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Diario de un viage a Salinas Grandes, en los campos del sud de Buenos Aires

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Si estos principios, autorizados por un gobierno paternal, se difunden y vulgarizan, no es posible que dejen de electrizar á un pueblo que no perdona sacrificio cuando lo considera útil á su patria. Ya me parece que lo veo correr al fomento de la agricultura y de la industria, con el mismo entusiasmo con que ha volado siempre á ofrecer sus bienes y á sacrificar su vida por la seguridad comun. Veo que en cada departamento se forman sociedades patrióticas, que llevan al seno de los campos las luces y los socorros á los desvalidos labradores: que los instruyen, no por medio de vanas teorías, sino con egemplos prácticos; que los estimulan con los premios, con las distinciones y con los honores. Que otros Triptolemos forman nuevos instrumentos de labranza, y enseñan su uso á los aplicados agricultores: que hacen brotar una multitud de plantas hasta ahora desconocidas; que mejoran las poblaciones, que plantifican la industria en ellas y proporcionan la educacion civil y cristiana de las generaciones reproducidas. Que arrancan del seno de la ciudad multitud de familias que hoy vegetan ociosamente, y las establecen con utilidad en la campaña: que hacen derramar en ella mucha parte de los tesoros que ahora se estancan ó se guardan para animar la industria del estrangero: que atraen, en fin, de todas partes la poblacion, la abundancia y la felicidad.

A las sociedades, à los hombres de verdadero patriotismo, toca el cuidado de inspeccionar los detalles, proponer los proyectos útiles y dirigir las operaciones. El gobierno, no dando acceso jamas á ese espiritu entremetido que se mescla en los intereses particulares de los subditos bajo el pretexto del bien publico, debe proteger solo los esfuerzos con la sabiduria de las leyes que proporcionen al labrador el espéndio de sus frutos con comodidad, y con una ganancia módica, pero pronta y segura. Para ello es necesario facilitarles mercados inmediatos, en donde la concurrencia de compradores sea la que dé precio á sus frutos, y proporcione los contratos útiles á la clase agricultora y comerciante. En vano se derramarian tesoros en los campos, en vano se establecerian familias labradoras y se formarian leyes: todo permaneceria en la inercia, si la utilidad no siguiese de inmediato á los trabajos. El comercio es el vehículo que introduce con sus ganancias la fecundidad y la vida en todas las clases laboriosas del estado, pero él no puede prosperar sino obrando en libertad.

Supuesta la libre exportacion al exterior de todo cuanto la tierra produzca ó la industria prepare, para fomentar el comercio interior son muy necesarias las poblaciones, porque allí encuentra el traficante reunidos los granos y los frutos de muchos labradores, cuyos diversos intereses le proporcionan ventajas importantes, y se le disminuyen las demoras y los costos, que le ocasionaria la necesidad de vagar por las habitaciones dispersas de la campaña para vender y comprar. Los labradores, al mismo tiempo, con las noticias que adquieren en el trato y sociedad, saben apreciar sus granos, y no malbaratarlos ó perder ventas oportunas por ignorancia. Se ahorran los gastos de la conduccion y los riesgos que corren en su transporte á largas distancias, como tambien el tiempo que en ello pierden y los perjuicios que nacen de la ausencia de sus campos.

Nadie ignora que la principal ventaja de la libertad del cultivo y del comercio de sus producciones, está en facilitar los cambios, sin los cuales los frutos no pueden tener su precio: de donde se infiere la necesidad de abrir la salida y facilitar los transportes y caminos al comercio. Todos los frutos que se ofrecen en concurrencia al consumo estan cargados precisamente con los gastos de produccion y transporte: estos últimos no tienen otra base que el mismo articulo, y por consiguiente los gastos de transporte cargan sobre la produccion. Asi, pues, para que nuestros frutos se presenten mas ventajosamente á la concurrencia, es preciso disminuir, cuanto sea posible, los de conduccion.

