La cafeína del liderazgo en un mundo "light"

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2. La autoridad y el

liderazgo están por

encima del poder

«Aquello que es oposición se concilia y de las cosas diferentes nace la más bella armonía, y todo se engendra por medio de contrastes».

Heráclito de Éfeso

La mayoría de los trabajos –especialmente en una sociedad tan compleja e interdependiente como la nuestra– implican un sutil juego de interrelaciones cooperativas y competitivas. Una buena gestión exige regular esas relaciones para lograr que cada individuo aporte lo mejor de sí mismo. Si la gente trabaja con objetivos opuestos, si se «puentean» o «saltan» los niveles de autoridad, si la comunicación se derrumba para convertirse en rumores o en silencios, todo ello es señal de que en algún punto está fallando el pensamiento constructivo y la inteligencia emocional. La dirección de personas es el elemento diferencial más significativo de la organización y su forma de realización se ha convertido en uno de los principales factores capaces de generar ventajas competitivas.

Cuando hablamos de poder nos referimos a una relación social en la cual una de las partes determina el comportamiento de la otra; uno o una parte manda, ordena y dispone, mientras que el otro obedece, transige y accede. Algunos toman las decisiones y otros las llevan a término. Pero, como cualquier relación entre personas, esto no es tan simple, pues se puede mandar de muchas maneras y estilos, así como se puede obedecer con diferentes actitudes y estados de ánimo.

El «taylorismo» y el «fordismo»

El primer tercio del siglo XX se caracterizó por un gran desarrollo tecnológico e industrial y, consecuentemente, por la consolidación de la administración empresarial. En esa época en Estados Unidos se creó la Organización Científica del Trabajo como disciplina académica; sus dos tendencias más importantes fueron el «taylorismo» y el «fordismo».

A principios del siglo XX surge la Administración Científica, siendo Frederick Winslow Taylor (1856-1915) su iniciador; posteriormente multitud de autores se dedicaron al estudio de esta disciplina. Taylor fue un ingeniero estadounidense que, con el fin de mejorar el rendimiento de la industria del acero, introdujo el uso de aceros rápidos en las máquinas y el cronometraje o control de los tiempos de ejecución. El taylorismo nace de su obra The principles of scientific management y defiende la organización racional y científica del trabajo basada en la combinación óptima y probada de la máquina y el esfuerzo humano. Pretende conseguir el mayor aprovechamiento de las condiciones físicas del individuo, así como eliminar los tiempos muertos y los movimientos no necesarios mediante el estudio, la planificación y el control detallado de las diversas tareas, y la separación de las actividades de concepción y creación de las de ejecución, que se convierten en pura rutina; además, se fomenta la productividad introduciendo nuevas formas de pago a base de incentivos.

El «fordismo» es una teoría de la organización industrial creada por Henry Ford (1863-1947) cuyo objetivo es un incremento continuo de la producción mediante la estandarización de los productos y un nuevo sistema de organización del trabajo. Para ello organiza en forma de cadena cada una de las secuencias «tayloristas», de forma que una o varias cadenas estén coordinadas, tantas como secuencias laborales se ejecuten. En cada cadena los operarios repiten los mismos movimientos o tareas correspondientes a la secuencia. La velocidad de la cadena se modula en función de mediciones de tiempo previamente establecidas y el trabajador debe ajustarse al ritmo modulado.

La decisión de Ford de incrementar significativamente los salarios10 (cinco dólares la hora) modificó las formas de consumo de los trabajadores e indujo a medio plazo una de las mutaciones más profundas del capitalismo contemporáneo: el consumo de masas, complemento totalmente inevitable de la producción en masa. La consecuencia de la producción masiva y en serie fue la contratación de un gran número de trabajadores, con lo cual la producción se incrementó y se desdobló en turnos de trabajo para rentabilizar la maquinaria.

El «fordismo» representó una nueva forma de producción, pero también nuevas normas de consumo y nuevas relaciones salariales. Ford fue el pionero de la industria automovilística estadounidense; creó la Ford Motor Company (1903) e impulsó la producción en serie, en especial del modelo T, ejemplo de sencillez, economía y eficacia, e introdujo la normalización de las principales piezas de un conjunto.

