Arte en las alambradas

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Se estableció en México DF, donde reanudó su actividad pictórica que compaginó con la docencia artística. Mantuvo muy buenas relaciones con los políticos republicanos del exilio y también con las autoridades mexicanas y en el ámbito artístico desarrolló una frenética actividad a través de exposiciones, colaboraciones en revistas e impartiendo clases de pintura. Allí fundó, en 1945 y junto con otros pintores españoles y mejicanos, el Círculo de Bellas Artes de México, que llegaría a presidir. Acentuó si cabe mucho más su rechazo contra la hegemonía de abstracción en lo que creía ver síntomas de decadencia por su olvido de la forma.

Tres años después de asistir a Moscú a un congreso de pintores y escritores, en 1960, tomó la decisión de regresar definitivamente a España, y establecerse en su capital, muy a pesar de que continuaba gobernando una dictadura encabezada por el general golpista Francisco Franco, tantas veces criticado y denunciado en sus obras hechas durante la guerra. Respaldado por su antiguo amigo Antonio Orbegozo, estrechamente vinculado al diario católico Ya, a la revista Dígame y a Radio Nacional de España a, quien había salvado durante la contienda de una muerte segura, no tuvo problemas con las autoridades para establecerse y reanudar su trabajo. Muy al contrario, en 1961 se sorprendió al recibir la Primera Medalla del Salón de Otoño de Madrid precisamente por una pintura de corte costumbrista algo trasnochada.

En 1963 trasladó su estudio a la localidad madrileña de Cercedillla, donde siguió pintando sus temas preferidos centrados en motivos costumbristas y paisajes rurales y urbanos. Siguió con su querencia de mantenerse fiel a este tipo de estética tradicional y un tanto burguesa muy alejada en aquel momento de auge vanguardista caracterizada por la búsqueda de ambientes costumbristas, viejos rincones, callejuelas y plazas, que resolvía con un cromatismo exuberante. Murió el 30 de junio de 1979, en Madrid, a causa de un infarto de miocardio. En 1984 se le rindió un especial homenaje mediante una gran exposición antológica en la capital promovida por el Banco de Bilbao, y más tarde, en 1986, con otra en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. En 2011, en Salamanca y bajo el título “Bardasano en Guerra”, se organizó por el Ministerio de Cultura otra gran exposición sobre su obra vinculada a la Guerra Civil Española, con sus carteles propagandísticos como temática central.

Ramón Peinador Checa (1897-1964)

El pintor, dibujante, diseñador y decorador madrileño Ramón Peinador Checa, que había rendido un servicio impagable al arte español del exilio, se vio en la obligación de adoptar, como último recurso que le quedaba, la nacionalidad mexicana ante la negativa o, mejor dicho, acuse de cuentas, de las autoridades franquistas que en plena postguerra le impidieron su regreso definitivo a España a causa de su condición de combatiente antifascista en la guerra civil y autor de una producción gráfica caústica, satánica e irrespetuosa relacionada con la figura del general faccioso Franco, el más revulsivo conspirador contra la legalidad republicana. Añorante por volver a su patria desarrolló en su destierro una obra amplia y polifacética que lo catapultó en el ámbito artístico y le proporcionó dinero, fama y prestigio. Fue una de las víctimas propiciatorias del desenlace de la contienda que frenó de cuajo su imparable carrera artística y lo envolvió en la dinámica perversa de creador transterrado, desarraigado y víctima de una situación no deseada. Un artista consumado al que no le arredraba ninguna técnica y también un “bont vivant”, con aires bohemios, libre e independiente, muy curioso e ingenioso, y con bastante genio, lo que le convirtió en un peligroso contrincante. Dotado de un lenguaje viperino y sin pelos en la lengua fue arrinconado por sus enemigos y recordado únicamente por unos pocos camaradas o algún aislado crítico de arte o historiador en su búsqueda de los últimos representantes de la heterodoxia. Dentro del panorama exílico republicano su trabajo artístico ha comenzado a ser conocido y también su vinculación con los movimientos vanguardistas europeos de los años veinte y treinta, sin olvidar, su producción propagandística durante la guerra civil que lo convirtieron en el centro de las miradas de los facciosos.

