En mi principio está mi fin

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El tema del cambio

No está muy recalcado, pero lo señalo por la relación con otras obras. Aparece dos veces la idea de nuestro cambio continuo:

Lucasta.- “Creo que estoy cambiando

Que he cambiado muchísimo en las dos horas últimas.

Colby.- También yo, me parece,

Más quizás eso que llamamos cambio...

Lucasta.- Sea llegar a comprender mejor

Lo que uno es en realidad.

Y tal vez, la razón de que eso ocurra...

Colby.- Es que se ha comenzado a comprender a otro.” (Act. II)

.............

Lucasta.- “Le digo adiós ahora

Al Colby que Lucasta conocía

Desde entonces los dos hemos cambiado:

Siempre estamos cambiando, como tú me decías.”

Es decir cambio continuo. El cambio, sin embargo, es superficial, esencialmente somos los mismos, sino que penetramos más lo que somos, nos conocemos mejor. Y eso se realiza por la comprensión de la comunidad.

LA TIERRA BALDIA

Día 20 de febrero. 1966

Durante toda la semana he estado releyendo el poema en la traducción de J. M. Aguirre2, que cada vez me gusta más. Lástima no poseer el original.

Voy analizando y comentando los temas de cada parte, lo cual resulta mucho más rápido.

I.- El entierro de los muertos. El tema de la muerte, de la irrealidad

Según Aguirre, lo central del poema es la idea de la esterilidad. Eliot afirma la irrealidad de lo que se considera real.

Lo que hay es “un soplo de vida”, que abriga el invierno “con nieve olvidadiza” y nutre con “tubérculos secos”. En la tierra baldía no hay conciencia, sino olvido, hay muerte; “tierra muerta”, “árbol muerto” que “no da sombra”; las multitudes que circulan por el Puente de Londres, son hombres muertos: “La multitud fluía por el Puente de Londres, tantos. No había yo pensado que la muerte hubiera deshecho a tantos. Suspiros breves, infrecuentes, eran exhalados. Y cada hombre iba con los ojos fijos en el suelo”.

Bella pintura de la irrealidad de cualquier ciudad moderna. La campana da un sonido muerto: “con un muerto sonido en la campanada final de las nueve”. Y los hombres son cadáveres: “¿Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín, habrá comenzado ya a germinar? ¿Florecerá este año? ¿O acaso la temprana escarcha habrá perturbado su lecho?”.

Los muertos viven olvidados de todo, bajo “la nieve olvidadiza”.

No son capaces de conocer la realidad:

“¿Qué raíces prenden, qué ramas brotan

En esta basura de piedra? Hijo de hombre,

Tú no puedes decirlo ni imaginarlo, porque sólo conoces

Un montón de imágenes rotas, donde el sol no reverbera,

Y el árbol muerto no da sombra...”

Es más, tienen horror a la vida. Para ellos “Abril es el más cruel de los meses, cultivando lilas en la tierra muerta, mezclando memoria y deseo, excitando perezosas raíces con lluvias primaverales”. Y temen que “el Perro, que es amigo de los hombres” desentierre el cadáver.

No hay lluvia, ni solaz del grillo, ni sombra de árboles // sólo de roca (¿la tumba?).

Hay temor a la muerte “te mostraré el miedo en un puñado de polvo”.

Hay superstición ‒echador de cartas‒, trivialidad en la conversación... No hay amor; ante la muchacha de los jacintos: “no pude hablar, y me falló la vista, y me quedé // ni vivo ni muerto, sin saber nada”.

No hay Dios. La echadora de cartas no encuentra al Ahorcado ‒símbolo del dios sacrificado‒.

Resumen: “Ciudad irreal”.

II.- Una partida de ajedrez

No hay amor: toda la charla de la dama elegante con su amante, trivialidad. Todo el día reducido a ésto:

“¿Qué haré ahora? ¿Qué haré?

Me echaré a la calle, así, tal como estoy,

Con el pelo suelto, así. ¿Qué haremos mañana?