En la administración de fines del siglo XX, el centro de atención era lograr los mayores niveles de competitividad, realizar una planificación estratégica y empezar a valerse de herramientas más avanzadas, como la reingeniería, el benchmarking, la Calidad Total y el Justo a Tiempo.

Taylor revolucionó el mundo de la dirección de empresas porque aplicó el «saber» al «trabajar», y con ello produjo unos incrementos en la productividad insospechados hasta entonces. Ese «saber» hoy se está aplicando también a la manera de relacionarse las personas que conforman la organización.


Se preocupa por reforzar la autoestima de los individuos a su cargo en lugar de destruirlos con humillaciones y muestras de falta de respeto. Cuando alguien no trabaja bien, se le debería llamar la atención con el objetivo de mejorar su desempeño y no para minimizar su persona y rebajar su autoestima.

Poder y autoridad

El poder es una clara fuente de influencia. Es clásica la distinción entre poder y liderazgo. El liderazgo es poder en ambos sentidos, aunque tiene que ver especialmente con el poder personal, ya que trasciende a lo que es la posición jerárquica. La palabra poder suele tener connotaciones negativas, puesto que se identifica con explotación y manipulación de los otros. Por esta razón, en muchas organizaciones se ha menospreciado el tema del poder, que es esencial para el liderazgo. No se trata solo de ejercer poder, sino que se debe prestar atención a las necesidades y aspiraciones del líder, de los colaboradores y de la organización en su conjunto. La supervivencia de la corporación exige que el líder pueda ser sucedido por otro líder de un modo legítimo y casi automático; también debe estar claro quién manda y por qué, y ha de conocerse qué criterio de selección va a aplicarse en las decisiones. Así, pues, distinguiríamos entre:

Autoridad

La autoridad es la capacidad de controlar la actividad de otras personas, por el hecho de ocupar un puesto. Es decir, es algo que viene dado. La posición en el organigrama lleva asociados status, roles, responsabilidades y recursos que gestionar, todo lo cual otorga poder, dominio y fuerza.

La autoridad puede ser considerada como el mando que ejerce una persona, legitimada por una institución dentro de su ámbito (estado, familia, empresa…), conforme a unas funciones que le son reconocidas. En este sentido, cuando una persona tiene autoridad se deduce que tiene o debería tener aptitud para mandar, imponer su punto de vista o hacerse respetar.

Pero no olvidemos que la autoridad también la tiene aquel que, debido a su capacidad, experiencia o conocimiento en una materia, así como por su dignidad, puede ejercer sobre otros una influencia a la hora de que tomen ciertas decisiones.

Un mal ejercicio de la autoridad podemos observarlo cuando quien ostenta el mando arrea a su grupo como si fuese una manada de reses.

«Yo imagino que es muy grato mandar, aunque sea

a un hato de ganado».

Miguel de Cervantes

Y es que algún tipo de adicción debe tener el poder cuando algunos se aficionan tanto a él.

El jefe puede obtener obediencia imponiendo su autoridad inspirando temor o inquietud. Un jefe así dice «yo» frecuentemente; es una autoafirmación. Señala y marca la pena para la infracción que alguien comete. «Sabe» cómo se realiza el trabajo –o por lo menos eso considera él– y en ocasiones procura hacerlo penoso para su gente. Cuando llega el momento de la verdad, a todos embarca, pero él se queda en tierra. Se preocupa solo por el objetivo, alcanzarlo a toda costa, sacrificando si fuese preciso a su propia gente, a los individuos y personas que de él dependen. Pero nunca debería faltar en quien ostenta autoridad un gran amor a la libertad, con el consiguiente respeto a los ámbitos de legítima autonomía personal de cada uno.

Liderazgo

Liderazgo es la capacidad de influir en otras personas y en las actividades del grupo para el logro de objetivos. Por lo tanto es algo aceptado y adherido en virtud de cualidades personales como un cierto grado de atracción personal, don de gentes, prestigio, competencia, capacidad de comunicación, convicción en la exposición de sus ideas, coherencia de pensamiento y acción, habilidades adquiridas y manifestadas de forma que entusiasman... Procede de las habilidades intrínsecas de las personas, de su modo de relacionarse con los demás, de su grado de conocimiento, y también de su capacidad de manejar las técnicas básicas del management.

