Sueño En El Pabellón Rojo

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—No fue casualidad, sino un pago por los pecados cometidos en sus vidas anteriores —respondió Yucun con un suspiro pensativo—. De otro modo, ¿por qué había Feng Yuan de fijarse precisamente en Yinglian? En cuanto a ella, después de todos estos años de sufrimiento en manos de su secuestrador, por fin entrevió una salida con un hombre que la amaba. De haberse casado con él todo hubiera salido bien, ¡pero ocurrió esto! Los Xue son más ricos que los Feng, y seguro que un tarambana como Xue Pan tiene muchas doncellas y concubinas y vive sumido en el desorden. Nunca podrá serle fiel a una sola muchacha. Ese romance fue un sueño vacío, el encuentro fortuito de una pareja infortunada. Pero basta ya. ¿Cuál es la mejor manera de zanjar este asunto?

—Su Señoría demostró su habilidad en el pasado —dijo el asistente con una sonrisa—. ¿Por qué hoy está tan corto de ideas? He oído decir que su nombramiento se produjo por intercesión de los Jia y de los Wang, y este Xue es un pariente de los Jia. ¿Por qué no nadar a favor de la corriente y devolverles el favor arreglando el caso de manera que pueda volver a mirarlos a la cara?

—Hay mucho de cierto en lo que dices, pero está por medio la vida de un hombre. Además, me han vuelto a brindar el favor imperial y estoy empezando una nueva vida. Debería hacer lo posible por demostrar mi gratitud al emperador cumpliendo con mi deber. ¿Cómo puedo ignorar la ley? No concibo la posibilidad de actuar de esa manera.

El asistente sonrió:

—Su Señoría tiene razón, pero en el mundo de hoy eso no conduce a nada bueno. Acuérdese de las viejas máximas: «Un caballero ha de saber amoldarse a las circunstancias» y «El hombre superior es aquel que persigue la fortuna y evita el desastre». Actuando como acaba de decir, no sólo le será imposible responder a la confianza puesta en usted por el emperador, sino que además expondrá su propia vida. Más vale que lo piense detenidamente.

Yucun inclinó la cabeza. Después de un largo silencio preguntó al asistente:

—¿Y qué sugieres tú?

—Tengo un plan excelente. Cuando Su Señoría vea el caso mañana, haga gran alarde de envío de órdenes y edictos; entonces el asesino no se presentará y el denunciante insistirá en su denuncia, con lo que podrá detener a algunos miembros del clan y a algunos sirvientes para ser interrogados. Mientras tanto yo, entre bastidores, arreglaré la cosa para poder informar de la «súbita muerte por enfermedad» de Xue Pan; con ese fin obtendré el testimonio de su clan y de las autoridades locales. Su Señoría podrá reclamar la posibilidad de consultar a los espíritus a través de la tablita de escritura mágica [7] . Haga instalar una en el tribunal e invite a militares y civiles como observadores. Entonces podrá decir: «El espíritu declara que Xue Pan y Feng Yuan fueron enemigos en una existencia anterior y estaban destinados a enfrentarse en ésta para dirimir sus diferencias; que Xue Pan, acosado por el fantasma de Feng Yuan, ha muerto a consecuencia de una extraña enfermedad; que puesto que todos estos problemas han sido ocasionados por el hombre que secuestró a la muchacha, cuyo nombre es tal y tal, éste debe ser tratado de acuerdo con lo dispuesto por las leyes». Y así sucesivamente. Yo me encargaré de que el secuestrador confiese, y cuando todo sea confirmado por el espíritu la gente quedará convencida. Como los Xue son muy ricos puede hacerles pagar quinientos o mil taeles por los gastos del entierro de Feng Yuan, cuyos parientes son gente insignificante que se ha metido en esto por el dinero. El dinero de los Xue les tapará la boca. ¿Qué le parece mi plan a Su Señoría?

—¡Inadmisible! —Yucun se resistió—. Tendré que meditar todo esto detenidamente para evitar tanta palabrería huera.