¿Qué haremos siempre?

El agua caliente a las diez

Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro

Y jugaremos una partida de ajedrez,

Apretando ojos sin párpados y esperando que llamen a la puerta.”

El ajedrez es un símbolo del acto sexual.

Esto es el ambiente refinado, decadente. Paralelamente en la taberna, el diálogo es el mismo: aborto, dentadura nueva, comida...

Ahora el amante de la dama no habla, no habla nunca.

“Pienso que estamos en el callejón de las ratas

Donde los muertos perdieron sus huesos.”

En la tierra baldía no hay nada interior, nada real interior.

Y sin embargo, existe algo más, el blando saludo de Ofelia, y la queja de Filomela, que sigue clamando a “oídos sucios”, que no escuchan.

III.- El sermón del fuego

Irrealidad. “Ciudad irreal”: muerte: “el río despoblado, sin hojas, sin ninfas,…”

Viento oscuro. “Pero a mi espalda, en una helada ráfaga de viento oigo,

El traquetear de los huesos y descarnados risoteos.”

Falta de amor: el mercader invita a la dama:

“Me invitó en demótico francés

A almorzar en el Hotel Cannon Street

Seguido de un fin de semana en el Metropole.”

La mecanógrafa y su amante:

“La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada.

Él se esfuerza en excitarla con caricias

Que si no son deseadas, no son rechazadas...

.................................

«Bien, ya está, me alegro de que haya terminado»

Cuando una mujer hermosa se rebaja a cometer un desatino y

Vuelve a pasearse por su cuarto, sola,

Acaricia su cabello con un mecánico gesto,

Y pone un disco en el gramófono”.

(parodia de Goldsmith, en que el único remedio es...morir).

Las hijas del Támesis: “¿de qué podía quejarme?”

Y antes, alusión a Tereo y a los versos de Day (que desconozco). Alusión a Cartago, la deshonesta, de las “Confesiones”.

Trivialidad: la ciudad irreal está poblada de bocinas, gabarras, gasómetros... El mercader.

Horror: ratas...

Muerte: “traquetear de huesos descarnados risoteos”, “Blancos cuerpos desnudos”, “huesos arrojados a una baja guardilla seca”.

Oasis de vida: música de mandolina (oposición al gramófono) - vendedores de pescados - Iglesia de muros que conservan inexplicable esplendor.

IV.- Muerte en el agua

Maravilla de la idea de trivialidad. El epitafio de Flebas, que copio entero. El hombre de la tierra baldía, no tiene nada importante que olvidar ‒apresuramiento inconsciente hacia la propia destrucción‒ no hay petición de ayuda, porque ignora que puede salvarse, que existe un salvador (no encuentra al ahorcado). No es que se niegue a ser salvado, que se subleve contra Dios, como Pincher Martín. Es simplemente que ni se le ocurre. El análisis de Aguirre es muy bueno. Sin embargo, la verdad es que, si en la época actual hay rebeldía en ciertas zonas ‒hasta cierto punto superiores, diría que naturalmente superiores, y por eso diabólicamente, un paso más allá en el camino de la perversión‒ en la masa media sigue existiendo exactamente lo mismo, inconsciencia. Pero la inconsciencia también es diabólica. De Flebas solo queda el recuerdo físico: fue hermoso y alto. Lo mismo que de los actos eróticos anteriores. Vaciedad total. Y al recorrer su vida en el momento de la muerte, sólo pueden olvidar sensaciones físicas, es lo único que tiene “Flebas, el Fenicio, muerto hace una quincena. Olvidó el grito de las gaviotas y la honda agitación del mar. Y las pérdidas y ganancias. Una corriente submarina descarnó sus huesos entre susurros. Flotando y hundiéndose al entrar en el remolino. Gentil o judío, ¡oh tú! que das vueltas a la rueda y miras a barlovento. Piensa en Flebas, que fue en otro tiempo hermoso y alto como tú”.

