Un viaje en el tiempo

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29 de enero

Los inicios del béisbol

“Porque ¿de qué le aprovechará al hombre ganar todoel mundo, si pierde su alma?” (Marcos 8:36, RVR 95).

El béisbol ha sido llamado, tradicionalmente, el pasatiempo favorito de los Estados Unidos, en especial para las personas mayores. Tal vez sea porque ha existido durante mucho tiempo. En este día, en 1900, se creó la Liga Americana de Béisbol en Filadelfia, Pensilvania. Antiguamente, la liga contaba con solo ocho equipos pero, luego de cien años, se ha expandido hasta contar con treinta equipos de las grandes ligas. Algunos de los equipos originales que siguen existiendo hoy son los Tigers de Detroit, los White Sox de Chicago y los Orioles de Baltimore. Muchos jugadores de béisbol han alcanzado el estrellato mientras corrían por esas bases; jugadores como Babe Ruth, Lou Gehrig, Ted Williams, Pete Rose, Reggie Jackson, Jackie Robinson, Ken Griffey Jr., Barry Bonds, Hank Aaron, Joe DiMaggio y Alex Rodríguez.

Es un juego muy complicado. Algunos dicen que tiene más reglas que cualquier otro deporte en los Estados Unidos hoy en día. Puede ser pero, básicamente, sigue siendo un juego de niños. En este deporte, se enfrentan dos equipos de nueve jugadores cada uno. Un jugador lanza una pelota y otro la golpea con un bate. Luego, la persona que ha golpeado la pelota corre en círculo mientras los demás jugadores intentan atrapar la pelota y marcar al corredor. Parece una tontería cuando lo decimos así, ¿verdad? Hoy en día, muchos jugadores de béisbol cobran millones de dólares por no hacer nada más que jugar. El contrato mejor pagado hasta la fecha en que escribo esta lectura devocional (2009) es de 33 millones de dólares al año, y algunos afirman que el jugador llegó adonde está tomando esteroides. Sin embargo, por muy grande que parezca ese salario, Mike Trout pronto romperá todos los récords de salarios en el béisbol cuando firme un contrato por 500 millones de dólares.

La mayoría de los jugadores de béisbol juegan con honestidad e integridad, pero este deporte, al igual que otros, es extremadamente competitivo; y la diferencia entre ganar y perder puede estar tan solo en un swing ligeramente más fuerte, un salto más explosivo al robar una base o una bola rápida más veloz. Esto crea una elección para estos héroes uniformados. ¿Deben mantenerse centrados en su objetivo de ser lo mejor que pueden ser, honestamente, o tomar la ruta “más fácil”, cargada de inconvenientes ocultos y destructivos? La mayoría elige el camino noble, pero otros han optado por hacer trampas, inyectarse esteroides para mejorar el rendimiento, y comprometer su integridad, su salud y su futuro inmediato y lejano, mientras se dan mala fama a sí mismos y al juego. No hay nada más lamentable que un héroe caído.

30 de enero

Comienza el Holocausto

“En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, NVI).

El 30 de enero de 1933, comenzó en Europa una época de terrible persecución, conocida como el Holocausto. Cuando Adolfo Hitler llegó al poder como nuevo canciller de Alemania, trajo consigo una agenda reducida, un comportamiento impredecible y una filosofía oscura. En pocos meses, tomó el control total del gobierno y se convirtió en un dictador. Creyendo que su raza era superior a todas las demás razas de la tierra, inició acciones tan sorprendentemente malvadas que incluso los más cercanos a él no creyeron que de verdad las llevaría a cabo. El blanco especial de sus nefastos planes era la raza judía.

