Historias del hecho religioso en Colombia

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Respecto a la expedición mencionada anteriormente, el 19 de febrero de 1561 se anuncia desde España, a la Audiencia de Santafé, el viaje del religioso franciscano fray Luís Zapata de Cárdenas, arzobispo de Santafé años después, como Comisario de un grupo de 50 religiosos de la orden, destinados al Perú y al Nuevo Reino. Dicha expedición zarpa el 26 de marzo de 1561 del puerto de San Lúcar de Barrameda; a su llegada a Santa Marta, desembarcan seis religiosos para el Nuevo Reino, que iban a incorporarse a la custodia de San Juan Bautista. Los religiosos eran: fray Pedro Aguado, fray Esteban de Asencio, fray Jose Maz, fray Pedro Lucas y tal vez fray Antonio de Maqueda y fray Antonio Muñoz.

Un nuevo grupo de diez religiosos llegarían a la custodia en 1563, por pedido de la orden franciscana al Consejo de Indias en España; los nuevos frailes llegarían a las costas del Nuevo Reino en julio de 1564, emprendiendo el camino de Santafé el 28 de agosto de ese año. Para esta década no se registran más llegadas de religiosos al Nuevo Reino; incluso para 1567, cuando es erigida la custodia como provincia, no había en ella más de veinte frailes.

La labor de los primeros franciscanos en el territorio neogranadino se vio dificultada por la hostilidad que ejercían contra los religiosos algunas de las autoridades civiles del Nuevo Reino, debido al trato que se daba a los indígenas, y por percances económicos, pues el sostenimiento de conventos, frailes y doctrinas requería de una suma de dinero considerable; muchos autores dan a entender que no es muy claro el límite jurisdiccional de ambos actores, el religioso y el temporal, teniendo en cuenta que tanto el cabildo civil como el cabildo eclesiástico en Santafé no respetaban sus límites de arbitramiento en el Nuevo Reino.

LA DOCTRINA Y LA MISIÓN

La labor que venían a desarrollar los frailes, más allá de implantar la religión de su majestad, consistía en el adoctrinamiento de los indígenas; como bien lo dice Sabaté: “abrazando el cristianismo el nativo puede librarse de la condena eterna en el infierno”; empresa ardua y difícil en estos años:

Descorazonados y disgustados los religiosos, e impotentes para enderezar la situación de mal ejemplo, y sobre todo, la hostilidad que les oponían los Oidores y los colonos en general, sin conseguir sus propósitos pero sin abandonar su empeño, optaron por la vía de aglutinar en torno a sus conventos, a los niños hijos de caciques y principales.44

Los conventos franciscanos entonces empiezan a configurar toda una serie de internados que estructurarían una labor doctrinal de base con los indígenas más pequeños, quienes serían propagadores de la catequesis entre sus comunidades. Entre los naturales adultos, no obstante, se presentaron varios inconvenientes por la raigambre “idolátrica” de estos y por la complejidad de su lengua. Fray Jerónimo de San Miguel, en carta al rey, expresaba el constante retorno de los indios a sus ritos a pesar de ser bautizados:

[…] si alguna ocasión les dan, por liviana que sea, dejan la conversión de los cristianos y se van a sus pueblos, volviendo a los nefastos ritos de sus idolatrías y hacen escarnio de lo que entre nosotros han visto, contrahaciendo lo que en las iglesias se hace y aplicándolo a la veneración de sus santuarios e ídolos.45

Fray Pedro Simón expone que entre los diferentes métodos de adoctrinamiento no solo se utilizaba el internamiento de los hijos de los caciques, sino que a la vez

[…] todos los muchachos y muchachas, desde que comienzan a hablar hasta que se casan, se juntan en la plaza y puerta de la iglesia, o en el pasto de la casa del padre, una vez por la mañana, a hora de misa mayor, y otra por la tarde todos los días, y allí en alta voz se les reza y enseña toda la doctrina de memoria, haciendo que la digan y enseñen, cuando ya la saben, algunos de los muchachos mayores en presencia de los padres, que los están enmendando y guiando, si en alguna cosa faltan, enseñándoles también el catecismo por preguntas y todo lo perteneciente a todos los días de fiesta, en especial los que tienen obligación de guardar los indios, que son los de Nuestro Señor y Nuestra Señora.46

