El perro de aguas Palomo y otros congéneres agregados al cuartel

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CAPÍTULO II
La Edad Media (476-1453)

En el año de 1118, en una escritura otorgada por doña Urraca I de León (1081-1126), en la que se llama a sí misma reina de España, hace donación del Monasterio Cisterciense de Santa María de Sobrado (A Coruña) a Bermudo y a su hermano Fernando Pérez de Traba, por la fidelidad demostrada. Estos dos nobles de Galicia, a su vez, en firmeza real, donan un perro llamado Urgario34 y un venado, que valen 500 sueldos, al futuro rey don Alonso VII35, hijo del conde de Borgoña y de doña Urraca.

El Fuero Viejo de Castilla, los Fueros de Sigüenza (Guadalajara), de Sepúlveda (Segovia), Alarcón (Cuenca), Salamanca, Zurita de los Canes36(Guadalajara), Salamanca y otros más, mencionan al «perro cárabo». No se ha precisado con certeza qué raza actual pueda ser ese perro. Pero esta casta no pudo desaparecer, de improviso, en la nada y en el tiempo. Por descarte de las razas que se nombran en las antedichas normas jurídicas medievales, solo quedará como único candidato el perro de aguas o de lanas.

El Fuero de Alarcón (Cuenca) y de sus aldeas fue concedido por el rey Alfonso X, el Sabio, en el año de 1252, y en dicha disposición real se mencionan los perros alanos, sabuesos, galgos, podencos, mastines y cárabos. También habla de otros perros, a los que llama grandes y chicos, que vendrían a ser, salvo meliori, perros atravesados o meros chuchos, gozques o zatos. En el título «Del que matare a un perro cárabo» del antedicho fuero, o en el Fuero de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) de finales del siglo XIII, que dice prácticamente lo mismo, leemos:

Et qui carauo matare, que por alballon37 puede entrar, y exir38, peche cinco maravedís, si probar lo pudiere, si non jure solo, é sea creydo; é de otros perros, ni de grandes, nin de chicos, non peche sino dos maravedis.

El can que puede entrar y salir (exir o isir, forma antigua del verbo) de canales, albañales, acequias, arroyos o alballones, al que le gusta y no tiene miedo al agua, que disfruta con ella, solo puede ser el canis aquaticus39 o perro de aguas.

Vio un curioso observador de la naturaleza, que habiendo entrado en un charco de agua turbia un limpio insecto, llamado vulgarmente aclarador, andando sobre ella como acostumbra, a poco rato la dejo clara, como así sucede con todos ellos. Vio después a un perro de aguas, que entrando en otro charco de una agua muy limpia, nadando con desorden, y zambulléndose en ella con precipitación, la dejo a poco rato más turbia que lo que estaba la del primer charco.

Diario de Madrid40 del 30 de diciembre de 1801.

Los pellejeros o cualquier aldeano debían de querer y codiciar la piel del perro cárabo41 especialmente, por ser su pelambrera de color blanca y por ser esta tonalidad más propensa a todo tipo de tintes; así como por ser el pellejo del perro de lanas mullido y acolchado. Con el cuero de los animales y de los perros, los aldeanos medievales hacían manguitos, medias o calzones, guantes, zamarras, melenas para bueyes, alfombras, cordobanes, gorros, sombreros, agujetas, correas o cintas, entre otros objetos. Al perro cárabo había una clara intención de matarlo, alevosamente, al menor descuido, para apropiarse de su pellejo. No habiendo testigos oculares, el matasiete jura que lo hizo en defensa propia, y no tendrá que pagar caloña o pecunia alguna, quedándose dueño de la piel obtenida por tan pérfida acción.