Quien lo ejerce correctamente guía y obtiene obediencia voluntaria, al mismo tiempo que inspira confianza y despierta entusiasmo. Dice «nosotros». Llega algo antes de la hora señalada; la puntualidad y la correcta gestión del tiempo es una de sus virtudes. Enseña cómo hacer y señala el error o la infracción. Logra que sus hombres encuentren interesante el trabajo que realizan. Dice «vamos» en lugar de «id». Piensa en las personas y en el objetivo como realidades inseparables y prioritarias.

La sonrisa sincera es el signo más evidente de bienestar con uno mismo, con los demás, y con la situación que se vive en ese momento. Es el idioma universal de las personas y el camino más corto para encontrarse. Es la luz del alma en la mirada que atrae seguidores.

 

Un mando, un directivo... tiene siempre autoridad, pero puede o no tener liderazgo. Si tiene liderazgo, además de autoridad, podrá conseguir eficazmente resultados a través de sus colaboradores. Proponte fines y busca los medios para alcanzarlos, pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana.

El líder ejemplar

«Cualquier trabajador del conocimiento de una organización moderna es un ‘ejecutivo’ si, en virtud de su cargo en la empresa o de sus conocimientos, es responsable de realizar contribuciones que afecten de manera material a la capacidad de la organización para rendir y obtener mejores resultados».

Peter Drucker

Un líder ejemplar es aquella persona que tiene poder y que lo usa éticamente hacia los fines óptimos para el bienestar del equipo que dirige y la consecución de las metas que se ha impuesto. El líder de hoy está obligado a ser un constante agente de cambio, y una de las mejores fuentes para conseguirlo es el aprovechamiento óptimo de las capacidades de las personas que integran los equipos de trabajo que tiene a su cargo.

Refugiarse en la seguridad de lo conocido por miedo a avanzar hacia lo desconocido equivale a mantenerse con vida pero sin llegar a vivir plenamente. Rompe las ataduras que te sujetan a la rutina, vive con pasión, prudencia y alegría. No discutas con tu conciencia, tampoco con tu corazón, asume riesgos y avanza con paso decidido hacia un futuro incierto.

Los días no adquieren su verdadero sabor hasta que escapamos de la obligación de creer que tenemos un destino prefijado; la vida es un don demasiado precioso como para vivirla de cualquier modo. El primer deber en la vida... es vivirla intensa y libremente.


Por condicionamiento de nuestra propia naturaleza, somos seres sociales, y como tales nos agruparnos y coordinarnos por necesidad para crear una fuerza o para el logro de objetivos, siendo indispensable que se delimiten funciones dentro de las organizaciones que conformamos, a fin de optimizar los recursos materiales y humanos y temporales.

«El cumplimiento de tareas a través de la gente es un paradigma que difiere del que se basa en el desarrollo de la gente a través del cumplimiento de tareas. Con el primero, usted alcanza los objetivos; con el otro, los lleva a cabo con creatividad, sinergia y efectividad mucho mayores, y en el proceso desarrolla la capacidad para realizar también actividades en el futuro11».

Las metas e ideales que nos motivan y nos mueven a actuar se generan a partir de nuestra imaginación. Pero no están formados de sustancias ficticias, sino de la sólida y real experiencia personal y social.

Se pueden comprar:

 El tiempo de una persona

 Su presencia física en un lugar determinado

 Alguna de sus ideas

 Actividades rutinarias que pueden ser medidas

 El cumplimiento del deber

 Su actividad muscular

 Un cierto grado de su conocimiento intelectual...

No se pueden comprar:

 El entusiasmo

 La lealtad

 La iniciativa

 La voluntad íntima y profunda

 El interés

 La honradez

 El cariño y aprecio por los compañeros, superiores o inferiores

 Su capacidad innovadora

 Que las personas vayan más allá del deber

 Su entrega generosa de corazón...