El trabajo doctrinario se convirtió en la piedra angular de la presencia no solo de la orden franciscana, sino también de las dominica y agustiniana en el Nuevo Reino, como plantea fray Jerónimo de San Miguel:

Por cumplir lo que vuestra real alteza nos tiene mandado acerca de la instrucción de los naturales, me pareció visitar toda esta tierra, lo cual he hecho, poniendo la doctrina evangélica por los pueblos anunciándoles el misterio de la cruz, destruyendo los lugares al enemigo de la naturaleza humana dedicados, edificando iglesias y en todas poniendo el trofeo de nuestra redención.47

No obstante, los actos de sincretismo religioso empezaron a dificultar los nuevos procesos liderados por las órdenes, pues en la mayoría de los casos, por los menos en el altiplano cundiboyacense, muchas de las imágenes cristianas para los indios no eran más que una nueva representación de sus deidades autóctonas. Como muestra Fray Pedro Simón, a pesar de dichos inconvenientes, en esos primeros años de doctrina se “han convertido y baptizado, en todo el distrito de esta provincia que es el que tiene esta Real Audiencia de Santafé, más de ochenta mil almas”48.

A pesar de los pocos religiosos que había en el Nuevo Reino, es en 1551 cuando se reparten los territorios para que tanto franciscanos como dominicos empiecen a administrarlas para la conversión de naturales. En el caso de la orden franciscana: “Entre las principales que a la nuestra le cupo, fue todo el valle de Evaque o Ubaque, de la banda del sur de esta ciudad, tierra doblasa y tan llena de naturales, que solo los indios mayores, gondules, eran más de diez o doce mil y la chusma innumerables”49.

En el caso de las doctrinas en Tunja, las repartidas al convento franciscano de la Magdalena fueron “las del gran valle de Sogamoso, que hasta hoy permanecían así de principal y más principales pueblos de todo él, en donde comenzando luego la conversión de los indios les fue dificultosísimo y de incomparables trabajos la reducción a la fe”50.

Es el sínodo convocado por el arzobispo de Santafé fray Juan de los Barrios en 1556 en el que no solo define la quema de los santuarios indígenas que se encontraran en el territorio, sino que a la vez precisa que para administrar los sacramentos se debía partir de la capacidad del buen cristiano de discernir lo que recibían, además de determinar la catequesis a implantar en las doctrinas y entre los grupos más jóvenes de indígenas:

[…] los niños irán a la misa después de la cual el sacerdote empezaba a recitar o a contarles, según escogiera, la cartilla del catecismo, y tras de haberles rezado algunas oraciones que aquellos debían memorizar, los despachaba a sus casas. Por la tarde “a la hora de vísperas” regresaban a las puertas del convento y el sacerdote les volvía a recitar la cartilla, después de lo cual se devolvían a sus ranchos. Los domingos y fiestas de guarda, en cambio, reunía a todos los indios, hombres y mujeres, viejos y mozos, con todos los niños, así infieles como cristianos y entraban luego al templo, donde daba comienzo a la misa. Llegada la hora del prefacio, sacaba del interior a todos aquellos que no estaban bautizados. Cuando se terminaba la misa, volvían a reunirse todos y el sacerdote, en voz alta, recitaba las oraciones que se llamaban “dominicales” y les enseñaba signarse con la cruz. Después de esto les predicaba, dándoles a entender la virtud de los sacramentos y las cosas que debían creer, persuadiéndolos a dejar sus ritos y dándoles a conocer a Dios.51

La orden franciscana, como lo expresa Luis Carlos Mantilla, consagró toda una serie de métodos apostólicos para el adoctrinamiento de los naturales; sin embargo, una de las dificultades que imposibilitaban dicho trabajo, como se mencionó anteriormente, era la lengua, lo que obligó en muchos casos a que los frailes aprendieran los idiomas y dialectos de los indígenas. A pesar de este esfuerzo por establecer canales de comunicación directos, el dicho sínodo de 1556 consagraría lo dispuesto por el emperador Carlos V en la real cédula del 7 de junio de 1550, mandando a enseñar el castellano entre los indígenas bajo pena de excomunión. Dicha cédula expresa:

Venerable y devoto padre provincial de la Orden de San Francisco del Nuevo Reino de Granada: como tenéis entendido de nuestra real voluntad, nos deseamos en todo lo que es posible procurar de traer a los indios naturales de esas partes al conocimiento de nuestro Dios y dar orden en su instrucción y conversión a nuestra santa fe católica. // Y habiendo muchas veces platicado en ello, uno de los medios principales que ha parecido que se debía tener para conseguir esta obra y hacer en ella el fruto que deseamos, es procurar que esas gentes sean enseñados en nuestra lengua castellana y que tomen nuestra policía y buenas costumbres.52

Las doctrinas, que eran puestos permanentes de catequesis que se iban convirtiendo en parroquias de indios, estaban adscritas a las parroquias y conventos más cercanos. En el caso de la orden franciscana, en los primeros años de su llegada, “casi todos los pueblos de doctrinas que hay y ha habido en los términos de la ciudad de Santafé tenían circunscripción franciscana”53, es decir, los poblados de Bosa, Suba, Funza, Chía, Cogua, Némesa, Fusagasugá, Zipacón, Nemocón, Pasca, Sopó, Usaquén y Zipaquirá. El convento de Tunja tenía asignadas diez casas de doctrinas, entre las que se destacaba la de Sogamoso. El convento de Cartagena poseía cinco doctrinas entre los indios malibúes.

 

Como lo expone Fray Pedro Simón, para 1551 el convento franciscano de Santafé tenía a su cuidado doce casas de doctrinas sujetas a los guardianes; respecto a las doctrinas de la ciudad de Tunja: “Lo está hoy en la iglesia del convento que allí tenemos edificado, a quien están sujetos los doctrineros de los demás pueblos del valle que tiene a su cuidado nuestra Orden, que con ellas y las demás doctrinas que están sujetas al convento de la ciudad de Tunja hacen el número de ocho, en que están ocupados ocho religiosos de ordinario”54. En el caso del convento de Vélez, este poseía a su cargo “tres doctrinas, de que se ocupan tres religiosos, doctrinando cada uno tres o cuatro pueblos”55.

Para 1587, como lo señala fray Pedro Simón, llega al Nuevo Reino de Granada una real cédula en la que se dispone el nuevo tratamiento religioso y pecuniario que debían de implantar los misioneros franciscanos en sus doctrinas:

El Rey, Presidente y Oidores de mi Real Audiencia que residen en la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada, yo he sido informado que por hacer mucho fruto los frailes de la Orden de San Francisco en la conversión de los indios de esta provincia, y tener mucho cuidado de volver y mirar por ellos, y defender-los de los que procuraban agraviar y molestar, los desean los encomenderos en sus pueblos y que convenía se pusiesen en los que están en mi Real Corona, como lo han pedido alunas los oficiales de mi Real Hacienda, ordenando que los dichos religiosos, ni otros ningunos que estuviesen en doctrinas no puedan pedir a los dichos indios gallinas, huevos, maíz, ni una raíz de que se sustentan, sino que libre y desinteresadamente los enseñen y administren los santos sacramentos, sin querer de ellos dádiva alguna, porque además de ser esto lo que deban hacer, los dichos indios son tan pobres y miserables y tienen tan poca defensa que con lo que les piden sin resistencia y dándolo reciben mucho daño, y porque ambas parecen de consideración os mando que lo veáis y ordenéis lo que más convenga a la buena doctrina y conversión de los dichos indios y a que no sean vejados ni molestados. Fecha en Madrid, a 20 de enero de 1587 años. Yo el Rey. Por el mandato del Rey Nuestro señor Juan Fluorra.56

LOS CUSTODIOS

La imprecisión de las fuentes se evidencia al verificar que son tres, como propone Mantilla, las listas que se manejan respecto al nombre de los superiores que gobernaron la custodia en sus quince años de historia; sin embargo, es difícil establecer entre dichas listas indicaciones cronológicas sobre los gobiernos y coincidencias entre los nombres:

1. Lista de Fray Esteban de Asencio (la que más se acerca a los datos que aporta Mantilla):

Fray Jerónimo de San Miguel

Fray Juan de San Filiberto

Fray Francisco Pedroche

Fray Manuel de la Magdalena

Fray Miguel de los Ángeles

Fray Esteban de Asencio

2. Lista de Fray Pedro Simón:

Fray Francisco de Victoria

Fray Jerónimo de San Miguel

Fray Miguel de los Ángeles

Fray José Maz

Fray Juan Bélmez

Fray Gaspar Sarmiento

Fray Esteban de Asencio

Fray Pedro de Arenillas

Fray Francisco Pedroche

3. Lista de Juan Flórez de Ocariz (escribano mayor de la Cancillería de la Audiencia):

Fray Francisco de Victoria

Fray Jerónimo de San Miguel

Fray José Maz

Fray Juan Bélmez

Fray Gaspar Sarmiento

Fray Esteban de Asencio

Fray Francisco Pedroche

A estas listas se suma la propuesta por Gregorio Arcila57, quien, uniendo las listas de custodios de Fray Pedro Simón y fray Esteban de Asencio, expone que los custodios en el Nuevo Reino fueron:

Fray Francisco de Vitoria, fundador

Fray Jerónimo de San Miguel

Fray Juan de San Filiberto, francés

Fray Francisco de Pedroche

Fray Manuel de la Magdalena

Fray Miguel de los Ángeles

Fray José Maz

Fray Juan de Velmez

Fray Gaspar Sarmiento

Fray Esteban de Asencio

Fray Pedro de Avenillas

Fray Francisco de Pedroche

Puede que el primer custodio que haya tenido la provincia haya sido fray Francisco de Victoria58, por haber sido el encargado de traer el primer grupo de la orden y por convocar a capítulo para elegir custodio; sin embargo, la mayoría de autores concluyen que este primer gobierno estuvo a cargo de fray Jerónimo de San Miguel, quien, como se mencionó anteriormente, después de denunciar a los oidores fue encarcelado y desterrado del Nuevo Reino de Granada.

El sucesor del religioso San Miguel fue fray Juan de San Filiberto, quien ya había estado en el Nuevo Reino entre los años de 1540 y 1541, y parte hacia Perú por inconvenientes presentados con el adelantado Don Alonso de Lugo. Para 1547, el religioso se encuentra en Quito, y en 1551 está en Panamá; terminado su gobierno vuelve a España en fecha desconocida. Fray Francisco de Pedroche sucede a San Filiberto; Pedroche llega con el nuevo arzobispo de Los Barrios en 1553, se ocupa a su llegada de la doctrina de Sogamoso y participa en el Sínodo convocado por el arzobispo en 1556; es custodio hasta junio de 1562, pero vuelve a asumir ese cargo en 1564, por causa del viaje del custodio fray Esteban de Asencio a España. En 1569 es elegido definidor de la provincia; muere hacia el año de 1575 en Tunja.

El cuarto custodio elegido fue el padre Manuel de la Magdalena, de la provincia de la Concepción, quien probablemente llegó al Nuevo Reino entre 1554 y 1555. En 1558 vuelve a España como procurador de la Custodia ante el Consejo de Indias. En 1565 es guardián del convento de Nuestra Señora de Loreto de Cartagena y en 1566 vuelve a España.

Fray Miguel de los Ángeles fue el quinto superior elegido para la custodia. Era de la villa de Salmeran del obispado de Cuenca; es el único fraile que se queda en la provincia después de la partida de muchos religiosos por la situación del primer custodio fray Jerónimo de San Miguel. No se sabe la fecha de su elección como custodio, pero ya para 1563 es definidor de la provincia, siendo reelegido en este cargo en el Capítulo Provincial de 1569. Vive en el Nuevo Reino durante veinte años, doce de los cuales acompaña a fray Esteban de Asencio. En 1575 parte fray Miguel del Nuevo Reino, por la conjura de algunos religiosos contra fray Pedro Aguado; llega a México, en donde muere cinco años después, siendo sepultado en el convento de Puebla de los Ángeles.

