Travesía acuática

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—¿ESO es lo que vicia a Luis? ¿Solo eso? —se extrañó Nico.

—No, eso es solo el primer capítulo. Todavía queda mucho libro por traducir —aclaró Evelyn.

—Me parece una estupidez por la que tirar a la basura tu infancia —opinó Nico.

—A mí también, bueno, ya es hora de irse. Hasta luego, chicos.

—Adiós —nos despedimos Nico y yo a la vez.

—¡Chispas! —dijimos al unísono.

—Bueno, adiós otra vez.—Ahí sí que nos fuimos los tres.

Pasaron unos cuantos días, y lo más extraño era que Luis llevaba sin venir a clasecuatro días. Al volver a mi casa, me quedé con la boca abierta cuando puse las noticias. Entonces, la presentadora dijo:

—Desaparece en Sevilla un adolescente de doce años. El menor se llamaba Luis Arcedo Gómez y vivía solo en un orfanato de la ciudad hispalense. Quédense con su cara. Si alguien le encuentra, que llame al…

Entonces, mi teléfono empezó a sonar y me devolvió la sensibilidad en la mandíbula, así que lo cogí:

—¡¿Te has enterado?! —La voz de Nico salía del teléfono.

—¡Claro que sí!

—Y creo que sé por qué ha sido.

—Cuenta.

—Bien, no vino a clase desde el 23, por lo tanto posiblemente desapareció el 22 a la salida de clase. ¿Recuerdas lo que hicimos el 22 al salir?

—La verdad es que… ¡ah, sí! Leímos eso con Evelyn.

—Exacto. En ese momento salió corriendo, si no me falla la memoria. Bien, creo que detrás de esto hay algo muy oscuro relacionado completamente con el libro. Tendremos que esperar a que el abuelo de Evelyn traduzca la siguiente parte, pero me huele a chamusquina.

—Espera, tengo otra llamada.

—¡¿Te has enterado?! —preguntó Evelyn.

Capítulo 4:

LA SEGUNDA PARTE

YA estábamos a sábado. Me acababa de levantar y mi padre me dijo:

—¡Frank, correo para ti!

Yo nunca había recibido correo, y pensaba que ya casi nadie utiliza cartas, pero lo que más me sorprendió fue el remitente: Evelyn. ¿Desde cuándo ella manda cartas? ¿Desde cuándo ella me habla tanto? ¿Desde cuándo sabe dónde vivo? ¿Desde cuándo…?

Al abrir la carta, leí:

CAPÍTULO II: EL ASESINO

«Todo tiene dos partes, un lado bueno y uno malo. Con el gobierno de Hapsur también. Por un lado están los elegidos por Vairen. Ellos son casi en su totalidad buenas personas, pero eso no es por su personalidad, sino por ella. Antes de coronarlos gobernadores y divinizarlos, la Madre Tierra realizó un ritual para extraer los males de cada uno de los tres. Claro que no se pueden sacar todos sus males, porque eso estaría en contra de las cualidades que designó a los humanos la propia Vairen. La cuestión es que extrajo la mayoría del mal de los tres hombres, quedando únicamente la centésima parte de él.

¿Pero qué pasócon el mal eliminado? El mal es como la energía, no se puede destruir. Toda la ira, la venganza y el odio acumulados en esos tres se fue a una persona únicamente. Esa persona recibió el nombre de “Norlak” (asesino en daraico). El único deseo del Norlak en el que dedicaría su vida es destruir a los tres gobernadores. El Norlak siempre tendrá descendencia, una descendencia que recobrará el trabajo de su sucesor. Si uno muere sin tenerla, el título de Norlak pasará a otra persona. La familia de Norlaks solo desaparecerá cuando perezcan los tres gobernadores.

Un Norlak no es una persona normal. Para lograr su sangriento objetivo, un asesino de esta clase cuenta con un poder. El suyo consiste en la capacidad de mover objetos con la mente. Bien, parece un poco extraño, pero se acentúa cuando un Norlak percibe la cercanía de una de las armas mágicas. Pero eso no es lo único con lo que cuenta un Norlak; también tienen una habilidad mucho más común: la perseverancia. Esos malvados cuentan con una perseverancia inhumana. No pueden dejar de perseguir su objetivo hasta conseguirlo. Esas dos cosas hacen del Norlak un formidable enemigo, pero lo peor es que lo tendrás para el resto de tu existencia».