Es la diferencia entre tener un equipo de mercenarios o tener un equipo basado en individuos que se identifican con los colores de una bandera. Con los dos se pueden ganar las batallas cotidianas, pero con el segundo hay mayor garantía de éxito.

El liderazgo pretende que los individuos aporten lo que saben (conocimientos), lo que pueden (capacidades), la disposición de ánimo para realizar las tareas (actitudes) y lo que quieren (voluntad), para que en equipo se desarrollen y perfeccionen, logrando así los objetivos establecidos. Por su parte, las organizaciones demandan de esta nueva generación de directivos, capacidad para retar los procesos clásicos, inspirar una visión compartida, levantar los ánimos y canalizar positivamente la inconformidad, así como formar y organizar a otros para la acción responsable. La competencia actual requiere que los dirigentes estén preparados y que dispongan de la capacidad suficiente de influencia en sus colaboradores para llevar adelante los cambios que se avecinan; en definitiva, se precisan líderes que dirijan eficientemente personas.

«Las normas que gobiernan el mundo laboral están cambiando. En la actualidad, no solo se nos juzga por lo más o menos inteligente que podamos ser ni por nuestra formación y experiencia, sino también por el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás».

Daniel Goleman

El auténtico líder debe estar dotado tanto de poder como de autoridad para ejecutar acciones y utilizar recursos. La autoridad lo faculta legalmente y le delega la capacidad de disponer, de manera limitada, de los medios y emprender acciones para alcanzar objetivos. El poder permite la facultad de disponer de estos de manera real, organizándolos en el tiempo y en el espacio de acuerdo a una estrategia, con el fin de obtener resultados positivos. La sola autoridad sin el poder no es suficiente para que exista un liderazgo efectivo; ese poder necesario para el ejercicio pleno de esta condición proviene del conocimiento y de la credibilidad. Liderar es coordinar, es un desafío de comunicación que entusiasme más que un problema de diseño dentro del organigrama.

«El éxito no procede de tener una buena estrategia, sino de su correcta implantación. Esta capacidad de implantación depende en gran medida de la gente que compone la organización, de cómo son sus tratados, de sus capacidades y competencias, y de sus esfuerzos por contribuir a la empresa»12.

El liderazgo es un fenómeno de grupo que tiene lugar cuando la situación demanda que un individuo influya y coordine las actividades de ese grupo hacia la consecución de un objetivo común. Es un proceso de influencia, es decir, la capacidad de producir en los otros ciertos efectos y de conseguir que se muevan en la dirección deseada; es el desarrollo de la necesidad natural que tenemos todos de ser escuchados, contrastar opiniones y buscar consejo, tan primitiva como el hombre mismo.

Los principales aspectos que se derivan de la anterior definición son:

 Solo hay líder si hay seguidores

 El liderazgo aparece cuando los seguidores aceptan la influencia del líder sobre ellos

 Existe un objetivo común; sin este no hay equipo y sin equipo no hay líder

No todo el mundo «sirve» para líder, pero la formación, el ejemplo, la práctica de unos ciertos valores y la coherencia pueden formar a los líderes que son necesarios en nuestra sociedad, organización o empresa.


Los nuevos líderes tienen que personalizar la gestión del factor humano en la empresa y, sobre todo, deben saber cubrir las necesidades de cada uno de sus subordinados, flexibilizando la actividad ante los cambios que se producen en las organizaciones.

La estrella que guía al líder es la visión, que «llega a ser una fuerza motivadora tan poderosa que se convierte en el ADN de nuestra vida13».

La visión se muda en la estructura básica que permite que nos apasionemos por proyectos superiores a nosotros mismos y hace que trabajemos con ahínco en nuestra misión cotidiana, dedicándole el tiempo, el esfuerzo y los recursos humanos y materiales necesarios. En consecuencia, lo fundamental no radica en priorizar las horas del día, sino en programar las prioridades de las actividades que realizamos. Con esto lo que conseguimos es trasladar la misión a un momento concreto y preciso de nuestra vida haciendo que sea real y verdadera.

Desde luego no estamos hablando del líder mesiánico, del libertador enviado por Dios, del guía espiritual, ni de la persona que nos conduce hacia la Tierra Prometida, como en ciertas ocasiones de la Historia ha sucedido, un moderno Moisés14. Aunque desgraciadamente hoy surgen muchos falsos profetas que se autoproclaman «modelos morales y mentales»; podemos encontrarlos en la música, en la política, en la religión, en la telebasura... una especie de predicadores profesionales que a fuerza de repetir sus mensajes tantas veces terminan creyéndose «luz del pueblo» que guía y orienta a las «pobres masas informes».

No nos referimos tampoco al líder rebelde, quien, movido por la injusticia que sufre o que ve que su pueblo padece, decide actuar; un hombre que en otras circunstancias pasaría desapercibido, pero al que la necesidad le obliga a levantar bandera; es ese cuyos seguidores se identifican con él al abrirles la puerta de la libertad, de infundirles coraje y la posibilidad de reorganizar su vida. En ocasiones se llama también liderazgo natural, una persona con sensibilidad hacia la comunicación y que es capaz de realizar planteamientos más aceptables para el propio grupo. Un nuevo Espartaco15, quien en el año 73 a.J.C., junto con otros gladiadores, se rebeló e incitó a numerosos esclavos de los latifundios de la Italia meridional a seguir su ejemplo.

Los grandes líderes son siempre producto de las grandes causas, pero los líderes, en el mejor de los casos, también generan habitualmente grandes causas. Por desgracia, por carecer de una causa, los pseudolíderes suelen crear una crisis, o lo que es peor, una crisis detrás de otra para perpetuarse en el poder.

A menos que una empresa cree una causa más amplia y más importante que el mero enriquecimiento de los accionistas, tendrá pocos grandes líderes. Es más probable que los encontremos en el campo de lo no lucrativo. Si eso es así, entonces ese sector puede cristalizarse en campo de entrenamiento para los negocios y, quizá, incluso para la política. Y esto no es broma, hay que tomarlo muy en serio, pero desde luego sin caer en la tentación absurda y ridícula del «buenismo light» que atrofia el coraje y distorsiona la visión.

Hagas lo que hagas, necesitarás coraje. Independientemente de lo que decidas hacer, siempre habrá alguien que te diga que estás equivocado. Siempre habrá dificultades que te inclinen a pensar que sus críticas son acertadas. Trazar un rumbo y seguirlo precisa del mismo tipo de coraje que necesita un soldado. La paz tiene sus victorias, pero requiere de hombres y mujeres valientes que las ganen. El coraje es algo que en el fondo experimentarás en soledad. No es una victoria pública, sino una privada. Reunir el coraje para escuchar y perseguir tus deseos más profundos no es una actividad de grupo y no es algo que puedas acordar con nadie. El propósito de tu existencia es algo que deberás averiguar por ti mismo. Nadie en la Tierra ha vivido tus experiencias y nadie tiene exactamente los mismos pensamientos que tú.


«El caballo conoce por la brida al que lo conduce».

Proverbio turco

El modo de dirigir en la organización genera actitudes constructivas o destructivas en las personas que participan en el entorno laboral; todos conocemos por experiencia propia las ventajas de un correcto liderazgo, y también nos hemos visto obligados a soportar en alguna ocasión una dirección pésima por el mal uso (en exceso o en defecto) de la autoridad, por falta de conocimiento o por falta de iniciativa, entre otras causas.

Algunos individuos, para lograr una posición de respeto, deciden recorrer las sendas de la fuerza y el miedo. Utilizan el poder coercitivo para conseguir lo que se proponen. Este tipo de poder puede ser ejercido en cualquier entorno social, ya sea en el trabajo, en el patio de una escuela, en la familia, etc. Su eficacia a corto plazo puede ser alta, pero no es fácil mantener la situación por mucho tiempo, pues produce una sumisión tensa, provocando actitudes de resistencia activa o pasiva.

