El Desafío

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Aunque, por un lado, las ceremonias masónicas, llenas de pruebas, celebran el recuerdo de las iniciaciones gnósticas y aunque en ellas el conocimiento de las palabras y de las señales constituye, según hacen público los seguidores de la masonería, una condición indispensable para superar la guardia de los custodios de las esferas celestes; aunque además sea común el lenguaje simbólico, por otro lado perteneciente más en general a la tradición alquímica, hermética y cabalística y aunque además son cualificantes también aquí los medios del conocimiento intuitivo y simbólico, hay en la masonería esencial cosas ajenas a la gnosis antigua. De hecho, el conocimiento masón no es religioso en sentido estricto: no hay una visión escatológica en las logias masónicas, a diferencia de las camarillas gnósticas clásicas, y para los masones toda su construcción permea una tensión moral, mientras que en el gnosticismo esta está ausente, siendo la única preocupación del gnóstico la de su salvación eterna personal, sin filantropía, sin el concepto que tienen los masones del bien y el progreso de la humanidad. El término se toma prestado hasta un cierto punto, a medida que se iba profundizando en el conocimiento del fenómeno gnóstico antiguo, ya que cuando aparece la masonería no podía todavía conocer a fondo el gnosticismo. Parece que las llamadas a la gnosis en una parte de los rituales y las expresiones significaban una expresión simbólica del conocimiento perfecto de lo trascendente, pero no la adhesión a una dotrina gnóstica, debido a sus fundamentos dogmáticos no reconciliables con el pensamiento antidogmático masón.

Como ya se ha señalado, los gnósticos antiguos no se definían a sí mismos como tales, sino como pneumáticos o, lo que es lo mismo, espirituales; de hecho, la palabra gnosticismo identifica solo convencionalmente, entre los estudiosos, a un grupo de doctrinas y prácticas esotéricas con cierta homogeneidad: se definen como gnósticos aquellos grupos filosófico-religiosos antiguos que tienen como base de su pensamiento los conceptos del dualismo entre el bien y el mal; los espíritus intermediarios entre Dios y el hombre y seres, distintos de Dios, plasmadores del mundo material, considerado maléfico; el alma como una chispa divina aprisionada en la materia, que consideran necesario conocer siguiendo una vía sobre todo mística para liberar al alma y llevarla a la luz divina; que contemplan un ser sobrenatural salvífico, revelador del verdadero conocimiento, aunque en el gnosticismo precristiano se trata a veces de una autoiluminación derivada de la chispa divina, del propio pneuma presente en los gnósticos, que aceptan la astrología como componente del saber. Se trata de sectas que practican ritos esotéricos, al tiempo que mantienen en secreto sus nombres y consideran limitado el número de aquellos que, dotados de pneuma, pueden recibir la revelación gnóstica. Parte de estas personas cree en la reencarnación según el orfismo y el pitagorismo, pero no los que viven en Egipto; de hecho, para los egipcios antiguos no hay reencarnaciones y, además, según el sentir general semita y luego judeocristiano, lo que resucita es el cuerpo y precisamente por esto los egipcios lo momifican.

Hay que advertir que la gnosis, el conocimiento para la iluminación, para los seguidores del gnosticismo antiguo tiene como objeto el llamado ser ontológico, considerado por ellos como real y consustancial a la misma realidad divina: un Ser que los gnósticos consideran precisamente la verdadera realidad, meramente espiritual, del ser humano, aprisionada en la materia, un Ser que no está simplemente presente en el hombre espiritual, sino que se corresponde con su único y verdadero yo, aunque sea necesaria la iluminación para descubrir esa coincidencia y librarse del sometimiento a la materia, para volver finalmente al pléroma espiritual. El gnosticismo expresa y trata de oponerse a la angustia espiritual existencial de su tiempo, buscando una solución personal, fuera de instituciones y confesiones religiosas.

Así lo entiende de nuevo hoy en día el fenómeno espiritual que se puede llamar neognosticismo, para el que también el hecho característico es el conocimiento para la iluminación que tiene como objeto el Ser ontológico.