V.- Lo que el trueno dijo

La esterilidad. Roca sin agua; imposible beber, ni pensar, ni detenerse. Ni silencio, ni soledad. La capilla vacía, huesos secos - muerte (ahora está muerto - muriendo - huesos secos - revueltas sepulturas - pozos vacíos; “que hemos dado”).

“Amigo mío, sangre conmoviendo mi corazón

El terrible atrevimiento de un instante de dejadez

Que un siglo de prudencia no podrá nunca borrar

Por esto, y sólo por esto hemos existido

Lo cual no es como para encontrarlo en nuestras necrologías

O en recuerdos tapizados por la caritativa araña

O bajo los sellos rotos por el flaco notario

En nuestros salones vacíos”.

Han vivido en la prisión, encerrados en sí mismos, estos habitantes de la tierra baldía. Contrastan quizás con la soberbia antigua de Coroliano, al cabo relativamente fértil. Y no obedecen a la mano experta que guía el navío. Son irresponsables.

El desconocimiento de Dios. Que para Eliot es todavía dios.

El encapuchado: alusión a Emaús.

Tragedia. La esterilidad, la locura se ha extendido a amplias zonas. Todo es tierra baldía.

El transtorno. Torres invertidas - murciélagos que se deslizan cabeza abajo. El Puente de Londres que se hunde.

Resumen y notas

Una absoluta esterilidad. Los hombres de la tierra baldía son en realidad “muertos”. Desconocen todo lo que es vida real. Desconocen, por lo mismo, incluso la realidad de la muerte.

Todo se reduce a un estado de dejación, como el de la mecanógrafa. Hay ruido y cierta belleza ‒era hermoso y alto‒ hay negocios, hay prisa. Y se creen vivos por eso. Corren ‒literalmente‒ hacia la muerte, sin conciencia de ello. Son suficientes como el amante de la mecanógrafa. El ambiente puede ser tan refinado como el de la elegante dama, o soez como el de la taberna, en todo caso la sustancia es la misma: vaciedad, actos físicos: paseo en coche, baño - dentadura postiza - comida - aborto. Irresponsabilidad, no hay de qué quejarse. No se obedece a la mano experta. Se desconoce a Dios. Se teme la vida, y la muerte: todo lo serio.

 

Sin embargo, Dios actúa. Recuerdo del prendimiento de Cristo. Viajero desconocido que camina delante. Y la voz del trueno ‒recuerdo budista‒ que den limosna, se dominen, sean compasivos.

Y al final, parece que los habitantes comienzan a darse cuenta de la esterilidad de la tierra, del hundimiento de todo, que vuelven a la locura ‒es decir la verdad‒ y que estas intuiciones pueden servir para sostener las ruinas. Y todo acaba con el deseo de la paz.

Quizás sea cierta la interpretación de Aguirre. Quizás la diferencia de nuestra edad consista, en que los hombres van saliendo de su inconsciencia, para tomar partido. Quizás, según la idea de Maritain, hay un avance, un paso firme, rápido, de la acción del demonio y de Dios, y va habiendo más hombres que se ocupan del bien y del mal, de algo serio. Y, a la vez, en su conjunto, el ateísmo militante es una decisión en pro del diablo, una decisión lúcida ‒aunque no conoce a Satanás- contra Cristo, y a eso responde una profundización y extensión, o mejor, una profundización más extendida del cristianismo, con su decisión en pro de Cristo sacrificado por nosotros ‒y resucitado y operante‒ y del valor trascendente de las cosas y los hechos. Quizás para más gente cada vez, los actos tienen importancia, la vida y la muerte son algo, tienen significado. Pero no menos real es la irrealidad de las cosas, de la vida de la multitud. Y en todo caso, sigue la voz del trueno, pero la reconocida, por el mismo Eliot, como la voz de Cristo, la voz de Cristo deseando la paz. De hecho ha resonado ‒así literalmente‒ en la ONU. Y en medio de la irrealidad, hay ciertos oasis como el de los versos 259-265, en que se escucha música verdadera, voces de hombres que viven, que trabajan y en que los muros de los templos brillan con inexplicable esplendor.