Su reunión se prolongó hasta bien avanzada la tarde. Al día siguiente se citó ante la corte de justicia a numerosos sospechosos que fueron cuidadosamente interrogados por Yucun, quien descubrió que, en efecto, los Feng eran una familia insignificante cuyo interés en el caso radicaba en obtener más dinero para el entierro, y que era a los tercos Xue, a través de sus poderosos parientes, a quienes se debía la enmarañada situación del caso y el que éste hubiera quedado pendiente. Yucun interpretó la ley adecuándola a sus propios intereses y emitió una sentencia arbitraria. Los Feng recibieron una buena cantidad de dinero y dejaron de ocasionar problemas. Yucun escribió sin pérdida de tiempo a Jia Zheng y a Wang Ziteng, comandante general de la guardia metropolitana, para informarles de que los cargos contra su digno sobrino habían sido retirados, y que en consecuencia no había razón para seguir preocupándose.

Yucun había dado por cerrado el caso gracias a la sugerencia del asistente que había sido novicio en el templo de la Calabaza, pero, temeroso de que ese hombre revelara pormenores de sus tiempos de miseria, fue acumulando faltas en su expediente hasta que consiguió exiliarlo en una lejana región.

Hablemos ahora del joven Xue, el que había comprado a Yinglian y ordenado matar a palos a Feng Yuan. Procedía de una familia culta de Jinling, pero la pérdida de su padre en la infancia lo había convertido, como único hijo y heredero, en un engreído malcriado por su madre. El resultado fue que llegó a ser un atontado inútil. Eran ricos gracias a un ingreso del Tesoro Estatal en calidad de proveedores de la Casa Imperial. El nombre del joven Xue era Pan, y su nombre de cortesía Wengi. Desde Los cinco o seis años se había mostrado excéntrico en los hábitos e insolente en el lenguaje. En la escuela sólo aprendió unos cuantos caracteres, despilfarrando su tiempo en peleas de gallos, equitación y viajes de placer. A pesar de su condición de proveedor de la corte ignoraba todo sobre negocios u otros asuntos mundanos, por lo cual recurrió a las viejas relaciones de su abuelo con el fin de obtener una bien remunerada sinecura en el Ministerio de Hacienda, mientras dejaba el negocio en manos de sus agentes y de los viejos servidores de la familia.

Su madre viuda, Wang de soltera, era la hermana menor de Wang Ziteng, comandante general de la guarnición metropolitana, y hermana también de la dama Wang, esposa de Jia Zheng, de la mansión Rongguo. Tenía alrededor de los cuarenta años y Xue Pan era su único hijo, como queda dicho. Pero también tenía una hija, dos años menor que el hermano, cuyo nombre de infancia era Baochai; se trataba de una niña bella y delicada, de natural refinada. Mientras vivió su padre la hizo estudiar, resultando en ello diez veces mejor que su hermano, pero tras la muerte de su progenitor, comprendiendo que Xue Pan no serviría de gran ayuda a su madre, dejó los estudios para dedicarse a las labores del hogar y a la administración de la casa, compartiendo así sus cargas y preocupaciones.

Ocurrió que, en su infinita bondad y en su deseo de honrar la cultura, alentar la etiqueta y descubrir talentos, así como de seleccionar consortes y damas de compañía, el emperador solicitó a la Junta que confeccionase una lista de las hijas de ministros y familias notables de entre las que serían elegidas compañeras de estudio virtuosas y con talento para las princesas. Por otra parte, como desde la muerte del padre de Xue Pan todos los gerentes y administradores de las oficinas de la proveeduría de diversas provincias habían empezado a embaucar al muchacho, los negocios de las diversas tiendas de la familia en la capital habían empezado a declinar. Así fue como Xue Pan, que desde tiempo atrás venía oyendo comentarios sobre los esplendores de la capital, consiguió tres buenos pretextos para visitarla: En primer lugar, escoltar a su hermana para la selección imperial; en segundo, visitar a sus parientes; por último, solventar las cuentas del negocio y decidir futuras acciones. Ni que decir tiene que el verdadero motivo de su viaje era contemplar los panoramas de la gran ciudad.

