De la escuela nueva al constructivismo

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Como recuerda el título de la película comercial de hace algunos años, cada vez se hacen más frecuentes los matrimonios donde los hijos provienen del primer hogar de la madre, del primer hogar del padre y del nuevo hogar formado, algo así como “Los tuyos, los míos y los nuestros”.

El debilitamiento de la mediación cultural

El hombre sólo se completa como ser plenamente

humano por y en la cultura

(Morin, 2000)

La desintegración familiar, la televisión, la llamada “comida chatarra” y la vinculación de la mujer al trabajo, han disminuído sensiblemente los tiempos de comunicación en el hogar. En Estados Unidos y Europa las familias con hijos han decrecido y se estima que los padres pasan un 40% menos de tiempo con sus hijos de lo que lo hacían hace treinta años. El propio Presidente Jimmy Carter se escandalizó cuando los estudios solicitados le indicaron que el padre norteamericano se comunicaba en promedio apenas 39 segundos al día con cada hijo. Tiempo apenas suficiente para su saludo y el requerimiento económico diario.

La ausencia de comunicación ha venido generando uno de los mayores problemas a mediano plazo para la cultura al mandar al mundo una población que carece del apoyo y la orientación necesarias en los períodos de formación. Se estima que en Estados Unidos dos millones de niños menores de trece años quedan sin el apoyo de los padres antes y después de su viaje diario a la escuela y esto se agrava por la creciente tendencia mundial a generar hijos en hogares en los que está ausente el padre.

Hijos que se formarán en hogares destruídos, algunos sin siquiera conocer a su padre, criados con padres diferentes al cual fueron gestados, sin participación de los vecinos, sin familia extensa y sin hermanos; que tendrán tiempos de comunicación cada vez más pequeños con sus padres, porque su madre se encuentra laborando en jornadas superiores a las de los propios hombres. Hijos abandonados por la cultura a la suerte, a la angustia y al abandono.

Hijos con un agudo déficit de socialización, sin la presencia de la madre en el hogar; sin abuelos, tíos ni primos porque el tiempo ni el tamaño de las ciudades lo permite; sin hermanos, sin sobremesa familiar y que en la mayor parte de los casos no pueden siquiera salir a la calle, porque las condiciones de seguridad lo impiden. Hijos de una cultura que ha reivindicado a la madre, que ha favorecido su activa participación en la vida económica y social, que ha reivindicado el derecho de sus padres a disolver sus uniones; pero que ha dejado de pensar en el mundo que le brinda a sus miembros menores.

Como afirma Morin (2000), el hombre sólo se completa como tal, por y en la cultura. A diferencia del resto de animales, somos seres esencialmente culturales; seres que dependemos de otros para actuar, pensar, hablar y existir. Y es esta relación la que humaniza al hombre, en la sabia expresión de Merani.

En tanto seres culturales, podemos pararnos sobre los gigantes que nos predecedieron, podemos partir de ellos, de todo el acumulado de historia humana, sin tener que volver a inventar el agua tibia o a descubrir lo descubierto.

Por ello, la disminución de la mediación cultural significa la condena de los individuos a sus propias, particulares y singulares experiencias, como solía afirmarlo Feuerstein(1990); negándoles lo conocido, lo interpretado, lo valorado y lo practicado por la cultura humana y conduciéndolos a la deprivación cultural. Proceso que, como señala la Teoría de la Modificabilidad Cognitiva, conduce al debilitamiento de las funciones cognitivas y de la inteligencia emocional de quien lo padece y que lo excluye de las modificaciones estructurales cognitivas o afectivas; es decir, del desarrollo de lo humano del hombre, de su desarrollo como hombre.


