De la idealización estética al paisaje crítico

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Aunque en plenos albores del siglo XIX, Portugal logró evitar la entrada de Humboldt y Bonpland a sus territorios americanos, casi doscientos años antes,74 la invasión neerlandesa en el nordeste brasileño y el establecimiento de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (1624-1654) ya habían abierto la puerta a una producción científica y artística que divulgó la riqueza natural del Brasil en Europa.75

A petición de Mauricio de Nassau –en el gobierno entre 1637 y 1645– habían llegado al Brasil pintores como Frans Post y Albert Eckhout, botánicos, médicos como Piso, zoólogos como Georg Markgraf que darían cuenta en sus respectivas obras de las particularidades del territorio conquistado a la Unión Ibérica: “Mauricio envió a sus hombres hacia el interior para que le reportasen lo que encontraban, para recolectar, describir, dibujar y pintar. En el verdadero espíritu de Plinio, todo era de interés, geografía, herramientas y molinos de azúcar, indios, paisaje, plantas y animales”.76 Esa fiebre inquisitiva de lo holandeses, tal y como explica D. J. Struik, era característica del espíritu mercantilista de la Europa contemporánea:

Una pasión por recoger curiosidades de todo tipo, incluyendo objetos exóticos de América, existía en muchas partes de Europa; sólo en Amsterdam había cientos de dichas colecciones, todas en posesión de particulares. Pero había algo más profundo que la mera curiosidad en esta pasión. Había un ferviente deseo por acceder al conocimiento de plantas, animales y minerales útiles y especialmente de hierbas con poderes curativos. Debido a las epidemias recurrentes causadas por las guerras sin fin y la aparición de nuevas enfermedades como la sífilis, la búsqueda de nuevas medicinas se acentuó; especialmente de las medicinas exóticas de América o la India.77

El legado que para las ciencias naturales representó el mecenazgo de Nassau no se interrumpió con la extinción del mandato holandés sobre el Brasil. Tras la reconquista de dichos territorios por un Portugal que recién salía del cativerio babilónico disminuyó la producción de obras que versaban sobre la naturaleza brasileña. A pesar de lo prolongado de este receso que se extendería hasta finales del siglo XVIII, el interés que despertaba la riqueza natural del Brasil no desapareció pues, al igual que sus vecinos hispánicos, “el estudio de la naturaleza del Brasil por científicos europeos y exploradores comenzó otra vez a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, al mismo tiempo que España lo permitió en su imperio”.78

En efecto, fue la mudanza de la corte portuguesa a Rio de Janeiro la que precipitó el fin de ese paréntesis. Así, en 1810, a una decena de años de la carta que impedía la entrada de la expedición de Humboldt al Brasil, la monarquía portuguesa, desde su nueva sede en la Bahía de Guanabara, extendía un convite a otro barón alemán –Wilhelm Ludwig von Eschwege– nombrándolo director del Real Gabinete de Mineralogía. Se quería que Eschwege realizase investigaciones sobre la extracción minera en el territorio brasileño, encaminadas a remediar la caída en la producción aurífera en Minas Gerais y, al mismo tiempo, que fortaleciese la industria siderúrgica que se hallaba en ciernes.

Hay dos razones que prueban que la invitación hecha a Eschwege resarció de manera oblicua el agravio en que, años atrás, había incurrido Portugal al evitar la labor de Humboldt en sus dominios americanos y que, por ende, subrayarían la influencia del prusiano en el ámbito literario brasileño. La primera de ellas es la cercana relación entre Humboldt y Eschwege. Tal y como lo corrobora la correspondencia entre ambos, Eschwege y Humboldt eran amigos y convivían en el mismo círculo intelectual en Europa. La segunda razón gira en torno a la influencia que vincula la obra de uno con la producción del otro. El autor de ENE y EC tuvo un gran influjo sobre la obra de Eschwege. A semejanza de Humboldt, Eschwege entendía su labor como la escritura de un tratado que había de reunir una amplia y diversa colección de datos como: “el estado de las poblaciones e indagar su historia, religión, costumbres, artes, economía, comercio, alimentos, medicina, indumentaria, habitaciones, armas, guerras, funerales”79 con miras a esclarecer la utilidad de la naturaleza y sus recursos para el progreso nacional. De allí que en su Pluto Brasiliensis –publicado en alemán en Berlín en 1833–, Eschwege revisite muchos de los elementos y procedimientos que ya subrayamos en la obra de Humboldt. Entre ellos destacan la visión utilitaria de la naturaleza y la consideración de las ventajas que representaba el trabajo humano en su aprovechamiento. No obstante, en Eschwege, la valoración del carácter industrioso del hombre llega a concebirse como factor indispensable para otorgarle al paisaje silvestre una dimensión estética:

