Estudios transnacionales

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Etnografía especular

Para ser congruente con la teoría de la mediación para los estudios transnacionales que delineamos en párrafos anteriores, estoy interesado en desarrollar un trabajo etnográfico que tenga la capacidad de trabajar en el nivel empírico del trabajo de campo y que simultáneamente sea informado por una teoría crítica como los estudios culturales. Raymond Williams ha demostrado que el arte, la cultura y la ideología no son un “reflejo” de la “realidad”, o de la base material de la sociedad. Por esta razón, en su proyecto sustituyó la teoría del reflejo por una teoría de la mediación. Sin embargo, yo encuentro útil la metáfora del espejo y del reflejo para explicar una posible aproximación etnográfica para los estudios transnacionales. Hay varias formas de describir la etnografía especular.

La primera forma es una definición más bien empírica donde “etnografía especular” es el reconocimiento de que la realidad que vemos cuando usamos el lente metodológico del nacionalismo es parcial. La etnografía especular tiene la tarea de explorar los movimientos y conexiones de las personas más allá de las fronteras o de los campos locales de investigación (Besserer y Oliver, 2014). Quisiera proponer que la etnografía especular va más allá de lo que se ha denominado la etnografía multisituada (Marcus, 1995), porque explora el hecho de que esta realidad no es una extensión de la vida social como la encontramos en el nivel local. Más bien nos enfrentamos al hecho de que el campo extendido de la vida social ha sido “filtrado”, “reclasificado” e “invertido” por un dispositivo de poder, como puede ser el de la frontera internacional. Un campesino mexicano que ha cruzado la frontera es reclasificado y se transforma en un day-laborer (jornalero), un error de traducción que explica Michael Kearney en lo que yo considero su análisis especular de la tríada “fronteras­órdenes­identidades” (Kearney, 2006). La etnografía especular puede incluir el estudio del “dispositivo” mismo que puede ser una frontera internacional, o una estación de radio (Robles, 2015).

Una segunda definición de “etnografía especular” se enfoca en la lógica cultural de la política y la economía actuales, dejando expuesta la construcción culturalmente mediada de la vida material y de la sociedad. Un ejemplo de ello es el estudio etnográfico de cómo las nuevas formas de la producción global tienen lugar en el marco de nociones fundamentales de la naturaleza y de cómo se constituyen las personas y sus cuerpos en el capitalismo contemporáneo.

Una tercera forma de pensar en la “etnografía especular” se relaciona con la discusión ontológica sobre el sujeto cognoscente en los estudios transnacionales. Siguiendo a Kearney nuevamente, podemos afirmar que los estudios transnacionales han identificado la reducción de la distancia critica entre el “Yo antropológico” y el “Otro etnográfico” (Kearney, 1991). Esto implica un creciente reconocimiento del hecho de que las personas (el yo y el otro) realizan actividades etnográficas, viven en resistencia y contienda, e intervienen en algún momento en la construcción de narrativas críticas y de análisis teórico. Esta etnografía se desarrolla desde los márgenes de la disciplina y frecuentemente se vuelve más que una forma de colaboración en el campo, para transformarse en una modalidad de “autoetnografía” y una forma de (por así decirlo) “autoteoría”. Los estudiantes que están en el proceso de entrenamiento como etnógrafos en los departamentos de antropología son un ejemplo de estos talentosos etnógrafos que en algún momento están aún en los márgenes de la disciplina, hablando desde sus propios “puntos de vista diaspóricos”, creando sus propias construcciones teóricas y poniendo la antropología en práctica (Cinco, 2017).

Así, la etnografía especular implica mucho más que una aproximación multisituada: en primer lugar requiere del reconocimiento de que las fronteras que fragmentan a la realidad que estudiamos frecuentemente producen realidades complementarias e invertidas a cada lado de dichas fronteras. En segundo lugar, implica la comprensión de que las categorías básicas que informan a la metodología son culturalmente construidas, por lo que esta etnografía especular debería entender así la relación circular entre la producción cultural y el carácter culturalmente situado de la realidad material. Finalmente, una característica de esta etnografía especular es que empieza en los “márgenes” de la disciplina, incorporando a los sujetos con los que trabajamos, así como a los estudiantes que inician su entrenamiento en la investigación, de manera que todos participamos como sujetos cognoscentes en un proceso de reflexión colectiva (Besserer, 2016).