Y naturalmente sobre esta tierra baldía de Eliot, sobre este mundo de muertos, de locos, de inconscientes, planea la misericordia de Dios. Del Padre, que ha enviado al Hijo, porque “amó tanto al mundo que no pasó, hasta entregar su Unigénito”. Y Cristo sigue caminando, ofreciéndose a los inconscientes, a los que caminan inconscientes, pero voluntarios, a la muerte, ofreciéndose al descubrimiento:

“¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?

Cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos

Pero cuando miro hacia adelante por el blanco camino

Siempre hay otro caminando a tu lado

Deslizándose envuelto en un oscuro manto, encapuchado

Que no sé si es hombre o mujer

¿Pero quién es ése a tu otro costado?”

(V movimiento, v 359-65).

Ahora, éste que camina al otro costado es el Cristo resucitado, después que ha sufrido la “agonía en los pedregales”.

Día 24 de febrero. 1966

Prosigo con las notas sobre Eliot. Pero ante todo surge una cuestión fundamental, ¿qué sentido tiene para mí, sacerdote, el estudio de un poeta? No, evidentemente, la simple consideración de una técnica literaria ‒por más que personalmente me resulte atractiva tal materia‒; pero tampoco la penetración del pensamiento del autor. Lo único que puedo buscar es la visión del planteamiento de asuntos vitales, por un autor moderno. Siendo una cabeza realmente privilegiada ‒incluso en el orden religioso‒ puede enseñarme mucho acerca de la visión divina sobre el hombre y las cosas. Ahora, aun en este terreno, cabe el peligro de aprender “recetas”. De tomar de memoria las ideas del autor. Es necesaria una buena dosis de reflexión personal y de oración, para que todo ello sea útil.

Otro servicio puede ser el hallar expresiones felices, para expresar lo que yo no sabría, aun sintiendo. En este aspecto, puedo aprender, precisamente de Eliot, que mezcla en sus versos, versos ajenos con toda tranquilidad. Eliot, Claudel, Peguy, Dostoyevsky... me prestan elementos expresivos, para una futura construcción de doctrina espiritual.

Pues cada vez veo mi “vocación” menos clara, y me inclino a pensar que no debe de ser, ciertamente, el hablar con un mundo que parte de presupuestos muy distintos. Por mal que yo me encuentre en el orden de la caridad ‒y ése es otro asunto‒ existe el carisma, y tengo obligación de usarle. Ahora, el carisma mío, creo que consiste es una visión incomparablemente más profunda de lo ordinario, y en una capacidad de sintetizar, de unir los puntos aparentemente opuestos del misterio, revelándolos a una luz divina, sobrenatural, que muy pocos serán capaces de recibir. Creo que debo ir construyendo, escribiendo lo que se me vaya ocurriendo. Pensamientos que brotan, o se perfilan, en conversaciones diarias, y que no tienen cabida en ellas, sencillamente porque los conversantes no me entenderían. Comprendo que X, o X, son, sin posible discusión, mucho más buenos que yo; pero tienen menos luz, lo cual no les quita ni pone nada, pero les incapacita para comprenderme.

Por ejemplo, nadie parece capaz de comprender una cosa tan sencilla como ésta: el hombre es esencialmente el “que recibe” de Dios, y eso en un régimen sacramental. Por tanto, el recibir es su propia gloria, el recibir de otro hombre. Comentar ‒como hicieron ayer individuos, incluso de la talla muy aceptable de X.X.‒ que la figura del presbítero queda rebajada porque “recibe” del Obispo, es no comprender la esencia del hombre.

ASESINATO EN LA CATEDRAL

El tema de la tentación

La tentación de la lujuria, la tentación del poder, la tentación del orgullo espiritual. Sobre ella tiene pensamientos profundos:

Tentador 1º.- “Te abandono al placer de vicios más sublimes

Por los que has de pagar un elevado precio.”