El paisaje intacto [en la obra de Eschwege es] sinónimo de desperdicio y ausencia de trabajo. Eschwege subraya la necesidad de la ocupación humana de los espacios vacíos con la introducción no solo de personas “capaces” sino también de las más diversas formas de explotación económica, pues, de acuerdo con él, el estado natural de una región, por más bello que fuese, nunca tendría el encanto de un campo ennoblecido por el trabajo humano.80

El texto de Eschwege no es la única obra donde habrá de apreciarse la huella de Humboldt en textos escritos sobre el Brasil. Si no fueron pocos los lazos de afinidad y filiación intelectuales que establecieron algunos artistas y letrados brasileños y brasilianistas con la obra de Humboldt, tampoco lo fue el grado de influencia que sobre sus plumas ejercieron los textos del prusiano pues fue él se convertiría en el “mentor intelectual de los naturalistas que recorrieron el Brasil, durante el siglo XIX”81 a pesar de que “nunca puso un pie en tierras brasileñas debido a que le fue negada el permiso de entrada por el gobierno portugués que sospechaba se trataba de un espía”.82 Los libros que sobre el Brasil y su naturaleza produjeron tales naturalistas lo probarían.

La oleada de naturalistas y viajeros europeos que recorrieron la geografía brasileña fue sólo una parte de un grande y ambicioso plan de don João VI para modernizar y abrir el Brasil al mundo.83 Con la importación del saber europeo, João VI intentaba subsanar el atraso y provincialismo culturales que la política de la monarquía había contribuido a instaurar en un Brasil que, desde 1815, dejó la circunstancia colonial y había sido elevado a reino autónomo en el seno del Imperio Portugués:84

A partir de 1809, los intereses internos y externos concurrieron en las investigaciones como una forma de conocer las potencialidades del país, con el propósito de poder explotarlo mejor. Don João necesitó de técnicos, cartógrafos, geólogos, minerólogos, geógrafos, botánicos, zoólogos, etnólogos; en resumen, de personas con formación especializada que le proveyesen conocimientos y pudiesen, a través de sus estudios, crear argumentos científicos necesarios y capaces de, al nivel de la exigencia de los europeos y en la lengua de las principales potencias, revelar la importancia del país.85

El nombramiento de Eschwege era, pues, parte importante de ese plan. Al lado de sus contribuciones en Pluto Brasiliensis figuran la de muchos otros letrados y artistas europeos que, a través de sus obras arrojaron luz –para usar la expresión de Humboldt– sobre las riquezas naturales del país en términos del saber más contemporáneo y en el marco de la nueva épistème decimonónica.

Entre los principales aportes que contribuyeron a expandir el conocimiento del interior brasileño destacan los realizados por las expediciones del príncipe germano Maximiliano de Wied-Neuwied, la del francés Auguste de Saint-Hilaire, la del barón ruso-prusiano Langsdorff y aquélla de Von Martius y von Spix , integrantes –a su vez– de la Missão Austríaca que, al lado de la Missão Artística Francesa –en cuya organización Humboldt había jugado un papel muy destacado–,86 constituyeron, asimismo, piedras angulares en la documentación y divulgación de la naturaleza del Brasil. Las experiencias de estos viajeros y sus hallazgos produjeron textos fundamentales (que conjugaban narraciones y descripciones con imágenes), entre los que se cuentan la extensísima obra botánica de Saint-Hilaire, el Viagem ao Brasil 1815-1817 del príncipe Maximiliano y el igualmente intitulado Viagem ao Brasil 1817-1820 publicado por Von Martius y von Spix en 1823. Otra parte del legado visual, no menos importante, lo conforman las láminas, grabados e ilustraciones que se pintaron durante la expedición del barón Langsdorff del pincel de J.M. Rugendas, Aimé-Adrien Taunay y Hércule Florence y, al lado de ellas, son esenciales los trabajos visuales de Debret, integrante de la Missão Artística Francesa.

