Si Ella Corriera

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—Eso es interesante —dijo DeMarco, sacando a Kate de sus evocaciones. Bajó el teléfono y miró hacia adelante con un brillo excitado en sus ojos.

—¿Qué es interesante? —preguntó Kate.

—La madre de Jack es una tal Olivia Tucker. Sesenta y seis años de edad, vive en Queens. Un registro criminal inmaculado, excepto por un pequeño toque de atención.

—¿Cuál es el toque de atención?

—Llamaron a la policía a causa de ella hace dos años. La llamada fue hecha por Missy Tucker, la misma noche que Olivia Tucker estaba tratando de irrumpir en su casa.

Intercambiaron una mirada. Kate sintió que parte de la tensión entre ellas comenzaba a desvanecerse. Las buenas pistas, después de todo, tenían la tendencia a juntar a los compañeros más disgustados.

Sintiendo como si finalmente iba a algún lado, Kate giró el auto en redondo y se dirigió hacia Queens.

CAPÍTULO CINCO

Olivia Tucker vivía en un muy sencillo apartamento en Jackson Heights. Cuando Kate y DeMarco llegaron, estaba siendo visitada por un predicador local. Fue él quien acudió a la puerta, un negro alto que lucía triste y sombrío. Miró a las agentes de manera escéptica y suspiró suavemente.

—¿Puedo ayudarlas, señoras?

—Necesitamos hablar con la Sra. Tucker —dijo DeMarco—. ¿Quién es es usted?

—Soy Leland Toombs, el pastor de su iglesia. ¿Y quiénes son ustedes?

Ellas pasaron por la acostumbrada rutina de mostrar sus identificaciones y presentarse. Toombs dio un vacilante paso atrás y les lanzó una mirada de reproche.

—¿Comprenden que ella se encuentra en un estado de mucha aflicción, correcto?

—Por supuesto —dijo Kate—. Estamos intentando encontrar al asesino de su hijo y esperamos que ella pueda ser capaz de arrojar alguna luz que sirva de ayuda.

—¿Quién es? —una voz temblorosa se dejó escuchar desde algún rincón del apartamento. Una mujer apareció saliendo de otra habitación y dirigiéndose a la puerta.

—Es el FBI —le dijo Leland—, pero Olivia, le sugeriría que se tomara un momento para pensar si está lista para hablar con ellos.

Olivia Tucker llegó hasta la puerta luciendo como un absoluto desastre. Sus ojos estaban rojos y se veía como si tuviera incluso problemas para caminar. Miró a Kate y DeMarco y entonces colocó una mano sobre el hombro de Toombs a fin de tranquilizarlo.

—Sí, creo que lo necesito —dijo—. Pastor Toombs, ¿me daría un momento?

—Creo que quizás debería estar aquí cuando hablen con usted.

Ella sacudió su cabeza. —No. Lo aprecio, pero yo necesito hacer esta parte sola.

Toombs frunció el ceño, y entonces miró a Kate y DeMarco. —Por favor sean amables. Ella no se está tomando esto bien —le echó a Olivia una última mirada y salió por la puerta mientras llamaba por encima de su hombro—. Por favor, llámeme si necesita algo, Olivia.

Olivia lo observó irse y entonces, lentamente cerró la puerta detrás de ella. —Por favor, vamos a la sala de recibo.

Su voz era suave y desigual y todavía caminaba como si sus piernas no estuvieran bastante seguras de lo que estaban haciendo.

—¿Sabían —dijo cuando ingresaban a la sala de recibo—, que la policía me llamó y me dijo lo que había sucedido seis horas completas después de que su cuerpo fue hallado?

—¿Por qué tanto tiempo? —preguntó Kate.

—Supongo que ellos asumieron que Missy llamaría y me contaría. Se lo dijeron a ella primero, por supuesto. Pero fue más tarde, luego que Missy se hubo rehusado, que la policía finalmente llamó.