A partir de ese momento dedicó su tiempo a hacer el equipaje, empaquetar sus cosas de valor y preparar productos típicos para obsequiar a parientes y amigos. Ya había sido fijado un día favorable para la partida cuando se encontró con el secuestrador que vendía a Yinglian. Impresionado por la belleza de la muchacha, la había comprado enseguida. Cuando Feng Yuan la reclamó, Xue Pan, apoyándose en su poderosa posición, ordenó a sus matones que golpearan al joven hasta matarlo, tras lo cual encomendó la solución del asunto a gentes de su clan y emprendió el viaje con su madre y su hermana. Una denuncia por asesinato era para él una bagatela fácilmente solucionable con un poco de inmundo dinero.

Días más tarde les sorprendió en el camino, ya en las afueras de la capital, la noticia de que su tío Wang Ziteng había sido promovido a comandante general de nueve provincias con orden de inspeccionar las fronteras. Xue Pan se dijo jubiloso: «Precisamente iba pensando en lo fastidioso que iba a ser tener un tío que limitara mis andanzas en la capital. Ahora ha sido ascendido y se marcha, lo que demuestra la bondad del cielo».

A su madre le sugirió:

—Aunque tengamos casas en la capital no hemos vivido en ninguna desde hace diez años o más. Puede incluso que los vigilantes las hayan alquilado. Mandemos a alguien por delante para que vaya disponiendo una.

—¿Para qué tantas molestias? —preguntó ella—. Al llegar debemos visitar primero a nuestros parientes y amigos, y podemos quedarnos un tiempo con tu tío o tu tía. Ambos tienen mucho espacio. ¿No sería más sencillo que nos instaláramos allí y nos tomemos con calma lo de abrir las casas?

—Pero al tío acaban de ascenderlo y partirá a la provincia, con lo que es posible que su casa ande muy revuelta. Parecerá de lo más desconsiderado caerle encima como un enjambre de abejas.

—Puede que tu tío esté a punto de partir para ocupar su nuevo cargo, pero todavía queda la casa de tu tía. Año tras año nos han invitado a la capital, y ahora que estamos a punto de llegar y tu tío se está preparando para ausentarse una larga temporada, seguro que la tía Jia insistirá en que nos quedemos con ella; Les parecerá muy raro que lleguemos con tanta prisa por abrir una de nuestras propias casas. Sé lo que buscas. Temes quedarte con el tío o la tía porque te pueden imponer restricciones. Preferirías vivir por tu cuenta, libre para hacer lo que te plazca. Si es así, anda y búscate alojamiento. Yo he pasado todos estos años lejos de tu tía, y las dos queremos estar algún tiempo juntas. Tu hermana vendrá conmigo, ¿te parece bien?

 

Consciente de que no podría enredar con palabras a su madre, Xue Pan se vio obligado a ordenar a sus sirvientes que se dirigieran directamente hacia la mansión Rong. Mientras tanto, la dama Wang, que para su alivio ya había sido informada de los buenos oficios de Yucun en la liquidación del caso contra Xue Pan, empezaba a vivir la angustia del ascenso de su hermano y su traslado a un puesto fronterizo, ya que se enfrentaba a la solitaria perspectiva de no tener a nadie de su propia familia a quien poder visitar. Pero unos días más tarde recibió el anuncio de que su hermana había llegado a la capital con sus hijos y toda la casa, y que todos se estaban apeando en ese mismo momento frente al portón principal.

Radiante, la dama Wang se precipitó al salón de recepción con su hija y su nuera para recibir al grupo e introducirlo en la mansión. Es innecesario demorarse en la mezcla de pena y delicia de dos hermanas que se volvían a encontrar en el ocaso de sus vidas, ni en sus risas, sus lágrimas o sus recuerdos.