Por tanto, para los gnósticos antiguos conocer quiere decir despertar de una situación de olvido y esclavitud ante la materia, adquiriendo consciencia del propio ser, del citado Ser ontológico y esto, si por una parte es una premisa para la Salvación, por otra genera una grave tristeza en la angustia por liberarse de los vínculos y volver a la Patria divina. En el Evangelio de la Verdad se lee que el proceso de descubrimiento empieza con la experiencia individual y solitaria de la angustia ínsita en la misma condición humana.

¿Qué caracteriza al gnosticismo? ¿El dualismo? No, eso no es de hecho una característica solo del gnosticismo y hay que tener también presente que en el fondo de la concepción dualista hay diferencias no secundarias entre el gnosticismo pagano y el judío. Gnosticismo es un término que no tiene una definición científica precisa. Hay estudiosos que califican como gnósticas a sectas como la esenia (sobre la que volveremos), que presenta solo una parte de los conceptos enumerados. Otros incluyen además en el gnosticismo la más antigua religión iraní, el mazdeísmo, que tiene como base la idea de un dios del bien y un dios del mal, en lucha entre ellos y, por tanto, es aparentemente dualista, aunque, como se ha dicho, se trata en el fondo de un monoteísmo.

Hay dos características que distinguen siempre a los gnósticos: el esoterismo y el disimulo, pero por sí solas no bastan para diferenciarse.

En este ensayo, se usará la palabra gnosticismo para doctrinas que presentan al menos algunas de sus características principales. No es el caso de las prácticas espiritistas, de la idea singular, más o menos paranoide, de ser un elegido, de la creencia en la reencarnación y en la astrología. En caso contrario desbordaríamos mucho el tema.

El gnosticismo «cristiano», enemigo del cristianismo

En su forma cristianizante, el gnosticismo fue un enemigo formidable del cristianismo, un adversario que, una vez entrado en las filas de la Iglesia, no solo se refinó mucho, sino que consideraba ser el verdadero cristianismo y buscó eliminar, al menos entre los creyentes cultos, los fundamentos evangélicos, es decir, la realidad física de la resurrección de Jesús y el imperativo de Jesús de hacerse pequeños en el amor por los demás, sustituyéndolos por la iluminación de los elegidos por parte de un Cristo que habría llevado, a ellos y solo a ellos, la verdadera sabiduría salvífica; un Cristo que, en su opinión, no murió, porque estaba privado de cuerpo, y sencillamente habría vuelto al Cielo con su espíritu al final de su permanencia en la tierra y precisamente por esto los gnósticos cristianos no aceptaban el martirio, recibiendo de la Iglesia la acusación de cobardía.

Hay que considerar la idea11 de que en el periodo precristiano y en el del protocristianismo los elementos más antiguos del gnosticismo no solo eran bastante poco homogéneos, sino que todavía no estaban fusionados y que solo en el siglo II d.C. se llegará a doctrinas bien organizadas. Hay quien ha afirmado12 precisamente que la identificación entre las figuras del redentor gnóstico y el Hijo del Hombre es una evolución del gnosticismo cristiano. Para algunos estudiosos del siglo XX, empezando por Rudolf Bultmann, fue el cristianismo en que derivó del gnosticismo. Todavía hoy en algunas cátedras universitarias de historia comparada de las religiones hay investigadores que sospechan lo mismo. Era, en el fondo, la tesis de los positivistas del siglo XIX, aunque no se referían expresamente al gnosticismo, sino en general a las categorías de la filosofía y de la mitología griega y de las teosofías orientales. Para el fundador del positivismo, Auguste Comte, fue Pablo, nacido en Tarso en el entorno judío helenista de la diáspora y que conocía igual de bien el griego y el hebreo, el que creó el cristianismo,13 recurriendo a un oscuro personaje nazareno, Jesús, muy distinto del resultante de las Epístolas paulinas del Cristo-Mesías-Dios (el Dios-Ungido), traicionando asimismo la figura tradicional del mesías que esperaban los judíos, el cuál sí debería haber estado dotado de grandes carismas y gobernaría un reino milenario de paz, pero solo era un hombre: Pablo, siempre según Comte, creó la nueva religión caracterizándola con pensamientos y mitos helénicos. Pero se trataba de hipótesis no apoyadas en documentos, porque el punto de referencia era para Comte y para los otros críticos positivistas el Nuevo Testamento, del que refutaban como invenciones todo lo que no se correspondía con sus tesis. Identificaban en la dispersión del pueblo hebreo la condición objetiva del notable y bastante rápido desarrollo del primer cristianismo:14 cualquier nuevo movimiento que hubiera nacido entre los judíos de la diáspora , decían, habría tenido grandes posibilidades de difusión gracias a la misma, dado que un muchísimos centros de la cuenca mediterránea, sobre todo en Egipto, en Asia Menor y en Italia había comunidades hebreas que cada cierto tiempo visitaban Jerusalén y estaban en contacto epistolar con otros hebreos. El movimiento se habría expandido rápida y grandemente en el ambiente gentil grecorromano, desbordando al judaísmo helenizado gracias, desde el principio, a la actividad frenética de Pablo y su helenidad, así como al trabajo posterior a él de otros cristianos judeo-helenizantes o grecorromanos, entre ellos un presunto autor heleno del Evangelio de Juan. Veremos que, por el contrario, la helenización propia y real del cristianismo no es anterior como mucho a los años 135-140 del siglo II, periodo en el que entran en juego los primeros apologistas greco-cristianos. También se supone que Jesús, durante sus años oscuros, aproximadamente entre los doce y los treinta años, habría estudiado doctrinas espirituales en Oriente; sin embargo, esa idea ya estaba en decadencia antes de la mitad del siglo XX: como indicaba Alan Bouquet en su Storia delle religioni escrita en 1941:15 «Los estudiosos del Nuevo Testamento que nos precedieron erraron al suponer que el cristianismo inició su actividad con un maestro de tipo socrático o confuciano, que debía su notable éxito a su capacidad dialéctica y que luego se transformaría en un culto esotérico a un héroe divino».