Ramón Peinador Checa nació el 25 de diciembre de 1897, en Madrid. Estudió en la escuela pública y muy precozmente se le despertó su vocación artística que le llevó a matricularse en la Escuela de San Fernando y también a frecuentar los círculos y las tertulias artísticas. Sus comienzos fueron en el ámbito de la escenografia, trabajando en la compañía teatral de su hermano Fernando, para posteriormente realizar carteles, ilustraciones y cuadros al óleo. Dotado de un carácter bohemio, gran curiosidad y amante de los viajes, en 1924 se trasladó a París, estableciendo su estudio junto a La Ruche de Montparnasse, donde vivió la bohemia artística y contactó con otros artistas españoles y extranjeros. En este entorno cosmopolita y de libertad total reanudó su actividad profesional en distintos ámbitos, alternando la pintura de caballete, con la aguada, el gouache, el cartelismo, el diseño y la ilustración, al tiempo que descubrió la técnica del “batik” de seda.

Aprovechó su estancia en la capital francesa para hacer un recorrido por Italia y Alemania, conociendo sus museos, contactando con otros artistas y empapándose de sus movimientos artísticos. Concretamente durante su estancia en este último país entró en contacto con la escuela de la Bauhaus, donde se encontraba el núcleo más avanzado de artistas renovadores. Una influencia que marcó su actividad creativa, pero también sus conceptos sobre el diseño, la decoración y la ilustración.

Adquirida una gran experiencia profesional como publicista, diseñador y pintor de caballete, en 1930 regresó a Madrid donde reanudó su labor en el campo de la ilustración, la decoración y la publicidad, mostrándose muy interesado además por el grabado y por la arquitectura mostrándose defensor del estilo racionalista que pretendían introducir los arquitetos más jóvenes.

Se dio a conocer como excelente grafista en 1932 al obtener por unanimidad el primer premio del Concurso de carteles del Baile de Máscaras promovido por el Círculo de Bellas Artes y comenzó a colaborar en el diario ABC y en la revista Blanco y Negro. En 1935 recibió un gran homenaje por parte de sus compañeros de la Unión de Dibujantes Españoles en reconocimiento a los premios que había recibido recientemente por la decoración y el cartel del Salón de Baile “El Espagnolade”. Poco después participó con honores en el concurso de carteles para la Lotería de la Ciudad Universitaria de Madrid y concurrió al XVI Salón de Humoristas de 1933.

Al producirse el 18 de julio de 1936 el levantamiento militar de Marruecos salió en defensa de la legalidad republicana, colaborando en los ministerios de Propaganda e Instrucción Pública, y también con diversos organismos de carácter antifascista. Sus trabajos se publicaron principalmente en el semanario madrileño Hierro, editado por la UGT, donde alcanzó prestigio como autor de un conjunto de historietas y caricaturas que ocuparon 44 páginas. Pero lo más relevante que ejecutó, y que le acarreó, muchos años después problemas, fue una serie de aucas que agrupó bajo el nombre “La vida, puerca y traidora, del fascio, en sencilla historia”, donde atacaba duramente a los seguidores del general Franco. También provocó una gran expectación la serie de viñetas titulada “Heliodoro”, cuyo protagonista era un motorista soldado que era cliente asiduo del Bar Rojo, donde todo el mundo se emborrachaba.

Acompañó al gobierno republicano a Valencia donde permaneció un tiempo y, poco antes de la ofensiva nacional a la provincia de Castellón, se trasladó a Barcelona, donde prosiguió trabajando en tareas de propaganda. Con la caída del frente de Cataluña cruzó la frontera francesa, siendo apresado por la gendarmería y recluido en el campo de concentración de Argelèssur-Mer, donde pasó grandes privaciones. Abandonó su encierro poco después gracias a las gestiones realizadas por algunos organismos republicanos de ayuda a los refugiados que además le facilitaron dinero, visado y billetes para embarcar en el mercante Sinaía que lo trasladó al puerto mexicano de Veracruz.

Establecido en México DF, rehízo su vida familiar y compaginó su actividad de pintura de caballete, con la decoración, la publicidad, el diseño de muebles y la ilustración, colaborando además como cartelista, publicista y diseñador de vestuario en la incipiente industria cinematográfica mexicana, concretamente en la superproducción Cristóbal Colón. Adquirió popularidad por la serie de veinte volúmenes de las Aleluyas de Rompetacones, con textos de Antoniorrobles, publicado por Estrella, una editorial destinada a un público juvenil.

