Daniel

Text
Aus der Reihe: Poesia #149
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa
DANIEL

Por la ventana abierta el día es día como siempre,

o noche, que es igual,

y el árbol tiene la mansedumbre de las cosas ya vistas

y el orden de la mano va del número,

cuando la ola entra alocada, dando tumbos,

tan caliente

que ahoga el pequeño pájaro que anida en la camisa,

tan fría que congela un río de palabras,

la ola con su paréntesis vacío para siempre

que viene a recordarnos que vivir era eso,

que hacia este lugar desde siempre veníamos.

Otra vez sales de mí, pequeño, mi sufriente.

Otra vez miras todo con mirada reciente,

y llenas tus pulmones con el aire gozoso.

Ya no lloras.

El mundo, de momento, no te duele.

Todo es tibio esta vez, caricia pura,

como una prolongada primavera.

Ignoras

mi útero vacío, mi sangrado.

Desconoces

que el grito de dolor de parturienta

va hacia adentro y se asfixia, sofocado,

para que no trastorne

el silencio que ronda por la casa

como una mosca azul resplandeciente.

Mis manos ya no pueden cobijarte.

Sólo decirte adiós como en los días

en que al girar, ansioso, tu cabeza,

mi sonrisa se abría detrás de la ventana

para encender la tuya. Cuando todo

era sencillo transcurrir, no herida,

ni entraña expuesta, ni desgarradura.

Ventanas

para la mano trémula

para la boca áspera y el

espíritu en fuga

el cuerpo erguido sobre el hambre

en su endeblez de ramo

de huesos sorprendidos

en la caída

por

la caída

ventanas

para fugarse / franquear

el límite

que protege a los débiles

ventanas para oír

el eco

que al abismo convoca

desde lo no cifrado

al otro lado de

al otro lado tiempo

la otra oscuridad

de sin dolor sin sombra

ni tan siquiera de

cuando tan sólo

sin

(alféizares:

polvo de vidrio

para cortar los hilos)

Sin ti ha vuelto esta vez el sol de enero.

El dios indiferente que adoramos,

que ni culpa, ni salva, ni señala.

(Tu cuerpo

gozaría este sol que nada pide,

que vuelve a hacernos simples y animales).

El árbol que veías detrás de tu ventana

reverbera de luz.

Adentro,

sobre lo intacto aún, sobre tu almohada,

la sombra de mi mano se acongoja.

Lejos, en Prospect Park,

el árbol al que dimos tu cuerpo en primavera

habrá perdido ya todas sus hojas.

En su raíz fulgurará la nieve.

Enero siempre vuelve.

En la pared del cuarto tu luz dibuja sombras.

La primavera es la estación que acoge los suicidas.

Lo dicen los que en la morgue anotan «edad, sexo, lugar

y método empleado».

Desde lo alto yo vi brillar el sol de mayo

que atrás dejaba al pájaro enfermo del invierno,

su mirada de escarcha

que antes ensombrecía las ventanas.

Pude también oír decir al viento:

«se ha roto la promesa del invierno.

Nada renacerá en la primavera».

Son implacables, madre, los relojes del mundo.

Desde lo alto yo vi mi sombra como un árbol

abriéndome sus brazos amorosos.

La piel del brazo

el roce

Abrázame le digo dice

ella

pero no hay otro

movimiento

que el de la caída

y me pregunto cómo

si ella más abajo o si yo

más arriba

o su brazo y no hay tiempo

salvo para caer

el edificio a un lado

porque de espaldas no

de espaldas es el suelo

y el suelo es el miedo

Abrázame le dice

pero es

tan larga la caída

¿En qué pupila

quedaste tú grabado para siempre

aún vivo

pero volando triste hacia la muerte,

en el último instante, el cielo a tus espaldas?

¿Quién te lleva dentro de sí

como una pesadilla hacia la noche,

o una anécdota, un puro escalofrío

que aspira a remansarse en la palabra?

¿Quién vio lo que no vi,

lo que tan sólo

a mí me pertenece?

Tú como un ave inversa que se entrega,

oscura y sin plumaje,

derrotada.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?