La crisis del socialismo y la naciente sociedad del conocimiento

En el terreno político, trascendentales cambios alteran la estructura misma de los Estados. De un lado la disolución y prácticamente desaparición de los estados socialistas21, que cumplieron un rol de primer orden en lo que tiene que ver con la historia del siglo pasado. El socialismo desaparece a fin del siglo XX, pese a ser un modelo teórico que dominó por completo las ciencias sociales durante el siglo XX, orientó los destinos de más de la mitad de la población mundial y llegó a tener en la mayor parte de países capitalistas una significativa presencia en la vida política y social, a través de su


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influencia ideológica y de su impacto en las estructuras partidistas y los movimientos sindicales. La historia cambió por completo con la disolución de la URRS, Checoslovaquia y Yugoslavia; con la absorción de la República Democrática Alemana por parte de Alemania Occidental, y por la adopción de los mecanismos y sistemas económicos, políticos y sociales propios del capitalismo, en prácticamente todos los países de Europa, África y Asia.

La ideología más influyente y explicativa del siglo XX, fue abandonada en cuestión de años, meses y semanas; y con ella se derrumbó el estado socialista, con su central papel en la dirección económica, política e ideológica de la sociedad.

El socialismo cumplió un papel esencial en el crecimiento económico y el de­sa­rrollo humano de sus habitantes durante una parte significativa del siglo pasado –aproximadamente hasta 197023–. Favoreciendo la industrialización y el crecimiento económico, disminuyó los niveles de pobreza, elevó significa­tivamente los índices de desarrollo humano mediante inversiones significativas en salud y educación; y posible y paradójicamente, su impacto fue aún mayor en el mundo capitalista industrializado. Es así como la concepción del Estado benefactor y las poderosas organizaciones sindicales no hubiesen sido posibles en occidente sin la presencia y existencia del bloque de países socialistas. Aún así, no se adaptó –no podía hacerlo– a la dinámica económica de fin de siglo a nivel mundial. No pudo responder a una época que demandaba crecientemente globalización y flexibilidad. Es así como la URSS pasó de una tasa de crecimiento anual promedio del 10% en los años cincuenta, a una del 7% en los sesenta, 5% en los setenta, 2% en los ochenta y negativa en los inicios de la década del noventa (Banco Mundial, 1997). Algo similar ocurrió en las restantes 27 naciones que de manera traumática –con la excepción de China– han transitado en lapsos excesivamente breves de una economía totalmente controlada y planificada a una economía libre, corrupta, gansteril e inestable24. Proceso que hasta el momento ha generado hiperinflación, caídas sensibles de la producción25, aguda crisis política, corrupción, barbarismo y aumentos en los niveles de pobreza y desigualdad de la población; proceso especialmente dramático y triste el de la propia ex Unión soviética, donde las mafias, la corrupción y el saqueo del Estado han sido el pan diario y donde los retrocesos en el nivel de vida muestran lo dramático de los procesos sociales cuando no tienen la gradualidad y la intervención estatal necesaria.

La desaparición del socialismo aún no ha logrado explicarse claramente y de manera científica. Pero con seguridad en su destrucción fueron esenciales los cambios de los que hemos venido hablando. El socialismo subvaloró al pensamiento y, en consecuencia, limitó sus expresiones y su desarrollo. Coartó las libertades de pensamiento, prensa y organización; y restringió significa­tiva­mente las libertades políticas al creer que podía considerar como libertades “burguesas’’ a las conquistas de la historia humana. El socialismo desconoció así dos características esenciales de la naturaleza humana: la libertad de pensamiento y el derecho a la individualidad.

Cuando Stalin detuvo a 5 millones de militantes comunistas, cuando asesinó a 500.000 de ellos o cuando detuvo al 90% del Comité Central, estaba desconociendo la libertad de pensamiento; y para ello se soportaba en la concepción de partido único; de arte, ciencia y divulgación controladas por el Estado, en la postura de la simbiosis entre el Estado y el Partido que Vladimir Ilich Lenin había gestado años atrás. Al anular la libertad de pensamiento, organización, movilización, creación y divulgación, el marxismo-leninismo condujo también a la anulación de la individualidad.

