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CAPÍTULO 1 La orientación a lo real en la clínica psicoanalítica con adolescentes

La propuesta de una orientación a lo real en la clínica y en la experiencia analíticas es de Jacques-Alain Miller. La investigación que realiza en acto a lo largo de sus cursos en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII, en forma semanal año tras año, se sostiene y fue guiada por esa propuesta, que se renovó permanentemente durante más de treinta años.

Miller nombró a esos cursos antes de ser publicados, “La orientación lacaniana” título que no se debe a una cuestión formal, sino que pone el acento sobre una orientación que él afirma en forma contundente, es la que propone Lacan al final de su enseñanza: “la orientación a lo real”.

1. Lo real

¿QUÉ ES LO REAL?

Para circunscribir, bordear, de qué se trata lo real en la experiencia analítica este trabajo se centrará en el último curso que Miller lleva adelante hasta el momento, “El ser y el Uno”, curso inédito del 2011.

En la primera clase de ese curso va a plantear que la pregunta que le servirá de hilo de su reflexión durante todo el año será: “¿Qué es al fin de cuentas lo real?”. (1) Para responder a esta pregunta se servirá de la continuidad de la enseñanza de Lacan en su Seminario.

ANFIBOLOGÍAS DE LO REAL

Miller afirma que debemos inscribir un capítulo cuyo título sería: “Las anfibologías de lo real”, en tanto el término real no quiere decir siempre lo mismo, ni Lacan ni nosotros le asignamos un mismo uso a ese término, hay equívocos que hay que circunscribir. (2)

Anfibología es un término que proviene del latín, y que remite a amphibolos, ambiguo; logia deriva del griego logos, razón o principio racional del universo (discurso que da razón a las cosas). Anfibología según el Diccionario de la Real Academia Española, quiere decir “doble sentido, vicio de la palabra, cláusula o manera de hablar a que puede darse más de una interpretación”. Otro uso en retórica del término es: “empleo voluntario de voces o cláusulas con doble sentido”.

Lacan en el Seminario 24, refiere que no hay verdad sobre lo real. Dice: “No hay verdad sobre lo real, puesto que lo real se perfila como excluyendo el sentido. Sería todavía demasiado decir que hay lo real, porque decirlo, es suponer un sentido”. (3)

En “El ser y el Uno” Miller realiza su propia anfibología de lo real, desplegando sintéticamente algunas respuestas posibles que fue dando durante sus cursos a la pregunta: “¿qué es lo real?”. Son cuatro oportunidades en que se realiza directamente esa pregunta.

La primera oportunidad en la que lo hace es su primer curso “Las respuestas de lo real”. (4) Toma su título de una frase de Lacan de L’ Etourdit: “A lo que el discurso analítico concierne, escribe, es al sujeto que, como efecto de significación, es respuesta de lo real”. (5) Miller realiza un tratamiento del concepto de real, en sí mismo. Hace un recorrido en Lacan por el concepto de sujeto, que va de lo que llama sujeto del sentido, al sujeto como respuesta de lo real. Elucida las diferencias que Lacan establece entre el lenguaje y la palabra. Recuerda que para Lacan en un principio el sujeto se realiza en la palabra, llena los huecos de la historia, en la intersubjetividad con el analista, para luego desentenderse de ello y sostener una continuidad entre palabra y lenguaje al dar cuenta del concepto de significante como lo más elemental del lenguaje. En este viraje dilucida que el sujeto más que ser sujeto de sentido es efecto, es respuesta de la estructura y como tal es hablado, no habla. Plantea ya a esta altura, que a nivel de la fenomenología de la experiencia analítica al hacer hablar vía la asociación libre se supone que todo lo que dice un analizante no es azaroso, tiene una causa, hay una sobredeterminación que reduce a la estructura como tal. Dice Miller: “Es sorprendente, para quien ha balbuceado el estatuto del lenguaje del sujeto, verlo situado por Lacan en un nivel de dimensión, muy diferente, la dimensión de lo real”. (6)

El real en juego que Miller dilucida es el real de la estructura, que se reduce a la elementalidad de la cadena significante en su materialidad. Es causa, y produce como efecto el sujeto del inconsciente como efecto de significación. “Lo real como imposible de decir solo se puede cercar cuando se lo quiere tomar por la fenomenología de la experiencia, es un real que habla”. (7)

