Luke, examina tus sentimientos

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Aus der Reihe: Educar Práctico
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Otro tipo de pregunta es la motivacional. Explora cuáles son las motivaciones, los porqués. Es imprescindible saber el porqué último de las cosas, conectar las cosas –aunque parezcan circunstanciales– con las motivaciones profundas. No se trata de justificarlo todo de forma obsesiva, pero sí recordarnos la conexión de las cosas con los fines. Un tipo de pregunta relacionado con esta es la pregunta finalista: ¿cuál es el fin? Ignacio de Loyola hacía una pregunta que nosotros nos repetimos mucho en la familia: «¿Adónde voy y a qué?». Nos la hacemos mucho, y eso hace que la llevemos muy metida dentro y salga de forma automática. Cuando hay mucha actividad o estamos algo aturdidos, preguntarnos: «¿Adónde voy y a qué?», ayuda a centrar, a focalizar y a liberaros de ruido para ordenar la realidad entre lo esencial y lo accesorio.

Relacionadas con las motivacionales y finales están las llamadas preguntas consecuenciales, aquellas que exploran cuáles son las consecuencias. Son muy buenas para discernir, porque trabajan con hipótesis, y eso hace que estemos más distanciados. Cuando preguntamos por las consecuencias de las decisiones –y además por lo que puede significar para distintas personas–, trabajamos la dimensión de la responsabilidad y los procesos temporales.

Hay muchos más tipos de interrogantes, pero quisiéramos destacar uno importante: las preguntas implicativas. Son aquellas que comprometen a la persona en lo que se está hablando. Algunos ejemplos: «¿Y qué crees que podrías hacer tú? ¿Y cómo lo sientes tú? ¿Y tú qué harías si estuvieses en su lugar? Y si al final se decide esto, ¿qué vas a hacer tú?». Evitan que las búsquedas sean solo teóricas o que se produzcan discusiones alejadas de la realidad. Nos llevan a hablar de una materia que no es abstracta, sino personal, que afecta a quien quieres y te compromete con la toma de decisiones. Aumenta la conciencia y te inserta en los procesos. En el discernimiento, todo es un asunto personal, porque es la propia vida la que se mueve.

Las siete preguntas clave para comenzar a discernir

Estos tipos de preguntas nos dejan un esquema muy fácil para comenzar a discernir las cosas en familia. Con naturalidad, sin forzar, podemos ir sugiriendo al menos estas siete preguntas cuando buscamos algo (una decisión, solución a un problema, comprensión sobre algo):

1. ¿De qué estamos hablando? (conceptos).

2. ¿Cómo podemos decirlo de una forma más clara? (aclaraciones).

3. ¿Cómo se ve desde distintas perspectivas? (perspectivas).

4. ¿Cómo ve esto Dios o una persona a la que reconoces mayor saber? (trascendencia).

5. ¿Por qué y para qué lo hacemos? (motivaciones).

6. ¿Qué ocurriría si decidimos de una y otra manera? (consecuencias).

7. ¿Cómo nos compromete a cada uno el asunto? (implicaciones).

4. Entrenemos la capacidad familiar de preguntar

Proponemos un ejercicio para aprender a preguntar en familia de forma más compleja. Considera en familia –con los hijos, la pareja, otros familiares– algún tema polémico en el que haya claramente dos partes enfrentadas en la sociedad.

Una vez seleccionado el tema, hagamos preguntas acerca de las características que tienen las personas que defienden una u otra posición. Por ejemplo: ¿de qué edad son? ¿Tienen la misma religión? ¿Qué tipos de trabajo tienen? ¿Cuánto ganan? ¿Cuáles son sus aficiones?

Después hagámosles, como si allí delante estuviesen, preguntas sobre la cuestión. Es decir, ¿qué preguntas les haríais a esas personas si estuviesen ante vosotros? Al comienzo quizá formulemos preguntas superficiales, agresivas o malintencionadas con las que buscamos confirmar que nosotros tenemos razón. Pero llamemos a la hondura de las preguntas: a ver quién hace la pregunta más profunda a los otros. ¿Qué le preguntaríais al corazón, a cómo se sienten?

Centrémonos en el conflicto, dilema o problema y busquemos la pregunta que va más a la raíz del problema. No se trata de preguntar solo desde la ideología o la razón, sino desde el corazón, es decir, desde todas las razones y toda la razón.