La dama Wang llevó al grupo a que presentase sus respetos a la Anciana Dama, y luego ellos distribuyeron los obsequios que habían traído. Una vez hechos los honores a toda la familia, se organizó una fiesta de bienvenida en honor de los recién llegados. Cuando hubo presentado sus respetos a Jia Zheng, Xue Pan fue llevado por Jia Lian a visitar a Jia She y a Jia Zhen.

Jia Zheng envió a su esposa este recado: «Mi cuñada ya ha visto muchos otoños y primaveras, y mi sobrino es joven e inexperto. Si viven fuera de esta casa, el muchacho acabará metiéndose en líos. Hay más de diez cuartos vacíos en el patio de los Perales Fragantes, en la esquina nordeste de la finca. Que los dispongan, y pide a tu hermana y a sus hijos que se alojen allí». Antes de que la dama Wang pudiera hacerlo llegó también un recado de la Anciana Dama: «Invita a tu hermana a quedarse aquí de modo que podamos estar todos juntos». La tía Xue accedió de buen grado. De esa manera habría alguien que vigilase a su hijo, cuya vida en el exterior habría de acarrear inevitablemente nuevos conflictos. Luego, le dijo en privado a la dama Wang que una presencia prolongada como la suya implicaba que ella misma correría con sus gastos domésticos. La dama Wang sabía que eso no suponía ninguna dificultad para la familia Xue, y por tanto aceptó. Por fin, la tía Xue y sus hijos se mudaron al patio de los Perales Fragantes.

El patio, donde el duque de Rongguo había pasado sus últimos años, era pequeño pero encantador; tenía doce aposentos, entre ellos un vestíbulo; los dormitorios estaban en la parte trasera. Tenía su propia puerta a la calle, que era la que usaba el servicio de los Xue, y un pasaje que iba desde la puerta sudoeste hasta el patio oriental del cuarto principal de la dama Wang. Todos los días, después del almuerzo o al caer la tarde, la tía Xue recorría ese camino para reunirse cota, la Anciana Dama o con su hermana.

Baochai, por su parte, pasaba su tiempo con Daiyu, Yingchun y las otras muchachas, feliz de poder leer, jugar al weiqi [8] o coser con ellas.

Sólo Xue Pan, temeroso de que su tío lo controlara tan estrictamente que no le permitiera ninguna independencia, se mostró inicialmente descontento con el arreglo. Pero de momento tuvo que conformarse, ya que su madre había tomado la decisión y la familia Jia les presionaba para que se quedaran. No obstante, ordenó a su gente que tuviese preparada una de sus casas para cuando decidiera mudarse.

Antes de un mes mantenía un trato familiar con la mitad de los hijos y sobrinos de la familia Jia, y todos los jóvenes ricos y elegantes que allí había disfrutaban con su compañía. Un día se reunían para beber, otro para contemplar las flores, y pronto fue asiduo de las timbas y las visitas a cortesanas, de manera que Xue Pan se volvió diez veces peor que antes.

A pesar de que Jia Zheng era conocido por su excelente método en la educación de sus hijos y el mantenimiento de la disciplina en su hogar, lo extenso de su familia le impedía estar presente en todas partes. Por su parte, como nieto mayor del duque de Ningguo, Jia Zhen había heredado el título de cabeza del clan y era responsable de sus asuntos públicos y privados, pero a esa gran responsabilidad se unía un carácter elevado que le impedía tomar en serio las banalidades cotidianas y prefería dedicar su ocio a la lectura o al weiqi. Por eso, y dado que el patio de los Perales Fragantes estaba a dos patios de distancia de sus aposentos y tenía una puerta a la calle por la que la que se podía transitar libremente, los jóvenes hacían lo que les venía en gana. En esas condiciones, al poco tiempo Xue Pan había olvidado toda idea de mudanza.

Capítulo V

Visitando en sueños la Tierra de la Ilusión,

la diosa del Desencanto revela a Baoyu

el destino de las doce bellezas.