La segunda oportunidad es en La experiencia de lo real en la clínica psicoanalítica. Allí destaca que Lacan, apunta al final de su enseñanza a la noción de un real que no sería ni significante ni significado, es decir no sería semblante, buscando un vector, un concepto más allá del inconsciente. Para ello Miller propone un nuevo algoritmo para abordar lo real, complementario al algoritmo que Lacan recrea de Saussure en “La instancia de la letra…”, al clásico significante sobre significado:


formula uno nuevo: real sobre semblante,


se trata de la barra que plantea Lacan entre lo Real como predominante y todo lo que puede producir sentido, y articularse como significante.

Miller afirma:

“Lacan establece en su última enseñanza que allí donde el analizante busca la verdad, se encuentra con lo real, y que la decepción de la verdad es correlativa de un acceso a lo real, donde ciertamente se trata menos de que él encuentra lo real que que lo real lo alcanza a él”. (8)

Podemos concluir que Miller piensa aquí a lo real como obstáculo en la clínica. Relee parte de la historia del psicoanálisis desde allí. Plantea que términos como los de resistencia, y transferencia negativa tan trabajados por los postfreudianos son modos en que estos analistas intentaron arreglárselas con la experiencia de lo real, de la mala manera. Frente a la insistencia del deseo del analista, que apunta a la ganancia de un saber y la resolución sintomática, lo que surge es la resistencia de la inercia pulsional.

Dice Miller:

“Lo real como tal, lo que designa la palabra real, parece del orden de eso de lo que uno no puede servirse, lo que no es instrumento. Creo que esta brecha entre lo real como tal y el instrumento hace que para nosotros, llevados por el uso de Lacan, la relación subjetiva con lo real sea más bien un embrollo”. (9) Y más adelante añade: “lo real aparece a nuestro uso como obstáculo, hasta como estorbo, antes que como instrumento”. (10)

La tercera oportunidad en que la pregunta acerca de qué es lo real, se vuelve apremiante, es en El ultimísimo Lacan. Allí, sirviéndose de la afirmación lacaniana del Seminario 23: “en la medida en que Freud hizo verdaderamente un descubrimiento puede decirse que lo real es mi respuesta sintomática”, (11) Miller plantea que el descubrimiento freudiano del inconsciente se constituyó en un traumatismo, y que la respuesta de Lacan frente a eso es la invención de lo real. La búsqueda de Miller siguiendo los pasos de Lacan, es ir más allá del inconsciente. Tomando el texto “Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI” como referencia de lectura de esa ultimísima enseñanza, muestra como la orientación de Lacan es la de un inconsciente al ras del sentido, o un inconsciente bordeando el sinsentido. Miller se dedica a explicar a analizar la primera frase de ese texto reiteradamente: “cuando el espacio de un lapsus ya no tiene ningún alcance de sentido solo entonces uno está seguro de estar en el inconsciente”. (12) Uno podría preguntarse de que inconsciente habla, dado que el inconsciente freudiano es un inconsciente ligado a la asociación libre y como tal a la articulación S1-S2. No se trataría de ese inconsciente al que podemos llamar transferencial, sino del inconsciente que podemos llamar el nuestro, el lacaniano, el inconsciente real. (13)

Lo que guía a Lacan en este último tramo de su enseñanza es otra perspectiva del inconsciente que lo hace, un real. Es el inconsciente “exterior” de alguna manera a la máquina significante, al sujeto supuesto saber. Un inconsciente que in-existe o no tiene existencia en tanto no está inscripto en lo simbólico. Para este ultimísimo Lacan todo lo que pueda cobrar sentido es semblante, y como tal es sospechoso, con lo cual –aunque sea contradictorio– se hace imperioso para la práctica, plantear qué es lo real como idea, y operar con ella. Dice Miller: “De ahí la necesidad de definir la idea de real como lo que comporta la exclusión de todo semblante”. (14)

Miller nos enseña que a lo real solo lo podemos aprender un poco. ¿Cómo? Mediante la desconexión de lo que produce sentido, mediante la disyunción del S1 y el S2, el acceso a lo real lo encontramos en el Uno, residuo de esta desconexión. Es en esta dirección que Miller toma la frase de Lacan del Seminario 24: “Pese a todo, hay que agarrarse en alguna parte, y esta lógica del uno es lo que nos queda como ex-sistencia”. (15) Lo real exige la lógica del Uno, pero la paradoja es que en la medida en que el Uno tenga todavía un sentido, lo real exige la exclusión del Uno. Es lo que dibuja el callejón sin salida, lo imposible de la ultimísima enseñanza, sin embargo es lo que hace posible el uso de la herramienta significante, para luego deshacerse de ese uso. Por eso hay una juntura y a la vez una disyunción entre práctica y real.

La ultima ocasión en que se hace esa pregunta directamente es en “El ser y el Uno”. Allí busca el origen de esa pregunta en la historia abreviada de la filosofía, señalando que Lacan toma la diferenciación que realiza Hegel entre Realität y Wirklichkeit, diferenciación sutil que tiene el idioma alemán para dar cuenta de lo real. Diferenciación que utiliza Freud, y que no tiene uso en la lengua española ni francesa. Lo real tal como lo plantea Hegel es real efectivo o de hecho (wirklichkeit), la palabra proviene de wirken que es actuar, activo o efectivo y wirkung que quiere decir efecto, con lo cual la etimología habla de un real en tanto causa, produciendo acciones, efectos concretos. Se trataría entonces de un real que produce efectos y que sería deducido por la vía de la razón.

 

El real que se remite a la causa como wirklich, es lo que Lacan concibió en sus inicios como estructura de lo simbólico. En esta anfibología que desarrollamos, lo real como wirklich, es un real sometido a leyes, las leyes de estructura, la metáfora y la metonimia, que posibilitan establecer un logos de lo real.

Sin embargo hay otra dimensión de lo real que excede esa faceta wirklich, y que la podemos pensar como das Real, la de lo real sin ley, que aquí Miller llama lo real que siempre vuelve al mismo lugar, real ligado a un estatuto del cuerpo que excede la dialéctica.

Respecto a este punto el del cuerpo, Miller responde a la pregunta, de una manera eminentemente práctica y clínica. Dice: “El drama de la enseñanza de Lacan -quizás también el drama de quien lleva adelante la práctica del psicoanálisis, reside en el desenganche de lo verdadero y de lo real, en aquello que de lo Real viene a quedar aislado, que escapa a la potencia de lo Wirklich”. (16) Lacan define a lo real que vuelve siempre al mismo lugar, como lo real no dialéctico, que conlleva un carácter rebelde, y como tal queda excluido de la estructura simbólica y de una práctica sostenida solo en lo que se dice. La dimensión de lo real que vuelve siempre al mismo lugar, se pone en evidencia en la enseñanza de Lacan en el Seminario 11, como una vertiente nueva de la repetición. La tyché, en tanto mal encuentro azaroso, cara de lo real inasimilable y sin ley del trauma.

Ahora bien el lugar en donde esa perspectiva de lo real se pone en juego y adonde la práctica del psicoanálisis confluye, y por ende donde se puede encontrar alguna respuesta clínica a la pregunta por: ¿qué es lo real? es el fantasma. Dice Miller: “El sitio donde eso se juega en el psicoanálisis donde se juega la apuesta de esa pregunta (…) al fin de cuentas, ¿qué es lo real? ese lugar es el fantasma”. (17) Más adelante agrega respecto al fantasma: “Es lo que se interpone entre el sujeto y lo real, en tanto el atravesamiento de esa pantalla habrá de permitirle acceder a lo real”. Pero aclara que no solo se interpone, “sino que hablando con propiedad es una ventana a lo real”. (18)

Tenemos entonces cuatro formas de real: 1) lo real como estructura y sus respuestas; 2) lo real como obstáculo o embrollo; 3) lo real como ex-sistencia y 4) lo real sin ley.

LA ORIENTACIÓN A LO REAL

Miller se dedica específicamente a dar cuenta de su Orientación a lo real, en el Seminario “Nuevas Inquisiciones Clínicas”, brindado en Caracas en Diciembre de 1998, afirma: “Mi interés está dirigido a lo real. Pienso que lo que hasta ahora he tenido un manejo insuficiente, o que puede mejorarse, en lo que he hecho en relación al concepto de lo real”. (19) Dice que se interesa por lo real, en función de que es lo que insistentemente se presenta en su clínica, sosteniendo que la práctica analítica actual se puede pensar como: experiencia de lo real en la cura analítica.

Allí ubica que fue en su curso El Otro que no existe y sus comités de ética (1996-1997), como el momento puntual en que llegó a percibir su preferencia alrededor de lo real. Llama la atención esta afirmación de Miller ya que viene insistiendo sobre lo que llamó el Otro Lacan, y la orientación del psicoanálisis por lo real desde la década del 80, justamente con los primeros cursos que dio en Sudamérica. (20)

También sorprende que en “Nuevas Inquisiciones” Miller mencione que hasta el momento tuvo un manejo insuficiente del concepto de real, tal vez eso se deba a que es a partir de 1998 en su curso La experiencia de lo real donde le da un carácter diferente a lo real, no ya ligado a la estructura simbólica sino a la inercia que se pone en juego en la experiencia analítica como obstáculo.

Allí para rectificar su concepción sobre lo real elige releer el Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Afirma allí que podría subtitularse a este seminario “lo abrupto de lo real”, nombre que extrae de la presentación que realiza Lacan de este Seminario:

“(Nuestro discurso) −resume Lacan− durante diez años se había dosificado según las capacidades de los especialistas (…). Aprestamos un organon para su uso, emitiéndolo según una propedéutica que no anticipaba ningún piso antes de haber dejado bien sentado el fundamento del anterior. Nos pareció que teníamos que trastocar esta presentación, al encontrar en la crisis, más que la ocasión para una síntesis, el deber de esclarecer lo abrupto de lo real que restaurábamos en el campo que Freud legó a nuestro cuidado”. (21)

Miller destaca que la búsqueda insistente en este seminario está en ordenar los cuatro conceptos “en un concepto único: lo real”. (22) Siguiendo el camino que traza Lacan manifiesta que le fue necesario retomar en su curso una fenomenología de la experiencia más elemental, planteando que los conceptos incluso los más fundamentales son artificios para captar lo que se produce en la experiencia.

El secreto que nos devela Miller, en esta exposición es que este Seminario, Los cuatro conceptos fundamentales “traduce la experiencia de lo real en la cura”. Miller se dispone a trabajar allí los cuatro conceptos iluminados y articulados por el concepto de real. Vamos a detenernos en dos de esos conceptos: inconsciente y repetición, y las elaboraciones que Lacan realiza en este seminario ya que dan elementos para pensar específicamente a lo real que irrumpe en la adolescencia como despertar, y su clínica.

2 Lo real en Lacan

Si bien Lacan ya habla de lo real como lo imposible de abordar por la vía significante al introducir el concepto de das Ding en el Seminario 7, es a mi modo de ver en el Seminario 11 donde lo articula de un modo más específico a la clínica. En el capítulo “El inconsciente freudiano y el nuestro”, aporta un nuevo modo de entender el inconsciente no solo diferente al propuesto por Freud, sino también a su propio modo de pensar el inconsciente años atrás, en tanto estructurado como un lenguaje. No se desentiende del inconsciente simbólico, sino que introduce otra dimensión, ya no ligada solamente a la ley significante sino también a la causa. (23)

Retomar el tema de la causa es esencial si se postula una clínica psicoanalítica de lo real, ya que para hablar de cura o tratamiento del pathos es imprescindible dar cuenta de qué lo causa, en términos de etiología, y por qué no de etiología psicopatológica. La noción que pueda tenerse hoy de una clínica psicoanalítica de orientación a lo real, es inseparable de la cuestión de la causa, en tanto causa del inconsciente.

Lacan en el Seminario 11 dice:

“La lingüística, cuyo modelo es el juego combinatorio que opera espontáneamente, por sí solo, de manera presubjetiva, esta estructura le da su status al inconsciente (…) Pero cuando incito a los psicoanalistas a no ignorar este terreno que les brinda un apoyo sólido para su elaboración ¿significa esto que pienso tener así los conceptos introducidos históricamente bajo el término de inconsciente? Pues no! no lo pienso. El inconsciente, concepto freudiano es otra cosa, que hoy quisiera hacerles ver”. (24)

Lacan opone ley y causa, introduciendo una discontinuidad entre la causa y sus efectos, insistiendo en prestarle más atención a la causa, que a la dimensión simbólica del inconsciente: “La causa se distingue de lo que hay de determinante en una cadena o, dicho de otra manera, de la ley”; y agrega: “en ese punto intento hacerles atinar por aproximación donde se sitúa el inconsciente freudiano, en ese punto donde, entre la causa y lo que ella afecta, esta siempre lo que cojea”. (25)

Lacan nos remite allí a la etiología de la neurosis freudiana, y en un esfuerzo de poesía nos dice que la neurosis se vuelve cicatriz de la ranura o la herida del inconsciente. Lacan alude a lo real, interrogándose: “¿Qué se encuentra en el hueco, en la ranura, en la hiancia característica de la causa? Algo que pertenece al orden de lo no realizado (…) en un registro que nada tiene de irreal o de-real, pero sí de no realizado”. (26)

Lacan está reestructurando su modo de conceptualizar el inconsciente, de hablar y localizar en un momento dado de su enseñanza a un sujeto evanescente, que es respuesta de la estructura. En tanto es lo que representa a un significante para otro significante, intenta encontrar un punto de anclaje o de certeza para ese sujeto, que lo fije. De un sujeto indeterminado que puede transformarse dialécticamente de un modo metonímico e interminable, Lacan busca un punto de basta, de determinación.

Ahora bien del mismo modo que Lacan reestructura los fundamentos del concepto de inconsciente, procede también así con el concepto de repetición, tomando lo real que se formaliza en la experiencia analítica para cuestionarlo. Hasta el momento piensa a la repetición como insistencia de la cadena significante, y reemplaza el término freudiano de compulsión por el de automatismo. Su forma de concebir la repetición hasta ese momento era congruente con como pensaba el inconsciente, la estructura del inconsciente es idéntica a la estructura del lenguaje. El costo que pagó por ello, es dejar afuera la dimensión de la pulsión, y en el plano de la repetición, la compulsión a la repetición.

En la experiencia analítica además de la insistencia significante que se pone en juego vía la asociación libre se producen detenciones en el discurrir discursivo, tal como señalaba Freud lo que no se recuerda en la cura, se actúa, se repite en el seno de la transferencia. Para poder abordar esta dimensión real de la repetición, Lacan crea una distinción entre

automatón –allí conservará el modo en el que hasta ese momento pensaba la eterna repetición de los signos– y hablará de la tyché, como la forma en que lo real se palpa como encuentro, como mal encuentro repetitivo. Dice Lacan: “La función de la tyché de lo real como encuentro –el encuentro en tanto (…) que es esencialmente fallido– se presentó en la historia del psicoanálisis bajo una forma que ya basta por sí sola para despertar la atención –la del trauma”. (27)

Es con esta renovación del concepto de repetición que Lacan va a afirmar abiertamente que la experiencia analítica está orientada hacia lo real. Señalando que el psicoanálisis por más que lo intente no puede ser un idealismo, no puede reducirse a ideas o representaciones para dar cuenta de todo lo que sucede en la experiencia. Compara entonces al idealismo con el sueño, transmitiendo que la experiencia del psicoanálisis no puede remitirse al aforismo: la vida es sueño. Lo dice así: “Basta remitirse al trazado de esta experiencia desde sus primeros pasos para ver, al contrario, que no permite para nada conformarse con un aforismo como la vida es sueño. El análisis, más que ninguna praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real”. (28)

¿Pero qué lo orienta a Lacan hacia lo real? ¿Dónde se sostiene para renovar los fundamentos del psicoanálisis a la luz de lo real? Hay un significante que se pone en juego, a lo largo de estos capítulos y es el de certeza. Este término lo ubica en Freud, en “La interpretación de los sueños”. Dice Freud:

“Y cuando a un elemento desdibujado del contenido onírico se le agrega encima la duda, podemos nosotros, reconocerlo como un retoño más directo de uno de los pensamientos oníricos proscriptos (…) por eso en el análisis de un sueño exijo que se abandone toda la escala de apreciaciones de la certidumbre, y a la más leve posibilidad de que haya ocurrido el sueño de tal o cual suerte la trato como una certeza plena”. (29)

Lacan ubica que en este proceder Freud es cartesiano, se sostiene en la duda, como colofón de una certeza. Allí donde el sujeto duda, piensa. Allí donde Descartes, arma su cogito, es decir crea un sujeto capaz de pensar y conocer el mundo con su pensamiento, fundando la ciencia. Freud encuentra la certeza de un pensar con un estatuto diferente, el pensar inconsciente.