Finalmente, hagamos una evaluación del ejercicio. ¿Creéis que hemos hecho las preguntas necesarias para llegar al fondo de la cuestión? ¿Cómo nos hemos sentido mientras preguntábamos? ¿Creéis que hemos preguntado o hemos hecho preguntas retóricas que en realidad ya contenían la respuesta?

No importa que el tema sea muy general o amplio, porque aprender a preguntar sobre temas generales siempre acaba haciéndonos capaces de preguntar mejor sobre temas particulares. Es cuestión de hacer más pura nuestra intención y entrenar la habilidad de ir a la raíz y el corazón de cada cosa. Cuando pase algo importante, antes de opinar una vez, pregúntate dos y medita o reza tres (reza, medita o lo que tus creencias o espiritualidades impliquen).

Generalmente, al final de cada capítulo de este libro incluimos unas preguntas para reflexionar. Pero este capítulo ya está lleno de preguntas entre las cuales el lector puede elegir para meditar y llevar las cosas un poco más allá. Vayamos, pues, directamente al siguiente paso de este aprendizaje para discernir.

3

ESCUCHAR EL MUNDO

En la familia Skywalker, todo lo que les ocurre tiene que ver con las estrellas, con las galaxias y el destino del universo. Cómo sienten, lo que opinan y el tipo de vínculos que tienen entre ellos se convierte en crucial para el futuro del universo. Cada decisión de los Skywalker ayuda a la república democrática o acaba siendo útil a la tiranía imperial. Anakin, Luke o la chatarrera Rey se muestran ansiosos de tener noticias del universo y de implicarse. En cada cosa que hacen, el universo se juega su mañana. ¿Y en nuestra vida familiar? ¿Qué se juega el mundo en cada cosa que hacemos?

Decíamos al comienzo que esta guía va sobre galaxias. Y es verdad, porque la familia no solo se reduce a vivir concentrada en su casa, sino que cada día vuela dándole vueltas al mundo. Cada mañana, sus miembros van a sus trabajos, a los estudios, a las tareas domésticas, a cuidar de sus familiares o amigos, a los compromisos en las organizaciones, comunidades o las Iglesias, a las actividades culturales o a otros lugares como un gimnasio, un paseo, la biblioteca, el parque o el centro de salud. Todos los miembros de la familia despegamos del nido cada mañana, hacemos nuestros vuelos por el mundo y nos juntamos de nuevo por la tarde en el hogar para compartir lo vivido, seguir con tareas y celebrar la cena y un tiempo en común.

1. Ejercicio: nuestra casa es un mapa del mundo

Proponemos, para comenzar, una experiencia muy sencilla. Juntaos en casa para hacer lo siguiente: se trata de encontrar en casa cosas que vengan del mayor número posible de países. Id buscando objetos que hayan sido fabricados en otros países o que tengan un componente que haya sido fabricado en otro país. Mirad los cubiertos, porque detrás está grabado el país donde han sido fabricados. Mirad la ropa, los dispositivos electrónicos o las herramientas. Examinad también la comida y mirad los componentes. No olvidéis revisar los productos de baño, los juguetes o los libros. ¿Sois capaces de hacer con ellos un mapa del mundo en el suelo del salón? ¿De qué continentes hay más productos y de qué países? ¿Cuáles faltan? Ya lo dijo Martin Luther King: antes de salir cada mañana por la puerta de casa ya nos hemos relacionado con más de medio mundo a través de lo que desayunamos, vestimos y usamos.

2. ¿Qué tiene que ver tu familia con las estrellas?

Cuando la familia hace discernimiento, no es encierra en su hogar bajo siete cerrojos para hablar solo de las cosas que ocurren entre las cuatro paredes. En el discernimiento siempre está el mundo como fondo del escenario. Luigi Giussani contaba que, en una ocasión, se encontró una pareja muy enamorada y acaramelada por la calle. Se acercó a ellos y les preguntó sobre su modo de amarse: ¿qué tiene que ver con las estrellas?

Es una pregunta que me viene a menudo cuando estás considerando algo importante: ¿qué tiene que ver con las estrellas? Donde decimos estrellas queremos decir no solo el mundo y las cosas que están en juego en el momento que vivimos de la historia, sino con el todo, con el universo, con la condición humana.