Bebiendo el licor de los inmortales, Baoyu escucha

las melodías tituladas Sueño en el Pabellón Rojo *.

En el capítulo cuarto dejamos a la familia Xue cómodamente instalada en la mansión Rong. Pero ahora volvamos a Daiyu.

Desde su llegada a la mansión había recibido mil muestras de cariño por parte de la Anciana Dama, que la trataba exactamente igual que a Baoyu y dejaba a Yingchun, Tanchun y Xichun, las muchachas Primavera, en un segundo plano de su afecto. La relación entre Daiyu y Baoyu se había estrechado más que las demás: durante el día paseaban o se sentaban juntos, de noche dormían en el mismo cuarto; coincidían en todos los asuntos cotidianos… Y entonces apareció Baochai.

No era mucho mayor que ellos, pero su educación y su encanto encandilaban a todos, y todos la tenían en su consideración por encima de Daiyu. Claro está que a los ojos del mundo no hay nadie que no tenga algún encanto; en este caso, una era adorable como una flor y la otra tenía la gracia de un sauce; cada una era encantadora a su manera, de acuerdo con su particular temperamento. Pero la generosidad, el tacto y la buena disposición de Baochai contrastaban con la displicente reserva que mantenía Daiyu, de manera que sus virtudes acabaron ganando el corazón de sus inferiores, y casi todas las doncellas gustaban de platicar con ella. Todo esto empezó a despertar los celos de Daiyu, aunque Baochai ni siquiera llegara a sospecharlo.

Por su parte, Baoyu era todavía un niño insensato y testarudo que trataba por igual a hermanos, hermanas y primos, y no hacía distinción entre parientes cercanos y lejanos. Pero como él y Daiyu compartían las habitaciones de la Anciana Dama, la relación con la muchacha era más estrecha que con los demás parientes; y de tan estrecha se volvió íntima, aunque precisamente por eso a veces él llegara a ofenderla con su desconsideración y sus exigencias.

Un día que habían reñido y Daiyu lloraba una vez más en la soledad de su alcoba, entró Baoyu arrepentido de su falta de tacto para intentar reconciliarse con su prima. Y tan bien lo hizo que poco a poco consiguió levantarle el ánimo.

Como la floración de los ciruelos del jardín de la mansión Ning se encontraba en todo su apogeo, la señora You, esposa de Jia Zhen, invitó a la Anciana Dama, a la dama Xing, a la dama Wang y a las demás a dar un paseo para disfrutar del espectáculo. La señora You, acompañada de Jia Rong y de su esposa, acudió personalmente a cursar la invitación. La Anciana Dama y las demás aceptaron, y después del desayuno pasearon por el jardín de la Fragancia Concentrada y bebieron primero té y después vino. No pasó de ser una reunión informal de las mujeres de ambas casas sin nada digno de ser reseñado.

El caso es que Baoyu, que las acompañaba, se fatigó pronto y quiso echarse a dormir un poco. La Anciana Dama ordenó a sus sirvientas que lo atendieran bien y lo trajeran de vuelta cuando hubiera descansado. Qin Keqing, esposa de Jia Rong, intervino entonces con una sonrisa:

—Aquí tenemos un cuarto dispuesto expresamente para el tío Baoyu. Confíemelo a mí sin ningún temor, venerable abuela.

Y, volviéndose a sus amas y doncellas, les indicó que la siguieran con su joven señor.

La adorable y esbelta Qin Keqing era, por su conducta amable y tranquila, la favorita de la Anciana Dama entre todas las esposas de los bisnietos de las ramas Ning y Rong. Por ello permitió a Baoyu ir con ella en la seguridad de que quedaba en buenas manos.

Qin Keqing condujo al grupo a un aposento interior, donde Baoyu se fijó en una hermosa pintura que figuraba «Un erudito estudiando a la luz de una antorcha». Le produjo aversión inmediatamente, sin ver siquiera quién era el autor. Entonces leyó el pareado que acompañaba el dibujo:

Quien conozca a fondo los asuntos terrenales,

obtendrá la sabiduría.

Quien capte profundamente los sentimientos humanos, dominará el arte de escribir.

Esas dos líneas le hicieron sentir tanto rechazo por el lugar, a pesar de su lujo y su refinamiento, que pidió ser llevado a otro sitio.

—Pero si éste no le gusta, ¿a qué otro aposento lo llevaremos que no sea el mío? —preguntó la anfitriona riendo—. Sea, venga entonces a mi cuarto.

Baoyu asintió con una sonrisa, pero una de sus amas protestó:

—No está bien que un tío duerma en el cuarto de la esposa de su sobrino.

—¡Vaya! —repuso sonriendo Keqing—. No ofendo a mi tío si digo que es todavía un niño. A su edad no tienen sentido tales prejuicios. ¿No vieron a mi hermano cuando vino el mes pasado? Estoy segura de que es más alto que mi tío Baoyu.

—¿Cómo no lo conocí? —preguntó Baoyu—. Tráelo que lo vea.

Las mujeres se echaron a reír:

—Está a muchos li de aquí, ¿cómo lo vamos a traer? Ya lo conocerá en otra ocasión.

Cuando llegaron a la alcoba de la joven señora fueron recibidos en el umbral por un aroma sutil que nubló los ojos de Baoyu y le derritió los huesos.

—¡Qué bien huele aquí! —exclamó.

Al entrar vio sobre el muro una pintura de Tang Bohu [1] que figuraba una dama durmiendo bajo las flores de un manzano silvestre en primavera. Dos rollos lo flanqueaban, donde el erudito Qin Guan [2] , de la dinastía Song, había escrito:

El ligero frío que envuelve el sueño es el frescor de la primavera.

El efluvio que toma los sentidos del hombre es el aroma del vino.

Sobre el tocador había un finísimo ejemplar procedente de la galería de espejos de la emperatriz Wu Zetian [3] ; a su lado, en una bandeja de oro sobre la que alguna vez danzó la favorita Zhao Feiyan [4] , descansaba el membrillo que An Lushan arrojara contra Tai Zhen [5] hiriéndola en un pecho. En un extremo de la alcoba estaba el diván en el que había dormido la princesa Shouchang [6] en el palacio de Hanzhang; sobre el diván, las cortinas de perlas que enhebrara la princesa Tongchang [7] .

—Qué bien se está aquí —repitió Baoyu extasiado.

—Puede que mi alcoba sea digna de una inmortal —respondió Keqing con una sonrisa mientras extendía con sus propias manos una mantilla de seda lavada por Xi Shi [8] . Después, acomodó la almohada nupcial que había sido utilizada por Hongniang [9] . Amas y doncellas acostaron a Baoyu y salieron del cuarto, quedándose sólo cuatro como compañía: Xiren, Meiren, Qingwen y Sheyue. Keqing les dijo que esperasen en la terraza y se entretuvieran mirando a los gatitos y a los cachorros de perro que allí había, y procuraran evitar los ruidos que jugando hacían los animales.

 

En cuanto cerró los ojos, Baoyu se quedó dormido. Soñó que Qin Keqing caminaba delante de él, y la siguió distraídamente por un largo sendero hasta que llegaron a una escalinata de mármol blanco con barandas de color rojo, entre verdes árboles y arroyos cristalinos. Era un lugar apenas hollado por el hombre, fuera del alcance de los polvorientos torbellinos. En su sueño pensó contento: «Éste es un lugar agradable. ¡Si pudiera pasar aquí la vida entera! Lo cambiaría gustoso por mi hogar, donde mis padres y maestros me castigan cada día». Y ya se dejaba llevar por tanto gozo cuando oyó que alguien cantaba desde la otra ladera de una colina:

El sueño primaveral se alejó ya con las nubes.

Flores Caídas se pierden flotando por la corriente.