El sucesor de fray Miguel de los Ángeles es fray Esteban de Asencio, quien es elegido quinto custodio a finales de 1563. Para esta fecha, Asencio ya llevaba dos años en el Nuevo Reino. Es natural de Navarra, toma el hábito en el convento de San Francisco en Salamanca y llega a la custodia en 1561 después de ser persuadido por el teólogo fray Juan del Campo de quedarse, pues su destino final era Chile. Asencio fue el sexto y último custodio de la Custodia de San Juan Bautista. Durante su mandato como custodio pide permiso al rey para traer por lo menos 30 frailes a la Nueva Granada; esta expedición vendría más adelante con el padre fray Francisco de Olea. Terminado su gobierno, Asencio fue dos veces definidor y una vez guardián del convento de Santafé. En palabras del mismo Asencio, él

[…] ha bautizado muchos indios en diversas partes; ha residido y predicado en la provincia de Santa Fe del Nuevo Reino sin hacer mudanza della, ni la hará, si Dios no determina de hacer otra cosa, veinticuatro años; en la orden treinta y ocho, en la edad cincuenta y ocho, es orador, predicador, e comisario de corte, por la Provincia en el convento de Santa Fe.59

Fray Pedro Simón, sin especificar fecha, menciona que a medida que pasa el tiempo van llegando más religiosos fran-ciscanos a la Provincia para la conversión de indios, entre los que se encuentran fray Pedro Vallejo, fray Hernando Caladilla, fray García Hernández, fray Diego del Castillo, fray Juan Revega y fray Pedro de Santa Catalina60.

LOS CONVENTOS FRANCISCANOS

Ya plenamente instalados en Santafé, el primer convento erigido por los padres franciscanos es el de Nuestra Señora de la Purificación en dicha ciudad, el cual primero se emplazó al sur de la ciudad, en la salida a Tunja, cerca de la parroquia de Las Nieves; poco después se desplazó el convento a unos solares donados por la señora Isabel Romero, devota de San Francisco:

En dichos solares se dio el Custodio fray Jerónimo de San Miguel con tanto empeño a la construcción, con la ayuda que para ella le dieron los indios, trayendo maderos, pajas y demás materiales, que en los primeros días de febrero de 1551 tenían ya la capilla acomodada y colocaban el santísimo sacramento. En esta modesta residencia estuvieron los frailes hasta el año de 1557, cuando se trasladaran a unas casas de Juan Muñoz de Collantes, las cuales habrían sido adquiridas por el obispo fray Juan de los Barrios y donados por el mismo a sus hermanos.61

El referido convento no se encontraba, a pesar del trabajo de muchos custodios y guardianes, en la mejor situación habitacional para los frailes, como se muestra en el siguiente documento:

Fray Esteban de Asencio, procurador del Orden de San Francisco de la provincia del Nuevo Reino de Granada, en nombre de los religiosos de la dicha Orden de la ciudad de Santafé, dice que en ella hay una casa que es la cabeza de toda aquella provincia y de donde salen los religiosos para ir a entender en la conversión y doctrina de los indios y tienen una iglesia muy pequeña y de ruin edificio la cual está para caer, y a esta causa tienen comenzada iglesia y por no tener con qué no la hacen por ser muy pocas las limosnas y así no se hace. Convendría, y es cosa muy necesaria, se haga la dicha iglesia mayor por acudir a ella tanta multitud de gente y ser la que hay tan pequeña y de ruin edificios que no cabe casi nada de gente y así por esto como por el ornato de la ciudad conviene se haga la dicha iglesia.62

Fray Francisco Gonzaga respecto a este convento de Santafé narra que: “Se hizo con limosnas de los particulares y también de las cajas reales el año de la Encarnación de 1550, en honor de la Purificación de Beatísima Virgen María, y después de 1566, lo bendijo el reverendísimo padre fray Juan de los Barrios, primer arzobispo de esta ciudad y de la orden franciscana”63. Moran en él 26 religiosos quienes están encargados de las siguientes casas doctrinales: Bosa, Suba y Funza; Chía; Cogua y Némesa; Fusagasugá y Zipacón; Nemocón; Pasca, Sopó; Usaquén; Zipaquirá. Además, “los sacerdotes que allí moran, desempeñan con los dichos indios el oficio de párrocos, con auto-ridad apostólica, y desempeñan solícitamente esta carga, cual vigilantísimos pastores”64.

Los vecinos de Santafé, frente al estado de precariedad del dicho convento franciscano en su ciudad, expresaban en 1574 que

[…] no está tan conveniente como conviene para la habitación y morada de los religiosos, porque tienen poca vivienda y pocas celdas, porque algunas fiestas solemnes que se juntan los religiosos de la comarca y otros huéspedes que vienen de otras partes, están dos y tres religiosos en una celda, por faltarles aposentos convenientes, y así tienen casa muy estrecha.65

Para 1550, pasan varios frailes a la ciudad de Tunja, en donde: “erigen canónicamente el segundo convento poniéndolo bajo el patrocinio de Santa María Magdalena”66, el cual era: “una casa pajiza y que se les llovía, con cercas muy débiles y descubiertas por donde se les entraban los animales…”67. Respecto a este convento, en la descripción que se hacía de Tunja, el 30 de mayo de 1610 se menciona que

[...] el convento de San Francisco se fundó en unas casas que le dio de limosna el adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada: la iglesia estaba ahora veinte años tan pequeña y maltratada, que obligó a los prelados a hacer otra nueva que se acabó hará ocho años, y luego comenzaron el convento arrimado a ella; pero va tan despacio que en muchos años no se acabará, por la pobreza de la tierra y haberle quitado a los frailes algunas doctrinas que se han dado a clérigos.68

Dicho convento en Tunja es el que menciona Asencio: “su avocación es Santa María Magdalena. Fue fundado año de cincuenta por frailes enviados de España a fundar la provincia. Está dentro de la ciudad. Tiene ordinariamente veinte y cuatro frailes; ha tenido ordinariamente diez doctrinas”69.

 

El tercer convento franciscano erigido en el Nuevo Reino se funda en el año de 1552 en la ciudad de Vélez, con advocación de San Luis. Esta casa sufre de un abandono temporal pues: “estuvo desierta y despoblada algunos días después de su fundación, por causa de irse los frailes de ella a España y otras partes, pero después se reformó70. Respecto al convento de Vélez, Asencio plantea que este era el tercer convento de la provincia: “Su vocación es San Luis. Fundose poco después del año de cincuenta. Está dentro de la ciudad; este pueblo es pobre. Tiene ordinariamente cinco frailes en doctrinas de indios”71.

En Cartagena, el padre fray Pedro de la Iglesia fundaría en 1555 un convento franciscano, con título de Nuestra Señora de Loreto, ubicado “al principio de la isleta viendo desde la ciudad al Este, que hoy llaman Getsemaní”72, en un solar donado por doña Beatriz de Cogollos; sin embargo, antes de esta fundación se registra la presencia de franciscanos en dicha ciudad, en carta que escribe el Deán Pérez Materano al Rey, el 30 de julio de 1554:

Por aquí pasó fray Antonio de Herrera, Custodio de la Provincia de Lima del Perú y halló en este pueblo de Cartagena a fray Cosme de Arteaga y a fray Juan Hermoso, de la orden de los franciscanos. // Estos dos frailes son los que yo he escrito a vuestra majestad que han permanecido en esta parte en la doctrina de los naturales de esta tierra, y hase hecho mucho fruto. Rogué mucho al dicho padre Custodio que me dejase los dichos dos padres para poblar un monasterio de la Orden de los franciscos en un pueblo de vuestra majestad que se llama Turbaco.73

Este convento para 1559 sería temporalmente abandonado debido al asalto del que fue objeto la ciudad de Cartagena, por parte de los piratas franceses Juan y Martín Cote, por lo cual los religiosos franciscanos deciden trasladarse a la villa de Tolú, hasta que por pedido de las autoridades de Cartagena retornan a reedificar el convento de esta ciudad. La situación de este convento, al igual que la del resto de conventos franciscanos en el Nuevo Reino, era precaria, debido a las pocas rentas que estos poseían:

En el navío de aviso que fue de esta costa de Tierra Firme esta año de 1583 escribimos los capellanes y siervos que vuestra majestad tiene en este convento de San Francisco de Cartagena, suplicando que fuese servido mandar librar vuestra real cédula para que por ella se nos haga en este convento un cuarto o dormitorio, donde los religiosos huéspedes que por orden de vuestro real Consejo a estas partes pasan a la predicación evangélica y conversión de los naturales sean hospedados y aposentados los días que aquí estuvieren porque se padece tanta necesidad y estrechura, que por no haber aún para los moradores, sirve de dormitorio la iglesia y los lugares donde los divinos oficios se celebran, para lo cual y para reparos de la pobre iglesia que tenemos, pedimos a vuestra majestad en merced y limosna, se nos dan los novenos de los diezmos de este obispado lo que han restado después del cumplimiento de vuestra real cédula librada para las obras de la santa iglesia catedral de este obispado.74

Respecto al convento de Cartagena, Asencio afirma que “está fundado fuera de la ciudad junto a unas casas y huertas llamadas Getsemaní. Es convento de veinte frailes, dos predicadores. Tiene cinco doctrinas de indios malibúes”75.