A causa de las trabas administrativas que le imponían las autoridades españolas para regresar a España, adoptó la nacionalidad mexicana, negándose a partir de entonces a viajar a su país. Nunca abandonó la pintura de caballete, su gran pasión, celebrando más de catorce exposiciones individuales y participando en numerosas colectivas, siendo uno de los paisajistas predilectos de la burguesía mexicana. Cultivó un estilo neoimpresionista centrado principalmente en el paisaje rural y urbano y también en la naturaleza mexicana, que recreaba con toda la fidelidad.

Ramón Peinador Checa murió el 26 de mayo de 1964, en la capital mexicana, y su desaparición pasó desapercibida en su país natal. Algunas de sus obras se pueden contemplar en el Museo Nacional de la Estampa y en el Museo Franz Mayer de México DF y en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid.

Miguel Prieto Anguita (1907-1956)

 

Los dibujos, bocetos y aguadas que realizó durante el tiempo que permaneció confinado en este campo donde llegó poco después de cruzar la frontera francesa el artista manchego Miguel Prieto Anguita no añadían nada a su ya ganado magisterio y reputación artística conseguido por su trabajo durante el periodo republicano como pintor e ilustrador en diversas publicaciones. Sus obras proporcionaban un extraordinario testimonio documental de la vida cotidiana de los cautivos republicanos recreado con firmeza, trazo firme y expresividad en un intento de resaltar su contenido dramático. No era un artista principiante, ni un novato, ya que durante los años de la II República había colaborado en La Barraca, trabajando con Federico García Lorca en la confección de decorados y figurines y con el grupo de títeres “La Tarumba”, participando además activamente en tareas de divulgación de la cultura y el arte a través de las Misiones Pedagógicas, siendo compañero de algunos de los más relevantes artistas e intelectuales de esa época. Los vínculos que tuvo con las artes plásticas fueron muy estrechos a lo largo de su trayectoria en ámbitos tan distintos como la escenografía, la ilustración de libros, la tipografía, el diseño y la pintura de caballete, que abordó con bastante regularidad y aportó en cada momento los estilos y los movimientos artísticos que estaban de moda o le influyeron sin olvidar nunca su compromiso ideológico izquierdista, tanto en la teoría del arte como en la praxis política siempre presente en él y de la que nunca estuvo desconectado, incluyendo su larga etapa de exiliado republicano en México. Su nombre hay que inscribirlo dentro de la nómina de creadores multidisciplinares surgidos durante la dictadura primorriverista que desarrollaron un activismo ideológico e intelectual durante la II República y guerra civil, y que finalmente alcanzaron su plena madurez en el destierro mexicano. Fue un destacado representante de lo que se ha venido en llamar “Edad de Plata” de la cultura española al reunir en su persona una serie de características comunes con otros miembros de su generación como su desbordada inquietud intelectual, su progresismo ideológico, su gran activismo en misiones y proyectos pedagógicos, su presencia en grupos y movimientos vanguardistas, su adscripción a asociaciones republicanas o antifascistas y su destacada presencia en las más importantes revistas y diarios de su tiempo.

Miguel Prieto Anguita vino al mundo en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, el 17 de noviembre de 1907, en el marco de una familia modesta. Su padre, Isidro Prieto Santos, era maquinista de la Electro y su madre, Sofía Anguita Romero, ama de casa. Cursó los estudios primarios en su pueblo natal y a los quince años comenzó a trabajar en Puertollano de la mano del primo de su progenitor, Manuel Santo, quien le contagió su vocación escultórica. A los dieciséis años se trasladó a la capital donde, para sobrevivir, trabajó como pintor de brocha gorda al tiempo que asistía a las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, de donde pasó más tarde a los talleres de los maestros Julio Prat, Julio Moisés y Victorio Macho, que le proporcionaron buenos consejos. Una vocación artística que de pronto dio un gran vuelco, ya que empezó a interesarse por la pintura cuyo dominio fue perfeccionando. Una pensión de dos años, otorgada por la Diputación de Ciudad Real, le permitió entregarse de lleno a perfeccionar la técnica pictórica y a introducirse en la escenografía que aprendió en el Teatro Escuela de Arte que dirigía Rivas. Se dedicó también a la ilustración realizando trabajos para revistas y editoriales, carteles de publicidad y escenografía teatrales, con lo que consiguió una estabilidad económica y familiar, ya que le permitió contraer matrimonio con su paisana Angelita Ruiz.