—¿Está segura de que ella se rehusó? —preguntó DeMarco— Dada la naturaleza de lo que sucedió, ¿no cree que simplemente lo olvidó?

Olivia se encogió de hombros, Pero no como un gesto de No sé . Era más un no me importa.

—¿Lo que me quiere decir es que usted cree que Missy habría hecho algo así a propósito? —preguntó Kate.

—Honestamente, Simplemente no lo sé. La mujer es totalmente vengativa.Yo no esperaría mucho de ella. Probablemente lo olvidó para así no tener que hablarme o, Dios la perdone, verme.

—¿Quiere decirnos por qué parece que ella le desagrada tanto? —preguntó DeMarco.

—Oh, a mí realmente nunca me gustó ella. Era bastante encantadora al principio, cuando estaba intentando ganarse mi simpatía. Pero en el momento en que Jack puso ese anillo de compromiso en su dedo, se convirtió en otra persona. Controladora. Manipuladora. Ella nunca ha apreciado la vida tan acomodada que tiene. Puede que haya amado a Jack de una manera intensa, enferma, y retorcida, eso no lo dudo. Pero nunca lo apreció.

—¿Puede explicar eso un poco más? —preguntó Kate.

—Ella siempre quería algo más, y más. Y no lo ocultaba. Todo lo que tenía, sin importar lo que fuera: chicos, un marido con buena posición, una bella casa, lo que fuera, nunca era suficiente. Nada de lo que Jack hizo fue suficientemente bueno para ella.

Kate notó la mirada absolutamente envenenada en el rostro de Olivia a medida que hablaba. Creía cada palabra que decía. Pero basándose en el breve tiempo que Kate había pasado con Missy Tucker, encontraba todo difícil de creer.

—¿Sabe si Jack se sentía de esta manera con respecto a ella?

—Dios, no. Estaba tan ciego por todo. Por ella y su pequeño teatro.

—¿Así que usted no tendría problemas en descartar la idea de que él estaría involucrado en una aventura?

Su mirada de sorpresa era la respuesta que Kate necesitaba. Pero Olivia soltó una perlas, también. —Considerando todo por lo que he pasado en las últimas horas, ¿cómo se atreve a hacerme esa estúpida pregunta? ¿Está tratando de ser insensible y grosera?

—Lo pregunto solo porque eso al menos nos daría algo por donde empezar a buscar. Si estaba involucrado en algo como eso, eso nos daría una serie de pistas que seguir porque francamente, ahora mismo, no tenemos testigos ni sospechosos.

—¿Sospechosos? Cariño, ya se lo he dicho. Fue su odiosa mujer.

Kate y DeMarco intercambiaron miradas de inquietud. Tanto si la declaración de Olivia Tucker fuera cierta o no, este caso iba a ponerse difícil antes de llevarlo a una conclusión.

Kate dejó que el comentario quedara en el aire por un momento antes de seguir. Cuando lo hizo se aseguró de emplear las palabras cuidadosamente, escogiendo cada una muy a propósito.

—¿Está segura? ¿Quiere hacer una declaración así de seria? —preguntó Kate— Si usted lo sostiene, tengo que considerarlo una pista y comenzar a ver a Missy Tucker como una potencial sospechosa.

—Haga su trabajo como quiera —dijo Olivia—. Pero sé que la mujer quería algo diferente. Quería salirse de eso, pero sin el riesgo de perderlo todo en el proceso. Ahora dígame una manera más fácil de lograrlo que no sea matando a su marido.

En toda su carrera, Kate no creía haber conocido a alguien que tuviera un odio tan ciego hacia otra persona —parientes políticos, hermanos distanciados, y así sucesivamente, ella lo había visto todo. Pero lo de Olivia Tucker iba más allá.

—Tengo que señalar —dijo DeMarco— que gran parte del tiempo del trayecto hasta acá fue invertido en repasar todo lo que había que saber sobre Jack y Missy. Aunque no tenemos reportes completos ni mucho menos, había más que suficiente para ver que no había suficiente discordia marital como para considerarlo un tema legal.

