Arte en las alambradas

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En 1952 participó en la exposición colectiva del Círculo Maillol de Barcelona lo que le permitió obtener una beca para trasladarse a París y ampliar conocimientos y en 1953 volvió nuevamente a esta ciudad al obtener una nueva beca concedida por el Instituto Francés de Barcelona. Aprovechó su estancia de varios meses para frecuentar los círculos de artistas españoles, visitar sus museos y entrar en contacto con la vanguardia escultórica internacional.

A su retorno a su ciudad se incorporó como profesor de Dibujo en la Escuela del Círculo de Bellas Artes. En marzo de 1955 celebró otra exposición individual en la Caja de Ahorros donde reunió piezas de carácter figurativo y centradas exclusivamente en la iconografía de los crucificados y en 1956 volvió a exponer en el Círculo de Bellas Artes en la que hizo un repaso de su trayectoria figurativa.

En 1959 tomó la decisión de dar un giro a su producción y retomar su variante experimentadora y no figurativa que reunió en su muestra “Abstractos” en los que se advertía los aires de la renovación artística. En 1960 se editó la primera publicación dedicada a él que recogía textos de diversos autores, una entrevista y una selección de fotografías representativas de su trayectoria artística. Entre 1961 a 1973 ocupó la plaza de enseñanza artística en el Instituto Mario Torres de Segunda Enseñanza y en 1963 presentó la muestra “Situaciones y aproximaciones” en el Instituto de Estudios Ilerdenses

En 1983 recibió la Cruz de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña; en 1990 el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 1991 el Premio “José González de Peña” de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1989 otorgó al Ayuntamiento de Barcelona un conjunto de 64 esculturas y objetos y 22 dibujos que, al cabo de los años, formarían parte de las colecciones del Museo de Arte de Cataluña y en 1990 donó al Ayuntamiento de Lleida 80 esculturas, objetos y dibujos a cambio de una renta vitalicia. En 1991 su obra se incluyó en las exposiciones “Picasso, Miró y Dalí” que promovió la Schirn Kunsthalle de Frankfurt y la muestra “Constantes del arte catalán actual” celebrada en el Museo “Rufino Tamayo” de México, Museo de Arte Moderno de Monterrey y finalmente en el Centro de Arte de Santa Mónica. Una parte importante de sus obras se expusieron permanentemente en la sala “Leandro Cristòfol” de Lleida inaugurada en 1995 y que funcionó hasta 2007 que pasó a formar parte del espacio expositivo del Museo de Morera.

Leandro Cristòfol falleció en Lleida, el 19 de agosto de 1998. Sus herederos donaron su colección privada, archivo y su biblioteca al Ayuntamiento de su ciudad un año después de su desaparición.

Enric Crous-Vidal (1908-1987)

La actividad creadora desarrollada en este campo de concentración por el pintor, dibujante, ilustrador y grafista catalán Enric Crous-Vidal le sirvió como vía de escape de la humillación, rabia acumulada y desahogo, pero también de resistencia, que sentía por su condición de combatiente republicano derrotado, obligado a convertirse en un apátrida y a vivir un incierto exilio exterior. Para dar salida a su frustración de cautivo se entregó a realizar pequeños dibujos a lápiz o a tinta, acuarelas y pinturas, sobre la existencia cotidiana de los prisioneros, o retratos y caricaturas, que luego intercambiaba con sus compañeros o guardianes por cigarrillos, comida o medicinas. Alcanzó también un gran prestigio como tipógrafo, donde destacó como defensor de la grafía latina al imponer el uso de estructuras sintéticas, arabescos decorativos y nuevos grafismos en contraposición a la rigidez de los caracteres cúbicos, trazados en regla y compás del estilo germánico predominante en el primer tercio de siglo XX. A pesar de su formación autodidacta y, al tiempo que mostró un gran interés en el desarrollo de la tipográfica a través de la fundación de escuelas, creación de empresas, publicación de artículos divulgativos en revistas, edición de libros y conferencias, destacó igualmente por poseer otras inquietudes y habilidades, desde una perspectiva experimentadora, transgresora y de compromiso con el arte, como divulgador de los movimientos de vanguardia, creador de agencias de publicidad, fundador de revistas, impulsor de cines-clubs, fotógrafo aficionado, defensor del patrimonio artístico en la guerra civil, colaborador de publicaciones antifascistas, falsificador, diseñador gráfico, protector de los tesoros artísticos franceses, restaurador de relojes de sol, escritor memorialista y notable pintor de caballete en el arrabal de su senectud.

