Heredera por sorpresa

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Capítulo 9

Es más fácil tratar con Jake cuando vuelvo al plató. Lo cierto es que sigue comportándose como un capullo, pero al menos es un capullo que parece saber lo que hace. Por suerte, Aidan Keller, mi coprotagonista, no solo es profesional, sino que parece un ser humano decente de verdad. Eilene me dijo que es una rareza en Hollywood: todo el mundo sabe que es fiel a su esposa. De hecho, tuvieron que pagarle una cantidad obscena de dinero para que aceptara un papel que le obliga a estar tan lejos de su familia. En cuanto a mí… Yo no calificaría como obscena la cantidad que cobro, de hecho, es bastante modesta. No obstante, es mucho más de lo que jamás soñé que me fueran a pagar como actriz, así que no me quejo.

Cuando se lo comenté a Eilene, me dijo que tal vez tenía razón, ya que estoy empezando, pero que no debería esperar a avanzar mucho más en mi carrera para quejarme. «Créeme, estoy acostumbrada a la disparidad salarial», añadió en tono sombrío. No es la primera vez que me pregunto cuánto le pagan a Eilene por ser codirectora. No lo suficiente y no tanto como a Jake, seguro.

Jake nos hace ensayar a Aidan y a mí una escena varias veces antes de empezar a grabar. La escena que vamos a rodar hoy es una en la que Sonia no se hace pasar por un hombre. Se topa con Ryan mientras está disfrutando de una cena solitaria en un restaurante. Es la escena que hice para mi primera prueba, y, en lugar de estar nerviosa, lo que estoy es ansiosa por sumergirme en ella. Empezamos con el ensayo de la escena, y va bastante bien. De hecho, Aidan es un buen actor, e incluso hace fácil el rodaje de las escenas sentimentales.

Eilene deja que Jake tome la iniciativa y no hace ningún comentario mientras este hace una crítica rápida que empieza por la actuación de Aidan. Él no parece inmutarse lo más mínimo y acepta todas las indicaciones con una inclinación de cabeza o un «entiendo». Cuando me toca a mí, no estoy tan tranquila, pero tengo que admitir que todo lo que dice Jake tiene sentido, y el segundo ensayo de la escena transcurre sin problemas.

Son necesarias varias tomas para que Jake quede satisfecho. La única indicación que da Eilene durante el ensayo y el rodaje de la escena de la cena es «relájate, Gemma», con una voz tensa como un carrete de hilo. Lo extraño es que hasta ahora estaba relajada. Todo lo posible si tenemos en cuenta que es mi primer día de rodaje. Pero ahora ya no lo estoy. ¿Qué estará tramando Eilene? Asegura que quiere que la ayude a cambiar la dirección de la película, pero ¿cómo voy a hacerlo si no está dirigiendo nada?

Cuando nos tomamos el primer descanso, Jake me sugiere (de una forma muy casual) que dé un paseo cerca de la barrera que separa el plató del resto de la calle. Hay algunos curiosos a los que los guardias de seguridad disuaden de manera eficaz, pero está claro que Jake espera sacar provecho de mi parecido con la chica famosa.

Cruzo los brazos sobre el pecho.

—Ni hablar —respondo.

Puede que tenga que seguir las indicaciones de Jake cuando rodamos las escenas, pero no voy a permitir que me exhiba cual caballo ganador frente a los paparazzi.

—Déjala, Jake —le advierte Eilene con tono grave.

Para mi sorpresa, le hace caso.

Acabamos el rodaje antes de que termine el día, y Jake decide que vamos a ensayar la siguiente escena, la que hice para mi segundo casting. En esta, Ryan persigue a Sonia bajo la lluvia después de su discusión en el restaurante.

Cuando estamos en medio de nuestro ensayo para esta escena, Eilene interviene.

—No está saliendo bien. —Se levanta de su silla de director, que está junto a la de Jake.

Me pilla desprevenida y miro a Aidan con cara de tonta. Sin embargo, me enderezo inmediatamente y miro a Eilene. Tiene razón. Los dos nos esforzamos al máximo, pero esta escena no nos sale.

Aidan y yo tenemos suficiente química en pantalla, así que ese no es el problema. La cuestión es que estamos repitiendo las mismas líneas que leí hace dos semanas durante mi casting, y son igual de repelentes.

—¡Tienes que estar de broma! —Jake lanza las manos al aire—. ¿Cómo puedes decir que no va bien si ni siquiera han terminado la escena?

—¿A ti te convence, Jake? —pregunta ella de forma razonable.

—No —admite él enfurruñado—. Pero podemos arreglarlo.

—De acuerdo. —Eilene se sienta y cruza las piernas a la altura de los tobillos—. Entonces, arréglalo.

Jake le da a Aidan algunas indicaciones de blocking y le indica que tiene que «generar calor». Para mí, sus instrucciones se reducen a «sexualizar» la escena.

Genial. Si sexualizo esta escena todavía más, me enrollaré sobre Aidan como una envoltura de plástico con mi lengua en su oreja. Aidan y yo intercambiamos una mirada, pero ¿qué podemos hacer? Jake es el director.

Repetimos la escena y el resultado es incluso peor.

Mis hombros se encogen a la defensiva cuando Jake grita:

—¡Corten!

Espero a que explote, pero, en lugar de eso, se vuelve hacia Eilene y, para mi sorpresa, añade:

—Tienes razón. —Me quedo con la boca abierta. «¿El gran Jake Tyler está admitiendo que otra persona puede tener razón?»—. ¿Alguna idea? —«¿Y que alguien más pueda tener ideas?». Es oficial: el infierno se ha congelado.

—Me gustaría reescribir la escena —propone Eilene con calma. No hay regodeo ni pedantería, solo confianza. Mi admiración por ella, ya de por sí elevada, se dispara a la estratosfera—. A ver si podemos conseguir algo con lo que Gemma y Aidan se sientan más cómodos.

Jake echa un vistazo a Aidan.

—¿Qué te parece?

—Haré lo que tú decidas —dice Aidan con tono tranquilo.

Jake dirige su mirada hacia mí.

—¿Y tú? ¿Te sientes incómoda con esta escena tal como es?

—Bueno —me cohíbo—, la parte en la que le digo a Ryan que tenga cuidado no supone ningún problema para mí, pero hay otra justo antes…

—¿Cuál? —inquiere Jake.

A decir verdad, la mayor parte del diálogo hace que quiera que la tierra me trague. ¿Cómo puedo elegir solo una cosa? A espaldas de Jake, Eilene me hace un gesto de ánimo, así que tomo aire y digo:

—Como cuando Ryan me llama su pequeña mariposa.

—La película se llama así, Butterfly —señala Jake con tono sarcástico—. ¿O no te habías dado cuenta?

—Esa frase hace que Ryan parezca un idiota —indica Aidan de repente.

Le lanzo una mirada de agradecimiento y espero a que Jake lo fulmine con los ojos o diga algo sarcástico, pero se limita a encogerse de hombros. Se dirige a Eilene:

—Parece que nuestros dos protagonistas están de acuerdo contigo. Trabaja con Henry y haz una reescritura, pero rápido. Tenemos una agenda muy apretada. —Se vuelve hacia Aidan y hacia mí y añade—: En cuanto Eilene y Henry os den las nuevas líneas para esta escena, memorizadlas. Retomamos los ensayos mañana. —Coge su megáfono y, con voz resonante, anuncia—: ¡Esto es todo por hoy!

Mientras todo el mundo se dispersa para cerrar el plató, Eilene me lleva aparte.

—Gracias por tu sinceridad, Gemma —murmura.

Me sonrojo mucho.

—No ha sido nada.

—Claro que sí —me corrige con suavidad—. Es una oportunidad para sacar esta película adelante.

* * *

Al día siguiente, ensayamos la escena reescrita de Eilene bajo la lluvia, y estoy tan nerviosa por no estropearla que, por supuesto, fracaso en mi intento.

Jake grita mucho y mi estómago se tensa porque sé que tiene razón. Interpreté esa escena con tanta emoción como un fideo mojado.

Pero, por horrible que sea el enfado de Jake, no es tan malo como cuando Eilene me lleva aparte para decirme que confía en mí. Como si no lo supiera. Como si mi preocupación por decepcionarla no fuera precisamente la razón por la que he arruinado la escena.

Para el segundo ensayo, Jake me recuerda que debo interpretar a Sonia como una «gatita sexy con tacones». Uf, Jake es un completo idiota. Como si hubiera alguna duda. Para colmo, sus palabras me recuerdan mis empeines doloridos y el par de zapatos de charol que me están aplastando los dedos de los pies como si se tratase de una cámara de torturas.

—Recuerda que estás confundida. No has superado tu relación con Ryan, pero tienes miedo de quemarte. Es una atracción peligrosa a la que no puedes resistirte —añade Eilene.

Aliviada, sigo sus indicaciones. No puedo interpretar a Sonia a menos que cobre vida para mí. «¿Una gatita sexy en tacones?». Lo único que esa idea evoca es una imagen mental de una «gatita» que se tambalea con tacones de aguja y un corsé, y me distrae por completo. Pero… «¿Atracción irresistible? ¿Jugar con fuego?». Eso me gusta.

El segundo ensayo sale mejor. Y, después de un par de tomas, dejo de dudar de mí misma y empiezo a meterme en el personaje. Al terminar el día, siento que lo he logrado.

Jake farfulla su aprobación y Aidan me felicita por mi gran trabajo.

—Bu cuo —me dice Eilene con una sonrisa.

Me sonrojo por su elogio. Como ya he dicho, no hay nada como un «no está mal» en chino. ¿Y uno de mi ídolo? Aún mejor.

En efecto, bu cuo.

Capítulo 10

Dos días después, vuelvo al hotel tras un día de rodaje totalmente agotador. Jake estaba siendo muy quisquilloso, así que ha dado por terminado el rodaje de hoy casi a las diez de la noche.

La primera semana en el plató de Butterfly casi ha terminado, y ha sido un torbellino de cansancio, pero nunca me he sentido más feliz. Al hacer la acertada reescritura de la escena que ha llevado a cabo Eilene, ha logrado la supervisión del guion. En la práctica, ahora no solo es la codirectora, sino también la coguionista. Pero sigue siendo la película de Jake, y no deja que nadie lo olvide. «He aprendido a elegir mis batallas», me dice Eilene con sequedad.

 

Yo no voy a proponer ningún cambio. Aun así, estoy viviendo mi sueño como actriz protagonista en una película de Hollywood, de modo que no voy a dejar que un director con mal genio lo arruine todo. De hecho, solo hay dos cosas que empañan mi felicidad. La primera, que estoy mintiendo a mis padres. La segunda, que no he hablado con Ken desde que llegué a Pekín hace cuatro días. Entre mi película y su anuncio, Ken y yo ya estamos bastante ocupados. Además, si añadimos una diferencia horaria de quince horas, hablar por teléfono resulta casi imposible. Nos ponemos al día con mensajes de texto, pero no es lo mismo. «¿Y si Ken está saliendo con una chica maravillosa mientras yo estoy en Pekín?». Por otra parte, ni siquiera he conocido a nadie de mi edad aquí.

En ese momento, el teléfono fijo de mi habitación empieza a sonar. Cansada, descuelgo y recuerdo que tengo que contestar con un «¿wei?» en lugar de con un «¿hola?».

Una educada voz femenina al otro lado de la línea responde en inglés.

—Señorita Huang, soy de la recepción del hotel —indica—. Tiene una visita. La está esperando en nuestra sala vip privada.

«Eilene». Quizá haya venido para informarme sobre el rodaje de hoy. Pensaba que primero me dejaría dormir bien, pero supongo que el sueño tendrá que esperar.

Cuando llego al mostrador principal, una recepcionista me espera para acompañarme hasta donde está Eilene. Me conduce a través del bar del hotel hasta una puerta de espejo situada en un rincón discreto, la abre y se hace a un lado. No es Eilene.

Una chica está sentada en un banco corrido de cuero rojo con un vestido de seda negra sin mangas con diamantes que brillan en su garganta, orejas y muñeca. Es Alyssa Chua.

Me quedo boquiabierta. Alyssa Chua, tan famosa que provoca disturbios con su mera presencia, está en mi hotel.

—¿Quién eres? —Mi corazón late con fuerza mientras formulo la pregunta.

Ahora que la veo de cerca y en persona, el parecido es asombroso. Hay pequeñas diferencias, como que sus pómulos son más altos y su barbilla más afilada, pero podríamos ser gemelas. Me vienen a la cabeza imágenes de Tú a Londres y yo a California. ¿Alyssa es mi hermana gemela? Mi estómago se contrae. ¿Mi madre tuvo una hija secreta a la que abandonó? ¿Por eso no quería que viniera a Pekín? «No. Estoy reaccionando de forma exagerada». Muchas personas que no están emparentadas se parecen. Pero esta chica de verdad se parece mucho a mí.

Alyssa sonríe, pero su expresión refleja cautela.

—Soy Alyssa Chua. Y tú eres Gemma, una actriz estadounidense que está rodando una película en Pekín. —Habla un inglés impecable con un ligero acento. Extiende su teléfono y pregunta—: ¿Esta eres tú?

Un escalofrío me recorre la espalda. Es una imagen mía del primer día que estuve en el plató. Al mirar más de cerca, puedo distinguir un montón de caracteres chinos que acompañan a la imagen, lo que hace que parezca un sitio de redes sociales. Me deslizo de forma temblorosa en el asiento frente a ella.

—¿Qué hace mi foto en…? ¿Esto es Weibo? —Recuerdo a los curiosos que se asomaron durante el rodaje y me pregunto si uno de ellos tomó esta foto.

—Es una cuenta de paparazzi en Weibo que se dedica a reproducir cotilleos sobre los famosos —explica, e irradia una intensidad que contrasta con su imagen despreocupada en las redes sociales—. En los últimos días, la cuenta se ha llenado de especulaciones sobre que he decidido iniciar una carrera como actriz. Solo que no lo he hecho. La de la foto eres tú. —Sus ojos se entrecierran—. Y, en cuanto la vi, supe quién eras.

Se me seca la boca al recordar todas las misteriosas advertencias de mi madre sobre mantenerse alejada de Pekín. No se trata de ninguna broma. Algo muy extraño está sucediendo.

—¿Y quién crees que soy?

—Mi madre tiene una hermana gemela a la que la familia repudió hace treinta años —explica Alyssa, vacilante—. Creo que existe la posibilidad de que… seas su hija.

Entro en estado de shock.

—Mi madre no tiene ninguna hermana gemela.

«Necesito sentarme». Aunque ya estoy sentada. Quizá si coloco la cabeza entre las rodillas y respiro unas cuantas veces, todo esto parecerá normal. Tal vez así el hecho de que esté emparentada con una familia tan rica cobre sentido… «Una familia de la que mi madre nunca me ha hablado». Una que la dejó de lado. No. Respirar hondo no va a ayudarme en este momento.

—Hace dieciocho años, mi madre recibió un sobre sin remitente. —El nerviosismo se filtra en la voz de Alyssa—. Dentro, había una foto de un bebé. —«Vaya. ¿Mi madre le envió una foto mía a su hermana gemela cuando yo era un bebé? ¿¡Una hermana gemela que ni siquiera sabía que tenía!?». Como si Alyssa se hubiera propuesto lograr que me explote la cabeza, continúa—: Y escrito en la parte de atrás de la foto había un mensaje. Decía: «No olvides».

Me siento como si me estuviera ahogando en un remolino de agua.

—¿Qué significa eso? —pregunto con voz apagada.

—Podría tener muchos significados. —Los ojos de Alyssa se apartan de mí. «Está ocultando algo»—. Pero mi madre lo interpretó como que mi tía quería recordarle que tú debías heredar una parte de la fortuna de nuestra familia. Aunque mi madre es la mayor por unos minutos, mis abuelos habían planeado que la herencia se dividiera de forma equitativa para ambas. Tu madre lo sabía, y no ha olvidado ni perdonado a la familia que la expulsó.

Mi corazón se detiene dentro del pecho. Aunque fantaseé con verdaderas locuras sobre el pasado de mi madre, nunca se me había pasado por la cabeza ser la heredera de una gran fortuna.

—Así que a mi madre la echaron de la familia. —Tendría sentido que estuviera resentida por eso. Pero enviar una foto mía de bebé para recordarle a su familia lo injustos que habían sido con ella no parece propio de mi madre. Un dolor aflora en mis pulmones y me cuesta respirar—. ¿Por qué?

—No lo sé.

Sigue sin mirarme a los ojos. Bajo esa fría seda y el duro brillo de los diamantes, Alyssa Chua está mintiendo y quiero saber por qué.

—No te creo —digo, y el repentino y furioso pulso en mi garganta me sobresalta.

Ella se mira las manos apretadas en el regazo.

—Lo único que sé es que tengo una tía que dio a luz a una niña hace dieciocho años. Dado lo mucho que nos parecemos y que tu perfil de Instagram indica que tienes esa edad, supongo que eres mi prima.

—Mi madre nunca me ha dicho que tengo una tía. —Mi voz suena como si viniera de muy lejos y mi mareo empeora—. O una prima. —Pero, por supuesto, todo esto debe ser un error. Mi madre no puede venir de una familia increíblemente rica. No es posible que esté emparentada con una chica tan famosa como Alyssa Chua.

Alyssa levanta la vista y nuestros ojos se encuentran.