Escuchad este consejo, oh juventudes amantes:

No sigáis cortejando el inútil sufrimiento.

Baoyu reconoció la voz de una muchacha y, antes de que acabara la canción, vio como aparecía desde detrás de la colina y se acercaba a él. Su apostura y la gracia con la que caminaba no eran las de una mortal. Lean, si no, su descripción:

Acaba de dejar la sombra de los sauces, y se acerca entre las flores. Su belleza sorprende a los pájaros en los árboles del patio, y un momento después se dibuja su silueta en la rotonda. Al moverse, las mangas de su vestido de hada despiden un aroma embriagador de almizcle y orquídea. Con cada crujido de sus prendas de loto tintinean sus zarcillos de jade.

Los hoyuelos sonrientes de sus mejillas se dirían un capullo de durazno primaveral; sus negros cabellos jaspeados de azul, un cúmulo de nubes. Sus labios son cerezas maduras, y dulce es el aliento de sus dientes de granada.

Nieve que arremolina el viento es la curva de su cintura. Deslumbrantes son sus perlas y esmeraldas; oro tierno el dibujo de su frente.

Ya disgustada o ya radiante, entra o sale entre las flores, avanza o retrocede flotando como alada sobre un lago.

Tiene fruncidas las cejas de mariposa nocturna, y a la vez en ellas acecha una sonrisa. De sus labios entreabiertos, como a punto de decir algo, no brota sonido alguno cuando rauda se desliza sobre sus pies de loto y parece, en plena pausa, a punto de emprender el vuelo.

Su tez inmaculada es pura como el hielo, lisa como el jade; magnífico su vestido de espléndidos dibujos. Dulce es su rostro, compacto de fragancia, tallado en jade. Se mueve como un fénix danzando o un dragón en pleno vuelo.

¿Su blancura? Flor de ciruelo primaveral vista a través de la nieve. ¿Su pureza? Orquídeas otoñales cubiertas por la escarcha. ¿Su serenidad? Un pino en un valle, solitario. ¿Su belleza? El crepúsculo reflejado en un límpido estanque. ¿Su gracia? Un dragón avanzando contra una comente sinuosa. ¿Su espíritu? Luz de la luna sobre un río escarchado.

Ante ella, Xi Shi sentiría vergüenza y Wang Qiang [10] se sonrojaría. ¿Dónde nació esta maravilla? ¿De dónde viene?

Nadie en la tierra de las hadas se le puede comparar. No tiene igual en las pobladas cortes celestiales.

¿Quién puede ser esta belleza?

Invadido por el júbilo ante la aparición del hada, Baoyu le hizo una reverencia y suplicó:

—Hermana hada, dime de dónde vienes y adónde vas. Ya ves, yo me he perdido… ¿Podrías tú ser mi guía?

—Mi hogar está sobre la Esfera del Dolor de la Despedida, en el Mar de la Pena Rebosante —le respondió el hada—. Soy la diosa del Desencanto; vengo de la Gruta Fragante, que está en el Monte de la Primavera que se Expande, en la Tierra de la Ilusión del Gran Vacío. Yo gobierno en la tierra sobre los romances y los amores no correspondidos, el dolor de las mujeres y la pasión de los hombres. No hace mucho que se congregaron en este lugar las reencarnaciones de algunos amantes de otros tiempos, y he venido buscando la ocasión de prodigar amor y deseo. Nuestro encuentro no es casual.

Y añadió:

—Mi reino no está lejos de aquí. Sólo te puedo ofrecer una taza de té de las hadas cosechado con mis propias manos, una jarra de licor que yo misma preparé, la presencia de cantantes y bailarinas, y doce nuevas canciones de hadas tituladas Sueño en el Pabellón Rojo. ¿Me acompañas?

En pleno deleite, Baoyu olvidó a Keqing y siguió a la diosa hasta un arco de piedra sobre el que aparecía grabada la siguiente inscripción: «Tierra de la Ilusión del Gran Vacío». Sobre ambas columnas lucía el siguiente pareado:

Cuando se toma lo falso por verdadero, lo verdadero se torna falso;

cuando de la nada surge el ser, el ser permanece nada.