—Eso es correcto —dijo Kate—. Adicionalmente, no había problemas financieros, ni antecedentes penales para ella, nada de eso. Usted, por otro lado, sí tiene una pequeña entrada en su registro. ¿Quiere contarme acerca de la noche cuando Missy tuvo que llamar a la policía porque usted estaba tratando de irrumpir en su casa?

—Jack la estaba pasando mal en el trabajo. Había tenido un ataque de pánico. Llamé para saber cómo estaba y hablar con mis nietos, pero Missy no me lo permitía. Me dijo que Jack era demasiado bueno para decir algo, pero eso era parte de la razón de su ataque de ansiedad. Me.colgó cuando llamé, así que decidí ir a su casa. Tuvimos una discusión y ella me apartó de la puerta, rehusando a dejarme entrar en la casa. Después de eso… Bueno, me dejé llevar por mi temperamento y ella llamó a la policía.

—Indagaremos eso de ser necesario —dijo Kate —, pero, honestamente, no hay nada que hayamos visto y nada en los registros que indique que Missy habría tenido alguna razón para matar a su marido. No vemos ningún motivo.

—Bueno, si están así de convencidas, ¿por qué diablos están aquí hablando conmigo?

—¿Honestamente? —dijo DeMarco— Porque su nombre salió a relucir. Uno de los compañeros de trabajo de Jack le escuchó sin querer sosteniendo una acalorada conversación con su esposa acerca de usted. Simplemente revisamos sus registros para cubrir ese dato y encontramos lo de la llamada a la policía.

Olivia mostró la clase de sonrisa que a menudo se le ve a los villanos en las películas. —Bueno, tal parece que ya se han hecho su idea acerca de mí.

—Ese no es el caso en lo absoluto. Solo...

—Si a ustedes señoras no les importa, voy a pedirles educadamente que se vayan. QuisIera llorar apropiadamente a mi hijo.

Kate sabía que su tiempo con Olivia Tucker había terminado; si continuaba presionando, la mujer solo se cerraría. Además de eso, ella no había aportado información útil —a menos que los viles sentimientos que tenía hacia su nuera pudieran ser considerados como verdades, y Kate dudaba que lo fueran.

—Gracias —dijo Kate—, y en verdad sentimos su pérdida.

Olivia asintió, se levantó, y se dispuso a salir de la habitación. —Estoy segura de que recuerdan dónde está la puerta —dijo, antes de desaparecer hacia el interior de la casa.

 

Kate y DeMarco se marcharon, sin conseguir algo cercano a una sólida pista, pero habiendo sido bombardeadas por la visión que Olivia Tucker tenía de Missy.

—¿Crees que hay una pizca de verdad en todo eso? —preguntó DeMarco. Parecía estar saliendo de su estado de desánimo, aparentemente motivada por el caso.

—Yo pienso en este momento que ella está buscando respuestas a lo que sucedió, y cree que algo de eso es cierto. Pienso que ella está tomando todas esas pequeñas aprensiones que ha experimentado a través de los años y las está amplificando solo para tener algo de qué culparla y así descargar su rabia.

DeMarco asintió mientras se subían al auto. —Sea lo que sea, estuvo feo.

—Y yo pienso que eso la descarta como sospechosa. Puede que tengamos que estar pendientes de Missy, sin embargo, solo para mantenerla a salvo. Quizás incluso hacerle saber al Departamento de Policía lo transtornada que parece estar Olivia.

—Y entonces, ¿qué?

—Y entonces hacemos balance. Posiblemente con una o dos copas de vino delante, cuando regresemos al hotel.

Sonaba como una buena idea, pero Kate continuó pensando en Missy Tucker y en cómo su mundo era ahora como el cascarón vacío de lo que alguna vez había sido. Kate recordaba demasiado bien lo que se sentía perder al hombre que una amaba, el hombre que te conocía como un libro leído un millón de veces. Rompía el corazón más allá de las palabras y dejaba vacía tu vida.

