La cosecha

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Uno solo puede imaginarse la confusión que estalló con el cambio hacia un sistema político nuevo. Después de todo, Puerto Rico había estado bajo la bandera española durante 400 años. Los paralelos con Nuevo México y el resto del suroeste son numerosos. Como el sistema político y económico se volvió más estadounidense, la tendencia de la política gubernamental fue la de americanizar a la población. El inglés se volvió la lengua oficial y los políticos que se opusieron a este proceso de americanización pronto se hallaron reemplazados por personas nombradas por el gobernador militar. Los efectos económicos fueron casi inmediatos. “Los mercaderes y terratenientes puertorriqueños perdieron mucho de su poder económico cuando el peso se devaluó y los bancos estadounidenses, recién establecidos, drásticamente limitaron el crédito en la isla45”.

Igualmente, desastrosos fueron los efectos sobre la Iglesia católica en la isla. Basándose en el trabajo de varios historiadores, Stevens-Arroyo relata que “con el cambio de poderes y una insistencia sobre la separación entre Iglesia y Estado, los sacerdotes y religiosas misioneros españoles se fueron en gran número y se decomisaron muchos hospitales, escuelas e iglesias. El argumento empleado para justificar estas acciones era que el dinero de los impuestos públicos había edificado estas instituciones católicas y que eran, por lo tanto, edificios públicos, no religiosos”46.

La estrategia pastoral de la jerarquía en los años siguientes fue la de traer, especialmente de Estados Unidos, sacerdotes y religiosas misioneros, personas que establecieron misiones y escuelas en la isla, antiguamente conocida como Borinquen. Stevens-Arroyo caracteriza su trabajo como bien intencionado, pero extremadamente deficiente en adaptarse a la nueva realidad:

Los esfuerzos de estos religiosos se dirigían, en gran medida, a establecer un sistema escolar católico. Estos primeros misioneros pertenecían a su época y no interiorizaban los valores religiosos de los puertorriqueños

como una adaptación consciente del misionero extranjero a la Iglesia nativa. Y aunque ellos reconocieron las raíces culturales hispanas del catolicismo al fomentar procesiones y devociones, esto era más que contrarrestado por la conspicua ausencia de éxito en el reclutamiento de puertorriqueños a sus filas. Por otro lado, los protestantes no solamente estaban dispuestos a ordenar al ministerio a los puertorriqueños, sino que en muchas ocasiones dieron entrada abierta a los ex-sacerdotes católicos47.

Así, la Iglesia católica asumió una postura más de asimilación que de inculturación. Este error ha repercutido hoy en día en el amplio porcentaje de cristianos protestantes en la isla.

Más al norte, en la tierra firme estadounidense, los latinos comenzaron a establecerse. Hacia la última parte del siglo XIX, los refugiados por consecuencia de la insurrección por la independencia cubana comenzaron a asentarse en Tampa, Florida. Aún después de que Cuba logró el autogobierno como resultado de la guerra hispano-americana en 1898, los cubanos continuaron migrando a Estados Unidos por la agitación política en la isla.

Después de que Estados Unidos invadió Puerto Rico en 1898, como arriba se mencionó, se firmó el Tratado de París, que dio fin a la guerra hispano-americana, y la isla se volvió posesión estadounidense. Ya se ha dado alguna atención al establecimiento de políticas económicas a través de las cuales los campesinos empezaron a perder sus tierras a favor de empresas estadounidenses, que buscaban desarrollar la industria de la caña de azúcar. En las décadas siguientes estos campesinos despojados se fueron para las ciudades o emigraron hacia la tierra firme48. Economías comparables e inestabilidad política trajeron a la gente de la República Dominicana a las costas orientales de Estados Unidos. Juntándose con las crecientes poblaciones de puertorriqueños y cubanos, contribuyeron a crear una significativa porción de presencia hispana en Estados Unidos.