 

El desafío entre el cristianismo y el gnosticismo cristiano no se cerró en el pasado, aunque oficialmente el segundo fue extirpado de la Iglesia ya en el siglo V, después de haber comenzado a debilitarse desde el siglo III. En realidad, ha resucitado varias veces en herejías16 cristianas y todavía está vivo bajo otros nombres, en ciertas sectas y en las personas de miembros de la propia Iglesia. También el movimiento New Age – Next Age constituye un duro adversario para el cristianismo.

Hay hoy en día quienes piensan que la vía místico-ascética al conocimiento de Dios es sin duda superior a la del estudio de la Palabra, lo que puede considerarse como mínimo como una postura gnóstica. Me parece el caso, por ejemplo, de Marco Vannini en su ensayo Il volto del Dio nascosto,17 que, salvo algunos versículos de San Juan, ignora el testamento y exalta la mística griega. Me parece que sustancialmente la tesis de este autor es que el mejor cristiano es el místico que sigue el ejemplo de Jesús en la experiencia del Uno, alcanzando en la suma intuición de la propia razón la unidad profunda con el mismo Dios. El hecho es que, como resulta del conjunto de los Evangelios, el ejemplo de Cristo que el creyente debe seguir no es de tipo místico, sino práctico, en la caridad del día a día. Solo en algunos versículos de San Juan, extrapolados del conjunto de su Evangelio, se puede encontrar un aparente aval para esa tesis, como cuando Jesús afirma que él y el Padre son una sola cosa; pero en el cristianismo, según el mismo Nuevo Testamento, se entiende que Jesús-Cristo-Hijo es una Persona divina del único Dios, no que el hombre Jesús se haya fundido místicamente con Dios. Salvo error, me parece que Vannini alimenta un cierto desdén contra la Escritura, que rechaza el sentimiento hebreo y solo aprecia lo que en Juan parece venir del griego. También veremos versículos de Juan que algunos estudiosos han considerado escritos por un griego gnóstico.

También hay quienes, incluso entre cristianos, ignorando que el cristianismo tiene como base religiosa la resurrección real de Jesús, no una doctrina derivada de especulaciones, afirman que, bajo las enseñanzas para los creyentes comunes, es decir, casi todos, se oculta el verdadero saber revelado por Cristo a unos pocos discípulos y que estos solo lo transmitieron a una parte de sus alumnos. Uno de esos elegidos habría sido el apóstol Juan, por haber sido el mejor amigo de Cristo (el discípulo al que Jesús amaba) y, según Bultmann, porque en su Evangelio se incluyeron conceptos gnósticos esenciales. También los apóstoles Tomás y Felipe desde hace más de dos milenios se han encuadrado entre los presuntos elegidos entre los elegidos de Cristo, el primero por haber querido conocer a fondo la verdad, metiendo los dedos en las heridas del Resucitado y el segundo por haberle pedido que le hiciera ver al Padre.

Hoy hay cristianos que practican ritos secretos mágico-iniciáticos y espiritismo. Los encontramos, además de en el movimiento New Age – Next Age, entre católicos integristas de la extrema derecha que siguen a camarillas que hay que considerar más gnósticas que cristianas, por su postura de desdén cultural y humano haca las personas más sencillas, o solo consideradas tales por no ser de los suyos. También hay protestantes que participan en sesiones espiritistas o les tienta o incluso creen en la reencarnación. Otros cristianos son miembros de confraternidades esotéricas más o menos masónicas, rosacruces, o hermandades católicas que se refieren en secreto a los antiguos templarios o al martinismo de finales del siglo XVIII.

II - EL GNOSTICISMO ANTIGUO

El gnosticismo antiguo atraviesa tres fases:

El precristiano tiene como seguidores a paganos y, paralelamente, a hebreos.

El intermedio, introduciendo la persona de Jesús, usa algunos conceptos cristianos. Afecta de modo particular a los judíos. El exponente más famoso, aunque no esté entre los más gnósticos, es el samaritano Simón el Mago.

En la última fase, desde las primeras décadas del siglo II, ya hay una fuerte base de conceptos cristianos. Este gnosticismo cristianizante encuentra adeptos sobre todo entre griegos y romanos cultos.

En el gnosticismo precristiano, como, por ejemplo, entre los barbelognósticos, la redención deriva del despertar del Hombre primordial por obra de una Gran madre (Sofía, Sabiduría o Barbelo), que desciende al fondo del abismo primordial; posteriormente la función de la Salvación se desarrolla a partir de la figura masculina de Set entre los setianos y finalmente, con el gnosticismo cristiano, se atribuye a Cristo.

Sin embargo, tampoco en el gnosticismo cristiano hay nada misterioso en la encarnación real de Cristo, el Hijo-Dios-hombre, en su verdadera muerte por crucifixión y en su resurrección en cuerpo y alma humanos, conceptos que, para los creyentes, son hechos históricos, incluido el último, esenciales para el cristianismo. Para los gnósticos, el Salvador, después de descender sobre la tierra, sin encarnarse, y revelar el verdadero conocimiento, asciende, sin morir nunca, a través de los cielos materiales que Sofía había puesto como confines del mundo del universo físico y reconstruye la unidad del pléroma espiritual en una conflagración final de luz espléndida que elimina la materia y sella la redención de los seres humanos.

Gnósticos griegos y hebreos

Los antiguos maestros gnósticos impartían enseñanzas secretas a sus discípulos sobre problemas fundamentales de la humanidad, el origen y el fin del ser humano, la estructura del universo, el significado del mal y del dolor: esto constituye la parte filosófica de sus doctrinas, y ofrecían una vía religiosa de salvación ultraterrena. El conocimiento se alcanza por los adeptos principalmente en forma mística y también a través de rituales mágico-religiosos. Hay una jerarquía, con parte de las revelaciones ocultas y reservadas a los miembros del grado más alto.

Los sistemas filosófico-religiosos de los gnósticos son en parte diferentes de acuerdo con el contexto cultural en el que surgen y el momento en que nacen, pero hay puntos comunes fundamentales.

Para los gnósticos, el mal no es ausencia de bien, ni resultado de una culpa humana, como pasa en las religiones judía y cristiana, y luego en la islámica, sino una realidad a la que nos enfrentamos con angustia, y el caos es el reino de aquella muerte a la que el hombre parece inevitablemente dirigido y por la que la vida parece vana. Pero el gnóstico se considera especial, fundamentalmente ajeno a este mundo y destinado a sobrevivir gracias a una iluminación particular recibida de un redentor divino que le ha dirigido a un verdadero conocimiento esencial, de un tipo sobre todo intuitivo y místico, el cual puede elevar su espíritu a Dios y conducirlo a la salvación ultraterrena.

Un mito gnóstico esencial es el dualista, que nace de la necesidad de explicar el mal y armonizar la idea de un Dios no creado, perfecto y trascendente con un universo material inmanente, incluido el cuerpo del hombre, del cual su espíritu está prisionero, un mito que debe explicar cómo el fundamento del existir, el Uno, conserva su singularidad e inmutabilidad perfectas y al mismo tiempo se manifiesta en el múltiple devenir. Dios es, de hecho, el Ser, pero se expresa en múltiples entes, formas inteligibles del mundo, incluido el ente antropológico. Para los gnósticos, como Dios es bueno y la materia es mala, aquel no puede ser el creador directo. Él crea porque, al ser Amor, no desea estar solo, pero no el mundo material, sino el pléroma, reino de la divina plenitud poblado por sus criaturas espirituales (eones). Cuanto más se aproximan a los confines del pléroma, menos perfectos son esos espíritus.

La literatura gnóstica tiene forma mitológica: en concreto, los problemas fundamentales del hombre se expresan mediante mitos; pero al contrario que las mitologías primordiales de la naturaleza, que contaban la relación entre el hombre y el cosmos, en los textos gnósticos la relación del hombre con lo divino se narra de forma alegórica; no se trata solo del drama del hombre, pues en él también está implicado el dios gnóstico, un Uno que tiene la idea, pero que no puede expresarla en el mundo del Anthropos primordial, arquetipo del ente humano, y las almas de los iluminados pueden ascender después de muertas a esa idea de Dios. Es una concepción distinta de la de las religiones ortodoxa judía y cristiana, para las que no hay almas preexistentes y Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, es el sentido de que insufla en él un hálito de su Vida y su Razón, haciendo no solo que esté vivo como los animales y las plantas, sino capaz de razonar a fondo, tener libre albedrío e intuir al Trascendente.

Para una parte de los gnósticos, el eón más lejano del Uno, a veces llamado Sofía, Sabiduría, es preso, o mejor presa de la Lujuria y de Sofía nació un Demiurgo, aquel mismo del que escribía Platón, es decir, un plasmador (no creador) del mundo material: la materia, aunque sea vacía, inactiva y estéril, para la mayoría de los gnósticos es coeterna con Dios. Para otros, especialmente en el entorno judaico y luego cristiano, el Demiurgo se identifica con el Dios cruel del Antiguo Testamento, Yahvé.18 Pero, para otros, este se considera generado por el Demiurgo.