Teoría crítica de la ciencia

La segunda línea de investigación es la teoría crítica de la ciencia donde se han construido nuevas formas de comprender la construcción del sujeto social, pues uno de los espacios donde se libra esta lucha cultural es en la práctica de la ciencia. Un ejemplo lo podemos encontrar en el número creciente de muertes en México que ha llevado a cambios en la noción dominante del cuerpo y del cuerpo social. Las desapariciones de migrantes han puesto en el centro del debate la noción del cuerpo como un mapa simbólico. La textualización del cuerpo se transforma en bancos de datos que son el nuevo “cuerpo social”. Por un lado, la seguridad de la población depende, en gran medida, del manejo de estos bancos informáticos; por el otro lado, prácticas como la antropología forense han demostrado el papel de la ciencia en el enfrentamiento con las políticas por parte del Estado de encubrimiento de la violencia generalizada que se ha desatado en el corredor migratorio entre Centroamérica y Estados Unidos. En este momento, la teoría derivada de la antropología feminista de la ciencia nos permite comprender mejor la construcción de un nuevo discurso no basado ya en “lo social”, sino en un complejo ensamblaje de signos y tecnologías que está en contienda entre las prácticas de la sociedad civil y los aparatos nacionales e internacionales de control y manejo de la información (Besserer, 2016).

Economía política de los afectos

En tercer lugar, me parece importante desarrollar los estudios sobre el poder que han incorporado el concepto de “gubernamentalidad transnacional” en trabajos que exploran las maneras en que se construye el poder en un momento en el que el Estado aparentemente se “retira” (Gupta y Ferguson, 2002). Un buen ejemplo de ello es el trabajo sobre las deportaciones que nos ha mostrado que no solamente es la acción de deportar, sino la construcción que los sujetos hacen de sí mismos como “deportables”, lo que ha tenido en los años recientes una consecuencia importante en los cambios demográficos entre los países receptores y los que tradicionalmente han sido emisores de trabajadores en el plano internacional (De Genova y Peutz, 2010). Esta línea de trabajo sobre el “poder” permite poner la mirada de la discusión sobre el sujeto y no sólo en el Estado, como lo hacían los estudios transnacionales de “la política” (Besserer y Nieto, 2015).

Relacionado con el trabajo sobre el poder, me interesa en particular contribuir al desarrollo de una economía política de los afectos que explique el plano subjetivo de la vida transnacional en un momento en el que debemos entender mejor los mercados y políticas de la nostalgia (Hirai, 2009), así como los regímenes de terror y la geografía del miedo en la así llamada “zona gris” de la migración internacional (Guillot, 2012). Esta aproximación nos facilita pensar en los transmigrantes como sujetos con agencia, y hace explícita la tensión entre una agencia dócil, como lo plantea Saba Mahmood (Mahmood, 2008), y las prácticas contrahegemónicas que se dan en la vida cotidiana, como sentimientos (in)apropiados (Besserer, 2014a).

Nota

* Este trabajo se realizó en el marco del proyecto Conacyt de ciencia básica 152521h “La ciudad transnacional”. Una versión anterior de este capítulo fue publicado en Etnográfica, Revista do Centro em Rede de Investigacao em Antropologia, vol.22, núm. 1, 2018, pp. 109­130.

2. TRANSNACIONALISMOS Y TRANSFEMINISMOS*

El pensamiento feminista ha jugado un papel importante en la construcción de la perspectiva antropológica de los estudios transnacionales. Desde los años 1990 el análisis de género formó parte del estudio de la realidad transnacional (Mahler, 1999; Mahler y Pessar, 2001), y en este proceso, el pensamiento feminista ha hecho aportaciones significativas para la construcción del aparato epistemológico y metodológico de los estudios transnacionales como veremos en este capítulo.

