El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión

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Naess: precisa lo que quieres decir

Arne Naess, filósofo noruego, el otro lógico estudioso del malentendido, parte de la actitud del escéptico que desea dar clarificación filosófica y conceptual a los desacuerdos existentes, sin considerar ningún punto de partida como necesario o evidente a priori. Es un anti- apriorista, él mismo no usó ningún punto de arranque, ni siquiera uno anti- a priori. Partía de una interrogación y búsqueda constante. En oposición a lo que denominó «semántica de mecedora», buscaba construir una «semántica empírica» para la argumentación, a manera de poder definir lo que es entendido por expresiones particulares en círculos particulares (interpretación y precisión), una versión de la semántica que debiera tener mayor influencia en la lingüística. Sobre la base de la semántica lógica, la semántica de frase ducrotiana o estructural greimasiana, tal teoría de Naess se colocaría en un segundo estrato, que le daría a este nivel de estudio lingüístico un sentido social y polémico mayor dentro del análisis del discurso: ¿qué quiere decir x en el uso, y en el contexto, z para cada actor? La semántica de Greimas hizo el aporte de considerar tanto el sentido en el paradigma —la selección de una palabra frente a otras— como en el sintagma —en la sucesión— y su semiótica permite comprender el funcionamiento del sentido en un texto concreto, pero es inmanente, no alcanza a atender la complejidad sociocultural y a los sujetos en el contexto de enunciación.

Cuando un participante hace una declaración A y otro plantea no-A y no es claro en qué consiste la diferencia, entonces los dos participantes deben indicar las condiciones bajo las cuales considerarían A como verificado (corroborado) o falsificado (debilitado). Este proceso de verificación o falsificación implica una posición abierta de quien se interroga, no de juez sino de corredor de bolsa o agente de negocios que valoran las ofertas. A diferencia de Crawshay-Williams, Naess6 no piensa en criterios lógico empíricos, pragmáticos u operacionales, sino en series de modelos de discusión para varias situaciones que podrían emerger7 constituyéndose en un antecedente de la pragma-dialéctica holandesa, pero pensando, en el caso del filósofo noruego, en reglas de discusión que varían según las circunstancias, lo cual me parece más apropiado y por supuesto más flexible. Para Naess la dialéctica se inserta dentro de un movimiento de quiebre empírico de la lógica y constituye una comunicación verbal intersubjetiva sistemática que debe servir a dos propósitos:

• Aclarar malentendidos con miras a llegar a una negociación en forma pragmática mediante la necesaria precisión (Präzisierung) de los puntos de vista

• Preparar los puntos de vista individuales para someterlos a prueba

Naess formuló reglas para disolver malentendidos a partir de las nociones de «precisar» y «precisión»:

• Precisar una emisión o formulación significa hacerla más precisa remplazándola por una emisión de otra formulación que elimina algunas interpretaciones racionales sin añadir otras

• Una precisión (de una emisión o formulación) significa el resultado de una operación de precisión, así como la operación en sí8

La precisión hace uso de un dominio de interpretación. Para entender lo que Naess define por «interpretación» es necesario tomar en cuenta los tres elementos del signo, un poco a la manera de los estoicos, san Agustín y Peirce. Interpretar es asignar una proposición (C) a una formulación (A). Así, a la formulación (A) «el camión pasa a las 2:00», podemos asignarle la proposición que remite a «las 2:00 de la mañana» (C 1) o la que remite a «las 2:00 de la tarde» (C 2).9

FIGURA 3. EL SIGNO EN NAESS10


La oración U es una interpretación para la oración T significa lo mismo que decir: es razonable y correcto plantear que, en al menos un contexto, U puede expresar la misma proposición que T.11 Como a veces la diferencia de interpretación tiene que ver con una parte de la frase y no con toda ella, se plantea una segunda definición: decir que un término b es una interpretación de un término a significa que si b es substituido por a en una oración T 0, el resultado será una oración T 1, que nos da una interpretación de T 0.

Según Naess los desacuerdos suelen relacionarse no con oraciones sino con proposiciones, por eso es necesario plantear precisiones a la interpretación. La definición de precisión sería:12 la oración U («el camión pasa a las 2:00 de la mañana») es una precisión de la oración T («el camión pasa a las 2:00») significa lo mismo que decir que hay al menos una interpretación razonable de T (v.gr. «el camión pasa a las 2:00 de la tarde») que no es razonable de U, pero no hay interpretación razonable de U que no sea también una interpretación razonable de T. Es decir, una precisión es una limitación de las posibles proposiciones asignables a una formulación. Decir U es más preciso que T es un concepto comparativo y en su sentido completo debe incluir el contexto y la persona a quien se pretende precisar, tiene que ver con el trasfondo (background): U («las dos de la tarde») es más preciso que T («las dos») para una persona X en un contexto Y (supongamos alguien en el huso horario de Nueva York y no otro en el huso horario de Los Ángeles). En un real desacuerdo, los puntos de vista pueden, y deben, ser medidos uno frente a otro. Ello tiene que ver con la aceptabilidad: para una persona Y, o un grupo de gente X, el punto de vista T 1 es más aceptable que el punto de vista T 2. Supongamos el caso de la noción de enfermedad, que no puede definirse como algo en sí, invariable, sino que depende del grupo de médicos al que se pertenece (homeópatas, alópatas, médicos tradicionales indígenas, acupunturistas) haciendo que se admita o no dentro de las definiciones un mal como el «susto» o el «empacho». Aquí se ligan aceptabilidad y sociabilidad, lo cual constituye una posición más avanzada de la que se maneja en otras ocasiones en la lógica informal y la pragma-dialéctica.

La precisión13 no debe confundirse con la especificación: una oración U («el camión pasa a las 2:00 en la calle de Juárez») especifica otra oración T («el camión pasa a las 2:00») si U aserta lo que T pero al mismo tiempo aserta algo más acerca de la misma materia. Es decir, aserta algo más, pero por lo mismo, no ayuda —según Naess— a identificar lo asertado. La distinción nos clarifica porque muchas veces no hacemos sino confundirnos cuando nos dan más y más datos en lugar de acotar el problema, de precisarlo (en este caso, el conflicto de si se trata de las dos de la mañana o de las dos de la tarde). Es en la precisión donde el desacuerdo se relaciona (o puede relacionar) con el hecho de que diferentes proposiciones pueden ser asignadas a la misma oración, como en el malentendido.

FIGURA 4. U COMO PRECISIÓN DE T0


El esquema de una precisión está en la base de la formulación de un proceso argumentativo racional (fuente probable del ya mencionado esquema de Kopperschmidt de la argumentación-refutación) según Naess.

Al considerar el proceso de discusión es importante hacer notar que la lógica de Naess admite gradaciones y se plantea en términos de razonabilidad y no de corrección, porque lo correcto tiene connotaciones absolutas (aunque no en Crawshay-Williams, que liga lo correcto a lo adecuado contextualmente). Así, en el mismo núcleo lógico de la argumentación contemporánea se establece no la objetividad absoluta sino la intersubjetividad, no el monólogo sin sujeto sino el diálogo, no la corrección y verdad inmutable sino la razonabilidad. Este punto es muy importante, porque con frecuencia y facilidad los estudios dialécticos dejan la argumentación y la razonabilidad para inclinarse hacia la demostración y la verdad (v.gr. el último Johnson, en la lógica informal). Aunque hay que señalar también que la utilidad de la precisión o la especificación en la aclaración de un malentendido depende del caso, ya que en ocasiones conocer la información complementaria permite tomar las decisiones, aunque no sea en el plano lógico y directamente vinculado a la proposición.

