Si Ella Supiera

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Aus der Reihe: Un Misterio Kate Wise #1
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CAPÍTULO CINCO

Honestamente, Kate había esperado hasta cierto punto un tiro salido por la culata por lo que había hecho, pero nada que se pareciera a lo que experimentó cuando llegó a la Estación del Tercer Precinto. Ella sabía que algo venía cuando vio las miradas de los policías que pasaban en medio de los trajines de la oficina. Algunas de las miradas eran de asombro en tanto que otras eran de burla.

Kate las dejó resbalar por su espalda. Estaba todavía demasiado irritada con la confrontación en el porche de Neilbolt como para que eso le importara.

Tras esperar varios minutos en el lobby, un oficial de aspecto nervioso se acercó a ella. —Es usted la Sra. Wise, ¿correcto? —preguntó.

—Así es.

Un destello indicando que la reconocía brilló en sus ojos. Era una mirada de la que otrora había sido objeto todo el tiempo, cuando los oficiales o agentes que solo habían oido hablar de su historial se encontraban con ella por primera vez. Extrañaba esa mirada.

—Al Jefe Budd le gustaría hablar con usted.

Francamente estaba bastante sorprendida. Había tenido la esperanza de poder hablar con alguien más en la línea del Subcomisionado Greene. Aunque por teléfono pudiera haber sido un tipo estricto, ella sabía que podía convencerlo con mayor facilidad en una reunión cara a cara. El Jefe Randall Budd, sin embargo, era un hombre totalmente racional. Vagamente recordaba las circunstancias en las que anteriormente había hecho contacto, lo cierto es que Budd le había dejado la.impresión de ser alguien determinado y estrictamente profesional.

Aun así, Kate no quería para nada parecer intimidada o preocupada. De modo que se levantó y siguió al oficial para salir del área de espera, de regreso al recinto principal. Pasaron junto a varios escritorios donde fue objeto de miradas indescifrables antes de que el oficial la condujera por el corredor. A mitad del mismo ingresaron a la oficina de Randall Budd. La puerta estaba abierta, como si él la hubiera estado esperando por algún tiempo.

El oficial no tuvo que decir nada; una vez que la hizo pasar por la entrada, se dio la vuelta y se marchó. Kate miró hacia el interior de la oficina y vio al Jefe Budd haciéndole señas de que entrara.

—Vamos, entra —dijo—. No voy a mentirte. No estoy feliz contigo, pero no muerdo. Cierra la puerta, ¿quieres?

Kate pasó adentro e hizo lo que le pidieron. Tomó entonces una de las tres sillas que se hallaban en el lado opuesto del escritorio de Budd. El escritorio estaba ocupado más bien con efectos personales que con objetos relacionados con el trabajo: fotografías de su familia, un pelota de béisbol autografiada, una taza de café personalizada, y un casquillo que a modo de recuerdo sentimental estaba colocado sobre una placa.

—Déjame comenzar diciendo que estoy muy al tanto de tu historial —dijo Budd—. Más de cien arrestos en tu carrera. En el tope de tu clase en la academia. Medallas de oro y de plata en ocho torneos consecutivos de kickboxing en adición al entrenamiento estándar del Buró, donde también pateaste traseros. Tu nombre se dio a conocer mientras estabas al frente de las cosas y la mayoría de la gente aquí en el Departamento de Policía del Estado de Virginia te tiene un tremendo respeto.

—¿Pero? —dijo Kate. No lo dijo por intentar parecer graciosa. Simplemente le estaba dejando saber que ella estaba más que dispuesta a recibir una reprimenda… aunque honestamente no creía que la mereciera totalmente.

—Pero a pesar de todo eso, no tienes derecho a andar por allí asaltando a las personas solo porque crees que pudieran haber estado involucradas en la muerte de la hija de una de tus amigas.

—No lo visité con la intención de asaltarlo —dijo Kate—. Lo visité para hacerle unas preguntas. Cuando quiso ponerme la mano encima, simplemente me defendí.

—Él le dijo a mis hombres que tú lo tiraste por los escalones del porche y golpeaste su cabeza contra el piso.

—No me pueden culpar por ser más fuerte que él, ¿o sí? —preguntó.