Evocar tal sensación en ese momento, mientras se dirigía al hotel, la motivó más que nunca. La hizo remontarse en sus recuerdos a los detalles del primer caso, hasta el comienzo del caso Nobilini.

Su mente trató de evocar un nombre—un nombre que ella conocía bien pero que se había desvanecido en las regiones más profundas de su memoria. Era un nombre que recordó ese día, más temprano, cuando estaban reunidas con los amigos de Jack Tucker en el club de yates.

Cass Nobilini.

Tú sabes que hay respuestas allí, pensó Kate.

Podría ser. Y ella iría a buscarlas llegado el momento.

Pero en realidad tenía la esperanza de que no. Ella esperaba no tener que volver a ver en el resto de su vida a Cass Nobilini, pero también sabía que las probabilidades eran mínimas —que ella podía, de hecho, estarla visitando más temprano que tarde.

CAPÍTULO SEIS

Se instalaron en el bar del hotel justo cuando el tráfico de la cena empezaba a ceder. Aunque la perspectiva de una copa de vino era en efecto prometedora, Kate encontró que estaba un poco más ansiosa por la hamburguesa que había ordenado. Usualmente, cuando estaba en un caso, olvidaba almorzar, lo que la dejaba hambrienta llegado el final de la jormada. Al hundir su boca en la hamburguesa para darle el primer mordisco, vio una pequeña sonrisa en DeMarco. Su primera auténtica sonrisa del día.

—¿Que? —preguntó Kate con la boca llena.

—Nada —dijo DeMarco, hundiendo el tenedor en su ensalada de pollo a la plancha—. Es tranquilizador ver una mujer de tu edad y estatura comer así.

Mientras tragaba el bocado, Kate asintió y dijo, —Fui agraciada con un asombroso metabolismo.

—Oh, pero qué animal.

—Vale la pena ser capaz de comer así.

Un breve silencio se extendió entre ellas, roto por la risa de ambas ante esos comentarios. Se sentía bien poder bajar la guardia frente a DeMarco luego del tenso día que habían compartido. DeMarco parecía sentirse de la misma forma, a juzgar por lo que dijo después de tomar un sorbo de su copa de vino.

—Siento haber estado tan amargada durante todo el día. Ese asunto de dar noticias como esa a una familia… es difícil. Quiero decir, yo sé que es difícil, pero lo es especialmente para mí. Una cosa de estas me sucedió en el pasado y me afectó. Pensé que lo había superado, pero aparentemente no ha sido así.

—¿Qué sucedió?

DeMarco se tomó un momento, tal vez para considerar si quería o no ahondar en la historia. Tras otro largo sorbo de vino, decidió hacerlo. Dejó escapar un suspiro y comenzó.

—Yo sabía que era gay cuando tenía catorce. Tuve mi primera pareja cuando tenía dieciséis. A los diecisiete, Rose y yo —ella tenía diecinueve— decidimos que ibamos a revelarlo a los demás. Ambas lo habíamos mantenido en secreto, en particular con respecto a nuestros padres. Así que en esas estábamos —a punto de dar la noticia. Se suponía que iría a su casa y se lo ibamos a decir a sus padres, quienes, debo añadir, suponían que Rose y yo éramos solo buenas amigas. Yo estaba siempre en su casa, y viceversa, ¿sabes? Así que estoy sentada en el sofá de sus padres cuando recibo una llamada telefónica. Es de la policía, para decirme que Rose había tenido un accidente de tráfico y que había muerto de manera instantánea, a causa del impacto. Me llamaron a mí en lugar de sus padres porque encontraron su teléfono celular y vieron que el noventa por ciento de su historial eran llamadaspara mí.

—Así que me derrumbo de inmediato y sus padres están sentados allí, preguntándose, ¿qué diablos sucedió? ¿por qué de repente estoy llorando de rodillas en el piso? Y tuve que decirles. Tuve que contarles lo que la policía acababa de decirme —hizo una pausa, echó un vistazo a su ensalada, y entonces añadió—. Fue el peor momento de mi vida.