Hasta el más mínimo detalle de lo que vivimos construye mundo. Nuestra forma de sentir íntimamente mejora el mundo o no. Ya sé que nadie se va a enterar de qué estás sintiendo ante algo en tu interior, pero ¿no crees que sentir las cosas con buen espíritu hace el mundo mejor? No muchísimo mejor, no algo mejor, ni siquiera un poco mejor, pero sí una gota de agua mejor. La relación que cada uno de nosotros tenemos con nuestros hijos es solo un grano de arena en la gran playa del mundo, pero junto con muchos otros crea el estilo educativo de un país.

Tenemos poca importancia, pero tenemos un papel en el gran coro del mundo, y nuestra voz es imperceptible, pero también imprescindible. Sin ella, el mundo sería menos, y si desafinara sería peor. Tu acción puede que solo sea un guijarro en el conjunto de lo que ocurre en el mundo, pero es posible que sea la pepita de oro.

Lo que ocurre en nuestra familia está influido por la cultura, las costumbres sociales, las condiciones de vida, las estructuras económicas, etc. Hasta lo más pequeño está influido. Las relaciones afectivas y sexuales con nuestra pareja están influidas por la estética de nuestra época, por lo que hemos aprendido, por lo que conocemos, por nuestras creencias y valores, por el modo de considerar al otro, por nuestra forma de comprendernos como varones o mujeres, por la cultura sexual de la sociedad...

 

Discernir requiere conocer nuestros papeles en el gran escenario del mundo. Incluso para discernir lo más pequeño tenemos que tomar en cuenta el mundo. Quizá no podamos discernir todo, pero hay que tenerlo todo en cuenta para poder discernir algo.

Y, a la vez, lo que hacemos influye en el mundo. Que nosotros dediquemos una mañana de sábado a ir a un museo, a pasear por la ciudad o a ir a un evento solidario influye en el mundo. Que enviemos un mensaje por las redes sociales influye. Tenemos que tomar conciencia de que hasta nuestros más pequeños gestos hacen mundo. En el mundo siempre somos un alguien, alguien para alguien.

Es una buena pregunta para hacérnosla: ¿qué tiene que ver esto con las estrellas? Esto que vamos a hacer, esto que hemos dicho o esta decisión que vamos a tomar, ¿cómo influye en el mundo? ¿Qué tiene que ver con cómo está el mundo o el ambiente que hay a nuestro alrededor? Esto que estamos discutiendo, ¿cómo va a influir en el conjunto de la familia extensa? ¿Cómo se ve cuando tienes en cuenta el mundo?

Las cosas cambian cuando las ves al trasluz de lo que está pasando en el mundo. Aprender a discernir es pensarnos en el mundo. Es contestarnos a esa pregunta de L. Giussani: ¿qué tiene que ver con las estrellas?

3. Atender juntos al mundo

En realidad, ese vuelo por «las galaxias» del mundo comienza ya por la mañana, cuando el grupo escucha la radio mientras desayuna y se prepara. Estamos juntos desayunando, pero estamos atentos a los distintos sucesos de la órbita nacional e internacional. El mundo entra cada mañana por las ventanas de las pantallas. Esa información sobre lo que está ocurriendo en la realidad es como el pronóstico meteorológico. Si uno escucha que va a llover se calza las botas, se pone un chubasquero y agarra un paraguas. Cuando escuchas las noticias también te preparas para hacer tu día en un mundo en el que hace sol, llueve, nieva o por el que pasa un huracán.

Mientras trabajamos sabemos que estamos respondiendo a ese mundo tal como está. ¿Somos capaces de establecer la conexión entre nuestros trabajos, estudios, tareas o compromisos y lo que el mundo necesita cada día? ¿Tenemos el hábito de atender juntos a lo que ocurre en el mundo? Poner atención a lo que ocurre en el mundo es el primer paso para atender al mundo.

Escuchar las noticias a primera hora es conectarte con el mundo. Quizá sea un buen primer paso para aprender a discernir en familia. Hay padres que no quieren exponer a sus hijos a las noticias, porque les parece que todavía no tienen edad para escuchar ciertos hechos. Nos preocupamos por nuestros hijos pequeños cuando en la radio se habla de pederastia, crímenes de género o muertes por catástrofes o atentados. En parte no queremos sobrecargar con preocupaciones a nuestros hijos. Por otro lado no queremos meterlos en debates para los que consideramos que aún no tienen edad.