Enric Crous-Vidal vino al mundo en Lleida, el 6 de agosto de 1908, en el seno de una familia de palleses muy conocida y apreciada que procedía de Arbúcies (La Selva), y cuyo padre trabajaba de capataz en la compañía de teléfonos de la Mancomunidad de Cataluña en Ponts. Pronto se le despertó su vocación artística, destacando entre sus compañeros de la escuela por su dominio del dibujo, mientras que era un gran lector de tebeos y revistas ilustradas.

Frecuentó los círculos artísticos y entró en contacto con otros jóvenes artistas entre los que se encontraban Josep Benseny, Carlos de Haes, Xavier Gosé, Antoni Samarra, Baldomer Gili Roig, Jaume Morera, Prudenci Murillo y Manuel Villegas. Se dio a conocer como artista en una exposición que celebró en 1929 en el Casino Mercantil de su ciudad y al año siguiente publicó su primer programa artístico de la Fiesta Mayor que continuaría haciéndolo las ediciones siguientes. En 1931 se consolidó como artista al proclamarse ganador del Certamen de Arte y Técnica del Casino de Clases de Madrid con la obra “La Pantomima bohemia” y ese mismo año abrió la agencia de publicidad Studi Llamp, dedicado a la propaganda y al diseño publicitario.

Creador de la revista Art, que se definía como una publicación internacional que acogía las ideas de una época marcada por una visión del arte más comprometido con la sociedad. Para ello se convirtió en un foco aglutinador de relevantes artistas locales, como Josep Viola, Leandre Cristòfol y Antoni G. Lamolla. Desde sus inicios adquirió un carácter radical en sus planteamientos alrededor del arte oficial, al considerar que “la tradición es la negación de la evolución” y defender un arte combativo, cosmopolita y vanguardista, para lo cual publicó sus poemas, ensayos y escritos, con un diseño muy moderno y próximo a la tipografía visual. Dio cabida a las nuevas tecnologías impresoras y también a los distintos ámbitos de la actividad cultural, como la literatura, el arte, el cine, la fotografía, la música y la danza, siempre desde una perspectiva experimentadora y transgresora, al punto de que sus colaboradores se definían a sí mismos de “actius terroristes culturals” más conservadores de la ciudad.

Al tiempo que dirigía la revista tuvo un importantísimo activismo como promotor cultural en diversos ámbitos, siendo uno de los creadores del primer cineclub de su ciudad, pero sobre todo en el ámbito de la grafía fue uno de los principales difusores de la nueva tipografía publicando un tratado sintético de caligrafía en la que establecía las pautas de su estilo personal. Dio a conocer su obra en una exposición en solitario en 1934 en las galerías Laietanas de Barcelona y poco después el Círculo de Bellas Artes de Madrid, además de su ciudad natal.

En la guerra civil abrazó la causa republicana participando inicialmente como artista en los talleres de propaganda bélica y colaborando en diversas publicaciones antifascistas. Juntamente con su amigo AG. Lamolla trabajó en la salvaguardia del patrimonio artístico de Lérida y Aragón y como representante de la Generalitat de Cataluña evitó que muchos edificios religiosos y obras de arte de iglesias, conventos y seminarios fuera destruidas por las masas incontroladas. Al ser militarizado fue destinado con el rango de Teniente a una unidad militar que combatía en el frente de Huesca y posteriormente al del Ebro.

Cuando la ofensiva nacional a Cataluña cruzó la frontera francesa, siendo detenido por los gendarmes y recluido en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, donde se encontraba su amigo Leandre Cristòfol. Durante su estancia allí realizó algunos dibujos de tema concentracionario y mantuvo correspondencia con Christian Zervos. Aprovechando una evacuación consiguió abandonar su encierro hasta llegar a Montauban, donde se quedó, acogido por los cuáqueros americanos.

Durante la ocupación, en 1942, ingresó la clandestina resistencia francesa en labores de falsificación de salvoconductos y documentación gracias al dominio que tenía de las técnicas gráficas. Debido a su experiencia en la guerra española en las labores de salvamento del patrimonio artístico le propusieron trabajar en la protección de los tesoros artísticos franceses. En concreto se encargó de trasladar algunas piezas del Louvre al Museo de Ingres de Montauban. Mantuvo una estrecha relación con el conservador jefe del Louvre y director de los museos de Francia, René Huyghe, quien al advertir los grandes conocimientos técnicos que poseía, le encomendó la restauración de los relojes de sol de los monumentos históricos. El primero que restauró fue el de la iglesia de Saint Jacques en la plaza Nationale de Montauban, una réplica de la plaza des Vosgues de París, que tenía claustro y tímpano románico, y estaba situada en el camino de Santiago. También restauró el del Lycée de Moissac, para acabar con el de la iglesia de Saint-Michel y el de la Tour de l’Horloge de Verdun-sur-Garone. En el tiempo libre que disponía solía frecuentar en los porches de la plaza Nationale una tertulia artística formada por el conservador del Museo de Ingres, M. Bouyssat; M. Rolland, un auténtico humanista y el pintor Padilla, refugiado que de joven formaba parte del círculo de amistades de Picasso en Barcelona, y algún otro.

 

Al término de la II Guerra Mundial, en 1945, decidió establecerse en la capital francesa, donde amplió sus conocimientos gráficos, incorporándose más tarde a la imprenta Draeger Frères, para la que realizó diversos proyectos en un estilo elegante y objetivo que había caracterizado a la casa antes de la guerra. Allí conoció a Maximilien Vox, un experto en la clasificación de caracteres, quien le proporcionó buenos consejos y le despertó la curiosidad por la letrística en el terreno de la tipografía, los caracteres fundidos en plomo. Era, además, el editor de la revista Caractère, en la que publicó algunos artículos en defensa de una grafía entroncada en la tradición mediterránea, y dio a conocer sus letras, fundidas por la Fonderie Typographique Française a partir de 1951 y bautizadas con nombres como “Flash, Paris, o Ile de France”.

En 1947 contrajo matrimonio con Denise-Madelaine Kohler, con la cual se estableció en la localidad de Boulogne-Billancourt, y poco después tuvieron un hijo. En 1950 abrió su propio taller de tipografía y comenzó a elaborar sus primeros caracteres que lo consolidó como uno de los grandes renovadores de este campo y un defensor a ultranza de los criterios de grafismo latino frente al germánico. Se le consideró el verdadero creador de la Escuela de Grafía Latina, en la que defendió la necesidad de establecer un nuevo sistema de estructuras tipográficas y de nuevos grafismos, en caracteres tipográficos y arabescos decorativos, más acorde con el espíritu latino, en contraposición con la rigidez de los tipos germánicos, de formas cúbicas, trazadas con regla y compás. A su juicio había que anteponer “la mano y el corazón frente al compás y la matemática”, defendiendo la Grafía Latina en contraposición con el carácter germánico.

Adquirió renombre además por las charlas, conferencias y cursos que dictó en 1950, 1953 y 1954, y por su exposición en la parisina galería d’Orsay en 1952. En 1954 fue designado director artístico de la Fonderie Typographique Française, una empresa tipográfica, para lo cual contó con el apoyo de Maximilien Vox, editor de la revista Caractère y fundador de l’Escola de Lure. Entre otras, fue el creador de algunos tipos de alfabetos adaptados usados hoy en el comercio y la industria gráfica, destacando Flash, creados en 1953, con caracteres en mayúsculas, puntuación y números muy apropiado para su uso en carteles y titulares; “París”, de 1953, en las variedades, fino, seminegro y negro, con mayúsculas, puntuación y números; “Ilerda”, de 1945, también denominado Champs Elysées en Francia, carácter que expresaba fuerza, energía pero también elegancia e, incluso, cierto toque de coquetería; “Fuga de arabescos”, de 1954, un sistema expresivo de adornos destinados a complementar los impresos con las especies; en 1952 sacó lo tipos “Catalanes”, influido por las altas decoraciones versallescas, con caja baja, puntuación y números, tipo fantasía, con remates particularmente pronunciados, que transmitían distinción y elegancia y en 1966 creó su última letra que denominó “Structura”, que suponía una especie de homenaje a la “Futura” de Paul Renner y también el último intento de contrarrestar las críticas que le acusaban de falta de rigor en sus diseños.

Enric Crous-Vidal trató de regresar a España en dos ocasiones, siéndole negada su entrada a causa de su condición de exiliado republicano, y sólo después del fallecimiento del dictador a mediados de los años setenta pudo hacerlo, estableciéndose durante breves temporadas en Lleida. A finales de esa década comenzó a retirarse del mundo de la tipografía, centrando su trabajo creativo en la pintura de caballete. Abandonó su militancia como pionero de la renovación tipográfica debido al cansancio, desánimo y decepción provocada por el auge de las propuestas tipográficas más flexibles de la escuela helvética, dominantes desde mediados de los años cincuenta.

Enric Clous-Vidal falleció en 1987, en Noyon (Francia), y tras su desaparición llegaron los homenajes póstumos y las exposiciones retrospectivas. En 2000 el Museu d’Art Jaume Morera de Lleida le dedicó la monográfica “Enric Crous-Vidal: de la publicitat a la tipografía”, comisariada por Patricia Molins; en verano de ese mismo año, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) de Valencia acogió la misma muestra itinerante y el Museu d’Art Jaume Morera ofreció en 2009 la muestra “Crous Vidal i la Grafia Llatina”, coordinada por Raquel Pelta. En cuanto a las publicaciones dedicadas, en 2007, la Editorial Mediterránea publicó la monografía “Enric Crous. Memòries” y en 2008, Edicions de la Clamor de Lleida, sacó el libro Enric Crous-Vidal. Enfant terrible 1908-1987, de Esther Solé i Martí.


El caricaturista Ernest Guasp.

Ernesto Guasp (1901-1984)

Adscrito a la generación de caricaturistas y dibujantes satíricos de la II República, por su desdén antifascista, sus críticas anticlericales, su antimilitarismo y su rechazo a las ideologías ultraconservadoras, el valenciano Ernesto Guasp, un bohemio de talante anarquista, se vio abocado con la victoria franquista a tomar el camino del exilio. En su paso por el campo de refugiados de Argelèssur-Mer descubrió en sus carnes la terrible experiencia de la vida concentracionaria, los malos tratos, el hambre, las humillaciones y la angustia de vivir sin libertad. Presenció con los ojos de un dibujante de humor, la degradación y la humillación de sus compatriotas, desde la incertidumbre de un futuro incierto, en un panorama prebélico que culminaría con el estallido de la II Guerra Mundial y la ocupación de Francia. Reconoció que aquella situación le sirvió para añadir más experiencias propias que les serían de argumentos fundamentales para elaborar sus chistes, viñetas e historietas de humor que vieron su luz más tarde en importantes revistas y periódicos mexicanos, y que consolidaron su prestigio como gran dibujante satírico y político. Al final, consiguió abandonar el campo por pura providencia gracias a las gestiones que realizó un pariente y embarcar en Marsella con destino al puerto de Veracruz.

Ernesto Guasp vino al mundo en Alzira (Valencia), el 22 de agosto de 1901. Su talante bohemio y nómada de hombre que no tenía muy clara su vocación y sus metas en la vida le llevó a realizar diversos trabajos, recorrer varias ciudades y frecuentar los más importantes conciliábulos artísticos, literarios y políticos de entonces. Trasladó sus inquietudes al dibujo, a los artículos periodísticos y a la literatura que cultivó durante toda su vida. Sin embargo, el prestigio que alcanzó se debió principalmente a sus chistes, viñetas y caricaturas en diarios y revistas.

Se inició como caricaturista político en el diario republicano El Mercantil Valenciano, y después colaboró en diversos periódicos madrileños como El Liberal y El Sol, coincidiendo con los años de la dictadura primorriverista. Al principio de la década de los treinta se trasladó a Barcelona para trabajar como dibujante en diversas revistas satíricas catalanas. Fue cofundador del seminario El Be Negre, publicación satírica considerada la más importante de España en el periodo de 1932 a 1934. En esta revista, dejó pruebas de ser un hombre de una gran capacidad de trabajo y creador, con una inteligencia despierta. Sus comentarios humorísticos y sus chistes políticos suscitaron la admiración de todos por su calidad y el doble sentido de su lectura.

Entre los más recordados está el publicado en el momento más acalorado de las discusiones en el Parlamento de Madrid sobre el Estatuto de Cataluña en 1932. El texto decía: “Os estimamos mucho, pero no queremos dar la lengua”. El periódico barcelonés publicaba veinte mil ejemplares y su influencia era decisiva en los sectores nacionalistas de Cataluña. En El Be Negre se ocultó en numerosas ocasiones bajo el pseudónimo para evitar problemas con la justicia y con ciertos sectores ultraconservadores de la política, la milicia y el clero, en un momento en el que la libertad de expresión se encontraba restringida y amenazada por una fuerte censura estatal.

A pesar de ello en estos años republicanos Ernesto Guasp llevó a cabo una gran actividad como dibujante, caricaturista y humorista y lideró diversas aventuras editoriales. Así, colaboró en diferentes diarios como Las Noticias y El Diluvio, y tras abandonar El Be Negre se incorporó como director de la L’Esquella de la Torratxa, un prestigioso semanario satírico de gran público que se publicaba desde 1872. En la revista trabajaban los más importantes dibujantes humoristas españoles y su contenido se mantenía en la más rigurosa sátira política y social. En sus páginas, articulistas y dibujantes atacaban a la política centralista, a los sectores más reaccionarios de la sociedad y lanzaban duras críticas contra la opulenta burguesía catalana, a su código moral, sexual y social.

Su popularidad alcanzó cotas insospechadas y coincidía en unas fechas en que ningún escritor llegaba a igualar las calidades y el sentido de los dibujantes. Tuvo gran sensibilidad para captar en sus chistes lo que había de ironía burlesca y sátira risueña en esa época convulsiva y contradictoria que se inició con la dictadura no sangrienta de Primo de Rivera y que culminó con el pronunciamiento militar de Francisco Franco. Su humor tocaba humanamente cuestiones actuales de la política, la moral hipócrita y la sociedad de su tiempo. No era un dibujante de humor negro. No buscaba el humor macabro, no pretendió nunca cargar las tintas ni fue un dibujante obsesionado por la política.

Tras la derrota republicana Ernesto Guasp cruzó la frontera francesa por la Junquera junto con su madre y su hermana, siendo arrestado por los guardias móviles y enviado al campo de concentración de Argelès-sur-Mer donde, después de estar unos meses, fue liberado gracias a las gestiones que hizo su “cosí” José Guasp Martínez. Consiguió embarcar en Marsella en un barco que lo trasladó hasta Casablanca, y de allí en el Serpa Pinto al puerto mexicano de Veracruz.

En México Ernesto Guasp reanudó su trabajo como dibujante y humorista. Durante muchos años realizó un chiste diario para el periódico Novedades y trabajó también para el Noticiero Cinematográfico Mexicano y el Popular, entre otras publicaciones. Frecuentó las tertulias donde se agrupaban los refugiados españoles, destacando en ellas por su locuacidad, humor sarcástico e inteligencia. Contrajo matrimonio con una mexicana, con la cual tuvo una familia numerosa. Las necesidades económicas para sacar adelante su familia le obligaron a realizar trabajos de articulista, comentarios taurinos y crónicas cinematográficas.

Por su prestigio le encargaron la dirección de la revista El Torito, una de las publicaciones satíricas más importantes de México. Alcanzó un notable prestigio como humorista y en 1947 se le concedió el primer premio de Caricaturistas de la Asociación Mejicana de Periodismo. Su fama como dibujante fue tan grande que la embajada estadounidense en México le abonaba cincuenta dólares por cada caricatura antisoviética que publicaba. Eran los años de la “Guerra Fría”, cuando las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética atravesaban un periodo de tensión política y militar. Durante los años que duró la crisis, estuvo dibujando y publicando un chiste cada día. No existió una actitud de renuncia ni una toma de posicionamiento ideológico frente a las grandes cuestiones que entonces se debatían en política internacional, sino una necesidad vital de supervivencia en un medio hostil para un exiliado como era la sociedad mexicana de entonces. El humor era para él una suerte de escepticismo que, no obstante, le impedía ser fiel a sus convicciones ideológicas y políticas. Entendía que el humor era una forma de encontrar la espontaneidad primera del mundo y carecía de matices y de colores ideológicos.