—Sé que tu apellido es Huang, pero ¿cuál era el de tu madre antes de casarse?

La cara me arde. No pienso admitir delante de ella que no tengo ni idea.

Su expresión se suaviza.

—Mi tía se llama Lei —dice—. Es el nombre de tu madre, ¿no?

Mi corazón empieza a golpear contra mi caja torácica como una bestia salvaje.

—Sí. —Sería demasiada coincidencia que su tía desaparecida y mi madre compartieran el mismo nombre. Alyssa está diciendo la verdad: es mi prima—. Oh, Dios mío.

Trato de no asustarme y mantener la calma, pero fracaso en el intento. La habitación empieza a dar vueltas y me pongo a respirar en una bolsa de papel imaginaria en este momento. «Bueno, al menos mi madre no está escondiendo a una hija secreta a la que ha abandonado». No, solo oculta que su familia de la alta sociedad la echó por alguna misteriosa razón. Ah, y que se suponía que yo iba a heredar una fortuna. También está eso. «Mierda. Todo esto de la telenovela es cierto».

—Sé que hay mucho que asimilar. —Alyssa me estudia—. ¿Sabes? Siempre he querido conocerte. Cuando era pequeña, mi madre me contó que mi tía se había ido a Hong Kong. —Hace una pausa—. Un año, por mi décimo cumpleaños, le pregunté si podía viajar allí para encontrarte.

Un dolor repentino golpea mi corazón cuando oigo sus palabras. Creía que había superado ese anhelo infantil de tener una hermana, un hermano, un primo, alguien de mi edad con quien crecer. A diferencia de Alyssa, yo crecí sin saber que tenía una prima. Si lo hubiera sabido, también habría querido encontrarla. ¿De verdad me buscó?

—No me habrías encontrado en Hong Kong. —Mi voz no delata la confusión de mis pensamientos. «Podría haber conocido a mi prima a tiempo para crecer con ella. Si hubiera estado en Hong Kong, claro»—. Mis padres vivían allí, pero se mudaron a Estados Unidos antes de que yo naciera.

—¿En qué año se fueron de Hong Kong?

Se me corta la respiración.

—1997.

Sabía que mis padres llegaron a Estados Unidos el año en que Hong Kong pasó del control británico al chino, pero nunca pensé que pudiera tener algún significado.

—Ya veo. —Su expresión no cambia, así que tal vez el año en que mis padres dejaron Hong Kong no sea relevante. «Solo una coincidencia más entre muchas otras».

Sin poder evitarlo, formulo la pregunta que está incendiando mi corazón:

—¿Alguna vez… fuiste a Hong Kong a buscarnos? —«A mí. Tu prima».

—No. —Alyssa juega con la pulsera con incrustaciones de diamantes que lleva en la muñeca.

Una sensación enfermiza de dolor me golpea el estómago. Pero ¿por qué debería importarme? Acabamos de conocernos. De hecho, acabo de descubrir que tengo una prima. Aun así, mi cuerpo permanece entumecido a causa de la pérdida mientras pregunto:

—¿Por qué no?

Parece que el aire se diluye mientras espero su respuesta.

—Por mi po po. Mi abuela.

—Sé lo que significa po po. —«Aunque nunca he tenido la ocasión de llamar a nadie po po». Pero ¿qué tiene que ver su abuela con todo esto?

—Por supuesto que sí —dice Alyssa con educación—. Po po es la razón por la que tu presencia en Pekín debe mantenerse en secreto. Verás, cometí el error de pedir que te buscaran en presencia de mi abuela, y… —una expresión de dolor aparece en sus ojos— se desmayó.

—¿Se desmayó? —Mi voz suena escéptica—. ¿Se puso pálida, se agarró el corazón y se desplomó en el suelo? —Lo he interpretado en una escena, pero la gente real no se desmaya por el shock.

—Sí —responde tensa—. Eso es justo lo que pasó. —«Vale, al parecer la gente real se desmaya por el shock»—. Me asustó tanto que no volví a hablar de buscarte.

La decepción me oprime la garganta. Supongo que Alyssa no debía tener tantas ganas de encontrarme. Me siento allí, con el cuero rojo del banco corrido pegado a mis muslos, y me humedezco los labios, pero, a pesar de todas las preguntas que bullen en mi interior, no sé qué decir.

El silencio se extiende entre nosotras hasta que Alyssa se inclina tanto que puedo percibir el ligero y picante aroma de su caro perfume.