Tentador 4º.- “Ve a alcanzar martirio, rebájate en la tierra

De modo que en el cielo tengas alto sitial.

Y mira, allá abajo, del Averno en el fondo

A tus perseguidores en tormentos sin cuento,

Agostada pasión, de expiar imposible.”

Tomás.- “¡No!

¿Quién eres que me tientas con mis propios deseos?

..........................

¿Es que en mi alma enferma no existe ni un camino

Que a través del orgullo no conduzca al infierno?

Yo muy bien reconozco que estas tentaciones

Son ahora vanidad y más tarde tormento.

¿El pecador orgullo puede acaso arrancarse

Por otro más perverso?

..............

La tentación postrera es la traición más grande.

Hacer lo que se debe por un motivo falso.

.................

El pecado se forma al practicar el bien

.....................

Quien sirve a Dios se halla en peligro mayor

De pecar, que el hombre que da órdenes del Monarca obedece.

Porque aquellos que sirven una causa mejor

Pueden tal vez hacer que la causa les sirva,

Aun obrando bien; y habiendo de luchar

Con astutos políticos, hacerla a ella igual,

Si no por sus acciones, sí por su posición.”

Sacerdote 1º.- “…su orgullo alimentándose de sus propias virtudes

El orgullo nutriéndose de su imparcialidad

El orgullo nutriéndose de generosidad

Odiando poder dado por temporal entrega

A Dios únicamente buscando sujeción.”

Es clara la importancia de todas estas ideas, bellísimamente expresadas además. Es la necesidad de seguir a San Juan de la Cruz, el autor que mejor ha determinado los movimientos internos. Y es la tremenda equivocación de la espiritualidad actual, que busca sobre todo las obras. Me parece indudable que la A.C. actual está formando una generación de orgullosos espirituales.

El tema de la irrealidad

Parece notorio que es un tema caro a Eliot. Ya lo he encontrado en las dos obras analizadas anteriormente - y en los cuartetos ya leídos. Voy siguiendo y anotando expresiones:

Una expresión central, que se repite con frecuencia:

“Viviendo y sólo en parte”

Es el estribillo de largas descripciones sobre la vida miserable del pueblo. Todo el trabajo, opresión, pobreza, cosechas buenas y malas, lujo y desenfreno... nacimientos, y bodas, y muertes... todo eso constituye una vida “sólo en parte”. Es la vida a que la gente se acomoda, y que reclama ante la llegada de un terror mayor, que trae la vuelta del Arzobispo Tomás.

Existen las “voces que nos despiertan a un mundo ya dormido

Impidiendo al espíritu ser del todo presente” (Tomás).

La tentación consiste en invertir los términos: hacer creer que lo irreal es real, y al contrario:

Tentador 2º.- “... el poder obtenido en gloria se transforma

Mientras dure la vida, posesión permanente

Funeral monumento, en mármol construido.

Gobernar a los hombres no se estima locura.

Tomás.- ¿Es acaso alegría para el hombre de Dios?

Tentador 2º- Tristeza hay para aquel que sólo a Dios se entrega.

Aquel que aprisionó la sólida sustancia,

¿Velará vagabundo con sombras engañosas?

El poder es presente, la santidad futura.”

Esta división excesiva del tiempo: presente-futuro, es obra del tentador. El “historicismo”, el “temporalismo” actual es pensamiento diabólico. No hay tal división tajante. Eliot va a afirmar, muchas veces, que lo presente y lo futuro tienen una unidad. Cuanto más se centra el hombre en sí, más importancia tiene el tiempo, puesto que el hombre se encuentra en situación temporal. Sería falso afirmar que el hombre es un ser temporal. El hombre sólo llega a ser hombre cuando sale del tiempo. Visible-temporal es un binomio diabólico, cuando se erige en dirigente de la vida. Invisible-eterno es el binomio director de todo, visible-temporal es instrumental. La superficialidad actual, se puede penetrar muy bien en esta importancia excesiva dada al binomio. Lo temporal es lo que diferencia, mientras que lo eterno ‒o incluso, lo evi-eterno‒ que corresponde propiamente al hombre, es lo que nos permite profundizar. Lecturas paralelas muestran cómo, cuando al hombre se humaniza ‒desarrolla sus facultades‒ puede encontrarse, al mismo tiempo, con hombres de tiempo muy distante: Sófocles, Shakespeare, Lope, Lara, Salinas, Eliot... Y lo mismo en filosofía. Todo este afán de separar, de recalcar la diferencia entre antiguo y nuevo, significa que el que habla es todavía un adolescente. El niño no ha llegado aún al tiempo, el hombre maduro ‒claro que apenas se encuentra algún raro ejemplar‒ le ha superado. El adolescente, el inmaduro, vive del tiempo. Y el santo, en el cielo, se ha despojado para siempre de tal vestimenta inadecuada, poco humana, correspondiente tan solo al estado adolescente del hombre: su viaje por la tierra.

Los cuatro tentadores.-”Desilusión y fraude es la vida del hombre

Todo es irreal,

Irreal o desilusionador.

La rueda Catalina, el gato de la pantomima.

Los premios dados en una fiesta de niños.

El premio concedido a un ensayo literario,

El título de Licenciado, la condecoración del político

Todas las cosas se hacen menos reales, y el hombre pasa

De irrealidad en irrealidad.

Este hombre es obstinado, ciego,

Decidido a la autodestrucción.

Pasando de decepción en decepción

De grandeza en grandeza a fatal ilusión

Perdido en la maravilla de su propia grandeza,

Enemigo de la sociedad, de sí mismo enemigo.”

El Coro vuelve a sus enumeraciones con el mismo estribillo:

“Y entretanto seguimos viviendo

Viviendo y sólo en parte”

Es decir, la vida ordinaria, con sus alegrías y dolores, sólo parcialmente puede llamarse vida. Parece claro, que no podrá decirse que la gente quiera expresar mi pensamiento, y tal vez el mismo Eliot no lo tenía presente. Sin embargo, si sólo “en parte” es vida, es porque las principales facultades no intervienen en esa vida.

Por lo demás, el hombre tiende a esfumar la realidad misma, los dolores del momento luego se van olvidando y convirtiéndose en algo semejante al sueño:

Tomás.- “Os deseo la paz, y que en paz estéis siempre

Con visiones e ideas que puedan torturaros.

A vosotros llegaron y tenéis que aceptarlas.

Cargad con vuestra parte de la eterna aflicción,

De la gloria eternal. Éste no es más que un momento,

Pero sabed que otro

Habrá de conmoveros con gozo imprevisto, de dolor saturado,

 

Nada más que la hechura del designio de Dios aparezca completa.

Todo esto olvidaréis trabajando en la casa,

Todo recordaréis sentados junto al fuego,

Cuando vejez y olvido endulzan el recuerdo

Y con cansina voz remembréis lo pasado

Como un sueño que ha sido contado muchas veces

Y también muchas veces alterado al contarlo.

Todo será ese día ilusorio y quimérico.

Mucha realidad no sufre la humana razón.”

La realidad temporal es participación de la eterna. En ella se realiza un designio de Dios. En la mente del hombre tiende luego a esfumarse, a transformarse.

Porque la razón humana no resiste mucha realidad.

Y la razón ‒que no da aquí Eliot‒ es que la única realidad, que es Dios, no puede ser contemplada por el hombre, y la realidad refleja tampoco puede ser en dosis fuertes. Sólo el lumen gloriae capacita para ver a Dios. Sólo la fe capacita para contemplar la realidad terrena a la luz de un designio de Dios. Pero para ello es necesario: tener fe - conocer a Dios.