Por otra parte, el socialismo enfrentó la globalización y la flexibilidad propias del mundo actual. No comprendió los cambios que la época exigía. Consolidó gigantescas empresas e instituciones, en un mundo que aceleradamente se diversificaba y flexibilizaba. Limitó y controló el pensamiento en un mundo que tiende a reivindicarlo como activo cada vez más valioso; atropelló al individuo, en un mundo que se desmasificó. Y como décadas atrás previó Djilas, conformó una nueva clase que se apoderó y nutrió del Estado, creó la llamada “nueva clase’’ y el aislamiento, la rigidez, la masificación, la endogamia, el control del pensamiento y la inflexibilidad explotaron; tenían que hacerlo en una sociedad en la que el conocimiento tiende a ser el activo más valioso y en la que las instituciones y la economía adquieren un inusitado dinamismo gracias a la flexibilidad creciente de estructuras y productos.

Aun así, debe insistirse, que la crisis del socialismo, de ninguna manera podría entenderse como el fin de la historia o la claudicación en la lucha por un mundo más justo, más democrático, más participativo, más equitativo y más humano. Utopía social que seguirá vigente, pero haciéndola compatible con la democracia, la defensa de la libertad para pensar, hablar, comunicar y disentir y de los sistemas de economía mixta.

 

Alguien decía que un pesimista era un optimista con experiencia, puede incluso que tenga razón. Pero con seguridad el mundo lo han construido los optimistas. Los que pensaron diferente y creyeron en sus pensamientos. Los que no se conformaron con las explicaciones de sus profesores ni de los libros. Los que se arriesgaron a desafiar la cultura. Los que vieron el mundo redondo cuando todos lo veían plano. Los que vieron que el moho consumía las bacterias y cambiaron de preguntas, no de bacterias. Los que hicieron cien bombillas antes de que una diera luz. Los que entienden que el mayor invento del milenio fue el tornillo y no el computador. Los que saben que los inventos no responden a una pregunta, sino que una vez creado se generan múltiples preguntas. El optimismo puede estar equivocado, pero hace más grato vivir.

El mundo actual exige que florezcan nuevas utopías: el sueño por un mundo más justo y humano, sigue vigente. El verdadero problema –como afirma Hobsbawm– no es ambicionar un mundo mejor, sino creer en la utopía de un mundo perfecto.

La flexibilidad en la esfera política y social

Por su parte, los estados capitalistas no están sujetos a menor nivel de variación. La teoría del estado benefactor, gestada por Keynes como medida para enfrentar las crisis periódicas del sistema y que logró un nivel generalizado de aceptación e implantación a partir de los años treinta en los países capitalistas del mundo; ha sido virtualmente abandonada en la mayor parte de países industrializados y subdesarrollados. Y ha sido sustituida por las leyes insensibles e inequitativas del mercado, del dejad hacer y dejad pasar. Leyes que indudablemente aumentan el crecimiento económico, pero no el desarrollo humano. Y, ¿de qué sirve la economía si es hecha a costa del nivel de vida, de salud y de educación de un pueblo?

Flexibilidad en la política económica que ha producido los aterradores niveles de concentración; y que, a pesar de aumentar lo producido, no aumenta lo consumido para amplias capas de la población.

En el terreno político, la corrupción ha carcomido miles de millones de dólares transferidos del sector privado al sector público en el mundo entero, pero con especial avaricia en el Tercer Mundo. Los cargos públicos se buscan y pelean para garantizar beneficios personales, constituyendo a la profesión de político en una de las más rentable de la actualidad, incomparable incluso con profesiones claramente delictivas. Verdaderas mafias sustraen a diario el erario público ante la vista y el silencio que demanda la estructura de mafia que se esconde detrás de gigantescas organizaciones y empresas gubernamentales. Los bienes públicos son saqueados sin que la sociedad civil pueda responder y sin que los organismos de control puedan actuar ante el terror y la amenaza de ladrones de “cuello blanco’’ que se han incrustado en las instituciones gubernamentales. En estas condiciones, las industrias estatales y los servicios públicos tienden indiscriminadamente a privatizarse; los impuestos directos a disminuír, la masiva participación del sector público en la economía a desaparecer.