Una de las primeras cosas que hizo fue promulgar una ley que proclamaba la inferioridad de los judíos y determinaba que no merecían formar parte de Alemania. Esta ley no afectó solo a unos pocos judíos, sino a masas de seres humanos de todo el país. La policía secreta de Hitler irrumpió en restaurantes, tiendas y hogares judíos, gritando sus órdenes de evacuación. Muchos judíos fueron empujados a sectores cercados de la ciudad, llamados guetos, donde niños tosiendo y vestidos solo con trapos temblaban en el aire nocturno. Otros judíos fueron obligados a trabajar en fábricas como esclavos. A otros los metieron en trenes como si fueran ganado, con destino a los lugares que se convirtieron en la cara grotesca del Holocausto: los campos de concentración. Separados de sus familiares, con apenas migajas de comida, plagados de insectos y dolor, muchos judíos sentían que sus cuerpos eran devorados lentamente por el hambre o por la enfermedad. Luego, lo peor. Hitler ordenó que los judíos, uno tras otro, fueran ejecutados por pelotones de fusilamiento o en cámaras de gas. Se calcula que, durante la Segunda Guerra Mundial, murieron hasta seis millones de judíos a causa del Holocausto.

Algún día, tú y yo quizá tengamos que sufrir por Jesús, por el simplemente hecho de ser cristianos. Incluso ahora, en muchas partes del mundo, la gente sufre por ser sus seguidores. El enemigo lleva consigo una filosofía oscura y desprecia violentamente a los seres humanos, los receptores del amor de Dios. Pero, ten valor. Jesús ha vencido a los dictadores malintencionados del mundo, los guetos asolados por la enfermedad, el trabajo esclavo, el hambre y las cámaras de gas. Cuando todos los preciosos seres humanos de todo el mundo reconozcamos cuál es nuestra situación y decidamos ser rescatados, estaremos del lado vencedor. Entonces, cuando esta guerra espiritual termine, seremos ganadores, para siempre.

31 de enero

Comandante en jefe del Sur

“Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte” (Proverbios 14:12, RVR 95).

El general Robert E. Lee, oriundo de Virginia, Estados Unidos, es considerado uno de los mejores generales del ejército en la historia de ese país. En este día de 1865, se convirtió en el comandante en jefe del ejército confederado durante la Guerra Civil estadounidense. Luchó en batallas como la de ­Gettysburg y la de Bull Run, las cuales, junto con otras, perdurarán en la historia por la terrible cantidad de hombres que murieron en ellas. En esta guerra, murieron más soldados estadounidenses que en ninguna otra guerra de la historia del país. Pero no fue solo la pérdida de vidas lo que hizo que esta contienda fuera tan trágica. También fue la dolorosa división que trajo a la nación y a las familias. No era raro que las lealtades estuvieran divididas entre los miembros de una familia: algunos a favor del Norte, otros a favor del Sur; a veces, un joven vestía el uniforme azul y su hermano se ponía el uniforme gris. “Es bueno que la guerra sea tan terrible, o nos aficionaríamos demasiado a ella”, dijo Lee en la batalla de ­Fredericksburg. Apenas unos meses después de ser nombrado comandante en jefe, rindió su mando el 9 de abril de 1865, cuando el conflicto se desvanecía.

Aunque Lee luchó en muchas batallas terribles, y se dice que sacrificó muchas vidas con su particular estrategia de guerra, también tenía un lado más noble. Cuando se le pidió que eligiera su bando en la guerra, tomó una decisión firme e inquebrantable. Y debió de necesitar mucha determinación para mantenerse en ese curso, pues sabía que el resultado podría ser la pérdida de su hogar a manos del enemigo. Algo que, efectivamente, ocurrió: su casa se convirtió en el cuartel general del Ejército de la Unión, y en un hospital y cementerio para soldados.

Lee sintió que estaba haciendo lo correcto al elegir luchar a favor de su estado. Hoy vemos claramente el verdadero significado y las consecuencias de la Guerra de Secesión, asuntos que quizá no eran tan obvios para aquellos involucrados en el conflicto. Los hombres y mujeres de ambos bandos lucharon con valentía por lo que creían correcto, por su versión de la verdad. Cuando el último mosquete disparó y la última espada ensangrentada se clavó en el pecho de otro soldado, más de seiscientos mil corazones habían dejado de latir por la diferencia de opiniones sobre lo que era correcto. Y sobre los silenciosos campos de batalla sembrados de cuerpos sin vida, se cumplió la Escritura: “Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte”.

1o de febrero

Un telescopio de cinco metros

“E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señoreara en el día, y la lumbrera menor para que señoreara enla noche; e hizo también las estrellas” (Génesis 1:16, RVR 95).

