Heredera por sorpresa

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Capítulo 3

Me siento en una silla de plástico rígido en la sala de espera del casting y observo con disimulo a las otras candidatas, sentadas frente a mí. En la primera audición la sala estaba abarrotada y, cuando me llamaron por primera vez, estaba medio llena. No obstante, ahora que me han llamado por segunda vez, solo hay otras dos mujeres, ambas asiáticas. Una de ellas tiene la cara bonita y redonda y la otra tiene una belleza elegante. Si el director está buscando a una chica guapa, elegirá a la primera; pero, si lo que quiere es alguien con glamur, elegirá a la segunda. «¿En qué posición me deja eso a mí?». Con el pelo recogido en una coleta y el mínimo maquillaje, describiría mi estilo como el de la «vecina de al lado», excepto que las asiáticas nunca son la «vecina de al lado». O somos exóticamente guapas o exóticamente glamurosas.

Aliso la hoja de papel que me ha dado la recepcionista al registrarme; espero tener una oportunidad con este rol. «Sonia Li, exnovia». Eso es todo. Supongo que será una lectura en frío de nuevo. Las dos últimas veces también lo fue: una escena con Sonia en medio de una pelea con su exnovio Ryan.

Rápidamente, repaso todo lo que sé sobre Butterfly, la película para la que estoy haciendo la prueba. Es un cortometraje de presupuesto medio cuyo estreno está previsto en todo el país y la producirá un estudio pequeño, pero de buena reputación. También es una versión de M. Butterfly, y, por lo que sé de la obra de teatro y de la adaptación cinematográfica de los años noventa, supongo que Sonia Li es la versión moderna del personaje secundario Helga, la esposa que al final es abandonada.

Tanto en la obra de David Henry Hwang como en la versión cinematográfica original, Helga es blanca, pero supongo que en esta versión es asiática. El único otro personaje femenino que se me ocurre también es secundario: la camarada Chin, pero se supone que es una mujer mayor. Miro a las otras dos mujeres y ambas aparentan mi edad, por lo que lo más posible es que no vayan a presentarse para el papel de la camarada Chin.

Trago saliva y voy a por un vaso de agua del dispensador. Las otras dos chicas siguen mis movimientos con la mirada. La que tiene la cara redonda se sonroja cuando nuestros ojos se encuentran y vuelve a centrarse en su propio folio, aunque mirar fijamente la única línea que debe decir no va a ayudarla mucho en la prueba. Aun así, es justo lo que voy a hacer yo también.

La otra mujer me sonríe con fría confianza. Ella no lleva ninguna hoja.

—¿Te han llamado para el papel de Sonia Li? —Se echa el pelo largo por encima del hombro y la melena se extiende como tinta sobre su blusa blanca—. Soy Vivienne.

—Eh, sí. Para el papel de Sonia Li. Yo soy Gemma.

Me bebo el agua de un largo trago y, sin querer, derramo algunas gotas sobre mi camisa. Genial. Basta con que mi competencia se presente para que yo me convierta en un manojo de nervios. Con cuidado, vuelvo a sentarme en la silla.

La mujer que se ha ruborizado levanta la vista y se presenta como Julie.

Vivienne se inclina hacia delante y dice de forma confidencial:

—Me encantaría conseguir este papel. Trabajar con Eilene Deng sería un sueño hecho realidad.

Me quedo boquiabierta. Eilene Deng es mi ídolo. He visto toda su filmografía, incluso la única y horrible temporada de su fallida comedia.

—Bromeas. —Resoplo sorprendida.

—¿Qué papel interpreta? —pregunta Julie con los ojos muy abiertos.

Vivienne se ríe.

—Oh, no actúa en esta película. La dirige.

Frunzo el ceño, con la emoción empañada por la sospecha de que Vivienne nos está tomando el pelo.

—En la primera audición, el director de casting reveló que el director es Jake Tyler.

Jake lleva años en la industria del cine y tiene fama de tener poca paciencia y de ser muy exigente.