Activo militante republicano saludó efusivamente la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, adscribiéndose poco después en las filas del partido comunista, donde entró en relación con un poderoso grupo de artistas e intelectuales, entre los que se encontraban, Ramón J. Sender, Rafael Alberti, Emilio Prados, Josep Renau, Luis Cernuda, María Teresa León, Manuel Altolaguirre, Alberto Sánchez, Salas Viu y otros. En enero de 1932 expuso en solitario una serie de pinturas y grabados en el Ateneo de Madrid, que fueron muy bien acogidos por el crítico de arte Salvador Abril, quien en una crónica calificó su lenguaje pictórico de “realismo cilíndrico” y poco después fue seleccionado para participar en la muestra organizada por la Sociedad de Artistas Ibéricos en el Ateneo Mercantil de Valencia. En 1933 ingresó en la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios y con la revuelta y la represión de los mineros asturianos se le acentuó mucho más si cabe su compromiso revolucionario que se manifestó en su obra en la aparición de un lenguaje mucho más realista.

Su nombre adquirió cierto prestigio en el mundo artístico madrileño por sus trabajos como ilustrador de libros, como el Romancero Gitano, de su amigo Federico García Lorca; sus escenografías teatrales, como la que hizo para Rafael Alberti y el citado Federico; su colaboración con La Barraca, y su participación en el guiñol de las Misiones Pedagógicas. Y sobre todo tuvo un gran protagonismo en la creación de la famosa tertulia “La Ballena Alegre”, que aglutinó a sus amigos Federico García Lorca, Rafael Alberti, María Teresa León, Jorge Guillen y Luis Cernuda, y que posteriormente pasó a denominarse “La Tarumba”, que en 1935 alcanzó mucho prestigio teatral al representar “El amor de don Perlimpin con Belisa en su jardín”, de Federico García Lorca. En 1933 comenzó a colaborar en las páginas de la revista Octubre que habían fundado Rafael Alberti y María Teresa León y en diciembre de ese año concurrió en el Ateneo de Madrid a la primera exposición de “Arte Revolucionario” promovida por la Asociación Española de Artistas Revolucionarios, que obtuvo el rechazo de los sectores más conservadores y ultraderechistas de la sociedad madrileña.

En la guerra civil se adhirió a la causa republicana y formó parte junto a Ángel Ferrant y su paisano Gabriel García Maroto de la Comisión encargada de reorganizar la enseñanza de las escuelas de Bellas Artes de Madrid y comenzó a frecuentar los talleres de artes plásticas de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. En noviembre de ese año se trasladó a Valencia donde se incorporó al taller de artes plásticas de la delegación de la Alianza de Intelectuales y colaboró en diversas revistas como El Mono Azul, Línea, Vanguardia, Nueva Cultura, El buque Rojo y Ejército del Ebro. Recorrió diversos frentes de batalla realizando representaciones y pronunciando charlas y por sus conocimientos escénicos fue nombrado miembro del Consejo Central de Teatros. En junio participó en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que inauguró Juan Negrín en el salón de plenos del Ayuntamiento de Valencia, y en el que se dio lectura a la “Ponencia Colectiva”, que había sido suscrito él y un heterogéneo grupo de intelectuales y artistas entre los que se encontraban Antonio Sánchez Barbudo, Ángel Gaos, Antonio Aparicio, Arturo Serrano Plaja, Arturo Souto, Emilio Prados, Eduardo Vicente, Juan Gil-Albert, José Herrera Petere, Lorenzo Varela, Miguel Hernández y Ramón Gaya. Colaboró en el álbum colectivo, dirigido por García Maroto, Los en la guerra de España y luego en el álbum Homenaje al General Miaja, y también ilustró el Llanto en sangre, de Emilio Prados y El romancero gitano, de Federico García Lorca.

