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El año de la peste

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Aus der Reihe: Fichas para el siglo XXI #44
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La libertad de un encierro

Madelyn Ruiz (Atenas, Grecia)*

Al parecer, eso que afecta verdaderamente en este momento a la mayoría de la gente no es el coronavirus como amenaza efectiva -la cual en muchos de los casos se experimenta como algo impreciso- sino las consecuencias de un recién estrenado régimen de convivencia cotidiano. Este régimen viene a subvertir las bases del lazo social. Un lazo social que entraba cada vez más en crisis en la misma medida que lo hacía el capitalismo de la sociedad posmoderna. Las personas habían sustituido necesidades básicas de convivencia por necesidades alienadas; ilusión de una supuesta posibilidad de absoluta satisfacción.

En el momento actual y ante las nuevas condiciones de limitación de las relaciones personales, el contacto inmediato con los otros adquiere de repente un nuevo valor. No se trata de cualquier valor; es un valor validado a su vez por la privación: privación de libertad, privación de goce, la cual experimenta el ser humano con extrema intensidad, con la misma extrema intensidad con que aspira a ellas.

Hoy podemos leer una abundante producción de publicaciones en las cuales predomina la preocupación en relación a la posibilidad de control que favorece semejante régimen de disciplina social con el fin de establecer garantías para la salud pública. Se vive el duelo de la pérdida de libertad y autodeterminación que supuestamente son garantizados por un régimen neoliberal o, en general, por los logros de un modelo occidental de democracia. Allí donde parece inevitable reconocer la eficacia de una estrategia centrada en el control del estado para evitar la propagación del virus, con todos sus matices totalitaristas, nos preguntamos si debemos sacrificar las conquistas de los derechos humanos reivindicados por más de doscientos años tras la revolución francesa. Esta preocupación llega a alcanzar dimensiones paranoides, por otra parte, siempre emergentes, cuando se trata de la sospecha de la amenaza de un Otro que goza y se aprovecha de nosotros.

Desde otro punto de vista, quizás más escaso, aparece la preocupación por una tendencia que promueve la responsabilidad personal en el enfrentamiento de la pandemia. Según ella, la sociedad civil se lava las manos como Poncio Pilatos y considera que la responsabilidad social deviene el vehículo ideal del individualismo, el cual promueve una conducta tan hostil hacia los otros, en tanto potencial amenaza, como culpabilizante hacia su propia dificultad en manejar la responsabilidad propia.

Es decir, no aceptamos la imposición de regulaciones y límites a nuestro libre albedrío, pero tampoco estamos dispuestos a hacernos cargo completamente del grado de responsabilidad que implica la participación de cada uno en la sociedad.

En la mayor parte de las sociedades actuales la idea de que podemos lograrlo todo y de que tenemos derecho a tenerlo todo, es fomentada y animada por aproximaciones psicosociales que sustentan un modelo de hombre que no reconoce límites en su aspiración a un ideal. Ya se trate del exitoso hombre de negocios del libre mercado, ya de la promesa del hombre nuevo de una izquierda anquilosada, o aún incluso, de aquella otra pureza Zen de forma de vida oriental, el sujeto sigue aspirando a una supuesta libertad a la medida de un ideal que el Ego impone.

El ser humano habitualmente no puede sostenerse como sujeto ante lo siniestro de la muerte o el aislamiento. Se reduce allí a una posición de objeto. El psicoanálisis, el cual no es ni filosofía ni cosmovisión, se coloca frente a esta nueva realidad ofreciendo la posibilidad de una percepción diferente de la privación como algo esencial al ser humano. En este sentido, le ofrece probablemente la posibilidad de preguntarse cuál es su lugar como sujeto. No propone recetas preestablecidas para conseguir que lo pasemos bien en el confinamiento, simplemente porque no hay receta común para todos. No promete una solución única y concreta, ya que solución es sólo aquella que puede encontrar cada uno para sí mismo. Esta otra percepción puede permitirle -si está dispuesto a ello- transformar el miedo que de repente hoy lo hace disciplinarse, en una aceptación de los límites que le revelan otra manera –determinada por sí mismo y no por el Otro- de ser libre en la medida de lo posible.

Ese silencio ensordecedor que trae consigo esta nueva manera de vivir podría permitir escuchar los verdaderos sonidos de la vida, los pasos más lentos y la respiración de un modo de vida que no tiene nada que perseguir. Podría uno descubrir que es posible vivir de manera diferente, que puede haber sitio para todos cuando las cosas, los espacios, adquieren su verdadero valor si se entiende finalmente que todo lo demás estaba de sobra.

*Psicóloga. Psicoanalista. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Freud - Lacan, AtenasF. Ejerce como psicóloga clínica en el Centro de Día Omonoia de la ONG Klimaka, Atenas, Grecia.

madersj@yahoo.com

Cuidar a los que cuidan

Sabrina Zuccolo*

Introducción

En la actualidad nos encontramos frente a un evento disruptivo, que genera miedos, incertidumbre, angustias, pero por, sobre todo, nos confronta a una realidad que pertenece a toda la humanidad: la posibilidad de muerte inminente.

La pandemia del Covid-19 nos ubica frente a frente con algo que sabemos en lo más profundo de nuestro ser, pero que negamos, “tapamos”, simbolizamos, es decir, nos defendemos frente a ese real, a nivel psicológico, de diferentes formas según nuestra personalidad. Es lo real de la propia finitud, y la de nuestros seres queridos, que se nos hace presente en algunas situaciones de la vida, como cuando hay un riesgo, como el que nos atraviesa ahora.

Ahora bien: en esta “guerra” contra el Covid-19, todos tenemos miedos, angustias, se nos profundizan o reactivan nuestros síntomas, tanto físicos como psicológicos (insomnio, gastritis, ataque de pánico, ansiedad, depresión, etc.). Para un ciudadano común es angustiante. Ahora bien: ¿Qué les sucede a los que conforman el personal de salud que está al frente de esta lucha, a “los soldados de la trinchera”?

Siguiendo la analogía con la guerra, un ciudadano común sufre, se angustia, frente a este enemigo que puede enfermarlo, quitarle su salud, hasta su vida, o la de un ser querido. No obstante, nosotros podemos quedarnos en casa, cuidarnos, usar tapabocas al salir, cuidar a nuestras familias (con todo lo que conlleva también el encierro, a nivel psicológico). El “soldado de la trinchera” no corre con la “misma suerte”. Debe luchar en el frente de batalla, con escasos insumos, tanto para los pacientes como para el cuidado de sí mismo, sin tratamiento curativo aún, con riesgos de contagio para ellos y sus familiares. Ni que hablar que el enfrentamiento con la muerte de pacientes, para el cual el médico o profesional de la salud suele estar entrenado, se encuentra intensificado en una pandemia como la que estamos atravesando en la actualidad.

El sufrimiento detrás del médico

La pregunta que me he formulado para construir este artículo, cuyo objetivo es concientizar de lo fundamental del cuidado de los profesionales de la salud que están en los hospitales, clínicas, sanatorios en estos momentos, atendiendo pacientes con Covid-19, es: ¿Cuál es el impacto en su psiquismo, de trabajar en una profesión “poco cuidada”, donde no tienen los elementos para realizar su función de curar, de atender, y de protegerse ellos mismos? ¿Cómo impacta en su aparato psíquico la posibilidad de contagio, de poder contagiar a otros, y hasta de morir?

En uno de sus artículos redactados recientemente, la psicoanalista y psiquiatra Esther Romano (APA), propone una línea de tratamiento, de ayuda, prevención y promoción de la salud mental para los profesionales de la salud, en este momento tan riesgoso tanto para su salud física como psicológica. Hace referencia a algunas de las causas del denominado burn out en profesionales de la salud: trabajan excesiva cantidad de horas, no poseen los recursos para trabajar y cumplir con su trabajo en forma efectiva, no pudiendo cumplir con sus expectativas de ayudar a los pacientes, curarlos, salvarles la vida; en ocasiones están mal pagos. Estos “factores de riesgo” son factibles de conducir a un cuadro psicopatológico denominado “burn out” (que se traduce al castellano como “lamparita quemada”), que es un estrés laboral, es decir, producido estrictamente por el trabajo y sus condiciones laborales. La sintomatología y características descriptas para este cuadro son: 1) Insomnio, 2) Baja autoestima (cuando esta característica no es de la personalidad de base o previa), 3) Dificultad en la toma de decisiones, dentro del ámbito laboral, 4) Auto -recriminación, sentimientos de frustración, impotencia 5) Abandono de la actividad, o sumisión extrema. 6) Depresión. Si bien se describen incluso suicidios, habría que deslindar otras causas pre-existentes.

El equipo de salud o personal de salud, puede estar expuesto a la “lamparita quemada”, en un contexto no tan extremo como el de una pandemia. No obstante, a modo de hipótesis, podemos decir que, el combate contra el Coronavirus es capaz de profundizar y agravar los factores de riesgo de los profesionales de la salud a padecer burn out.

Por ello mismo, es de suma importancia encender las alertas de “cuidar a los que cuidan, a los que nos cuidan”. Cuidarlos, en este caso, en su dimensión psicológica, ya que no son súper héroes con súper poderes, sino seres humanos con una misión muy importante, sobre todo en este momento de pandemia. Ellos también sufren, llevan un peso y una responsabilidad enorme sobre sus espaldas y sus corazones.

Un hecho que es de público conocimiento, (aunque habría que evaluar antecedentes patógenos en este caso) es el suicidio de la Jefa de Urgencias del Hospital de Nueva York, New York – Presbyterian Allen, en Manhattan. La médica, antes de cometer el acto suicida, les dijo a sus familiares que “no soportaba ver morir a tanta gente”, por el Coronavirus.

 

Conclusiones generales

Resulta, a mi parecer, en cuanto seguramente mi opinión profesional es compartida por mis colegas y otros profesionales de la salud mental, altamente importante considerar la salud mental del equipo de salud que se encuentra actualmente confrontándose con el Coronavirus, en un contexto, como decía al inicio del artículo, de incertidumbres, miedos y angustias, y por, sobre todo, considerando el riesgo que corren al estar al frente de la trinchera.

*Psicóloga (UCA) - Investigadora en formación (UBA)- Docente en Colegio de Psicólogos Distrito XV

sabrinazuccolo@yahoo.com.ar

Bibliografía:

Esther Romano. “Impacto psíquico del Coronavirus en profesionales de la salud: factores de riesgo y protectores”. Editorial Sciens. Psiquiatría, Nº 39. Mayo 2020. Buenos Aires, Argentina.

Coronados

Hemos CORONADO a la PESTE

pura materia de Dolor

y el espanto

nos ATA

PROHIBE

llevar CORONAS

a los MUERTOS….

Tristes los muertos / nunca

tan solos

en su sola SOLEDAD…

¿Alguien plantará flores para la mañana /

que tanto se retrasa,

quién recogerá las flores de hoy

ya sin LUZ

en la noche del HORROR…?

Los mismos que coronaron ayer

de espinas a los CRISTOS

coronan con pandemias de hambre

a los POBRESCRISTOS

de hoy…

PESTE y HAMBRE

Dura viene la MANO

Sin gloria

Dame tu MANO

o mejor / tu ALMA

Que nos CONTAGIE la CONSCIENCIA

Que nos salve la TERNURA

La vida sin el OTRO no vale la vida…

Buenos Aires, abril de 2020

Vicente Zito Lema*

La peste sin cruz

¿Cómo fue que pensar la muerte, lo impensable,

se convirtió en el pensar dominante

de nuestro ser en nuestros días…?

¿Cómo fue que hablar de la vida se hizo carne apenas

en el triste suburbio del discurso

de la tristeza y de la muerte?

¿O será que la peste no era solo muerte

sino un potente llamado,

el anuncio a gritos desde la montaña,

una ráfaga de estrellas venturosas,

un himno de gloria que supera la llamarada del dolor

y beatifica la cruz no del sufrimiento, no de la crucificación,

sino el desafío a nuestra resucitación en lo humano,

en lo que se olvida y se niega por debilidad,

en lo que pese a todo nos recuerda y desafía…?

Solo nos es dado como humano pensar lo vivo

Para que la vida merezca ser vivida

Bajo un cielo sin máscaras…

Buenos Aires, mayo de 2020

Vicente Zito Lema

*Escritor. Poeta. Abogado de Derechos Humanos. Participó y fundó varias revistas de la cultura. Publicó una treintena de libros, algunos editados por la editorial Topía son: Diálogos. Encuentro con Jacobo Fijman, Enrique Pichon Rivière, Fernando Ulloa, León Rozitchner y otras travesías por la belleza, las verdades de la época y los delirios / El alma no como vidrio. El manifiesto de la locura / Luz en la selva. La novela familiar de Enrique Pichon Riviére


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