Budd la miró atentamente, escrutándola. —No puedo asegurar si estás tratando de ser graciosa, si estás tomándote esto a la ligera, o si esta es tu actitud cotidiana.

—Jefe, comprendo su posición y cómo una jubilada de cincuenta y cinco, que golpea a alguien a quien sus hombres habían interrogado brevemente, podría causarle un dolor de cabeza. Pero por favor, comprenda... Yo solo visité a Brian Neilbolt porque mi amiga me lo pidió. Y honestamente, cuando supe algo más acerca de él, pensé que no podía ser una mala idea.

—¿Asi que simplemente asumiste que mis hombres no hicieron un trabajo adecuado? —preguntó Budd.

—No dije tal cosa.

Budd puso sus ojos en blanco y suspiró. —Mira, no estoy tratando de armar una discusión sobre eso. Honestamente, nada me encantaría más que dejes mi oficina en unos minutos y que una vez que terminemos de hablar de este asunto, ahi quede. Necesito que comprendas, sin embargo, que cruzaste una línea y que si resulta que sales de nuevo con algo parecido, es posible que tenga que ponerte bajo arresto.

Había varias cosas que Kate quería decir en respuesta. Pero supuso que si Budd estaba dispuesto a hacer a un lado toda discusión, también ella podía. Ella sabía que estaba en su mano descargar el mazo sobre ella si así lo quisiera, así que decidió ser lo más civil que podía.

—Comprendo —replicó.

Budd pareció por un instante pensar en algo antes de entrecruzar sus manos sobre el escritorio como si estuviera tratando de centrarse. —Y como ya sabes, estamos seguros de que Brian Neilbolt no asesinó a Julie Hicks. Tenemos imágenes de él captadas por cámaras de seguridad fuera de un bar, la noche en que fue asesinada. Entró como a las diez y no salió hasta después de medianoche. Luego de eso tenemos el hilo de un mensaje de texto entre él y una aventura del momento que se extendió entre la una y las tres de la madrugada. Lo hemos verificado. Él no es el hombre.

—Él había hecho maletas —observó Kate—, como si tuviera prisa por dejar la ciudad.

—En el hilo de la conversación por mensajería, él y su aventura discutieron acerca de visitar Atlantic City. Se suponía que se irían esta tarde.

—Ya veo —asintió Kate. No se sentía avergonzada per se, pero comenzó a lamentar haber actuado tan agresivamente en el porche de Neilbolt.

—Hay una cosa más —dijo Budd—, y de nuevo, tienes que ver las cosas desde mi posición sobre esto. No me quedó otra opción que llamar a tus ex-supervisores en el FBI. Es el protocolo. Seguro que tú sabes eso.

Ella lo sabía pero honestamente no había pensado en eso. Una leve pero molesta irritación comenzó a manifestarse en sus entrañas.

—Lo sé —dijo.

—Hablé con el Subdirector Durán. Él no estaba feliz, y quiere hablar contigo.

Kate puso sus ojos en blanco y asintió. —Bien. Le llamaré y le haré saber que sigo tus instrucciones.

—No, no comprendes —dijo Budd—, ellos quieren verte. En Washington.

Y con eso, la irritación que estaba sintiendo rápidamente se transformó en algo que no había sentido hacía tiempo: una legítima preocupación.

CAPÍTULO SEIS

Tras su reunión con el Jefe Budd, Kate hizo las llamadas correspondientes para hacerle saber a sus antiguos supervisores que había recibido su convocatoria. No se le facilitó ninguna información por teléfono y en realidad no habló con nadie importante. Así que no le quedó sino dejar unos mensajes más bien bruscos con dos desafortunadas recepcionistas —un ejercicio que la ayudó a drenar parte de su estrés.

Salió de Richmond a la mañana siguiente a las ocho en punto. Curiosamente estaba más excitada que nerviosa. Se imaginó que era como si un graduado universitario volviera a visitar su campus al cabo de un breve tiempo lejos de allí. Había extrañado muchísimo el Buró durante el año que había pasado y anhelaba estar de regreso en ese ambiente… incluso si era para ser reprendida.

Se distrajo escuchando un oscuro podcast sobre películas —una sugerencia de su hija. A los cinco minutos, los comentaristas pasaron a un segundo plano y en su lugar Kate reflexionaba sobre los últimos años de su vida. En buena medida, ella no era una sentimental pero por alguna razón que nunca había comprendido, tendía a ponerse nostálgica y meditabunda siempre que pisaba la carretera.

Asi que en lugar de concentrarse en el podcast, pensó en su hija —su hija embarazada, que daría a luz en unas cinco semanas. El bebé era una niña, llamada Michelle. El padre de la bebé era un buen hombre pero, a ojos de Kate, nunca había sido suficientemente bueno para Melissa Wise. Melissa, llamada Lissa por Kate desde que había empezado a gatear, vivía en Chesterfield, técnicamente dentro de Richmond pero considerada aparte por quienes vivian allí. Kate nunca se lo había dicho a Melissa, pero por eso era que había regresado a Richmond. No había sido sólo por sus lazos con la ciudad nacidos de su paso por la universidad, sino porque allí era donde estaba su familia —donde su primer nieto viviría.

Un nieto, pensaba a menudo Kate. ¿Cuándo creció Melissa? Diablos, hablando de eso, ¿cuándo envejeci yo?

Y cuando pensaba en Melissa, y en Michelle que estaba por nacer, Kate por lo general dirigia sus pensamientos a su fallecido esposo. Había sido asesinado hacía seis años, con un disparo dirigido a la parte trasera de la cabeza, mientras paseaba a su perro por la noche. Se llevaron su billetera y su teléfono y a ella la llamaron para que identificara el cuerpo menos de dos horas después de que salió de la casa con el perro.

 

La herida estaba todavía fresca la mayor parte del tiempo, pero ella la escondía bien. Cuando se retiró del Buró, lo hizo ocho meses antes de la edad oficial de retiro. En realidad, había sido incapaz de ponerle todo el tiempo, la atención y la concentración a su trabajo, luego de finalmente haber esparcido las cenizas de Michael en un campo de béisbol abandonado, cerca de su hogar en Falls Church.

Quizás era por eso que había pasado el último año tan deprimida por haber dejado el trabajo. Lo había dejado meses antes de la fecha que legalmente le correspondía. ¿Que podrían haberle ofrecido esos meses? ¿Qué otra cosa hubiera podido hacer con su carrera?

Siempre se había interrogado con respecto a estas cosas, pero nunca había caído en la lamentacion. Michael al menos había merecido toda su atención durante unos meses. En realidad él merecía mucho más, pero ella sabía que incluso en el más allá, no había manera de que él hubiera esperado que ella abandonara su trabajo por tanto tiempo. Él habría sabido que a ella le habría tomado algún trabajo llorarlo apropiadamente —y ese trabajo había significado literalmente trabajar en el Buró en tanto se lo permitió su estado emocional después de la muerte de él.

Le aliviaba descubrir mientras se acercaba a Washington que no se sentía como si estuviera traicionando a Michael. Personalmente creía que la muerte no era el final; ella no sabía si eso significaba que el Cielo era real o que la reencarnación fuera posible; la verdad sea dicha para ella estaba bien no saberlo. Pero sabía que dondequiera que Michael pudiera estar, estaría feliz de verla dirigiéndose de regreso a Washington —incluso si solo era para ser severamente reprendida.

Sea como fuere, lo más probable es que se estaría riendo a costa de ella.

Esto hizo que Kate sonriera a pesar suyo. Detuvo el podcast y se concentró en el camino, en sus propios pensamientos, y en cómo, incluso si ella había metido la pata, la vida, en cierto modo, acababa pareciendo cíclica en su naturaleza.

***

No se sintió emocionada cuando cruzó la puerta principal e ingresó al gran vestíbulo del cuartel general del FBI. En todo caso, estaba agudamente consciente de que ya no pertenecía a ese lugar —como si fuera una mujer que volvía a visitar su antigua escuela secundaria y descubría que los salones ahora la hacian sentirse triste y nostálgica.

La sensación de familiaridad ayudaba, sin embargo. A pesar de sentirse fuera de lugar, también sentía como si en realidad, después de todo, no hubiera estado lejos por todo ese tiempo. Atravesó el vestíbulo, se registró al frente, y se dirigió a los ascensores como si hubiera estado allí la semana pasada. Incluso el espacio confinado del elevador se sentía confortable al pensar que la trasladaba a la oficina del Subdirector Durán.

Al poner un pie fuera del ascensor e ingresar al área de espera de Durán, vio sentada ante el mismo escritorio a la misma recepcionista de hacía poco más de un año. Nunca en realidad se habían tratado por su nombre de pila, pero la recepcionista se levantó de su silla y corrió a darle un abrazo.

—¡Kate! ¡Qué bueno volver a verte!

Afortunadamente, el nombre de la recepcionista vino a su mente en el momento justo. —Lo mismo digo, Dana —dijo Kate.

—Nunca pensé que te viniera bien el retiro —bromeó Dana.

—Sí, ha sido una especie de gran bostezo.

—Bueno, pasa adelante y entra —dijo Dana—, él te está esperando.

Kate tocó la puerta cerrada de la oficina. Encontró que, incluso la especie de gruñido que recibió en respuesta desde el otro lado, la hizo sentir cómoda.

—Está abierto —dijo la voz del Subdirector Vince Durán.

Kate abrió la puerta y pasó adelante. Se había preparado a fondo para ver a Durán y estaba lista para ello. Lo que no había esperado, sin embargo, era ver el rostro de su viejo compañero. Logan Nash le sonrió de inmediato, levantándose de una de las sillas que se hallaban frente al escritorio de Durán.

Durán pareció mirar a un lado para darle espacio al reencuentro. Kate y Logan Nash se fundieron en un abrazo de amigos junto a las sillas para visitantes. Ella había trabajado con Logan en los últimos ocho años de su carrera. Él era diez años menor que ella pero había ido armando con buen pie una distinguida carrera luego que ella se marchó.

—Qué bueno verte, Kate —dijo suavemente en su oído mientras se abrazaban.

—Eso digo yo de ti —replicó ella. Su corazón quedó henchido, y casi burlándose de sí misma, se dio cuenta que sin importar cuánto se esforzara por disfrazarlo, ella realmente había extrañado esta parte de su vida a lo largo del último año.

Al separarse, tomaron asiento, con cierto embarazo, enfrente de Durán. Durante su tiempo juntos como compañeros, muchas veces se habían sentado en esos mismos lugares. Pero nunca había sido por asuntos de disciplina.

Vince Durán respiró profundamente y suspiró. Kate no podía decir qué tan contrariado estaba.

—Bueno, no sigamos dándole vueltas —dijo Durán—. Kate, sabes por qué estás aquí. Le he asegurado al Jefe Budd que manejaría la situación en una forma muy efectiva. Pareció conforme con eso y estoy bastante seguro de que todo el alboroto que armaste lanzando a un sospechoso desde su porche va a ser barrido bajo la alfombra. Lo que me gustaría saber, sin embargo, es cómo es que llegaste al porche de ese pobre hombre.

Ella supo entonces que cualquier conversación desagradable que hubiese estado esperando no iba a suceder. Durán era un monstruo en términos de corpulencia, pesaba unos ciento diez kilos y la mayor parte era masa muscular. Había pasado un tiempo en Afganistán cuando tenía poco más de veinte años y aunque ella nunca se había enterado de todo lo que había hecho por allá, los rumores eran tremendos. Él había visto y hecho cosas bastante crudas que de algún modo se reflejaban en las arrugas de su rostro. Pero hoy, parecía estar de buen humor. Ella se preguntó si era porque ya no le estaba hablando como a alguien que trabajaba a sus órdenes. Casi se sentía como si se estuviera poniendo al día con una vieja amiga.

Eso le facilitó a ella contarles acerca del asesinato de Julie Hicks —la hija de su buena amiga Deb Meade. Pasó a referirles lo de su visita a la casa de los Meade, su conversación con ellos y lo seguros que parecían estar en cuanto a sus sospechas. Luego recreó la escena en el porche de Neilbolt, explicando cómo había comenzado, con solo el ánimo de defenderse, aunque reconocía que había llevado las cosas un poco lejos.

Varias veces escuchó reír por lo bajo a Logan. Durán, entretanto, permaneció mayormente impasible. Cuando hubo terminado, esperó su reacción, y se sintió confundida al ver que todo lo que hizo fue encogerse de hombros.

—Mira... por lo que a mí concierne —dijo— esto no es relevante. Aunque tú podrías haber estado metiendo tu nariz donde no debías, este tipo no tenía porqué ponerte las manos encima —sobre todo después que le dijiste que habias sido del FBI. Eso fue estúpido de su parte. La única cosa que me haría alzar la ceja es que le hayas puesto las esposas.

—Como dije... admito que se me pasó un poco la mano.

—¿A ti? —preguntó Logan en tono de falsa sorpresa— ¡No!

—¿Qué sabes acerca del caso? —preguntó Durán.

—Solo que fue asesinada en su casa mientras su esposo estaba en viaje de negocios. El ex-novio era la única pista real y los policías lo dejaron ir de forma bastante rápida. Descubrí más tarde que su coartada era sólida, sin embargo.

—¿Nada más? —preguntó Durán.

—Nada aparte de lo que ya dije.

Durán asintió y se las arregló para ofrecer una sonrisa cordial. —Así que aparte de lanzar a hombres bien crecidos desde sus porches, ¿cómo te está tratando la jubilación?

—Ha sido como un infierno —admitió—. Fue grandioso en las primeras semanas pero pasó rápido. Extraño mi trabajo. He llegado a leer una montaña de libros sobre crímenes reales. Estoy viendo demasiados programas de crimen en el Canal de Biografía.

—Te sorprendería la frecuencia con la que escuchamos eso de los agentes en los primeros seis a doce meses que siguen a su retiro. Algunos de ellos suplican que les den alguna clase de trabajo. Cualquier cosa que tengamos. Incluso papeleo o inútiles escuchas telefónicas.

Kate no dijo nada para indicar que podía identificarse con eso.

—Pero aún así no llamaste —dijo Durán—. Para ser honesto, esperaba que lo hicieras. No creí que pudieras simplemente retirarte con tal facilidad, y este pequeño incidente lo prueba.

—Con el debido respeto —dijo Kate—, ¿me llamaste para darme una palmada en la muñeca por este asunto, o para restregarme en la cara que no puedo dejar atrás mi antiguo trabajo?

—Nada de eso —dijo Durán—. Estuve revisando tus archivos ayer luego de recibir la llamada de Richmond. Advertí que te han pedido que testifiques en una audiencia de libertad bajo palabra. ¿Es eso correcto?

—Asi es. Es por el caso Mueller. Doble homicidio.

—¿Es la primera vez que has sido contactada por un asunto de trabajo desde que te retiraste?

—No —dijo, muy segura de que él ya sabía la respuesta—, el asistente de un agente me llamó como dos meses después que me jubilé para hacerme unas preguntas acerca de un caso antiguo en el que trabajé, en el 2005. También algunos de los chicos en archivo e investigación me han contactado algunas veces con respecto a mi metodología en algunos casos antiguos.

Durán asintió y se medio reclinó en su silla. —Deberías también saber que tenemos instructores en la academia usando algunos de tus primeros casos como ejemplos para sus trabajos de curso. Dejaste tu huella en el Buró, Agente Wise. Y honestamente, yo más bien estaba esperando que fueras uno de esos agentes que comienzan a llamar para ver qué podrían hacer para ayudar.

—¿Me estás diciendo entonces que quieres que comience a asistir en algunos casos? —preguntó Kate. Hizo lo que pudo para que no se notara el tono esperanzado de su voz.

—Bueno, no es exactamente eso. Estábamos pensando en quizás traer un agente o dos con un excepcional récord para que trabaje en casos antiguos. Nada a tiempo completo, ya sabes. Y cuando lo discutimos, tu nombre fue el único en el que todos coincidieron. Ahora, antes de que te emociones demasiado, debes saber que esto no es inmediato. Todavía queremos que te relajes. Tómate un tiempo. Tiempo deverdad.

—Puedo hacer eso —dijo Kate—. Gracias.

—No me agradezcas todavía —dijo Durán—. Podrían ser unos pocos meses. Y me temo que voy a tener que revocar la oferta si regresas a casa y comienzas a golpear a hombres más jóvenes en sus porches.

—Creo que puedo controlarme —dijo Kate. De nuevo, Logan no pudo evitar que se le saliera una risa apenas sofocada.