En el Fuero Viejo de Castilla o de los fijosdalgos (siglo XIII), libro II, título V (punto 3), «De los daños, que se hicieren en Castilla», leemos:

III. Este es Fuero de Castiella del precio42 de los canes: De quiquier que los matare, o los lisiare a culpa de si: por el sabueso, que por si mesmo matare, cien sueldos; e por otro sabueso el mejor, cincoenta sueldos: por el carauo de sobrerepueste, veinte sueldos; e por otro carauo el mejor, cinco sueldos. E por can que mata al lobo, treinta sueldos, e el otro, tres sueldos. Galgo campero, qui por si lo matare, cinco sueldos; podenco perdiguero, o codornigero, sesenta sueldos. Si algund ome matare algund can, quel quiera comer, e el matare delante, non peche por èl ninguna cosa, e sil matare en travieso, pechel. E si algund can, que está atado de dia por mandado de suo dueño, si algund daño ficier de dia, suo señor develo pechar, o dar el dañador; e si lo ficier de noche, non peche nada; e si demandare algund daño, que fiço de noche, el dueño debe responder como por bestia muda.

El cárabo sobrerepueste43, cuya muerte se pagaba con más elevada multa pecuniaria que la del otro cárabo, se debería a que era más útil o de mayor nobleza. Estos cárabos más valiosos debían de estar enseñados a llevar o traer mensajes o alimentos. También es probable que sirvieran para velar fielmente de noche almacenes, talleres, graneros, depósitos de agua dulce y pozos artesanos; de ahí su gran valía.

En el título CCX, «Quién matar perro o podengo» del Fuero de Salamanca, el perro cárabo es muy estimado: «Todo omne que matar perro de ganado, o podengo, o galgo, peche dos marauedis, é por carauo cinco sueldos».

En el título «De qui matare perro» del Fuero medieval de Sigüenza44, se señala una elevada multa a quien matara al cárabo, lo cual nos referencia algún tipo de nobleza, o de importancia, en esa raza:

Todo omme que matare perro que carne sagudare al lobo, peche un maravedí si salvare su dueño que carne sagudaba al lobo; et si negare quel nol mató, salves por su jura, é partas dél. Otro sí, qui matare podenco ó savueso, ó alán, ó galgo, por cada uno de éstos peche cinco maravedís si gelo pudiere probar; si non, salves por su jura, et partas dél. Otro sí, qui matare carabo peche tres sueldos45, si non salves por su jura, é partas dél.

Las Cartas Pueblas dieron lugar, con el tiempo, a las ordenanzas municipales. En estos nuevos cuerpos legislativos de normas legales y locales, ya no aparece escrita la raza del perro cárabo. No se documenta la desaparición del perro cárabo en ningún registro que conozcamos. En la villa de Vara de Rey46 (Cuenca), perteneciente al partido judicial de San Clemente, otrora dependiente del Fuero de Alarcón, en las ordenanzas municipales del año 1887, aprobadas por el gobernador civil de la provincia, y en el artículo 49, se desvela quién puede ser el perro cárabo: los perros «de lanas o lanudos».

Los perros, mastines y todos los de presa, cualquiera que sea su especie, irán siempre por la calle con bozal, los que se encuentre sin este requisito podrán ser recogidos o muertos, exceptuándose los de caza y lanas.

En el Medievo, con el término «cárabo» también se hacía referencia a una pequeña embarcación de mimbre cubierta de cueros. El perro de los pescadores, la especie canina que más útiles servicios ha prestado durante siglos, en embarcaciones o en barcos mercantiles y militares, como auxiliares en la navegación, recuperando objetos o peces que caen al agua, llevando maromas para el atraque, custodiando los enseres y depósitos de agua potable y alimentos, cazando ratas... fue nuestro amigo lanudo.

140.

De los ríos y los mares

La pesca más sazonada

permanece preparada

con sus salsas singulares.

141

Perros de agua, y laneces

con cabriolés de grana,

en platos de filigrana

sirvieron los frescos peces47.

El perro cárabo sería, asimismo, el perro de aguas de tamaño grande y lana burda —the large rough water dog—, al que los antiguos llamaban nocharniego48. Esta raza de perro servía para cazar de noche, como bien su nombre indica.

En España, por «cárabo» hacemos referencia a un ave de rapiña noctuna, parecida a la lechuza, que emite un espantoso y aterrador sonido. Los gansos y otras ánades, como los patos, son muy apreciados en la caza por su exquisita carne. Aves muy temerosas de las águilas suelen salir al atardecer o de noche a comer, por lo que no es de extrañar que el nocharniego49 fuera el gran perro de aguas, ya que es el más idóneo para esas cazas o chucherías nocturnas.