Cabe mencionar por último que hay una tensión en estos enfoques, debido a lo ya señalado por Wittgenstein: la lógica no trata del pensamiento sino que construye un lenguaje ideal y no le toca al lógico mostrar qué aspecto tiene una construcción correcta en el lenguaje natural sino en su ideal. De hecho, podemos decir con ironía, es un malentendido confundir la lógica con el lenguaje natural, pero si somos conscientes de esta distancia, la lógica tiene un valor insustituible en la aclaración.

FIGURA 5. EL PROCESO ARGUMENTATIVO RACIONAL EN NAESS


La semiótica de la cultura: ¿por qué no nos comprendemos?

A diferencia de la semiótica centro europea y estadounidense que ha producido un complicado aparato deductivo y de definiciones especializadas (una metasemiótica), la semiótica de la cultura, desarrollada por la escuela de Tartu-Moscú, cuya cabeza fue Iuri Lotman, ha permitido un tratamiento de los fenómenos sígnicos en una perspectiva «culturológica» e inductiva, originalmente de corte un tanto estructuralista pero que en su última fase se ha abierto a una visión dinámica de la comunicación, la cultura y la significación. Dentro de la etapa todavía un tanto estructuralista de esta escuela, Iuri I. Levin escribió un excelente texto titulado «Tesis sobre la no-comprensión del texto».14 Este escrito nos hace pensar también en la necesidad de reconcebir la teoría de la comunicación correlacionada con la teoría de la incomunicación o, como dice Levin, de la «no comprensión». El fenómeno de la no comprensión está, por así decirlo, un nivel más abajo del malentendido, es su base y deja de ser argumentativo para en definitiva remitir sólo a la explicación y a la aclaración, sin embargo lo tratamos porque nos permite dejar claros los límites inferiores de la argumentación y especificar las posibles fuentes de un malentendido.

 

El punto de partida de Levin es que todo texto verbal es «portador de cierta estructura de muchos estratos; cuando tiene lugar la recepción del texto esa estructura se refleja (otobrazhaestsia) en la conciencia del receptor; el reflejo inadecuado de tales o cuales elementos de ella es precisamente la NC» (no comprensión). Podemos cuestionar la visión de estructura y la noción de reflejo, que no expresa lo complejo de la relación entre lo real concreto y lo simbólico. Preferiríamos el concepto «refracta» utilizado por Bajtin, que conlleva una rarefacción, un desvío siempre presente en la semiosis o proceso de significación, pero ello no obsta para reconocer los aportes de la tesis en cuestión. Levin subraya algo que no debiera olvidarse: un texto es multiestratificado y, como diría Lotman, heterogéneo, de ahí la constante apertura y la casi imposibilidad de una verdad eterna sobre él.

Desde la perspectiva estructural de Levin, lo que importa es en qué estrato de la estructura tiene lugar la no comprensión: el significado, el sujet (el tema y cómo es tratado, por decirlo con simpleza), el ritmo. Importa saber cuál es el volumen y carácter del segmento no comprendido, cuál es la «fuente» de la no comprensión: un fragmento de lengua, vínculos semánticos, o los objetos o eventos del mundo. Puede remitir al carácter inadecuado de la reflexión: no percepción del referente o percepción de un referente del tipo en cuestión pero al cabo equivocado, el reflejo desvaído o la perplejidad al no saber qué «reflejo» elegir. También puede acontecer la no comprensión «por culpa del texto», es decir, del autor, por ilógica o por plantear una lectura fuera de las condiciones de recepción de un momento dado o «por culpa del lector», lo que nos lleva a temas de interés argumentativo: la preparación, la aceptabilidad, la atención o incluso lo necio de una de las partes en la erística. También puede desarrollarse la no comprensión por el conflicto entre lo que le parece al lector y la realidad, es decir, por un conflicto entre subjetividad y objetividad (hasta donde ésta puede afirmarse como tal). El lector o receptor puede subestimar o sobrestimar su comprensión.

La no comprensión puede ser remitida al sentido local, al sentido global o a condiciones más allá, en el exterior del sentido. En el primer caso tenemos, por ejemplo, la puntuación incorrecta, el empleo connotativo, etcétera. En el segundo caso estamos ante los personajes, la estructura espacio-temporal (el cronotopo, en términos bajtinianos, es decir, cómo organiza la narración el tiempo y el espacio), las ideas y temas esenciales. Por último, la no comprensión exterior al sentido nos remite a la interacción entre el sentido estructural y el estrato imaginal patente (nagliadno-obraznyi) de las representaciones objetuales, el estrato sonoro, el ritmo y la entonación que nos conducen a lo llamado «paraverbal» y en particular a la entonación.

Levin nos conduce al dominio del asombro por la no comprensión, a identificar textos «enfermos», al fenómeno de la comprensión aparente. Este asombro, en el enfoque discursivo y el no estructural, nos lleva a plantearnos las bases mismas del lenguaje, la comunicación y la argumentación.

Los modos del malentendido: ¿en dónde está el problema?

Un malentendido puede obedecer a dificultades de comunicación o comprensión con relación a lo expuesto. Sin embargo, se produce debido a los implícitos, ya sea presupuestos (de lenguaje) o sobrentendidos (contextuales). Lo dicho, verbal, puede expresar presupuestos o sobrentendidos no controlados. O bien, es factible que exista un problema de interpretación de los implícitos. O, por último, lo verbal deja pasar o nos lleva a interpretar malentendidos derivados del sentido paraverbal o del contexto no verbal. En este proceso de contacto con lo no dicho entramos a los malentendidos sociales, culturales e ideológicos.

Un malentendido, como una argumentación compleja, puede obedecer a un modo lógico, según lo ven Naess y Crawshay-Williams, pero puede deberse también a asuntos de sentimiento, intuición, creencias o acceso a evidencias físicas o contextuales (Gilbert). Así por ejemplo, en los malentendidos maritales que toda pareja ha vivido una o muchas veces, con frecuencia el problema no es lógico sino sentimental (v.gr., la siguiente discusión: «No te importo»; «¿Por qué dices eso?»; «No me ayudaste»; «Eso no es lógico, no me pediste que te ayudara»; «¿Tengo que pedírtelo cada vez?»). En tales casos, resolver la dificultad lógica no soluciona el problema planteado en el nivel de las emociones entre los amantes. Insistir sobre la solución lógica es ahondar en la fractura emocional y no porque la lógica no sea relevante sino porque no es exclusiva.

Un malentendido puede obedecer no a la posición en la punta del iceberg de la argumentación sino a todo el sistema de creencias, lo que hace muy intricada la resolución de tales dificultades. Podría ser el caso, por ejemplo, de las políticas de desarrollo en las zonas rurales de América Latina. Supongamos que llega a determinado lugar una institución gubernamental, detecta la necesidad de agua en una comunidad, ésta acepta que existe la carencia de agua, la institución abre un pozo a medio pueblo y, sin embargo, nadie saca agua. La gente no va, digamos, porque no tiene la costumbre de ir a sacar el agua a medio pueblo, sino que la ida al agua es parte de la estructura del trabajo familiar, del paseo, del baño. O bien, no gusta de que se tomen decisiones si no es por asamblea popular, o considera que no es correcta la toma de agua fuera de las corrientes naturales. No basta con resolver la ecuación «falta de agua, solución = pozo». Se detectó y se consensó respecto de un problema, pero faltó detectar y lograr el consenso respecto a la solución y el modo de operarla según el acuerdo cultural e ideológico.

El malentendido puede desarrollarse entonces en determinadas circunstancias en un modo que no es predominantemente lógico, sino emocional o de creencia (o de hábito cultural). En ocasiones puede presentarse en más de un modo a la vez. De hecho, dado que los modos son analíticos pero no se presentan de manera separada en la realidad, pueden venir todos al caso para la comprensión global del malentendido. Naturalmente que en la argumentación ordinaria no hacemos estos desgloses sino en forma extraordinaria, porque entender, como dice Wittgenstein, es algo que se da de golpe. La dimensión humana del malentendido nos hace interpretarlo —en la práctica cotidiana— en su carácter total, entremezclando lógica, emociones y creencias.

La negociación del malentendido

El malentendido ha sido estudiado por la teoría de la conversación en su capítulo relativo a las negociaciones, que eran ya el objeto de preocupación de Naess y Williams, aunque la lingüística conversacional se acerca al tema desde una perspectiva descriptiva y no normativa, conforme a un esquema general: una negociación tiene al menos un inicio, un desarrollo conforme a la meta y un cierre; se da siempre que existe un diferendo y su resultado puede ser el éxito o el fracaso; si se tiene éxito puede ser que alguna de las partes se lleve el triunfo o que se establezca una situación de compromiso.

FIGURA 6. EL RESULTADO DE LA NEGOCIACIÓN CONVERSACIONAL


Uno de los casos de negociación es el malentendido, que puede tocar diferentes temas: malentendido de la relación entre los participantes, de la identidad de los mismos, de los procedimientos, de los signos empleados, etcétera. Este punto es central, no sólo se focaliza un aspecto del malentendido sino que se analizan diferentes características de funcionamiento según los temas, los puntos de discusión, la significación, etcétera.

Cuando se trata de una negociación de signos, si seguimos el triángulo peirceano de manera realista, el diferendo puede remitir a aclaraciones sobre el referente (a lo que remite lo dicho: v.gr. el mal de un paciente), el significado (el concepto: el «empacho» o la «infección gastrointestinal» del paciente) o el significante (la forma que soporta el contenido, las palabras o frases: supongamos, por ejemplo, que lo que el paciente tiene no puede ser definido como «infección gastrointestinal» sino como «úlcera»), apreciación que amplía el tema de la convención en Crawshay-Williams, que habla sólo en sentido general de la «aceptación de definiciones».

Nosotros diríamos que es importante además el uso del signo en un sentido amplio, más allá de lo verbal. La perspectiva semiótica de Peirce, también adoptada y modificada por Naess, permite una apertura hacia lo no verbal, que puede jugar un papel en el malentendido. En las películas cómicas, por ejemplo, se explota el malentendido por disparidad respecto a la posibilidad de comprobar una evidencia física que uno de los participantes no puede ver, estableciéndose un juego complejo entre emisor, destinatario en el campo de la pantalla y destinatario espectador fuera de campo.

Además de vincularse a distintos temas y a dimensiones no verbales, la negociación de signos puede llevarnos hacia malentendidos en torno al sobrentendido (un implícito que tiene que ver con el contexto y el uso que hacemos de las expresiones). Para su disolución han de expresarse necesariamente los implícitos, como en los casos de diferencias de interpretación en Naess, donde pueden asignarse distintas proposiciones a una misma formulación lingüística. Sólo que en el caso del sobrentendido la «explicitación» puede llegar a ser complicada y prolongada, porque no siempre sabemos de entrada en qué fundamos nuestra apreciación.

Por otra parte, la teoría de la negociación nos conduce al tratamiento de las escurridizas intenciones en el malentendido y la argumentación, ya que en una interacción se negocian las relaciones y el poder asociado a ellas. Así por ejemplo, el malentendido puede ser construido de modo artificial, como estrategia erística o de mala fe: construyo un malentendido para ganar posición. Cuando coloco al otro en situación de explicarse, está en una posición baja, de menor poder, se ve afectada su «cara», su territorialidad o la imagen de sí mismo.

En suma, el malentendido, de acuerdo con la teoría de la negociación conversacional, según la empleamos en análisis del discurso, puede vincularse a distintos tópicos, a dimensiones no verbales, a lo implícito y silenciado, así como al poder y la intencionalidad.