¿Te imaginas un telescopio de más de cuatro metros? El telescopio más grande que la mayoría de la gente podría tener en su casa mediría de diez a quince centímetros de diámetro, y las cosas se verían bastante grandes al mirar a través de un lente de ese tamaño. Multiplica por 32 un telescopio de 15 centímetros, y tendrás una idea de lo realmente grande que sería.

En este día de 1949, un telescopio así de grande se hizo realidad en el Observatorio de Monte Palomar en San Diego, California. Tenía un lente convexo de 5 metros de diámetro que pesaba 20 toneladas. Es decir, 18.000 kilos de vidrio sólido. El lente tardó 11 meses en enfriarse a partir de su estado líquido fundido y, luego, 11 años en esmerilarse y pulirse. Se necesitaron 22 años para producir este telescopio gigantesco. Cuando al final se terminó, apuesto a que mucha gente se sintió aliviada. Todo ese trabajo había valido la pena porque ahora los humanos podían ver objetos celestes a 9 sextillones de kilómetros de distancia. ¡Eso sí que es un largo, largo camino! Es difícil entender esa distancia, pero los expertos nos dicen que equivale a 9.000 millones de trillones de kilómetros. Eso es un 9 con 21 ceros detrás. La luz de las estrellas que puede ver este telescopio fue emitida hace más de 100 millones de años luz y viajó a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo.

 

Es sorprendente pensar que Dios tiene estrellas tan, pero tan lejos. Y eso es solo una gota en el océano. Sabemos que Dios no tiene un día de nacimiento porque siempre ha sido. Y sabemos que disfrutó creando nuestra Tierra, porque cuando terminó la declaró muy buena. Por lo tanto, parece razonable creer que nuestro planeta no fue su primer proyecto, que su pasatiempo es crear cosas desde que existe, moldeando soles y planetas, organizando sistemas solares, y experimentando con diferentes modelos de galaxias. ¡Qué asombroso e infinito es él, en verdad, para diseñar y realizar todas estas obras maestras! Más fascinante aún es que podamos observar sus creaciones, que nos dejan atónitos e inspiran nuestra alabanza. Pero, lo más asombroso de todo es que nos da la oportunidad de ser sus hijos e hijas, y heredar el vasto universo que vemos a través de te­lesco­pios como el de Monte Palomar. Todo lo que debes hacer para convertirte en una hija o un hijo del gran Diseñador es invitarlo a entrar a tu corazón.

2 de febrero

El primer detector de mentiras

“Los labios mentirosos son abominables para Jehová, pero le complacen quienes actúan con verdad” (Proverbios 12:22, RVR 95).

¿Mentiste alguna vez y pensaste que nadie lo descubriría? Mucha gente lo ha hecho, especialmente los criminales, y Leonard Keeler supo que tenía una buena idea de cómo atraparlos en el acto. Mientras trabajaba en los laboratorios científicos de la Facultad de Derecho de la Universidad Northwestern, construyó una máquina llamada polígrafo, también conocida como detector de mentiras. El 2 de febrero de 1935, el detector de mentiras fue utilizado por primera vez en un caso judicial en el que dos hombres fueron acusados de agresión. Con la ayuda del detector de mentiras, ambos finalmente admitieron su culpabilidad.

A veces, las personas que son juzgadas y a las que se les pide que se sometan al detector de mentiras se ponen tan nerviosas que no pasan las pruebas aunque estén diciendo la verdad. Por otro lado, hay algunas personas que han aprendido a engañar a la máquina estando absolutamente tranquilas. Por eso, las pruebas del detector de mentiras ya no pueden utilizarse legalmente en los tribunales: son demasiado poco fiables.

Ser honesto es siempre la mejor norma. El carácter de una persona se mide por lo que hace cuando nadie mira. La Biblia está repleta de historias que revelan que la honestidad es la mejor política, la única que trae las bendiciones de Dios.

En un viaje a Egipto, Abraham le mintió al Faraón diciendo que Sara era su hermana cuando, en realidad, era su esposa. Tuvo la suerte de que no le costó ni su esposa ni su vida. David le mintió al sumo sacerdote diciéndole a Ahimelec que estaba atendiendo negocios para el rey cuando, en realidad, era un fugitivo que huía por su vida. ¿El precio? Ochenta y cinco sacerdotes fueron ejecutados por el rey Saúl, porque Ahimelec le había dado a David comida y un arma. Pedro mintió cuando le preguntaron si era discípulo de Jesús, y se arrepintió por el resto de su vida. Ananías y Safira ofrecieron donar todo el dinero de la venta de una propiedad a la iglesia primitiva. Sin embargo, mientras pretendían dar la cantidad completa, secretamente se quedaron con parte de las ganancias para ellos mismos, y murieron por su deshonestidad.

Aun peor que la mentira es el egoísmo que hay detrás de ella. Nuestro Dios es un Dios santo, y mentir para obtener beneficios egoístas va en contra de su carácter dadivoso. Él nos ama y quiere que disfrutemos de las recompensas de ser honestos y veraces.

3 de febrero

El primer papel moneda en el Nuevo Mundo

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan” (Mateo 6:19, RVR 95).

¿Has oído alguna vez la expresión “no vale el papel en que está impreso”? Quiere decir que lo que está impreso vale menos que el papel que se usó. Y este, a su vez, no vale mucho. Entonces, ¿por qué imprimir papel moneda si no vale nada? Buena pregunta. Evidentemente, la gente tiene fe de que, en algún banco en algún lugar, hay oro real respaldando el papel moneda que se está imprimiendo.

El primer papel moneda del Nuevo Mundo se imprimió en la colonia de Massachusetts el 3 de febrero de 1690. Había una guerra con Quebec, al norte, y la colonia necesitaba dinero para pagar a los soldados que estaban luchando. La colonia de Massachusetts creó su propio banco, imprimiendo solo dos billetes: uno de dos chelines y otro de cinco libras. Por supuesto, se trataba de dinero británico, ya que las colonias americanas aún formaban parte del Imperio Británico en aquella época.

Hemos recorrido un largo camino desde que ese primer papel moneda salió de las prensas de Massachusetts. Hasta finales del siglo XIX, no se imprimían muchos billetes porque los bancos utilizaban monedas de oro y plata para realizar transacciones. Pero ahora, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en Washington D. C. imprime millones de dólares en papel moneda cada día, y la mayor parte ni siquiera tiene oro como respaldo. Sin duda, “no vale el papel en el que está impreso”. Las denominaciones más comunes en dólares son 1, 5, 10, 20, 50 y 100. Sin embargo, en el pasado ha habido billetes de 500, 1.000, 5.000, 10.000 y 100.000. La mayor denominación de un billete de papel fue de un millón de dólares, pero se imprimió solo como un truco.

¿Sabías que no eres realmente dueño del dinero que tienes ahora en tu billetera o en tu cuenta de ahorros, ni siquiera de las monedas que tienes bajo los almohadones del sofá? Por mucho que hayas trabajado para ganarlos, todos son un regalo de Dios, un regalo para que lo administres por él. Confiar en estos objetos temporales que pueden oxidarse, quemarse, ser robados o evaporarse en la bolsa de valores no es una sabia estrategia de gestión financiera. Indica que confías más en los tambaleantes mercados financieros del hombre que en la sólida economía del Cielo. Dios ha prometido derramar innumerables bendiciones sobre ti por confiar en él como el verdadero Propietario, y sus promesas valen muchísimo más que el papel en el que están impresas.

4 de febrero

El primer presidente de los Estados Unidos

“Y el Señor le dio a Josué hijo de Nun esta orden: ‘Esfuérzate y sé valiente, porque tú conducirás a los israelitas al territorio que juré darles, y yo mismo estaré contigo’ ” (Deuteronomio 31:23, NVI).

George Washington era un hombre de verdad. Algunas personas piensan que no era muy diferente a ti o a mí; y que solo porque fue el primer presidente de los Estados Unidos, de alguna manera, ha sido inmortalizado y convertido en una leyenda. Pero, en realidad, fue una leyenda en su época, y aún hoy lo sigue siendo. Participó en las guerras indias y en la Guerra de la Independencia. Cuando demostró ser un general capaz, se le pidió que fuera comandante del Ejército Continental, y ayudó a las colonias a independizarse de Inglaterra como los nuevos Estados Unidos de América.