—Después del incidente con po po, gong gong me hizo prometer que no volvería a hablar de ti ni de tu madre. —«Gong gong». Así llamaba la niña del aeropuerto a su abuelo. Un cúmulo de emociones me oprime el pecho mientras ella continúa—: Gong gong me contó que hablar de tu madre es demasiado doloroso para po po y que no lo soporta. Por eso po po no puede enterarse de que estás en Pekín. —Su cara se constriñe—. Es mayor y sufre del corazón. Ahora vive prácticamente recluida. Solo quiero protegerla de…

—Mí. —Mi voz suena seca como un viejo cadáver reducido a cenizas. Comprendería la preocupación de Alyssa por su abuela, si yo no fuera el monstruoso secreto del que su… nuestra abuela necesitaba protegerse.

Se estremece.

—No tengo derecho a pedirte esto, pero ¿podrías tener cuidado? No quiero que po po se entere de que estás aquí.

Todo esto es demasiado. Una prima que es una famosa estrella de las redes sociales. Un abuelo que prohíbe hablar de mi madre. Una abuela que se desmaya al mencionar a mi madre. Entonces una pregunta se abre paso entre la confusión que nubla mi mente.

 

—Si tu abuela está recluida, ¿por qué crees que se enteraría de que estoy aquí?

—Po po me sigue en Weibo —explica Alyssa, como si fuera la cosa más razonable del mundo que su anciana y recluida abuela la siga en las redes sociales—. Podría sospechar si alguien que se pareciera a mí fuera vista donde se supone que yo no debería estar.

—De acuerdo —accedo de forma lacónica. Estoy saliendo de mi estado de shock y ahora puedo pensar con más claridad. Hay más del pasado de mi madre de lo que Alyssa me está contando, y necesito saberlo todo. La adrenalina me acelera el pulso—. Tu abuela no se enterará de que estoy aquí, pero, si no sabes lo que pasó para que mi madre se marchara, entonces quiero hablar con alguien que lo sepa. Quiero hablar con tu madre. Con mi tía. O con nuestro abuelo.

Da golpecitos con los dedos en la mesa lacada en negro que hay entre nosotras.

—Lo siento, Gemma, pero no es posible —zanja por fin.

—¿Por qué no? —pregunto—. Al menos diles a tu madre y a tu abuelo que estoy en Pekín y que quiero verlos.

—Ya se lo he dicho a mi madre. Y ella no quiere verte. —Esta vez, Alyssa me sostiene la mirada. Está diciendo la verdad.

Un dolor sordo se extiende por mi pecho. Esto es peor que pensar que no tengo familia en China. Ahora descubro que sí que tengo familia, pero hay un problema: no me quieren.

Gong gong no sabe que estás aquí, y será mejor que no se entere —dice Alyssa.

—¿De qué estás hablando? —«¿Está diciendo en serio que debo tenerle miedo a mi propio abuelo?».

—Es que… a gong gong no le gustaría —responde con sequedad—, Sung Shen Yi se ha creado una reputación como alguien a quien nadie quiere tener como enemigo.

—Entonces, ¿es mi enemigo? —Siento un escalofrío.

—Por supuesto que no —dice—. Solo me refiero a que es mejor que nadie más de mi familia se entere de que estás aquí.

La tensión entre nosotras se vuelve espesa y palpable. Si cree que voy a ocultarme e ignorar este misterio sobre mi familia, entonces no me conoce en absoluto. «Lo cual, por supuesto, es precisamente el problema». Mi prima no me conoce. Y tampoco quiere hacerlo.

—Entiendo que esto parece injusto. —Los ojos de Alyssa se oscurecen con una simpatía que no quiero—. Después de todo, tienes derecho a… Bueno, digamos que te mereces una compensación.

—No. ¡No quiero nada de ti! —Eso no es cierto. Pero lo único que deseo, lo que siempre he anhelado, es justo lo que no puedo tener. Una familia. Un sentimiento de pertenencia al país donde mis padres nacieron.

—Gemma —continúa Alyssa, preocupada—, me gustaría hacer algo para compensar todo esto.

La furia me invade. ¿Cree que soy un problema que desaparecerá si me da dinero? Ignoro su mano extendida y me levanto con un gesto tan brusco que casi provoca que vuelque la mesa.

—Ha sido una noche muy larga —espeto con frialdad—. Buenas noches.

Mientras salgo a trompicones de la sala privada, con su cuero rojo y sus mesas de ébano, puedo sentir que los ojos de Alyssa me siguen.

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