En la Recopilación de las reales ordenanzas y cédulas de los bosques reales del Pardo, Aranjuez, Escorial, Balsaín y otros (Madrid, 1687), efectuada por Pedro de Cerbantes y por su sobrino Manuel Antonio de Cerbantes, encontramos que los nocharniegos tenían generalmente vedado su uso para la caza por ley real. Tampoco, por dichas normas, ningún vecino podía cazar en los bosques y aledaños con lazos de alambre o de cerda, redes, reclamos, bueyes, perros nocharniegos y perdigones50. Asimismo, se prohibía tener a los referidos nocharniegos y a los reclamos de perdigones dentro de las casas.

La razón por la que al nocharniego se le prohibiría la entrada en casas sería de carácter preventivo, ya que en su pelambrera se esconden insectos y, al pasar a un hogar, los deja en depósito, por lo que sería una muy acertada medida higiénica. Esta prevención hacia esta casta canina se mantendrá en el tiempo, y lo veremos cuando no dejan embarcar, hasta por dos veces, en el puerto de Barcelona y en el de Málaga, al perro de aguas Palomo, excusándose con que había orden de que tal raza no tenía autorización para subir a los barcos vapores civiles que trasportaban la tropa.

Por otro lado, el perro de aguas fue la raza preferida, en el siglo XIX, para el contrabando nocturno de matuteros, en Gibraltar, dada su inteligencia para aprender, sortear peligros y personas, llevar y traer objetos (en cestos abocados o asidos al cuerpo). Este uso nocturno lo debieron ya practicar los aldeanos medievales. El lanudo perro de aguas aprende fácilmente y estaría escondido dentro de casa, y sacado al anochecer. Quizás esta sea otra razón más por la que el perro nocharniego no podría estar oculto dentro de las casas. Prueba de lo anterior es que a los ladrones, asaltantes y contrabandistas de los Pirineos y de los Alpes, los franceses los llamaban barbets (perros de aguas)

 

En la célula de Felipe II, de 23 de julio de 1572, que regula los montes y bosques del Pardo, se dice:

Pero permitimos, que en las heredades de viñas, y huertas, y olivares, y tierras de sembradura, que dentro de los limites estuvieren, donde la dicha caza puede hacer daño, los dueños de tales heredades por sí, y sus hijos, y criados, y las guardas que pusieren, pueden hacer echar, y ahuyentar la caza mayor, que en ellas anduviere, aunque sea con perros, como no sean lebreles, ni galgos, ni sabuesos, ni podencos, perdigueros, ni conejeros, ni nocharniegos51, sin que por esto incurra en pena alguna.

Al perro de aguas, al igual que cualquier oveja perdida del rebaño, no le faltará roña y sarna cuando se ven desvalidos y sin amo. Serán borrallentos. Apestarán. Es un perro que necesita, por decoro y aseo, de esmerados cuidados. También, por sus guedejas de velludas lanas acamparán, sin cuartel, si no se las atusan y esquilan, toda suerte de parásitos molestos y repelentes como las pulgas, garrapatas y piojos. Y la temida sarna perruna, que la sufren muy especialmente en las orejas, así como molestas y asquerosas legañas en los alrededores de los ojos. El no verle los ojos, con esa cabeza enorme y peluda52, incrementaría el miedo a encontrárselo vagando, en especial si tal encuentro era de noche, al atardecer o al refresco del alba. Serán vistos como una visión fantasmagórica o demoníaca.

Cuando yo te quería

te peinabas a menudo;

ahora que ya no te quiero

pareces perro lanudo.

Copla antigua

De la embarcación de pesca llamada cárabo se derivaría el término «carabela», que hace referencia a una embarcación más alta y más grande. Por otro lado, también se usa dicho vocablo para referirse a una cesta grande, o para llamar así a los alimentos que hay dentro de banastos o capachos.

152

En cestillas de labores,

de varias pajas formadas,

tejidas y matizadas

con rarísimas colores.

153

Perras lanudas graciosas,

coronadas de jazmines,

en enaguas y chapines

conducen frutas sabrosas53.