De estos principios se deriva naturalmente la necesidad de mejorar los caminos, de facilitar la navegacion y de construir canales: pero mientras llega el tiempo en que el estado pueda emprender estas grandes obras, juzgo que son indispensables dos providencias. La primera, que facilite y fomente las máquinas que reducen el volumen de los frutos, y dejando la utilidad de la manufactura entre las familias industriosas, minoran los gastos de su transporte. La segunda, es la que mira á perfeccionar las máquinas que se emplean en las mismas conducciones, haciéndolas de forma que, admitiendo mas carga, necesiten menos fuerzas y esten menos espuestas á romperse ó desbaratarse.

Las medidas hasta aquí indicadas como necesarias, serian inutilizadas en gran manera si no se atendiese inmediatamente, casi como objeto primordial, á la seguridad de las fronteras de indios infieles; de modo que el habitante de los campos no tema ver destrozadas sus posesiones por las invasiones inesperadas de un enemigo feroz, y pueda sin recelo entregarse á los útiles trabajos de su profesion: – á este objeto se dirige inmediatamente la medida de adelantar las fronteras. Pocos son los que conocen en toda su estension la importancia de esta obra, porque no hay muchos que se detengan á considerar los intereses verdaderos del país. Asegurar para siempre nuestros campos de las incursiones devastadoras de sus bárbaros vecinos, hacer de ellos una misma familia con nosotros, estender nuestras poblaciones hasta las faldas de la cordillera famosa de Chile, formar provincias ricas en las producciones de los tres reinos de la naturaleza, y dar un vuelo rápido á nuestro comercio, á nuestra industria, á nuestra agricultura, que lleven luego la opulencia á nuestra afortunada patria: hacernos verdaderamente independientes de las provincias del continente americano y de la Europa, por la posesion de las primeras riquezas de las naciones – he aquí los grandes objetos que se propuso este gobierno cuando me confió la comision del arreglo de fronteras.

Echemos un velo sobre los errores que han ahogado por el espacio de tres siglos los grandes y preciosos frutos de una sabia y bien dirigida economia: convenzámonos solamente de nuestro estado presente, y de la necesidad de buscar entre nosotros las fuentes del poder y de la prosperidad, para no ser mañana miserables, débiles y pupilos quiza de nuestros mismos compañeros. Grabada esta verdad en nuestro seno, marchemos denodadamente hácia el objeto, si es que aspiramos á la gloria de restauradores de la patria.

Aquellos que, cuando se trata de los primeros intereses del estado, ciñen sus miras á pocos años, ó adoptan á medias y temblando las medidas grandiosas que han de establecer la felicidad de las generaciones: – los que proceden sin un plan determinado, que, empezándose á plantificar por ellos, haya de proseguirse constantemente por los que les sucedan: estos hombres pusilanimes y mezquinos hacen mas daños al estado, que los atrevidos que proyectan en grande, aun cuando yerran en sus cálculos.

Errado fué, y muy dañoso á la humanidad, el deseo de conquistar los indios salvages á la bayoneta, y de hacerlos entrar en las privaciones de la sociedad, sin haberles formado necesidades, ni inspirado el gusto de nuestras comodidades. Este plano, repito, sostenido con teson, imposibilitaria quizá la civilizacion de aquellos hombres, pero no expondria el estado á tantos males, como un sistema contrario, adoptado á medias y mal conducido.

Así el inveterado concierto hóstil, sostenido por nuestros mayores contra la tribus de los Pampas, hacia imposible su reduccion: pero al menos establecia una barrera entre ellos y nuestros campestres que los tenia siempre en alarma, y á los indios, cuidadosos por el estado de guerra en que estabamos sin cesar. Desde el año de 89 se cambiaron felizmente las ideas, y proyectó el gobierno atraer por el comercio y buen trato á estos hombres feroces: pero, no habiendose establecido un plan tan vasto como el objeto, ha sucedido que las fronteras se hallan desarmadas; que muchos de nuestros campestres, cuyas costumbres, como hemos dicho, no distan muchos grados de las de los salvages, se han familiarizado con ellos, y atraidos por el deseo de vivir á sus anchas; ó bien temerosos del castigo de sus delitos, se domicilian gustosamente entre los indios. Estos transfugas, cuyos número es muy considerable y crece incesantemente, les instruyen en el uso de nuestras armas, é incitan á que ejecuten robos y se atrevan á hacer correrias en nuestras haciendas. ¡Cuanto no debemos temer de estos indios, acaudillados y dirigidos por nuestros mismos soldados!