Iglesia inmigrante en un país protestante

Hasta este punto, ¿cuál había sido la situación de la Iglesia católica en Estados Unidos? El historiador de la Iglesia, Thomas Bokenkotter distingue entre la situación en los varios territorios que eventualmente llegarían a formar parte del país y la de las trece colonias inglesas. Una breve historia del crecimiento de la Iglesia en el sur y en el suroeste hispanos ya se ha expuesto. Por lo tanto, hay que mencionar ahora la historia de la implantación de la Iglesia en el área francesa al norte. Bokenkotter escribe:

Hacia el norte se ubicaba la enorme área francesa, que también atrajo a muchos misioneros católicos, jesuitas, capuchinos, recoletos y otros. El sacerdote jesuita Jacques Marquette, descubridor del Mississippi, y los mártires jesuitas Isaac Jogues, Jean de Brébeuf y sus compañeros se hallaban entre los muchos que respondieron a las necesidades espirituales y temporales de los hurones y de las otras tribus de indios. Los misioneros ayudaron también a establecer puestos fronterizos católicos en la región de los Grandes Lagos y hacia abajo por los valles de Ohio y de Mississippi, un capítulo de la historia católica evocado en los nombres de Detroit, Saint Loáis, Vincennes, Louisville y Marietta49.

Referente a las trece colonias inglesas, el historiador escribe acerca de la gradual restricción de la libertad religiosa para los católicos, que se afianzó con el amanecer de la hegemonía política protestante. Con la Revolución Americana se levantaron muchas de estas restricciones y tanto Maryland como Pennsylvania aprobaron leyes de libertad religiosa en 177650.

A pesar de las dificultades enfrentadas por la Iglesia hispana en el suroeste en el siglo XIX, otros intentos misioneros en el país tuvieron un gran éxito.

Ningún territorio misionero en el siglo XIX registró avances más sensacionales que la Iglesia católica en Estados Unidos. Gracias a un influjo masivo de inmigrantes católicos —irlandeses, alemanes, italianos, polacos y otros— el crecimiento de la Iglesia católica superó mucho al de la nación. Los obispos americanos pudieron integrar exitosamente en las estructuras de la Iglesia a estos recién llegados, políglotas y heterogéneos, y proporcionar una extensa red de escuelas, hospitales y otras instituciones para ellos, por lo que pronto suscitaron la envidia de todo el mundo católico51.

En un lapso de tiempo relativamente breve, la población católica completa, con toda su diversidad, creció más allá de cualquier pronóstico previsible. Bokenkotter detalla este crecimiento:

La inundación comenzó en la década de 1820, con la primera ola de inmigrantes irlandeses. Especialmente a causa de los inmigrantes irlandeses, el número de católicos brincó de aproximadamente 500 mil en 1830 (en la población de Estados Unidos de unos 12 millones) a 3 millones 103 mil en 1860 (en una población de 31,5 millones) —un aumento de más de 800 %— y con un número de sacerdotes y de iglesias que aumentaban proporcionalmente. Tan grande fue este aumento que para 1850 el catolicismo romano, casi invisible numéricamente al nacimiento de la nación, ya se había convertido en la confesión religiosa más grande del país52.

La marea de la migración europea continuó hasta la última parte del siglo XIX. Inmigraciones masivas de alemanes e italianos pronto se juntaron a la de los irlandeses:

La época siguiente, de 1860 a 1890, fue igualmente impresionante, porque el crecimiento de la Iglesia superó mucho el crecimiento de la población nacional: la Iglesia triplicaba sus números, mientras que la nación solamente los redoblaba. En 1890 los católicos eran 8 millones 909 mil de los 62 millones 947 mil habitantes de la nación. Los católicos alemanes, que anteriormente eran menos, comenzaron a casi igualar el número de inmigrantes irlandeses. La ola migratoria, que duró desde 1890 hasta las leyes sobre la inmigración de la década de 1920, trajo una preponderancia de italianos y europeos del este. En las dos décadas, de 1890 a 1910, los italianos solamente llegaron a un millón53.

Como se dijo antes, la Iglesia de Estados Unidos respondió admirablemente a estas oleadas de inmigrantes. Claro, abundaron las polémicas, como las que tenían que ver con el grado en que la Iglesia debería funcionar como “americanizador”. Sin embargo, la realidad fue que por medio de las parroquias que ofrecieron alguna especie de refugio en un nuevo ambiente hostil, y las escuelas, que prepararon a una nueva generación para la vida en Estados Unidos, la Iglesia se hizo la defensora de aquellos que habían venido a América buscando una vida mejor.