Esa carta me hizo acrecentar mis temores, pero decidí no sacarlos a la luz hasta tener pruebas contundentes.

Capítulo 5:

EL MAPA

ERAN las 17:00. A esa hora tenía pensado echarme una laaaaaarrrrga y plácida siesta, pero una videollamada tuvo que retrasar mis planes. La cogí y era Nico el que llamaba, pero también estaba con él la chavala inglesa que no paraba de mandarme cosas.

—¡Hola, Frankie!

—Por favor, no me llames así.

—Vale, pero mira lo que trae ella.—Evelyn tenía el libro en las manos abierto por una de las últimas páginas—.Es interesante.

—Mira—empezó Evelyn—, ¿puedes ver este dibujo?

—Perfectamente.

—Pues resulta que es un mapa —prosiguió Nico.

—Y si lo miras bien podrás ver unos puntos en distintos lugares —dijo Evelyn.

—¡Eh, hay uno en España!

—Efectivamente. Pues mi abuelo lo ha traducido y lo que pone es increíble.

—No te lo vas a creer, pero cada puntito corresponde a cada arma mágica.

—Sí, hombre.

—¡Que sí, que sí!

—Lo mejor es que resulta que uno de esas armas, en concreto la armadura mágica, ¡está en la Catedral de Sevilla!

—Pero eso es mentira, no puede existir.

—Pero no perdemos nada por ir en quince minutos a comprobarlo —afirmó Nico.

—¿Me puedes decir exactamente dónde estaría? Es que la catedral es gigantesca.

—Esa pregunta no se responde aquí, pero Nico tiene una teoría —dijo Evelyn.

—Y esa teoría es…

—Mi teoría es que como la armadura pertenecería al gobernador acuático, solo puede estar en un lugar relacionado con el agua. No estoy seguro de cuál puede ser.

—Entonces estoy de acuerdo, quedamos en la entrada principal de la catedral en quince minutos, pero todavía tengo una duda.

—Dispara.

—¿Por qué habrían repartido los gobernadores sus armas por el mundo?

—Pienso que es para regularse a ellos mismos. Dado que son tan poderosos, el poder podría subírseles a la cabeza, convirtiéndolos en malos líderes. Supongo que si existieran habrían escondido sus armas para solo usarlas en caso de emergencia—reflexionó Evelyn.

—Pues nos vemos en quince minutos.—Apagué el móvil, me despedí y me fui.

Ya estábamos los tres delante del majestuoso monumento del siglo XV, a punto de entrar, hasta que…

—¡El dinero! —exclamé.

—¿Qué? —dijo Nico—. Ah, vale, el dinero. Ya lo habíamos pensado. No pasa nada, hoy es día de puertas abiertas, es gratis.

—Buffff… menos mal.

Entramos en la catedral, y nos pusimos a buscar. Nos pateamos la estructura entera, la Giralda, el Patio de los Naranjos… no encontramos nada. Estábamos ya en la sala principal, cuando algo raro pasó:

—¡Ahhh! —gritó un visitante.

—¿Qué está pasando?

Los tres giramos nuestras cabezas, y no dimos crédito a lo que veíamos: ¡la tumba de Colón se estaba abriendo sola! La tapadera del ataúd que soportaban las cuatro estatuas de hierro se estaba desplazando de su posición. De pronto, una oscura figura cayó del cielo, o mejor dicho, del techo de la catedral. Estaba vestido completamente de negro y tenía la cabeza gacha y los brazos levantados en una extraña posición, como un zombi. Esa persona solo podía ser…

—Luis.—Él se giró y nos miró a la cara.

—Ah, vosotros.

—Sí, somos nosotros, ¿pero quién eres tú? ¿Dónde está ese chaval tímido y reservado? —preguntó Evelyn.

—¿Es que todavía no se ha dado nadie cuenta? —Entonces decidí que era hora de decirlo.

—Claro que sí, Luis, ¿o debería decir Norlak? —Él dejó un momento de mover la tapa del ataúd para aplaudir.

—Bien, por fin alguien se da cuenta. Ese día en el que os vi con el libro supe que tarde o temprano descubriríais mi secreto, así que me escapé y me refugié aquí, en la catedral.

—Eso significa que la armadura está en…

—…la tumba de Colón. Es el único sitio posible. Decidme, si no, qué otro lugar relacionado con el agua hay aquí. Además, fue gracias a esa armadura por lo que se descubrió América. ¿Por qué creéis que llegó en los tres días que le quedaban de plazo para llegar a Las Indias, si no fue por la armadura? Fue el gobernador oceánico el que se compadeció de él y le hizo llegar. Por eso guardó la armadura en su tumba. Pero ahora me pertenece.—Hizo un rápido gesto con la mano, y con un gran estruendo la tapa cayó al suelo. La armadura salió volando de la tumba para posarse en la mano del Norlak.

—Esa armadura te la llevarás por encima de mi cadáver —dije.

—Y del mío —dijo Nico.

—Y del mío también —se unió Evelyn.

—No hace falta pelear. ¿Por qué no dejáis un poco de hueco, chavales?

Me enfadé tanto, que no sé cómo, un garrote salió volando, atravesó la vidriera y paró exactamente en mi mano. Los turistas se fueron corriendo dejándonos solos a nosotros, y Evelyn, Nico y Luis se quedaron mirando mi nueva arma con la boca abierta, pero a mí me daba igual, solo quería arrebatarle la armadura. Nos lanzamos los tres al ataque con un grito de guerra. Evelyn era la más rápida. Se adelantó para pegarle una patada, pero él iba un paso por delante. Con un rápido movimiento de las manos, decenas de naranjas procedentes del Patio de los Naranjos impactaron contra nosotros. Ya harto de Luis, lancé el garrote.

No conseguí hacerle nada, lo paró en el aire y me lo devolvió, pero pude esquivarlo.

Nico, justo después de que le golpeara, saltó sobre Luis y le inmovilizó. El malvado hizo un gesto extraño con las cejas, como cuando uno está estreñido. Pensé que sería por su herida, pero de pronto, se giró y golpeó a Nico en la caja torácica.

 

Nico gritó y cayó, fulminado.

—¡Nico! ¡Aghhh, te voy a matar! —Y no fui yo quien gritó, sino Evelyn.

Ella saltó y estampó a Luis con una de las impresionantes columnas. Por desgracia, la armadura lo protegió. Evelyn le dio un fuerte puñetazo en la frente, pero no consiguió dejarle inconsciente. Entonces, gritó:

—¡Frank, la barra!

—¡Aquí la tienes! —La lancé y ella la cogió.

Entonces, el Norlak le pegó una patada en la espinilla a Evelyn, y ella cayó al suelo aullando de dolor. Por cierto, que el famoso Lagarto de la Catedral había recibido un impacto y estaba en el suelo, se había roto su cadena. Luis se despidió con un grito: «¡Hasta la vista, pringaos!», y salió elevándose encima de las naranjas atravesando la rota vidriera.

Capítulo 6:

ANTES QUE NADA

HAY un montón de temas que tratar ahora mismo, pero antes que nada había que comprobar que Nico respiraba. Ella se encargó y comprobó que no había peligro, que respiraba perfectamente. Parecía que no tenía ninguna costilla rota pese a la brutalidad del golpe. Otro tema. Probablemente solo teníamos dos minutos para trasladar a Nico a un lugar seguro y escapar después, antes de que llegara la policía. Si nos pillaran estaríamos metidos en una buena. Había que pensar rápido, cosa que se nos daba bien a los dos.

—Podemos subirnos a un naranjo con él —decía ella.

—Lo mejor sería correr ahora hasta un rincón apartado de la catedral para intentar que se reponga, y después ya veremos —opinaba yo.

—Un momento. Se me acaba de ocurrir una pedazo de idea. Acércate —me dijo, y me acercó a su oreja para decirme su plan.

—Humm… sí, vale. Es arriesgado, pero funcionará —dije cuando ella terminó.

—¿Vamos, entonces?

—Pero… de verdad crees que… —empecé a decir.

—Sí, pero es que no hay tiempo. ¡Voy a llevar a Nico! Tú, lo que te he dicho.—Ella se fue con él en brazos mientras yo intentaba mover el Lagarto.

El plan consistía en que yo, con la misma habilidad que me dio el garrote, llevara el lagarto a un lugar cercano y escondido. Mientras, Evelyn llevaba a Nico detrás de una de esas tumbas de las que tantas hay en la catedral. Nos esconderíamos detrás de una especie de mesa de mármol que había dentro de una «habitación» detrás de una reja. El plan era que el sonido del lagarto hiciese parecer que estábamos en otro lugar, y los policías fueran. Mientras, nosotros escalaríamos la reja y saldríamos fuera con Nico.

Me esforcé todo lo que pude, tanto que creo que hasta me tiré un pedo, pero no se movió ni un centímetro. No me desesperé. Seguí intentándolo todo lo que pude. Al final, no tuve más posibilidades que intentar moverlo con las manos a la desesperada. Nada. En ese momento llegó Evelyn. Había escondido a Nico detrás de la tumba de un sacerdote bla bla bla…Fue entonces cuando se oyó el sonido que más temíamos, aunque todavía lejano.

Las sirenas de un coche patrulla sonaban, aún en la lejanía, pero se acercaban.

Entonces se produjo la magia. Con desesperación, mis manos volaron por el aire con rápidos movimientos (manos que seguían unidas a mis brazos) que hacían elevarse al lagarto y meterse dentro de distintos lugares hasta que encontré uno que me convenció.

Ambos, ella y yo, escalamos con dificultad una valla que protegía el lugar donde dejamos a Nico y nos escondimos.

En el descenso, los gritos de la policía se escuchaban cada vez más fuerte. Cuando ya habíamos aterrizado, nos escondimos detrás de una especie de mesa de mármol y nos preparamos para la llegada de la policía. Nosotros esperábamos que solo fueran diez, pero el destino nos tenía preparado otra cosa. La cara que se nos quedó cuando veinticinco hombres armados con porras y pistolas entraron por todos lados. Se repartieron por el lugar, cada uno por un sitio.

Decidí hacer ruido con el lagarto cuando había cinco apunto de encontrarnos. Me concentré mucho y pude moverlo suavemente, pero que hiciera suficiente ruido para que pensaran que estábamos huyendo. No salió como me esperaba. Me había imaginado que todos subirían en tromba a por nosotros, sin embargo, solamente siete corrieron hacia el lugar donde tenía escondido el cocodrilo.

—Estamos perdidos —le susurré a Evelyn.

Lo cierto era que nos tenían rodeados, sin ninguna salida posible. Todo había terminado sin aún haber empezado. Nuestra vida tendría un punto y final en ese mismo momento. Todo finalizó cuando uno nos vio y gritó:

—¡Manos en alto y salgan antes de que nos veamos obligados a tomar medidas serias! —Todos los policías nos miraron, algunos con pistolas y otros con porras, pero todos con la misma cara de sorpresa por encontrarse a dos chicos, en vez de a criminales experimentados.

—Tranquilo, está todo controlado.—Ese susurro de Evelyn no me pudo extrañar más.

Ella me guiñó el ojo, y enseguida supe lo que tenía que hacer. Salimos con las manos levantadas, pero con un rápido movimiento de muñeca hice que los policías se centraran en un temblor que venía de lejos. Unos segundos después, el lagarto salía disparado como una bala de la entrada a la Giralda, llevándose consigo a quince agentes. Este a su vez golpeó la reja que teníamos delante, lo que abrió la puerta y tuvimos la oportunidad de escapar. Corrimos como nunca antes habíamos corrido, pero a la mitad de distancia de la puerta se nos tiraron encima cuatro hombres. Ahí sí que lo habíamos perdido todo, a no ser por otra sorpresa que nos deparaba el día. Los policías salieron despedidos por los aires en una especie de onda expansiva, y estos a su vez golpearon a otros dos, y los cuatro que quedaban salieron corriendo a por los otros. Se oyeron débiles palabras desde el otro lado del monumento, que escuchando atentamente oí que decía lo siguiente:

—¿Dónde estoy? ¿Hola? ¿Puede ayudarme alguien? —El emisor de la voz no era otro que Nico, ya recuperado del impacto. Nos habíamos olvidado de él.

Evelyn y yo fuimos corriendo, lo sacamos de donde estaba y en quince segundos ya le había puesto al corriente de todo. Él lo entendió, parece ser. Ahora que no había policías, era hora de huir.

Capítulo 7:

LA FUGA

AHORA, nuestra situación era un poco complicada. Lo primero era que habíamos participado en la destrucción de parte de una de las catedrales más importantes del mundo. También habíamos herido a otro menor, delito grave. Por último, el delito de homicidio por intentar hacer lesiones serias a Luis, ese sí que es grave. Por todo eso seguramente podríamos estar en régimen penitenciario toda la vida (no me he leído el Código Penal, ¿vale?). Por lo tanto, creo que antes de reflexionar, habrá que escaparse.

Eso le dije a Evelyn y a Nico, y les pregunté si alguno tenía algún plan. Fue Nico el que tuvo uno:

—El único sitio por el que no nos van a pillar es por la alcantarilla, así que habrá que recorrer un buen tramo para estar seguros de que no nos cogen, después, habrá que dormir en un rincón de algún callejón oscuro (aunque suena muy mal) y no encender los móviles pase lo que pase. Una vez amanecido, recorreremos otro tramo de alcantarilla, cambiaremos un poco nuestro aspecto y nos colaremos en algún vehículo de transporte público. Pondremos rumbo a Portugal y huiremos de la Justicia, como Puigdemont.

—A mí me parece bien—dije—, ¿y a ti, Evelyn?

—No puedo ver otra salida.

—Entonces, es hora de buscar una alcantarilla, ¡seguidme! —Nico salió corriendo hacia el exterior de la catedral y lo seguimos—. ¡Allí! —Señaló hacia adelante y pudimos ver una alcantarilla medio abierta, pero solo había un problema, mejor dicho un gran problema.

—¿¡Cómo vamos a meternos en la alcantarilla habiendo tanta gente!? —exclamé.

Bien, durante lo que llevamos de historia han pasado muchas cosas raras, como la desaparición de Luis o cómo llegó el garrote a mi mano, pero esta las supera a todas con diferencia. Ocurrió justo después de terminar la oración anterior, porque al pronunciar la palabra «gente», una oscura sombra apareció en el cielo. Al fijarme bien, vi que era un dirigible gigantesco. Al mirar a Nico, observé que mi amigo estaba en una posición con los brazos estirados y las palmas extendidas. No cabía duda de que era él el que había provocado la aparición del dirigible.

—¡Vamos, no podré aguantarlo más! ¡Corred a la alcantarilla y ya llegaré yo! —dijo.

Evelyn y yo nos metimos deprisa en la alcantarilla, mientras Nico hacía salir a personas del dirigible para llamar más la atención. Cuando vio que ya estábamos en la alcantarilla, juntó las manos y el dirigible se esfumó en el aire. Salió corriendo cuando la gente todavía estaba en shock, se metió con nosotros y cerró la tapa.

Cuando estábamos ya fuera de peligro, esbocé una pregunta:

—¿Pero cómo has…?

—¡Shhh! Eso déjalo para luego. Ahora, tenemos que centrarnos en nuestro rumbo.

Estábamos en una tubería muy grande, sucia y oscura. Olía a perro muerto y el oxígeno era bastante escaso.

—Vale—dijo Evelyn—, tenemos dos opciones: o ir hacia adelante, en dirección al Guadalquivir, o hacia atrás.

—Una pregunta, ¿la desembocadura de la alcantarilla no será en el río?

—No estoy seguro de ello, pero creo que sí —me contestó Nico.

—Entonces creo que deberíamos ir por el otro lado —fue mi conclusión.

—Por mí bien—aceptó Nico.

—Yo también acepto —dijo Evelyn.

Nos fuimos los tres por la dirección escogida, sin más problemas que una aparatosa caída de Nico a las aguas residuales.

—¡Puag! Voy a estar oliendo a porquería un mes entero.

—Al menos ahora mismo hueles a huevo podrido vomitado por una mofeta. Creo que voy a vomitaaaarrrr.—Los pronósticos de Evelyn se cumplieron cinco minutos más tarde.

—Buffff… ahora quiero que sea primavera para tener taponada la nariz —agregué.

Total, que nos dio la una de la madrugada, hora que considerábamos adecuada para salir a la calle y buscar un callejón para pasar desapercibidos.

—Vale, no soy el experto en moda de aquí, pero creo que para que nadie nos reconozca debemos alterar nuestro aspecto —dijo Nico.

—¡Llevo dos meses dejándome el pelo largo y no quiero cortármelo ahora! —protestó Evelyn.

—No hay pero que valga. Si no queremos que nos reconozcan, será mejor parecer diferentes —le contestó mi amigo, y yo asentí.

—Seré yo el primero en cambiar mi look—dije, y me arranqué una manga.

Me la puse en la frente y me pasé el pelo por debajo, y me cubría hasta la mitad de los ojos. Les pregunté que cómo estaba, y ellos me contestaron al unísono:

—Horrible.

—Perfecto, eso es lo que quería oír.

Después, Nico se mojó el pelo, se hizo un tupé y no se parecía en nada al niño que conocíamos. Evelyn era bastante terca y hubo que conversar mucho con ella para que se hiciera el más mínimo cambio. Al final, se hizo dos coletas que parecían las orejas de un gato y se puso flequillo. Estaba horrible, pero algo es algo. Estos ligeros cambios sumados a la oscuridad de la noche tal vez fueran suficientes para que nadie supiera quiénes éramos.

Era hora de salir a la calle, pero teníamos que hacerlo con mucha discreción. No creo que la gente esté acostumbrada a que salgan adolescentes de una alcantarilla por la noche.

—Nico, ¿puedes hacer eso que hiciste del dirigible?

—Creo que sí, pero solo unos segundos.

—Bien, pues cuando diga tres tienes que hacer algo impresionante para que nos dé tiempo a salir.

—Ok.

—¿Listos los tres?

—Sí.

—Evelyn, tú también tienes que hacer algo. Cuando diga tres tú tienes que abrir la tapa de la alcantarilla, ¿entendido?

—Entendido.

—Pues a la de tres; una dos y… ¡tres! —Evelyn abrió la tapadera y cuando la levantó, un torrente de luz cayó sobre nosotros.

Resulta que Nico había hecho aparecer una figura humana tan fuertemente iluminada por un foco que no se podía distinguir bien. Hubo una décima de segundo en la que, al correr, giré la cara por un momento y pude reconocer quién era esa figura humana. Brad Pitt. Sí, a Nico no se le había ocurrido mejor cosa que hacer aparecer a un actor de Hollywood con focos y una alfombra roja. Al menos sirvió, porque los que allí estaban y lo vieron se pusieron a sacar fotos como cualquier Paparazzi. Cuando pude ver la calle que teníamos a la derecha, me puse contento porque era un callejón pequeño con una perpendicular perfecta para pasar la noche. Me puse en primera posición en la improvisada carrera que estábamos haciendo y llegué, creo que no me vio nadie. Después, en un visto y no visto ya había llegado Evelyn. Mientras tanto, Brad se puso a correr y desapareció en la oscuridad. Se esfumó en el mismo momento en el que Nico llegó a donde estábamos.

 

—Supongo que ya habrán recogido la basura, porque el contenedor está vacío.

—Entonces no hay nada que temer, mañana hablaremos —dijo Evelyn mientras le salía una lágrima.

—¿Por qué lloras?

—Porque hoy hemos tirado nuestra vida a la basura. Todos nuestros sueños arruinados. No podremos ser nada…—Empezaron a brotarle más lágrimas.

—¡Buueeennooo, bueno! Intenta tranquilizarte y dormirte. Mañana tenemos mucho tiempo para reflexionar y pensar ideas —dije.

Ella se dispuso a hacerle caso e intentó acomodarse. Diez minutos más tarde estábamos fritos los tres. Habíamos vivido el día más complicados de nuestras vidas, creo que debíamos descansar.

Capítulo 8:

REFLEXIONES

ERAN las siete de la mañana, y yo ya estaba despierto. Suponiendo que nos hubieran identificado, hoy empezaría nuestra búsqueda. Decidí que debía despertar a mis amigos y hablar sobre nuestra situación. Zarandeé a Nico, que enseguida se incorporó. Evelyn era un hueso un poco más duro de roer. La zarandeamos, le hablamos al oído e incluso le tiramos de los pelos.

—No se despierta —dijo Nico.

—Creo que sé cómo despertarla. ¡Ahí va, se me ha caído el móvil de Evelyn a la alcantarilla!

—¡Mi i-phone! —Mi plan funcionó a la perfección.

—Anda la dormilona —dijo Nico entre carcajadas.

—No tiene gracia.

—Bueno, ahora que estamos todos, es hora de discutir el plan de fuga —dije cuando ella se despertó del todo.

—Bien, a mí se me ha ocurrido que podemos colarnos en el metro de la estación Pablo de Olavide —propuso Nico.

—¿Pero cómo llegamos hasta allí? —preguntó Evelyn.

—Ehhh… ¿ups?

—Pues vaya un plan —dijo ella.

—Yo creo que será mejor esconderse en la casa de algún familiar y que este nos lleve a la estación —dije.

—Hum… me parece bien.

—Yo opino igual que Evelyn.

—Pues decidido.—Cerré este y empecé otro tema—.Por cierto, ¿habéis pensado cuántos titulares dimos ayer?

—¡A que sí! —respondió Nico—. Empecemos por el de que: «Aparece el niño desaparecido en Sevilla».

—También el de que unos niños destrozan parcialmente la Catedral de Sevilla—agregué.

—No nos olvidemos del de «Pelea de unos jóvenes en la Catedral de Sevilla» y «La pelea de jóvenes en la Catedral de Sevilla acaba con los cuatro desaparecidos y un herido»—aportó la de Gales.

—Creo que es más importante el que habla de los extraños fenómenos ocurridos en la catedral. Ya sabéis, lo del garrote, el lagarto, las naranjas y la «batalla policial»—pensó Nico.

—Después de eso, un misterioso dirigible aparece en los cielos de Sevilla para luego esfumarse.

—Para mí, el más grave e importante de todos es, sin lugar a dudas «Brad Pitt aparece en Sevilla»—opiné.

—Sí.

—Claro.

—Siete titulares sin contar el de primer día de búsqueda de los niños desaparecidos en Sevilla, o el de la angustia de los familiares de…—empezó a hablar Nico.

—Vale, lo entendemos —le cortó Evelyn.

—Una pregunta, Evelyn; ¿y el libro?

—Ah, eso. Lo dejé en casa de mi abuelo.

—¡No será verdad! —grité.

—¡SSSSHHHHH! ¿Pero por qué gritas?

—¿No os dais cuenta de que ahora somos los que tenemos que pararle los pies a Luis? Sin ese libro, no podremos hacer nada—dije.

—Tampoco será para tanto.

—¡¿Que no será para tanto?! Ahí está toda la información y todo lo que necesitamos para vencerle. No podemos, repito, ¡no podemos hacer nada si él!

—Vale, vale. Gritón.

—Chicos, ¿me dais permiso para desahogarme un momento?—declaró Evelyn.

Se puso en pie, y se alejó un poco de nosotros. Cogió una bolsa de basura y se puso a patearla como si fuera lo que ella más odiase del mundo.

—¡No entiendo… por qué hicimos eso… fuimos idiotas… tiramos nuestro futuro…! —Cada punto suspensivo representa a las veces que Evelyn le pegaba patadas a la bolsa. Pobrecita. Digo que pobrecita la bolsa.

—Bueno tampoco será tan grave —dije.

—¡Que no será tan grave! —¡Pum!—.¡Nos hemos cargado nuestro futuro!—¡Pum!—.¡Todo lo que hemos estudiado no nos servirá de nada!—¡Pum!—. ¡Cuando salgamos de la cárcel con cincuenta años leerán nuestro currículum y nos rechazarán enseguida!—¡Pum!—. ¡¿Por qué lo hemos hecho?! —Todo lo dijo entre lágrimas y patadas.

—Míralo por el lado bueno: ya estamos trabajando.

—¿Cómo?

—Nuestro trabajo ahora es pararle los pies a Luis, como dije antes. Si su vida consiste en querer asesinar a los que gobiernan la Tierra, no puede pasar nada bueno. Si pararle es lo único que hago en mi vida, estaré contento. Cuando terminemos de traducir ese libro, yo, solo o con vosotros, lucharé contra él aunque me cueste la vida. Me gustaría que vosotros os comprometierais a luchar contra él.

—No sé, no sé —dijo Evelyn—. Creo que te estás precipitando, solo ha pasado un día desde que sabemos todo esto, y tú ya estás… bah, ya me entendéis.

—Yo necesito un poco de tiempo para pensarlo —respondió Nico.

—Como no puedo obligaros, tenéis el tiempo que queráis, pero es que…

—¿Pero es que qué?

—Estoy seguro de que Luis no planea nada bueno si consigue su objetivo. Lo más probable es que nadie tenga ese libro aparte de nosotros y él, lo que nos convierte en las únicas personas capaces de pararlo, lo cual es una responsabilidad demasiado grande…

—Creo que le das demasiada importancia.—Ahora me doy cuenta que Nico solo intentó quitarle hierro al asunto, pero entonces no lo hice.

Ya enfadado hasta las narices, salté sobre él y le agarré del cuello.

—¡Peeero adóóóónde vas, mataaoooo…!—dijo mientras Evelyn intentaba separarnos.

—Perdón, pero es que me sulfuro —dije, ya calmado—. Lo que pasa es que con lo de la armadura y lo del Norlak no queda duda alguna de que Vairen, los Gobernadores y todo lo demás es todo cierto. Pero vamos a dejar el tema, váyase que pase algo como lo de antes.

—Si no me falla la memoria, la única cuestión que nos falta es la de los «poderes».

—Pues sí.

—Bien, he visto que las veces que nos ha pasado ha sido por extrema necesidad. Creo que solo podemos utilizarlos cuando no hay más remedio.

—Mi poder ha sido que el garrote volara a mi mano y los movimientos del lagarto. Lo he pensado, y resulta que es el mismo que posee Luis: la «telequinesis». El de Nico ha sido crear ilusiones a gran escala, como el dirigible y Brad. El de Evelyn… —Ella no me dejó terminar.

—¿Yo? ¿Un poder?

—Me refiero a la onda expansiva.

—¿Eso fui yo? ¿Enserio? Creía que fuiste tú.

—Yo no tengo ni idea de lo que estáis hablando, si me dejáis interrumpir —se metió en la conversación Nico.

—Tú cállate que estabas inconsciente —le espetó Evelyn—. Pero, sigo sin creerme que sea o de verdad, es increíble, es genial, no sabía que era tan poderosa, quizá…—dijo ella, cada vez más ilusionada.

—Baja los humos. Tampoco eres la Mujer Maravilla —le devolvió el comentario Nico.

—¿Y tú, Nico? ¿Cómo hiciste aquellas cosas?

—La verdad es que no lo sé. Fue un segundo, se me iluminó la mente y supe qué hacer. No sé ni cómo me puse a hacer la ilusión, me salió todo solo, sin pensarlo. Como si no fuera yo quien las hizo.

—Bueno sí, pero seguro que tuviste…—La tapa del contenedor cayó con una ráfaga de viento sobre la cabeza de Evelyn mientras terminaba su comentario—. ¡Aaayyyy!

Entonces, por ese grito, una persiana del edificio de al lado se abrió. Teníamos todos el corazón en un puño, cuando una persona mayor apareció por la ventana. Evelyn gritó:

—¡ABUELO!

—¡Evelyn!

Capítulo 9:

EL ABUELO DE EVELYN

EL por lo visto abuelo de Evelyn era una persona mayor, de pelo cano y con un rostro inteligente. Tenía arrugas por toda la cara y el canoso pelo caído por su nuca, pero sus ojos eran los más jóvenes e inteligentes que se pueden tener. Eran de color azul turquesa, como el agua del Caribe. A su boca no le faltaba ninguna pieza dental pero su nariz contaba con numerosos rasguños que no parecían recientes. Mirando su cara en su totalidad se podría llegar a la conclusión de que tenía ochenta años, estimación que luego descubriría que se quedaba corta por cinco años.