Mantilla señala que, a finales del siglo XVI, la provincia de los Doce Apóstoles del Perú mostró interés por el convento de Cartagena, para que este formara parte de su jurisdicción, pues

[...] el Comisario general del Perú, en vista de que aquel convento era el primero que encontraban los frailes cuando venían a Tierra Firme, y escala obligada de los que continuaban al Perú [...]. Para conseguir sus propósitos habían escogido el camino fácil de la delación, argumentando que en el convento de Loreto no se vivía con el buen ejemplo y la disciplina a que estaban obligados los frailes menores.76

Cabe observar que los conventos de Cartagena y Tolú eran parte de la “Custodia de Tierra Firme”, la cual, después del Capítulo General de la orden en Valladolid, en 1565, pasa a la provincia de Santafé. Este inconveniente con Lima es solucionado en 1587, cuando fray Esteban de Asensio, en el Capítulo General de la orden celebrado en Roma, regresa “con el decreto que había expedido el Capítulo mediante el cual ordenaba a la Provincia de los XII Apóstoles del Perú que restituyera a la del Nuevo Reino la posesión de su convento en Cartagena”77.

El quinto convento importante en la provincia es el de Trinidad de Muzo, fundado por fray Esteban de Asencio, cuando era comisario provincial en 1566: “Está fuera de la ciudad en buen sitio. Tiene cinco frailes moradores, dos doctrinas de indios musos”78.

El sexto convento es el de Nuestra Señora de La Palma, del cual Asencio dice: “Fundose en el tiempo del primero Provincial, año de sesenta y siete. Su vocación es de Nuestro Padre S. Francisco. Está dentro de la ciudad; tiene cinco frailes, un Predicador, dos doctrinas de indios colimas”79.

El séptimo convento es el de “Enserma” (sic) de la Gobernación de Popayán: “Fundole Fray Esteban de Asencio, con comisión del tercer Provincial, año de setenta y dos. Llámase Nuestra Señora de la Concepción. Tienen ordinariamente cinco frailes moradores un Predicador, dos doctrinas de indios. Está dentro de la ciudad”80.

El octavo convento mencionado por Asencio es el de Cartago, ciudad que pertenece a la Gobernación de Popayán: “Fundose en tiempo del quinto Provincial, año de sesenta y ocho. Su avocación es Nuestro Padre San Francisco, dentro de la ciudad. Tiene dos frailes moradores”81.

El noveno convento está en la ciudad de Espíritu Santo, provincia de La Grita: “Fundose por comisión de fray Francisco de Guzmán, Comisario de Indias y de Corte, año de setenta y nueve. Está dentro de la ciudad; tiene solo tres frailes moradores. Por la pobreza y necesidad de la tierra, dos doctrinas de indios. Es guardián fray Juan Manuel, de la Provincia Santa Fe de Santiago. Predicador, buen relijioso y acreditado en su profesión”82.

El décimo convento es el de Mompox, que es parte del obispado de Cartagena: “Fundolo, tomando el sitio y posesión para ello, dentro de la ciudad, y llamándolo San Antonio de Padua, el sexto Provincial fray Pedro de Azuaga, año de ochenta y dos. Tiene cinco frailes moradores, un Predicador, tres doctrinas de indios malibúes”83.

El undécimo convento es el de la ciudad de Ocaña, del obispado de Santa Marta; su primer guardián es fray Gaspar Rincones: “Fundose en tiempo de fray Francisco de Gaviria, séptimo provincial, año de ochenta y cuatro. Su avocación es de Nuestro Padre San Francisco. Tiene tres frailes moradores”84.

El duodécimo convento es el de Mariquita: “Fundose por comisión en tiempo de el séptimo Provincial Fray Francisco de Gaviria. Su vocación es de Nuestro Padre San Francisco. Tiene cinco frailes moradores, un Predicador, dos doctrinas de indios panches”85.