Conforme estos inmigrantes iban subiendo la escala social, también ascendió la Iglesia. Bokenkotter concluye su capítulo sobre la Iglesia norteamericana observando que, a mediados del siglo XX, ella también había hallado un hogar en Estados Unidos:

Para la década de 1950 era del todo evidente para muchos observadores que la Iglesia católica de Estados

Unidos se había vuelto una institución completamente norteamericana. La era de la dominación protestante había pasado. El significado político de este hecho sobresalió cuando se eligió a John F. Kennedy, el primer católico que llegó a ser Presidente de Estados Unidos, un suceso que, junto con el pontificado del papa Juan XXIII y la convocación de su concilio, marcó definitivamente el comienzo de una nueva era en la historia del catolicismo americano54.

 

Una nueva ola de inmigración hispana

Como se mencionó, mucha gente de los países de habla española emigró a Estados Unidos a finales del siglo XIX y a comienzos del XX. Entre los que conformaban este extenso grupo estaban los que huían de la inestabilidad política causada por la Revolución Mexicana, que estalló en 1910. La aprobación de ciertas leyes estadounidenses de cuotas, que acortaron la inmigración europea, también crearon una demanda de mano de obra en la primera parte del siglo XX. Se reclutaron a mexicanos para llenar este hueco. En los años siguientes, muchos llegaron como trabajadores contratados, que luego estaban obligados a regresar a México cuando su trabajo se había cumplido, mientras que algunos entraron al país ilegalmente y permanecían por un tiempo o permanentemente55. Una vez que sus hijos nacían en Estados Unidos (dado que el nacimiento en el territorio nacional da derecho a la ciudadanía estadounidense), era más fácil lograr el permiso legal para quedarse.

Las historias de otras migraciones de hispanos, tanto dentro del país como desde fuera, son parecidas. Cuando algunos méxico-americanos se trasladaron al oeste o al norte buscando empleo después de la segunda guerra mundial, oleadas de puertorriqueños y de cubanos llegaron a tierra firme. Una de las razones porque la gente salió de Puerto Rico era la pérdida masiva de trabajos en el sector agrícola. De 1940 a 1970, el número de empleos en el campo cayó de 230 mil a 70 mil56. Desde el tiempo de la revolución cubana de Fidel Castro en 1959, más de 875 mil cubanos han emigrado a Estados Unidos. En 1980, la población hispana del área metropolitana de Miami llegaba al 39 por ciento57. Más recientemente, en el curso de los últimos 20 años aproximadamente, los centroamericanos, especialmente nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos, han empezado a emigrar a Estados Unidos en gran número. Igual que para sus predecesores, el desasosiego político —en el caso de algunos, hasta amenazas de muerte— como también economías en crisis, han sido sus principales motivos para emigrar58.

Los actuales “signos de los tiempos”

La situación socioeconómica actual de los hispanos

en Estados Unidos

Este breve resumen sobre la historia de los hispanos en Estados Unidos nos proporciona un telón de fondo útil para comprender la situación actual de estos pueblos. La verdad es que el gran progreso social para los hispanos, descendientes del primer grupo europeo que puso sus pies en las Américas, ha tardado mucho en llegar. Después de una breve

descripción de su situación socioeconómica, examinaremos el papel de la Iglesia frente a esta realidad sociológica hispana.

Primero, algunas estadísticas provenientes del Censo de Estados Unidos de 2000 aclaran un poco la realidad hispana59. ¿Qué agrupaciones étnicas abarca este nombre? Aunque el grupo más grande sea el de los mexicanos (constituyen el 66,1 % del total), hay también gente procedente de 19 repúblicas latinoamericanas, de Puerto Rico y de España. Los puertorriqueños constituyen el segundo grupo numérico, con un 9 %, mientras que los cubanos ocupan el tercer lugar con un 4 %. Los que provienen de América Central y del Sur constituyen el 14,5 %, mientras que otros hispanos (antiguas familias de Nuevo México o inmigrantes de España) quedan con un 6,4 %60. Aquí, el punto clave es la tremenda diversidad que caracteriza a esta población61.