—Sí, es cierto —confirma Vivienne—. Pero cuentan con Eilene como codirectora.

Ah. En realidad, tiene sentido que el estudio contrate a una codirectora asiática, pues el director principal es un hombre blanco.

—¿De dónde has sacado esa información? —pregunto.

—Oh, ya sabes cómo funciona este mundo. —Vivienne hace un gesto con la mano—. Uno de los negocios de mi madre es un restaurante de fusión vietnamita que a Eilene le encanta, y se le escapó algo sobre la codirección de esta película durante un evento que el restaurante organizó.

No, no sé cómo funciona este mundo. Mi madre es directora de arte en un museo y mi padre es profesor de ciencias políticas, así que somos una familia de clase media, pero eso no significa que yo me codee con la misma gente que Vivienne. Es decir, venga, que se tutea con Eilene Deng y uno de los negocios de su madre es un restaurante de fusión de lujo. Aun así, los cotilleos de Vivienne no parecen mezquinos, por lo que le pregunto:

—¿Sabes algo más sobre la película?

Entrecierra los ojos.

—No, la verdad es que no.

No la culpo por ser esquiva. Al fin y al cabo, estamos aquí para competir por un papel, no para hacernos amigas.

—Julie Chu —anuncia la recepcionista en voz alta—. Le toca.

Julie se pone de pie nerviosa y Vivienne y yo le deseamos suerte.

Permanecemos en silencio mientras Julie entra en la sala de casting y Vivienne se pone los auriculares para escuchar algo en su teléfono. Es una decisión inteligente; esforzarse por fisgonear lo que sucede en la sala de casting a través de las finas paredes nunca es una buena idea, así que la imito.

Treinta minutos después, Julie sale. Nos sonríe con valentía, pero noto que no le ha ido tan bien como esperaba. Me siento mal por ella, pero al mismo tiempo aumenta mi confianza en mis propias posibilidades. Me quito los auriculares con la esperanza de que me llamen a mí a continuación.

Poco después, la recepcionista pronuncia el nombre de Vivienne y se traba cuando llega a su apellido, al decir algo como «Na-goo-yen» en lugar de pronunciar «Nguyen» como una palabra de una sola sílaba sin «g» ni «y» sonoras.

Vivienne me susurra:

—«Nguyen» es el apellido vietnamita más común, pero parece que los blancos no lo entienden.

Sonrío. Es mi competencia, pero me cae bien, aunque intente evitarlo.

Vivienne tarda más tiempo que Julie y, cuando vuelve a la sala de espera, está radiante. Me quito los auriculares a tiempo para escuchar cómo me desea «¡Buena suerte!» con alegría, alto y claro antes de salir de la estancia entre pequeños saltitos. Está claro que no es una buena señal para mí.

Me quedo sola en la sala de espera y, en el momento en que me dispongo a volver a ponerme los auriculares, oigo un murmullo de voces al otro lado de las paredes. Oh, oh. Debería colocármelos ya. Mis dedos revolotean indecisos cerca de mis oídos. «Nunca ha salido nada bueno de escuchar a escondidas en la sala de espera de un casting». Aun así, dejo caer los auriculares sobre mi regazo, de manera que los cables blancos forman una maraña desordenada.

—¿Qué importa eso? —dice una voz masculina en respuesta a una frase que no he entendido.

—¿Acaso no estoy aquí para eso?, ¿para decirte lo que importa? —responde una voz femenina.

—Hermosa y serena, es perfecta. —No me cabe duda de que se refiere a Vivienne. El estómago me da un vuelco.

La mujer habla demasiado bajo para que pueda oír su respuesta.

La del hombre, sin embargo, no es difícil de escuchar; suena casi enfadado:

—¿De verdad quieres discutir sobre esto?

—Ya veremos —responde la mujer—. Tenemos una opción más.

—¿Para qué vamos a molestarnos? ¡Si ya sé a quién quiero!

En ese momento, la recepcionista me llama desde su escritorio:

—Gemma Huang, la están esperando.

Cuando me levanto, me tiemblan las rodillas. «¿Para qué vamos a molestarnos?». ¿Para qué voy a entrar si el director ya ha decidido elegir a Vivienne? Respiro hondo y me digo a mí misma que no he venido hasta aquí para rendirme antes de entrar siquiera en la sala de casting. Con el corazón desbocado, abro la puerta y entro en la sala.

Al igual que las dos primeras veces, hay un cámara listo para grabar la escena del casting. Detrás de una larga mesa hay dos personas atractivas de mediana edad: un hombre blanco y una mujer asiática. El hombre debe ser Jake Tyler, el director, pero yo solo tengo ojos para ella.

Eilene Deng. Es imposible no reconocer ese rostro de huesos finos y el arco sarcástico de sus cejas negras.

Se me humedecen las manos y se me seca la garganta. «Es ella de verdad». Supongo que, en realidad, no me había creído del todo que Eilene Deng codirigía la película. La impresión de encontrarme cara a cara con mi ídolo hace que me maree. Una voz en mi cabeza balbucea con entusiasmo: «¡Soy una gran fan tuya! Eras lo mejor de Danger Hospital, ¡es una pena que la serie se cancelara después de una sola temporada! Dios mío, ¡no me creo que vaya a conocer a Eilene Deng!». Parpadeo por el asombro y me doy una colleja mental. «Cálmate, Gemma». Eilene Deng no quiere que una fan desquiciada se ponga como una loca delante de ella.

Eilene sostiene mis frases para la lectura en frío con una sonrisa amable, pero Jake ni siquiera me mira. Cojo las hojas que me ofrece con la esperanza de que no se percate del sudor de mis manos y echo un vistazo rápido a la escena: Sonia se aleja a toda prisa de Ryan después de una pelea y él corre tras ella bajo la lluvia. Parece que esto tiene lugar justo después de la escena que he leído las dos últimas veces.

 

—Vamos a hacer la primera toma sin las cámaras, ¿de acuerdo? —anuncia Eilene.

—Vale —digo, ansiosa.

Jake pronuncia las primeras frases de Ryan:

—Sonia, espera. Debes de estar calada hasta los huesos.

El guion indica que Ryan se quita el impermeable y envuelve a Sonia con él, que tiembla y se acurruca en su abrazo.

—Mi pequeña mariposa, aunque ya no seas mía y no tenga que preocuparme por ti, te voy a cuidar siempre.

«¿En serio? ¿Quién dice este tipo de cosas? ¿Y por qué Sonia no le tira el chubasquero a la cara?».

La frustración me recorre el cuerpo mientras intento meterme en el personaje.

—¿Y quién cuidará de ti, Ryan? —Se supone que tengo que decirlo con nostalgia, pero me sale sin sentimiento—. Cuando era tuya, habría ido hasta los confines de la tierra por ti.

Madre mía. Este diálogo cada vez va a peor.

Jake lee las siguientes frases como si estuviera adormilado.

Las gotas de sudor se me acumulan sobre el labio superior. Según el guion, Sonia empieza a coquetear y a mirar de forma seductora a Ryan a los ojos, pero me parece una tontería que haga eso, así que me salto la indicación. «Seguro que Vivienne ha hecho una interpretación perfecta con un solo movimiento de pestañas».

—Cuidado, Ryan. Puede que te lleves una sorpresa. —Mi voz suena tan forzada que parece que esté leyendo un manual de instrucciones de IKEA en lugar de tontear con mi exnovio.

Eilene me interrumpe:

—¿Qué piensas de tu personaje, Gemma?

—¿Perdón? —La miro confusa y parpadeo. Que Eilene me interrumpa tras haber leído apenas unas pocas líneas debe ser una mala señal. Las rodillas me flaquean por el pánico.

—¿Podemos continuar? —Un ceño petulante estropea la escultural belleza de Jake.

Eilene lo ignora y repite su pregunta con paciencia.

Me siento como si hubiera vuelto al instituto y me hubieran enviado a la oficina del director para dar explicaciones por alguna falta que desconozco. Nunca me llegaron a enviar al despacho del director, pero todavía sueño con ello a causa de la ansiedad.

—Sonia parece poco… —Me detengo porque no encuentro una manera correcta de terminar la frase—… ¿realista? —termino con voz ahogada.

Jake resopla.

—¿A qué te refieres con poco realista? —me anima Eilene.

—Eh… —Siento la lengua como si estuviera envuelta en lana que pica; sería una locura señalarle a un director que el personaje para el que están haciendo el casting es un estereotipo—. Bueno, primero parece muy débil e insegura… y de pronto… está… ¿seduciéndolo? —Parece que Eilene me está escuchando de verdad, así que continúo—: Quiero decir, si yo fuera Sonia, estaría enfadada porque mi exnovio está actuando de forma deshonesta y posesiva. No trataría de recuperarlo como una desesperada, sino que intentaría…, bueno, intentaría hacerme la dura.

Eilene se ríe, pero Jake no. Da la impresión de que querría estar en cualquier lugar menos aquí.

Levanto la barbilla.

—Pero también me aseguraría de que sepa lo que se pierde.

Jake vuelve a dirigirme una mirada dispersa.

La boca de Eilene se curva en una sonrisa.

—Bu cuo.

—¿Qué has dicho? —pregunta Jake a Eilene. Ahora suena un poco menos aburrido.

—Que no se equivoca —responde ella con calma.

Eso es lo que bu cuo significa literalmente en chino, pero en el uso común significa «no está mal», como una forma de elogio que se pierde en la traducción. Los padres chinos tienen la mala fama de ser escuetos con las alabanzas, pero, en realidad, un bu cuo chino mesurado vale más que cien «muy bien» estadounidenses casuales. Y eso es lo que hace que la esperanza se prenda en mi interior como una pequeña estrella ardiente.

Eilene se dirige a mí:

—Volvamos a hacerlo desde el principio. ¿Te parece bien, Gemma?

—Claro —exclamo, aterrada ante la idea de meter la pata de nuevo. ¿Cómo voy a interpretar a Sonia de forma convincente?

Jake se encoge de hombros y retoma sus frases. Cuando empieza de nuevo y llama a Sonia «pequeña mariposa», me viene a la cabeza una escena de M. Butterfly, quizá porque ya conozco la obra de memoria. Uno de los personajes asegura que solo un hombre podría interpretar a la perfecta mujer asiática de forma convincente porque ella no es real, sino un objeto de la fantasía masculina.

Bien. «Piensa en la fantasía, Gemma, no en la realidad». Interpreto mis líneas sobre ir a los confines de la tierra por Ryan y, esta vez, lo hago mejor. Al menos, no siento náuseas.

Jake lee las suyas:

—Este es mi hotel. Entra y nos quitaremos esta ropa mojada.

Me arde la cara cuando me come con los ojos por encima del papel. Incluso aburrido como una ostra, se las ingenia para mirar de forma lasciva; estoy segura de que es un acto reflejo.

He conocido a hombres como Jake y me sé sus fantasías: antiguos secretos eróticos y risitas tímidas, sexo y modestia, todo envuelto en un paquete imposible. Me había equivocado al evaluar a las otras mujeres en la sala de espera. Julie, Vivienne, yo… Ninguna de nosotras puede ser la mujer que esperan, porque no es real. Pero yo no tengo que serlo, solo tengo que interpretar ese papel, y ya es hora de que recuerde qué es ser una actriz. Mi voz suena aguda y entrecortada mientras miro de manera recatada a Jake por debajo de las pestañas.

—Cuidado, Ryan. Quizá te lleves una sorpresa. —Dejo que un leve tono de advertencia se filtre a través de mi voz.

Se endereza y sus ojos reflejan interés mientras pronuncia sus siguientes líneas.

Eilene me dedica una sonrisa de aprobación y se acomoda en la silla.

Termino la escena, ignorando las indicaciones de despedirme de Ryan con anhelo. Yo no me sentiría así si un exnovio se me insinuara con unas frases vomitivas, diciendo cosas como «pequeña mariposa» y que siempre estará pendiente de mí. En su lugar, leo las frases con aire descarado, como si quisiera echar de mi vida a mi ex.

Cuando termino, parece que tanto a Eilene como a Jake les ha gustado cómo he interpretado la escena. Me hacen repetirla, y esta vez las cámaras lo graban. Luego, rodamos otra escena. Para cuando los dos directores me dicen que se pondrán en contacto conmigo, llevo aquí tanto tiempo como Vivienne, lo cual es buena señal, ¿no? Mientras salgo de nuevo hacia la sala de espera, me siento bien con cómo ha ido la prueba.

Me despido de la recepcionista con la mano y, cuando estoy a punto de irme, oigo la voz de Jake al otro lado de esas finas paredes:

—Ha ido mejor de lo que esperaba. —Me siento esperanzada por un breve y alegre momento hasta que agrega—: Pero Vivienne sigue siendo la opción clara.

Siento un nudo en el estómago y dejo caer los hombros. «Bueno, adiós a otra oportunidad de pagar el alquiler». Al menos he conocido a Eilene Deng, algo es algo. Pero habría estado bien conocer a mi heroína en otras circunstancias, por ejemplo, no fracasando en un casting.

Capítulo 4

Mi teléfono suena justo cuando salgo del edificio del casting. Es mi madre. Supongo que su sentido arácnido le ha indicado que era un buen momento para llamar. Suspiro y respondo.

—Hola, mamá.

—Gemma, soy mamá —dice mi madre. No es que no entienda cómo funciona el identificador de llamadas, sino que cree que es necesario anunciar quién es al principio de cada llamada.

—Lo sé, mamá.

Hablamos un rato y me lo cuenta todo sobre los hijos de sus amigas, que están en la universidad forjando un camino hacia el éxito y, al parecer, pasando el mejor momento de sus vidas. «Qué sutil».

—Mamá, se llama año sabático. Mucha gente se toma uno antes de ir a la universidad. ¡No es para tanto que quiera descansar un año antes de empezar la carrera!

—¿Recuerdas lo que ocurrió el verano pasado? Dijiste que ya no querías trabajar en el museo, que ibas a buscar otro trabajo, pero no lo hiciste.

—¡Trabajé durante dos veranos en tu museo y los fines de semana durante el curso! Necesitaba un descanso. —Paseo por la acera y tengo que obligarme a parar porque estoy llamando la atención de la gente que pasa—. Además, el verano pasado participé en una obra de teatro.

Resopla tan fuerte que puedo oírla.

—Los ensayos y las funciones eran por la noche. Así que podrías haber conseguido un trabajo, pero te pasabas todo el día en el sofá viendo esa serie.

Hay que reconocer que la miniserie La emperatriz de China, de noventa y seis episodios, requiere una gran cantidad de tiempo y dedicación.

—Esa serie era un drama chino, que a ti te encantan, y la protagonizaba Fan Bingbing, tu actriz favorita —le recuerdo con rigidez—. Pensé que querrías verla conmigo.

En realidad, había contado con ello porque mi chino es tan básico que tendría suerte de entender la mitad de lo que pasaba sin ella. Al final, mamá aceptó verla conmigo, pero solo para criticarla. Cuando era pequeña, mamá, papá y yo hacíamos maratones de dramas chinos, pero eso era antes de que decidiese que quería ser una actriz de verdad. Ahora, cualquier cosa que alimente ese sueño, de repente, supone una pérdida de tiempo.

—¡Esa serie no representa para nada la vida de la emperatriz Wu Zetian!

Mamá tiene más conocimientos de la historia de China que una persona común gracias a su licenciatura en Historia del Arte y a su interés por la cultura china, pero, como Wu Zetian vivió hace miles de años, ni mamá ni cualquier otra persona pueden saber de verdad cómo era la emperatriz de verdad. Además, la inexactitud histórica nunca le ha impedido disfrutar de los dramas chinos sobre monjes voladores y doncellas guerreras mágicas.

—¡Creo que la serie hizo un buen trabajo! Al menos no retrató a Wu Zetian como una ramera de la corte sin corazón que mató a su propia hija para inculpar a una rival.

La mujer que pasa junto a mí en la acera me mira alarmada. Le dedico una sonrisa que dice: «De verdad, soy una persona totalmente normal que solo está hablando de rameras de la corte y de infanticidios en una calle pública muy concurrida». La mujer se apresura sin mirarme a los ojos. Bajo la voz:

—Pensé que apreciarías una representación de Wu Zetian como una madre que llora el asesinato de su hija en lugar de una emperatriz sedienta de sangre.

—Por favor —responde mamá con desdén—. ¡Hicieron que Wu Zetian pareciera una inocente enamorada que dejaba que todos la pisotearan! Esa chica no podría haber dirigido una casa, ni mucho menos un país entero.

Coincido con ella. La emperatriz Wu no fue la única mujer gobernante de China por ser la damisela en apuros que La emperatriz de China muestra. Aun así, la experiencia me recuerda que no debo darle la razón en una discusión.

—Mira, solo digo que Fan Bingbing nos mostró a una Wu Zetian mejor que la que nos dieron los historiadores masculinos de la corte.

—La serie solo cambió un detalle incorrecto por otro que también lo era, lo cual no la hace mejor. —Así que ¿ahora mi madre pretende saber lo que sucedió en la época de la dinastía Tang? Eso solo demuestra, una vez más, lo cabezota que puede llegar a ser. Mi madre es la persona con más fuerza de voluntad y determinación que conozco. Por eso habla un inglés casi perfecto, a pesar de que llegó a Estados Unidos ya en la edad adulta—. Además, no me gustan las ideas que te ha dado esa serie.

—¡Lo que realmente quieres decir es que no apruebas nada que me inspire a ser actriz! ¡Quieres que sea doctora, abogada o algo similar!

De acuerdo, reconozco que es una acusación injusta. Mi madre nunca me ha presionado para que me matricule en una carrera concreta. Además, tampoco se podría decir que su propia formación en Historia del Arte sea un camino convencional hacia el éxito.

—¿Quieres ser actriz? ¡Muy bien, sé actriz! Pero ¡actúa con cabeza y ve a la universidad primero! ¿Crees que llegué a ser directora de un museo porque vi un cuadro y me «inspiré» de la nada? —Toma aire de forma audible—. Pero no se trata de que quieras ser actriz. Es que no me gusta esa serie. ¡Luan qi ba zao! Te llena la cabeza de tonterías. ¡Kai wan xiao!

Ahora sé que no está diciendo la verdad. Acaba de utilizar sus dos insultos más mordaces. Luan qi ba zao, que significa «desordenado y caótico», y lo emplea en ocasiones para referirse al estado de mi habitación. Kai wan xiao, que quiere decir «tienes que estar de broma», está reservado para los precios demasiado altos. Nunca ha utilizado ninguna de las dos frases para describir algo artístico. Uno pensaría que mamá, como directora de un museo, sería una esnob en lo que a arte se refiere, pero es todo lo contrario. No le gusta criticar ningún tipo de arte, y mucho menos a sus queridos dramas chinos. Por eso sé que el verdadero problema está en que yo quiera ser actriz.

 

—¡La serie no es una tontería, y lo sabes! ¡Y tampoco lo es que aspire a ser actriz!

Ella ignora mi arrebato:

—¿Ya tienes un trabajo?

Mi silencio responde a su pregunta, y añade con tono suave:

—Podemos darte qian para el alquiler.

«Dinero». En el fragor de nuestra peor pelea, mamá juró que no me apoyarían si no iba a la universidad este otoño, pero debería haber sabido que al final se retractaría de su amenaza. Estoy segura de que no le ha resultado fácil dejar atrás su orgullo de esa manera, pero yo también tengo el mío.

—No, gracias.

Ella suspira:

—Tu padre creció en la pobreza, ¿sabes?

Parpadeo sorprendida. Mis padres nunca hablan de su pasado.

—Está muy preocupado por ti —admite mamá—. Delun —eleva el tono de voz—, ¡ponte en la otra línea y dile a nuestra hija lo mucho que te preocupa!

Mis padres son las únicas personas que conozco que todavía tienen un teléfono fijo además de sus teléfonos móviles.

—Mamá —gimoteo. Lo último que quiero es tener una conversación con papá sobre su preocupación por mí. Hablar de sentimientos siempre le hace sentirse incómodo.

De fondo, escucho que dice:

—Lei, no es necesario.

Mamá lo ignora y añade:

—No quiere que tengas que preocuparte por si podrás comer o encontrar un lugar en el que vivir como le pasó a él. Ahora se pone al teléfono papá.

«Vale. Allá vamos».

Papá coge el teléfono:

—¿Cómo va tu economía, Gemma?

Así es papá, directo al grano. Pero, en su idioma, «¿cómo va tu economía?» significa, más o menos, «te quiero». Además, a diferencia de mamá, él nunca hace amenazas de manera impulsiva que después vaya a contradecir. A él tampoco le gustó que aplazara mi acceso a la universidad, pero no me amenazó con quitarme la ayuda económica.

—Bien —miento.

—Hao.

—Estoy bien —repito.

Se produce un silencio incómodo.

Mamá interviene y me rescata:

—¡No está bien! —Bueno, más o menos.

—Lo estoy, mamá, de verdad. Papá y tú no tenéis que preocuparos por mí. —Hago una pausa—. No sabía que papá había crecido en la pobreza. ¿Tú también?

Mi padre hace un ruido ahogado y oigo el clic del teléfono que indica que ha colgado.

—No —responde mamá—, pero no tenía nada comparado con todo lo que he conseguido hasta ahora. ¿Sabes por qué? —«Aquí viene: porque trabajé duro y porque fui a la universidad». Pero mi madre es demasiado inteligente para hacerlo tan obvio—. Porque tu padre y yo nos tenemos el uno al otro, y te tenemos a ti. Solo quiero lo mejor para nuestro bao bei.

Ahora ha sacado la artillería emocional pesada. Cuando era pequeña, mi madre me llamaba bao bei, que significa «tesoro». Y, en caso de que eso fuera demasiado sutil, mi padre se refería a mí como «Gem» para abreviar. Soy su gema, su tesoro; lo entiendo. No me siento presionada en absoluto.

—Crees que irás a la universidad después de este año «sabático» —asegura—, pero sé lo que es ser joven e impulsiva. Es muy fácil distraerse de lo importante y, créeme, te arrepentirás durante el resto de tu vida si pierdes de vista lo que merece la pena de verdad.

Esta mujer está desaprovechada como directora de museo; podría impartir lecciones de teatro.

Alzo la voz para que se me escuche por encima del estruendo de los coches que circulan a toda velocidad a mi lado y digo:

—Sé lo que es importante para mí, y es actuar. No es una decisión impulsiva ni una distracción. ¡Es mi vocación!

—No te pido que dejes de actuar. ¡Solo digo que primero vayas a la universidad para que tengas otras opciones! ¿Cuánta gente se gana de verdad la vida con la interpretación?

«Es hora de cambiar de táctica».

—Sara Li se tomó un año sabático, y su madre no se lo echó en cara.

Esa pobre chica necesitaba un año sabático tras haber soportado interminables bromas sobre su nombre desde la escuela primaria. Hasta el día de hoy, Sara Li no puede mirar un postre helado sin estremecerse.

Por una vez, mamá permanece impasible ante la mención de la hija de su mejor amiga.

—No tienes que ser como Sara Li.

«¿De verdad?». Toda mi vida he oído a mamá hablar de la perfecta Sara Li, ¿y ahora me dice que no necesito ser como ella? (Si Sara no fuera mi amiga, la odiaría).

Luego, cae en su costumbre de adorar a Sara Li y añade:

—Además, Sara Li se matriculó en Harvard. —Es como si mamá no pudiera contenerse.

Aprovecho lo que acaba de decir:

—E iré a la universidad el próximo otoño, como hizo Sara después de su año sabático. ¿Estarías más contenta si hiciera lo mismo que Sara durante su año sabático? —«Oh, no, no vayas por ahí, Gemma», pero mi estúpida boca es más rápida que mi cerebro—. ¿Ir a Pekín?

Se hace un silencio glacial al otro lado de la línea y se me seca la garganta.

A lo largo de los años, he elaborado un montón de teorías descabelladas sobre por qué mi madre no quiere que vaya a Pekín. Un pretendiente a quien rechazó convertido en acosador. Un pasado criminal. La mafia china (si es que existe tal cosa) le ha puesto precio a su cabeza. O, tal vez, solo piensa que el aire no es saludable. De vez en cuando, dejo caer una teoría con la esperanza de sorprenderla para que se le escape algún detalle, pero nada ha funcionado hasta ahora. Con el tiempo, aprendí a dejar de insistir. Para ser una mujer a la que le encanta hablar, a mi madre se le da increíblemente bien el «trato silencioso». Aunque no suele usarlo conmigo. Solo cuando le pregunto sobre Pekín o sobre su familia.

Sara Li tiene una hermana, abuelos por ambas partes y un montón de primos, tíos y tías. Algunos viven en Estados Unidos, otros en Taiwán y otros en China, pero lo importante es que los tiene. Lo cierto es que nunca he sentido envidia de sus notas ni de sus premios, pero sí que estoy celosa de su familia, llena de hermanos y parientes. Yo no tengo a nadie más que a papá y mamá, por eso sospecho que la razón por la que no puedo ir a Pekín no tiene nada que ver con acosadores, delincuentes, la mafia o la contaminación del aire.

Tiene relación con la familia de mamá.

Papá, al menos, habla de la suya… o de la ausencia de ella. Es huérfano. He intentado preguntarle a él por qué no puedo ir a Pekín, pero eso tampoco funciona. Papá no permanece en silencio como mamá, pero sí que me mira con los ojos muy abiertos, con pánico, y me otorga un confuso «habla con tu madre» mientras huye de mí.

Por fin, mi madre habla:

—Haz lo que quieras con tu vida —añade con frialdad—. Pero no pongas un pie en Pekín. No tienes ni idea de lo que pasará si lo haces.

Repite lo mismo en un chino lento y preciso. Luego cuelga.

Se me forma un nudo en el estómago. Aquí estoy, de pie, sola en medio del boulevard Washington después de haber fracasado en un casting.

Y ahora me siento aún peor tras haber hablado con mi madre. La ira se apodera de mí. ¿Por qué mencionar Pekín supone un problema? Me enfurece todavía más pensar en que volverá a llamar dentro de una semana y actuará como si no hubiera pasado nada, como si el tema de Pekín nunca hubiera surgido. Dentro de poco, volverá a recordarme lo que me estoy perdiendo por no ir a la universidad. Como si ella supiera a la perfección lo que es mejor para mí.

Sin embargo, lo cierto es que mi madre no me entiende. Cree que soy demasiado impulsiva porque todas las decisiones que ella ha tomado en su vida son muy lógicas. Incluso Sara Li tiene una vena rebelde, pero mi madre no. Ella nunca se ha desviado del camino convencional hacia el éxito. Estoy segura de que nunca ha tomado una decisión precipitada en su vida, y quiere que yo siga sus pasos. Sin embargo, no me parezco a ella en absoluto.

Los coches pasan a toda velocidad por la concurrida carretera, lo que subraya que soy la única que no tiene adónde ir.