Se presenta esta empresa con no pocas dificultades; pero entiendo que á la distancia tienen las cosas diverso aspecto que observadas de cerca. Todo está á nuestros alcances si empeñamos la constancia en el trabajo, y estudiamos la moderacion y prudencia con que debemos acordar y convenir con los indios salvages, para obtener la posesion de los terrenos á que aspiramos, y establecer unas relaciones que los tengan en necesidad de nuestro trato, los aficionen á la sociedad, y quizá en la segunda generacion formen con nosotros una sola familia, por los enlaces de la sangre. Este debe ser el fruto de nuestras tareas, si la comision se maneja con destreza por un gefe que sepa hacer servir á las miras políticas del estado las numerosas tribus que infestan hoy esas inmensas campañas.

Las guardias de fronteras que tenemos, son ya casi totalmente inútiles; porque están las mas en el centro de las poblaciones, por su estado ruinoso, por falta de armas y soldados, y porque no pueden ofender ni defenderse si son atacados: de modo que, las haciendas y poblaciones avanzadas al enemigo, de 20 hasta 60 leguas al sud, estan francas y sin reparo alguno.

En la estrecha faja que forman los rios Paraná y Salado, no caben las poblaciones de nuestro labradores y hacendados. Se han visto precisadas las familias, contra lo estipulado en las paces celebradas con los Pampas, á pasar los límites del rio Salado: lo que deberia mirarse por aquellos como una manifiesta infraccion y declaracion de guerra. Pero, como la necesidad ha obligado á excederse por la propia conservacion, y este exceso ha sido recíproco, resulta una tolerancia harto perjudicial por lo aventurado y expuesto de nuestras familias en campo enemigo, é indefensas para reparar las hostilidades que experimentan siempre que los indios se acuerdan de sus derechos, ó sueñan hallarse ofendidos: cuyos motivos nos impelen poderosamente á emprender sin tardanza el adelanto de las fronteras sobre dos lineas precisas, para poder acudir á nuestra conservacion y necesaria subsistencia.

 

La primera debe ser desde la confluencia al mar del rio Colorado hasta el fuerte de San Rafael sobre el rio Diamante, teniendo por punto central la laguna de Salinas. La segunda debe formarla la cordillera de los Andes, en los pasos que franquea por Talca y frontera de San Carlos, apoyando su izquierda sobre las nacientes del rio Negro de Patagones, y su derecha en el paso del Portillo: examinando ademas otros pasos intermediarios, si los hubiese, y guarnecièndolos del mejor modo posible. La configuracion geográfica del terreno dá à conocer la importancia de esta obra, y tambien que la naturaleza nos dà en los Andes unos límites indisputables, y que brindan á los de esta parte del norte con la posesion de tantos terrenos yermos, y de preciosidades inestimables, ya demasiado conocidas y ansiadas por los del sud.

Los costados del cuadro irregular que forman las dos lìneas, quedan cubiertos por el este con las orillas del Ocèano y rio Negro; por el oeste, con la provincia de Cuyo; por el sud, con la cordillera de los Andes, y por el norte, con las provincias de Buenos Aires y Còrdoba.

Luego que, en cumplimiento de las órdenes superiores, pude convencerme de la nulidad absoluta de las guardias, y de la necesidad de adelantarlas, creì indispensable reconocer las campañas que ocupan los indios, y tomar los posibles conocimientos de los lugares para situar bien las fronteras. A este fin propuse á la superioridad el conducir la expedicion de Salinas, y hacer con este motivo las observaciones precisas para emprender esta obra gefe, demarcando facultativamente los terrenos, levantando sus planos, sin perder de vista las indagaciones mas prolijas para calcular el número de sus habitantes, sus usos y costumbres, y cuanto mas pudiese convenir al intento.

Marchè en efecto el 21 de octubre del año pasado de 1810, y concluì la expedicion el 22 de diciembre siguiente del mismo año, con las ocurrencias que señala el diario que acompaño. Uno de los primeros frutos de mis trabajos fuè captar la voluntad de los caciques principales, Epumur, Quinteleu y Victoriano, hermanos, y todos de razón despejada, de poder y de respeto entre las tribus vecinas. Su amistad, siempre constante, atrajo por convencimiento y ejemplo, à otros deudos, que unidos protegieron mi marcha de ida y vuelta contra las agresiones que intentaron hacerme otras naciones. Pude con la dulzura y buen trato prevenir favorablemente los ànimos de estos caciques y sus aliados, para que se prestasen voluntariamente à nuestros designios: ellos se han decidido con gusto á permitirnos la plantificacion de poblaciones indicadas, y han ratificado su consentimiento personalmente ante este superior gobierno.