Es una población impresionantemente joven. Mientras que la edad mediana para la población total de Estados Unidos es de 35,3 años, para los hispanos es de 25,8 años. Dentro de esta categoría, el grupo más joven son los mexicanos (26,1 años), mientras que el grupo mayor son los cubanos (41,2 años). En el mismo reporte del año 2000 el Buró del Censo en Estados Unidos informó que alrededor del 35,7 % de los hispanos son menores de 18 años de edad, comparado con el 23,5 % de los no hispanos62. ¡Es esencial que este hecho no sea pasado por alto por los que planean la pastoral!

Las familias hispanas también tienden a ser más numerosas que las de la población no hispana en general. Un 30,6 % de los hogares hispanos en los que una persona hispana era jefa de familia tenía cinco o más personas. En contraste, solo un 11,8 % de las familias blancas no hispanas, tenían un número similar de miembros63.

En la población mayor de 15 años, los hispanos tienen más probabilidad de no haber estado nunca casados que la población blanca no hispana (33,2 % comparado con un 24,5 %). Entre toda la población latina, los cubanos son los que menor probabilidad tienen de no haber estado casados (20,4 %)64.

El mayor número de los hispanos vive en el suroeste de Estados Unidos. El estado con la mayor concentración es California, que cuenta con casi el 31,1 % del total de la población hispana de Estados Unidos. Sigue Texas, con el 18,9 %65. De acuerdo a la breve historia del suroeste y las tendencias migratorias mencionadas arriba, esta concentración no sorprende.

De 1990 hasta 2000 la población hispana aumentó en un 58 %, o sea, cinco millones de personas, mientras que el aumento de la población total fue solamente del 13 %. Alrededor de la mitad del crecimiento de los hispanos se debe a la inmigración y la otra mitad se debe al incremento natural. Por lo tanto, la población hispana en general es extremadamente joven y continuará aumentando significativamente, puesto que muchas mujeres se hallan en edad de tener hijos66.

La falta de educación y de preparación profesional es un problema serio que contribuye a un alto nivel de desempleo. En el 2000, solamente un 57 % de los hispanos mayores de 25 años había completado el nivel medio superior, comparado con el 88,4 % del resto de la población. El nivel de la educación universitaria para ese mismo año era también significativamente más bajo: 10,6 % para los hispanos comparado con 28,1 % de los no hispanos67. Edmundo Rodríguez, un jesuita méxico-americano que fue párroco de la parroquia jesuita en uno de los barrios más pobres de San Antonio, Texas, dice lo siguiente sobre la razón por la cual tantos jóvenes hispanos abandonan la escuela:

En general, las razones son económicas, culturales y estructurales. Económicas, porque muchas familias ni siquiera pueden costearles a sus hijos la ropa para asistir a la escuela. Culturales, porque los estudiantes hispanos están atrapados en un fuego cruzado cultural, viviendo con la cultura hispana en la casa y sintiéndose presionados en la escuela y en el trabajo para asimilar y abandonar su herencia cultural. Estructurales, porque los sistemas escolares generalmente no están equipados para tratar con hispanos68.

Las razones que da para la sobrerrepresentación de hispanos entre la población encarcelada también están vinculadas con las estructuras sociales:

Como los negros, los hispanos constituyen un porcentaje desproporcionadamente alto de los reclusos en los estados con alta población hispana. El alto índice de deserción escolar, el desánimo y la frustración al no poder conseguir trabajo y la falta de oportunidades para los que ya han estado en la cárcel, contribuyen al aumento en la población hispana. El caso del disturbio devastador en una cárcel en Nuevo México en 1979 muestra con qué violencia esa frustración puede estallar69.

Como es de esperar, una gran parte de hispanos (casi el 22,8 %) vivía debajo del índice de la pobreza en 1999. La tasa de pobreza entre hispanos era alrededor de tres veces más alta que la de los no hispanos (7,7 %). Además, el Buró del Censo reporta que los niños hispanos representan un 16,2 % de todos los niños en Estados Unidos, pero constituyen un 29 % de todos los niños que viven en la pobreza70. Un número tan alto de niños que viven en la pobreza en una tierra de abundancia parece caracterizar la tendencia nacional moderna. Un estudio reciente a cargo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, por ejemplo, descubrió que los niños de Estados Unidos tienen mayor probabilidad de vivir en la pobreza que los niños de cualquier otra nación industrializada. El mismo informe clasificó la tasa de asesinatos de jóvenes de Estados Unidos como la más alta de todo el mundo industrializado71.