El Demiurgo, o su hijo, aplica malamente el modelo ideal del mundo que existe desde siempre y por siempre en la mente de Dios, el cual ignora la iniciativa, o por algún motivo no puede o no quiere impedir que se plasme el universo y, con él, los seres humanos. Ese torpe Artesano modela el cuerpo del hombre, dotado de psique, o razón, y le da vida, o alma vegetativa. Sofía infunde entonces en el ser humano su existencia espiritual: espíritu, o pneuma, o alma; pero, para la mayor parte de los sistemas gnósticos, el don solo se da a algunos, precisamente a los pneúmaticos o espirituales; no a los muchos otros seres humanos: los materiales; pero, para algunos gnósticos, hay hombres dotados de un psique (o alma) superior, llamados precisamente psíquicos, que buscando pueden fatigosamente llegar a obtener el ánima, la chispa divina, casi como los espirituales. El Demiurgo también plasma los siete planetas hasta entonces conocidos, incluida la Luna, llamados Gobernadores, por cuanto, según la astrología, gobiernan a través del destino el mundo terrestre y toda la materia en general. Fuera de sus esferas vive Dios, el Bien, que, por tanto, no es omnipresente: no está en los planetas ni en nuestro mundo en el que solo hay mal. Los planetas, considerados espíritus personales, eones (entre los hebreos gnósticos, ángeles malignos) ejercen una influencia malvada sobre los seres humanos. Según ciertos grupos, no es del Demiurgo, sino de la Mente Primaria, de la que emanó a su imagen un arquetipo de Hombre, el Anthropos, que debería permanecer en el pléroma, pero, deseoso de crear, desciende de las esferas celestes y, acoplándose con la Naturaleza, da vida al género humano; el hombre inmanente trae el cuerpo de la madre y el ánima inmortal del padre. Se ha supuesto que esta visión distinta tuvo su fundamento no solo en antiguas tradiciones hebreas, sino también en la hermética, cuyo fundador es el legendario Hermes Trismegisto, nombre griego del dios egipcio Thot. También hay estudiosos que piensan que no hay relación entre la hermética y el gnosticismo. Es verdad que ambas filosofías esotéricas tienen en común el platonismo, de cuya doctrina de la ideas, o esencias, extrajeron la noción de que todas las entidades del mundo son copias imperfectas de la Idea divina inmaterial que hay en la mente de Dios, la única realidad; por ejemplo, la Idea del caballo: esta se refiere a todos los caballos existentes, pero cada uno de ellos está más o menos alejado de la Idea que tiene Dios, en función de la belleza, de la fuerza, de la velocidad, de la edad y, en general, de la hipicidad o caballidad del equino concreto, que, como todas las cosas del mundo material, es una mera sombra de la realidad esencial ideal divina. Los herméticos y los gnósticos tienen un sentir común no solo sobre la teoría de las ideas, tanto en un texto hermético como el Poimandres como en los libros gnósticos llamados «ortodoxos» se habla de la liberación del ánima humana de la esclavitud de los planetas para que pueda ascender por las esferas hasta el cielo más elevado del que había bajado su padre. Pero, más que en el hermetismo, está la gnosis esotérica que conoce bien «las puertas de las esferas» y los nombres de los demonios que las guardan y tiene las palabras esotéricas necesarias para pasar de una esfera a otra. En el libro de Enoc se habla precisamente de un ascenso de este personaje a través de las siete esferas celestiales. Es un texto apócrifo hebreo que tal vez influya en una alegoría de la Primera Epístola de Pedro del Nuevo testamento, relativa a la Ascensión de Cristo.

 

No solo los gnósticos judíos, sino también los griegos se refieren al aspecto esotérico, ascético y alquímico19 de la compleja mística judía, incluyendo una interpretación alegórica de enseñanzas orales, no presentes en la Escritura, transmitidas de los iluminados a los neófitos. Parte de esta mística llevará siglos después a la Qabbãlãh (Cabbala o Cábala)20 con el añadido de las filosofías neoplatónica y árabe. El gnosticismo sufre la fascinación, no solo de los símbolos judíos de la tradición esotérica, sino también de la Escritura ortodoxa. El doble relato, por dos autores distintos, de la creación de Adán, se escribe ya en el Génesis en el siglo VI a.C., tal vez basándose en una tradición oral precedente, es decir, que es anterior a las concepciones gnósticas.

Sin embargo hay diferencias conceptuales importantes entre el gnosticismo griego y el hebreo: en el sistema que podemos ya llamar convencionalmente como cabalístico la materia no es eterna, sino creada, Adán ha emanado directamente de Dos y ha sido hecho a su imagen, como en el Génesis, pero con una variante: el mundo terrestre no viene de Dios: Dios ha expresado otras nueve sefirots (emanaciones) además del Hombre y de las que proviene el mundo material; el resto del universo es espiritual y los planetas son ángeles malignos que se han rebelado contra Dios. La secta hebrea pregnóstica de los magarianos distingue entre Dios y su ángel creador, no solo del mundo, sino también del hombre, justificando así tanto el mal como los rasgos antropomórficos21 del Yahvé del Génesis y de otras Escrituras bíblicas. El bloque angélico complejo y diversificado de los gnósticos hebreos pudo haber tenido origen en la religión dualista mazdea, que consideraba a los ángeles del bien como derivados de un Dios bueno y los ángeles del mal, demonios, originados por su correspondiente Dios del mal. Pero, para todos los judíos, los ángeles son, por el contrario, siempre criaturas de Dios; están dotados de una libertad inicial para pecar; parte de estos ángeles, por su propia rebelión-división, deviene diabólica, después de que Dios radicaliza la elección buena o mala para siempre, sin más posibilidad de pecar para los buenos ni de salvarse para los demonios. Es una idea que, simbólicamente, pasará al Apocalipsis cristiano de Juan, que habla de una batalla en el cielo en la que Satanás (el dragón-serpiente) y los suyos son derrotados por las escuadras de los ángeles buenos y son precipitados por Dios a la Tierra y que está presente en apocalipsis hebreos compuestos desde aproximadamente el siglo II-I a.C. hasta el siglo I, como el Libro de Enoc: no es fe de la religión hebrea ni de la cristiana. La idea de una batalla real entre ángeles está sin embargo fuertemente presente en el sentir de los cristianos, no solo antes de la época contemporánea, sino, al menos en muchos creyentes, todavía hoy, aunque no se trata de ningún dogma fijado; por el contrario, la teología tiene muy presente lo alegórico de ese combate.