 

«Solo se tiene poder sobre las personas mientras no se las oprima demasiado; porque si a una persona se le priva de lo que considera fundamental, considerará que ya nada tiene que perder y se liberará de esa sujeción a cualquier precio».

Alexander Solzhenitsyn

El liderazgo no se entiende sin resultados éticos. No se trata simplemente de influir en las personas, sino de hacerlo para que voluntariamente se empeñen en los objetivos marcados. Por lo tanto, excluimos de nuestro modelo al líder coercitivo, que basa su influencia en la represión y el temor, como se ha tratado de hacer en muchos momentos históricos. Se confunde en ciertas ocasiones con el carisma, pues este tipo de líder se rodea de una especie de guardia pretoriana y de adeptos fanatizados, dando la sensación de que es querido y aceptado con normalidad y entusiasmo, mientras reprime y silencia toda oposición.

La Historia nos ha demostrado con excesiva frecuencia lo dañino que es para el conjunto social el comportamiento de los extremistas del poder. Cuando imponen sus dogmas mediante la violencia, física o psicológica, se producen muertes, se resquebrajan las instituciones, se empobrece el pueblo, desaparecen las clases medias y se elimina toda posibilidad de mejora en el bienestar de las clases más desfavorecidas.

El liderazgo no consiste simplemente en dar órdenes, aunque se den con mucha energía, con ademanes autoritarios o con un lenguaje no verbal condicionante; tampoco se trata de hacer un promedio de las intenciones e intereses de los subordinados para obtener así una línea de actuación (algo muy frecuente entre la clase política).

El auténtico líder no busca doblegar voluntades como, entre otros, hizo Stalin16. Puedes leer más sobre el estilo de liderazgo de Stalin descargándote el contenido de este bidi:


El poder coercitivo suele desaparecer cuando desaparece la capacidad de ejercer las amenazas o el miedo, y entonces surgen con facilidad, como reacción, sentimientos de rechazo, oposición y revanchismo.

Tras la rendición alemana en mayo de 1939, y las derrotas en el Suroeste del Pacífico con la pérdida de Filipinas, las islas de Iwo Jima y Okinawa, parecía que Japón se rendiría, pero esto no se producía. La espera llevó a Harry S. Truman –que había sustituido a Franklin D. Roosevelt tras su fallecimiento en abril de 1945– a ordenar el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. El 2 de septiembre de 1945, sobre la cubierta del USS Missouri en la Bahía de Tokio se iba a producir un histórico encuentro que ponía fin a la II Guerra Mundial: la firma del acta de rendición de Japón, documento que daba por terminado un conflicto que había supuesto la muerte de entre cuarenta y setenta millones de personas en todo el mundo, convirtiéndose en el más mortífero de la Historia. Fue firmado por los representantes del Imperio del Japón, los Estados Unidos de América, la República de China, el Reino Unido, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la Mancomunidad de Australia, el Dominio del Canadá, el Gobierno provisional de la República Francesa, el Reino de Holanda, México y el Dominio de Nueva Zelanda. El 14 de agosto, el emperador Hiroito radió el discurso de rendición. Puedes descargártelo con ayuda de este bidi:


¿Cuáles son los ingredientes de la pócima con la que algunos pseudolíderes rocían al pueblo para sumergirlo en un sentimiento de ciego seguidismo? Tal vez una mezcla de abundante carisma, una copiosa falsa-empatía y una fuerte dosis de populismo, además de promesas que no van a cumplir…

Actualmente los líderes políticos son elegidos por sus propios conciudadanos en gran número de naciones. En las dictaduras el poder deriva de la fuerza. Pero tampoco las naciones denominadas libres o democráticas están excluidas de la corrupción y la podredumbre; los escándalos políticos, urbanísticos y trapicheos de gran número de dirigentes asoman con demasiada frecuencia a las noticias de actualidad. En las nuevas organizaciones empresariales toda autoridad debería merecerse antes de ser ejercida.

Tampoco trataremos del caso del líder de linaje, que por llevar un apellido, movido por la tradición o apoyado en la Historia, dirige los destinos de un grupo humano; sería el héroe clásico y romántico con una personalidad arrolladora, seguro de sí mismo y de los valores que representa, así como de la grandeza de los ideales que encarna.

