Viaje a Virgenia

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Ya en el autobús, sin acompañante, les pregunto a las desconocidas de la fila delantera, una madre y una hija, acerca del camino que tenemos por delante. La madre contesta a regañadientes mientras la niña se da la vuelta con descaro y mira en otra dirección.

Suspiro para mis adentros. Recuerdo que el Paraíso es Virgenia.

Al bajar del autobús, el señor Astur me presenta a Alla, que a continuación me presenta a su hermano. Se trata de uno de esos jóvenes modernos cuya aura me deja frío, siempre vestidos de colores sombríos y con gafas de Versaci.

No hace falta que diga que no estoy en mi casa en Virgenia. Sospechan de mi hombría. Yo, por mi parte, estoy tan desesperado que quiero abandonar el país. Aguanto porque a veces alcanzo a ver a alguien en la calle, uno entre una legión. Le miro a los ojos hasta que recupero el aliento.

Me aferro a ese rostro durante una semana.

Piensan que si un hombre se recorta las cejas…

En el autobús al lago Sevan, una pareja de mujeres me señalan con el dedo.

¡Santo cielo!, ¡mira a ese! ¡Lleva las cejas depiladas!

Un hombre no es un hombre a menos que tenga tanto pelo como un mastodonte.

Al oír esto, mi novia satano-soñada estalló en una risa histérica.

—¡Láser! ¡Láser! Eso es lo que necesitan, de la cabeza a los pies…

Hay algo abominable en un par de cejas salvajes y sin recortar, especialmente cuando la mirada que las acompaña te determina. Apago la televisión de inmediato siempre que veo a un cantante vestido con un kimono blanco y con esas colas de gato sobre los ojos, barriendo la pista con el pelo de los pies y cantando baladas modernas de amor…

Si decides suicidarte en el Paraíso —can no lo quiera—, vete a un puesto del metro a buscar un disco de música celestial. En tu búsqueda del milagro, te encontrarás con un torrente de rostros masculinos en las portadas. Si no caes muerto en media hora, espera un rato más. Necesitarás una dosis mayor. Por la noche, pon la televisión pública —o cualquier otro canal— y observa el desfile de machos alfa de la canción melódica. Es probable que antes de que despunte el alba, abras los ojos… en el regazo de Mosmos.

—¡Por todos los gatos! ¡Solo reconocemos a Yuju MacYehu!

Si no abres los ojos en el regazo de ningún profetazzi del Señor Máimono, entonces, hermano, Virgenia es tu patria. Puedes seguir adelante y disfrutar del camino hasta el final…

No creeréis que algunas de las divas del pop están siendo investigadas por estos machos alfa…

Cada zapato tiene su horma, como decía mi abuela.

Muchas huríes no pueden resistirse al machismo de un hombre inculto. Incluso Narineh, una emigrante que llevaba ya siete años fuera de Virgenia cuando la conocí en Los Ángelos, me lo preguntó antes de nuestro posible matrimonio:

—¿Te depilas las cejas o esa es su forma natural?

—¿Y eso qué más da?

—¿No tengo derecho a saber con qué tipo de hombre voy a casarme?

¡Ah, pobre hermana mía, en qué hoguera has caído!

Al leer esto, una amiga mía en Virgenal derramó lágrimas de remordimiento. Creía que yo era gay.

Más adelante recordé que en nuestra primera cita me había contado que en Mercedesia había salvado a un joven de la homosexualidad. Como fiel yujulún que era, intentó salvarme a mí también del fuego del Infierno.

Era homosexual. Un maricón.

***

La mariconería, hermanos, consolida el camino de la gracia. Aunque no hablo mariconio, tengo compasión suficiente para estudiar la doctrina mariconista.

Un maricón es lo contrario de un hombre. Es decir, no alguien que inspecciona, sino que es inspeccionado. Ya veis lo difícil que es traducir los enigmas de la cultura paradisoica al yahannamí. Lo que nosotros entendemos por mariconería es una relación de amor verdadero entre dos hombres. Pero para Diosoh, un maricón es alguien que debe ser inspeccionado. Por supuesto que el inspector es el propio Diosoh. No podría ser de otro modo, hermanos míos. En el Paraíso, todos se declaran hombres —por ejemplo, un antimaricón, un amaricón, un no-maricón— mientras blanden su porra con epiléptica gracia. Pero lo que opera aquí es una única polla, la de Diosoh, delante de la cual todos, sin excepción, se bajan los pantalones y enseñan los culos, los benditos y redimidos culos.

Pero no sabéis, hermanos, hasta qué punto Diosoh ha facilitado la salvación, y no solo para los súbditos de Mercedes Shaitán, shallallahu aleihi vasallam. Lo único que hay que hacer es levantar la mano derecha, ponerse la izquierda sobre el corazón y declarar: «Solo hay un Diosoh, que es Diosoh, y Yuju es el Hijo de Diosoh, y Al-Profeta es el enemigo de Diosoh».

Y punto. Salvados.

Excepto de la ira de Bladin…

Eso, por supuesto, es una adversidad provocada por Diosoh con el fin de fortalecer vuestra fe.

Cuando Satanás me engañó y me ofreció el fruto del árbol del conocimiento, solo me quedaron el azufre del Infierno, los llantos y el rechinar de dientes. Entonces, solo entonces, hermanos, entonces entendí que en el Paraíso solo hay una verga, la de Diosoh, y que los Redimidos están ­desvergados, que someten sus pichas a Diosoh, otorgándole así el papel de inspector de sus enemigos.

Por esta razón, Máimono sufrirá un castigo eterno, porque engañó a Diosoh haciéndole creer que había sido castrado, cuando en realidad solo le habían practicado la circuncisión. Diosoh castiga a los insubordinados y los expulsa del Paraíso. Su nombre es Yehubaba la Polla.

Aun así, en señal de compasión por nosotros, los perdidos, nos envía a su único hijo, para que todo aquel que crea en él deje de estar perdido y se asegure la vida eterna. Pero sabemos bien, mis amados hermanos, que el Diosoh de los bípedos es un espejismo de la mente. Una sublimación de las necesidades humanoides. Una invención centrípeta. El Pollalorum Amarantino se desvanecerá el día que los humanoides dejen de bajarse los pantalones y enseñarle el culo.

La creación de la Vara Ideal implica necesariamente el nacimiento del Culo Ideal. Así es como Yuju nació para liberar al hombre del azote de la Vara Ideal. ¿Pero cómo puede un culo nacido en un pesebre librar al hombre de la dependencia de la Vara Ideal, hermanos? Así, la Vara Suprema inspecciona incluso a su único hijo, el Culo Divino, y lo crucifica por los pecados del hombre. Esto es lo que los canes llamamos abuso infantil. Pederastia. Así, el inspeccionado por antonomasia obtiene una licencia exclusiva para preparar nuestras mansiones en el Cielo. El Hijo y el Padre son uno, codependientes. Parece haber déficit de gilipollas para alabar a la Vara Suprema en el empíreo. Los funcionarios ungidos se han dedicado a institucionalizar y santificar la jerarquía de la falocracia judalaica.

La finalidad del Sacramento de la Unción del Culo es darte carta blanca para el Cielo.

¿Qué clase de padre es este, hermanos míos? Exige un «sacrificio». Busca la «gloria». Como un faraón, supongo. Para competir con Nabucodonosor, supongo. Sería mejor consultar un diccionario homínido para entender estas dos neologías tan crípticas. La demencia es la dimensión del Señor. ¡La sangre! Su lengua ondea como una bandera en el cielo, su ojo eclipsa el sol. ¿No es acaso el Todopoderoso un calco de Pasha? Entonces ¿por qué aman los Redimidos al Señor pero no pueden amar a Pasha? ¡Es injusto! Al principio de los tiempos, el Señor inspecciona. Al final de los tiempos, el Señor inspecciona. La madre —la madre cósmica— es asesinada en el Paraíso y sustituida por el péndulo del padre. Pero los Redimidos no ven, hermanos míos. Mis queridos hermanos. ¡Gloria a Satanás! ¡El Gran Bribón! Gracias a sus argucias, hemos abierto los ojos, y para nosotros la vida se convirtió en muerte y la muerte, en vida. Entonces el espíritu del can vino sobre nosotros y entonces lo entendimos, hermanos, entendimos que Satanás es el autor de Diosoh y Diosonón.

Padre Nuestro que estás en el cielo, Satanás, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad. Recibe nuestros micropenes y resérvate el derecho a inspeccionar a los insubordinados. Pero déjanos tener esperanza en la salvación. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor. Amén.

Así, mis benévolos hermanos, es la naturaleza de las cosas en humanistán.

***

Narineh no conoció mi polla, claro. En lugar de eso, como virginosa ortodoxa que era, decidió aceptar el ­conducto deferente de Diosonón. Este último le aconsejó que no mantuviese relaciones sexuales conmigo hasta que obtuviera la bendición divina. Narineh incluso me regaló una pluma cara pocos días antes de la Gran Firma. Un día abandonará este mundo sin haber saboreado la vida. Así es como viven las virginosas. El Gallo Divino se ha hecho un harén con las mujeres de la humanidad, que a cambio exigen a los hombres que se postren ante ellas para ganarse sus favores.

Este comportamiento se entiende como «tradición nacional» en Virgenia y como «feminismo» en Pornostán. El común denominador, el sacrificio del pene, se denomina «santo matrimonio» en humanistán.

¡He caído en la hoguera, hermanos bastardos, hermanas putas! ¿Qué puedo escribir acerca de los hombres del Paraíso, que se ríen de mí, ellos que solo son capaces de conservar a sus mujeres mediante la coacción colectiva? Si este no-hombre, este can, llegase a un acuerdo sexual con una mujer, podría mantener la erección durante dos o tres horas, y finalizar el acto sexual solo cuando ella así lo suplicara. Ella se volvería completamente loca de éxtasis. Katy puede dar fe de esto.

¿Para qué sirven esos machos alfa virgenios que se ríen de la gente y que ni con el reconocimiento de sus propias mujeres pueden tenerla dura más de dos minutos?

 

Hermanas putas, ¿no decís vosotras que el valor de un hombre no se mide por su habilidad de tener una erección o de mantenerla, sino por otras cualidades? Pero quién sabe, hermanitas… Puede que estos hombres estén sencillamente despilfarrando su esperma, escupiendo sobre Mamá Tierra para fecundarla como hicieran los antiguos diosohses.

Estos hombres ni siquiera aspiran a aprender.

No es que yo naciese siendo perfecto ni que me educaran en las artes amatorias en mi tierra natal, Canes Venatici. Se necesitan años para dominar la fluidez del gozo. Y aun así no estaba a la altura. Lo terrible es que las mentes de esta gente estarán perpetuamente cerradas. El martillo de las «tradiciones nacionales» de Virgenia es su arma más potente; los nepotistas la usan para aplastar la cabeza de cualquiera que les contradiga en el terreno ideológico.

Otra vez el déjà vu de mis orígenes extraterrestres…

Este alienígena ha pasado por el crisol de las mujeres libres, en tierra libre, se ha quemado con gusto, ha sido forjado en cierto modo para tomar forma. Pero el virginoso ve a la mujer como una recadera, se priva de cualquier oportunidad de crecer. El campo está vacío y las energías no pueden entrar en contacto en igualdad. Una domina a la otra por completo.

«Te ordeno que seas obediente y hagas caso a tu marido», eso dice la Palabra.

La Palabra olvida añadir algo: «siempre y cuando tu marido no sea un machopancé».

—¡Que no se hubiese casado! —reponen.

¿Pero con quién va a casarse una mujer en Pancelancia?

«Te creé de la costilla del hombre», eso dice la Palabra.

Un alumbramiento masculino, mes frères, el primero y el último. Los hombres han invertido los roles del alumbramiento y han hecho que las mujeres se lo crean. Fue Totam quien nació del Vientre. El Sol de la Noche. El Sol del Océano. No pudo haber sido de otro modo, hermanos. Esto es un acto patriarcal de terrorismo mental, verbalizado por Diosoh y puesto de moda por los sacerdotes semianalfabetos de Judalá, que ahora oprimen a las mujeres de Virgenia y del mundo entero.

Alla se zafó de mí y empezó a hablar en susurros con su hermano. Cuando era niño, a esta práctica la llamábamos «reunión de ratones». Perdí el interés. La muy arpía había traído un guardaespaldas para su coño.

Lo recuerdo. Ella pidió permiso a su padrinoh para salir conmigo a tomar té. El padrinoh accedió, y después me invitó a su casa en Santa Vírgina. Lo esquivé durante tres semanas mientras esperaba a ver cómo iba mi relación con Ella. Solo llevaba un mes en el Paraíso. Fui a Santa Vírgina con Ella y, antes de conocer a su padrinoh, entramos en el Real Vaticano, el sanctum sanctorum del Paraíso, el Sagrado Trono del Maimonólico.

***

Según la tradición, MacYehu reveló en un sueño el diagrama de la Catedral Madre a un extranjero llamado Gaga, cuyo padre, un asesino contratado por el Sha, había matado al rey del Paraíso. MacYehu actuó así para hacer el bien según el augurio del profeta Gorgoruni: «Porque los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos».

Mientras que los paradisoicos inmortalizaron a Gaga como el representante del mal, y lo llaman «Hijo de Anak» (asesino, traidor), los mirmidones se refieren a él como «el Iluminador», por haber ayudado a implantar la nueva religión como doctrina oficial del Paraíso. El extranjero era un fanático contrario a la cultura antigua del Paraíso. Tras establecer lazos con un rey intelectualmente mediocre, lideró a los ejércitos monárquicos, arrasó la civilización ancestral del Paraíso, ninguneó su cultura y la sustituyó por la nueva religión, masacrando a los que se resistieron, que fueron miles. Decapitó el Paraíso y colocó la cabeza de Máimono sobre el cadáver. Y todo lo hizo por la gloria del Señor. Esta campaña fue lanzada en el año 301 bajo el lema: «Esclavos, obedeced a vuestros amos».

Gaga cerró todas las escuelas del Paraíso y publicó un edicto por el que se prohibía la educación en el idioma paradisoico en todo el país. El bizantio y el asirio, las lenguas de la nueva religión, pasaron a ser los idiomas oficiales en los colegios. Se autoproclamó señor feudal de quince provincias y estableció que el judolicosato del Paraíso fuese hereditario, dejando su riqueza a sus descendientes. De esta forma, fue sucedido por su primogénito, y durante los doscientos años que siguieron, su dinastía estuvo al frente del judolicosato de Gaga. La ascensión de dicha dinastía al trono religioso marcó el final de la era de los grandes reyes del Paraíso.

La Catedral Madre fue construida sobre las ruinas Sandaramet, el templo de la Diosa Madre. Para los mesianistas, el nombre de este lugar se convirtió en un sinónimo del infierno. Pero Sandaramet significaba Espíritu Santo —el alma de la Tierra—, lo cual hacía pensar que pudo ser el templo de la Madre Tierra, y establece una conexión entre el Espíritu Santo y la maternidad, cosa que confirma la etnografía paradisoica.

La relación entre el Espíritu Santo y la maternidad fue erradicada por los mesianistas patriarcales y matricidas.

Dentro de la catedral, me quedé fascinado ante las imágenes de los doce discípulos de Yuju MacYehu. Estaban representados en la base de la cúpula formando un círculo (como el zodíaco, un calendario cósmico que también se representa en círculo). Evidentemente el objetivo era tratar de suplantar el concepto de un antiguo calendario paradisoico. Le dije a Ella que en nuestra vida y en la de la siguiente generación, estas imágenes serían sustituidas por las de las doce hijas e hijos de Hayk. Ella se mostró perpleja. Era una paradisoica yujuíta. Como todo buen conservador debería ser. Eso es lo que le habían enseñado a creer.

Makoko me sonríe desde el sexto piso.

Hayk es el fundador del Paraíso. Pero no es una figura histórica per se, como muchos creen. Es el Dios del Tiempo, el origen de la historia y la civilización humanas. Sus doce hijas e hijos son dioses. Son los guardianes de cada mes y de las doce horas del día y las doce de la noche. Mis investigaciones indican que el Paraíso fue el lugar de nacimiento del zodíaco.

Bel es la némesis de Hayk, que se corresponde con el Bal­tasar (en babilonio, Belsazar), de las epopeyas ­paradisoicas, la protovíctima cósmica. Hayk mató a Bel y lo enterró en el volcán del monte Nemrud, cerca del lago Van. El monte Nemrud tenía el cráter más grande de los tres más grandes en todos los continentes conocidos. De esta forma su trascendencia mítica no puede sobrevalorarse. El mundo paradisoico y, metafóricamente, el Universo, fueron creados mediante la muerte de Bel. Como en la mitología yujuica, el centro del Universo está situado en el lugar donde la protovíctima fue sacrificada, es decir, cerca del lago Van.

Hay un mito que se repite según el cual la creación comienza con el sacrificio del mayor de dos hermanos gemelos. Se funda una nación. Bel debía de ser el gemelo mayor de Hayk. En cuanto al Baltasar de las epopeyas paradisoicas, al parecer era el hermano mayor de Sanasar, y no al contrario, como ha sostenido convencionalmente la creencia popular y, lo que es aún más grave, la ciencia.

El hermano mayor de Jacobo era Esaú, al cual despojó de los privilegios de ancianidad para convertirse en el fundador mítico de las doce tribus de Máimono. Esto es un eco de la leyenda indoeuropea y paradisoica antigua (Rómulo y Remo, Sanasar y Baltasar), donde el mito de la protovíctima entronca con la usurpación de la ancianidad a través del «engaño».

La idea de los doce dioses como deidades del tiempo ha sido eclipsada en la religión del Elegido porque se tomó prestada de una fuente extranjera y se corrompió, perdiendo así la relación con la estructura mitológica original.

Los orígenes ideológicos y mitológicos no maimónicos del mito también parecen proceder de la leyenda según la cual Yuju, el sucesor del Señor Mosmos, aparece en el centro de un círculo de piedras cuando llega a la tierra «prometida». Este círculo simboliza el Tiempo, como el reloj de la era predigital. Desde el siglo xvi, los ideólogos de las «Escrituras» han cambiado el nombre de Yuju por Yojua para generar una falsa singularidad del nombre de Yuju. Este decreto emborronó aún más las raíces faraónicas de la leyenda de Yuju. Freud reveló que el Señor Mosmos era faraonio y que Máimono corrompió y se apropió de su leyenda. Las investigaciones apuntan al faraón Akenatón, fundador revolucionario del monoteísmo, como el origen de la leyenda del Señor Mosmos. A Akenatón lo sucedió Tutancamón, asesinado cuando aún era muy joven, aparentemente por motivos religiosos. En la leyenda de las Escrituras, sin embargo, al Señor Mosmos lo sucede Yuju.

Se plantea entonces la siguiente pregunta: ¿es Tutancamón un escalón anterior en los orígenes de la leyenda de Yuju? El origen faraónico de Mosmos ha sido confirmado por Manitio y muchos más historiadores antiguos. En sus artículos sobre Mosmos, Manitio ni siquiera menciona a los maimonitas.

«Siglos después de que este feudo hierático sin precedentes en Faraonia hubiese generado diversas historias, la antigüedad del Señor Mosmos fue usurpada por los sacerdotes del Elegido, que parecen haber hecho un esfuerzo consciente para ocultar su descendencia y su identidad faraónicas. La historia oral fue distorsionada y se convirtió en antirreligiosa, antihistórica, antimemoria y antiverdad. Toda esta doctrina, en nombre de Yehubaba, bautizado como Diosoh, aún persigue a las almas rebeldes de los que quieren saber la verdad. Esta proeza se consiguió atribuyendo los mayores logros ideológicos del adversario a la tribu propia, integrando la estructura interna de las leyendas del adversario en las propias, forjando una doctrina exclusivista, usurpando la identidad del adversario, distorsionando la memoria colectiva del adversario, exagerando la tribu propia y adscribiéndole un origen divino, alienando al adversario como una representación del mal, y despojando de cuerpo y alma al rival atribuyendo leyendas antropofóbicas a la deidad propia.

El acto fue sellado al declarar como icono tribal abominable al Diosoh universal, que viola el legado de los logros espirituales de la humanidad, con el fin de aplastar la columna vertebral del hombre mediante el imperialismo religioso.

La historia humana jamás había presenciado una vileza y una criminalidad como estas. Ni siquiera el Führer BenYehu ni Nuestro Altísimo Señor Satanás han conseguido superar a estos fanáticos».

Esta es la conclusión de Can Negro, algunas de cuyas afirmaciones recogeré en esta epístola. La conclusión no es obligatoria.

En el origen de los doce discípulos de MacYehu están las doce tribus ficticias de Máimono. Y en el origen de estos están las doce hijas e hijos de Hayk. El mito de los doce también aparece en Faraonia.

***

El padrinoh es un onirio de sesenta y tantos años oriundo de la provincia de Adonis. Lo recuerdo vagamente de mi infancia. Tenía una zapatería en nuestra calle. Como no podía seguir viviendo con su mujer, que era terca como una mula, se divorció y huyó al Paraíso inmediatamente después de la muerte de San Petreliano.

Trata de buscar paralelismos entre su fracaso matrimonial y el mío, esforzándose al máximo por hacerme sentir cómodo. Me doy cuenta enseguida de que, a pesar de sus muestras de afecto, su actual mujer no lo ama.

Cuando acaba el espectáculo, el dueño de las vírgenes llama a un taxi para que me lleve a la estación desde donde volveré a Virgenal. Él mismo paga al taxista. Me siento alienado. ¿Por qué no ha venido Ella a despedirme?

Mi malestar no es infundado. Ella decidió salir conmigo sabiendo que tenía hijos. Pero el dueño de las vírgenes se lo ha dejado muy claro en cuanto me he ido:

—No se te ocurra volver a ver a ese mamón.

En Virgenia, un padre divorciado vale menos de una lira pashí, hermanos.

Dos meses después, al pasar por delante del Hotel Diosoh en la Plaza de la República, me di de bruces con el padrinoh. Parecía arrepentido. Cuando le dije que estaba a punto de comprarme una caseta en Virgenal, me confesó:

—Los padres de Ella creyeron que eras un turista que quería pasárselo bien. Creían que al final acabarías volviendo a Pornostán con tu mujer.

Que no tiene nada que ver con lo que me contó Ella después.

Vale que soy un bastardo… ¿Quién iba a querer darle una mujer a un bastardo de Pornostán?

Convencido de que ya no estaba interesado en Ella, el padrinoh se sinceró. Me habló de su relación con su mujer, que fingía no oírle cuando hablaba, que dedicaba su tiempo a pasatiempos absurdos para evitarle, que actuaba como intermediaria y avalista para que él le prestase dinero a familiares suyos que no se lo devolverían nunca… Me aconsejó no casarme en el Paraíso.

 

—Olvídate de conseguir una chica en este lugar. Están demasiado unidas a sus familias. Y, si me lo permites, tampoco te compres un piso. Es mejor alquilar. O, incluso mejor, búscate a una mujer divorciada con hijos y una casa en propiedad. Con que te haga la colada y todo eso tendrás suficiente. Puedes vivir con ella. Que le den al resto. No necesitas esos dolores de cabeza.

Lo tranquilicé diciéndole que estaba de acuerdo con él, lo que no hizo más que confirmar sus sospechas de que yo era un bastardo.

Según mi experiencia, todos los padrinohs son inimitables.

La misión principal de un padrinoh en Virgenia, tanto ahora como hace cien años, es enseñar al novio los entresijos de la ceremonia sexual para la primera noche de la luna de miel. A menudo el propio padrinoh interpreta el ritual de la apertura de puertas en el vientre de la novia. La apertura de puertas es un ritual paradisoico que simboliza el día del juicio, durante el cual el sacerdote, arrodillándose ante las cortinas cerradas del altar, de espaldas a la congregación, golpea una caja de madera con una llave grande mientras entona tres veces este cántico: «Ábrenos, Señor, la puerta de tu misericordia». La importancia del papel del padrinoh se debe principalmente a que en el Paraíso no hay manuales sexuales y a que tanto la novia como el novio suelen ser ­vírgenes. El padrinoh también instruye al novio en la gestión de los asuntos conyugales, por lo que actúa como el equivalente de un terapeuta moderno.

Su cometido empieza el día del bautizo del niño.

Mi padrinoh era mi tío George. El recordatorio quedó inmortalizado en una fotografía de mi infancia. Cuando aún no tenía un año, mis padres me bautizaron en la Iglesia de las Cuarenta Vírgenes, en Adonis. A nadie se le ocurrió preguntarme primero.

Desde niño he odiado las violaciones religiosas de las que he sido objeto. Por lo visto, mi tía me enseñó a rezar cuando tenía dos años y medio. De rodillas y con las manos juntas, imitando la devoción de mi tía, repetía las frases que salían de sus labios: «Señor, que mi padre y mi madre tengan salud…». Pero cuando la súplica llegó a lo de «concédeme inteligencia, gracia y sabiduría», me puse de pie y me largué protestando.

—¿Qué pasa, que no tengo cerebro?

Después de esa vez, nadie consiguió volver a sentarme a rezar. Me acuerdo de todas estas anécdotas vagamente, pero hay una que recuerdo con claridad. Cuando tenía tres años, me llevaron a la guardería. Al día siguiente, me encerré en el cuarto de baño y me negué a ir. Dije:

—Ya he acabado la carrera.

Cuarenta años después, al repasar estos momentos de mi vida, he comprendido al fin que cada día, a cada paso que he dado, los humanos han intentado aplastar la cabeza que contiene mi cerebro. Esa es la historia de la vida de este can.

En la fotografía, me acaban de sacar del agua. Estoy chupándome el dedo, tengo la cabeza inclinada hacia atrás y miro fijamente a mi tío a la cara. Él me mira sonriendo.

Mi tío cumplió religiosamente con sus deberes de padrinoh. Sus cuentos animaron mi infancia, su calidez y su afecto inundaban mi alma.

A los tres años, mi tío me llevaba en brazos mientras nos adentrábamos en la oscuridad de la noche, protegidos de la lluvia por un paraguas.

—Tío, ¿de dónde viene este viento?

—Muy lejos, en lo alto de las montañas, hay un hombre sentado que sopla muy fuerte.

El hombre de la montaña… ¿Qué hombre? Parece un mendigo, con un hatillo… Sopla… ¡Qué barriga…!

—Tío, vamos a Damasco.

En cuestión de cinco minutos habíamos dejado atrás Beirut y estábamos en Damasco… donde cientos de coloridos comercios flanqueaban las aceras e invadían mi imaginación.

Un día se presentó en Las Fortunas con su mujer, su hijo y su sobrina, Ruzanna. Sin tener yo conocimiento de ello, mi padre y él habían acordado casarnos. Yo me alojaba en casa de mi tío Gary en Las Fortunas. Cuando, después de cenar en un restaurante en Río, le propuse a Ruzanna que diésemos un paseo, todo el mundo se quedó perplejo. Gary no había venido a la cena. En lugar de eso, llevaba dos horas esperándonos en otro sitio debido a un malentendido del que yo era responsable.

Gary y yo habíamos planeado «secuestrar a la chica».

El tío George explotó.

—He venido al Infierno desde Adonis para que mi hermano me deje plantado en un hotel. ¿Así es como se trata a un hermano? Si mi hermano viene a visitarme, yo lo dejo todo. Aunque estuviese con Diosoh, lo dejaría para ir a darle la bienvenida a mi hermano.

Furioso con Gary e inspirado por el Señor sabe qué musa chtónica, habían tenido la idea que yo le propuse a Ruzanna:

—Vámonos de aquí y disfrutemos el uno del otro.

—¡Ay, Señor! ¿Crees que es apropiado?

Era un bastardo. Sobre todo desde que pasaba tiempo con Gary, «con lo pieza que es».

Mi primo, después de mantener una «reunión de ratones» con Ruzanna, declaró solemnemente que la única razón por la que Ruzanna había venido era que tenía un novio en Las Fortunas.

—¡Venga! ¡El chico no es así! Si no lo conociésemos desde que nació, ¿le íbamos a haber presentado a la chica? Está claro que ella exagera un poco.

Pero los vientos transportaban los susurros de toda la tribu.

—¿Te has enterado?

—¿De qué?

—Pst… pst… pst… pst…

—Ay, no, no puede ser…

—Pst… pst… pst… pst…

—No… no… no…

Los padres de Ruzanna, por su parte, tenían otros planes.

—¿Qué más da que sea onirio o no? Lo importante es que nos entendamos.

Soñastán estaba al oeste. El Paraíso siempre oprimido desaparecía bajo el sol de su propia voluntad, dejando el planeta en la estacada. Unas cuantas vueltas más del sol alrededor de la Tierra y todo podría acabarse. Fin.

Recuerdo un poema que aprendí en el colegio Sueños:

La vida es una balsa que no deja estela,

el olvido, además, se lo llevó todo,

mis viejos sueños se desvanecen como nubes,

la memoria, además, avanza como una canción.

Una mentira calmante, hermanos. Lo que nunca caerá en el olvido es…

Hete aquí que el padrinoh de Ella conocía a toda la familia de mi padrinoh, el tío George. Así es como mi futuro fue encerrado bajo siete llaves, en Soñastán y en el Paraíso.

¡Bastardo! ¡Divorciado! ¡Tres hijos!

Vuestra experiencia en Meretricia, hermanos, no es comparable en modo alguno, así que solo podéis imaginar acaso la enormidad de lo que esto significa en Virgenia.

***

El padrinoh de mi madre tenía solo setenta años cuando dejó a su mujer. Desde un cuerpo seis veces más grande que el de su marido, ella le gritaba:

—¡Vete!

Un día lo hizo.

Este padrinoh en particular era poeta. Escribía en pashí. No, en realidad no. No sabía escribir. Grababa sus poemas. A mí me estremecían, me hacían llorar. Nunca escuché la cinta; se los sabía de memoria y me los recitaba siempre que iba a verle.

Su mujer me respetaba. Veneraba la educación. La recuerdo comiéndose una manzana. Sus invitados daban vueltas a su alrededor como satélites. Repantingada en su diván, dirigía la conversación. Los demás solo hablaban cuando ella estaba ocupada cortando la manzana en cuatro trozos para luego introducirlos en la abertura ridículamente pequeña de una boca enorme y masticarlos haciendo mucho ruido. La manzana giraba en sus manos como un prisma en una cuerda. Remataba cada mordisco con el rechinar de los dientes. Rechinaban cuando hablaba, cuando dormía, cuando follaba a cuatro patas, cuando el mensajero de FedEx requería su firma tras entregarle un paquete, cuando el primer hombre pisó la luna, cuando el presidente Nixon anunció su dimisión. Aún hoy rechinan: chas, chas, chas. Rechinarán hasta la segunda venida de nuestro Señor, Yuju MacYehu. Rechinarán para toda la eternidad entre el coro de ángeles celestiales que alaben a la Verga Suprema.

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