En toda esta trama natural, que se ve, está el designio de Dios y el influjo de la Bestia. Por eso no hay realidad en su sentido total, sino cuando eso se conoce. Llamar realidad a las cosas en sí, “lo primero es conocer la realidad” es en sí blasfemo.

El tema de la pasividad y el designio de Dios

El hombre espera, espera, la manifestación del designio de Dios:

Coro.- “Algo malo nos llega. Esperamos, esperamos,

Y asimismo esperan los mártires y santos, por todos aquellos que habrán de serlo en el futuro.

El Destino aguarda en las manos de Dios, dando forma a lo que no la tiene.

Todo esto lo he visto en un rayo de sol.

El Destino aguarda en las manos de Dios, y no en las de los hombres,

Que a veces hacen bien y a veces hacen mal, maquinando y juzgando,

Tramando sus designios, que sus manos desdoblan y vuelven a doblar, en el molde del tiempo.

A nosotros, los pobres, no queda otro camino

Sino la eterna espera, y después ser testigos.”

Tomás.- “…saben y no lo saben qué es obrar y sufrir

Saben y no lo saben que obrar es sufrimiento

Y sufrir es obrar. Que ni el agente sufre

Ni el paciente obra. Pero ambos están fijos

En un obrar eterno, una paciencia eterna,

A que han de ceder todos y así ser ordenado.

Que han de sufrir todos para así ordenar.

Que subsista la norma, pues la norma es la acción,

Y también sufrimiento, que la rueda no pare y que esté sin embargo, inmóvil para siempre.”

................................

El fin será sencillo, repentino, enviado

Por Dios, y mientras la sustancia

De nuestro primer acto, no será más que sombras,

Y la lucha con sombras, más duro el intervalo

Que la consumación. Porque todas las cosas

Prepararán el fin.”

............................

Del futuro ignoramos lo que ha de suceder

Pero unas generaciones suceden a las otras

Y siempre se repite lo que ya ha sucedido.

El hombre no aprovecha de la ajena experiencia.

Pero nunca, en la vida de un hombre, se repite

El tiempo ya pasado. Corta, pues, el cordel,

La escama arroja. Únicamente el loco

En su locura fijo, imagina tal vez

Que la rueda en que gira es por él movida.”

Notar como el tiempo pasa... y no pasa. Como el hombre actúa... y no actúa. Como la rueda se mueve fija...

Sacerdote 2º.- “¿Hoy? ¿Y qué es hoy? Porque el día casi ha transcurrido.

Sacerdote 1º.- ¿Hoy? ¿Y qué es hoy? Una noche distinta y un alba distinta.

Sacerdote 3º.- ¿Qué es el día que ya conocemos? ¿Aquel cuya llegada se teme o quizá se desea?

Cada día es el día que habríamos de temer o tal vez desear. Un momento

Pesa igual que otro. Sólo por la retrospección, por la selección

Podemos decir que aquel era el día. El crítico instante

Que siempre es ahora, y siempre está aquí. Incluso ahora

El eterno designio podría aparecer.

Es la misma idea. Incluso el tiempo no tiene sentido, sino porque en él se puede manifestar el designio de Dios. Releer las ideas de Van der Leeuw, p. 369, sobre el Tiempo sagrado.

Tomás.- “Me creéis temerario, desesperado y loco.

Y como el mundo hace discutís por efectos.

Para afirmar si un hecho ha sido bueno o malo.

Pero en cualquier acción y en cualquier existencia

De lo bueno y lo malo aparece evidencia.

De distintas acciones los efectos se mezclan

A lo largo del tiempo, y también de igual forma

Se confunden al fin lo perverso y lo bueno.

Mi muerte no proviene de estos hechos de ahora

Fuera del tiempo ha sido mi decisión tomada;

Si llamáis decisión

A la que mi ser todo da completa anuencia.

Porque entrego mi vida

Por la Ley de mi Dios sobre la ley del hombre.

¡Desatrancad la puerta! ¡Dejad el paso franco!