Lacan en su orientación a lo real, sigue la huella freudiana, y cartesiana. Freud se dirige al sujeto para decirle algo que es nuevo: “Aquí, en el campo del sueño, estás en casa. Wo es war, soll ich werden”. (30) En todos estos capítulos Lacan sigue el recorrido de la búsqueda de certeza de Freud remitiéndose a los sueños pero también al despertar. Toma el sueño en que Freud sustenta la teoría del sueño como realización de deseos, “el sueño de padre no ves que ardo”. Y se interroga como puede ser que Freud sustente su teoría del sueño como realización de deseos en un sueño que despierta, es decir que no termina de realizarse, manteniendo al sujeto dormido. Lacan tomando este sueño, pone en juego el despertar como un modo de presentificación de la certeza de lo real. En un sueño que no se realiza, algo de lo no nacido o no realizado se manifiesta: lo real. Lacan se interroga en relación a ese sueño paradigmático: “¿Qué despierta? ¿No es, acaso, en el sueño, otra realidad?”. (31) Y continúa: “¿Dónde está, en este sueño, la realidad? -si no es que se repite algo, en suma más fatal con ayuda de la realidad (…)”. Y concluye: “en ese mundo sumido en el sueño, solo una voz se hizo oír: Padre, ¿acaso no ves que ardo? La frase misma es una tea –por sí sola prende fuego a lo que toca, y no vemos lo que quema, porque la llama nos encandila ante el hecho de que el fuego alcanza lo Unterlegt, lo Untertragen, lo real”. (32)

 

Freud le señala el camino de un sujeto pensante que por haber sido atravesado por el lenguaje sufre una pérdida, una mortificación que lo divide. Es por ello que el pensamiento y el ser son incompatibles. ¿Pero dónde se resarce el sujeto de esa pérdida de ser? Lacan nos enseña que es a través del goce pulsional, haciéndose objeto de goce del deseo del Otro, reencuentra algo del ser que perdió.

Es en este sentido que Lacan se opone a la sutura del inconsciente de la que acusa a los psicoanalistas postfreudianos, por esta sutura un análisis se transforma en un desplazamiento incesante e inacabable del significante. Si precisamente se puede hablar de un final de análisis para Lacan, es pensar en el inconsciente no como sutura sino como abertura a lo real, es decir al límite que el sujeto no podrá rebasar.

Lacan en este seminario hará una reformulación de la alteridad del sujeto, que ya no se será la del Otro del lenguaje, sino el objeto a en tanto alter.

Entonces si un análisis se dirige al núcleo del ser y transforma al sujeto moviendo las amarras del ser, se tiene que dirigir necesariamente a algo que esta fuera del sujeto. Mover las amarras del ser implica mover la dimensión por la cual el sujeto se articula al objeto y constituye toda su realidad. La realidad de un sujeto no es más, que su fantasma fundamental.

El despertar al cual va a referirse Lacan es el despertar a lo real, ya no importa si el sujeto está dormido o no en relación con el reposo. Por eso el análisis puede producir esta dimensión del despertar del sujeto a lo real que lo preside. Le permite organizarse como sujeto desde el lugar de la causa, desde la dimensión de su goce, desde su propio goce que encuentra por la vía de la pulsión cuando pueda atravesar la dimensión del fantasma que le limita el acceso a lo real.

3. La pubertad como despertar a lo real

Llegados a este punto podríamos preguntarnos ¿qué tiene de específico todo este recorrido por lo real y su orientación en la clínica, con la práctica con adolescentes? Los desarrollos hasta aquí valen para la clínica de la orientación lacaniana en general, es decir para niños, adolescentes y adultos. Sin embargo es en este punto, en el del despertar a lo real en donde consideramos que se juega la especificidad del trabajo clínico con adolescentes. Especificidad que no es especialidad, no hay una especialización en la práctica de la orientación lacaniana con púberes y adolescentes. No se piensa tampoco al adolescente como un sujeto que transita una etapa del desarrollo, en los términos de como podría pensarlo la psicología evolutiva. Lo específico que se pone en juego en la adolescencia es la emergencia de un real, de un excedente de excitación frente al cual el sujeto no sabe como responder. En un artículo reciente nombrábamos ese excedente como lo que quema del cuerpo en la adolescencia. (33)

Excedente de excitación que puede darse también en la niñez, tal como se produce por ejemplo en el pequeño Hans.

Lacan nombra al goce fálico que invade al niño, como goce hetero, con ese nombre destaca la extimidad de un goce que el pequeño vive como un peligro frente al cual no sabe como responder. En cambio en la pubertad, la particularidad de esta irrupción de ese quantum de excitación autoerótica, es que aparece vinculada al empuje del encuentro con el Otro sexo. Esa irrupción no solo divide al sujeto y por sí mismo lo angustia, sino que también tiene una pregnancia especial que compromete al joven a una respuesta efectiva en acto. Respuesta para la que muchas veces el adolescente no está preparado, si es que alguna vez se puede estar preparado para ello… veremos qué modulaciones tiene esto.

Esta investigación propone a la clínica de la orientación a lo real en el psicoanálisis con adolescentes, como un modo de tratamiento posible del despertar a lo real, bajo la consideración de lo que Lacan postula como lo más propio de la adolescencia. Hay un único texto en que Lacan aborda íntegramente la cuestión adolescente, es el “Prefacio a El despertar de la primavera”, se trata de un escrito a pedido de Miller para el programa de la obra teatral El despertar de la primavera de Frank Wedekind. Pieza que se estrena en París en 1974, y que se convierte en Prefacio con la publicación para Freud, quien le dedicó una reunión en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, en uno de los encuentros que realizaba todos los miércoles. (34)

Allí Lacan nos aporta desde su primer párrafo lo que considera más propio de la adolescencia planteando la irrupción sexual como despertar del sueño. Dice: “De este modo aborda un dramaturgo, en 1891, el asunto de que es para los muchachos hacer el amor con las muchachas, marcando que no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños”. (35)

Lacan está articulando aquí dos perspectivas de lo real que se ponen en juego en la adolescencia. Una la que ya mencionamos ligada al despertar, la urgencia de una irrupción pulsional frente a la cual el sujeto no está preparado y que está vinculada al goce del propio cuerpo, goce autoerótico.

La otra dimensión de real que es propia de la adolescencia, es la pregunta por la relación sexual que no hay: “¿Qué es para los muchachos hacer el amor con las muchachas?”. Interrogante que pone en juego el malogro que caracteriza a la sexualidad humana. No hay un saber en lo real, acerca del goce sexual. No contamos los seres hablantes tal como los animales con la respuesta automática del instinto, con lo cual debemos apelar a respuestas singulares. Esta dimensión de real pone en juego a mi modo de ver la perspectiva del Goce del propio cuerpo en dirección al Deseo (o al Goce) del Otro.

Se podría afirmar que la pubertad es justamente eso, el malogro de esa articulación del Goce del Uno al Goce del Otro sexo, y como se las arregla sintomáticamente el sujeto con eso.

4. Huellas del despertar a lo real en Freud

Podemos encontrar huellas del despertar a lo real, en Freud en sus textos previos a la invención del método psicoanalítico. En la correspondencia con Fliess, aborda la causa, la etiología psicopatológica en términos de trauma sexual.

En el “Manuscrito K” plantea que el ocasionamiento de la histeria, la obsesión y la paranoia, debe cumplir “dos condiciones que sea de índole sexual y debe suceder en el periodo anterior a la madurez sexual”. (36) Lo más interesante vinculado con el despertar, de este interés freudiano por la etiología es que plantea un trauma en dos tiempos, es decir una doble causalidad del trauma. Nos habla de una vivencia sexual infantil traumática causa primera y como tal insuficiente en el desencadenamiento de la enfermedad, y de una causa segunda esta sí eficiente, vivida en la pubertad y que produce el recuerdo retroactivo de la vivencia sexual infantil. Freud es claro, lo que separa la causa primera y segunda es la pubertad, como madurez sexual.