Es verdad que hay algunas cadenas que informan de las cosas sin suficiente sensibilidad o las enfocan con puntos de vista que no nos parecen adecuados. Pero en general hay que tener en cuenta que nuestros hijos filtran las noticias, entienden lo que pueden comprender. Fijémonos en una cosa: ¿no nos hemos dado cuenta algunas veces, cuando escuchamos canciones que oíamos de niños, que en aquel entonces no nos dábamos cuenta del fuerte contenido que explícitamente tienen? Las cantábamos con inocencia, sin percibir el significado real. Adaptábamos el contenido a lo que podíamos comprender.

Nota clave

¿Quieres entrenar tu capacidad de discernimiento en familia? Comienza escuchando juntos las noticias de lo que ocurre en tu localidad, tu país y el mundo.

Tengo una pequeña sobrina muy graciosa en Costa Rica que, cuando escucha algo que le supera, dice muy finamente: «Creo que esto es demasiada información para mi edad». Es algo muy sofisticado y nadie se lo ha enseñado a decir. Representa muy bien cómo opera la mente de un niño. Adapta los contenidos a lo que puede entender. Sin duda nos encontramos con imágenes disruptivas o contenidos muy duros que los niños deben evitar. Por ejemplo, la pornografía o imágenes crueles. Simplemente, ahí no hay nada que un niño pueda sacar en limpio. Ni un adulto tampoco. Pero sí es aconsejable que los niños escuchen el conjunto de noticias que éticamente suelen comunicar los periodistas. Quizá no someterles a las largas tertulias mañaneras, pero sí escuchar los informativos y parte del debate mientras se desayuna o se va con ellos en el coche.

Escuchar juntos las noticias nos pone juntos frente al mundo. Proporciona a los padres, tíos o abuelos oportunidades excepcionales para hablar sobre cosas importantes, explicárselas despacio y ayudarles a formarse un criterio y la forma correcta de sentir ante determinadas cosas. También los hermanos mayores explican cosas a los más pequeños.

4. Escuchar críticamente las noticias

Las informaciones de los medios nos proporcionan una buena oportunidad para entrenar nuestra capacidad de discernimiento. No se trata simplemente de escuchar, sino de hacerlo críticamente.

Escuchar las noticias es muy buena ocasión para que los chicos aprendan a tener su propio criterio. Es bueno que nos escuchen disentir de las opiniones que se vierten o que nos oigan matizarlas. A veces nos quejaremos ante ellos de la dureza de ciertas opiniones, otras nos oirán hablar de otras personas o cosas que no se están teniendo en cuenta, y habrá momentos en que vean que apoyamos una idea más que otra. Poco a poco, pese a que parezca que no nos prestan mucha atención, van empapándose de un modo de posicionarse frente a la realidad, así como valores y criterios.

En primer lugar, aprenden que la información debe ser escuchada críticamente, no plegarse a ella. En segundo lugar, van asimilando actitudes de fondo. Evidentemente, si un padre es intolerante o visceral frente a las noticias, el hijo asimilará tales conductas. Por eso debemos ser conscientes de que no solamente estamos reaccionando frente a lo que oímos, sino que estamos educando a nuestros hijos –que parecen distraídos con el desayuno o el tráfico– en actitudes básicas. Es un muy buen momento para ser sutiles y trabajar en la lógica de los matices: «Sí, pero...», «hay que tener en cuenta...».

Frente a las ideas que nos parezcan intolerables mostremos firmeza y también tristeza porque alguien piense o actúe de determinada manera. Será muy bueno interpelarles con frecuencia y preguntarles su opinión, incluso a sabiendas de que todavía son muy niños como para tener un criterio sobre la cuestión. Se pondrá en juego nuestra habilidad para hacer las preguntas o sugerencias adecuadas para su edad. Por ejemplo, si ha habido un atentado en Kabul, podremos preguntar a los pequeños: «¿Qué crees que estarán sintiendo los niños de la ciudad?», o a los jóvenes: «Yo no sé qué haría si nos pasara algo así, ¿tú qué harías?».

5. Darle al pray

Además, esta escucha de las noticias no solo nos proporciona una ocasión para hablar sobre ellas, sino que podemos actuar de distintas formas. Una muy sencilla ocurre cuando hay un desastre masivo como un terremoto o un atentado. Suelen circular entonces por las redes sociales imágenes como Pray for Paris, Pray for Haití o Pray for Aleppo. Es un buen momento para «darle al pray» y rezar un momento según las creencias de cada familia. Un instante de silencio es respetuoso y bueno.

Que los niños o chavales dejen de hacer lo que están haciendo y guarden silencio es algo que les quedará grabado. Quizá los adultos puedan hacer un pequeño gesto y recordar a las víctimas, pedir juntos por la paz y por el consuelo de las familias. Ante cosas así es necesario apelar a lo que cada familia tenga por más sagrado. Ayudará que en redes sociales o Internet se enseñe alguna imagen de las vigilias que espontáneamente suelen comenzar los ciudadanos u otra fotografía que no sea hiriente de los hechos.

Quizá dure un minuto o dos, pero esa pequeña celebración es importante. Nuestro mundo a veces carece de signos para lo importante y las cosas se suceden encadenadas sin más, sin concederles la prioridad o el valor que tienen. Tenemos que ser capaces de darles el valor o respeto que merecen mediante signos o pequeñas celebraciones que nos permitan parar, mirar, conectar con el corazón y hallar el sentido.

Además de esas pequeñas celebraciones domésticas hay otras acciones que podemos hacer juntos como familia. Las redes sociales nos permiten pronunciarnos públicamente. Podríamos ponernos con nuestros hijos en el ordenador, abrir el programa PowerPoint, seleccionar una fotografía y escribir algo que luego grabemos como imagen y enviemos por Twitter, Facebook, Instagram o cualquiera de las redes. Es un momento de taller.

Primero, un adulto ha seleccionado fotografías y las ha grabado en el ordenador. Dependiendo de la edad de los hijos se puede hacer esa operación con ellos. Seleccionar las imágenes –fotografías, dibujos u otras representaciones– ya es en sí importante, porque es un pequeño ejercicio de contemplación. Seleccionar la imagen requiere que vayamos diciendo criterios que no son solo el gusto, sino qué expresan unas u otras.

Después de seleccionar la imagen e insertarla en una diapositiva, ahora hay que pensar la frase. Pensarla con la familia, todos juntos alrededor de la pantalla, es un momento muy interesante. Nos hace profundizar, es un momento reflexivo y a la vez crea conciencia y unión.

Tras escribir la frase sobre la imagen simplemente hay que grabar y enviarla por redes. Si se hace juntos, será una pequeña pero significativa experiencia de compromiso familiar, unidos con el mundo.

6. La carta familiar de Amnistía Internacional

Otra forma muy útil de transformar el mundo, en nuestra medida, además de una gran pedagogía del compromiso social, son las cartas de Amnistía Internacional. Como es bien sabido, Amnistía Internacional es la mayor organización ciudadana mundial contra la violación de los derechos humanos. Fundada en 1962, extiende su acción a todos los lugares del planeta, muy especialmente a aquellos lugares donde no se respetan los más mínimos derechos fundamentales.

Entre sus muchas actividades, es muy eficaz cuando Amnistía nos moviliza para que personalmente escribamos una carta a aquellos que están violando los derechos de una persona o pueden defenderla. Que decenas de miles de ciudadanos de todo el mundo escribamos a esa persona que tiene que tomar una decisión o está tomando la decisión errónea tiene gran impacto.

Porque sabe que sus acciones están siendo observadas y que tendrá que responder en consecuencia. Y eso presiona a los gobiernos de los países para que atiendan diplomáticamente a la cuestión. Además moviliza a la prensa y hace que un caso tenga relevancia en la atención de la opinión pública. De esta forma, esa carta es un vínculo de solidaridad con la persona o familias que sufren la violación de sus derechos. De manera que se convierte en un acto de solidaridad con el entorno de las víctimas y un apoyo a las organizaciones locales que luchan por su defensa, muchas veces en situaciones muy precarias o incluso poniendo en riesgo su propia vida.

Es importante no solo que escribamos cartas de Amnistía Internacional, sino que los niños y jóvenes puedan hacer su contribución escribiendo sus propias cartas o enviando dibujos. Todas esas cartas las metemos dentro de un mismo sobre que enviamos como familia y se transforman en un gesto que, repetido, constituye toda una pedagogía para enseñar el mundo y qué hacer en él.

Esa carta de palabras y dibujos enseña a nuestros hijos que es posible contestar a los problemas del mundo y no les deja en la inacción o la impotencia ante ellos. Es posible que pensemos que los desastres del mundo pueden generar desazón o angustia en los niños, pero eso sucede cuando no les ofrecemos un canal para poder dar una respuesta proporcional a sus capacidades.

Además de la «carta familiar» de Amnistía Internacional hay otras muchas opciones. A veces lo que se hace es manifestar nuestra solidaridad con una pequeña bandera en el balcón o en la ventana. Podemos proponer a los niños que hagan un dibujo y lo recorten para pegar en su ventana.

También es muy útil hacer una donación con ellos. Quizá carezcan de criterio para determinar la cantidad adecuada de dinero que donar, pero sí podemos hablar con ellos sobre dicha donación y, en cierto momento del proceso, llamarles para que pulsen el botón de donación o incluso nos ayuden a escribir la frase que muchas veces hay que escribir.

 

Otra forma de responder a las noticias que se escuchan es ampliar la información sobre ello. Eso nos lleva algo de trabajo, pero merece la pena y entra en parte en nuestras responsabilidades cívicas. Se trata de buscar un artículo algo más amplio sobre la cuestión, imprimirlo o recortarlo del periódico, subrayarlo y dárselo para que amplíen. Quizá simplemente puedes pasar por su habitación y decir: «¿Te acuerdas de lo que escuchamos esta mañana? Vi este artículo y pensé que te podría interesar».

En ese momento no estás solo dándole información a tu hijo, sino que él siente que le estás tomando en serio, que le consideras capaz de leer ese texto, que crees que su opinión es importante y tiene una responsabilidad. Es un pequeño gesto que le empodera y le dirige al mundo.

Quizá haya una manifestación pacífica que convoquen distintas organizaciones. Una familia que participa unida en una manifestación está creando una corriente intergeneracional y teniendo una intensa experiencia de comunión entre ellos y con el mundo. Me emociona mucho cuando coincidimos familias en las manifestaciones. Ver a los hijos haciendo suyos los mensajes pacíficos y constructivos es una de las mayores experiencias de educación cívica que he vivido.

7. Hacer que el mundo funcione

Hemos dejado un interrogante atrás: ¿somos capaces de establecer la conexión entre nuestros trabajos, estudios, tareas o compromisos y lo que el mundo necesita cada día? ¿Somos capaces de que nuestros hijos comprendan que sus estudios son parte de la respuesta que hoy deben dar a esos problemas del mundo? ¿Y una persona mayor que ya lleva una vida más contemplativa? ¿Y alguien enfermo crónico que apenas puede emprender ninguna acción?

En el sistema en que vivimos perdemos la capacidad natural de discernimiento, porque nos dividen de tal forma la vida que acabamos por no comprender la unidad que hay entre todo. El peligro es dividir las cosas, compartimentarlas de modo que no se perciban las relaciones causales entre ellas. Discernir no solo es «separar y distinguir», sino también unirlas de modo que al juntarlas se comprenda su significado real.

El discernimiento en familia necesita una mirada global. Muchas veces escindimos grandes partes de nuestra realidad, y por eso tenemos sentimientos de impotencia o incluso llegamos al sinsentido. Una de las áreas que más influyen en esa escisión es nuestra consideración del trabajo o los estudios. Para poder discernir hay que unir las distintas partes de la realidad.

Cuando escuchamos las noticias y vamos al trabajo, tenemos que profundizar hasta darnos cuenta de qué es lo que influye en esos hechos que suceden en el mundo. Aunque sea simplemente, al realizar con honestidad su trabajo sin incurrir en fraudes ni corrupciones. En una sociedad en la que hay tantas corrupciones, que uno haga las cosas honestamente marca mucho la diferencia.

Pero la influencia va mucho más allá. Se ve claramente en trabajos que la gente considera decisivos, cargados de humanidad y proximidad –como ser médico, bombero, trabajador social, maestro–, y también se ve cuando los trabajos son más rutinarios, tienen perfiles con menor reputación social o su valor es menos humanista.

Un trabajo es auténtico trabajo si aporta un valor. Hay muchas tareas que no son un trabajo: ser sicario no es un trabajo, es una actividad que asesina. Pero todo trabajo aporta valor, hace que el mundo funcione, que la gente tenga suministros, servicios, bienes, cuida las cosas más básicas. Y lo mismo los estudios: te prepararan para crear valor en el mundo.

Es vital conectar las ocupaciones diarias con lo que necesita el mundo. Incluso quien está jubilado o no mantiene una vida muy activa por enfermedad o discapacidad aporta mucho con sus opiniones, con su forma de sentir, con sus atenciones, siendo opinión pública, meditando, aconsejando o rezando. La propia dignidad de la vida y presencia de la persona es un mensaje a quienes les aman y al mundo. Todo lo humano aporta valor.

Una idea fuerza

Discernir es unirlo todo de tal forma que lo que buscamos encuentre su lugar.

8. Primer ejercicio con niños: el mural del mundo

Mi padre tenía una costumbre muy educativa cuando éramos niños: nos proponía hacer murales. Compraba cartulinas grandes, nos traía revistas y nos sugería un tema. Recuerdo especialmente una ocasión en la que nos propuso la caza de las ballenas, a propósito de la campaña de Greenpeace.

Este ejercicio se puede hacer cualquier tarde durante la semana o un día no laborable. Es una actividad para toda la familia. Nos juntamos en el salón. Sobre la mesa hay una cartulina grande, hojas blancas y de colores y rotuladores. Lo primero es explicar que vamos a hacer juntos un mural. Luego ese mural se colocará unos días en la cocina o en algún otro lugar. Es una actividad que también está muy bien para un grupo de niños cuando se juntan los primos en una casa.

Hay que determinar el tema. Los mayores sugieren algunos. Antes de comenzar a elegir el tema, todos nos comprometemos a que, sea cual sea la cuestión decidida, vamos a entregarnos a la tarea como si fuese la que más deseábamos. Es importante crear esa actitud de «indiferencia» al tema elegido: lo importante es crear juntos, no que salga el tema que cada cual creía mejor. Todos estos pequeños ejercicios van entrenándonos para cuando estemos discerniendo cuestiones delicadas en la vida de familia. Todo sucede primero como un juego o una exploración. El grupo comenta razones positivas a favor de una u otra cuestión. Se van anotando y, finalmente, se vota cuál es el tema elegido.

Ahora se trata de buscar recursos sobre la cuestión. Va a ser muy importante que se haya guardado prensa de la semana, pero también se pueden entonces imprimir imágenes buscadas en Internet. Luego el grupo debe hacer propuestas de diseño del mural. Para eso están las hojas en blanco.

• ¿Qué frases se quieren poner? Cada uno escribe las suyas y las comparte.

• Hay que buscar un titular para el mural.

• ¿Qué imágenes? ¿De qué tamaño?

• Se recortan letras en los papeles de colores para poner palabras de gran tamaño.

• ¿Qué diseño? Quizá se quiere hacer una portada de periódico o un círculo con contenidos alrededor de un motivo central. Otra opción es componer todo el mural como si fuera un cuadro. La imaginación no tiene límites.

• Se pueden buscar materiales que no sean papel: quizá telas viejas, trozos de plástico o cartón.

Hechos todos los preparativos, todos nos ponemos manos a la obra para confeccionar el mural. El protagonismo lo llevan los niños, y los mayores les dejan libertad y cuidan de que todos puedan participar. Cuando esté hecho, toca presentarlo al resto de la familia, sacarse fotos con el mural y colgarlo durante unos días en algún lugar del hogar. Este es un ejercicio que se puede hacer dos o tres veces al año. Quizá incluso espontáneamente los chicos lo hagan alguna vez, como nos pasó a mi hermana y a mí. ¡Gracias, papá, por la idea!

9. Segundo ejercicio para hacer en pareja o con hijos jóvenes:

la campaña

El segundo ejercicio que proponemos también va a implicarnos con el mundo y va a requerir de nosotros que seamos capaces de discernir. No es algo para hacer cada semana, sino quizá una vez al año. Se trata de que la familia o la pareja hagan una campaña. Es mejor hacerlo con adolescentes o jóvenes, pues tienen acceso a redes sociales y madurez para actuar con autonomía. Se puede hacer en pareja, en familia o incluso con familia extensa. Por ejemplo, pueden planteárselo varios hermanos con los cuñados. Consiste en hacer una campaña durante quince días. Hay que seleccionar un tema que realmente una a todos en interés.

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