No vamos a vencer luchando o resistiendo,

Ni tampoco empleando astuta estratagema.

No hay que luchar con bestias como si fueran hombres.

Con la Bestia luchamos y ya fue conquistada.

Sufriendo es como ahora hemos de conquistar.

No puede caber duda que es victoria más fácil.

Ahora es cuando llega el triunfo de la Cruz.

¡La puerta abrid! ¡Lo mando! ¡ABRID LA PUERTA!

Así el martirio mismo ‒luego lo veremos expresamente dicho‒ es un designio de Dios, que deja actuar al demonio; los hombres en cuanto obran impulsados por él, son bestias (No hay que decir la raigambre de estas ideas, basta con recorrer toda la literatura martirial de los tres primeros siglos, para encontrar las mismas ideas. Recordar, por ejemplo, a San Ignacio, que va acompañado de aquellos “leopardos” que se tornan más feroces, cuanto más manso se muestra con ellos).

La lucha ya ha tenido lugar definitivamente en las Cabezas: Cristo-Satanás, y Satanás, la Bestia ha sido ya vencida. El hombre no tiene más que recibir este sacramento. Y recibir es dejarse.

Es algo pasivo, lo cual siempre supone cierta actividad para disponerse: abrir la puerta, y cierta negación de movimiento: aquí no huir, “mi decisión” ha sido tomada por Dios. Y esto fuera del tiempo. La primera lucha ocurrió antes del tiempo, entre Dios y Satanás. Luego, el Hombre Cristo, lleva esta lucha al tiempo, cuando el designio de Dios se sensibiliza. En cuanto a la idea del martirio, como sacramento que se ha de recibir, basta con recordar las prohibiciones de presentarse espontáneamente, y la equivalencia con el bautismo: bautismo de sangre. Y la asimilación a Cristo. V.gr. martirio de Policarpo.

Esta recepción no significa que no haya actividad interna, participación de la actividad de Cristo: es decir, la disposición al martirio encierra abundante dosis de fortaleza:

Tomás.- “El justo debe ser

Cual león denodado. Sin que nada le asuste.

Heme aquí.

Nunca al Rey traicioné. Sólo soy sacerdote.

Un cristiano salvado por la sangre de Cristo,

A quien nada le importa la suya derramar.

En todo instante ha sido de la Iglesia la marca,

La marca de la sangre. Una sangre por otra.

La suya Él derramó para comprar mi vida,

Yo derramo la mía para pagar su muerte.

Mi muerte por la suya.”

En la declaración de los Caballeros ‒los asesinos‒ ellos declaran que Tomás debería haber huido, y así habría evitado el asesinato, una vez que ellos se habrían calmado. Le culpan, porque les ha provocado con su pasividad. Es exactamente la misma acusación de los primeros paganos. Recordar las primeras páginas de la Apología de San Justino.

Donde se expresa con toda nitidez la esencia pasiva del martirio, y su sentido de designio de Dios, en el Sermón de Santo Tomás el día de Navidad: “Un martirio cristiano no es nunca casualidad, porque no nace un Santo por casualidad. Y todavía menos, un Martirio cristiano es el resultado de la voluntad de un hombre, que quiere convertirse en Santo, como podría ocurrir con aquel que quiere gobernar en el Mundo. Un martirio depende de la voluntad de Dios, de su amor a los hombres, para aconsejarles y conducirles, para volverlos a traer a sus caminos. Nunca depende de la voluntad humana; porque el verdadero mártir es aquel que ha llegado a ser instrumento de Dios, que ha perdido su voluntad en la voluntad de Dios, y que ya nada desea para sí mismo, ni tan siquiera la gloria del martirio. Así es como en la tierra la Iglesia llora y se regocija a la vez, de una forma que el mundo no puede entender. Así en el cielo los Santos ocupan un elevado lugar, porque se humillaron tanto en la tierra, y se les ve no como nosotros los vemos, sino a la luz de Dios, de donde deriva su mismo ser”.

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