A juzgar por las cifras citadas arriba, no es sorprendente que los hispanos en general tengan un ingreso más bajo que el resto de la población tomada en su conjunto. Entre los trabajadores a tiempo completo durante todo el año, en 1999, 23,3 % de los hispanos y 49,3 % de los blancos no hispanos ganaban 35 mil dólares o más72.

Entonces, ¿cuál es la condición socioeconómica de la población latina en Estados Unidos? En general, se trata de una población joven y trabajadora que todavía es mucho más pobre y menos educada que el resto de la nación. También se caracteriza por familias más numerosas, un buen número de las cuales están compuestas no solamente por la familia nuclear tradicional, sino que tienen mucho mayor probabilidad de incluir a miembros de la familia extendida, como los abuelos. Otra cualidad importante es su diversidad con respecto a los varios subgrupos, que se agrupan todos bajo la sombrilla de “hispanos” o “latinos”, junto con la variedad en la asimilación a la cultura estadounidense que se muestra en todas las generaciones.

El hecho de que los latinos son generalmente más pobres y menos educados que la población general ¿significa, por lo tanto, que su cultura puede ser mejor comprendida a la luz de lo que algunos han descrito como “la cultura de la pobreza” o el “modelo de la clase marginada urbana”? Esta teoría, cuyos proponentes incluyen a escritores como Oscar Lewis, Nicholas Lehmann y Lawrence Mead, básicamente sostiene que una persona pobre, como miembro de la clase marginada, o es un inadaptado social o posee un deficiente sentido moral; por ejemplo, sufre de pereza, apatía y lo demás y tiende a experimentar mucha marginación social73. Hasta últimamente esta noción se ha aceptado virtualmente sin ninguna oposición.

Este alto nivel de pobreza, sin embargo, no significa necesariamente que la calidad de vida de los latinos sea inevitablemente más baja. En un fascinante estudio sobre los latinos en California, dirigido por el sociólogo de medicina David E. Hayes-Bautista, el equipo de investigadores presenta pruebas de peso como para cuestionar muchos de los mitos que se han perpetuado acerca de los latinos en California. Sus conclusiones muestran que, contrario a la percepción popular y aun a anteriores estudios sociológicos, los latinos no encuadran dentro de los “paradigmas de la clase marginada y del déficit cultural” que supuestamente caracterizan a otras poblaciones pobres en este país.

Por ejemplo, a pesar de su pobreza, los latinos tienen altos niveles de participación en la fuerza laboral. En términos de educación, se notan señales significativas de progreso si se perciben las diferencias generacionales. Los investigadores no encontraron un sentido de marginación o pérdida de identidad con respecto a la corriente dominante cultural, como algunos científicos sociales han sostenido en el pasado. Entre los rasgos más positivos que descubrieron, además de la ya mencionada alta participación en la fuerza laboral, se encuentran una formación familiar muy fuerte, buenos indicadores de salud y el uso bajo de la beneficencia pública. Los investigadores señalan el meollo de su argumento:

Hay una aparente contradicción en esta situación: un grupo con los índices más altos de pobreza y más bajos de educación demuestra algunos de los comportamientos más marcadamente positivos con respecto a la familia, el trabajo, la salud y la comunidad. Bajo la mayoría de las suposiciones actuales sobre cómo se supone que se comportan los grupos minoritarios, este no debería ser el caso74.

 

Otro estudio hecho sobre trabajadoras latinas en fábricas de ropa en El Paso, Texas de 1992 a 1994, llegó a la misma conclusión. La investigadora, Juanita García Fernández, describe los resultados de su estudio, cuyo propósito era examinar los asuntos de las latinas en el lugar de trabajo (pequeñas, medianas y grandes fábricas de ropa), en la comunidad, en la casa y en los asuntos personales, “para cuantificar las necesidades y el progreso que necesita la población de trabajadoras en fábricas de ropa”75.

La encuesta muestra que estas mujeres demuestran actitudes y comportamiento de la clase media hacia las instituciones básicas en nuestra sociedad, especialmente la familia, el trabajo y la educación. Las mujeres [demostraron]... una alta participación en el trabajo, baja dependencia de la beneficencia pública y asistencia gubernamental, fuertes indicadores de salud, conciencia de la necesidad de la educación, unidad familiar fuerte. Estas características... demuestran que los trabajadores latinos en fábricas de ropa no cumplen con el perfil esperado del modelo de la clase marginada urbana. Aunque la población en el estudio sí tenía bajos niveles de educación y un alto nivel de pobreza, sería un error concluir solo a partir de estos hechos, que cumplen con el modelo de la clase marginada urbana76.

En otro lugar, la investigadora concluye que una de las mayores razones de su pobreza es simplemente que las mujeres “trabajan en la industria de ropa que ofrece trabajos sin futuro con sueldos bajos que dan pocas posibilidades para la movilidad ocupacional y avance”77.

Aunque el trabajo de estos investigadores está todavía en la etapa pionera, ellos sin duda representan un cuestionamiento para el modelo de la clase marginada urbana. Entonces, desde un punto de vista sociológico, ¿cuál es el factor que explica la capacidad de resistencia de los latinos en Estados Unidos? Nuevamente, sus teólogos están comenzando a explorar un mundo inherente de significado —una espiritualidad, se podría decir— que proporciona una fuente inconfundible de fuerza. Trataremos más ese tema en el próximo capítulo. Por ahora, una mirada a los latinos y a la Iglesia institucional nos ayuda a completar esta visión retrospectiva.

El papel de la Iglesia

Según el estudio sociológico realizado por Roberto González y Michael La Velle en 1985, el 83 % de los católicos hispanos

entrevistados consideraba importante la religión, aunque el 88 % no esté activo en sus parroquias78. Su estudio, sin embargo, documentó también que los hispanos tienen altos niveles de adhesión a las creencias católicas ortodoxas y que participan en muchas prácticas religiosas folclóricas, algunas de inspiración mariana. El estudio también encontró que un porcentaje más alto de católicos hispanos parece asistir a misa los domingos y a las fiestas de guardar de lo que generalmente se reconoce por la sabiduría pastoral convencional79.

¿Hasta qué grado ha estado la Iglesia presente e involucrada activamente en el servicio de la comunidad hispana en Estados Unidos a lo largo de las décadas? Algunos escritores sobre este tema parecen afirmar que la trayectoria de la Iglesia en la solidaridad con esta población marginada, es diversa. Entre los críticos está Moisés Sandoval, el editor anteriormente mencionado de Maryknoll Magazine, la revista mensual del Catholic Foreign Mission Society of America, como también de su contrapartida bilingüe, la Revista Maryknoll. Ya hemos hecho uso amplio de su historia de la Iglesia hispana en Estados Unidos, titulada On the Move 80.

En un artículo publicado anterior a ese recuento, Sandoval traza la historia del campesino y de la Iglesia católica en el suroeste de Estados Unidos81. Su conclusión global es que la Iglesia, fuera de la influyente intervención en las negociaciones de los trabajadores agrícolas a fines de 1960 y a principios de 1970, ha tomado consistentemente una posición más conservadora respecto al cambio social. Una breve historia de la Iglesia en el suroeste, a partir de la llegada de los primeros evangelizadores en el siglo XVI, revela una Iglesia con recursos demasiado pequeños para atender a su grey hispana. Inclusive tan tarde como en el siglo XIX la jerarquía de la Iglesia consideró al hispano como el objeto de evangelización, nunca como el sujeto.

Sandoval concluye que la Iglesia, en lugar de hacer una opción radical por los pobres hoy (acompañamiento), ha optado por ofrecer alguna ayuda de socorro (caridad) y destinar la mayoría de sus recursos a la clase media, su más grande sostén financiero. Sandoval nos recuerda la necesidad de mirar hacia la historia para un análisis social. Es verdad que la Iglesia no tenía recursos, pero parte de esa escasez fue causada por su fracaso en una inculturación más plena (como se evidencia por su clero importado a lo largo de los últimos cuatro siglos)82.