A Kate se le hacía difícil mirar a DeMarco; no estaba contando la historia como si estuviera involucrada emocionalmente, sino como si fuera un robot recitando una serie de eventos. Con todo, el relato era más que suficiente para explicar la actitud de DeMarco la noche anterior, cuando ella, Kate, se había ofrecido a darle las malas noticias a Missy Tucker.

—Si hubiera sabido eso, sabes, no nos habríamos ofrecido —dijo Kate.

—Lo sé. Y lo sabía entonces. Pero mis emociones ahogaron toda razón o lógica. Honestamente, solo necesitaba sentarme un rato y calmarme. Siento haberme desquitado contigo.

—Eso es agua pasada —dijo Kate.

—¿Has hecho eso muchas veces en tu carrera? ¿Dar noticias como esa?

—Oh, sí. Y nunca es fácil. Se hace más fácil si tomas distancia, pero el acto mismo nunca es fácil.

El silencio cayó sobre la mesa de nuevo. El camarero vino y volvió a llenar sus copas, mientras Kate seguía dando cuenta de su hamburguesa.

—Y entonces, ¿cómo está tu hombre? —preguntó DeMarco —Allen, ¿correcto?

—Él está bien. Está cerca de un punto en la relación en el que se preocupa por que todavía yo esté involucrada con el FBI. Preferiría que yo tomara un trabajo de escritorio. O que permanezca retirada.

—¿Entonces se está volviendo algo serio?

—Así se siente. Y parte de mí está emocionada por ello. Pero hay otra pequeña parte de mí que siente que sería una pérdida de tiempo. Él y yo estamos aproximándonos con rapidez a los sesenta. Comenzar una nueva relación a esa edad se siente... extraño, supongo —sintiendo que DeMarco se pegaría del tema si la dejaba, Kate rápidamente cambió la conversación.

—¿Qué hay de ti? ¿Ha alzado vuelo tu vida sentimental desde la última vez que tuvimos esta incómoda conversación?

DeMarco sacudió su cabeza y sonrió. —No, pero es por decisión propia. Disfruto estar en la Tierra de Una Sola Noche mientras puedo.

—¿Eso te hace feliz?

DeMarco pareció genuinamente impactada por la pregunta. —En cierto modo, sí. Ahora mismo no necesito las responsabilidades y los requerimientos que conlleva una relación.

Kate rió suavemente. Ella nunca había estado en la Tierra de Una Sola Noche. Había conocido a Michael estando en la universidad y se había casado con él un año y medio más tarde. Había sido el tipo de relación donde ella supo que pasarían el resto de sus vidas juntos una vez se dieron el primer beso.

—Entonces, ¿cuál es el próximo paso en este caso? —preguntó DeMarco.

—Estoy pensando en repasar el caso inicial en lugar de usarlo como referencia. Me pregunto si hay nueva información que pudiera haber surgido en la familia Nobilini. Pero… bueno, al igual que tu historia acerca de tu pareja muriendo mientras tú te hallabas sentada en el sofá de sus padres, no es un territorio al que sea fácil retornar.

—¿Así que más visitas y conversaciones incómodas para mañana?

—Quizás. Todavía no estoy segura.

—¿Hay algo que valga la pena que me informes antes de que yo me interne a ciegas en eso?

—Probablemente. Pero, confía en mí… sería mejor dejarlo para mañana. Meterse en eso ahora solo nos mantendrá despiertas hasta tarde y arruinará mi sueño.

—Oh, esa clase de historias.

—Exactamente.

Terminaron sus copas de vino y pagaron sus cuentas. Camino de sus habitaciones, Kate pensó en la historia DeMarco acababa de contarle —de ese triste vislumbre de su pasado. Le hizo darse cuenta que sabía muy poco acerca de su compañera. Si tuvieran una relación de trabajo normal, viéndose casi todos los días en lugar de uno o dos cada cuantos meses, eso sería muy diferente. La hizo preguntarse si estaba haciendo lo que le correspondía para conocer en verdad a DeMarco.

Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones —la de DeMarco ubicada cruzando el pasillo con respecto a la de Kate —y esta sintió la necesidad de decir algo. Algo, para hacerle saber a DeMarco que apreciaba su disposición a abrirse.

—De nuevo, me disculpo por lo de anoche. Apenas me estoy dando cuenta de que no te conozco suficientemente bien como para tomar por ambas decisiones como esa.

—Está bien, de verdad —dijo DeMarco—. Debería haberte contado anoche acerca de eso.O

—Necesitamos hacer un esfuerzo por conocernos. Si una va a confiar su vida a la otra, eso es de alguna manera necesario. Quizás fuera del trabajo, en algún momento.

—Sí que sería bueno —DeMarco hizo entonces una pausa mientras abría su puerta—. Dijiste que estabas pensando algo… acerca del viejo caso. El caso Nobilini. Hazme saber si necesitas alguien con quien contrastar ideas.

—Lo haré —dijo Kate.

Dicho eso, entraron en las habitaciones, finalizado así la jornada. Kate se descalzó y fue directamente hasta su portátil. Mientras lo encendía, llamó al Director Durán. Como lo esperaba, él no contestó su teléfono, pero la línea fue redirigida a la asistente del director, una mujer de nombre Nancy Saunders. Kate introdujo una solicitud para que copias digitales de los archivos Nobilini fueran enviadas a su correo electrónico tan pronto como fuera posible. Ella sabía que DeMarco había traído algo de ese material, pero era lo más general del caso. Kate sentía la necesidad de volver a las particularidades del caso, hasta los detalles más menudos. Saunders prometió que lo haría, haciéndole saber que los tendría para las nueve en punto de la mañana siguiente.

Cass Nobilini, pensó Kate.

Había pensado en la mujer casi de inmediato, luego que Durán le mencionó la posible conexión. Había pensado en ella de nuevo al escuchar el llanto y los gemidos de Missy Tucker al llorar a su marido asesinado, y de nuevo mientras hablaba con los amigos de Jack Tucker.

Cass Nobilini, la madre de Frank Nobilini. la mujer que había encontrado insultante e impropio de parte de los medios insistir con lo del asesinato de su hijo, solo porque había trabajado en una ocasión como consejero financiero de gente popular en el Congreso. Kate sentía que había sido una tonta al pretender en algún momento que este caso no iba de alguna manera a llevarla de regreso a Cass Nobilini.

Fue este pensamiento el que permaneció con ella por el resto de la noche, quedando en el centro de su mente mientras se acostaba en la cama rendida de sueño.

***

Todavía podía ver la escena del crimen en su mente. El desgaste y la antigüedad del recuerdo lo hacía ver algo desdibujado, pero la bruma desaparecía siempre que soñaba con eso. En sus sueños, era tan claro como ver televisión.

Y lo vio esa noche, habiéndose dormido poco después de las nueve, aunque moviéndose y gimiendo un poco a medida que se aproximaba la medianoche.

La escena: Frank Nobilini, asesinado en el callejón y aún sosteniendo las llaves de su BMW. El caso eventualmente la había llevado a su hogar, una casa de cuatro habitaciones en Ashton. Ella había comenzado por el garaje, donde había percibido el débil olor de recortes de hierba producto de un reciente corte de césped. Había sentido como si estuviera en un lugar embrujado, como si el espíritu de Frank Nobilini estuviera por alli, esperándola. Quizás en el espacio vacío donde se suponía que estaba su BMW, aunque en ese tiempo, estaba en un estacionamiento a varias cuadras de donde fue hallado su cuerpo. El garaje estaba frío como una extraña tumba. Era una de un puñado de escenas de su pasado que siempre regresaban de la manera más vívida, por razones que ella nunca había comprendido.

 

No había habido pistas de ningún tipo en la casa, ni indicios de porqué alguien podría querer matarlo. Uno pensaría que quizás era por su muy bello auto, pero las llaves habían quedado en su mano. La casa estaba limpia, de manera casi inquietante. No había rastros de documentación, nada destacable en las libretas de direcciones o el correo. Nada.

En su sueño, Kate estaba parada allí, en el callejón. Estaba tocando la todavía pegajosa mancha de sangre en la pared, de la misma manera experimental que un niño podría usar para tocar una gota derramada de sirope en la mesa de la cocina. Se volvió y miró detrás de ella, pues quería ver el callejón, pero lo que vio fue el garaje de los Nobilinis. Como si hubiera sido invitada a entrar, subió por los escalones de madera que conducían a la puerta que comunicaba con la cocina. Se movía de la manera que solo los sueños permiten, fluidamente, casi siendo proyectada en lugar de mover sus piernas. De alguna manera terminó en el baño, mirando en la pared la gran instalación de ducha y bañera combinadas. Estaba llena de sangre. Algo se movía bajo la superficie, haciendo que las pequeñas burbujas subieran hasta la misma. Cuando una reventaba, salpicaba con mínimas gotas la porcelana de la pared.

Retrocedió, saliendo del baño hacia el pasillo. Allí, Frank Nobilini venía caminando hacia ella. Detrás de él, su esposa, Jennifer, simplemente observaba. Ella incluso hizo un gesto inofensivo con la mano para saludar a Kate mientras su difunto marido avanzaba tambaleante por el corredor. Frank caminaba casi como un zombie, lentamente y con un paso demasiado vacilante.

—Está bien —dijo alguien detrás de ella.

Se giró y vio a Cass Nobilini, la madre de Frank, sentada en el piso. Lucía cansada, derrotada… como si estuviera aguardando la espada del verdugo.

—¿Cass…?

—Tú nunca ibas a resolverlo. Estaba más allá de tu comprensión. Pero el tiempo… tiene una manera de cambiar las cosas, ¿no es así?

Kate se volvió hacia Frank, que aún avanzaba. Al pasar él junto a la puerta del baño, Kate vio que parte de la sangre se había salido de la bañera hacia el piso, derramándose hacia el corredor. Cuando Frank puso el pie en el mismo, produjo un sonido de chapoteo.

Frank Nobilini le sonrió y levantó su mano hacia ella —ligeramente podrida y manchada de negro. Kate retrocedió lentamente, levantando sus propias manos hasta su rostro, y dejando escapar un grito.

Despertó, sintiendo que el grito estaba atorado en su garganta.

Esa maldita casa. Ella nunca había comprendido porqué la inquietaba de esa manera. Quizás porque los gritos y gemidos de Jennifer Nobilini, en una casa de tanta perfección… le habían parecido surrealistas. Como algo salido de una artística película de horror.

Kate se incorporó hasta quedar sentada y lentamente se arrastró hasta el borde de la cama. Respiró profundo varias veces y miró el reloj: 1:22. La única luz en la habitación provenía de los números en el reloj de alarma y el débil resplandor de las luces de seguridad en el exterior, que apenas brillaban a través de las persianas cerradas.

Ella había tenido antes sueños relativos a Cass Nobilini y ese primer caso, pero este había sido realmente especial. Su corazón todavía retumbaba en su pecho mientras bajaba de la cama y caminaba hasta el mini-refrigerador para buscar una botella de agua. Bebió un poco mientras caminaba hasta la mesita de noche donde había colocado su portátil.

Encendió la lámpara de la mesita y entró a su correo. Tenía solo uno nuevo, y era de la Asistente del Director Saunders. Había encargado a un agente la tarea de desenterrar los archivos Nobilini y le habían sido entregados poco antes de la medianoche.

Ella sabía que no había forma de que volviera a dormir profundamente, así que los abrió uno por uno, un poco incómoda por cuán naturales y familiares se percibían esos viejos archivos. En principio los revisó de manera breve, de la misma forma que alguien que estuviese visitando un lugar medianamente familiar haría un recorrido por el área antes de verdaderamente comenzar a estudiar el lugar. Cuando llegó al final de las veintiséis páginas, regresó al principio. Pero antes de profundizar en el mismo, se acercó a la pequeña cafetera y puso a hacer una taza. Mientras comenzaba a colarse, hizo la cama, llevó el portátil hasta la pequeña mesa recostada de la pared opuesta, y se procuró de esta forma una pequeña estación de trabajo.

Cinco minutos después, estaba leyendo cada uno de los archivos línea por línea, bebiendo sorbos de una taza de café muy negro y barato. El relato sobre Frank Nobilini era como un viejo amigo, la clase de amigo que solo llamaba para dar malas noticias. El caso detallaba cada conversación que ella había sostenido con los vecinos y los amigos en Ashton. Mientras los leía todos de cabo a rabo, le inquietó lo similares que eran todas a las conversaciones que había tenido recientemente con respecto a Jack Tucker.

La única cosa que ameritaba tener en cuenta provenía de Alice Delgado, una niñera de veintidós años que al servicio de una familia en Ashton había cuidado a dos chicos, de ocho y once. Alice había admitido habérsele insinuado a Frank Nobilini cuando coincidieron en un parque local. Frank había respondido con halagos y un cortés rechazo. Aunque hasta allí había llegado todo, las noticias de la muerte de Frank hicieron sentir a Alice terriblemente culpable —tan culpable que había contactado a Jennifer Nobilini para confesarlo. Jennifer, la mujer bondadosa y aparentemente intachable que era, la había perdonado casi de inmediato.

Apartando ese único detalle no había nada. Nada en las conversaciones, nada en la escena del crimen, nada en el hogar de los Nobilini. Y nada en los registros criminales de Frank o Jennifer —ni historia de actividades criminales, ni enemigos de los que hablar… nada.

Kate había permanecido en el caso seis meses, luego dio un paso atrás, trabajando en él solo como un proyecto en segundo plano por otros ocho meses antes de que el caso fuera totalmente abandonado. No había sido el único caso no resuelto de su carrera, pero había sido el único caso no cerrado con tal grado de rareza.

Mientras leía de cabo a rabo, hizo lo que pudo para cotejar la muerte de Jack Tucker con esto. Y mientras más leía y se volvía a familiarizar con el caso, más segura estaba de que el asesinato de Jack estaba conectado. Había sido hecho por el mismo asesino o un imitador.

Eran las 4:10 cuando tuvo la sensación de que ya le había prestado a las notas y archivos la suficiente atención. Contempló su segunda taza de café por un momento y entonces llevantó su teléfono celular. Hizo una llamada al Buró, a la línea de recursos de veinticuatro por siete. Era un poco más lento que una llamada directa a Saunders o Durán durante el día, pero era mejor que nada.

Después de dar su nombre y número de placa, le saludó una voz demasiado cálida y agradable para ser las cuatro y cuarto de la mañana.

—Agente Wise, ¿en qué puedo ayudarla?

—Necesito la dirección actual y el número telefónico de una mujer que probablemente vive en Nueva York. Cass Nobilini.

—Okey, ¿y este es el número indicado al que hay que enviar esa información?

—Lo es. Gracias.

Pero incluso antes de finalizar la llamada, Kate sintió una gran culpa. En gran medida tenía la esperanza de que Cass Nobilini hubiera decidido mudarse. Si Kate podía resolver este caso sin tener que cruzarse en el camino con Cass, se consideraría afortunada.

Tú sabes que eso no sucederá, pensó Kate.Tú simplemente no tienes esa suerte.

Recibió su respuesta veinte minutos después cuando le regresaron la llamada desde el Buró. Luego de darle el número de teléfono de una Cass Nobilini, la dirección lo confirmó.

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