Formó parte, junto a Miguel Hernández y Cipriano Rivas Cherif, de una delegación republicana que viajó a la URSS y a su regreso envío una obra al Pabellón Español de la Exposición Internacional de París, que había sido proyectado por sus amigos Josep María Sert y Luis Lacasa, y que albergó el “Guernica” de Pablo Picasso junto a otras obras de Joan Miró, Alexander Calder, Julio González, Alberto Sánchez, Josep Renau y otros muchos.

Se estableció en Barcelona acompañando al gobierno republicano y con la ofensiva nacional de 1939 cruzó la frontera francesa, siendo arrestado por la policía y recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer junto a sus compañeros Josep Renau, José Bergamín, Emilio Prados, Josep Carner, José Herrera Petere, Antonio Rodríguez Luna, Roberto Fernández Balbuena, Eduardo Ugarte y Rodolfo Halffter y otros. Gracias a la mediación de diversas instituciones internacionales consiguió abandonar el campo el 28 de febrero y reunirse con su mujer Angelita Ruiz Ramírez y su hijo Miguel Prieto Ruiz, en Perpiñán, pasando luego unos breves días en Toulouse y en París, donde se integró en la primera Junta de Cultura Española, junto con otros compañeros.

A través de las gestiones realizadas por el pintor mexicano Fernando Gamboa y la ayuda de su compatriota Juan de la Cabada consiguió la documentación y los pasajes necesarios para embarcar en el puerto francés de Saint Nazaire en el transatlántico holandés Veendam, que lo trasladó a Nueva York, donde arribó el 17 de mayo, para dirigirse más tarde en autobús a la ciudad mexicana de Nuevo Laredo, llegando a México DF dos días después.

En la capital reanudó su trabajo alternando la pintura de caballete y el muralismo, con la ilustración, el portadismo y el cartelismo publicitario, pero también se entregó de lleno al activismo político. Nombrado Presidente de la Unión de Jóvenes Patriotas Españoles, ingresó en las filas del Partido Comunista de España, formó parte del Consejo Español de la Paz y fue fundador de la Unión de Intelectuales en México y poco después designado catedrático de Diseño en la Escuela de la Mancha de México y profesor de Periodismo en la UNAM. Trabajó inicialmente con el artista mexicano David Alfaro Siqueiros en la realización del gran mural del Sindicato de Electricistas que, por discrepancias personales, abandonó y tuvieron que acabar finalmente los valencianos Josep Renau y Manuela Ballester.

Una trayectoria plástica variada que estuvo marcada por las influencias, su propia experiencia vital, los vaivenes artísticos de su época y de sus propias necesidades de supervivencia, que lo llevó a entregarse a la pintura de caballete, el cartelismo, el diseño, la escenografía, el portadismo y la ilustración, en los que siempre se advertía su afán experimentador, su inquietud y en muchos casos su ya reconocido compromiso ideológico republicano al que nunca renunció.

Como pintor de caballete sufrió una profunda evolución que le llevó desde un inicial cubismo, pasando por un surrealismo fantástico a desarrollar ya en el exilio una suerte de realismo dramático, evocador y nostálgico, resuelto a través de una técnica compositiva de ritmos curvos. Con el tiempo se atemperó su mirada y empezó a incorporar paisajes, bodegones y naturalezas muertas, que resolvía con exuberantes formas y un fuerte cromatismo muy apreciado por la crítica de arte y el público. Llevó a cabo una gran actividad expositiva que inició en septiembre de 1941 en la galería Arte y Decoración, en la que volvió a hacerlo en mayo de 1944. En noviembre de 1948 presentó una selección de 50 obras en el Museo Nacional de Artes Plásticas, y tras su muerte expuso en el mismo museo en noviembre de 1956, y otra en su domicilio de la calle Elba, en mayo de 1961. Participó además en diversas colectivas, destacando la de artistas exiliados españoles, inaugurada por la Junta de Cultura Española en marzo de 1940; la “Hispano-Mexicana” de la Librería Cristal, en agosto de 1940; la de la Galería Arte y Decoración, en diciembre de 1941 y la “Primera Exposición Conjunta” o “Contrabienal antifranquista” del Bosque de Chapultepec; en febrero de 1952; en 1942 y 1943 en los Salones de Grabado y de Pintura organizados por la Galería Arte y Decoración; en junio de 1954, en la “Artistas huéspedes” del Salón de la Plástica Mexicana; en octubre de 1949, en la Sociedad para el Impulso de las Artes Plásticas; en Galería de Arte Moderno y en 1944 y 1948 benéficas celebradas en Arte y Decoración, en el Palacio de Bellas Artes y la Galería Mont-Orendáin.