Las iglesias tradicionales se debilitan y son sustituidas por nuevos movimientos más flexibles y contemporáneos. El movimiento carismático, el protestantismo y el Islam se amplían crecientemente por el mundo a costa de una Iglesia Católica cada vez más debilitada. Los conventos y seminarios católicos permanecen prácticamente desocupados, al tiempo que las sectas se hacen dominantes. Y esto es así, ya que las nuevas iglesias han entendido que a los individuos hay que darles un papel más protagónico y los invitan a hablar, cantar, a reflexionar, a compartir grupalmente, le buscan empleo y les aconsejan familiar y laboralmente. Esto no hubiera sido posible hace veinte o treinta años.

Los partidos políticos tradicionales se debilitan y aparecen movimientos individuales y flexibles que les disputan crecientemente el poder.

Perú fue gobernada durante una década completa por un individuo prác­ticamente desconocido quien estableció una dictadura corrupta anulando todos los partidos y movimientos sociales26. En Venezuela, la elección se realizó entre una exreina universal de la belleza y un exgolpista, quien a la postre resultó un apabullante ganador. En México, es derrotado por primera vez en los últimos ochenta años el histórico partido del P.R.I y el movimiento guerrillero zapatista marchó a ciudad de México y colmó su plaza central abarrotada de seguidores, curiosos y simpatizantes, para escuchar al filósofo y subcomandante Marcos leer poemas a la paz, el amor y la reivindicación de los derechos indígenas.

En las Universidades norteamericanas los movimientos pacifistas y de izquierda dominantes en los años sesenta, han sido sustituídos por el movimiento de lo “políticamente correcto’’. Movimiento que protege radicalmente las minorías y los derechos humanos de los sectores tradicionalmente marginados.

Hong Kong ubicado por todos los analistas económicos como el país más libre del globo, pasó a partir de 1997, a ser nuevamente parte integral de la República China27. Lo irónico del caso es que después de ciento cincuenta años de dominio inglés, Hong Kong haga parte integral de la China, uno de los dos países que aun se denominan como “socialistas’’ y uno de los que menos respetan las libertades políticas; y que China se haya comprometido ante la comunidad internacional a mantener las libertades económicas. Tanto la integración del país más libre del sistema capitalista a la China comunista, como la promesa de respetar las amplias libertades por parte de la dirigencia comunista, resultarían totalmente impensables hace tan sólo quince años.

El mundo está cambiando a un ritmo superior al estimado por los propios prospectivistas.

2. La individualización

El maestro Takehuschi iniciaba hace unos años una conferencia en el auditorio de la Universidad Nacional de Colombia, diciendo que un matemático colombiano era mejor que un matemático japonés. Ante el asombro y el murmullo del auditorio, el maestro continuó. Un matemático colombiano es mejor que uno japonés, pero dos matemáticos colombianos no tienen nada que hacer frente a dos matemáticos japoneses y cinco matemáticos colombianos difícilmente pueden trabajar colectivamente por espacio de algunos minutos. Lo más probable es que terminen peleados o en una “rumba”.

No sabemos trabajar en grupo, nunca lo hemos sabido. Pero este problema propio de algunas culturas como la latina, se está generalizando en el mundo con la honrosa excepción del mundo oriental. El mundo occidental cada vez se individualiza más.

Es indudable el enorme peso que adquiere el individuo en la coyuntura histórica: los medios de comunicación, las iglesias, los partidos políticos y las familias se individualizan cada día más y de manera preocupantemente acelerada. El siglo XXI nace con individuos aislados, poderosos y solitarios.

Contribuyendo a este proceso de individualización creciente, los medios de comunicación se desmasifican. La red, la televisión por cable y el V.H.S, permiten que los individuos vean las películas que desean, a la hora que quieran, a la velocidad personal y con las personas de su interés. La fibra óptica, el satélite y el cable permiten hoy en día el acceso a un ilimitado nivel de canales y películas, para atender el interés personal. Las revistas y los periódicos se especializan, la educación se individualiza, la Constitución se personaliza y comienza a hablar del libre desarrollo de la personalidad.

Cualquier caso de la reciente legislación colombiana de la tutela generada por la Constitución de 1991, serían indicadores suficientes del creciente peso del individuo en materia jurídica. Indudablemente la tutela se constituye en un importante instrumento en defensa de los derechos individuales; sin embargo, resulta esencial resolver la pregunta de ¿hasta dónde se afectan los derechos colectivos? De esta manera los colegios han tenido que mantener a estudiantes vagos e irresponsables, que maltratan a compañeros y profesores o que “envenenan’’ con droga a niños menores. Lo tienen que hacer para defender su “sagrado derecho a la educación’’. Y, ¿dónde queda el derecho de los demás? ¿Dónde queda el derecho colectivo a no ser agredido y a estudiar en un ambiente sano?

Naisbitt y Aburdene (1992) argumentan que los computadores, los teléfonos celulares, la electrónica, el video y los fax, hacen individuos poderosos. Poderosos, sí... pero también aislados. Basta ver a un joven escuchando walkman o jugando “marcianitos”, su imposibilidad para escuchar a los demás o de siquiera compartir su placer; o a un ejecutivo con su celular a quien su tiempo familiar y sus espacios libres se le diluyen y contraen al servicio de la utilidad y el interés económico empresarial. La cultura de las hamburguesas y la comida chatarra, han liberado a la mujer de la rutina del hogar, pero también han reducido la posibilidad familiar de poder compartir espacios tan importantes como el almuerzo y la sobremesa. Estos espacios, en las familias anteriores servían para ejercer el hermoso arte que llamaba don Cornelio Buenaventura de la “conversadera” y que su hijo Nicolás en un lenguaje más coloquial lo denomina como “la importancia de hablar mierda” (Buenaventura, 1993).

En los Estados Unidos –y con seguridad también es válido en cualquier edificio de apartamentos latinoamericanos– sólo una de cuatro familias conoce a sus vecinos; por ello no es de extrañar que sin padres, sin vecinos o sin grupos, sean la cultura de mayor consumo de drogas del mundo.

La excepción: la cultura oriental

Frente a este creciente peso del individuo en lo económico, en los político y en lo social, propio de occidente; sigue siendo visible de múltiples maneras en las culturas orientales la presencia e importancia de lo colectivo. Así, un empleado japonés cuando se presenta, no entregará una tarjeta personal –como es lo acostumbrado en occidente– sino una tarjeta que subraya la empresa a la que se haya vinculado y el cargo que ocupa. De esta manera se reivindica la vinculación a un conglomerado y a un grupo de personas, por encima de sus características personales. Teniendo en cuenta los factores señalados por Ausubel en el desarrollo de la personalidad28, diríamos que priman los factores asociativos, la necesidad de vincularse con los otros, de actuar para y con ellos; característica bien distante de la significativa tendencia a reconocer y privilegiar al individuo y los valores pragmáticos en la sociedad contemporánea occidental.

En el hogar japonés se encuentran características similares que reivindican lo grupal. Mientras que en Japón, en 9 de cada 10 hogares conviven los dos padres, en EE.UU. tan sólo lo logran tres de cada diez (Goleman, 1996).

En Japón, la madre acompaña y dirige al menor en la difícil tarea de adquirir los rudimentos de la lectura y la escritura en un lenguaje que cuenta con cinco mil signos, tarea que, en conjunto con la escuela, será culminada a nivel básico sólo hasta el quinto grado. Los niños asisten de manera generalizada al jardín (90%); y aún así, el apoyo y orientación maternal seguirá siendo esencial hasta que el niño cumpla los diez años.

Este acentuado peso de lo social y lo grupal es propio de toda la cultura oriental y miles de expresiones se podrían encontrar también en indicadores económicos o sociales. Veamos algunos de ellos.

La vinculación laboral siempre ha sido considerada más estable en el Japón que en occidente, pues la rotación de trabajadores es significativamente baja en Japón29. Esta vinculación a más largo tiempo aumenta los sentimientos de pertenencia y el compromiso de los trabajadores, disminuyendo los tiempos de producción y aumentando la calidad de los productos30. El japonés trabaja en equipo, hace muchas más sugerencias, tiene menos niveles jerárquicos de supervisión, recibe más entrenamiento y registra menor ausentismo. En consecuencia, la calidad de los productos elaborados es mayor pasando casi a cero las correcciones por defectos de fabricación en los autos frente al 25% de las factorías norteamericanas y europeas (House, 1995).

Siguiendo el ejemplo oriental, el individualismo creciente es por lo tanto uno de los principales aspectos que tendrá que enfrentar la escuela si en realidad quiere favorecer un enfoque vigotskiano que acentúe fundamentalmente lo social, lo grupal y la capacidad del maestro, para impulsar y promover a los demás. Y hoy en día esto implica enfrentarse al destino mismo de la historia.

 

C. La naciente sociedad del conocimiento

Pero el cambio más grande que estamos viviendo en la actualidad, lo constituye la preponderancia que el conocimiento ha adquirido.

Hoy en día es significativa y creciente la valoración del pensamiento y la creatividad y la conversión de éstos en factores de la producción contemporánea. El valor está dado crecientemente por el componente de conocimiento y de ideas involucradas en los productos, y no por su cantidad de materias primas incorporada o por la mano de obra de rutina utilizada. El conocimiento se convierte en la mercancía de mayor circulación en el mundo.

En algunas Universidades norteamericanas se encuentra la cátedra de gestión del conocimiento y en las compañías de selección de ejecutivos se empiezan a ver ofertas de empleo para este cargo específico.

Se compra conocimiento cuando se adquiere una droga: en ella el conocimiento está condensado. El valor, por ejemplo, de una aspirina es casi exclusivamente generado por el conocimiento, en tanto la materia prima involucrada es ínfima. Se contrata conocimiento cuando se vincula a un trabajador a una empresa contemporánea y cuando se solicita una asesoría, una conferencia o un diseño, se pagan los conocimientos y las habilidades. Se compra conocimiento cuando se adquiere un software. La tecnología es conocimiento convertido en objetos, conocimiento incrustado. El conocimiento se torna así en el factor esencial de la producción contemporánea, en el motor del desarrollo y en fuente de riqueza y poder.

Esta transformación en las fuentes de poder altera todos los espacios de la vida humana, hasta los secretos y reservados mundos de las fuerzas especiales de seguridad de las naciones. Es así como hasta hace poco el poderío militar seguía siendo una prolongación de la imposición por la fuerza. En la actualidad, se basa casi por completo en la información sistematizada. Desde los satélites hasta los submarinos, las bombas inteligentes o los aviones fantasmas, las armas modernas son fabricadas a base de componentes electrónicos repletos de información. Los aviones de combate actuales son ordenadores volantes. Hoy en día, la lógica, la deducción y la epistemología son la condición previa para el poderío militar ( Toffler, 1994).

Trabajos fundamentales: analistas simbólicos y servicios

Los significativos cambios económicos, sociales y políticos descritos, modifican la actividad y el empleo de las personas. Hoy en día la gente trabajadora se dedica a hacer cosas diferentes a las que se dedicaba hace treinta o cuarenta años. La fuerza de trabajo vinculada a la explotación agrícola, a la pesca y a la minería en los Estados Unidos, apenas representa un 3% de la población trabajadora, un 5% en Alemania y un 2 % en Reino Unido. Esto significa que de cada cien trabajadores no más de cinco están dedicados en Alemania, Reino Unido y Estados Unidos al cultivo de la tierra31. Y esta participación debe tender a bajar ante la generalización de la biotecnología y la sistematización creciente del agro, hasta tal punto que no sería extraño que en el futuro caminemos con nuestros nietos y les digamos, ante su asombro, que antiguamente las tierras se usaban como centros de producción. Cultivos que crecientemente se realizarán en laboratorios y que generarán una nueva clase de agricultura más vinculada con los sistemas que con el cultivo de la tierra.

El porcentaje de trabajadores empleados en las naciones industrializadas en procesos de fabricación ha descendido durante los últimos veinte años y se estimaba que para el año 2000, en ninguna de estas naciones, los trabajadores que hacen y mueven bienes constituirían un 15% de la fuerza laboral.

Actualmente, en los Estados Unidos sólo el 9% de la población total vinculada al trabajo fabrica objetos, los 65 millones de trabajadores restantes suministran servicios y manipulan símbolos. (Toffler, 1985, p. 185 )32.

Basta realizar una simple operación aritmética sencilla para precisar las dimensiones del cambio que estamos presenciando. Si en Estados Unidos, solamente un 3% de la población se dedica al cultivo agrícola y un 9% a la transformación de materias primas en manufacturas, entonces ¿a qué se dedica el restante 88% de la población? Esencialmente a dos cosas: a trabajar sirviéndole a otra población y a producir conocimiento.

Reich (1993) distingue tres tipos de trabajadores: los rutinarios, los de servicios y los analistas simbólicos.

Los trabajadores rutinarios son aquellos que realizan tareas esencialmente mecánicas y repetitivas, asociadas frecuentemente con tareas manuales, pero que también podrían incluir empleos de supervisión rutinaria. El trabajo rutinario se desarrolla por lo general en el proceso de transformación de materias primas en productos y estos procesos se adelantan de manera estandarizada y homogénea. Estas actividades han sido dominantes en el sector manufacturero, pero también se pueden encontrar en diversos sectores económicos de tecnología avanzada como el de la informática. Es así como miles de operarios ingresan, de manera rutinaria, información disponible en los bancos mundiales de conocimiento. Para cumplir a cabalidad estas funciones resulta esencial su cumplimiento, su obediencia, su lealtad y su capacidad de trabajo rutinario, tareas a las cuales la escuela tradicional asignó el mayor énfasis posible.

Los trabajadores de servicios no laboran con materias primas ni con objetos; su esencia consiste en atender personas. También comprenden miles de tareas simples, repetitivas y mecánicas, pero proporcionadas de persona a persona. Su trabajo es selectivo ya que no cubre a toda la población sino al sector que “demanda’’ los servicios de atención, a quienes demandan transacciones bancarias, educación, transporte o en general atención personal. Un empleado bancario en una oficina, una aereomoza en un avión, un conductor de vehículo público o un vendedor, son ejemplos frecuentes de trabajadores de servicios, para los cuales lo prioritario es la satisfacción y el agrado del cliente. De esta manera, a las características de la puntualidad, la obediencia y la rutinización, propias de los trabajadores rutinarios, deben añadir una que se vuelve en este caso esencial: la afabilidad en el trato, la sonrisa y las buenas maneras en la atención de las personas.

Los trabajos analíticos-simbólicos claramente se demandan en una sociedad intensiva en conocimiento en la que la riqueza de un país depende de las capacidades y destrezas de su población; sociedad y estructura económica que demandan análisis simbólico para identificar y resolver los problemas que surgen en una estructura económica globalizada, articulada en redes empresariales y desmasificada.

Las nuevas redes empresariales actúan en un espacio económico crecientemente flexible y cambiante y tienen que dar respuesta a las nuevas exigencias; tienen que adecuarse para una producción individualizada y por ello, requieren una estructura fluida y de alta capacidad adaptativa. Por ello las habilidades esenciales que deben tener estas nuevas estructuras son las de identificación y solución de los problemas que demanda la producción, habilidades para ayudar a identificar las necesidades de los consumidores e intermediación estratégica (Reich, 1993).

Se requiere habilidad para identificar y resolver problemas nuevos y cambiantes que demanda un mundo crecientemente individualizado y flexible. Problemas que no estaban presentes en la producción masificada y estandarizada donde la utilidad dependía esencialmente de las economías de escala y, en consecuencia, se garantizaba generando altos volúmenes de producción.

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