El diálogo que suscitaron estas obras –en lo concerniente a la representación de la naturaleza y el paisaje y a la descripción de los indígenas y sus costumbres– coadyuvó no sólo en la gestación de los primeros trazos de identidad nacional, sino que, a la vez, determinó la que sería la fisonomía inicial de la literatura del Brasil. En todas esas obras, la huella de Humboldt es innegable: “Alexander von Humboldt fue también un referente para muchos artistas que viajaron por el Brasil, tal como Johann Moritz Rugendas, Thomas Ender y Carl von Martius, contribuyendo para determinar la forma en la que estos capturaron la naturaleza brasileña en sus obras”.87

Una de las expediciones que ya hemos señalado había sido encabezada por el bávaro Carl Friedrich Philipp Von Martius, cuya aportación posterior –“Como se deve escrever a História do Brasil” (1845)– sería determinante en la conformación de ambas identidades: tanto la nacional como la literaria.

Von Martius había llegado al Brasil como parte de la Missão Austríaca que acompañaba a la futura Emperatriz María Leopoldina de Austria: “[Von Martius] fue elegido por el emperador austríaco para unirse a la expedición científica y acompañar a la archiduquesa austriaca Leopoldina, que tenía que viajar hacia el Brasil para casarse con el futuro emperador brasileño, Don Pedro I”.88

 

Fue, tal vez, el recorrido de proporciones continentales que Von Martius había realizado al lado del zoólogo Johann Baptiste von Spix –viajaron de extremo a extremo del Brasil–, lo que le otorgó al botánico bávaro una visión totalizadora del país que luego plasmó bajo la forma de una propuesta historiográfica dirigida al Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro89 en 1844.

En “Como se deve escrever a História do Brasil”, Von Martius postula que la historia del Brasil debería contarse desde una perspectiva racialmente incluyente que, sin embargo, privilegiase el papel rector de la herencia portuguesa sobre el crisol racial que estaba llamada a ser la nación. En la escritura de la historia brasileña debían, pues, tomarse en cuenta las tres razas: “la cobriza o americana, la blanca o caucásica y finalmente la negra o etiópica”.90 Al igual que Humboldt que condenaba la marginación de indios y negros del proyecto nacional en ENE y EC,91 Von Martius aboga por su inclusión en tanto elementos esenciales en el mestizaje que entiende como un rasgo propio del ser brasileño: “sería un gran error para los principios de la historiografía-pragmática si se despreciasen las fuerzas de los indígenas y los negros importados, fuerzas estas que igualmente concurrieron para el desarrollo físico, moral y civil de la totalidad de la población”.92

Para Von Martius el mestizaje era una señal de la grandeza futura del Brasil. Ese mestizaje en aquel “país que tanto promete”93 era la circunstancia inusitada de un fenómeno que Von Martius no considerada como algo accidental, sino como un hecho providencial e, incluso eugenésico:

Tanto la historia de los pueblos así como la de los individuos nos muestran que el genio de la historia (del mundo), que conduce al género humano por caminos, cuya sabiduría siempre debemos reconocer, no pocas veces echa mano del cruce las razas para alcanzar los más sublimes fines en el orden del mundo [...] Jamás se nos permitirá dudar que la voluntad de la providencia predestinó esta mezcla para el Brasil.94

Así, al detenerse en cada una de las tres razas, Von Martius realiza observaciones y recomendaciones que, más tarde, la literatura romántica al servicio del estado brasileño retomaría y desarrollaría en su alineamiento político con la agenda del imperio. Por ejemplo, en el apartado dedicado a los índios, Von Martius aboga por el esclarecimiento del estudio del pasado indígena –sumido en la oscuridad– como parte central para la escritura de la historia nacional: “Luego que hubiésemos hecho nuestra esta convicción, el pasado de la raza americana se extiende hacia una época cubierta de oscuridad; y esclarecerla será algo tan espinoso como digno de interés”.95 Asimismo, demanda la realización de investigaciones en la lengua tupí: “como documento más general y significativo debe ser considerada la lengua de los indios”.96 La figuración idealizada de los indígenas, así como el lenguaje y sintaxis adornados con tintes indianistas –característicos de la prosa de José de Alencar– darán cuenta, en Iracema y O Guarani, del eco de Von Martius en el romanticismo literario. El botánico bávaro siembra, inclusive, el precedente de la novela modernista Macunaíma97 de Mário de Andrade cuando pide el rescate, por parte del historiador, de la cosmovisión y cosmogonía de los pueblos indígenas brasileños: “a la lengua deben, en primer lugar, vincularse los estudios sobre la mitología, las teogonías y geogonías de las razas brasileñas”.98 Por otro lado, su narración de las expediciones de los bandeirantes anticipa la exaltación que Euclides da Cunha haría en À Margem da História de las incursiones de los prohombres paulistas en el interior brasileño. Asimismo, su descripción de los colonos portugueses preludia la idealización de los habitantes de la región del Río São Francisco que se presentan en Os Sertões:

El portugués al establecerse en el Brasil abandonó, en cierta manera, los derechos que en Portugal poseía para con el monarca, por lo que, en vez de

rey, recibía a un señor (Dominus Brasiliae). Allí radicó el motivo por el cual los colonos jamás deponían las armas, estaban listos para combatir y se dirigían siempre armados desde los diferentes lugares del litoral –donde al principio se estableció la civilización europea– más y más hacia el interior donde no reconocían a nadie por encima de ellos, vencían a los indios a fuerza de las armas o los inducían con artimañas a servirlos.99

Leopoldo M. Bernucci ha apuntado ya la deuda de Euclides con el modelo totalizante de Von Martius en cuanto a la arquitectura de su relato de la guerra de Canudos y de las concepciones historiográficas que lo sustentan: “el autor [Euclides] construyó una historia que combina diversidad temática con pluralidad discursiva siguiendo el esquema historiográfico prescrito por Martius. Todo indica, entonces, que en el concepto de una escritura de la Historia reservada para Os Sertões hayan entrado las ideas del escritor bávaro”.100

En su texto, Von Martius, va pasos más allá con respecto a Humboldt en lo referente a la trascendencia que se le otorga a la naturaleza. La gestación de la nacionalidad en el Brasil –una vez consolidados la emancipación política de Portugal y el establecimiento del imperio– requería la escritura de una historia que configurase la propia identidad. Rescatando la senda trazada por el escritor griego Herodoto101 y, además, en el más puro espíritu de heredero de Humboldt, Von Martius coloca al centro de dicha escritura histórica, a la descripción de la naturaleza: “no estimulará ningún interés vivo, ni les podrá revelar las relaciones más íntimas del país, sin ser precedidos los hechos históricos por la descripción de las particularidades locales de la naturaleza”.102 La naturaleza contenía, pues, la semilla de la nacionalidad brasileña y, grosso modo, la de la identidad literaria en América Latina.103 El poema “Canção do exílio” que escribiera en Portugal, Gonçalves Dias, corroboraba la tendencia de fincar en la naturaleza la identidad nacional:

Nuestro cielo tiene más estrellas,

Nuestras vegas tienen más flores,

Nuestros bosques tienen más vida,

Nuestra vida más amores.104

La descripción de la naturaleza presenta varias funciones dentro del texto del bávaro. En la primera de ellas, Von Martius concibe a la naturaleza como elemento de unidad nacional. La descripción de la naturaleza se convierte, pues, en un medio para convocar la idea de la unión al interior del imperio que no sólo la extensión y dispersión geográficas impedían, sino las numerosas revueltas que habían tenido lugar en los primeros años de vida independiente:105

Con respecto a los lectores en general, debe recordarse que no estimulará ningún interés vivo, ni les podrá revelar las relaciones más íntimas del país, sin ser precedidos los hechos históricos por la descripción de las particularidades locales de la naturaleza. Tratando su asunto, de acuerdo con este sistema, lo cual admiramos en el padre de la historia, Herodoto, encontrará muchas ocasiones para pinturas encantadoras de la naturaleza. Estas imprimirán a su obra un atractivo particular para los habitantes de las diferentes partes del país, pues en estas descripciones locales reconocerán el lugar donde residen y se encontrarán, por así decir, a sí mismos.106

Von Martius propone redibujar el mapa brasileño buscando afinidades de acuerdo con el paisaje para contar una historia conjunta –“debían ser tratadas de manera conjunta aquellas porciones del país que, por analogía de su naturaleza física, guardaban relación unas con las otras”–107 y descartar, así, el uso de anales y crónicas en tanto modelos mutuamente excluyentes. La naturaleza, pues, se torna una categoría clasificatoria –por encima de cualquier tradición histórica– para hacer a un lado los regionalismos que obstaculizaban la unidad del imperio y la idea de un Brasil orgánico que compartía, si no la misma naturaleza, sí la misma diversidad racial.

La segunda función que Von Martius otorga a la naturaleza –consecuencia, a su vez, de la primera– entiende su descripción como un medio que conduce al conocimiento de la patria. A través de la descripción de sus particularidades en la construcción de la historia oficial, se adquiría la posibilidad de concebir aquella unidad diversa que muy pocos habían atestiguado –“Esta diversidad no es suficientemente reconocida en el Brasil porque hay pocos brasileños que han estado en todo el país”–108 y, a la vez, sentirse parte de ella. Describir, pues, era incorporar las distintas regiones al seno de lo nacional con un sentido de unidad y pertenencia que habían sido prácticamente desconocidos durante la época colonial.

Finalmente, tanto la idea de unidad nacional como la del conocimiento o visión de su diversidad natural desembocan en la tercera función concedida a la descripción de la naturaleza en el marco de la escritura de la historia. Ella es, de hecho, el corazón mismo de la propuesta de Von Martius: la creación de la identidad nacional para el Brasil. Para el botánico bávaro, describir la naturaleza al forjar la historia brasileña posibilitaba la integración al seno de la nación de toda la inmensidad territorial que se extendía hacia el interior y, con ello, de su población misma, pues como afirmara Humboldt, “el conocimiento del carácter natural de cada región del mundo está íntimamente imbricado con la historia y cultura humanas”.109 Si se poseían ya los territorios, la cuestión era, entonces, apropiarlos, reivindicar la soberanía simbólica sobre ellos mediante la descripción de su medio ambiente natural.

La écfrasis humboldtiana de la naturaleza reinventó América a la luz de la Ilustración, con la vena romántica y en lengua francesa. Esta écfrasis que en ENE y EC, adquiere la forma de mapa o proyecto nacional, de brújula e, incluso, de aleph que delinea el arquetipo del letrado al servicio del estado y preludia la alianza entre éste y la ciencia, desembocará, años más tarde –a través de la expedición de Von Martius al interior del Brasil siguiendo y redibujando los mapas de Humboldt–, en la consagración de la naturaleza como directriz y simiente de la identidad nacional y literaria de América Latina.

En el siguiente capítulo veremos como la obra de escritores posteriores se distancia del modelo de Humboldt y Von Martius (tradiciones literarias sarmentinas y alencarianas, respectivamente) para favorecer, en su lugar, una representación de la naturaleza como un ente autónomo y amenazante para el hombre. La naturaleza, en las obras que analizaremos en el capítulo siguiente, se despojará de los tintes románticos e iluministas para ser reivindicada en su wilderness.

Notas del capítulo

1 Me apego a la cronología propuesta por Eric Hobsbawn en su delimitación del siglo XIX, para el que sitúa su comienzo en 1789 y su fin en 1914. Hobsbawn subdivide al que denomina largo siglo XIX en tres etapas: 1) era de la revolución (1789-1848), 2) era del capital (1848-1875) y 3) era del imperio (1875-1914).

2 Mención aparte merece el caso de los holandeses y su precocidad republicana. Durante su corta estadía en el nordeste brasileño (1624-1654) se produjeron estudios notables en botánica y zoología de la región que, al difundirse por Europa, convocaron una continua oleada de viajeros que recibiría el país a lo largo de todo el siglo XIX.

3 Me refiero a los textos a los que Mary Louise Pratt llama “Edenic edifice of the Sixteenth Century Chroniclers” [“edificio edénico de los cronistas del siglo XVI”] (Pratt, 124).

4 [“The discoverer sees only a fragment and then imagines the rest in the act of appropriation. The supplement that imagination brings to vision expands the perceptual field, encompassing the distant hills and valleys or the whole of an island or an entire continent, and the bit that has actually been seen becomes by metonymy a representation of the whole”] (Greenblatt 1991, 122).

5 Al respecto, es importante considerar el precedente que sembró para los futuros viajes a América la Misión Geodésica a la Real Audiencia de Quito entre 1735 y 1739 integrada por españoles y franceses, entre quienes destacan los nombres de Antonio de Ulloa y Charles Marie de La Condamine. Sin embargo, tal vez debido a la naturaleza del objetivo de la misión –hacer mediciones del arco de un meridiano para determinar la forma de la tierra–, así como los textos que, a partir de ella, se produjeron no tuvieron la trascendencia –tanto en América como en Europa– que sí tuvieron aquéllos que escribiría Humboldt en la materia que nos ocupa.

 

6 Foucault la define en Les mots et les choses como un histórico a priori que define el conocimiento y sus discursos y, por lo tanto, representa la condición de la posibilidad de éstos en una época determinada.

7 Al identificar como una épistème a la Ilustración, me adhiero a los postulados de José Miranda: “La Ilustración no debe ser considerada como un sistema de pensamiento o una amplia escuela filosófica, sino como una concepción del orbe natural, o propiamente humano, con un sustrato místico y una proyección político-social; una concepción del mundo que acuciaba al individuo y que, colocando a éste en el centro de la vida, lo impelía hacia metas de superación y redención” (Miranda 12).

8 Las citas provienen de dos cartas escritas en octubre de 1823. Sus destinatarios eran, respectivamente, el Doctor Francia, dictador vitalicio de Paraguay, y la esposa de Bonpland, el acompañante de Humboldt en la expedición americana. Gaspar Rodríguez de Francia y su régimen habían capturado a Bonpland –bajo sospecha de conspiración– e impedirían su salida del país durante diez años.

9 En Imperial Eyes. Travel Writing and Transculturation, Mary Louise Pratt estudia los textos de Humboldt y algunos otros que integran lo que ha venido a denominarse “literatura de viaje” desde la perspectiva de la formación ideológica y la crítica poscolonialista en el marco del imperialismo cultural y económico europeo. Mi estudio, por otra parte, se ha de servir de aportaciones –como la de Pratt– realizadas desde el campo de otras disciplinas –historia política, historia económica, historia de las ideas–, restringiendo su preocupación al ámbito literario. Por lo tanto, a pesar de que las coordenadas de su investigación y mi trabajo en este capítulo se aproximen en momentos, ambos se realizan desde espacios diversos, aunque no excluyentes.

10 En los capítulos siguientes hablaremos de su huella en Bello, Sarmiento, Euclides da Cunha, Quiroga, Gallegos e, incluso, Borges.

11 Se dice que el perfil ilustrado y la educación progresista de don Mariano Luis de Urquijo le acarrearon a Humboldt su favor y un salvoconducto que lo autorizaba a viajar por los dominios del rey de España en América. En este respecto, la intercesión del barón de Forell frente al gobierno español fue fundamental para que se autorizase el viaje de Humboldt ya que fue él quien puso en contacto al prusiano con el ministro Urquijo en Aranjuez.

12 La ascensión de los Borbones al trono español supuso una serie de reformas políticas y económicas (1780) que tenían como propósito la modernización y eficientización de la maquinaria del imperio que los Habsburgo habían consolidado. Uno de dichos propósitos era incrementar las remesas americanas de plata que eran el motor de la economía peninsular. Curiosamente, Mary Louise Pratt llega a afirmar que el viaje de Humboldt a América fue financiado por la Corona española (Pratt 114); sin embargo, no menciona fuentes documentales que apoyen su afirmación, la cual contradice la afirmación del propio Humboldt que en el memorial y en su obra asienta continuamente que es su fortuna la que provee los fondos para su viaje.

13 Hay que considerar la época en que se publica el resultado de la investigación y quiénes tuvieron acceso a él y cómo leyeron. Me refiero a los criollos y su destacado papel en la emancipación americana.

14 Este memorial –fechado el 11 de marzo de 1799– se conoce como “Notice sur la vie littéraire de Mr. de Humboldt”. Utilizo la edición de E.T. Hamy en Lettres américaines d’Alexandre de Humboldt (1798-1807).

15 [“J’appris la pratique des mines à Freiberg et au Harz. Ayant fait quelques expériences utiles pour l’épargne du combustible à la cuite du sel et ayant publié un petit ouvrage relatif à cet objet (traduit en français par Coquebert), le roi m’envoya en Pologne et dans le midi de l’Allemagne pour étudier les mines de sel gemme de Vieliecza, Hallein, Berchtusgaden. Les plans que je dressai servirent pour les nouveaux établissements des salins de Magdebourg”] (Humboldt 1905, 220).

16 [“Quoique je n’eusse alors servi que pendant huit mois, Sa Majesté ayant réuni à la couronne les Margraviats en Franconie, me nomma directeur des mines de ces provinces dans lesquelles l’exploitation avait été négligée depuis des siècles. Je restai voué à la pratique des mines pendant trois ans et le hasard favorisa tellement mes entreprises, que les mines d’alun, de cobalt, et même celles d’or de Golderonach, commencèrent à devenir bientôt profitables aux caisses du roi. Content de ces progrès, on m’envoya une seconde fois en Pologne, pour donner des renseignements sur le parti que l’on pourrait tirer des montagnes de cette nouvelle province qu’on nomma dès lors la Prusse méridionale. Je dressai en même temps les plans pour l’amélioration des sources salées situées aux bords de la Baltique. C’est pendant ce séjour continuel dans les mines que je fis une suite d’expériences assez dangereuses sur les moyens de rendre moins nuisibles les mofettes souterraines et de sauver les personnes asphyxiées. Je parvins à construire une nouvelle lampe antiméphitique, qui ne s’éteint dans aucun gaz et la machine de respiration; instrument qui sert en même temps au mineur militaire, lorsque le contre-mineur empêche ses travaux par des camouflets. Cet appareil eut l’approbation du Conseil de guerre et sa simplicité l’a fait répandre très rapidement dans l’étranger”] (Humboldt 1905, 220).

17 Al respecto, Ignacio Bocanegra Yáñez afirma que: “No obstante, en nuestro país [España] se dieron determinados factores que impidieron que calara adecuadamente el espíritu experimentador que surgió en otras naciones. En ello pudo influir de forma especial una coyuntura decisiva: la falta de profesores bien preparados y la carencia de libros de filosofía natural actualizados. En una de sus Cartas Eruditas, el padre Feijoo resume la situación en España en los siguientes puntos: el corto alcance de algunos de los profesores de entonces. La preocupación que reina en España contra toda novedad. El errado concepto de que cuanto nos presentan los nuevos filósofos se reduce a curiosidades inútiles. Un vano temor a que las doctrinas nuevas en materia de filosofía traigan un perjuicio a la religión” (Bocanegra Yáñez 61).

18 Desde la ascensión de los Borbones, el influjo de la ilustración se hizo más evidente en España gracias al espíritu reformista y el interés por la ciencia que mostraba la nueva dinastía de origen francés. A pesar de haberse fundado academias científicas y escuelas que enseñaban de acuerdo a los aires iluministas que soplaban en el norte de Europa, el espíritu científico era más bien endeble en la península.

19 [“Ayant un désir ardent de voir une autre partie du monde et de la voir sous des rapports de physique générale, d’étudier non seulement les espèces et leurs charactères (études auxquelles on s’est voué trop exclusivement jusqu’ici), mais l’influence de l’atmosphère et de sa composition chimique sur les corps organisés, la construction du globe, l’identité des couches dans les pays les plus éloignés les uns des autres, enfin les grandes harmonies de la nature, je formai le souhait de quitter pour quelques années le service du Roi et de sacrifier une partie de ma fortune aux progrès des sciences”] (Humboldt 1905, 221).

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