Ernesto Guasp fue uno de los más destacados dibujantes humoristas y dibujantes valencianos de vena popular y estilo muy conciso, cuyo mensaje directo llegaba inmediatamente a todos. Sus caricaturas estaban ejecutadas según los cánones del “Art déco”, pero de una manera más sintética. Murió el 6 de enero de 1984 en la clínica Sanatorio Español de México a causa de un enfisema pulmonar.

José Bardasano Baos (1910-1979)

Cuando el pintor, grabador y dibujante madrileño José Bardasano Baos cruzó la alambrada de espinos que cercaba el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, que ocupaba una amplísima superficie playera bañada por el mar Mediterráneo, le impregnó una extraña sensación de impotencia y frustración reconociendo con cierto rubor que aquel escenario dantesco donde se hacinaban miles de refugiados republicanos enfermos, hambrientos y desesperanzados, se iba a convertir en una metáfora trágica de los acontecimientos y adversidades de todo tipo que se iban a producir poco después al estallar la II Guerra Mundial y que involucraría a millones de seres. Una experiencia concentracionaria que iba a ser el prolegómeno anticipado del terrible drama que iban a protagonizar los exiliados republicanos, y que él mismo iba a sufrir en sus carnes. Fue un pintor tradicionalista eminentemente figurativo que destacó por su maestría como dibujante. Sus composiciones partieron desde un realismo de raíz clasicista y academicista a otro de técnica más libre y próxima por su colorido a los postulados impresionistas.

 

José Bardasano Baos vino al mundo en Madrid, el 25 de marzo de 1910, en el marco de una familia humilde. Cursó estudios en el colegio Nuestra Señora de las Maravillas de su ciudad, donde se le despertó su vocación artística. Su precoz talento lo descubrió en 1921 el pintor Marcelino Santa María cuando, con tan solo quince años, se encontraba pintando en la glorieta de Cuatro Caminos, el barrio en el que nació. Le proporcionó los primeros consejos y le ayudó a ingresar un año después como alumno en la sección IX de la Escuela de Artes y Oficios, donde consiguió todas las recompensas y premios extraordinarios de la carrera. A pesar de ello, en 1926 lo suspendieron en las pruebas de acceso a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en un momento en que ya había empezado a descollar en algunas exposiciones colectivas y conseguir algunos galardones.

Se formó autodidácticamente asistiendo a los estudios de otros artistas y visitando los museos, dando sus primeros pasos como dibujante colaborando en diversos periódicos y revistas, entre ellos, El Socialista. Al tiempo fue adquiriendo un fuerte compromiso social entregándose por entero a la ideología socialista y manteniéndose firme en su postura de que el arte debía ser siempre comprendido por masas so pena de ser contrarrevolucionario o insincero, que era precisamente lo que le estaba sucediendo a Picasso y Dalí. Su reivindicación del tradicionalismo frente a la renovación se tradujo en el desarrollo de un lenguaje artístico propio que estaba más cercano a Velázquez, Tiziano y Van Dyk, por ejemplo, que al camino que estaban siguiendo algunos de sus compañeros. Una actitud estética muy sincera pero que lo colocó a contracorriente de la incipiente vanguardia de entonces. Superado su aprendizaje en diversos medios en 1929 fue nombrado director artístico de la agencia Rex de publicidad y también realizaba trabajos en la prestigiosa casa de vidriería Maumejean.

Se dio a conocer como ilustrador y pintor de caballete participando en diversos concursos y exposiciones, entre ellas, la Nacional de Bellas Artes, donde en ese año presentó un “Autorretrato”. Obtuvo una bolsa de viaje que le permitió hacer una gira por diversas ciudades andaluzas pintando numerosos paisajes y escenas populares. En 1934 celebró su primera exposición individual en la Sociedad “Los Amigos del Arte” y antes de acabar el año se casó con la también pintora Juana Francisca Rubio “Paquita”, consiguiendo una Segunda Medalla en la Exposición Nacional con un retrato de su esposa.