Durán pareció igual de divertido al ponerse de pie.

—Ahora... si realmente vas a ayudar, me temo que tendremos que volver a uno de los aspectos menos espectaculares del trabajo.

Presumiendo que se refería al papeleo, Kate suspiró. —¿Formularios? ¿Documentos?

—Oh no, nada de eso —dijo Durán—. He convocado una reunión para echar a andar esto. Imaginé que sería la mejor manera de poner a todos los canales al corriente.

—Ah, odio las reuniones.

—Oh, lo sé —dijo Durán—. Lo recuerdo. Pero hey… ¿qué mejor manera hay de darte de nuevo la bienvenida?

Logan rió suavemente junto a ella mientras se ponían de pie y seguían a Durán para salir de la oficina. Para Kate, todo parecía inquietantemente familiar.

***

En realidad, resultó que no fue una mala reunión después de todo. Había solo otras tres personas esperando por ellos en la pequeña sala de conferencias al final del corredor. Dos de ellas eran agentes, uno masculino, el otro femenino. Hasta donde Kate podía asegurar, nunca se había encontrado con ninguno de ellos antes. La tercera persona era Dunn. Mientras Durán cerraba la puerta, uno de los agentes se puso de pie y extendió su mano.

—Agente Wise, encantado de conocerla —dijo.

Ella tomó su mano con vacilación y la estrechó. Al hacerlo, el agente se dio cuenta que había atraído la atención sobre sí mismo.

—Lo siento —dijo por lo bajo mientras volvía rápidamente a tomar asiento.

—Esta bien, Agente Rose —dijo Durán mientras ocupaba un asiento en la cabecera de la mesa—. No es usted el primer agente que se siente abrumado por la presencia de la casi legendaria Agente Kate Wise —dijo esto con una pizca de sarcasmo para luego esbozar una sonrisa en dirección a Kate.

 

El hombre que ella pensaba que se llamaba Dunn destacaba en comparación con los otros dos —ambos sin duda agentes más jóvenes. Era una especie de supervisor; todo lo pregonaba, desde su estoica expresión hasta su traje cuidadosamente planchado.

—Agente Wise —dijo Durán—, estos dos agentes son el Agente Rose y la Agente DeMarco. Han sido compañeros durante los últimos siete meses, pero solo porque yo y el Director Adjunto Dunn hemos tenido problemas en hallar un lugar para ellos. Ambos vienen con su propio conjunto de fortalezas. Y si terminas asumiendo el liderazgo de este caso en Richmond, uno de ellos probablemente será asignado para trabajar contigo.

El agente Rose se veía todavía avergonzado, pero se resistió a abandonar su actitud reconcentrada. Kate no podía recordar la última vez que alguien se había visto visiblemente sacudido al conocerla. Había sido poco antes del último año de su carrera cuando alguien de Quantico había terminado trabajando con ella por un día en los laboratorios. Fue abrumador pero también un poco desconcertante.

—Debería añadir —dijo el Director Adjunto Dunn—, que el Subdirector Durán y yo somos los que hemos impulsado este programa que convoca a oficiales recientemente jubilados. No sé si él ya te lo ha dicho, pero tu nombre fue el primero que salió.

—Si —convino Durán—, y es innecesario decirlo, pero en verdad apreciaríamos si lo mantienes en secreto por ahora. Y por supuesto, sácala del parque.

—Daré lo mejor de mí —dijo Kate. Estaba comenzando a comprender que le estaban aplicando ahora una pizca de presión. Nada que la preocupara, la verdad. Ella trabajaba mejor bajo presión.

—Grandioso —dijo Durán—, por ahora, ¿quieres repasar los detalles de este caso de acuerdo a lo que sabes?

Kate asintió y de inmediato asumió su antiguo rol. Era como si no se hubiese perdido un día, mucho menos un año. Mientras les informaba sobre lo que estaba pasando en Richmond y cómo se había visto involucrada, el Agente Rose y la Agente DeMarco mantenían el contacto visual con sus ojos, quizás estudiándola para ver cómo podrían trabajar junto con ella.

Pero ella no dejó que eso la distrajera. Mientras repasaba los detalles del caso, sentía como si hubiera retrocedido en el tiempo.

Y era muy superior al presente en el que había estado viviendo.

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