La benigna acogida que merecieron, y los dones con que se les remuneró generosamente, dejaron airosa la garantìa que yo les dí por escrito. Prendados de nuestras amistosas demostraciones, han celebrado varias juntas con los caciques comarcanos, para conferenciar con ellos la resolucion que debian tomar acerca de nuestras pretensiones. Han puesto en obra varias de sus muchas supersticiones, para asegurar por ellas si convendria ó no el establecimiento de nuestras poblaciones: en todas resultó un pronòstico feliz. Me han avisado con puntualidad de ello por un mensage, espresando que les habia ganado siempre, y que era esta una señal segura de que yo les seria buen amigo y no los engañaria en los tratados: pero los mas sensatos opinan que se forme un congreso ò parlamento general, al cual sean convocados todos los caciques del sur y oeste para declararles abiertamente nuestras intenciones. Los amigos se muestran convencidos de la utilidad y ventajas que les ofrece este proyecto, y creo que el resultado de la conferencia será feliz: pero sea cual fuere, es absolutamente necesario plantificar el proyecto.

Resueltos una vez à ello, me persuaden los conocimientos que yo he adquirido, que el cuartel general y primera poblacion debe hacerse en las màrgenes de la laguna de Salinas, ò lo que es lo mismo, en el parage nombrado los Manantiales, distante de ella menos de dos leguas. Tiene aguas saludables, abundancia de leña, prodigiosos pastos, y unos terrenos feraces en toda clase de granos, legumbres y cuanto es necesario à la vida humana; cuyas producciones me ha mostrado un indio araucano establecido allì, y que las cultiva para sustentarse, sin auxilio de útiles de labranza por carecer de ellos.

Esta situacion está naturalmente defendida por el este con la laguna de la Sal; por el norte, con elevados médanos; por el sud, con el fuerte y poblacion que haya de formarse, y por el oeste, por una laguna que forman los Manantiales, y una barranca harto elevada: de modo que, á poca diligencia del arte, pueden asegurarse en circunferencia mas de ocho leguas, para sostenerse contra la mas atrevida y numerosa invasion de salvages.

Desde este punto central deben partir las demas poblaciones, reconociendo antes detenidamente y con mucha exactitud los puntos mas interesantes de la sierra de la Ventana, Guaminí, Volcan y rio Colorado. Tomadas estas posiciones, quedaràn cubiertas todas nuestras fronteras, y aseguradas, solo con el respeto de las armas, de cualquiera tentativa hostil. La ventaja de estos puntos se conoce mejor considerando su situacion geogràfica. Hàcia aquella parte el Océano se interna en el continente, las sierras primeras se avanzan, introduciéndose hàcia el oeste, y nuestros terrenos hasta la ciudad forman un gran seno: de manera que, estrechándose la tierra en aquellas gargantas, no pueden salir los indios con su presa de nuestros territorios sin ser observados desde las guardias, y atacados en caso necesario, ò contenidos al menos en sus agresiones por las dificultades de escapar con los robos.

Como esta primera poblacion debe ser el granero y almacen de las demas por algun tiempo, se establecerà en la estacion de las siembras oportunas, para hacer las cosechas oportunamente: pues la distancia no permite la fácil conduccion de vìveres para un nùmero tan crecido de tropa y pobladores.

Asentada la poblacion de Salinas, mientras se examinan los puntos para establecer la línea del este, deben reconocerse las del oeste al mismo propòsito, para buscar las localidades mas ventajosas, á fin de avanzar las fronteras Carolina y Bebedero, dando asì mas amplitud á las provincias de Còrdoba y Cuyo: de modo que formen dos diagonales fortificadas, y que sus comunicaciones aseguren las vastas poblaciones que deben quedar intermediarias, desde las actuales fronteras hasta las que se establezcan nuevamente. Desde ellas han de empezar à practicarse las operaciones para el establecimiento de la segunda lìnea.

Los terrenos que con esta quedan asegurados, formarán con el tiempo una grande y poderosa provincia. Los valles, rios, montes y minerales que encierran, anuncian desde luego que ella se aventajarà bien presto á las demas. Si á los tesoros con que la enriqueció la naturaleza, si á la facilidad de sus exportaciones que ofrece su situacion, se unen los brazos de las numerosas tribus que la pueblan, progresará con tanta rapidez, como ventajas ofrece la sanidad de su temperamento, la feracidad de sus terrenos, la abundancia de sus pastos, que manifiesta bien el nùmero progresivo de ganado vacuno, caballar y lanar que hoy los cubren, y puede acrecentarse centuplicadamente.

Ademas de los metales preciosos, ofrecen estas sierras, tan antiguas como el mundo, una multitud de producciones inestimables, como los alumbres, el azufre, las sales, el salitre y toda especie de semi-metales y fósiles. ¡Cuantos ramos de comercio, cuantos manantiales de riqueza, què aumento à la masa y velocidad de los giros, què fomento à la agricultura, què grandeza y poderio al estado! Los rios Negro y Colorado conducirán nuestros frutos hasta el Ocèano, desde cuyos puntos podràn hacer nuestros bajeles sus ùtiles navegaciones à la Europa, al Africa, al Asia y á las costas del sur y del norte de la América, con la facilidad que ofrece su situacion geográfica. ¡Què nuevas escenas no presentarán al mundo estos pueblos hoy nacientes y dèbiles, esas tribus de indios que apenas pueden contarse en la clase de hombres! Si la imaginacion se abisma al meditar la grandeza de los destinos de estos ricos y preciosos paises, á los individuos del gobierno debe alentar la gloria de que sus nombres formen un dia las primeras líneas de la historia de estas naciones, y corran al travès de los siglos, recibiendo el homenage de la gratitud y del respeto que se tributa à los hèroes.

Entre tanto los metales que ofrecen estos afortunados países, han despertado ya la codicia de los mineros de la otra parte de la cordillera, y para trabajar el cerro del Payen, son muy repetidas las instancias que hacen á sus naturales, que mesquinan y resisten por no ser inquietados y despojados quizá á viva fuerza, como lo recelan justamente. Nosotros, á favor de las luces de nuestro siglo, sabremos clasificar las riquezas y adoptar los medios que sean mas análogos á las leyes eternas de la naturaleza. La labranza y la cria de ganados alimentaràn en su cuna à nuestras poblaciones; la dulzura, la libertad y el conocimiento de nuevos placeres y de nuevas necesidades nos unirán à los indios. Despues las demas riquezas harán crecer y robustecerán succesivamente el cuerpo de esta nueva sociedad, hasta que llegue á su perfeccion y pueda desplegar todas sus fuerzas fisicas y morales.

Conocida la grandeza del objeto y los medios de alcanzarlo, resta allanar las dificultades que se tocan en la egecucion, por las fuerzas que pueden presentar los indios, por el número de tropas que se necesitan y por los fondos con que ha de subvenirse á tan interesante obra. Los antiguos gobiernos percibian bien la necesidad de tomar las medidas que hoy se quieren adoptar: mas, cuando los lamentos de los infelices hacendados y labradores los estrechaban á remediar tantos males, tocaban dificultades insuperables en el sistema pesado de hacienda; y el genio fiscal, que era el que dirigia todas las operaciones, convertia las providencias egecutivas en un pleito ordinario, y así corrieron los años sin emprenderse cosa alguna. Se creyó necesaria una entrada general por las Provincias de Cuyo, Córdoba y Buenos Aires, para exterminar, ó á lo menos menguar mucho las familias de los indios. Esta operacion no podia combinarse facilmente, pues aunque lo resistian la humanidad y las leyes, no por eso se buscaron arbítrios que enjugasen las lagrimas de nuestros hacendados, y quedaron siempre sin cumplirse los votos de aquellos que creian necesarias las poblaciones de Salinas, las Sierras y rio Colorado, y sin efecto las reales órdenes que en diversos tiempos se expidieron à este propósito.

Por otra parte, una preocupacion envejecida y transmitida sin examen, ha hecho formar à muchos ideas abultadas del poder de los indios, de su muchedumbre, y de la destreza con que juegan sus armas; y de este modo ha pasado por prudencia lo que en realidad es un miedo honestado. Pero cualquiera que sepa que estas gentes viven en tribus independientes, y por lo general enemigas unas de otras, no mirará tan temible su masa, por grande que ella sea. Los felices resultados de una tentativa los hace muy atrevidos, pero un castigo severo los escarmienta para muchos años: tenemos una prueba reciente en las fronteras de Mendoza en el año de 1784, y en las nuestras por los de 89, en que asentaron paces que no han quebrantado hasta hoy, sin embargo de que hemos transgredido los límites del Salado. El carácter de estos indios es marcado por la ferocidad y la cobardia: válense siempre de la sorpresa y de la perfidia, y usan con crueldad de la victoria. Pero, cuando estos caminos les son cerrados por la vigilancia, y que un aparato militar respetable les impone, se apresuran á sacar partido y establecer relaciones amistosas, que conservan hasta que continuadas agresiones injustas los exasperen.

El número á que ascienden yá, por su libre reproduccion, es muy respetable sin duda. El ocio en que viven los mantiene siempre miserables, y sus escaseses los precisan á robarse unos á otros, y todos se conspiran contra los hacendados españoles, en cuyos ganados libran su subsistencia; por que casi han aniquilado los caballos silvestres y otros animales de que se alimentaban. Esto prueba la necesidad de acudir pronto al remedio.

 

Hay entre estas tribus algunas que blasonan de su origen araucano: aunque se diferencian poco en el carácter comun de los demas salvages, tienen con todo alguna mas aplicacion á cierto genero de labores, crias de ganado lanar y vacuno, con que hacen sus permutas y entretienen algun tanto la osiosidad, buscando nuestros frutos para hacer con ellos sus cambios. Estas inclinaciones son mas decididas en los habitadores de las márgenes de la laguna de Salinas y campañas del oeste. Al contrario los Pampas, propiamente dicho, en la carrera de Patagones, y tambien los que despues siguen internados hasta la cordillera de Valdivia, que llaman Guilliches, son generalmente inquietos, invasores de las demas tribus y siempre dispuestos al robo y á la matanza.

Fué seguramente una casualidad muy feliz la de haber descubierto y adquirido relaciones con los tres hermanos caciques, situados en los puntos mas interesantes, que son las primeras tolderias de las fronteras del oeste en la laguna de Salinas y paso de las cordilleras á Penes. La disposicion que manifiestan para allanar con los doce caciques, sus deudos y confederados, la plantificacion de poblaciones en aquellos puntos, aleja muchas dificultades, que sin esta favorable circunstancia deberian tocarse.

El gobierno ha oido de boca de estos mismos caciques las repetidas protestas de ser consecuentes en sus ofertas. No entremos ahora á investigar el derecho con que pueden hacerse las poblaciones y ocupar estos terrenos. Todos los hombres le tienen de la naturaleza para poblar y cultivar las tierras que les han de mantener. Los hombres en sociedad han establecido los suyos, y sin vulnerar aquel primer derecho, obligan á que han de avecindarse á las poblaciones que formaron, á cultivar las tierras que antes ocuparon, á que guarden un cierto órden que les afiance la tranquilidad de sus posesiones. Nosotros no podemos tener una garantia segura de las tribus salvages: sus intereses estan en contradiccion con los nuestros. Ellos viven en el ocio y no conocen mas derecho ni mas ley que la fuerza para sustentarse del fruto de nuestros trabajos: asi es que la conservacion de nuestras vidas y propiedades, parece que nos autoriza para defenderlas con un cordon bien situado de fronteras, y oponer una fuerza á otra.

Pero los indios amigos nos ahorran estas disputas. Si el infestar un país, ó el poder de correrlo libremente, dá un derecho de propiedad como el de Blasco Nuñez de Balboa en el mar del sur, nadie negará que los caciques podrán tratar libremente con nosotros y celebrar pactos valederos. Los caciques Quinteleu, Epumur y Victoriano nos ofrecen sus tierras, desean formalizar tratados, estos no contendrán ninguna condicion irritante, serán igualmente provechosos á los interesados. ¿Quién, pues, nos disputará la facultad de efectuarlos legítimamente? ¿Quién negará la justicia con que podemos rechazar las agresiones de cualquiera tribu que intente perturbarnos en el goce de los derechos adquiridos por un legítimo y solemne pacto con los caciques amigos? Nosotros desconocemos ese derecho que se dice de conquista, los indios no temerán verse esclavizados ni privados de sus bienes, de su tiempo y del fruto de su trabajo. El convencimiento de su propio bien será quien los decida á mesclarse con nosotros, y á entrar en nuestra sociedad: entonces participarán proporcionalmente de las cargas que sufrimos, así como gozarán de nuestras comodidades; y esta convencion será perfectamente libre y espontanea.

Me persuado que no llegará el caso de usar de la fuerza, porque la dulzura y la sagacidad triunfaràn del caracter feroz y suspicaz que manifiestan comunmente, y que á veces ostentan con estudio por ver si sorprenden à quienes no los conocen. Desean con ardor muchos de nuestros artículos, y no será dificil que por el estimulo de algunos regalos los decidamos á entrar en contratas ventajosas. Como son naturalmente desconfiados é insubsistentes, es preciso que luego sin detencion se proceda á ocupar los terrenos que nos cedan; y para esto se necesita una fuerza respetable que no solo les imponga, sino que aleje toda esperanza de cometer con suceso una perfidia. Son idólatras de sus ganados y propiedades, pasan á la posteridad cualquiera injuria inferida á sus personas y á las de sus hijos ó deudos: jamas perdonan, y la venganza dura tanto como la existencia de las generaciones de agraviados y agresores. Por esta razon el gobierno debe poner el mayor cuidado en la eleccion de gefes y oficiales subalternos que se destinen á esta obra: al paso que la misma division de tribus y la perpetua enemistad en que viven, abren un camino facil para conseguir los objetos que se proponen.

El interes, que los indios conocen y defienden, les hará entrar en sociedad, y se presentarán gustosos al servicio por el competente estipendio: cuando adviertan que las pieles de sus caza, los tejidos ordinarios de su industria, los vellones esquisitos de ovejas tienen facil expendio en cambio de los artículos de su lujo ó de sus necesidades, se haràn mas aplicados, intimarán sus relaciones, y luego serán unos miembros útiles del estado, que tendrán un mismo idioma, costumbres y religión que nosotros. Esta conducta, observada religiosamente, hará mas conversiones que los misioneros de propaganda.

Para proceder con seguridad en la empresa son necesarios 1,000 hombres de tropas regladas, con la correspondiente artilleria, que subsistirán en la frontera hasta que un igual número de pobladores les pueda subrogar. Estos, cuya primera obligacion será instruirse en el manejo de las armas, estarán regimentados, y servirán alternativamente por un corto estipendio. – Como ellos deben ser propietarios y vecinos, defenderán mas ahincadamente sus bienes, y serán los soldados mejores para este género de guerra.

Las conducciones de familias, tropas, útiles, armas, bageles y cuanto mas es necesario, estoy seguro que costará poco al erario, pues los hacendados y labradores de estas campañas, en quienes inmediatamente refluye el beneficio de su seguridad, los harán gratuitamente ó con la mayor equidad posible. Ellos desean con ardor ver realizada esta empresa, y muchos me han ofrecido generosamente todo cuanto pueden, por contribuir á un objeto tan interesante.

Los demas gastos cuantiosos de este ramo de poblaciones y su subsistencia pueden facilitarse con cargo de reintegro de los fondos que á este efecto, sin gravámen de las provincias y vecindarios, se establescan. Con esta consideracion, ademas de las ya referidas, he propuesto la primera poblacion y cuartel general de Salinas, porque desde ella han de ir adelantándose las demas, en proporcion de los fondos y facultades que adquiera, los cuales no dudo sean luego muy considerables.

Nada se presenta mas facil que pobladores, asi de los que lo desean, que son muchas familias de la campaña, como de aquellas á quienes se les hace un bien en trasplantarlas desde ella y la ciudad, donde yacen en la miseria y sirven de pesada carga á la sociedad, sin producir cosa alguna.