Miguel Prieto no se olvidó de su temprana actividad escenográfica, que retomó en 1952, cuando el director artístico del Teatro Universitario, Carlos Solórzano, le invitó a participar en la primera temporada de la institución en el teatro del Seguro Social. Su debut se produjo con la obra No es cordero que es cordera, una adaptación de su amigo el poeta León Felipe de la obra de Shakespeare, y que continuó con La prueba de las promesas, de Ruiz de Alarcón; El proceso, de Kafka; Seis 58, Miguel Cabañas Bravo, Personajes en busca de autor, de Pirandello; De este agua no beberé, de Musset; Edipo rey, de Sófocles; Enterrad a los muertos, de Irwin Shaw; El Hechicero y Los Justos, de Camus. Su trabajo como escenógrafo fue valorado por el crítico teatral Miguel Guardia quien dijo que “lo hizo todo: la escenografía realista, corpórea; la sintética; la imaginativa pero casi realista y la imaginativa fantasiosa. Y todo lo consiguió: el ambiente de la obra, la funcionalidad del escenario, la poesía, el misterio, en suma, la perfecta composición”.

 

Tampoco abandonó la realización de decorados y el cartelismo, realizando numerosos carteles de gran formato para la Ópera de Bellas Artes, la Comedia Francesa, el Ballet Ruso del Marqués de Cuevas, y otros. También se distinguió por su labor de tipógrafo, diseñador gráfico y promotor de publicaciones. Así, en febrero de 1940, con otros exiliados fundó y entró a formar parte del comité editorial de la revista quincenal Romance (1940-1941), dirigida por Juan Rejano y donde comenzó a desplegar algunos rasgos de su estilo gráfico, caracterizado por el gran equilibrio en la disposición de los espacios, integrados con la tipografía. Luego, también con Rejano, fundó la revista Ultramar (1947), de la que fue director artístico y colaboró con regularidad en España peregrina (1940), Nuestro tiempo (1949) y España y la paz (1951), Litoral (1944) y Las Españas (1946). En 1947 se hizo cargo de la dirección de la Oficina de Ediciones del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), para lo cual incorporó en 1950 a su equipo al pintor e ilustrador de origen español, Vicente Rojo. Bajo su responsabilidad se publicaron destacadas obras, como el catálogo dedicado al muralista mexicano Diego Rivera, cincuenta años de labor artística (1949), el Canto general, de Pablo Neruda (1950), la Arquitectura popular de México, de García Maroto (1954) y la revista México en el Arte, órgano de difusión del INBA. Participó igualmente en el diseño de revista médica Sinópsis (1950), Universidad de México y, sobre todo, el suplemento cultural dominical del diario Novedades, México en la Cultura, aparecido en 1949 bajo la dirección editorial de Fernando Benítez.

Su muerte se produjo en México DF, el 12 de agosto de 1956, a causa de un cáncer, y al conocerse en los medios de comunicación mexicanos le dedicaron emocionantes obituarios y semblanzas, en las que se destacaba su condición de artista republicano español y se valoraba su labor como pintor de caballete, su gran papel en la modernización de las artes gráficas y la tipografía y su actividad como escenógrafo y diseñador. Su recuperación en su tierra natal fue bastante tardía y se produjo tras la muerte del dictador Franco al inaugurarse en marzo de 2007 en el Antiguo Convento de la Merced de Ciudad Real, una gran exposición retrospectiva itinerante promovida por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y el Gobierno de Castilla la Mancha. La muestra “Miguel Prieto 1907-1956. La armonía y la furia”, que reunió más de cuatrocientas obras, que se vieron por primera vez en Ciudad Real, recorrieron posteriormente Toledo y Madrid.

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