En las páginas que siguen voy a presentar algunos ejemplos de esta relación entre feminismo y transnacionalismo, y lo voy a ejemplificar a través de la investigación que desarrollamos sobre comunidades transnacionales en el Seminario de Estudios Transnacionales del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana. De esta forma, intentaré mostrar que el feminismo es un componente indispensable en ese diálogo de posturas teóricas que hemos nombrado “estudios transnacionales”.

Como la nación moderna se construyó sobre la base de la inequidad de género, no debería sorprendernos que el análisis de género, y el feminismo como su forma más sistemática de reflexión crítica y acción transformadora, hayan aportado significativamente para la construcción de una crítica a los prejuicios y limitaciones que impone el modelo del Estado­nación sobre el método y la teoría en las ciencias sociales. Por el otro lado, el feminismo encuentra en los contextos que solemos llamar transnacionales, espacios privilegiados para la reflexión analítica, la desnaturalización de las inequidades y para acción encaminada a la des­sujeción.

 

La primera pregunta a la que atiende este capítulo es ¿qué hemos aprendido los estudios transnacionales del feminismo? Como ya mencioné, abordaré esta reflexión desde mi propia investigación y la del colectivo con el que he trabajado. El segundo objetivo de este capítulo es revisar desde nuevas perspectivas teóricas del feminismo algunos resultados etnográficos realizados con un enfoque transnacional. Finalmente, el capítulo tratará de exponer lo que desde mi punto de vista podrían ser aportes de la investigación transnacional a la reflexión feminista.

En este capítulo presento distintas situaciones en que el diálogo entre feminismo y estudios transnacionales puede ser productivo. En primer lugar, describiré la forma en que los estudios feministas de la ciencia pueden contribuir a la construcción de un método para los estudios transnacionales. Después describiré de qué manera las paradojas que surgen de la vida transnacional, en el marco de lo que se ha denominado “transnacionalismo contradictorio”, han sido un campo propicio para la reflexión del feminismo. A continuación veremos la contribución que el feminismo transnacional hizo a los estudios transnacionales con el enfoque teórico de la “hegemonía dispersa”. En el curso del capítulo contrapondré los avances obtenidos desde la perspectiva del feminismo transnacional, con la profundidad analítica que se logra cuando releemos los resultados de investigación de las últimas décadas de trabajo a la luz de la mirada y el herramental teórico del transfeminismo. Para finalizar, expondré cómo lo que hemos aprendido con la investigación de procesos transnacionales puede aportar nuevas herramientas y nuevos retos para la crítica feminista contemporánea.

En resumen, mi planteamiento es que para la construcción del campo de los estudios transnacionales, es indispensable que el feminismo forme parte central del mismo.

LAS COMUNIDADES TRANSNACIONALES Y EL GÉNERO

Este capítulo está basado en los resultados del proyecto de investigación “Poder, economía y cultura en comunidades transnacionales” en el que trabajamos en el plano académico, profesores y alumnos de los departamentos de Antropología de la Universidad de California en Riverside (UCR) y de la Universidad Autónoma Metropolitana­Unidad Iztapalapa (UAM­I) en México. Participaron en el proyecto también las autoridades de las comunidades de San Juan Mixtepec y San Jerónimo del Progreso, así como las organizaciones indígenas binacionales Red Internacional Indígena Oaxaqueña y el Frente Indígena Oaxaqueño Binacional. A continuación presentaré algunos resultados parciales de dos etapas del proyecto y me concentraré (salvo un caso) en la investigación realizada en la comunidad transnacional de San Juan Mixtepec.

San Juan Mixtepec es un municipio con cerca de 60 localidades entre barrios, agencias municipales y agencias de policía, además de la población que para el momento de la investigación se encontraba dispersa en una gran cantidad de localidades entre México y Estados Unidos (Besserer y Kearney, 2006). El trabajo de campo aquí presentado se realizó en localidades de Oaxaca, Sinaloa, Baja California, California, Arizona, Florida, Carolina del Norte y Virginia.