Rodrigo Díaz de Vivar17, ese noble castellano compañero desde pequeño del infante Sancho de Castilla (Sancho II), en 1066 quedó, como alférez del rey, al mando de la milicia real. Con tal cargo ganó varias batallas, lo cual le valdría el sobrenombre de Campeador o «vencedor de batallas».

Puedes leer más sobre el Cid Campeador con ayuda de este bidi:


Estas cuatro formas de liderazgo que podemos observar en el proceso histórico de la Humanidad, aunque dignas las de Moisés, Espartaco y El Cid, y nefasta la de Stalin, no son objeto de estudio en esta obra. Nos referiremos al liderazgo que puede ser aprendido y aprehendido. Para evitar el dogmatismo y la aparición de extremistas guiados por «líderes» fanatizados, debemos potenciar una educación auténtica alejada de ideologías partidistas que nada tienen que ver con la formación de los hombres y mujeres que nuestra sociedad necesita.

Las ideologías, por su alta carga de emocionalidad, son en numerosas ocasiones la muerte de la razón y la lógica.

También existen personas que consideran que ya son líderes por el mero hecho de ostentar una titulación universitaria; incluso cuando se presentan lo hacen como el doctor tal o el licenciado cual. Su única influencia proviene del título que tienen. Es el jefe que ejerce su autoridad solamente por la casilla que ocupa dentro del organigrama o porque su nombre está en un cartelito sujeto a la puerta de su despacho. Es comprensible que todo ello motive y enorgullezca a la persona si ha sido fruto del esfuerzo y del trabajo, pero el liderazgo es algo mucho más profundo y noble.

Max Weber, sociólogo, economista y filósofo alemán, es el fundador de la moderna sociología neopositivista, de la que arranca la escuela funcionalista. En el campo de las ciencias sociales utilizó la empatía como metodología de aproximación a los fenómenos sociales, creando el concepto de «tipos ideales», de referencia para el científico social. Escribió las obras Sobre la objetividad de los conocimientos sociológicos y sociopolíticos y Economía y sociedad. Se le conoce como el iniciador del estudio sistemático de la burocracia. En su libro Teoría sobre la dominación establece las formas de legitimación del poder y el tipo de institución que lo mantiene. Propone tres tipos:

1 Dominación carismática: depende de las características y de los rasgos del líder que le confieren una cierta autoridad moral y del modo en como esta es aceptada por los colaboradores. Normalmente genera en ellos una fe ciega que los impulsa a seguirlo, confiando plenamente en él y continuando la senda que les marca. El sistema organizativo que crea este tipo suele ser inestable y falto de equilibrio, y en muchas ocasiones desaparece cuando el líder carismático fallece

2 Dominación tradicional: acredita el dominio del líder por el estatus heredado y suscita sistemas de dirección de tipo patrimonial o feudal, en los que los colaboradores son una especie de funcionarios que dependen de él y están fuertemente vinculados a él, obedeciendo sus órdenes lo más fielmente posible. En este tipo existe un fuerte componente de fidelidad emocional generada por el tiempo que se está vinculado a la persona, a la familia, a la profesión, al tipo de industria o fabricación...

3 Dominación legal: se fundamenta en la ley como principio legitimador y en su racionalidad, independientemente del líder que la hace cumplir. El tipo de organización resultante de este estilo es altamente burocrática, pues todo movimiento, ya sea interno o externo, está fuertemente regularizado

Para Weber, la burocracia no significa una influencia excesiva de la administración en los asuntos de la organización, ni un exceso de papeleo en las gestiones de un despacho u oficina, tal como la tenemos conceptuada hoy, sino más bien una estructura organizativa propia de la sociedad tecnológica que se caracteriza por la organización racional del trabajo y por una jerarquización del personal adscrito al mismo. Es un control basado en el conocimiento, una competencia técnica, y ese rasgo la hace racional, ya que se manifiesta en forma de un liderazgo basado en reglas racionales que regulan el proceso total de la organización para lograr su máxima eficacia. Para ello Weber establece cuatro normas muy simples: