se utiliza para preparar humitas o tamales. También se puede utilizar con fines medicinales (como diurético, astringente o para combatir la hipertensión, entre otros usos), para fabricar tejidos o como base del etanol.

Introducción

El maíz ha sido la base de la alimentación de los pueblos nativos americanos y sigue siendo un alimento fundamental para todos los países del continente. Sin embargo, en Europa, donde se cultiva desde el siglo XVII, la producción se destina fundamentalmente a alimento para animales, especialmente los cerdos, así como para la producción de aceite comestible y de etanol. No extraña entonces que dos de las principales zonas productoras de maíz en el mundo sean también áreas de intensa ganadería: el Corn Belt estadounidense y el sudeste de Brasil. Y es también por ese motivo por lo que, si bien el maíz es el cereal que más se produce en el mundo, por encima del trigo o del arroz, no es el primero en consumo humano.

El maíz es un cultivo estival que se siembra en ambos hemisferios. Es un cereal de muy rápido crecimiento, pero que necesita una provisión abundante de insolación. Ese es el motivo principal por el que el maíz cultivado en el Corn Belt tiene una productividad mayor, gracias a que las noches de verano son muy cortas; lo mismo sucede en las zonas equinocciales latinoamericanas.

En España, el maíz nunca ha sido una base de la alimentación, si bien en las últimas décadas se ha generalizado el consumo de copos de maíz para el desayuno o de maíz dulce enlatado para la preparación de ensaladas y otros platos ligeros.

EL JARABE DE MAÍZ

El jarabe de maíz es un edulcorante líquido producido a partir del almidón o fécula de maíz. En los últimos años se ha extendido su uso como endulzante para bebidas y un número creciente de alimentos precocinados, incluidas las papillas para bebé. Su uso se expandió en Estados Unidos y después se ha generalizado en otros países, principalmente en países como Hungría, Canadá, Bélgica, Argentina, Japón y México.

De poco han servido hasta ahora las advertencias de varios estudios científicos que le atribuyen efectos sobre la salud más dañinos que los que provoca el azúcar. Un informe de las universidades de California y Oxford de 2012 (1) sostiene que las grandes cantidades de jarabe de maíz de alta fructosa que se encuentran en muchos alimentos en todo el mundo pueden explicar el aumento de la epidemia global de diabetes de tipo 2. Algunas investigaciones lo asocian también a la obesidad, la hipertensión y a daños en el hígado a largo plazo.

En los últimos años, se ha extendido rápidamente la siembra de semillas híbridas, que son comercializadas por las multinacionales del sector semillero. Como a menudo sucede con las semillas en el modelo del agronegocio, las semillas de maíz solo pueden utilizarse para una siembra, por lo que el agricultor está obligado a comprar nuevas semillas cada año.


EL SECTOR

Como sucede con el resto de las commodities, el precio del maíz lo marca el mercado internacional, muy influido a la baja por los fuertes subsidios al sector agrícola en Estados Unidos y en la Unión Europea. Esta distorsión de la competencia ha sido denunciada por los países del Sur, y principalmente por los que, como Brasil, se encuentran entre los principales productores y exportadores de maíz y de otros productos subsidiados en el Norte.

Pese a su mayor competitividad, los subsidios en Estados Unidos y Europa impiden a los productores del Sur global competir en pie de igualdad en el mercado global de commodities.

En Estados Unidos, el Acta Agrícola o Farm Bill de 2014, que estuvo en vigor durante cuatro años, supuso subsidios por el maíz por 40.300 millones de dólares; a esa Acta siguió la Farm Bill de 2018, que garantizó también generosas ayudas para los agricultores.

Algo parecido sucede con la agricultura europea, si bien en este caso es más difícil cuantificar las cantidades que se destinan a cada producto.

FALTA MAÍZ EN MÉXICO TRAS EL TLC

El país de las tortillas cada vez tiene que importar más maíz. Es la crónica de una muerte anunciada. Muchas voces alertaron de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente desde 1994, llevaría a la quiebra a muchos productores mexicanos, y no pocos intentaron frenar el acuerdo. No lo consiguieron, y salió adelante un acuerdo comercial que postulaba la progresiva liberalización del sector: la absoluta libertad para importar y exportar maíz llegaría, según lo marcado en el tratado, en 2008. Ocurrió lo previsible: el maíz estadounidense, generosamente subsidiado, inundó el mercado mexicano y con ello, incrementó la dependencia alimentaria del país. Entre 2005 y 2010, la tasa de incremento anual de las exportaciones de maíz blanco fue del 40%.

La agricultura maicera del país se desploma y es cada vez menos capaz de abastecer la demanda interna, aunque los pequeños campesinos no han abandonado el cultivo para el autoconsumo. En México, la economía del maíz ha dado un giro de 360 grados en el último cuarto de siglo. La producción de tortillas para el abastecimiento de las ciudades se ha convertido en un negocio industrializado y monopolizado por grandes corporaciones mexicanas y estadounidenses, como Cargill. Este modelo ha encontrado una gran resistencia entre los campesinos mexicanos.

En 2018, el gobierno mexicano, todavía en manos de Enrique Peña Nieto, comunicó su intención de imponer un gravamen sobre las importaciones de maíz y soja, que juntas suponen alrededor de 4.000 millones de dólares al año, en el caso de que el gobierno estadounidense, encabezado por Donald Trump, insistiera en sus políticas proteccionistas con nuevos aranceles. (2)

IMPACTOS AMBIENTALES: EL MAÍZ TRANSGÉNICO

Qué es el maíz transgénico

El uso para la alimentación del ganado y para la producción de etanol ha facilitado la generalización del maíz transgénico. La primera variedad fue el maíz RR (Roundup Ready), que, como en el caso de la soja, es un tipo de maíz transgénico resistente al glifosato, un herbicida que combate las malezas retardadoras del maíz en cultivos intensivos. Se comercializó por primera vez en 1996. En 2007, se anunció una nueva variedad resistente al virus del rayado fino del maíz, que sigue en fase de investigación.

Otra variedad frecuente es la Bt, manipulada genéticamente para producir un insecticida que ataca al gusano barrenador europeo. El problema, alerta Greenpeace, es que también perjudica a otros insectos que ayudan a controlar plagas, entre ellos la mariposa monarca. Esta toxina se acumula en los suelos de cultivo y, por ese motivo, podría afectar su fertilidad a largo plazo.

Impactos sociales

Como sucede con otros cultivos transgénicos, los efectos sobre la salud son objeto de controversia. No se han demostrado científicamente sus efectos perversos para la salud, si bien Greenpeace y otras organizaciones han denunciado que las grandes empresas del sector, como Monsanto (hoy Bayer), se han negado a hacer públicos algunos estudios. (3)

Lo que sí se ha comprobado son las consecuencias perversas que los cultivos transgénicos pueden tener para los agricultores, y no solo en los países del Sur, sino también en Estados Unidos, el principal productor mundial de maíz gracias a los subsidios a este cultivo y al impulso al maíz transgénico. En ese país, muchos pequeños productores se han endeudado para adquirir los costosos paquetes tecnológicos que implica el maíz transgénico; en algunas ocasiones, ni siquiera habían escogido libremente comprar semillas a Monsanto, sino que sus cultivos fueron contaminados de forma «accidental».

Al igual que ocurre con otros OGM, los herbicidas y plaguicidas a los que es resistente el maíz genéticamente modificado no solo son tóxicos para las malas hierbas y los insectos que provocan las plagas, sino también para otros organismos que cumplen importantes servicios ambientales, como es el caso de la mariposa corona y la crisopa. Greenpeace alerta además del peligro de contaminación genética de otras especies tradicionales y locales; algunas ya están en peligro de extinción. A ello se suman los efectos desconocidos o imprevisibles de la manipulación genética en el funcionamiento de ecosistemas complejos.

 

Sí parece haber evidencias de la contaminación del suelo por la toxina que libera el maíz Bt, que pueden tener efectos acumulativos y de largo plazo. También se han detectado residuos procedentes de cultivos de maíz transgénico en cursos de agua, donde la toxina Bt puede ser mortal para algunos insectos.

Los diversos riesgos sociales, ambientales y de salubridad están generalizando el rechazo de los OGM en muchos de los países productores. En Europa, tras la prohibición de Francia y Polonia, el Estado español es el único país de la Unión que dedica una cantidad significativa de suelo al maíz genéticamente modificado. (4) En 2016, los transgénicos en España suponían el 95% del total en la Unión Europea, en gran medida gracias a las 129.000 hectáreas de maíz transgénico de la Monsanto que se producía en suelo español.

¡OJO CON LA ETIQUETA!

En Europa, el uso de transgénicos en alimentación es legal pero tiene que figurar en las etiquetas. El Tratado de Libre Comercio (TTIP) que la Unión Europea quiso firmar con Estados Unidos, ahora en suspenso, puso en peligro este requerimiento.

LAS CLAVES

• El maíz es la base de la alimentación de los pueblos americanos y se ha generalizado en todo el mundo para alimentar el ganado.

• El cultivo de maíz transgénico se ha extendido pese a las advertencias de científicos y ecologistas sobre la pérdida de biodiversidad y el riesgo de contaminación de las especies tradicionales.

• Estados Unidos es el principal productor mundial, gracias a los generosos subsidios a los productores. En México, la firma de un tratado de libre comercio hace veinte años ha llevado a un gran incremento de las importaciones de maíz estadounidense y al declive del sector maicero en el país de las tortillas.

1- «El jarabe de maíz de alta fructosa podría estar detrás de la epidemia global de diabetes tipo 2»: http://www.20minutos.es/noticia/1661151/0/jarabe-maiz/fructosa/diabetes-tipo-2/

2- Véase: https://elpais.com/economia/2018/06/15/actualidad/1529016656_018528.html

3- http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/transgenicos/salud_medioambiente_notas.pdf

4- España se queda sola en el cultivo de transgénicos: http://www.eldiario.es/sociedad/espana-transgenicos-maiz-agricultura_0_255474771.html

CAFÉ



Introducción. Una breve historia del café

El café es un árbol bajo que da unos pequeños frutos rojos en cuyo interior se guarda el grano de café. La popular bebida que de esos granos se obtiene no solo es parte imprescindible en el desayuno o la sobremesa de muchos países del mundo, sino también un acto social para muchos pueblos. Es también un gran negocio. El café es la commodity agrícola más vendida y mueve anualmente 71.000 millones de dólares; de ese volumen, según datos de Fairtrade, 23.600 millones correspondieron a las exportaciones de café de los países productores. Si se considera el total que mueve la industria de las ventas de café en el mundo, la cifra se eleva a 200.000 millones de dólares; se calcula que, de esa cantidad, los caficultores apenas reciben entre un 6 y un 10%, (2) La mayor parte de la producción de café corresponde a pequeños productores: unos 25 millones de campesinos producen el 80% de café en el mundo. Además, según Fairtrade, el café da trabajo a otros 100 millones de personas en los países productores y supone hasta el 70% de las exportaciones, y la principal fuente de divisas, para algunos países.

En buena parte de África y América Latina, la historia socioeconómica reciente es, y sigue siendo, la historia del café. Esa historia comienza en Etiopía. Cuenta la leyenda que, en la antigua Abisinia, un pastor observó el efecto tonificante que unos pequeños frutos rojos tenían en sus cabras. En el siglo XVII, comenzó a llegar a Venecia, y después a Marsella, Londres, Ámsterdam. Ya en el siglo XVIII, los europeos llevan el café a las Antillas y las Guyanas, hasta llegar a Brasil.

Tres siglos después, el café sigue siendo una metáfora de la desigualdad social en el planeta. «El café beneficia mucho más a quienes lo consumen que a quienes lo producen. En los Estados Unidos y en Europa genera ingresos y empleos y moviliza grandes capitales; en América Latina, paga salarios de hambre y acentúa la deformación económica de los países puestos a su servicio», escribió Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina. La ecuación no ha variado desde que, en 1971, vio la luz por primera vez la célebre obra del escritor uruguayo: países en desarrollo africanos, latinoamericanos y asiáticos exportan café que procesan, distribuyen y comercializan grandes corporaciones del Norte.


EL SECTOR EN EL MUNDO

La desigualdad en la cadena de producción y distribución

La cadena de producción, distribución y comercialización del café es larga y compleja. Envuelve a productores, exportadores, comerciantes, importadores y tostadores. Pero el principal rasgo del mercado internacional del café es el desequilibrio entre los países productores y los consumidores. Los primeros se encargan de cultivar, cosechar y de una primera transformación para liberar el grano y separarlo del fruto; lo que de ahí se obtiene es el llamado «café verde»; a menudo, son los países consumidores los que proceden al tostado y envasado del producto. La distribución de los beneficios es profundamente desigual y reproduce la estructura neocolonial de la economía global: si se considera el total que mueve la industria de las ventas de café en el mundo, la cifra se eleva a 200.000 millones de dólares; se calcula que, de esa cantidad, los caficultores apenas reciben entre un 6 y un 10%. (3)

El problema de la desigual distribución de los beneficios es común a la mayor parte de los alimentos y materias primas; el café no es una excepción. Un informe de International Assessment of Agricultural Science and Technology for Development (IAASTD) (4) aporta la cifra: el café por el que se le paga 0,14 dólares a un productor en Uganda, costará 42 dólares en una cafetería inglesa. El precio se ha multiplicado por 300 y, según ese mismo estudio, el gran salto en el precio se produce en la fase de distribución (5): de dos dólares al salir de la fábrica, ya procesado, a más de 25 que cuesta en el supermercado.

UN NEGOCIO MUY LUCRATIVO

Por sus notables diferencias, las variedades arábiga y robusta cotizan como commodities diferentes: la arábiga está presente en la Bolsa de Nueva York; la robusta, en Londres. En términos globales, el café es la segunda commodity más importante, por detrás solo del petróleo. La especulación en los mercados a futuro ha venido a empeorar un problema que ya existía con el café: la inestabilidad de los precios es consustancial a este cultivo, porque es, sobre todo la variedad arábiga, muy sensible a las condiciones climatológicas y a las plagas.

Frente a la rapidez con la que se mueven los precios, los caficultores no pueden reaccionar con la misma presteza: el café es un árbol que tarda entre dos y cuatro años en comenzar a dar frutos, y una vez lo hace, garantiza la cosecha durante veinte años. Así que, ante una caída en los precios internacionales del café, el efecto inmediato no es una disminución de los cultivos, sino el empobrecimiento masivo de millones de familias campesinas, como pasó en varios países de América Latina, como Colombia y Perú, en los años 90.

La crisis del café

Esa situación de desigualdad, en detrimento de los productores, empeoró significativamente desde fines de los años 80, por dos causas fundamentales. La primera, y más importante, es que, por iniciativa de los Estados Unidos, en 1989 se abandonó el Acuerdo Internacional del Café (AIC), que desde 1962 daba estabilidad a los precios del café. En 1994 se aprobó un nuevo acuerdo que consagraba al libre mercado toda decisión sobre los precios del café. De la noche a la mañana, los precios internacionales que se pagaban a los agricultores se desplomaron. Paralelamente, innovaciones tecnológicas permitieron a las grandes empresas del sector comenzar a utilizar mezclas de café arábigo y robusta, que permitían utilizar la variedad robusta, mucho más rentable, sin que el sabor del producto final se resintiese demasiado.

El cafeto comprende decenas de variedades, pero dos son las más cultivadas y comercializadas: el café arábigo, originario de Etiopía, que representa el 70% de la producción mundial y que es el más extendido en América Latina; y el robusta, que se presume originario de África o Indonesia, y que tiene un precio más bajo.

Esta variedad es de mucha peor calidad, pero con las nuevas técnicas, se redujo la diferencia en el sabor. Así que, a partir de entonces, las grandes empresas del sector han disminuido sus costes, un abaratamiento que no se tradujo en los precios que pagan los consumidores finales, sino en los mayores beneficios de multinacionales como Nestlé y Sara Lee.

En 1994, la baja cosecha obtenida en Brasil posibilitó la entrada en el mercado de nuevos competidores. El Fondo Monetario Internacional (FMI) incentivó al gobierno vietnamita a subvencionar a sus caficultores; aunque era café robusta de muy baja calidad, las nuevas tecnologías permitían utilizarlo. En 2000, Vietnam se había convertido ya el segundo exportador mundial de café, y otros países asiáticos aumentaban también su participación en el sector, en detrimento de países latinoamericanos productores de café de mayor calidad, como Colombia.

LA GUERRA DE STARBUCKS EN ETIOPÍA

Etiopía es la cuna del café y, todavía hoy, uno de los mayores productores del mundo. Unos 15 millones de personas, la cuarta parte de los etíopes, viven de este «oro negro», que supone alrededor de la mitad de las exportaciones del país. A comienzos de la década de 2000, la espectacular caída de los precios del café viró en una tragedia económica para Etiopía. En esas condiciones, el gobierno etíope impulsó un programa en 2006 que pretendía ganar control sobre el comercio de su café y asegurar sus derechos sobre los nombres de sus variedades más conocidas: Sidamo, Harar y Yirgacheffe. Esto permitiría a los caficultores etíopes poner precios más altos a su café.