El proyecto de investigación sobre comunidades transnacionales tuvo como antecedente los trabajos previamente realizados de manera independiente por Michael Kearney y Federico Besserer en las comunidades oaxaqueñas de San Jerónimo y Mixtepec respectivamente (Besserer, 1988; Kearney y Nagengast, 1989). La nueva investigación tuvo dos objetivos entre si complementarios. El primero de ellos fue construir un herramental teórico y metodológico para el estudio y comprensión de las comunidades de la región oaxaqueña con bajos niveles de bienestar y altos niveles de migración (Kearney, 1991; Besserer, 1993). En segundo lugar, aunque se trataba de un proyecto que se hacía preguntas relacionadas con lo que conocemos como “ciencia básica”, el método de trabajo incluía de manera explícita contribuir a contestar preguntas significativas para las comunidades referidas orientadas a resolver problemas concretos de la vida transnacional. De ahí que se diseñara un método de investigación que incorporó herramientas que las propias comunidades estaban desarrollando (como los censos comunitarios transnacionales); y por ello también, la organización y análisis de la información estuvo orientada no solamente a la construcción de un marco teórico y conceptual innovador, sino a la implementación de proyectos propuestos por la comunidad, como la construcción de un banco transnacional comunitario (Kearney, 2004a; Besserer, 1998).

El proyecto en cierta forma trabajó desde los márgenes de la disciplina constituyendo un grupo epistémico transnacional. Entre los participantes se encontraban en primer lugar las alumnas y los alumnos en proceso de formación que aportaron sus propios puntos de vista a la investigación. En este proceso se sumaron alumnas que iniciaban su formación antropológica, provenientes de las propias comunidades transnacionales, resultando entre ellas la primera tesis escrita en un idioma indígena de la UAM­I (Pérez, 2006). En segundo lugar, el proyecto conjuntó dos academias, la del habitus académico de la UAM­I y la desarrollada en el marco de la UCR como institución. La participación comunitaria hizo del proyecto un ejemplo de “antropología práctica” que involucró a los investigadores en la vida comunitaria, y a los miembros de la comunidad (entre ellos autoridades, líderes comunitarios y maestras y maestros del sistema escolar de las comunidades) como productores de teoría y análisis que se desprendía de la propia práctica de las comunidades. El trabajo se realizó con pequeños financiamientos de la UAM­I y de la UCR que no estaban planeados para sustentar una investigación de estas proporciones, lo cual visto retrospectivamente benefició los resultados del proyecto, pues propició una mayor colaboración entre todos los participantes.

En este proyecto construimos herramientas que más tarde se transformarían en un instrumento estandarizado para el trabajo con comunidades transnacionales (Besserer, s/f). Se trata de herramientas etnográficas articuladas entre sí que permiten tener información básica para transformar el trabajo de campo en un proceso “transnacional”: aplicamos cuestionarios vitales en una muestra representativa de hogares en la comunidad. Estos cuestionarios contienen información con profundidad temporal y dividida por dimensiones de la vida de los entrevistados. Con ayuda de un programa de cómputo denominado Antropac, los cuestionarios sirvieron para elaborar una representación geográfica o “topografía” de la comunidad tansnacional. Al mismo tiempo, estos cuestionarios fueron el contexto a partir del cual se realizaron historias de vida a profundidad que se hicieron para crear una narrativa donde los propios entrevistados proporcionaron una descripción densa de momentos históricos diferentes y lugares distintos de la geografía comunitaria, lo cual los transformó en etnógrafos de sus propias comunidades. Los datos de los cuestionarios vitales se modelaron como redes y a través de un análisis estructural de estas redes, elegimos los lugares más pertinentes para realizar trabajo de campo que fueron los nodos que operaban como porteros o gatekeepers, así como localidades que en la red constituían nodos con mayor centralidad o excentricidad según fuera el interés de las preguntas que nos planteábamos contestar.