En 1935 viajó por diversos países europeos gracias a una beca concedida por el Legado del Conde de Cartagena y en 1936 expuso toda su obra realizada el año anterior en el Círculo de Bellas Artes de Madrid siendo muy bien acogida por el público y la crítica que destacó sus óleos de corte impresionista y sus abigarrados aguafuertes en los que se advertía ciertas influencias de Durero y Holbein. Concurrió a la Exposición Nacional de ese año con su cuadro “La Retirada”, que representaba una escena de la I Guerra Mundial, y justo cuando su obra se presentaba como una de las candidatas al galardón se produjo el pronunciamiento militar de Marruecos.

José Bardasano se adhirió a la causa popular y cuando se dispuso a presentarse voluntario en las filas del Ejército republicano la Sección de Artes Plásticas de las Juventudes Socialistas Unificadas le propuso la creación y dirección del taller de propaganda bélica “La Gallofa”, una denominación que designaba a la gente vaga y ociosa. Se ubicó inicialmente en un local de la Gran Vía y su imprenta en la cuesta de San Vicente y se dedicó a producir toda clase de propaganda bélica para las JSU y algunas otras organizaciones como las Brigadas Internacionales. Pronto el taller alcanzó un enorme prestigio y atrajo a un buen número de pintores, escultores, dibujantes, cinceladores, grabadores y bordadoras que llevaron a cabo una gran actividad propagandística centrada en la ejecución de carteles de guerra. Él mismo pasó a convertirse sin desearlo en uno de los cartelistas más populares de entonces cuyo lenguaje gráfico estaba emparentado con el realismo socialista de tintes patrióticos y heroicos. Junto a su mujer Paquita, trabajaba todo el día, e incluso vivía y dormía en el taller, a pesar de la amenaza que representaban los bombardeos de la artillería y la aviación franquista. Posteriormente el taller se trasladó al palacio March, un edificio pegado a la actual fundación que lleva ese nombre, en pleno barrio de Salamanca y al ser evacuado el gobierno republicano a Valencia se estableció en esta capital.

A pesar de su activa militancia política siempre se mostró defensor de la vida, lo que quedó manifestado explícitamente en muchas de sus actuaciones, como cuando logró poner a salvo de una cheka madrileña donde se encontraba prisionero y era torturado su amigo el dibujante Antonio Orbegozo, de simpatías claramente fascistas, a quien protegió durante todo el tiempo que duró su presencia en la capital. Acompañó al gobierno republicano a Valencia, instalando su taller en un local espaciosa de la localidad de Paterna. Al mismo tiempo colaboró con la Subsecretaría de Propaganda del Ministerio del Estado y en el Comisariado General de Guerra. Al año siguiente celebró una exposición en esta ciudad y poco después publicó en Barcelona “Mi patria sangra: estampas de la independencia de España”, considerada como su mayor logro, según su propio testimonio y obtuvo por votación popular en la exposición auspiciada por la Cámara Oficial del Libro el primer premio de Carteles. El prestigio conseguido lo sitúo en uno de los lugares preeminentes de la gráfica de guerra española, un encasillamiento que él siempre trató de evitar al considerarse a sí mismo como pintor.

José Bardasano se mudó con su familia a Barcelona, acompañando al gobierno, y en 1938 concurrió a la II Exposición Trimestral D’Arts Plàstiques. Con la caída en 1939 del frente de Cataluña cruzó a pie junto a su esposa, Juana Francisca y su hija de corta edad Maruja, la frontera siendo detenido él por la gendarmería y confinado en el campo de concentración de Arràs y posteriormente en el de Argelès-sur-Mer, mientras que su compañera y su hija, fueron internadas en el campo de Arràs. Poco tiempo después fue liberado gracias a las gestiones realizadas por un grupo de amigos y también de su esposa con personalidades de diversos organismos humanitarios internacionales y con las autoridades francesas. Establecido con su familia en París consiguió visados y documentación a través del recientemente creado SERE que le permitió embarcar en el mítico mercante Sinaía que lo trasladó en junio de 1939 al puerto jorocho de Veracruz. Durante el largo viaje se entregó a realizar ilustraciones para un modesto periódico ciclostilado que publicó un grupo de refugiados.