El perro que llevaba comida en espuertas o hacía recados, por antonomasia ha sido, en España, el perro de aguas o de lanas:

Hace ya algunos años existía en Córdoba gran número de perros a los que se les denominaba «de aguas», sin duda por su gran afición a bañarse o porque era unos hábiles y consumados nadadores. Rara era la casa de Córdoba en la que no había uno de aquellos animalitos, que a más de las cualidades anteriormente anotadas, eran extraordinariamente dóciles para ser amaestrados. Muchos de ellos se utilizaban incluso para que llevaran el almuerzo a sus amos cuando estos eran trabajadores que no disponían de tiempo para ir a sus casas y llenar tan necesaria función fisiológica. Aun sin ser acompañados por nadie, aquellos perros, ya casi desaparecidos, cogían con los dientes un canasto por el asa y llevaban a su amo la comida al taller o la obra donde se hallara trabajando y seguro estaba este de que nadie se atreviera a acercarse a tan fiel demandadero.

La Voz (Córdoba), 9 de julio de 1931 (p. 14).

Artículo «Armonías conyugales», de José Martínez Moreno.

Por otro lado, cárabo es sinónimo de cangrejo. La zorra, animal al que le gusta la libertad, al igual que el perro de aguas, no soporta estar atada. Es la raposa tan inteligente que cuando desea comer cangrejos pone el rabo en el agua y cuando muerden su cola, como no sueltan, al sentir las pinzas de estos crustáceos, sale presta del agua y se los come.

A principios del siglo XVIII, los padres franciscanos en la localidad de d’Etampes (Francia), tenían un convento próximo al río l’Oise, y eran dueños de un barbet o perro de aguas al que le impregnaban en el cuerpo de un líquido fétido que atraía a los cangrejos. Trozos de pan eran tirados desde la orilla, y la mayor parte de los mendrugos, rápidamente mojados, se hundían. El perro de aguas buceaba para atraparlos, remontando a la superficie cargado de cangrejos. Esta historia fue muy celebrada por poetas de la época54.

Se deduce que la casta de perros predilecta de los zapateros, herreros, vaquerizos, carpinteros, artesanos, chapineros, carreteros y diligencias, por referencias y lecturas de época, era el perro lanudo, y a dicha raza se referirán los refranes o dichos:

El perro del herrero duerme a las martilladas y despierta a las dentelladas55.

Nunca en la casa el perro del herrero56.

El perro de aguas, siendo tan español, es lógico que aparezca frecuentemente en chuflas y chistes de nuestros tatarabuelos. La humarada más famosa, y que con bastante probabilidad ocurrió tal y como se cuenta, fue publicada en la prensa escrita y en la satírica numerosas veces desde la segunda mitad del siglo XIX hasta después de 1920. Trata de lo que aconteció a un gitano esquilador57. Nuestro querido amigo está a la puerta de un taller —imagen que debía ser usual de encontrar— (durmiendo, de día; velando, de noche). Los hechos acaecieron de la siguiente guisa:

Un gitano esquilador, pasando por cierta calle de Sevilla, vio un perro de aguas muy lanudo, durmiendo en la puerta de una carpintería.

—Maestro —dijo hablando con el carpintero que estaba muy aplicado a su trabajo—, ¿esquilo este perro?

—Esquílelo V. —contestó el menestral, con aire de cachazuda indiferencia.

El gitano pone manos a la obra, y al cabo de un rato vuelve a preguntar:

—¿Quiosté que le deje un moñito aquí, en el rabo?

—Déjeselo V.

Nueva pausa y nueva pregunta.

—¿Le hago en las cuatro patas sus pulseras?

—Hágaselas V.

Vuelve a interrumpir la operación diciendo:

—¿Le esquilo el pescuezo a manera de collar?

—Esquílelo V.

Concluida al fin la operación, y después de algunas frases hiperbólicas para ponderar lo lindísimo que había quedado el perro, notando el silencio imperturbable del maestro, pregunta el gitano:

—¿Me paga osté?

—¿El qué?

—¡Toma, la esquilanza!

—Anda que te pague su amo, que ese perro no es mío.

El amante de la infancia (Estella, Navarra, 20-11-1867)

En el norte de España, los pescadores llamaban al perro marinero de aguas, en ocasiones, perro carabinero. Sinónimos de carabinero son los términos castellanos de «soldado», «guardia», «vigilante» y «fusil».

28.

Los perros de agua, uno a uno

fusiles pueden sacar

puesto que saben surcar

el reino azul de Neptuno58

En la novela Marinucas, obra del pintor y escritor Fernando Pérez de Camino y Posadillo (1859-1901), publicada por la imprenta de la Revista de Navegación y Comercio (Madrid, 1894), el patache, buque de cabotaje matriculado como Corzo, tenía un perro de aguas que limpiaba la bodega de ratas a cambio de unos huesos y recibía puntapiés de todos los tripulantes, en especial del motil, quien en ocasiones se entretenía quitándole las pulgas.

Gastaba el patache aparejo genuino y de casta, es decir, trinquete y velacho sin mastelero ni juanete, como ya traen algunos picados de la novedad, y en el palo mayor una cangreja y un mastelerillo; dos o tres foques y velas de estay concluían el aparato de medios con que contaba el Corzo para trasladarse en menos de quince días de Santander a Rivadesella con tiempos regulares.

En punto a comodidades para el alojamiento de la tripulación, compuesta de seis individuos, de capitán a paje, contando un perro de aguas de los que llaman de carabinero.

En castellano «caraba» significa broma, burla, gracia. El perro mímico, payaso o bufón; la raza canina que siempre destacó como el perro sabio; el que solía acompañar a los volatineros, a los callejeros saltabancos o saltimbanquis; el perro del que los payasos tomaron su nariz abotonada; el can que llevaban los andariegos y errantes gitanos; el que acompaña como lazarillo a ciegos y era conocido como canis mimicus fue, en los pretéritos siglos pasados, el perro de aguas, en especial, el de pequeño y el mediano tamaño o poodle.

Es muy sabida la historia de Zoppico, perro de lanas cuyo espectáculo callejero agradó al mismísimo emperador romano Tiberio. En la representación fingía hacerse el muerto tras ingerir una pócima que contenía un fatal veneno. Pasando por todos los trances y estertores de una muerte agónica, su dueño lo vapulea, lo arrastra, pero no despierta. Le da a beber un contraveneno y resucita. El público, contento, asombrado y estupefacto, ríe y aplaude a rabiar por lo que ha visto; mientras el vivo perro, ahora vivo, coleando, con una pequeña cestilla, reclama la generosa dádiva de los presentes

En el siglo XIX, el perro de aguas representará, en numerosas ocasiones, el fusilamiento del desertor.


Pepito, perro de aguas,

criado en un regimiento

(pasando el aro de la mano derecha y tomándole con la izquierda)

lo cambio porque no salta

más que por el lado izquierdo59.

¡Salta Pepito!

Hacia el año de 1348, a causa de la grave pestilencia que asoló Europa entera, fueron perseguidos y exterminados incontables perros y gatos, injustamente culpados de ser los causantes de tal epidemia. Esas inhumanas matanzas se repetirán, mayormente para los canes, a lo largo de la historia, en especial, ante el temor de ser mordidos por perros rabiosos o hidrofóbicos.

El perro lanudo, quizás el más antiguo de todos, no fue apreciado por la sociedad medieval.

Este desprecio, sumado a la fatalidad de no encontrar un amo que lo sustentase o le diera cobijo (tarea difícil de acaecer), lo convertirá en un animal impuro, desamparado, greñudo, sucio y maloliente. Se le tendrá gran temor y repudio. Animal dócil, se verá contrariado por la violencia humana de la que es objeto y que no llega a comprender. Será achuchado y aperreado y se verá obligado a vivir extramuros de las ciudades y pueblos.

El perro lanudo y el hombre barbudo, el hambre que pasa no lo sabe ninguno.

Refrán castellano.

El sufrido hombre medieval, a su vez, siempre amenazado de hambres, guerras, pestes, enfermedades, sequías, tributos y otras inclemencias del tiempo, de la naturaleza y de la nobleza, no sabrá o no podrá apreciar la alcurnia y grandeza prosapia de tan fiel acompañante. El pobre animal, no sabiéndose querido, buscará reparar su mala suerte como bien pudiere, pudiera o pudiese; pero dolorido y triste, comienza a desaparecer. En tiempos de los íberos, en esa dichosa edad dorada, era respetado, pero ahora se verá errante y perseguido.