Starbucks dio la batalla: elevó una protesta y consiguió que la solicitud del país africano en la Oficina de Patentes y Marcas estadounidenses fuese denegada, para poder colocar esos nombres en sus productos sin pagar más a los productores. Unos meses después, y tras una intensa campaña de organizaciones como Intermón Oxfam, Starbucks terminó aceptando que Etiopía registrara las denominaciones de origen de sus mejores cafés.

 

Desde entonces, la estrategia de Starbucks ha puesto el énfasis en la responsabilidad social corporativa. Según la compañía, su objetivo es que el 100% del café tenga el sello de Fairtrade (6) y en 2012 aseguraban que ya poseía ese sello el 93% del café que sirven los establecimientos de esta cadena multinacional de cafeterías. Además, la compañía desarrolla programas de apoyo locales a agricultores y otorga créditos, si bien algunas voces críticas alertan sobre los riesgos del endeudamiento que los campesinos adquieren de esta forma.

Un sector oligopólico

En el Estado español, el mercado del café se lo reparten cuatro compañías: Nestlé España S.A. (27,6%), Sara Lee Southern Europe S.L. (18,3%), Nutrexpa S.A. (12,8%) y Kraft Foods Iberia S.L. (7%). Es decir, cuatro multinacionales controlan cerca del 65% del mercado nacional, según Euromonitor.

A nivel internacional, el café lo envasan, distribuyen y comercializan grandes corporaciones, en oposición al pequeño tamaño de los productores; esto es determinante en la desigual negociación de los precios. Por otro lado, destaca el papel definidor de la demanda de las grandes cadenas de cafeterías: Starbucks, la mayor cadena del mundo, está al frente, con 31.000 locales en 63 países.

LA CADENA DE PRODUCCIÓN: IMPACTOS DE LAS PLANTACIONES

Impactos socioambientales

Desde siempre, la historia del cultivo de café fue la historia de la esclavitud, y también de las resistencias, como la revuelta de 1791 en Santo Domingo. Siglo y medio después de la generalización de las leyes antiesclavistas, las condiciones de los trabajadores en los cafetales siguen siendo inaceptables. Las ONG y observadores internacionales han denunciado explotación laboral, represión del derecho de asociación y uso de mano de obra infantil en países como Kenia, Guatemala o Costa de Marfil.

Mientras las grandes corporaciones del sector logran beneficios record, la caída dramática del precio que obtienen los productores los ha colocado en una situación de quiebra: en algunos casos, no pueden ni siquiera cubrir el coste de la producción.

Así ha sucedido en Colombia, donde los campesinos han denunciado que muchos se ven forzados a sembrar hoja de coca, pese a las represivas políticas estatales de erradicación, porque es el único cultivo con el que sus pequeñas parcelas pueden subsistir.

En lo que respecta a su impacto sobre los ecosistemas, el cultivo de café no tiene por qué ser negativo, sino todo lo contrario: los tradicionales cultivos de café «a la sombra», así denominados porque conviven con árboles más altos, se caracterizan por su biodiversidad y la elevada presencia de aves migratorias. Son muy comunes, por ejemplo, en Indonesia. Muy distinto es el caso de los monocultivos de café o cultivos al sol, que suponen ya alrededor del 40% de los cultivos de café en América Latina.

El monocultivo suele ir asociado al abuso de pesticidas y herbicidas, pues una amplia cantidad de tierra dedicada a un solo cultivo expone al agricultor a mayores riesgos de plagas, lo que le obliga a usar más agroquímicos. Estos degradan los suelos y contaminan el agua. Además, como en todos los monocultivos, es frecuente que en los países empobrecidos del Sur global se devasten kilómetros de selvas y bosques para aumentar la extensión dedicada a los cultivos en los que se basan sus economías. Y esta dependencia, es necesario destacarlo, ha sido fomentada y recomendada por organismos multilaterales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Los pesticidas y fertilizantes tienen también peligrosos efectos para los agricultores que los aplican. Según un informe del Observatorio de Corporaciones Transnacionales de IDEAS (7), en Brasil es frecuente el uso de Baysiton de Bayer, que ha sido prohibido en algunos países por su toxicidad. En Brasil es legal, pero solo si se aplica bajo estrictas condiciones de seguridad, como uso de protectores corporales y mascarillas, a los que muchas veces los campesinos no tienen acceso en los cafetales.

El café descafeinado añade a estos efectos una mayor contaminación, puesto que a veces se usa cloruro de metileno para disolver la cafeína. Otro problema, que llega al final del ciclo de vida del producto, son los desechos. El café suele venderse en envases muy contaminantes, que contienen aluminio (bauxita). Además, cada vez más establecimientos venden café en vasos desechables, y, en los hogares, se ha disparado el consumo de café en cápsulas. La cadena Starbucks vuelve aquí a ser protagonista: ha sido una de las mayores responsables de que se extienda por todo el mundo el consumo de café en vasos descartables de un solo uso; con todo la empresa de matriz estadounidense se vanagloria, tanto en su página web como en los establecimientos, de una preocupación por la sustentabilidad que se concreta en pequeñas acciones como utilizar los posos del café para hacer compost o reemplazar los vasos de papel por otros reutilizables o tazas de loza: es decir, plantean una supuesta solución al problema que ellos mismos crearon. Un caso ejemplar del llamado greenwashing o lavado verde.

LOS CAFICULTORES COLOMBIANOS, EN RESISTENCIA

En Colombia, hace años que el campesinado se enfrenta a condiciones muy difíciles para su supervivencia. La desigualdad en la tenencia de la tierra, los tratados de libre comercio, las políticas estatales que promueven los grandes monocultivos en detrimento de la producción de alimentos para el consumo local, así como el contexto de violencia endémica desde grupos paramilitares que gozan de la connivencia de las elites políticas y económicas a las guerrillas, pasando por los carteles del narcotráfico, le ponen las cosas muy difícil a un amplio sector de la población que quiere seguir viviendo de cultivar alimentos, y entre ellos, el café. No son en absoluto pasivos, y prueba de ello son los persistentes paros agrarios.

Los problemas son de fondo: los pequeños agricultores no consiguen ni siquiera sobrevivir de su trabajo. El alto precio de los insumos, la variabilidad de los precios y el asedio de proyectos extractivos, desde la agroindustria a la megaminería o las grandes represas, reducen cada vez más las posibilidades de comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes de acceder a la tierra. Por todo ello, muchos campesinos se refugiaron en el cultivo de hoja de coca, convertida en el último cultivo rentable para los pequeños agricultores, pero expuesta a las fumigaciones con glifosato que imponen las políticas de erradicación; glifosato que, por cierto, afecta por igual a cultivos legales.

Colombia fue uno de los países más azotados por la crisis internacional del café. Cuando los precios están bajos, los caficultores apenas consiguen cubrir el coste de los insumos. La producción ha caído en picado, de casi un millón de toneladas a principios de los años 90 a 760.000 toneladas de 2017, según la FAO. En las cifras macroeconómicas, ese descenso se ve compensado por el aumento de las exportaciones mineras o las ganancias que genera la palma aceitera; pero estos sectores son mucho menos intensivos en mano de obra, así que la debacle del café aboca a la miseria a miles de campesinos.

En Colombia la amplia mayoría de los productores de café son pequeños propietarios, con fincas de cinco hectáreas o menos, que, aunque plantan otras especies en sus cultivos de «café a la sombra», dependen de este para subsistir. No es de extrañar entonces que los cafeteros sean uno de los sectores más activos en el resurgimiento del movimiento campesino que viven regiones colombianas como el Eje Cafetero, el Cauca o el Putumayo. Los problemas llegaron antes al café, por tratarse de una commodity que cotiza en los mercados internacionales; con la firma en 2011 del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, los problemas para el campo se ampliaron a otros cultivos, como la patata. Un año después llegó la firma del acuerdo comercial con la Unión Europea.

EFECTOS EN LA SALUD DEL CONSUMO DEL CAFÉ

Los efectos del café, muchas veces demonizado, otras veces todo lo contrario, han sido objeto de controversia. Aquí, como tantas veces en el mundo de la nutrición, los estudios científicos pueden ser contradictorios; conviene fijarse en quién financió la investigación. Pero de algunas cosas no hay duda: para bien y para mal, el café contiene cafeína, que tiene efectos estimulantes. Esto hace la bebida poco adecuada para personas con problemas de nerviosismo, insomnio o hipertensión, y obliga al resto a consumir con moderación (se suele recomendar no exceder de tres o cuatro tazas por día). Además, el café es difícil de digerir y produce deshidratación.

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