La investigación empírica la realizamos en dos periodos. En el primer periodo realizamos trabajo en la comunidad de origen y en el segundo periodo viajamos junto con miembros de las comunidades a otras localidades de la geografía comunitaria en México y en Estados Unidos. La idea central era poder investigar procesos translocales. Es decir, no reportar lo que sucedía en un “campo” acotado, o en una multiplicidad de localidades, sino en el espacio resultante del accionar transnacional. De ahí que le llamamos “trabajo de espacio” y no trabajo de campo o trabajo “multisituado”. En este caso, la aproximación era desde el punto de vista de la etnógrafa o etnógrafo, una observación participante transnacional. El trabajo fue, además, un trabajo colectivo. Una parte muy importante fue el trabajo de acopio y discusión colectiva constante de la información, así como la división del trabajo de análisis y redacción. Finalmente, como dijimos, la investigación se basaba en problemas identificados por las comunidades y por ello debía proponer instrumentos de investigación y trabajo que fuese útil para las comunidades mismas.

Como puede intuirse, en la construcción de una investigación etnográfica ambiciosa como la que realizamos, no era sencillo (ni tampoco conveniente) construir un marco teórico único para el trabajo en equipo. Desde un inicio hubo posturas convergentes, por ejemplo, en torno a la importancia del concepto de “comunidad transnacional” para definir el foco de nuestro trabajo, pero por el otro lado, había divergencias en cuanto a qué herramentales analíticos serían utilizados para la comprensión de la realidad que estudiábamos. Por un lado, como otros autores y autoras del transnacionalismo, Michael Kearney se distanciaba de los estudios culturales; mientras que el equipo de la UAM­I, con tradiciones personales e institucionales de trabajo en los estudios culturales, los consideraba una parte central del herramental teórico. Así que el marco teórico de la investigación tuvo dos componentes centrales, por un lado los estudios del transnacionalismo migrante, y por el otro lado los estudios culturales. El diálogo entre estas posturas teóricas como he explicado en un capítulo anterior, no ha estado libre de tensiones.

Para ordenar esta discusión recurrimos a la reflexión feminista sobre epistemología, paralela a la distinción entre empirismo radical, feminismo del punto de vista y conocimiento situado (Harding, 1988), identificamos una tensión entre la aproximación transnacional “objetivista” y una postura de “ruptura epistémica”.

El transnacionalismo migrante, partía de un empirismo duro u objetivista, que proponía que en los hechos estábamos ante realidades que no habían sido estudiadas apropiadamente debido a los sesgos que se encontraban en las convenciones disciplinarias. Entre estas convenciones etnográficas estaba el definir inicialmente el territorio donde debía realizarse el trabajo de campo para estudiar después a sus habitantes. La crítica a este modelo la sistematizaron algunos años más tarde Nina Glick Schiller y Andreas Wimmer en un conocido artículo donde invitan a romper con los supuestos que sostienen a la construcción del Estado­nación y que durante muchos años se impusieron sobre los méto dos de las ciencias sociales. En particular, cuestionaron el supuesto de que en un territorio vive un pueblo que responde a una forma de gobierno. Al hacerlo, sugerían que se daba un paso para superar el “nacionalismo metodológico (Glick Schiller y Wimmer, 2002).

Por otro lado, podíamos identificar en la literatura del transnacionalismo vinculado con los estudios culturales la advertencia sobre la importancia de hacer explícito el punto de vista del sujeto que conoce una realidad, no solamente para comprender los sesgos que este puede introducir a través de las convenciones de los modelos científicos, sino también para dimensionar la importancia de la experiencia y la reflexión de los sujetos transnacionales con que trabajamos para la construcción de otras formas de conocer y transformar la realidad.

Me parece que esta diferenciación aclaró tempranamente las diferencias que estaban en la base de las distintas aproximaciones de los estudios transnacionales, y en los hechos, de nuestra propia investigación (Besserer, 1999a). Así que la discusión sobre epistemología feminista fue fundamental para la construcción del diálogo entre aproximaciones teórico­metodológicas, y por ello del campo que hemos llamado estudios transnacionales.