Una vez terminada la guerra, algunos sugirieron que Washington estableciera una dictadura militar para ayudar al país a recuperarse. Pero él no quiso hacerlo y, una vez finalizado el Congreso Continental, se retiró a dirigir su finca de Mount Vernon, en Virginia.

Sin embargo, fue llamado varias veces más para trabajar en asuntos de la nación. Había que redactar la Constitución de los Estados Unidos y los dirigentes decidieron que también había que añadirle una Carta de Derechos. En estas dos convenciones, Washington volvió a mostrar una inusual capacidad de liderazgo, y algunos empezaron a sugerir que fuera elegido presidente del nuevo país.

El 4 de febrero de 1789, George Washington fue elegido por unani­mi­dad como el primer presidente de los Estados Unidos, para su sorpresa. Pero tendría que haber adivinado que algo así podría ocurrir. Si el país buscaba un líder, Washington era, en muchos sentidos, la persona ideal para ocupar el puesto. Como comandante en jefe durante la Guerra de la Independencia, había llevado a su inexperto y mal equipado Ejército Continental a la victoria sobre una de las superpotencias mundiales.

Washington ocupó el cargo de presidente durante dos mandatos y habría sido elegido para un tercero, pero lo rechazó; y finalmente, se retiró a su casa en Mount Vernon. Hoy su rostro está en los billetes, en edificios gubernamentales y en la piedra tallada del Monte Rushmore. Seguimos preguntándonos qué fue lo que hizo de George Washington un hombre tan grande. La razón debe ser que fue un hombre humilde, utilizado por Dios, “el primero en la guerra, el primero en la paz y el primero en el corazón de sus compatriotas”.

5 de febrero

Pionero de la libertad religiosa

“Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32, NVI).

La libertad religiosa es un derecho atesorado por los estadounidenses, pero no siempre fue así. Hay muchas historias que hablan de estadounidenses famosos que sacrificaron todo para conseguir esa libertad. He aquí una de ellas.

El 5 de febrero de 1631, un hombre llamado Roger Williams llegó a Boston desde Inglaterra. Comenzó como maestro y luego pastor en la Colonia de la Bahía de Massachusetts, pero pronto se hizo evidente su fuerte desacuerdo con la forma en que los líderes coloniales puritanos trataban a los colonos y a los nativos norteamericanos. En aquella época, el desacuerdo con los dirigentes podía acarrear graves castigos, incluso la muerte. Para Roger, con su respeto por la libertad individual, esta política era impensable, y su separación de los líderes puritanos fue en aumento hasta que fue desterrado de la colonia. Sin otro lugar a donde ir, caminó trabajosamente por la nieve durante varios días hasta llegar a una aldea de la tribu de los indios Narragansett. Cuando por fin se arrastró hasta los confines amistosos, ardía de fiebre y apenas se salvó de una muerte prematura. Se recuperó y terminó estableciéndose en lo que hoy es el estado de Rhode Island. Roger creía que todo el mundo debía poder vivir en paz y adorar a Dios como mejor le pareciera. Esta doctrina de la libertad, hizo que la gente se sintiera bienvenida, y todo tipo de personas desde todas partes comenzaron a mudarse a su asentamiento. Los judíos y los cuáqueros fueron algunos de los primeros colonos religiosos en ser acogidos. Como resultado de la afluencia, Roger fundó su propia colonia, a la que llamó Providence. También fundó la primera iglesia bautista de Norteamérica y escribió el primer diccionario en una lengua nativa. Dondequiera que fuera Roger, llevaba consigo la paz y la satisfacción. Hoy es considerado uno de los primeros pioneros de la libertad religiosa en Norteamérica.

En la Palestina de la época de Jesús, el pueblo estaba esclavizado por innumerables normas religiosas que les imponían los dirigentes de la iglesia. Cualquier pobre campesino que no estuviera de acuerdo podía ser expulsado de la iglesia. Esta política era impensable para Jesús, así que pasó sus días restaurando la verdad sobre Dios: que él quiere desesperadamente nuestra amistad, una amistad basada en la verdadera libertad.

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