Los viajeros y los caminantes temían encontrárselo en despoblados, por si estuviese rabioso. También era señal de mala suerte futura. Su triste imagen, desaseada y maloliente, evocaba una triste alma en pena. Esta imagen nefasta e injusta perdurará en el tiempo. Goethe hace aparecer al demonio en forma de perro de aguas o de lanas negro, en su obra Fausto. En aquelarres nocturnos, celebrados en el sur de Francia, el demonio se aparecerá en forma de perro de aguas negro. En Galicia, dará lugar a la leyenda del perro Urco. En Granada, a la leyenda del perro lanudo o velludo que acompaña al caballo descabezado y al caballero que lo monta, los cuales salen de la Torre de los Siete Suelos a las doce de la noche, y traen desgracia o la muerte al que los ve...

Cuando aquel te festejaba

te peinabas a menudo,

y desde que te ha dejado

pareces perro lanudo.

Jota antigua de Aragón.

El perro de lanas, obligado por la necesidad y el hambre, recorre los carneros, las cárcavas o fosas profundas de extramuros donde se arrojaban los cuerpos de las bestias muertas. A estas hoyas acudían, por la noche, hambrientos a comer basura y desechos, lo que hacía que el aire no fuera tan pestilente ni corrupto. Sin embargo, sus lanas se llenaban de hedor.

Maltratado injustamente, sin razón y sin motivo, miserable y desgraciado, permanecerá (aun así), predispuesto, por un poderoso instinto connatural de sus ancestros, a ser fiel, leal, obediente y a lamer la mano cruel de cualquier amo que, despiadadamente o injustamente, lo castigue. Su nobleza y bondad hispana original prevalecerá, siempre latente:

 

¿Quién cómo él?

Pero a pesar de su aspecto feo y desaseado, era y es todo corazón. De esta singular casta solo podemos decir, entonces y ahora, el verso 20, del Cantar del Mío Cid:

¡Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor!

En la Edad Media, con el pellejo de cabras, carneros y perros (preferentemente lanudos, por la calidad, suavidad y vistosa piel sonrosada), se hacían buenos cordobanes de cuero repujado. El pellejo se usaba para accesorios del vestido como calzas, sombreros, calzado, alfombras, bonetes, tapetes y agujetas; con su piel, zambombas y tambores; con sus dientes, utensilios para limar hierros y maderas. Muy apreciada era la piel con lanas del perro de aguas para hacer melenas60 que se ponían en la nuca o cerviz del buey para no ser lastimado por el pesado yugo.

Normalmente, a los perros que ya no valían por falta de fuerzas o que eran ya viejos, se los sacrificaba sin más preámbulo. Algunas almas caritativas, algún amo complaciente y compasivo, rara vez, en vista de su demostrada lealtad y honradez, les permitirán quedarse a la puerta de la casa como custodios, pero erán los menos.

Muchos parecen gordos como perros lanudos,

que mueren de pura hambre.

El perro y la calentura, novela peregrina, de

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645).

La blanca lana del pobre perro de aguas, cuando sea viejo, amarillará en un tono que recuerda al humano meado. Las vedijas formarán borras malolientes tan burdas y pegadas que ni la tijera, a duras penas, puede cortar. Expedirá un olor acre, peor que amoniaco. Ya nadie lo quiere. Al envejecer, padecerá la dolorosa gota que le entumece los huesos. Acabará en el muladar, olvidado y lleno de moscas zumbonas y mordisconas, con las orejas supuradas y roídas. Legañoso y apestoso, espera su muerte, si no lo matan antes. En la decrepitud de su vida, nunca más se le atusará. Pero bajo esos ojos brillantes, húmedos, que no vemos, el perro de aguas mirará y ensoñará, con indeleble e inmarcesible amor, a su amo y señor que ya no lo atiende, sin comprender el porqué.

En el refranero castellano, a esa falta de atusamiento del perro (de aguas), se refiere el siguiente adagio: «A perro viejo, nunca tus, tus61».


Un tuso siendo atusado

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