Al hacer similares acusaciones de que la Iglesia ha fallado en inculturarse plenamente en la cultura de los hispanos de Estados Unidos, Yolanda Tarango, una religiosa méxico-americana, nos recuerda el hecho real de que, mientras que la Iglesia ha llegado a los “confines de la tierra” geográficamente, todavía está luchando para ser universal83. Al trazar histórica y culturalmente el surgimiento del méxico-americano en el suroeste, ella critica a la Iglesia católica americana, especialmente en Texas, por promover la “americanización” junto con la evangelización.

Ella cree que el sentimiento persistente de los méxico-americanos para con la Iglesia oficial es que esta es una institución “angloamericana”. Esta alienación consecuentemente ha causado que la gente transfiera las prácticas religiosas al hogar. El sistema de evangelización al que la mayoría de los hispanos ha estado sujeta, por lo tanto, es un sistema circular en el cual la religión se enseña por medio de sentimientos y ejemplos. Por otro lado, el método de la Iglesia oficial es lineal e individualista. Los hispanos se consideran todavía como objetos de misión y el énfasis permanece en la asimilación.

Un nuevo éxodo

El descontento con la Iglesia ha llevado a algunos hispanos a gravitar hacia los grupos y sectas protestantes84. Ciertamente el protestantismo, como nota Justo González, había existido por algún tiempo en América Latina, pero el hecho es que la Iglesia católica ha perdido y sigue perdiendo a muchos de su grey. González describe algunos de los atractivos históricos del protestantismo para los hispanos estadounidenses:

Pero no todos los hispanos protestantes de Estados Unidos entraron al país como protestantes. Muchos se convirtieron en Estados Unidos, mediante procesos

parecidos a los que tuvieron lugar en América Latina. En el siglo XIX, el protestantismo parecía estar en la vanguardia del progreso, mientras que el catolicismo romano, especialmente bajo Pío IX, pasaba por su periodo más autoritario y reaccionario. Después de la guerra méxico-americana, la jerarquía católica romana en los territorios conquistados estaba en manos de los invasores, y generalmente a su servicio. De hecho, el primer obispo méxico-americano no fue nombrado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Estas circunstancias determinaron la aparición de sentimientos anticlericales, parecidos a los que aparecieron en América Latina en la época de la Independencia. Y esto a su vez le abrió la vía al protestantismo85.

Así, durante el siglo XIX, muchos percibieron a la Iglesia católica como retrógrada y anti hispana, mientras que los protestantes fueron considerados progresistas.

Hoy la tendencia a abandonar la Iglesia romana solamente ha escalado. Como dice el dicho, “la gente vota con los pies”. Hay algunos que sienten que estos grupos no católicos han hecho un trabajo mucho mejor que el de la Iglesia católica en ofrecer servicios para los hispanos y los inmigrantes en general. Allan Deck, uno de los más distinguidos expertos en este campo, enfatiza que como no hay una sola causa de este éxodo masivo, tampoco existe un solo remedio. En un artículo que apareció en 1985 él ofrece numerosas razones y sugiere varias posibles soluciones86.

Su artículo analiza los resultados de varios encuentros que intentaron tratar la fuga de los católicos hispanos. El aspecto más sobresaliente que surgió del diálogo de los obispos en Alta y Baja California fue la necesidad de más personalismo en todo trato con personas hispanas. La Iglesia frecuentemente ha fracasado en la inculturación, siendo a menudo demasiado territorial y dando la impresión de que carece de enfoque87.

Por otro lado, los fundamentalistas ofrecen a los hispanos “un paquete atractivo y coherente”. Doctrinas fijas y moralidad sencilla, combinadas con un culto cargado de emotividad, hacen que el fundamentalismo sea muy atractivo para un hispano que ha sido mayormente ignorado por su propia Iglesia original. Deck reta a la Iglesia católica para que abra los ojos sobre el por qué los fundamentalistas están logrando tales incursiones entre los hispanos; es decir, han hecho mayor esfuerzo para inculturarse en un ambiente menos cerebral.