Más allá del arco se divisaba una puerta palaciega en la que se leía: «Mar del Dolor y Cielo del Amor». Un pareado que flanqueaba esta inscripción decía:

La pasión, tan firme como la tierra, encumbrada como el cielo, no conoce freno desde tiempo inmemorial.

Qué difícil es para los jóvenes apasionados, para las muchachas melindrosas, saldar las deudas de brisa y de luz de luna.

«¡Vaya! —pensó Baoyu—, me pregunto qué significa “la pasión desde tiempo inmemorial” y qué serán esas “deudas de brisa y de luz de luna”. No me desagradaría experimentar alguna de esas cosas.»

Él no lo sabía, pero acababa de convocar hasta las profundidades de su corazón a un espíritu maligno.

Siguió a la diosa a través de la segunda puerta; cruzaron dos salas idénticas, una a cada lado, cada una con su tablilla y su pareado. No tuvo tiempo de leer los versos, pero fue descifrando los nombres: Aposento de la Vanidad, Aposento de los Celos, Aposento de las Lágrimas Matinales, Aposento de los Suspiros Nocturnos, Aposento de los Deseos Primaverales y Aposento del Dolor Otoñal.

—¿Por qué no me enseñas esos aposentos, diosa? —preguntó.

—Contienen archivos en los que están escritos el pasado y el futuro de muchachas de todo el mundo —le respondió—. Tus ojos humanos y tu envoltura mortal impiden que te sean mostrados.

Pero Baoyu no aceptó la negativa, y tanta fue su insistencia que finalmente ella cedió.

—De acuerdo. Puedes entrar y echar un vistazo.

Feliz, Baoyu alzó los ojos y vio sobre una tablilla el nombre «Aposento de las Infortunadas» flanqueado por dos versos:

Ellas mismas procuraron su tristeza otoñal, su dolor en primavera;

y ahora, ¿para quién su belleza de flor, su claridad de luna?

Comprendió el sentido de los versos, y extrañamente sobrecogido llegó hasta un lugar donde había más de diez grandes armarios sellados, cada uno de los cuales tenía el nombre de una localidad. No se interesó por más provincia que la suya, y buscó presuroso su lugar natal. Encontró un armario que rezaba: «Primer registro de doce bellezas de Jinling». Cuando preguntó acerca del significado de la leyenda, la diosa le respondió:

—Ése es el archivo de las muchachas más hermosas de tu provincia. Por eso se llama «Primer registro».

—Siempre oí decir que Jinling es un lugar muy grande —repuso Baoyu—. ¿Por qué entonces sólo doce muchachas? Sólo en mi familia, y contando a las sirvientas, hay más de cien bellezas.

—Hay muchas en tu provincia, es cierto, pero aquí sólo figuran las de primer grado. Los siguientes armarios contienen el registro de las de segundo y tercer grado. En cuanto a las demás, no son suficientemente hermosas como para que se lleve cuenta de su vida.

Baoyu miró en los dos armarios siguientes y vio que tenían escrito: «Segundo registro de doce bellezas de Jinling» y «Tercer registro de doce bellezas de Jinling». Abrió la puerta del tercero, extrajo el archivo de su interior y lo abrió. La primera página lucía un dibujo en tinta, no de figuras o paisajes sino de nubes oscuras y niebla espesa [11] . Al lado había unos versos:

Extraña la luna clara cuando ha pasado la lluvia

y ya se desvanecieron las tornasoladas nubes.

Su corazón es más alto que lo más alto del cielo

pero su persona es humilde, y su rango inferior.

Su encanto y su inteligencia despiertan envidia y celos;

las calumnias le traerán una muerte prematura.

¡Cuánto sufrirá en vano su enamorado dueño!

En la página siguiente, Baoyu vio pintados un ramo de flores y una esterilla raída. Una leyenda decía: