La clave de la concentración

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El Haka y la desconcentración

Si asociamos lo dicho más arriba con el haka, se puede aseverar que es fundamental la traducción mental que realicen de este ritual-danza los rivales de los hombres de negro. Traducción que dará lugar, o no, al mencionado amedrentamiento. El reduccionismo que lleva a catalogar al haka solo como un fenómeno cultural, sumado a la insuficiente comprensión del mismo como producto de la ausencia de un análisis psicológico más exhaustivo, hace que a los rivales les sea dificultoso traducirlo mentalmente de forma correcta, lo que los predispone a que dicha ceremonia les juegue notablemente en contra.

Desde mi rol de psicólogo y a partir de mi trabajo con jugadores de los seleccionados nacionales, observo que algo les sucede a los que se enfrentan al haka. Algunos jugadores lo llaman intimidación, otros presión, para otros es algo de temor o ansiedad o motivación…, pero lo único cierto es que a todos se les dificulta explicarlo y que ese algo tiene relación con ese desconocimiento o falta de comprensión que produce interferencias en la concentración.

El haka va en desmedro de la concentración del rival desde el momento en que los jugadores contrarios ocupan su atención en contrarrestarlo, poniendo el foco en aquel, en lugar de ocuparse y concentrarse en aspectos relacionados con ellos mismos que les serían de mayor beneficio, tal como nos enseñan los hombres de negro. Lo cierto es que para poder concentrarse es fundamental conocer las razones del por qué de la desconcentración. Si bien debemos tomar en cuenta que “el rival más difícil está en nuestra cabeza”, frase que hace alusión a la traducción mental del contexto que puede jugarnos a favor o en contra, también se impone la frase “para vencer a tu rival primero deberás conocerlo”. En mi libro Rugby mental doy algunos ejemplos de lo que denomino los rivales de la concentración (capítulo cuatro). Rivales a los que se enfrentan cotidianamente nuestros jugadores, que están relacionados con una preocupación casi inconsciente por estímulos o cuestiones irrelevantes que nada tienen que ver con lo verdaderamente importante que es poner en práctica solo lo trabajado en los entrenamientos, y que, de hecho, interfieren con dicha puesta en práctica, tales como la camiseta del rival, el reloj, el tanteador, la localía o la visita y el historial, entre otros. Rivales a los que están habituados a enfrentar sin registrarlo y sin siquiera sospecharlo.

Parte de mi trabajo profesional consiste en orientar a los jugadores para que identifiquen esos rivales, los comprendan y profundicen en ellos, y así puedan vencerlos.

Suelo realizar tres preguntas a los jugadores de los planteles con los que trabajo por primera vez: “¿Contra quién juegan el próximo partido? ¿Dónde juegan? ¿Qué es lo que está en juego?”. A las que suelen responder inicialmente: “jugamos contra X equipo al que nunca (o siempre, o X veces le ganamos”, “jugamos de local (o de visitante)” y “está en juego el campeonato (o clasificar, o la permanencia, o si ganamos quedamos a tres puntos del primero o del segundo, entre otros ejemplos). Estas respuestas habitualmente forman parte del contenido de diferentes diálogos que suelen sostener no solo los jugadores, sino también los diferentes miembros del club, entre los que se encuentran sus entrenadores, quienes de hecho la mayoría de las veces suponen bientintencionadamente que potenciándolo motivarán a sus dirigidos sin tomar la debida nota de que dicho contenido suele sacarlos de foco. Ante estas respuestas suelo contestar: “En mi opinión, no están bien enfocados. Si están de acuerdo en comenzar a trabajar el aspecto mental, a partir de este momento jugaremos solo contra otro equipo de rugby, en una cancha de rugby, y para superarnos a nosotros mismos tanto en los entrenamientos como en los partidos”. Es que nuestra función de educadores es comenzar a trabajar en la transformación de nuestro mensaje para que nuestros jugadores aprendan a desarrollar un óptimo estado de concentración.

En mi quehacer cotidiano trabajo con planteles de jugadores y con el sistema club en general, en esta cuestión que a mi entender es clave. ¿Es que acaso para poner el foco en desarrollar lo que entrené en el próximo partido es relevante si al equipo que voy a enfrentar le gané o no alguna vez o X veces? Por el mismo motivo, ¿es relevante dónde se juega, si se es local o visitante o si hay público o no?, ¿o si se juega por los puntos o no y lo que esos puntos puedan o no significar? O por el contrario, ¿lo verdaderamente relevante es poner el foco en superarse en los entrenamientos de la semana para poder reflejar todo ello en el próximo partido? A lo sumo deberá ponerse parte del foco en estudiar las fortalezas del rival para trabajar en contrarrestarlas, y en sus debilidades para intentar sacarles el mayor provecho, así como analizar el estado del campo de juego para utilizar las estrategias más convenientes. Pero de estas cuestiones, en realidad, debemos ocuparnos siempre y no solo en determinados partidos o en circunstancias ocasionales.

En Rugby mental, hice alusión al claro ejemplo de nuestro compatriota y réferi internacional Federico “Boli” Anselmi, quien dirigió de forma impecable la final de Seven de los Juegos Panamericanos 2015, entre Canadá y los Pumas Seven, a pesar de los factores externos que podían representarle el hecho de referear una final disputada por un seleccionado de su propio país, con jugadores a los que conocía y con los que estaba habituado a entrenar en el Plan de Alto Rendimiento de la UAR (factores que podían generarle una responsabilidad extra, cargada de la consecuente presión). Ante mi sencilla pregunta sobre su impecable referato: “¿Cómo hiciste?”, solo se limitó a responder: “Para mí eran Blancos vs. Rojos”. Objetividad pura que hizo que pudiera centrarse en lo relevante de la tarea, dejando de lado todo lo que no lo era para así poder ejecutarla a la perfección. Esta forma de pensar es la que lo llevó a concentrarse en el desarrollo del juego mismo, más allá de las circunstancias que lo rodeaban. Hice también alusión indirectamente a este tema en el mismo libro donde afirmé: “si mi motivación depende de la camiseta rival a la que enfrento, del lugar donde juego o de lo que está en juego, de ello dependerá mi rendimiento”. Todo esto forma parte de motivaciones externas que a lo sumo pueden sernos útiles a modo de disparadores (en una arenga, por ejemplo) de la verdadera motivación que debe ser la motivación interna relacionada con las ansias de autosuperación permanente. Definí esta última como una de las claves de los All Blacks junto con el desarrollo de la capacidad de análisis y autocrítica, explicadas ambas desde una perspectiva psicológica, lo que ayudó a profundizar en el tema, y no desde una perspectiva moral valorativa asociada a la humildad que muchas veces nos limita en nuestra tarea.

En síntesis: primero debemos identificar a los rivales que interfieren en la concentración para poder profundizar en ellos y finalmente lograr vencerlos. Es por esta razón que sostengo que el haka actúa reiteradamente como un rival de la concentración de los equipos contrarios que erróneamente se ocupan de contrarrestar el efecto que ocasiona, en lugar de identificarlo en función de tal, comprenderlo y profundizar en las implicancias que este rival tiene para poder, finalmente, vencerlo. Como bien explica Sun Tzu en El arte de la guerra: “Si desconoces a tu enemigo y no te conoces, en cada batalla correrás serio peligro. Si conoces al enemigo y no te conoces a ti mismo, tus posibilidades de victoria son iguales a tus posibilidades de derrota. Conoce a tu enemigo y a ti mismo, así, en cien batallas jamás correrás el menor peligro”.

La concentración

Según el empresario estadounidense fundador de Apple, Steve Jobs, “La gente cree que concentrarse significa decirle sí a las cosas en las que tienes que concentrarte, pero no se trata de eso. Significa decirle no a los cientos de otras cosas que circulan por allí, debes elegir con cuidado”. Al respecto, Gilbert Enoka, el psicólogo que desde hace más de una década moldea el cerebro de los All Blacks, el mejor seleccionado de rugby del mundo, sostiene: “El arte está en saber qué sacarse de encima. Decirle sí al alto rendimiento significa primero decir que no”. En coincidencia con ambos, James Kerr, autor de Legado, hace referencia a una frase célebre de Muhammad Ali: “No son las montañas que tienes por delante las que te fatigan, sino la piedra en tu zapato”, y se basa en ella para describir cómo es que mediante el trabajo a conciencia por controlar el entorno los All Blacks “buscan eliminar las piedras de sus zapatos”. Mencioné en el apartado anterior que, para poder concentrarnos, debemos primero saber por qué nos desconcentramos, lo cual implica trabajar en identificar a los rivales y conocerlos para sacárnoslos de encima (la piedra del zapato de Ali) y poner el foco en lo que nos resultará beneficioso para encaminarnos al éxito (elegir con cuidado, según Jobs).

Entendidas las implicancias, hace falta reforzar el significado de la palabra concentración. Su definición más comprensible podría ser la expuesta por José Lorenzo González en su libro Psicología y deporte: “Focalización de toda la atención en los aspectos relevantes de una tarea, ignorando o eliminando todo lo demás”. De esta definición se desprende que la concentración está relacionada con la capacidad para prestar atención a lo que es relevante para la actividad deportiva que se está realizando, dejando de lado lo que no lo es ya que esto último puede perturbar la mejor práctica de la misma. En el ejemplo del oficinista de Alred, concentrarse hubiera sido conseguir abstraerse dejando de lado la mirada de los colegas y los pensamientos sobre la a apuesta, para prestar atención en el cesto y a todo lo relacionado con el lanzamiento para lograr que este sea efectivo. Podemos trasladar este ejemplo a los que ya he mencionado sobre el jugador que patea a los palos o el lanzador en el line out, entre otros.

 

Ahora bien, ¿cómo es que se da este proceso? El proceso de colocar toda la atención en los aspectos relevantes y olvidarse del resto puede resultar complejo. Cuando el deportista centra su atención momentánea o permanentemente en estímulos que no son relevantes para desarrollar su mejor juego, podemos concluir que el jugador se ha distraído, motivo por el cual seguramente cometerá un error. Las distracciones en el juego son hasta cierto punto normales. Como dicen Abel Guallar y Diana Pons en su libro Atención y concentración en el deporte, la clave estará en “detectar si hay o no patrones que se repitan en los factores que provocan la pérdida de la concentración”. Los psicólogos del deporte distinguimos dos clases de distracciones:

 Distracciones internas: son aquellas que provienen de nuestro interior e impiden centrar la atención en la tarea a realizar, como pensamientos referidos a errores cometidos en el pasado o relacionados con el temor a hacer algo mal; pensamientos que hacen a demorar demasiado la tarea a desarrollar por un excesivo análisis de la técnica durante la propia acción; pensamientos que hacen al desgano o la falta de motivación o centrar los pensamientos en la fatiga física, entre otros. Recuerdo el caso de un jugador que narró dolido como, mientras cantaba el himno nacional en la antesala de un importante partido, no podía dejar de pensar en el conflicto personal entre dos de sus familiares que, a causa de ello estaban presenciando el partido desde tribunas opuestas (esa distracción interna derivó en una de sus peores performances deportivas).

 Distracciones externas: relacionadas con estímulos irrelevantes del entorno que imposibilitan una plena concentración, como el accionar del público, factores meteorológicos, ruidos o provocaciones del rival, entre otros. En el deporte sobran ejemplos de deportistas o entrenadores que utilizan provocaciones a modo de artimaña para intentar desconcentrar al rival (Muhammad Ali fue un claro ejemplo de ello). Es evidente, tal como mencionábamos con anterioridad, que estarán en juego las traducciones mentales que cada deportista haga de las diferentes situaciones (por ejemplo, ante un haka) y por esta razón es que una de las claves estará en trabajar sobre ellas.


En conclusión, y tal como mencionan Robert Weinberg y Daniel Gould en Fundamentos de psicología del deporte y del ejercicio: “Los deportistas necesitan enfocarse solamente en las señales relevantes del entorno deportivo y eliminar las distracciones”.

El lector podrá comprender que centrar adecuadamente la atención en la tarea juega un papel determinante sobre la optimización del rendimiento deportivo, y que una concentración eficiente, sin distracciones, hará a la obtención de mayores probabilidades de éxito.

José González Lorenzo concluye que:

[…] es importante transmitir a los deportistas que no merece la pena que ocupen su atención en lo que está fuera de su propio control, como puede ser pensar en la excelencia de sus rivales. Los deportistas deben saber que lo único que está bajo su control es su forma de actuar, por lo que es mucho mejor centrarse en asuntos más productivos como perfeccionar una buena puesta a punto antes de la competición, tanto a nivel físico como mental.

Por tal motivo es que suelo hacer especial énfasis en la importancia que tiene el mensaje a transmitir por parte de los entrenadores y líderes de los grupos respecto de esto último.

El Haka y la concentración

En la sección “El haka de la desconcentración”, he desarrollado el efecto de desconcentración que este ritual-danza produce en los contrarios, analizándolo desde una posición pasiva vinculada a los efectos que produce en sus observadores (jugadores rivales, público, etcétera). Posición pasiva que marca el carácter de fundamental importancia que tiene el lugar en el que posicionamos al adversario, y el lugar en el que nos posicionamos frente a él, lo cual desnuda que tanto nuestros Pumas como el resto de los rivales de los All Blacks deberían preocuparse por la propia película y no tanto por la película ajena. Pero… ¿cuáles son los efectos activos que produce en sus actores? A fin de responder esta pregunta tomaré en cuenta otras dos sencillas definiciones de concentración:

1 Es la acción de concentrar cosas o personas que están dispersas o que se pueden dispersar.

2 Estado de las personas que fijan el pensamiento en algo, sin distraerse.

Si tan solo realizamos el ejercicio de revivir mentalmente el haka (para este fin puede sernos útil releer la descripción de las páginas 20 y 21 del presente libro), podremos tomar conciencia de que ambas definiciones encajan perfectamente con el transcurrir de la danza. En otras palabras, los hombres de negro se concentran mediante el haka fijando el pensamiento en su ejecución. Esto significa que a través de este ritual y durante su duración, sus protagonistas consiguen un estado de concentración absoluta que a simple vista parecería resultar en una especie de trance hipnótico. Tomemos en cuenta que el término “trance”, que significa transitar, transportarse o cruzar, hace referencia a las palabras entrada, umbral, conducto, portal y canal. La capacidad para entrar en trance está relacionada con un mecanismo psicofisiológico por medio del cual las personas se abandonan a ciertas condiciones externas o internas (en este caso a través de esta ceremonia) para ingresar en un estado de consciencia diferente en el que quedan suspendidas algunas funciones mentales habituales. La hipnosis es un cambio de estado de consciencia que puede ser inducido por una persona que hace de hipnotizador (hipnosis heteroinducida) o generado por uno mismo (hipnosis autoinducida o autohipnosis), por intermedio de ciertas instrucciones o pasos preliminares. El requisito imprescindible en ambas está en que el o los sujetos deben focalizar su atención sobre un estímulo exterior (por ejemplo: imagen, música), o sobre una sensación interior (por ejemplo: recreación mental de algo, ritmo respiratorio, estado de rigidez o relajación de todo el cuerpo o de una de sus partes). Podemos decir que el haka comprende las dos clases de hipnosis, ya que su líder hace las veces de hipnotizador (hipnosis heteroinducida), aunque es claro que los demás protagonistas también la generan por sí mismos (hipnosis autoinducida).

El Haka y lo ancestral

Mediante esta ceremonia que hace las veces de trance que los traslada a un estado de concentración pura, los hombres de negro resignifican (dan o encuentran un nuevo significado) al presente en función del pasado, inducidos por el líder de la danza, que actúa a modo de hipnotizador (veintidós guerreros predispuestos a ser guiados en el ritual por su líder…). En otras palabras, por intermedio del haka dan un nuevo sentido a una experiencia actual en función de algo ocurrido en el pasado. El haka como acto previo a la contienda deportiva, no representa solamente a aquellos jugadores contemporáneos sino a todos sus antecesores y a todo el poderío de la evolución. Es que el haka encarna un repaso del origen del ser humano y su evolución hasta la actualidad, en una representación del pasado y su transición hasta el presente, resignificando los orígenes del hombre, aludiendo al contacto con la fuerza de la naturaleza y a los dioses que la crearon.

En relación con la fuerza animal, los golpes en el pecho de la danza maorí que se describe (Guerreros que golpean fuertemente sus pechos tal como si fuesen tambores…), son representaciones claras de nuestros hermanos primitivos y de sus antecesores primates que así acostumbraban demostrar fuerza y poderío a sus contrapartes para amedrentarlos y, de acuerdo al sonido que nacía de su pecho, exhibían salud y fuerza para que no se entrometan con él ni sus hembras. A su vez, y hacia sus contrincantes, es una forma de medir al macho alfa ya que, de acuerdo al sonido que captan, infieren si pueden retarlos.

Y los golpes con sus puños en el campo de juego (Guerreros que se reclinan sobre el campo para proseguir golpeando el territorio con sus puños…) los asemejan a un simio, que marca el territorio. La particular disposición sobre el campo de juego en forma de V (Guerreros que se alistan en forma de V preparados para dar comienzo a la ceremonia…) representa la punta de lanza y el vuelo de las aves (que tendrán un especial tratamiento en el capítulo III).

En relación con la fuerza específica de la tierra, mediante el uso y la exhibición temblorosa de sus manos, los protagonistas aluden a los movimientos generados en la tierra por un volcán en erupción (Guerreros que exhiben sus manos con acentuadas manifestaciones de temblor…). Mientras que la conexión con sus dioses se manifiesta en la danza mediante la elevación de sus brazos (Guerreros que elevan sus brazos al cielo una y otra vez).

Más allá del enriquecedor significado que pueda tener de la letra del haka (ka mate o kapa O pango), considero fundamental destacar que las pocas palabras utilizadas en su letra son interpretadas con un perfecto lenguaje corporal que tiene más fuerza que el verbal.

Es clave el aspecto psicológico relacionado con esta especie de trance hipnótico del que deriva un estado de concentración plena, estado facilitado por todo lo que entra en juego a través de este ritual-danza y su sistema de creencias.


El Haka y la catarsis

Ya he afirmado que los hombres de negro se concentran mediante el haka al fijar el pensamiento en la ejecución del mismo. También que esto significa que a través de su desarrollo, los protagonistas consiguen un estado de concentración absoluta que a simple vista parecería resultar en una especie de trance hipnótico. También expliqué cómo es que mediante el haka dan un nuevo sentido a una experiencia del presente en función de algo ocurrido en el pasado, con un repaso del origen del ser humano y su evolución hasta a la actualidad, en una representación del pasado y su transición hasta el presente, resignificando los orígenes del hombre y haciendo alusión al contacto con la fuerza de la naturaleza toda y con los dioses que la crearon.

Lo cierto es que por medio del haka autoprovocan un estado de restricción de la conciencia (disociación hipnótica) en el que se abstraen absolutamente de su entorno, aprovechando y haciendo uso del tiempo existente entre el canto de los himnos y el inicio del partido, mientras ese mismo lapso es desaprovechado por sus rivales desde una posición pasiva que hace que, en contraposición, se desconcentren. Esto significa que más allá de la búsqueda del efecto de amedrentamiento (Guerreros que se refieren constantemente a sus ocasionales rivales con gestos y miradas desafiantes), el haka equivale a concentración propia y desconcentración rival.

Esta especie de prearranque o plataforma previa de arranque es una ventaja psicofísica que se puede ejemplificar mediante lo que ocurre en una carrera automovilística cuando un corredor cuenta con una ventaja determinada de segundos sobre sus rivales para iniciar la competencia o, en lo cotidiano, cuando un estudiante cuenta con más tiempo que el resto para responder las preguntas de un examen. Ventaja psicofísica que muchas veces constituye la diferencia entre dos rivales y que en este caso también es útil como disparador de la motivación interna (relacionada con las ansias de superación y el deseo del grupo de volcar en la escena su cultura e identidad y la lucha por lo que tanto se ha entrenado) a modo de arenga.

Para proseguir con el presente desarrollo considero importante traer a colación lo mencionado en el primer capítulo de Rugby mental:

[…] desde una visión profunda, y describiéndolo metafóricamente, podemos decir que el rugby remite a una batalla primitiva y ancestral por el territorio pero con la incorporación de reglas de juego […]. El juego representa un intento de invasión y conquista del territorio rival en el que cada metro ganado, cada try y cada conversión hacen a la confirmación de que estoy apropiándome del mismo y a la posibilidad de terminar siendo el vencedor. Es una batalla física que se define desde lo mental grupal e individual. Regresando a la metáfora inicial de la batalla primitiva podemos decir que son treinta los soldados, en este caso, que se baten a duelo sin otras armas más que su poderío físico (y sus destrezas mentales) por el control de la pelota y el control territorial que no representan otra cosa que el hambre de victoria y la posibilidad de darle satisfacción a esta necesidad. Algo ancestralmente equivalente a nuestros hermanos primitivos que luchaban por otras necesidades, pero más básicas, como la comida y las mujeres, mediante la misma lucha territorial. Instintos puramente primitivos representados en un noble juego […] muestra clara de la intervención de la cultura y la ley en la transformación y control de lo instintivo. Somos animales en esencia, como nuestros ancestros, pero lo que nos diferencia de ellos es la intromisión de la cultura y la civilización en las cuales la ley es la protagonista principal. Equivalencia esta que, sin lugar a dudas, está en relación con el delicado límite entre agresividad y agresión que está en juego en forma permanente en nuestro deporte. Instinto guerrero reprimido por las reglas y leyes del juego. La agresividad, desde lo mental, implica jugar al límite de nuestras capacidades físicas, técnicas, tácticas y estratégicas. Es una condición necesaria e indispensable para con este juego. Se diferencia de la agresión justamente por ese límite mencionado. El hecho de cruzar el límite implica pasar del lado de la agresión, y es allí cuando hace su aparición la sanción. El límite tiene su representación en las reglas, y el referee por excelencia es aquel que las pone de manifiesto en forma permanente. Por ello, parte de la tarea del referee, en cuanto representante de la ley, es en este juego sumamente engorrosa, ya que el juego en sí implica jugar al límite del reglamento en lo que respecta a la agresividad, por su inherente condición de batalla ancestral.

 

Ahondando aun más en esta temática, es importante rescatar que ciertos sonidos, ritmos o músicas han provocado en el ser humano reacciones y conductas de tipo emocional tanto a nivel individual (tristeza, melancolía, relajación o excitación), como a nivel grupal (cohesión e identidad grupal, muy importantes para la supervivencia del grupo en un entorno hostil o adverso).

Ante una actividad que conllevaba cierto grado de peligro (salir de caza, enfrentar una batalla, incursionar en un territorio ajeno), de esta manera se preparaban psicológicamente para enfrentarse a esas situaciones riesgosas, reduciendo la ansiedad previa y fortaleciendo la cohesión del grupo para aumentar las probabilidades de conseguir el objetivo común, ya fuese la comida, el saqueo del territorio enemigo o la victoria en el combate.

El haka neozelandés previo al comienzo del partido remite a ese ritual ancestral y, tal como ocurría con sus ancestros, su representación en la actualidad deriva en beneficios psicofísicos similares. Además, está demostrado que las imágenes mentales ejecutadas por cualquier intérprete de una obra, acompañadas por las representaciones físicas apropiadas, contribuyen neuronalmente a mejorar la habilidad física y la coordinación, promoviendo la liberación de adrenalina en el torrente sanguíneo. La adrenalina es la responsable de aumentar el estado de alerta y mejorar la circulación, ya que dilata los vasos sanguíneos y contribuye a mejorar el rendimiento físico.

Esta ceremonia, en la que interpretan el canto través de un perfecto lenguaje corporal compuesto por percusión y llamativos movimientos rítmicos de extensión y contracción de sus miembros y músculos, bajo un mismo ritmo respiratorio y al unísono, tiene un efecto catártico (de descarga) por medio del cual los All Blacks disminuyen la presión precompetitiva a la vez que la trasladan a sus oponentes. De hecho, es muy fácil observar cómo es que cuando finalizan esta electrizante danza buscan relajadamente sus lugares en el campo de juego para enfrentar la competencia (batalla).

El efecto catártico producto de dicha ejecución realizada al unísono deriva en que todos los protagonistas del equipo afronten la disputa bajo una misma sintonía emocional, en contraposición con lo que ocurre en los seleccionados rivales donde los diferentes miembros del equipo parecieran estar interpretando a simple vista un mismo himno, cuando en realidad cada uno lo interpreta a su manera. Basta con observar lo que ocurre durante la interpretación del Himno Nacional argentino por parte de los Pumas, donde algunos de sus miembros cierran sus ojos y otros no, unos miran a la tribuna o al cielo y otros miran al suelo, algunos se muerden la lengua como conteniendo las lágrimas mientras otros no lo hacen, unos lo cantan en voz alta mientras otros lo hacen en voz baja o mentalmente, unos mueven levemente sus piernas pareciendo descargar tensión mientras otros no lo hacen, entre otras acciones que equivalen a la falta de la sintonía emocional mencionada.

Cabe aclarar que no hago un juicio de valor alguno sobre las lágrimas de los jugadores argentinos, por el contrario, las considero una catarsis absolutamente necesaria. Es habitual que en algunas disertaciones sobre esta temática algún miembro del público me pregunte extrañado: “¿Por qué Los Pumas lloran?”. En una entrevista de Marcelo Gantman en el sitio What’s On Fire, Agustín Pichot se refirió al tema explicando entre otras cosas: “Es una cuestión que cada uno manifiesta como puede. ¿Cómo sabés si el futbolista que mastica chicle está en otra cosa o en el Himno? ¿O si yo estoy llorando y no estoy pensando en otra cosa? Lo que tiene el rugby es algo de lo que no se habla mucho, que es el miedo. Yo tenía pánico. En el vestuario temblaba como una hoja. El contacto físico en el rugby es muy grande. Y ese miedo, sumado a la sensibilidad, producen estas cosas. Quizás es algo que otros deportes no tengan”, expresó. “Hay todo un ejercicio psicológico. Yo lo llamo sensibilidad intelectual porque es cargarse de emoción antes del partido y después bajar a cinco grados bajo cero. Yo salía del vestuario creyendo que era invencible. Salía a tres metros del suelo y eso me ayudaba emocionalmente. Si pasaba un tanque iba contra el tanque”, agregó.

Con estas palabras de Pichot y lo desarrollado hasta aquí, el lector podrá darse cuenta de que el llanto de algunos pocos tiene relación con la carencia del manejo y la regulación (o del adiestramiento) de la catarsis mencionada, como consecuencia de dejar libradas al azar estas cuestiones de índole psicológica.

Esto se debe a la falta de conocimiento por parte de conductores, dirigentes y deportistas sobre la importancia fundamental que tiene una adecuada rutina psicológica precompetitiva y lo que la misma puede ofrecerles en relación con la concentración (entre otros beneficios psicofísicos) para lograr las mejores condiciones mentales previas que les permitan volcar en el campo de juego todos los aspectos que acostumbran trabajar en los entrenamientos. Más allá de las verdades que Pichot manifiesta en su entrevista, la frase “es una cuestión que cada uno manifiesta como puede” implica dejar los estados emocionales precompetitivos en manos de cada protagonista del juego, que tendrá que arreglárselas como mejor pueda.

Lo cierto es que en el deporte de alta competencia este “como mejor pueda” puede resultar letal para el resultado de la disputa. Más aun si tenemos en cuenta que nos estamos refiriendo a un deporte grupal al que se suma el alto riesgo (tema al que hace alusión también Pichot) en el que es un requisito indispensable conseguir una misma sintonía emocional previa tal como nos enseñan los exitosos hombres de negro.