Kostenlos

100 Clásicos de la Literatura

Text
Als gelesen kennzeichnen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

Sin que yo intervenga para nada, interpreta el soñador por sí mismo el arrancamiento del listón (Leiste) como un acto (Leistung) decisivo por medio del cual acaba con su desagradable situación (en la cura) y se liberta de su disposición femenina… (Strachey ha señalado un trozo omitido por Freud después de la primera publicación de este sueño: `No se puede hacer ninguna objeción a la propia interpretación del paciente, pero no lo describiría como simplemente «funcional» por sus pensamientos oníricos relacionados con su actitud en el tratamiento. Pensamientos de esta clase sirven de «material» para la construcción de sueños como ninguna otra cosa. Es difícil de ver porqué los pensamientos de una persona en análisis no se relacionan con su conducta durante el tratamiento. En el sentido de Silberer la distinción entre fenómeno «material» y «funcional», es de importancia solamente cuando como en las bien conocidas autobservaciones de Silberer al quedarse dormido hay una alternativa entre la atención del sujeto dirigida sea a una parte del contenido del pensamiento presente, o sea, a su propio y actual estado físico y no cuando el estado en sí constituya el contenido de sus pensamientos.' [Adición del E.]) La absurda rotura del listón en sentido longitudinal queda explicada por el sujeto mediante el recuerdo de que la duplicación de un objeto y su destrucción son un símbolo de la castración. Esta es representada con gran frecuencia en el sueño por medio de la presencia de dos símbolos del pene, o sea, por una tenaz antítesis optativa. La ingle (Leiste) es una región del cuerpo próxima a los genitales. Concretando su interpretación, dice luego el sujeto que el significado de su sueño es el de que vence la amenaza de castración que ha provocado su disposición femenina.

14. En un análisis que hube de llevar a cabo en francés se presentó la labor de interpretar un sueño en el que el sujeto me vio convertido en elefante. Naturalmente, le pregunté cómo había llegado a representarme bajo tal forma. La respuesta fue: Vous me trompez (Usted me engaña). (Tromper = engañar; trompe = trompa) (1919).

La elaboración onírica consigue representar frecuentemente un muy árido material por ejemplo: nombres propios, utilizando de un modo harto forzado relaciones muy lejanas. En uno de mis sueños me ha encomendado el viejo Brücke un trabajo. Compongo un preparado y extraigo de él algo que parece un trozo de papel de plata todo arrugado. (De este sueño nos ocupamos más adelante con mayor detalle.) Después de buscar mucho, asocio la palabra Staniol (hoja de estaño) y veo que me refiero a Stannius, autor de una obra muy estimable sobre el sistema nervioso de los peces. El primer trabajo científico que mi maestro me encomendó se refería, realmente, al sistema nervioso de un pez, al ammocoetes, nombre imposible de representar plásticamente.

No quiero dejar de incluir aquí un sueño de singular contenido, muy notable también como sueño infantil y fácilmente solucionado en el análisis. Una señora nos hace el siguiente relato: «Recuerdo que siendo niña soñé repetidas veces que Dios usaba un puntiagudo gorro de papel. Por aquella época infantil me solían poner, durante las comidas, un gorro semejante, que me tapaba la vista por los lados, para quitarme la costumbre de mirar lo que les servían a mis hermanos y protestar en caso de desigualdad. Como me habían dicho que Dios lo sabía y lo veía todo, mi sueño no podía significar sino que también yo me enteraba de todo, a pesar del gorro con que trataban de impedírmelo.»

El examen de los números y los cálculos que aparecen en nuestros sueños nos muestran muy instructivamente el mecanismo de la elaboración onírica y cómo maneja ésta el material con que labora, o sea las ideas latentes. Los números soñados son considerados además por la superstición vulgar como especialmente significativos y prometedores. Elegiré, pues, algunos ejemplos de este género entre los de mi colección:

I

Sueño de una señora poco tiempo antes de la terminación de su tratamiento:

«Quiere pagar algo. Su hija le coge del bolsillo 3 florines 65 céntimos. Pero ella le dice: `¿Qué haces? No cuesta más de veintiún céntimos'.» Mi conocimiento de las circunstancias particulares de la sujeto me dio la explicación de este sueño sin necesidad de más amplio esclarecimiento. Se trataba de una señora extranjera, que tenía a una hija suya en un establecimiento pedagógico en Viena y podía continuar acudiendo a mi consulta mientras su hija permaneciese en él. El curso y, por tanto, el tratamiento terminaba dentro de tres semanas. El día del sueño le había indicado la directora del establecimiento la conveniencia de dejar en él a su hija un año más. Esta indicación había despertado en la sujeto la idea de que siendo así podría ella prolongar a su vez por un año el tratamiento. A esto se refiere, indudablemente, el sueño, pues un año es igual a 365 días, mientras que las tres semanas que faltan para el final del curso y el del tratamiento pueden sustituirse por 21 días (aunque no por otras tantas horas de tratamiento). Las cifras que en las ideas latentes se referían a espacios de tiempo quedan referidas, en el contenido manifiesto, a cantidades de dinero, no sin quedar expresado simultáneamente un sentido más profundo, pues time is money, el tiempo vale dinero, 365 céntimos son 3 florines 65 céntimos. La pequeñez de las cantidades incluidas en el sueño constituye una abierta realización de deseos. El deseo ha disminuido el coste de su tratamiento y el de los estudios de su hija.

II

En otro sueño conducen los números a relaciones más complicadas. Una señora joven, pero casada hace ya bastantes años, recibe la noticia de que una amiga suya, de casi su misma edad, acaba de prometerse en matrimonio. A la noche inmediata sueña lo siguiente: Se halla en el teatro con su marido. Una parte del patio de butacas está desocupada. Su marido le cuenta que Elisa L. y su prometido hubieran querido venir también al teatro, pero no habían conseguido sino muy malas localidades, 3 por 1 florín 50 céntimos, y no quisieron tomarlas. Ella piensa que el no haber podido ir aquella noche al teatro no es ninguna desgracia.»

¿De dónde procede la cantidad de 1 florín 50 céntimos? De un motivo indiferente del día anterior. Su cuñada había recibido como regalo de su hermano, el marido de la sujeto, la suma de 150 florines y se había apresurado a gastarlos comprándose una joya. Observaremos que 150 florines son 100 veces 1 florín y 50 céntimos. ¿De dónde procede ahora el número 3, coeficiente de los billetes de teatro? Para él no hallamos más enlace que la circunstancia de que Elisa L., la amiga prometida, es 3 meses menor que la sujeto. La significación del detalle de hallarse vacía una parte del patio de butacas nos lleva a la solución del sueño. Dicho detalle es una clara alusión a un pequeño suceso que motivó las burlas de su marido. Deseando asistir a una cierta representación, había comprado las localidades con tanto adelanto, que tuvo que pagar un sobreprecio. Mas luego, cuando llegó con su marido al teatro, advirtió que sus precauciones habían sido inútiles, pues una parte del patio de butacas estaba casi vacía. No había, pues, necesidad de haberse apresurado tanto a tomar las localidades.

Sustituyamos ahora el sueño por las ideas latentes: «Ha sido un disparate casarme tan joven: no tenía necesidad ninguna de apresurarme tanto. Por el ejemplo de Elisa L. veo que no me hubiese faltado un marido y, ademán, un cien veces mejor (Schatzmarido, novio, tesoro), si hubiese esperado (antítesis del apresuramiento de la cuñada). Con el mismo dinero (la dote) hubiera podido comprarme tres maridos como éste.» Observamos que los números incluidos en este sueño han cambiado de contexto y de significado en un grado mucho mayor que los de ejemplos anteriores, y esta más amplia labor de la deformación onírica nos revela que las ideas latentes han tenido que vencer una resistencia intrapsíquica especialmente intensa. No dejaremos tampoco inadvertida la circunstancia de que este sueño contiene un elemento absurdo: el de que dos personas tienen que tomar tres localidades. Anticipando una afirmación que más adelante justificaremos al tratar de la interpretación de lo absurdo en el sueño, indicaremos que este absurdo detalle del contenido manifiesto debe ser representación de la más acentuada de las ideas latentes: Fue un disparate casarme tan pronto. El 3 (3 meses de diferencia en la edad) contenido en una relación absolutamente secundaria de las dos personas comparadas es hábilmente utilizado luego para la producción del desatino necesario al sueño. El empequeñecimiento de la cantidad real de 150 florines a 1 florín 50 céntimos corresponde al desprecio del marido (o «tesoro») existente en los pensamientos reprimidos de la sujeto.

III

Otro ejemplo nos muestra el procedimiento que el sueño sigue en sus cálculos y tanto ha contribuido a desacreditarle. Un individuo sueña lo siguiente: «Se halla en casa de B. (una familia antigua conocida suya), y dice: `Ha sido un disparate que no me hayan dado ustedes a Mali.' Luego pregunta a la muchacha así llamada: `¿Qué edad tiene usted?' Respuesta: `Nací en 1882.' `¡Ah! Entonces tiene usted 28 años.»

Dado que el sujeto tiene este sueño en 1898, es indudable la inexactitud del cálculo, y la ineptitud matemática del soñador puede, por tanto y caso de no hallar otra mejor explicación, ser comparada a la del paralítico. Mi paciente pertenece a aquellas personas a quienes no hay mujer que no interese. Durante varios meses le había sucedido en mi consulta una señora joven, de la cual me habló varias veces y con la que extremaba su cortesía cada vez que la encontraba al salir de mi gabinete. Según él, debía de tener esta señora unos 28 años, circunstancia que aclara el resultado del cálculo efectuado en el sueño. La cifra que en él aparece 1882correspondía al año del casamiento del sujeto. Este no había podido menos de entablar conversación con las otras dos personas femeninas que encontraba en mi casa, las dos criadas, nada jóvenes, que alternativamente le abrían la puerta y, encontrándolas poco asequibles a sus deseos de charlar, lo atribuyó a que le consideraban ya como un hombre serio y sentado.

 

IV

Al doctor B. Dattner debo la comunicación e interpretación del sueño numérico siguiente, caracterizado por su transparente determinación, o más bien superdeterminación (1911):

«Mi patrón guardia de Seguridad, empleado en las oficinas de Policía, sueña que está de servicio en la calle, circunstancia que constituye una realización de deseos. En esto se le acerca un inspector que lleva en el cuello del uniforme el número 2262 ó 2226. La cifra total constaba de todos modos de varios doses. Ya la división del número 2262 en el relato del sueño permite deducir que los elementos que lo integran poseen un significado aparte. El sujeto recuerda que el día anterior estuvieron hablando en la oficina de los años de servicio que lleva cada uno. El motivo de esta conversación fue la jubilación de un inspector que tenía 62 años. El sujeto tiene ahora 22 años de servicios y le faltan 2 años y 2 meses para jubilarse con el 90 por 100 de su sueldo. El sueño le finge primero el cumplimiento de un deseo que abriga hace ya mucho tiempo: el de su promoción a la categoría de inspector. El inspector que se le aparece llevando en el cuello el número 2262 es él mismo; está de servicio en la calle, otro de sus deseos; ha servido ya 2 años y 2 meses y puede jubilarse, como el inspector de 62 años, con el sueldo completo».

Reuniendo estos ejemplos con otros análogos que más adelante expondremos, podemos afirmar que la elaboración onírica no calcula, ni acertada ni erróneamente; se limita a reunir en forma de cálculo matemático números entrañados en las ideas latentes y que pueden servir de alusiones a un material no representable. Al obrar así considera los números como material propio para la expresión de sus propósitos y los maneja en la misma forma que a las demás representaciones y que a los nombres y los discursos orales reconocibles como representaciones verbales.

Es un hecho probado que la elaboración onírica no puede crear discursos originales. Por amplios que sean los discursos o diálogos coherentes o desatinadosque en el sueño se desarrollen, nos demuestran siempre en el análisis que la elaboración no ha hecho sino tomar de las ideas latentes fragmentos de discursos reales, oídos o pronunciados por el sujeto, manejándolos además con absoluta arbitrariedad. No sólo los arranca de su contexto primitivo, sino que, acogiendo unos y rechazando otros, forma nuevas totalidades, resultando así que un discurso onírico coherente en apariencia se disgrega luego en tres o cuatro trozos al ser sometido al análisis. La elaboración del sueño suele hacer caso omiso en este proceso del sentido que las palabras poseían en las ideas latentes, atribuyéndoles otro completamente nuevo. Un más detenido examen nos permite distinguir en el discurso onírico dos clases de elementos: unos precisos y compactos y otros que sirven de aglutinante entre los primeros y que han sido probablemente agregados para llenar un hueco como agregamos al leer letras o sílabas que un defecto de impresión ha dejado en blanco. El discurso onírico presenta así la estructura de una argamasa constituida por grandes trozos de materias homogéneas unidas entre sí mediante un fuerte cemento.

Esta descripción no es, de todos modos, exacta sino con respecto a aquellos discursos orales que presentan un marcado carácter sensorial y son reconocidos por el sujeto como oídos o pronunciados en el sueño. Los demás, aquellos de los que el soñador no puede asegurar que fueron dichos u oídos por él durante el sueño (aquellos que no presentaron una coacentuación acústica o motora) son simplemente ideas, iguales a las que surgen en nuestra actividad intelectual despierta y pasan muchas veces al sueño sin modificación ninguna. La lectura parece constituir asimismo un manantial tan generoso como difícil de determinar del material oral indiferente de nuestros sueños. Pero todo lo que en éstos muestra un marcado carácter de discurso oral resulta derivado de discursos reales oídos o dichos por el sujeto.

En los análisis expuestos con otro distinto fin hemos encontrado ya ejemplos de la derivación de tales discursos oníricos. Así, en el sueño «inocente» de la señora que llega tarde al mercado, en el que la frase «No queda ya» sirve para identificarse con el carnicero mientras que un fragmento de la otra: No he visto nunca cosa semejante. No lo compro, cumple la misión de dar al sueño un.aspecto inocente. El día del sueño había reñido la sujeto a su cocinera, diciéndole: «¡No he visto nunca cosa semejante! ¡Hágame el favor de conducirse más correctamente!» e incluye luego en su sueño la primera parte de esta frase, indiferente en sí, para aludir con ella a la segunda muy adaptada a la fantasía entrañada en el sueño, pero que de ser incluida en él hubiera relatado dicha fantasía.

Daremos aquí un análogo ejemplo como muestra de otros muchos que conocemos y que prueban todos lo mismo:

«Un amplio patio en el que están quemando unos cadáveres. El sujeto dice: `Me voy; no puedo ver esto.' Luego encuentra a dos muchachos, aprendices de carnicero, y les pregunta: `Qué, ¿os ha gustado?' Uno de ellos responde: `No; no estaba bueno.'» Como si hubiese sido carne humana.

El inocente motivo de este sueño es el que sigue. El sujeto fue de visita con su mujer, después de cenar, a casa de unos vecinos, gente buena, pero nada apetitosa (atractiva). La señora de la casa, una amable anciana, se hallaba cenando a su llegada y obligó al sujeto a probar de su cena. (Para designar estas apremiantes invitaciones a tomar algo se usa entre hombres una expresión compuesta de sentido sexual.) El sujeto rehusó repetidamente, alegando que no tenía apetito, pero la buena «señora insistió, diciendo: No; no se me irá usted sin tomar algo. Tuvo, pues, que probar lo que le ofrecían, y al acabar dijo: 'Está muy bueno.'» Después, al volver a casa con su mujer, criticó tanto la pesadez de la señora como la calidad de lo ofrecido. El no puedo ver esto, que no aparece claramente en el sueño como dicho, es un pensamiento que se refiere a los encantos físicos de la señora y quiere decir que el sujeto no encuentra placer ninguno en contemplarla.

Más instructivo aún es el análisis de otro sueño que comunicaré aquí a causa de la clara oración que constituye su centro, pero cuyo esclarecimiento dejaremos para cuando tratemos de los afectos en el sueño. «Es de noche. Estoy en el laboratorio de Brüeke y oigo llamar suavemente a la puerta. Abro y doy paso al profesor Fleischl (difunto) que entra con varios amigos y se sienta a su mesa después de cambiar conmigo algunas palabras.» Luego sigue un segundo sueño: «Mi amigo Fliess ha venido inesperadamente a Viena en el mes de julio. Le encuentro en la calle con mi amigo P. (difunto) y voy con ellos a un lugar indeterminado, donde se sientan frente a frente en una mesita, acomodándome yo en una de las cabeceras. Fl. habla de su hermana y dice: `En tres cuartos de hora quedó muerta', y luego algo como: `Este es el umbral.' Viendo que P. no le comprende, se dirige Fl. a mí y me pregunta qué es lo que sobre él he contado a P. Embargado entonces por singulares afectos, quiero decir a Fl. que P. (no puede saber nada porque) no vive. Pero dándome perfecta cuenta de que me expreso mal, digo: Non vixit. Luego miro penetrantemente a P., que palidece bajo mi mirada, tomando sus ojos un enfermizo color azul, y se va luego disolviendo poco a poco hasta desvanecerse por completo. Ello me causa extraordinaria alegría, haciéndome comprender que Ernst Fleischl no era tampoco sino una aparición, un revenant, y pienso que tales personas (apariciones) no subsisten sino mientras uno quiere, siendo suficiente nuestro deseo para hacerlas desaparecer.»

Este acabado sueño reúne muchos de aquellos caracteres de la elaboración onírica que nos parecen enigmáticos: la crítica ejercida durante el sueño al reconocer el error de decir: Non vixit, en lugar de Non vivit; la inalterable.tranquilidad que conservo ante la aparición de personas que el sueño mismo declara difuntas; por último, lo absurdo de mi deducción final y la alegría que me produce. Me encantaría, pues, poder comunicar aquí su solución completa. Pero en la vida real soy incapaz de conducirme como lo hago en este sueño y sacrificar a miras personales las consideraciones que debo a personas muy queridas. Por mucho que quisiera encubrirlo, el sentido del sueño, que me es bien conocido, habría de avergonzarme. Me limitaré, pues, a interpretar, primero aquí y luego más adelante, al tratar de los afectos en el sueño, algunos de los elementos del que ahora nos ocupa.

La escena en la que aniquilo a P. con la mirada constituye el centro del sueño. Los ojos de mi amigo van adquiriendo un extraño color azul y todo él se disuelve luego. Esta escena es la evidente reproducción de otra realmente vivida. Siendo auxiliar en el Instituto Fisiológico tenía mi clase por la mañana temprano, y Brücke averiguó que había llegado varias veces un tanto retrasado. Un día se presentó en el laboratorio a la hora fijada para el comienzo de la clase, esperó mi llegada y me amonestó enérgicamente. Pero lo más terrible no fueron sus palabras, sino la fulminante mirada de sus ojos azules bajo la que quedé realmente aniquilado, como P. en el sueño, el cual invierte a favor mío los papeles. Todos los que conocieron al ilustre hombre de ciencia recordarán sus hermosos ojos azules, cuyo fuego no lograron debilitar los años, y aquellos que le vieron irritado comprenderán sin dificultad los afectos que me sobrecogieron en la ocasión citada.

Durante mucho tiempo me fue imposible encontrar el origen del non vixit con el que ejecuto a P. en mi sueño, hasta que recordé que tales dos palabras no aparecían claramente como dichas u oídas, sino como vistas, y entonces supe inmediatamente de dónde procedían. En el basamento de la estatua del emperador José se lee la siguiente bella descripción:

Saluti patriæ vixit

non diu sed totus.

De esta inscripción había extraído yo aquellas palabras que se adaptaban a la serie de pensamientos hostiles dada a mis ideas latentes y que habían de significar: «Este no tiene nada que decir aquí, pues no vive.» En seguida recordé que mi sueño se desarrolló pocos días después de la inauguración del monumento a Fleischl en el claustro de la Universidad, ocasión en la que vi también el de Brücke emplazado en el mismo lugar y pensé con dolor (en lo inconsciente) que la prematura muerte de mi amigo P. le ha privado de ocupar un puesto al lado de estos ilustres hombres de ciencia. En mi sueño le elevo el monumento que sus altas dotes y su amor a la ciencia le habrían seguramente conquistado. Mi pobre amigo se llamaba también José, como el emperador, en cuyo monumento consta la inscripción antes citada.

Según las reglas de la interpretación onírica, no tenemos aún el derecho de sustituir el non vivit que nos es necesario por el non vixit que nos proporciona mi recuerdo de dicha inscripción. Pero observo que, en la escena de mi sueño, confluyen una corriente de ideas hostiles y otra de ideas cariñosas, referidas a mi amigo P., superficial la primera y encubierta la segunda, corrientes que alcanzan ambas su representación de las palabras non vixit. Por sus méritos científicos, elevo a P. un monumento, pero por haberse hecho culpable de un.mal deseo (expresado al final del sueño) le aniquilo. Al acabar de redactar la frase precedente en el análisis que voy efectuando, me doy cuenta de que en su estructura ha debido de influir el recuerdo de otra muy conocida. ¿Dónde encontramos una antítesis análoga y una yuxtaposición de dos reacciones contrarias que, hallándose referidas a una misma persona y aspirando ambas a una plena justificación, procuran, sin embargo, no estorbarse? Recordemos el Julio César shakespeariano y el discurso en que Bruto trata de justificar su crimen: «Porque César me amaba le lloro; porque era valeroso, le honro; pero porque era ambicioso, le maté.» Ésta frase presenta idéntica estructura que la redactada por mí en el análisis y entraña la misma antítesis que hemos llegado a descubrir en las ideas latentes de mi sueño. Habré, pues, de suponer que desempeño en éste el papel de Bruto. Veamos si existe algún otro indicio que, agregándose a esta sorprendente conexión colateral, pueda confirmar tal hipótesis. El sueño me dice que mi amigo ha venido a Viena en el mes de julio, detalle carente de toda base real. Que yo sepa, jamás ha venido Fl. en tal época a Viena, pero el mes de julio debe su nombre a Julio César, y podía constituir muy bien el indicio buscado, o sea la alusión en el sueño a la idea de que me arrogo el papel del regicida romano.

 

En realidad, he encarnado una vez tal figura, pues a la edad de catorce años representé, ante un auditorio infantil, la escena que Schiller hace desarrollarse entre Bruto y César en su conocido poema. El papel de César fue desempeñado entonces por mi sobrino John, que había venido de Inglaterra y se hallaba pasando una temporada con nosotros. Este sobrino mío, un año mayor que yo, puede ser considerado como una especie de revenant, pues con él vuelve a surgir ante mí el camarada de mis primeros juegos infantiles. Hasta que cumplí cuatro años fuimos inseparables, queriéndonos mucho y peleándonos otro tanto, y esta relación infantil ha fijado decisivamente, como ya hube de indicarlo en otro lugar, la orientación de mis sentimientos en mi trato ulterior con personas de mi edad. Posteriormente ha hallado en mis sueños este sobrino mío múltiples encarnaciones que reavivaban una cualquiera de las facetas de su personalidad indeleblemente impresa en mi memoria inconsciente. Sin duda debió de tratarme con dureza en alguna ocasión y yo debí de mostrarme valeroso, rebelándome contra mi tirano, pues mis familiares me han relatado que interpelado una vez por mi padre con la frase «Por qué has pegado a John?», le respondí: «Le pego por que él me ha pegado antes.» Si tenemos en cuenta que para designar estas riñas infantiles se emplea familiarmente la palabra Wicsen («zurra»), habremos de deducir que la escena relatada es la que transforma el non vixit. La elaboración onírica no desdeña servirse de esta clase de conexiones. Mi hostilidad contra P., carente de todo fundamento real, se deriva, sin duda, de mi complicada relación afectiva infantil con mi sobrino. En efecto, siendo P. muy superior a mí por todos conceptos, podía considerarlo como una nueva edición de mi compañero de niñez.

Más adelante habremos de volver sobre este sueño.

g) Sueños absurdos. Los rendimientos intelectuales en el sueño.

Muchos de los sueños cuyo análisis hemos desarrollado en páginas precedentes muestran un contenido manifiesto total o fragmentariamente absurdo. No creemos, pues, conveniente aplazar por más tiempo la investigación del origen y significado de esta singular circunstancia, que, como ya señalamos, ha ofrecido a los detractores del fenómeno onírico un principalísimo argumento para no ver en él sino un desatinado producto de una actividad mental reducida y disgregada.

Comenzaremos por exponer algunos ejemplos en los que la absurdidad del contenido manifiesto no es sino una apariencia, que se desvanece en cuanto profundizamos algo en el sentido del sueño. Todos ellos coinciden a primera vista casualmente en presentar como un personaje principal al difunto padre del sujeto correspondiente.

I

Sueño de un paciente cuyo padre ha muerto hace seis años:

«A su padre le ha sucedido una gran desgracia. Viajaba en el tren de la noche. Ha habido un descarrilamiento, y ha muerto con la cabeza aplastada entre las paredes del vagón. El sujeto le ve luego tendido en la cama, mostrando una gran herida, que parte del borde de la ceja izquierda y se extiende verticalmente hacia abajo. Se asombra de que su padre haya podido desgraciarse. (Luego agrega en su relato, puesto que estaba ya muerto.) Los ojos del cadáver conservan una gran claridad.»

Según la opinión dominante sobre los sueños, habríamos de explicarnos éste en la forma siguiente: el sujeto ha olvidado al principio, mientras se representa el accidente, que su padre descansa ya en la tumba hace varios años. Luego, en el curso de su sueño, despierta en él tal recuerdo y le hace asombrarse del mismo sin dejar de soñar. Pero el análisis nos muestra en seguida el error de una tal explicación. El sujeto había encargado a un escultor el busto de su padre, y dos días antes del sueño relatado había ido a ver la escultura al estudio del artista. Este busto es el que le parece haberse desgraciado (haber salido mal). El escultor no conoció en vida a su modelo, y hubo de guiarse por un retrato. El mismo día del sueño había mandado el sujeto a un antiguo criado de la familia a casa del artista para ver si confirmaba su opinión de que la cabeza del busto resultaba como aplastada por los lados, siendo demasiado corta la distancia de sien a sien. A estos antecedentes se agrega para la construcción del sueño el siguiente material mnémico: cuando se hallaba atormentado por preocupaciones profesionales o familiares, el padre del sujeto acostumbraba apretarse la cabeza entre las manos, colocándosela sobre las sienes, como si el esfuerzo mental hubiese dilatado su cráneo y quisiera comprimirlo. Teniendo cuatro años fue el sujeto testigo de un accidente que le ocurrió a su padre. Manejando éste una pistola que creía descargada, se le disparó, y el fogonazo le ennegreció los ojos (los ojos conservan una gran claridad). Cuando el padre del sujeto se hallaba triste o preocupado surcaba su rostro una profunda arruga en el mismo lugar que luego ocupa la herida en el sueño. Esta sustitución alude al segundo motivo del mismo. El sujeto había dejado caer una placa fotográfica que contenía el retrato de su hija pequeña, y al recogerla vio que una hendidura del cristal atravesaba la frente de la niña hasta detenerse en una ceja, simulando una profunda arruga. En esta ocasión no pudo por menos de recordar supersticiosamente que un día antes de morir su madre se le había roto también una placa con su retrato.

Así, pues, la absurdidad de este sueño es simplemente el resultado de la imprecisión con que nos expresamos al juzgar el parecido de un retrato, usando generalmente un giro en el que confundimos la reproducción con el modelo. Así, acostumbramos decir, por ejemplo, ante un retrato de nuestro padre: ¿No encuentras que papá está muy mal? Por último, observamos que en este sueño hubiera sido facilísimo evitar el absurdo, hasta el punto de que si un solo ejemplo nos diera derecho a sentar un juicio, diríamos que tal apariencia de absurdidad es voluntaria o permitida.

II

Un segundo ejemplo, muy análogo, tomado de mi colección de sueños propios. (Mi padre murió en 1896.) «Mi padre ha desempeñado después de su muerte una misión política entre los magiares, logrando la unión de los partidos.» Enlazado con esta idea, veo imprecisamente un pequeño cuadro cuyo contenido es el que sigue: «Una numerosa reunión, como si fuese un Parlamento. Los circunstantes rodean a una persona que se halla encaramada en una silla. Recuerdo que mi padre presentaba en su lecho de muerte un extraordinario parecido con Garibaldi, y celebro que haya llegado a cumplirse lo que tal semejanza prometía.»

Todo esto es suficientemente absurdo. Mi sueño se desarrolló por los días en que los húngaros se habían colocado fuera de la ley, ejerciendo una sistemática obstrucción, conducta que los llevó a la gravísima crisis resuelta luego por Koloman Széll. La pequeñez de las imágenes que constituyen la escena de mi sueño posee una significación particular, y hemos de tenerla en cuenta para el esclarecimiento de dicha escena. La corriente representación onírica visual de nuestros pensamientos presenta imágenes que nos dan la impresión de ser de tamaño natural. Pero la escena de mi sueño es la reproducción de un grabado en madera que ilustraba una Historia de Austria y representaba a María Teresa en el Parlamento de Presburgo, o sea la famosa escena del Moriamur pro rege nostro. Como allí María Teresa, aparecía en mi sueño mi padre, rodeado de la multitud. Pero además, está sobre una «silla» (Stuhl). Es, pues, un juez (Stuhlrichter). (Los ha unido actúa aquí de intermediaria la expresión corriente: «No necesitamos juez ninguno», empleada para indicar el acuerdo de dos o más personas.) El parecido que en su lecho de muerte presentaba mi padre con Garibaldi fue advertido por todos cuantos le vimos en tal ocasión. Una elevación postmortal de la temperatura enrojeció intensamente sus mejillas. A la cualidad postmortal de este fenómeno corresponden en el contenido manifiesto del sueño las palabras después de su muerte. Lo que más hubo de atormentarle en sus últimos días fue una absoluta parálisis intestinal (obstrucción). A esta circunstancia se enlazan toda clase de pensamientos irrespetuosos. Un amigo mío de mi misma edad, cuyo padre murió antes de comenzar él sus estudios universitarios, me relató una vez entre burlas el dolor de una parienta suya que al amortajar el cadáver de su padre, muerto de repente en la calle, encontró que en el momento de la muerte o después de ella (postmortalmente) se había producido una evacuación del intestino. La hija se lamentaba de ver manchado el recuerdo de su padre por este feo detalle. Llegamos aquí al deseo que toma cuerpo en mi sueño. ¿Quién no aspira, en efecto, a aparecer limpio de toda impureza ante sus hijos después de la muerte? ¿Y dónde queda ya la absurdidad de este sueño? Lo que le ha prestado tal apariencia es únicamente el hecho de haber sido reproducida en él punto por punto una expresión corriente («aparecer después de la muerte ante nuestros hijos»), cuyo sentido literal contiene un absurdo que la costumbre nos hace dejar inadvertido. Tampoco aquí podemos rechazar la impresión de que la apariencia de absurdidad ha sido creada voluntariamente.