Los gnósticos, y los primeros de ellos los hebreos, se interesan pronto, hacia los años 35-40, por el primer cristianismo, que es de entorno judío.

¿Esenios gnósticos? ¿El esenismo, matriz del cristianismo? Qumran

Antes de hablar de los gnósticos precristianos y cristianos está bien dar un vistazo a la secta hebrea de los esenios, que tenía aspectos gnósticos, y es interesante ver si se ha demostrado suficientemente lo que afirman algunos: que el esenismo, se califique o no como gnóstico, llevó al pensamiento cristiano.

Los historiadores antiguos Filón de Alejandría y Flavio Josefo,22 hebreos y contemporáneos de los esenios del siglo I, mostraban admiración por esta secta, viva al menos desde el año 100 a.C. y que duró hasta el 68 d.C.;23 consideraban que se trataba de hombres dedicados a la oración y al amor por el mundo: un poco como monjes santos. A partir de esas ideas, algunos historiadores modernos han pensado que Jesús, antes de su vida pública, fue uno de esos monjes y que su predicación tenía rasgos esenios y que el bautismo impartido a Cristo por Juan Bautista habría sido un bautismo esenio. El hecho es que esa doctrina, la verdadera doctrina esenia, se mantenía oculta al público por sus seguidores; de hecho, los esenios hacían circular falsas noticias sobre ellos para confundir al resto del mundo, considerado en su conjunto un adversario maligno e insalvable24 a destruir al final de los tiempos.

El equívoco pudo despejarse gracias al descubrimiento de documentos esenios25 esenciales y textos de la Escritura entre finales de la década de los años 40 y la primera mitad de los 50 del siglo XX, cerca de Qumrán, en el extremo noroeste del mar Muerto, un descubrimiento tan improbable como el de Nag Hammadi. La secta los había escondido antes del año 68 en grutas para ocultarlos a las legiones romanas que estaban pasando Israel a hierro y fuego y destruirían poco tiempo después el pueblo de Qumrán y posteriormente, en el año 70, Jerusalén con su templo.

La confraternidad esenia se ha considerado gnóstica porque consideraba la materia como un mal, porque se consideraba un grupo elegido del pueblo hebreo, por practicar, tal vez, la magia y sin duda por conocerla. Pero hay algo esencial que está ausente: el mito del redentor divino. Los esenios creían, según la tradición israelita, en la figura del mesías en el sentido de un rey carismático, solo hombre; pero los esenios esperaban dos mesías que deberían guiarlos hasta el Fin de los Días, uno regio y otros sacerdotal (por el contrario, Jesucristo encarnará ambas figuras). El Fin de los Días llegará en un apocalíptico Día del Odio: una batalla final entre los esenios y todos los demás en la que el poder de Dios en persona destruirá a los hijos del mal junto a los ángeles satánicos: tampoco en el esenismo, como en el judaísmo y luego en el cristianismo, hay un dualismo entre un Bien y un Mal igualmente poderosos, el segundo es menos fuerte.

Hay que advertir que el pensamiento griego arraiga desde el siglo II-I a.C. en Palestina y, ya antes, en el III, en Alejandría, entre los hebreos de la diáspora. En los últimos libros deuterocanónicos, en particular, Eclesiástico (principios del siglo II a.C.) y Sabiduría (siglo I a.C.), hay una especulación sobre la sabiduría que tiene connotaciones helenísticas. Por tanto, no es extraño que elementos del pensamiento griego estén presentes también en el Qumrán. El historiador Flavio Josefo consideraba que el sentimiento esenio era análogo al pitagórico; el pensamiento esenio del que informa ese escritor tiene puntos en común con posteriores textos herméticos.

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