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Los marcos son como navajas suizas cognitivas; nos permiten comprender y explicar el mundo, ver lo que no existe, obtener opciones y conformar nuestras decisiones. Y la capacidad humana de enmarcar es una herramienta completa y versátil que nos ayuda alcanzar las estrellas, tanto en sentido metafórico como literal. Pero ¿cómo se aplica un marco a una situación y cómo se traduce exactamente un modelo mental a una decisión?

quedarse dentro del marco

Aplicar marcos no es fácil, pero tampoco hay que ser un genio para conseguirlo. Hacerlo bien requiere la mezcla perfecta de pensamiento riguroso e imaginación restringida. En los capítulos siguientes vamos a ver cómo aplicar correctamente los marcos. Pero primero vamos a analizar cómo los elementos clave de los marcos trabajan conjuntamente y se fortalecen entre ellos. Y para lograrlo vamos a examinar un caso de innovación trascendental muy conocido: la primera vez que la humanidad levantó el vuelo.

En una mañana fría y ventosa del 17 de diciembre de 1903, Orville y Wilbur Wright se turnaron para tumbarse bocabajo y pilotar un avión de dos alas hecho de madera de abeto, muselina y partes de bicicleta en la playa de Kitty Hawk, en Carolina del Norte. Aquel día volaron menos de trescientos metros cada uno; el trayecto más largo duró solamente cincuenta y nueve segundos. Pero iniciaron una revolución.25 A finales de la misma década, una aeronave consiguió recorrer los más de treinta kilómetros del canal de la Mancha. Un siglo después del primer vuelo de los hermanos Wright, antes de que el COVID-19 hiciera decaer el tráfico aéreo, surcaban los cielos unos cuatro mil millones y medio de pasajeros anualmente.

Orville y Wilbur Wright llevaban años obsesionados con volar. Regentaban una tienda de bicicletas en Dayton, Ohio, y no tenían ninguna formación formal en física. Pero eran metódicos y organizados. Se leían todos los artículos técnicos que encontraban y estudiaban con todo detalle el vuelo de los pájaros. Consiguieron comprender el modelo básico de la aerodinámica en corrientes de aire ascendentes y lo aplicaron a la construcción de planeadores que consiguieron hacer volar. Tomaron notas exhaustivas sobre cómo los distintos diseños afectaban sus vuelos. Cuando encontraron errores en los cálculos del pionero alemán de la aviación Otto Lilienthal, construyeron su propio túnel de viento para realizar de nuevo las pruebas de rendimiento. El hecho de ajustarse rigurosamente al marco de la aerodinámica les proporcionó dos ideas esenciales en las fases iniciales de su proceso.

La primera fue que lo primordial no era la estabilidad, sino el control. Al fin y al cabo, eran expertos en bicicletas. Ir en bicicleta es intrínsecamente inestable, pero el ciclista es capaz de equilibrar y controlar la bicicleta cuando está en movimiento, por lo que era crucial que el piloto pudiera controlar y equilibrar un vehículo volador en el aire. La segunda idea partió de esta primera. Por aquel entonces, los pilotos en ciernes se lanzaban por rampas o se tiraban por acantilados para crear la corriente de aire ascendente necesaria para volar. El rival de los hermanos, Samuel Langley, creó un Aerodrome que para despegar tenía que ser catapultado desde una casa flotante. Era muy difícil conseguir la velocidad necesaria. Así que los hermanos dieron la vuelta al problema y buscaron un sitio en el que hiciera el viento suficiente como para hacer despegar su aeronave. En el año 1900 acudieron al Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos para recabar información sobre la velocidad del viento por localización y, finalmente, se decantaron por Kitty Hawk, un pueblo con rachas de viento estables de entre veinticinco y treinta kilómetros por hora.

Su marco aerodinámico los ayudó a concebir cada paso, desde la curvatura de las alas para generar aire ascendente hasta su diseño para girar basado en sus observaciones de los pájaros al que bautizaron como “alas deformables” (que luego se dejó de utilizar en favor de técnicas mejores). Pero el punto clave de su éxito fue una tercera idea: la hélice.

Hasta entonces todos los diseños de hélices para aeroplanos se habían basado en las hélices de los barcos. Pero el agua es un millón de veces más densa que el aire. Las hélices de los barcos giran bajo el agua para producir impulso. En cambio, el aire es comprimible, por lo que los hermanos Wright se dieron cuenta de que tenían que replantearse el funcionamiento de las hélices de los aeroplanos. El marco aerodinámico les proporcionó la respuesta. Tal y como explicó Orville posteriormente: “Vimos claramente que la hélice era simplemente un [ala] de aeroplano en movimiento espiral”.26 Las hojas tenían que ser curvas para poder crear una corriente ascendente, igual que las alas.

Los estudios modernos estiman que la eficiencia de las hélices de los hermanos Wright era del ochenta por ciento, un porcentaje muy por encima del de sus competidores. Los hermanos comprendieron que para conseguir volar con motor debían averiguar cómo convertir la potencia del motor en un movimiento hacia adelante. Eso garantizaría que hubiera suficiente velocidad aerodinámica en las alas, que se traduciría en una corriente de aire ascendente y por ende les permitiría volar. Se trataba de una cadena de causa y efecto. Otros aviadores se centraron en diseñar motores más potentes o eficientes, pero los hermanos Wright comprendieron que la cadena causal era mucho más larga y que el motor era solamente uno de los eslabones.

También se dieron cuenta de que se podían crear una gran variedad de hélices de distintas longitudes, grosores, inclinaciones y formas. Las hélices de los aeroplanos no tenían por qué ser iguales que las de los barcos. Es muy importante saber liberar la mente de las nociones preconcebidas que nos limitan demasiado. Al utilizar la imaginación, incrementamos exponencialmente las opciones que podemos considerar y eso, a su vez, puede incrementar las posibilidades de encontrar una solución que sea realmente buena.

Sin embargo, tener una imaginación vívida también tiene sus desventajas. Había tantos diseños de hélices posibles que los hermanos Wright hubieran tenido que invertir mucho tiempo en probarlos todos. Además de ampliar el espacio de búsqueda, tenemos que saber concentrarnos eficientemente en las opciones que puedan resultar viables. Y eso es precisamente lo que hicieron los hermanos; cuando dejaron volar la imaginación por primera vez, se centraron en los diseños de hélice más prometedores. Y esos fueron los que examinaron y probaron cuidadosamente.

Al aplicar su marco se les ocurrieron muchas opciones que podían causar el efecto deseado, pero supieron seleccionar acertadamente las más relevantes. Fue un proceso muy eficiente y finalmente les hizo ganar la carrera del primer vuelo a motor del mundo. Pero no triunfaron porque se les ocurriera algo completamente nuevo, sino porque aplicaron magistralmente el marco que habían llegado a la conclusión que encajaba mejor. Los hermanos Wright no eran genios, sino enmarcadores ejemplares. Lograron tener éxito por pensar en clave de causa y efecto, imaginar alternativas y aplicar los límites derivados de las leyes de la física. Estos tres elementos, la causalidad, la contrafactualidad y las limitaciones, son la base esencial para aplicar marcos.

La historia de los hermanos Wright también evidencia que el marco en sí no es una solución, sino que simplemente es un medio para encontrarla. Utilizar un marco no es un acto únicamente instintivo; también es un acto meditado. Y no es algo instantáneo ni automático, como encender un interruptor. Requiere tiempo y determinación. Enmarcar es un proceso, un método que guía la mente humana para comprender, imaginar y evaluar sus opciones.

valores y maneras de ver el mundo

Los marcos también nos ayudan a poner en práctica nuestros valores. Al obligarnos a sopesar entre varias opciones, nos fuerzan a trazar una línea entre las que consideramos buenas y malas. El momento en que tenemos que limitar nuestra imaginación de acuerdo con los objetivos es cuando nuestros valores entran en juego. Evidentemente los marcos no sustituyen los valores, simplemente encajan o no con nuestras necesidades. Son el mecanismo mediante el cual sopesamos distintas opiniones. Sin los marcos, no tendríamos manera de juntar nuestros objetivos con nuestros valores para trazar una posible línea de acción.

Los marcos no solamente nos guían hacia nuestros objetivos, sino que también moldean nuestra visión del mundo. El hecho de verlo desde una perspectiva cognitiva en particular puede provocar que esta se convierta gradualmente en una dimensión más general del razonamiento de un individuo. En un experimento de 2010 en Etiopía, los investigadores cambiaron la perspectiva de un grupo de personas para que vieran que podían controlar su futuro. En consecuencia, empezaron a ahorrar más y a invertir en la educación de sus hijos e hijas, indicando así que alterar la manera de enmarcar algo puede reportar beneficios tangibles. Ese estudio también hizo hincapié en el impacto que los modelos mentales pueden tener en el desarrollo económico.27 En cambio, si un individuo se adhiere al marco de que la Tierra es plana, chocará constantemente con varios marcos científicos. Con el tiempo, puede que ese choque constante acabe convenciéndole de abandonar el marco del terraplanismo o, por el contrario, puede que acabe convirtiéndose en un escéptico de la ciencia en general.

Podríamos incluso atrevernos a decir que, puesto que los mar­cos moldean nuestra manera de ver el mundo, en cierto modo también moldean el mundo. Un buen ejemplo de ello sería la fijación de los precios de los mercados financieros. El modelo de Black-Scholes28 (un marco matemático muy utilizado para fijar precios) provocó que los precios se fijaran muy cerca del precio que el marco había predicho, lo que a su vez hizo que las instituciones financieras promovieran la aplicación de ese marco y en consecuencia los precios acabaron acercándose todavía más a las predicciones del este. Los marcos tienen un componente de autocumplimiento: cuanto más se utilizan, más se valida su uso (hasta cierto punto).

 

Y no solo ocurre en los mercados financieros. Cuanta más gente se adhiere a cualquier marco, más se legitima ese marco en cuestión, ya sea el modelo mental de los derechos humanos, la filantropía, el patrón oro o las opiniones horriblemente racistas. Por ejemplo, el marco del racismo sugiere que los blancos y los negros son diferentes, y en consecuencia surgió la doctrina del “separados pero iguales”, las leyes del apartheid y los sistemas sesgados de IA, que a su vez reforzaron todavía más el marco del racismo. Asimismo, el marco de los derechos humanos hizo que los países instauraran cortes de derechos humanos y que esos derechos se enseñaran en las escuelas, lo que a su vez reforzó todavía más este marco. Y lo mismo ha ocurrido con la conciencia ambiental, que logró impulsar leyes contra la polución y subsidios para las energías renovables, que a su vez afianzaron el pensamiento sostenible. Por muy pernicioso que sea alguno de los ejemplos, todos ellos son una prueba del poder que tiene la capacidad humana de enmarcar. Y también ilustran lo difícil que resulta librarse de un marco una vez se adhiere en la sociedad.29

Los marcos sirven para mucho más que para hacernos tomar mejores decisiones. Nos ayudan a introducir nuestros valores en las decisiones que tomamos y a su vez influencian nuestra manera de ver el mundo, e incluso moldean la realidad. Nuestra relación con los marcos es intensa y multidimensional. Por lo tanto, resulta evidente que hay mucho en juego cada vez que escogemos un marco para una situación en concreto.

elegir el marco adecuado

Aplicar un marco es un proceso relativamente estructurado regido por la causalidad, la contrafactualidad y los límites. Pero elegir el marco adecuado es significativamente más difícil.

Si un individuo tiene un amplio repertorio de marcos le resultará más sencillo encontrar uno que encaje bien con la situación vigente que si tiene un repertorio más escaso o lleno de marcos parecidos. Imaginemos por ejemplo a un músico al que solo se le da bien un género en particular, pongamos que la música country. Siempre se sentirá tentado a cantar una canción deprimente con voz suave sea cual sea la ocasión e independientemente de si resulta apropiada o no. En cambio, es mucho más probable que un músico que tiene un amplio repertorio encuentre la canción que encaje perfectamente con cada momento.

Sin embargo, no basta con tener un amplio repertorio. También tenemos que conocer las cualidades de cada marco y ser conscientes de sus fortalezas y debilidades. De lo contrario no sabremos qué marco se ajusta perfectamente a nuestros objetivos y el contexto en el que nos encontramos.

Por ejemplo, los buenos oradores no solamente saben cómo expresar ideas y emociones de distintas maneras, sino que también son capaces de determinar la que se ajusta mejor a cada situación. Hoy en día todavía recordamos el famoso Discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln, el de Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor que pronunció Winston Churchill ante un Reino Unido aterrorizado por la guerra y el de Tengo un sueño de Martin Luther King júnior porque dieron con el tono perfecto; pronunciaron las palabras adecuadas en el momento acertado. Pues con los marcos ocurre lo mismo: si logramos conocerlos y comprender bien sus cualidades distintivas, conseguiremos utilizarlos mejor.

Sin embargo, el primer obstáculo que nos encontramos para elegir el marco adecuado es que estamos cognitivamente sesgados para ceñirnos a los marcos que ya hemos utilizado anteriormente; tal y como reza el concepto de la ley del martillo, si tu única herramienta es un martillo, todos los problemas te parecerán clavos. Sin embargo, ceñirse a un marco que ya hayamos utilizado y que nos resulte familiar no tiene por qué ser siempre malo. De hecho, ceñirse a un marco que ha demostrado funcionar anteriormente es una buena estrategia. Nos permite tener que pensar menos en lo que tenemos que hacer y aun así obtener buenos resultados. Si aplicamos el mismo marco una y otra vez seguramente aprendamos a utilizarlo mejor, perfeccionemos nuestras habilidades y obtengamos resultados incluso mejores.

Sin embargo, ceñirse siempre a un modelo mental familiar también limita nuestra capacidad de cambiar de perspectiva utilizando un marco alternativo. Tal y como dijo el inversor de capital de riesgo Eugene Kleiner, “resulta complicado ver el cuadro completo estando dentro del marco”.30 Puede que las circunstancias cambien, que los objetivos evolucionen o que una situación que parece similar a una que ya hayamos experimentado en realidad no lo sea. Quizá nuestros marcos de confianza no encajen perfectamente en ninguno de estos casos. En momentos así lo mejor que podemos hacer es realizar un examen más exhaustivo para encontrar un marco más adecuado. Puede que lo hallemos dentro de nuestro propio repertorio si le dedicamos el tiempo necesario, nos esforzamos y rebuscamos cuidadosamente. O puede que tengamos que ir un poco más lejos.

Escoger un marco nuevo es un proceso exigente que requiere mucho tiempo, por lo que solo deberíamos hacerlo cuando sea realmente necesario. Y para complicarlo todavía más, se trata de un proceso en el que nunca podremos mejorar demasiado por mucho que practiquemos, ya que encontrar la respuesta no consiste en intentarlo una y otra vez, sino en intentarlo de manera diferente. Sin embargo, encontrar un marco mejor vale mucho la pena: requiere una inversión cognitiva sustancial y nos expone al fracaso, pero la recompensa es sustancial y duradera.

Por ejemplo, piensa en algo tan cotidiano y familiar como leer. Aparentemente leer no es más que una técnica para extraer un mensaje codificado en forma de letras y palabras. Pero si lo examinamos más detenidamente, descubriremos que nuestra manera de leer condiciona las consecuencias de nuestra lectura. Un claro ejemplo sería comparar la lectura en silencio y la lectura en voz alta, dos marcos diferentes de un mismo contenido, pero con distintos objetivos.

A principios del segundo milenio, en Europa se leía mayoritariamente en monasterios e iglesias, y se hacía en voz alta y en grupo. El objetivo principal era participar en una actividad colectiva para alabar a Dios. Pero en el siglo xi empezó a surgir otro marco de lectura: la lectura en silencio, que propiciaba un objetivo diferente. La lectura dejó de ser una experiencia comunitaria: leer en silencio se convirtió en una actividad personal e individual.31 Los lectores tenían pleno control sobre la velocidad de lectura. Podían releer pasajes o detenerse para reflexionar sobre alguna idea. A diferencia de la lectura en voz alta en comunidad, la lectura individual en silencio permitía reflexionar sobre el texto que se estaba leyendo. Estimulaba la mente y propiciaba el pensamiento independiente. Potenciaba nuevas ideas.

Pero la lectura en silencio no remplazó la lectura en voz alta de la noche a la mañana. Ambos marcos coexistieron durante siglos, sobre todo debido a la mecánica de la lectura. Los textos de los libros y manuscritos antiguos no tenían ningún tipo de puntuación al final de las oraciones y a veces incluso ni dejaban espacio entre palabras; eran una retahíla infinita de letras. Eso dificultaba mucho la lectura y provocaba que fuera prácticamente imposible leer en silencio. Leer textos de esas características en voz alta y en grupo era más sencillo, ya que era bastante probable que alguno de los presentes hubiera leído aquel texto anteriormente y recordara cómo leer y entonar las palabras, convirtiéndose en el guía de sus compañeros de lectura. La manera en que los libros estaban escritos condicionaba a los lectores a la hora de escoger un marco. Y casi todos elegían leer en voz alta.

Alrededor del siglo xi surgió una nueva innovación. Los libros empezaron a producirse dejando un espacio entre las palabras y añadiendo unos rudimentarios signos de puntuación. Aquello facilitó mucho la lectura en general, pero especialmente la lectura en voz baja, ya que esto permitió que un individuo pudiera leer un libro por sí mismo sin necesitar ningún tipo de guía. Esa innovación permitió que los lectores cambiaran su marco de lectura. El contexto había cambiado, aunque fuera solo un poco. Con el tiempo, el efecto que causó fue significativo.

Cuando en el siglo xvi Martín Lutero tradujo la Biblia del latín, un idioma inaccesible para gran parte de la población, a la lengua cotidiana de los alemanes y abogó por una nueva tradición cristiana de leer las sagradas escrituras individualmente para pensar y reflexionar sobre su significado a nivel personal, también otorgó una nueva función a la lectura en silencio. A partir de entonces se convirtió en la manera en que los creyentes podían acceder a las sagradas escrituras por su propia cuenta. Espoleada por la creciente demanda, la imprenta de Gutenberg produjo en masa millones de ejemplares de la Biblia traducida a lenguas vernáculas con espacios y puntuación para que una nueva generación de lectores pudiera disfrutarla en silencio. El contexto y los objetivos cambiaron, y con ellos el marco. Y ese marco encajó mejor con las sociedades europeas del momento. La lectura en silencio fomentó el pensamiento individual y la originalidad, lo cual transformó el mundo.

No todos los cambios son siempre monumentales, pero cambiar de marco casi siempre es algo extraordinario. Sin embargo, no es un proceso que nos salga de manera natural. Implica dejar atrás el territorio mental que conocemos y en el que confiamos. Nuestros impulsos nos animan a resistirnos, a contenernos. Muy pocas veces nos decidimos a tirarnos a la piscina.

el problema del marco

Enmarcar es una de las principales cualidades de los humanos que las máquinas no pueden emular. La idea de que los ordenadores y los algoritmos no pueden enmarcar no es nueva. En 1969 uno de los padres de la IA, John McCarthy de la Universidad de Stanford, coescribió un artículo modestamente titulado “Some Philosophical Problems from the Standpoint of Artificial Intelligence” [Ciertos problemas filosóficos desde la perspectiva de la inteligencia artificial]. Entre las dificultades a las que se enfrentaba el campo relativamente nuevo de la IA estaba lo que él denominaba “el problema del marco”.32

Los “marcos” a los que se refería son un poco diferentes a los marcos descritos en este libro, aunque están relacionados. McCarthy escribió sobre la necesidad de representar un “estado del conocimiento” en un momento concreto en matemáticas, lógica y código informático. Desde la década de los setenta hasta la de los noventa se dedicaron numerosos libros, conferencias y doctorados al problema del marco.

Una década y media después de que se publicara el artículo, el filósofo y científico cognitivo Daniel Dennett quedó fascinado por la idea de los marcos cognitivos en un sentido más amplio, una noción mucho más parecida a la que se utiliza en la ciencia de la decisión y en este libro. En un artículo titulado “Cognitive Wheels” [Ruedas cognitivas] desarrolló esa idea mediante tres vívidos escenarios.

Imaginad un robot, sugirió Dennett, cuyas únicas instrucciones sean que tiene que valerse por sí mismo.33 Entonces recibe la información de que hay una bomba programada para detonar en la misma habitación que su batería de recambio. Una vez localizada la habitación en cuestión, ve la batería encima de un carrito. Así que traza un plan para hacerse con la batería arrastrando el carrito fuera de la habitación. Procede a ejecutarlo, pero de repente, ¡BOOM!

La bomba estaba en el carrito. El robot la había detectado, pero no había procesado que al arrastrar el carrito con la batería también se llevaría la bomba. “Volvemos a empezar de cero”, escribió Dennett.

“La solución es obvia –dijeron los diseñadores del ensayo de Dennett–. Tenemos que conseguir que el próximo robot que construyamos no solo reconozca las consecuencias intencionadas de sus actos, sino también los efectos secundarios que producen. Haremos que los deduzca a partir de la información que utiliza para formular sus planes”. Así pues, en el segundo escenario, cuando el robot llega al carrito con la batería, se detiene a considerar las implicaciones de su plan. Deduce que mover el carrito no hará cambiar el color de la habitación, que mover el carrito hará que las ruedas giren, que mover el carrito… ¡BOOM!

“‘Debemos enseñarle la diferencia entre las implicaciones relevantes y las irrelevantes’, dijeron los diseñadores, ‘y enseñarle a ignorar las menos relevantes’”, escribió Dennett. Esta vez el robot se queda fuera de la habitación con la mirada reflexiva, como si fuera Hamlet. “‘¡Haz algo!’, le gritaron. ‘Ya estoy haciendo algo’, replicó. ‘Estoy muy ocupado ignorando miles de implicaciones que he determinado que son irrelevantes. En cuanto encuentro una implicación irrelevante, la pongo en la lista de cosas que debo ignorar y…’” ¡BOOM!

 

Los tres escenarios de Dennett reflejan los elementos clave de los marcos. En el primer escenario, el robot no supo detectar una causalidad básica. En el segundo, no supo concebir escenarios contrafactuales relevantes a tiempo. En el tercero, se quedó paralizado al aplicar demasiados límites. Según sugiere Dennett, las máquinas son capaces de realizar una gran cantidad de cálculos lógicos y de procesar un gran abanico de datos, pero no pueden enmarcar.

La IA ha evolucionado mucho desde que Dennett escribió estos tres escenarios. Ya no hace falta que los humanos proporcionen normas abstractas a las máquinas. Los métodos más populares de hoy en día como, por ejemplo, el aprendizaje automático y el aprendizaje profundo, permiten que los sistemas sean capaces de mejorarse parcialmente a sí mismos a partir de grandes cantidades de datos. Pero, aunque ahora el proceso sea diferente, las dificultades no han desaparecido. Incluso teniendo una gran cantidad de datos para entrenarse, cuando los robots se enfrentan a una nueva situación como, por ejemplo, una bomba a punto de explotar, fracasan estrepitosamente.

Enmarcar, es decir, capturar parte de la esencia de la realidad a través de un modelo mental con el fin de trazar un plan de acción efectivo, es una capacidad humana, no de las máquinas.

siempre dentro de la caja

Siempre que los libros de crecimiento personal quieren abogar por el pensamiento creativo sin limitaciones sofocantes animan a los lectores a pensar outside the box, literalmente ‘fuera de la caja’. La frase se ha convertido en un cliché, sobre todo en el mundo de los negocios y la dirección de empresa. Esta expresión inglesa proviene de un experimento de psicología empresarial llamado “el problema de los nueve puntos”.34 El académico en dirección de empresas británico John Adair lo popularizó en la década de los sesenta, aunque sus orígenes se remontan varios años atrás. Este problema apareció en el libro titulado Los acertijos de Sam Loyd, que se publicó originalmente en inglés en 1914 en Estados Unidos y que se utilizó en experimentos psicológicos sobre creatividad en la década de los treinta. Incluso se convirtió en una técnica de dirección interna de la Walt Disney Company. Ac­tualmente todavía se siguen publicando periódicamente artículos sobre este problema.

El problema de los nueve puntos consiste en unir tres hileras de tres puntos utilizando únicamente cuatro líneas rectas sin levantar el bolígrafo. Nuestro cerebro enseguida visualiza que los puntos forman un cuadrado, pero la única manera de resolver el problema es trazando líneas fuera de los límites implícitos, de ahí la expresión inglesa think outside the box (literalmente ‘pensar fuera de la caja’). La idea de fondo es que si logramos librarnos de nuestros modelos mentales conseguiremos encontrar las soluciones más fácilmente.

Puede que el problema de los nueve puntos consiga que la gente vea opciones que no se habían planteado ni que existieran, pero eso de “pensar fuera de la caja” no es una metáfora bien fundamentada. Somos seres humanos, por lo que nos resulta imposible no enmarcar. No podemos simplemente dejar de hacerlo; estamos enmarcando constantemente. Lo único que podemos escoger es qué marco queremos utilizar y cómo usarlo. Incluso aunque pudiéramos pensar sin marcos, habría que cuestionar si esto nos aportaría algún beneficio. Los marcos nos imponen límites y sin ellos lo único que tendríamos serían fantasías vívidas que nos impedirían concebir opciones efectivas. Si nos enfrentásemos a una bomba a punto de explotar, al igual que el robot de Dennett, quizá nos quedaríamos esperando una intervención divina o que de repente apareciera un experto en desactivación de bombas, o intentaríamos convencer a la bomba de que no explotase. Todas estas opciones están “fuera de la caja”, pero no nos servirían de mucho.

La capacidad humana de enmarcar nos resulta tan útil precisamente porque permite que nuestra mente deambule pero de manera estructurada, intencionada y limitada. Dentro de la caja es donde ocurre la magia.

De hecho, el propio problema de nueve puntos nos hace llegar a esta conclusión. Este acertijo se puede resolver de distintas maneras: enrollando el papel como si fuera un tubo, doblándolo o cortándolo en pedacitos. O simplemente bastaría con imaginar el rompecabezas resuelto en un espacio de cuatro dimensiones. ¿Que eso no se vale? ¿Por qué no? Cualquier imposición o restricción no es más que otra caja, y nos han pedido deliberadamente que pensemos fuera de ella. Podemos encontrar una solución completamente disparatada y fuera de la caja mental para cada test. Pero eso no nos ayuda a resolver el problema: no nos proporciona una solución viable, una respuesta efectiva.

Para encontrarla debemos limitar nuestra imaginación. Para alcanzar el momento eureka en que encontramos la solución al problema de los nueve puntos, es decir, en que conseguimos unir todos los puntos dibujando líneas fuera de la caja que ha creado nuestra imaginación, tenemos que limitar nuestra manera de pensar a una hoja de papel bidimensional y desestimar otras opciones como por ejemplo doblar y recortar. El problema de los nueve puntos requiere límites. No es un ejemplo de “pensar fuera de la caja”, sino de la capacidad humana de enmarcar. Es un ejemplo de la necesidad de considerar nuestro modelo mental, elegir nuestros límites e imaginar escenarios alternativos dentro de ellos. Este problema es un buen recordatorio de lo importante que es elegir el marco adecuado e imaginar dentro de los límites correctos.

En la vida real nos sentimos constantemente encerrados dentro de una caja. Por eso necesitamos marcos para poder abrirnos ante nuevas posibilidades. Un buen ejemplo de ello es el marco que determinó la respuesta de Estados Unidos ante la crisis financiera mundial de 2008. El país tuvo la suerte de contar con un presidente del Consejo de Asesores Económicos que se había pasado la mayor parte de su vida profesional preparándose para una calamidad como esa. Pero llegado el momento decisivo se puso a pensar dentro de una caja alternativa y le asaltaron las dudas.

1 La historia de Alyssa Milano y el origen del movimiento MeToo: La información fue recopilada de una entrevista con Alyssa Milano realizada por Kenneth Cukier en agosto de 2020, además de los artículos siguientes: BENNETT, Jessica (25 de octubre de 2019): “Alyssa Milano, Celebrity Activist for the Celebrity Presidential Age”, The New York Times. Disponible en https://www.nytimes.com/2019/10/25/us/politics/alyssa-milano- activism.html [consultado el 18/06/21]; CODREA-RADO, Anna (16 de octubre de 2017): “#MeToo Floods Social Media with Stories of Harassment and Assault”, The New York Times. Disponible en https://www.nytimes.com/2017/10/16/technology/metoo-twitter-facebook.html [consultado el 18/06/21]; RUTENBERG, Jim et al. (16 de octubre de 2017): “Harvey Weinstein’s Fall Opens the Floodgates in Hollywood”, The New York Times. Disponible en https://www.nytimes.com/2017/10/16/business/media/ harvey-weinsteins-fall-opens-the-floodgates-in-hollywood.html [consultado el 18/06/2021].